martes, 12 de febrero de 2013

ROBERTO V




Y A L E


La vida en el campus era aburrida y agitada a un tiempo. Clases, bastante participativas y dinámicas, seminarios voluntarios a los que había que asistir si no quería uno verse sometido al tercer grado del tutor y estudio bien en la biblioteca o en la habitación de la fraternidad ALFA-SIGMA en la que se convivía con otros siete estudiantes.
Roberto compartía habitación, una estancia enorme con una terraza que daba al campo de rugby, con Lucas.
Lucas era mayor que Roberto, dos años, estudiaba Relaciones Internacionales y practicaba lucha grecorromana, algo que en los Estados Unidos no era muy frecuente, pero no en la costa este de esos Estados Unidos, donde las tradiciones europeas se consideraban patente de aristocracia y exclusividad.
La madre de Roberto era amiga, compañera y socia en el bufete en el que trabajaba, del decano de la facultad de derecho y eso fue decisivo a la hora de poder ser admitido en la hermandad A-S. El resto de compañeros le vieron como un bicho raro al principio. Lo normal era que los extranjeros, y con influencias, fuesen a parar a la hermandad PI-EPSILON, un edificio en la parte más alejada del campus en la que se alojaban los estudiantes en habitaciones de cuatro y donde las chicas no solían querer ir.
La primera toma de contacto fue de respeto beligerante, pero cuando un trailer llevó hasta la misma puerta de la hermandad el Hummer de Roberto enviado desde Barcelona  por barco para que el niño tuviera libertad de movimientos, se les disiparon al resto de compañeros las dudas sobre la manera de tratar a Roberto. No sería americano pero era de los suyos.
A pesar de todo Lucas se mostraba desdeñoso y frío en el trato, advirtiendo a Roberto sobre la inviolabilidad de roce de sus pertenencias. Era más que nada una forma de hacerse valer ante quien demostraba el poderío de traerse de su país un coche que podría haberse comprado en cualquier segunda mano y mucho más barato.
Una vez pasados los primeros días en los que Roberto tuvo algún que otro roce sin importancia con los otros miembros de la hermandad, Lucas fue haciéndose cada vez más asequible hasta el punto que en una ocasión que Roberto estaba observando fotos de lucha de Lucas, éste le invitó a un campeonato que se celebraba en el campus de otra Universidad cercana.
- Para que sepas, más que nada, lo que es el cuerpo de un hombre reluciente de sudor, fibrado y con los músculos a tensión embadurnado de aceite en la máxima expresión del esfuerzo según los cánones helénicos. Los luchadores forman auténticos grupos escultóricos dignos de Fidias
- Se perfectamente lo que es el cuerpo de un macho alfa (y remachó lo de macho alfa) reluciente de agua de mar surcando olas de siete metros como la máxima expresión del canon californiano y la imagen que forman, tabla, hombre y ola espumosa sería digna de un acrílico de Warhol.
- Touché – le contestó Lucas después de pasear durante un rato su mirada por el cuerpo de Roberto intentando imaginarlo sobre una tabla de surf – indudablemente verte en equilibrio perfecto sobre una tabla cabalgando olas debe ser todo un espectáculo y más aún si ese equilibrio lo practicas desnudo total.
Roberto fue a contestar y Lucas le cortó.
- No, se que me vas a decir, nosotros no podemos practicar la lucha desnudos, no todos somos tan caballeros como para no agarrar por do mas pecado hay.
Rieron juntos la ocurrencia y a partir de ese momento la tensión que existía entre ellos se relajó.
El día del campeonato por la mañana un esplendido Ford Lincoln aparcó en la puerta de A-S y a continuación un todo terreno Chevrolet negro del que se bajaron dos enormes hombres embutidos en perfectos e iguales trajes negro como el coche y a continuación un coche exactamente igual con otros dos clones igual de grandes. El chofer abrió la puerta a su viajero y descendió un hombre de pelo cano, elegante, con un traje de los de dos mil $ y seguro de si mismo, acompañado de una deliciosa muchacha pecosa y sonriente. Lucas salió corriendo y se abrazó al hombre canoso ante la mirada indiferente de los cuatro hombres. Roberto intentó acercarse y los cuatro gigantes como un solo hombre dieron un paso al frente interponiéndose en el camino entre Lucas y Roberto. Solamente cuando Lucas se dirigió a Roberto indicándole que podía aproximarse, los cuatro vigilantes se apartaron.
- Te presento a mi Padre, Lucas Sr. – dijo como un niño entusiasmado con su capricho favorito cumplido Lucas Jr. -! Ah ¡y a mi hermana Corina.
Roberto se quedó con los ojos clavados en los de Corina que se coloreó como una amapola del campo. Fue un instante en el que todo se detuvo y que para Corina y Roberto pareció durar siglos embebidos el uno en el otro.
- Roberto, Roberto – Lucas le zarandeo un poco hasta que Roberto salió del ensimismamiento – venga, sal del abismo. Te decía que han venido a verme luchar esta tarde – y dirigiéndose a su padre le aclaró – Roberto es que iba a venir a verme luchar, no tenía idea de que vendríais vosotros, así que iréis los tres juntos.
- Oh, si, si, claro, yo iba a ir a ver luchar a Lucas – y no podía apartar la mirada de Corina.
- Hijo, tengo que ir a ver al Decano, que se quede aquí tu hermana, luego iremos a comer a la ciudad. Si te parece que venga tu amigo contigo.
- Si, si, que venga – le salió del alma a Corina – y para cuando se dio cuenta de su entusiasmo ya era tarde, todos estaban al cabo de la calle del interés y a ella se le habían teñido las mejillas del color del salmón crudo.
Lucas Sr., volvió a montar en su limusina y los cuatro guardianes se dividieron. Dos siguieron en su coche al Lincoln y los otros dos montaron guardia a la puerta de la fraternidad. Un compañero, se sintió en la obligación de explicar a Roberto quien era el padre de Lucas.
- Es senador, presidente de la comisión de defensa del Senado. Tiene más influencia que el Presidente y tu has ido a prendarte de su hija, ¡que pavo eres!
A Roberto no le sentó bien la apreciación del compañero y se limitó a despreciarle con la mirada como solo él y su madre, de quien lo había heredado, sabían hacer.
Lucas condujo a su hermana a su habitación y ella se interesó de inmediato por todo lo que tenía que ver con Roberto, sobre todo unas fotos hechas en Portugal haciendo surf en las que tanto el fotógrafo como Roberto se habían mostrado magníficos tanto al plasmar la imagen como al cabalgar en un equilibrio imposible las olas, con los cabellos dorados ondeando al viento soltando gotas de agua que irisaban el sol que incidía sobre la cabeza de Roberto.
- ¿Surfeas? – Exclamó con admiración – porque este – dijo acariciando la foto – eres tú, ¿verdad?
- Si, desde que era pequeño, esta foto me la tomaron en Portugal, este mismo verano, que fui con dos amigos. Después de lo de la foto hice un tubo de muerte, pero eso no se pudo fotografiar. La misma ola tiro de la moto de agua al fotografo.
- Me gusta más que la lucha de Lucas, aunque tu deporte, también es bonito – se disculpó dirigiéndose a su hermano.
- La lucha exige además de habilidad, estrategia y fuerza, en mi opinión es más completo que el surf, y menos peligroso. ¿Qué opinas, Roberto?
El tono que utilizó Lucas no era en absoluto irritado o molesto por la demostración de gustos de Corina, es más, sabía perfectamente que el arrebol anterior de su hermana no se debía a una repentina subida de tensión, se había dado cuenta del flechazo y quería mucho a su hermana, es muchos aspectos, más de lo que a cualquiera pudiera parecerle, aunque hubiese sus mas y sus menos. Roberto sabiendo lo competitivo que era su compañero de habitación se extrañó de esa respuesta tan templada ante un menosprecio por lo que él hacía y por eso quiso ser caballeroso y contestar con las mismas reglas del juego en la mano.
- La realidad es que nuca he visto una competición de lucha de ese tipo. Me imagino que no tendrá nada que ver con el catch que retransmiten a todas horas por algún canal y que no es más que un espectáculo de dudosa catadura aunque entretenido.
- ¡Por favor!, Roberto…
- Ya, ya. Espero que cuando vayamos esta tarde a verte se me disipen las interrogantes que tengo.
En esas apareció el senador con el Decano. El revuelo que se organizó en la fraternidad y las cercanas fue importante. El Decano no solía acercarse un día cualquiera por el campus. Pero era un día especial.
- Ahora nos vamos a ir a comer – dijo Lucas Sr. – el decano ha querido acompañarme para cerciorarse que estás perfectamente instalado. El se preocupa mucho por sus alumnos.
Roberto pensó mirando al resto de compañeros que qué remedio le quedaba al Decano tratándose de que quien se trataba. No solo tenía una enorme influencia en Washington sino que era uno de los más importantes benefactores de la Universidad. Inmediatamente el Decano se disculpó y el padre de Corina ordenó la marcha a comer.
- Está reservada la mesa ya para dentro de quince minutos, no habrá más que poner un cubierto más – se dirigió a Roberto que se ruborizó incomodo por referencia a su persona – y ahora podemos marcharnos. Tu amigo…
- Se llama Roberto papá – puntualizó Lucas.
- Bien, Roberto puede venirse con nosotros en la limusina, cabemos perfectamente.
- No se tiene que molestar – interrumpió Roberto, pero cortó la frase ante el rictus de desagrado del padre de Lucas que no estaba acostumbrado a que le enmendasen la plana – aunque si cabemos en su coche, por mi estupendamente.
En ese momento Roberto se acordó de su padre. Él habría sido más cortés y habría dejado terminar la frase, si hubiese sido al contrario y si Lucas hubiese decidido ir por su cuenta él no habría puesto objeción. Sin embargo Lucas Sr., puso cara de inflexibilidad y fastidio cuando lo que él quería era solo mostrarse educado y cortés. Suponía que padre e hijos querrían departir de sus cosas en la intimidad del coche y él no sería más que un estorbo. Corina se percató de cómo le había afectado el incidente a Roberto y en un arranque que a ella misma la sorprendió, estando a su lado le cogió la mano de forma disimulada y se la apretó para darle su apoyo. A Roberto esa demostración de afecto tan íntima le contribuyó a que los colores le salieran aún más intensos y se turbó hundiendo la vista en la alfombra. Lucas Sr., lo interpretó como una señal de acatamiento y sumisión y rápidamente esbozó la sonrisa del que sabe dominar voluntades y se siente satisfecho de que le obedezcan perdonando al instante la salida de tono del muchacho español. Quiso entonces empatizar.
- Tu madre es una dura contrincante – le dijo sonriendo a Roberto.
Roberto se quedó noqueado sin saber que decir.
- Te ha sorprendido que conozca a tu madre. Como podrás comprender tenía que saber quien iba a estar conviviendo con mi hijo – se volvió al Decano y le dirigió una sonrisa cómplice – la he tenido en la parte contraría en algún que otro pleito; es buena, muy buena profesional, espero que tu lo seas al menos como ella, te espera un gran futuro, ¿verdad Milton?, ya iremos encauzándoos. Tengo que conocer a tu padre; también sé que es un gran pilar de la OMS, pero es un poco más, como diría, más bohemio que tu madre, pero muy bueno en lo suyo, también me he informado.
A Roberto le molestó que se hubiesen inmiscuido en  la vida no ya suya, sino de su padre. Había cierto retintín al pronunciar la palabra “bohemio” que le escoció y contestó.
- El caso es que ahora pensándolo bien y sabiendo que Mr. Milton pertenece al mismo bufete que mi madre es lógico…, pero mi padre… ¿también le han investigado? – y para quitar hierro al sintagma interrogativo se rió de forma forzada – pues como se enteré habrá protesta diplomática – e inmediatamente se dio cuenta de la metedura de pata. No quiso decir más, para no enredarlo aún un poco y volvió a ruborizarse.
Hubo un instante en que el silencio se cortaba hasta que Corina rompió la violencia del momento.
- Bueno, vámonos que ya tengo hambre.
Todo el mundo se puso en movimiento y Roberto creyó que de un momento a otro se iba a licuar en sudor de lo que transpiraba. Al sentarse en la limusina quedó de frente al senador que le clavó en el asiento como un coleccionista clava una mariposa.
Cuando Roberto estaba a punto de entrar en ebullición de incomodidad por el marcaje del senador Corina comenzó una retahíla de perorata intrascendente dirigida a su padre relacionada con recuerdos domésticos tal que la presión sobre Roberto se alivió y éste pudo respirar y a la vez dejar de transpirar pues el agobio del reproche tácito del padre de Lucas estaba a punto de deshidratarle por sudoración.
En la comida Roberto prácticamente no abrió la boca ni siquiera para comer alegando determinada indisposición que de cuando en cuando sucedía en su familia que según con que olores recibidos de algunas especias les obligaban a no poder ingresar alimentos so pena de montar un show de vómitos que no iba a ser el más recomendable dada la situación. Todo el mundo pareció comprenderlo al instante y Roberto se concentró en el zumo de pomelo que pidió para contrarrestar los efectos de su supuesta contrariedad con las especias. Su actitud pareció cumplir a la perfección el fin para el que había sido diseñada y los otros tres comensales parecieron hacer como si el cuarto fuese transparente. Roberto finalmente se tranquilizó y el senador pareció perder el interés en castigarle por tener, en su opinión, la lengua demasiado larga.
Después de la comida se dirigieron a la cancha donde se iba a celebrar el combate y la conversación durante el trayecto en el coche versó en esta ocasión sobre las posibilidades de Lucas Jr. de llevarse el titulo.
Al llegar al estadio el senador y Corina se dirigieron al área VIP donde las autoridades estaban ya prevenidas de la visita de tan importante espectador y fueron conducidos al palco de personalidades. Lucas Jr. invitó a Roberto a acompañarle a los vestuarios.
- Acompáñame y me ayudas con el aceite.
- ¿Con el aceite?
- Si hombre,  hay que lubricarse bien el cuerpo para que el contrincante tenga dificultad para hacer la presa.
Roberto se quedó perplejo. Efectivamente mientras se dirigían a los vestuarios le extrañó que todos con los que se cruzaban que venían de allí y se dirigían a la cancha tuviesen unas pieles tan bruñidas y relucientes. Entonces lo comprendió. El que en las fotos que había visto de Lucas en la fraternidad apareciese tan brillante de cuerpo lo asoció más bien a la sudoración por el esfuerzo de la pelea, ahora sabía que no era así.
Cuando ya en el vestuario Lucas se desnudó para calzarse la malla de lucha, Roberto no pudo por menos que admirar el magnifico físico de su compañero de habitación. Nunca en todo el tiempo que estuvieron juntos tuvo oportunidad de verle desnudo, ahora quedaba impresionado. Estaba depilado absolutamente y lo que más le sorprendió fue el tatuaje que portaba en el pene. Nunca se lo habría podido imaginar en alguien como él. La estupefacción fue tan descarada que Lucas se vio en la obligación de explicarse.
- Esto, ¿no? – Roberto asintió con la cabeza sin quitar la vista del pene de Lucas – salvo otra persona, eres la única persona que tiene conocimiento de ello. Si mi padre se enterara, me desheredaba. En otra ocasión te contaré la historia de cómo me lo hice y cuando lleguemos a la fraternidad la tienes que ver, pero en erección que es cuando el dibujo cobra todo su significado, ahora, así – el pene estaba detumescente – como puedes comprobar no es más que un emborronamiento de tintas de colores. Pero venga a lo nuestro. Hazme el favor de darme el aceite por la espalda que yo no me llego.
Lucas Jr. se tendió boca a bajo sobre la camilla dejando a expensas de Roberto la espalda, las nalgas y las piernas.
- Frótame bien sobre todo por los flancos y los muslos y las pantorrillas que es donde mejor se agarran, ah y el cuello.
Roberto se remangó la camisa,  vertió el aceite mineral en la espalda de Lucas y empezó a extenderlo por el cuello, la espalda y las nalgas.
- El culo, no importa tanto que vaya cubierto – le dijo Lucas – pero hay que darle también para que no se pegue con el sudor la malla.
El cuerpo de Lucas era fibroso y firme, el cuello poderoso y los dorsales anchos como pared de contención de la presa Hoover. Al llegar a las nalgas, Lucas abrió las piernas un poco para que le frotase por todos los escondrijos y pliegues de la piel, genitales incluidos. Luego se dedicó a los muslos, las pantorrillas que conformaban unos gemelos de acero y los tobillos, autenticas columnas templarias. Lucas tenía ya la piel engrasada y brillante por el calor que suministraba con el roce las manos de Roberto al que la sensación lubrica y caliente de la piel de Lucas contra sus manos no le dejo insensible. Sentía como su sexo despertaba sin quererlo y sin embargo queriendo, deleitándose,  empezó a disfrutar de la actividad. Deseaba acercarse con su cuerpo al de Lucas aunque no quería que de ninguna manera se descubriesen sus inclinaciones especiales.
- ¡Vaya! - dijo de repente Lucas, como sorprendido -  parece que no vas a tener que esperar hasta llegar a nuestra habitación para contemplar el tatuaje, tienes unas manos tan prodigiosas que han despertado a la bestia.
Diciendo esto se dio la vuelta y se mostró a Roberto, orgulloso de su cuerpo en todo su esplendor. Al parecer el masaje que le había solicitado a su compañero de habitación no había sido inocente y Roberto se percató que el no debía sentirse únicamente culpable por haber reaccionado ante el masajeo de su compañero como reaccionó. Efectivamente, el pene, soberbio en tamaño y potencia de Lucas apuntaba al techo, con una ligerísima curvatura mostrando el tatuaje en todo su esplendor. Era una rubia de redondeces explosivas que estaba enganchada con sus piernas al fuste del pene mientras echaba su cabeza de melena dorada hacia atrás que se extendía por el escroto como si estuviese revuelta después de la faena. Estaba vestida con un mínimo tanga y un sujetador de triangulo de color rojo que le hacía más excitante aún. Eso por la parte ventral del pene. Cuando Lucas inclinó hacia delante su miembro para que Roberto apreciase el resto del tatuaje, se quedó sin respiración. Un hombre nervudo y calvo, se abrazaba al fuste del pene justo por encima de las piernas de la rubia y mirando de soslayo al espectador sacaba una poderosa y larga lengua que se enroscaba en el glande. Sus pies reposaban como si estuviese de pie sobre el pubis. Llevaba en el culo un dildo de enormes proporciones que se hundía entre sus nalgas. El trampantojo genital era tan sobresaliente que parecía que realmente un gnomo escuálido y salaz se aupaba desde el pubis para alcanzar con su enorme lengua el capullo de Lucas. Por otra parte a la rubia de la base del pene daba la impresión que solo le faltaba dar un salto para encaramarse en la punta y dejarse empalar por semejante verga
- Tú lo has conseguido con tu masaje, yo no he tenido nada que ver – dijo en tono de sorna el chico esbozando una sonrisa burlona como si él hubiese sido ajeno a todo aquel montaje.
- Bueno – contestó muy pausado y lacónico Roberto hipnotizado por la contemplación del monumento – y tú con quien te identificas mejor de las dos figuras.
- ¡Oh!, no me digas que no sabes demasiado que son precisas las dos para no volverse loco en este mundo de estupidos. Me he dado perfecta cuenta de la manera que masajeabas mi piel, no puedes negar que has disfrutado del trabajo y pondría mi status en almoneda si me equivoco al afirmar que tienes ahora mismo la polla mas empalmada que la mía.
Lucas se quedó mirando fijamente a los ojos de Roberto con una sonrisa tan tenue como depravada, abrió la boca y con la punta de la lengua se humedeció los labios de la forma más voluptuosa que pudo. Roberto tuvo que apartar la mirada de Lucas abrumado por la insinuación.
- Y ahora, a lo mío, si te parece me pongo el maillot y salgo a la competición, ya terminaremos de una forma u otra esta conversación, o lo que haya sido, cuando lleguemos a la fraternidad – rematando la frase de una sonora carcajada.
A medida que se iba calzando la malla negra el pene fue cediendo su turgencia hasta quedar en su tamaño de reposo que así y todo resaltaba en su vestimenta de una forma escandalosa.
- No me mires mas escandalizado. Todos vamos de esta manera, unos con mayor dotación que otros según la madre naturaleza haya tenido a bien obsequiarnos. Vamos a la cancha. Tu vete a la grada, Corina tiene que estar impaciente por verte y no me gustaría que fuese a pensar lo que no es, ¿o lo que sí es? – se le quedó mirando, burlón otra vez, totalmente dominador de la situación.
- Has tardado mucho – le reprochó Corina.
Roberto se le quedo perplejo observándola. La conocía hacia minutos, como aquel que dice y ya le pedía explicaciones. Ella se dio cuenta del reproche tácito de Roberto y se disculpó.
- Bueno, yo no soy quien para tasarte tu tiempo, lo siento, pero como conozco a mi hermano y se de lo que puede llegar a ser capaz…, seguro que te ha montado el numerito del aceite y el masaje – Roberto sintió como se le enfriaba la cara y una sensación de pánico se le instalaba en la boca del estomago – lo hace, lo del masaje, no se muy bien con que intención, pero desde luego ya ha tenido problemas con algún que otro compañero.
Roberto prefirió callar antes de dar una explicación que seguro solo iba a complicar las cosas y el espectáculo empezó en ese momento. Roberto miraba a la cancha pero no se daba cuenta de lo que sucedía, estaba noqueado por la revelación de Corina. Le gustaba la hija del senador y él se daba cuenta de lo obvio en relación a él, pero no cesaba de martillearle la cabeza el pene enhiesto y coloreado de su hermano y como su cuerpo reaccionó ante el roce con la piel de su dueño. Quiso probarse y rodeo el talle de la chica con su brazo; sintió el estremecimiento y la apretó más contra él. Su sexo que ya se había relajado a medias del episodio anterior volvió a tomar consistencia y la cabeza se le turbó con el deseo irrefrenable de poseer a Corina. Con mucho disimulo le cogió la mano a la chica y se la llevó a su regazo para que palpase su dureza, la chica suspiró al tiempo que apretaba el miembro de Roberto. La libido en ambos llegó a su clímax de tal manera que Corina se puso en pie de repente y le pidió que la acompañase al servicio. Roberto no objeto nada, se acomodó su erección con disimulo y cuando el senador pregunto Corina se limitó a excusarse con que estaba algo mareada y Roberto la acompañaba a tomar algo de aire.
- ¿Llamo a los escoltas? – dijo Lucas Sr. algo preocupado.
- No papa déjalo, son cosas de mujeres, ya me hace compañía Roberto.
- Cuídamela bien, eh muchacho.
- No se preocupe señor, no dejaré que la roce ni el viento, - la rozaré yo y a conciencia, no lo dude, pensó mientras encaraba la salida siguiendo a la chica.
Salieron de la mano por el vomitorio y Corina conduciendo a Roberto llegó hasta los servicios, enfrentó el de señoras y después de mirar a derecha e izquierda de forma rápida, entró arrastrando tras de si al chico.
Con delirio, ciegos y sin espera se introdujeron en una cabina y cerraron la puerta tras de si. Corina no dejó pasar un segundo, desabrochó el pantalón de Roberto cuyo pene saltó al frente nada más verse liberado, dada la ausencia de calzoncillo. Le faltó tiempo a Corina para llenarse la boca de carne suave y caliente y empezar a acariciarla con su lengua. Roberto empujaba hasta impactar en la garganta de Corina que hacia arcadas reflejas pero no por eso abandonaba su trabajo de succión del trozo de carne cada vez más firme y prieta. Roberto sintió que alcanzaba el orgasmo y se lo hizo a saber a Corina. Rápidamente ella se levantó su faldita y se desembarazó del tanga, se dio la vuelta y ofreció su ano.
- Por delante no – susurró trémula de deseo – eso es para la noche de bodas, yo soy muy decente – dedicándole una sonrisa malévola.
Roberto entornó los ojos, no replicó, apuntó al ano mareado de deseo, y empujó con un certero golpe de cadera. La verga dura se clavó en el cuerpo de la chica como un pilote en el barro tierno. El chico no tuvo ni que moverse porque entre el quejido ahogado de dolor-placer de Corina y el movimiento que imprimió a su cuerpo al sentirse violentada Roberto alcanzó su clímax y se derramó dentro del cuerpo de la chica. Inmediatamente se retiró de Roberto se dio la vuelta y volvió a acoger en su boca el pene recién eyaculado y así masajeándolo con la lengua se estimuló su clítoris hasta alcanzar su propio orgasmo sin dejar de chupar el pene ya desencantado de Roberto.
Cuando ella recobró el aliento y recompuso su figura rozó suavemente los labios con los de Roberto en señal de cariño.
- Ahora ya tenemos un secreto que compartir.
A Roberto le supieron los labios a su propio semen lo que le excitó y tomando la cara de Corina entre sus manos le aplasto los labios contra los suyos forzándola a intercambiar las salivas.
- Ahora, cariño, si que me sabe la boca del todo a mi semen, aunque como ya compartimos un secreto, podemos compartir otro – a Roberto le pico lo de los secretos, como si ella fuese a ser mas experta en cuestiones de sexo que él y quiso epatarla.
- ¿Cual? – pregunto intrigada Corina y sorprendida a la vez de la reacción de Roberto al que suponía absolutamente deslumbrado con su actitud descarriada.
- Te prometo – le susurró al oído mientras salían del servicio de señoras – que cuando sepa a que sabe el semen de tu hermano te lo comunicaré.
Corina abrió desmesuradamente lo ojos sin poder articular palabra y la expresión de sorpresa se fue trasformando poco a poco en sonrisa encantada. Se abrazó a él apretándole con fuerza.
- ¿Tanta ilusión te ha hecho que te revele que me voy a follar a tu hermano?
- Me ha hecho ilusión pensar que vamos a poder hacer un trío – se quedó como pensativa y continuó – ¿pero tan seguro estás que vas a ser tú el que folles?, como se ve que no conoces bien a Lucas; vete preparando la vaselina.
- No me digas… - contestó con fingida sorpresa ahora Roberto – la vaselina dejo de hacerme falta hace ya muchos años, ¿te sorprende? – le dijo a Corina ante la cara de asombro que puso.
- Solo te diré – y ahora su semblante era el de una maestra curtida en su especialidad - que el diseño del tatuaje de mi hermano es mío, de manera que estoy curada de bastantes espantos y ahora vamos a dejarnos de intentar asombrarnos el uno al otro y  corramos a la grada que mi padre se va a mosquear.
El combate terminó con la previsible victoria de Lucas que exultante y sin cambiar se dirigió corriendo a la grada a recibir los parabienes de su padre y las efusiones de su hermana. Roberto se mantenía a prudente distancia sin querer intervenir en la celebración hasta que Lucas le reclamó con una ancha sonrisa en la cara. Le echó el brazo al cuello y le atrajo hacia sí con enorme fuerza dispensándole un abrazo de oso que a Roberto extrañó por la efusividad, aún en presencia de su padre. Lo que le soliviantó aún más fue lo que le deslizó al oído en los escasos segundos que duró el abrazo: “Has conocido el culo de mi hermanita, eso no me lo podrás negar, porque yo la conozco a ella y a su culo también, dentro de nada conoceré yo el tuyo, cuñadito”, para inmediatamente después dirigirse a su hermana con cierto aire de sorpresa.
- Corina, ¿que te pasó?, te mareaste o algo. Menos mal que estaba aquí Roberto para acompañarte. Os vi por el rabillo del ojo mientras disputaba uno de los asaltos y me preocupé – esbozaba una sonrisa cínica – tanto que casi pierdo ese combate - y coronó la apostilla insolente con una sonora y encantadora carcajada
- No fue nada Lucas – le contestó Corina mientras se echaba en sus brazos y le colocaba la boca cerca de su oído para poder susurrarle: “sueño con el momento en que te lo folles delante de mí” – cosas de mujeres, ya sabes… - y miraba a Roberto con ojillos falsamente inocentes.
Roberto estaba confundido y extasiado a un tiempo, el creía ser el epígono del libertinaje por sus relaciones incestuosas con su padre y había quien al parecer le superaba con creces y más descaro aún. Sonrió maravillándose de encontrarse encantado entre esa gente. Empezó a imaginar con deleite el cuando, donde y cómo Lucas se lo montaría para conocerle, como le había anunciado susurrante, mientras le rozaba la oreja con sus labios. Sin encontrar remedio volvió a notar que la tensión en su pantalón iba a empezar a ser evidente si de forma inmediata no sujetaba su imaginación. El padre de Corina vino en su ayuda sin querer.
- Bueno hijo, vete a cambiar, yo ya tengo obligaciones que cumplir con la patria y he de dejaros en el Campus. Te esperamos en el coche.
- Me cambio en un minuto – y salió corriendo al tiempo que daba una palmada en el brazo a Roberto y le decía “¿me acompañas?”
- Gracias, prefiero acompañar a tu hermana – contestó con tono agrio.
Lucas se fue corriendo al tiempo que se reía de la ocurrencia y del efecto causado en su compañero de cuarto.
Tardó en llegar al coche, duchado y oliendo a perfume caro unas décimas de segundo. El senador le anunció que le dejaría en el campus y ni se bajaría del coche. Cuando llegaron a  la fraternidad Corina dio un casto beso a Roberto en la mejilla y otro a su hermano que aprovecho el instante para susurrarle al oído a su hermana: “Va a ser esta noche, mañana te cuento”.
- Mañana quedamos Roberto – le despidió Corina desde dentro del coche a su novio.
Entraron en el edificio de la fraternidad los dos. Lucas cedió el paso a su compañero de habitación empujándole con la palma de la mano en esa zona muerta que queda entre lo que ya no es espalda y aún no podría considerarse culo y permitiéndose hacer una ligera frotación a derecha e izquierda. A Roberto no le fue ajeno el detalle y se zafó sin disimulo de la caricia al tiempo que le miraba a la cara a su colega en clave de advertencia. Cruzaron el gran salón de la planta baja pero no parecía haber nadie en la casa.
- Parece que vamos a estar solos – dijo de forma inocente Roberto.
- Pues si, mira – enseñando una nota de sus compañeros – esta noche no la van a pasar aquí, la casa es absolutamente nuestra, de manera que…
- De manera que, qué – pregunto Roberto.
- No seas más cínico y saca las cartas de una puta vez tío, ya está bien. En el vestuario has sufrido como un vicioso en un bukkake al que solo le dejan mirar, vamos a ponernos cómodos los dos, abrir unas cervezas y a charlar de cosas de tíos – y mientras decía esto empezaba a desnudarse empezando por los pantalones y la camisa, quedándose en bóxer – y ve al frigorífico por un pack de seis.
Según Roberto caminaba hacia la cocina escuchó algo que le dejó helado y le hizo detenerse como convertido en estatua de sal.
- No te irás a hacer ahora la estrecha y a decirme que nunca te has metido una lata de cerveza por el culo ni el mango de un pincel por el nabo. ¡Ah! y ya de paso, en el fregadero, detrás del cubo hay una lata de vaselina grande, tráetela también, nos va a hacer falta, la noche va a ser larga.
Cuando volvió con las latas de cerveza de cuarto de galón y el cubo de vaselina semilíquida, Lucas lucia ya un empalme tremendo pero aún no se había despojado de su bóxer. Cogió una lata, la abrió y de un trago la consumió.
- Venga, tío, vamos, empieza a privar, si no que clase de fiesta nos vamos a  montar los dos.
Roberto abrió una lata de cerveza y le dio un sorbo. Estaba hipnotizado por todo lo que estaba pasando.
- Tu has echado a los otros para que nos quedásemos esta noche solos – le escupió con rabia – esas cosas se dicen, porque yo ni soy una adolescente a la que hay que ligarse ni soy un estrecho como tu dices. A mi tu no me coges con el paso cambiado, porque puestos a echar toda la carne en el asador yo te doy diez vueltas.
- Vaya, vaya, estas muy cabreado – y mientras decía esto medio en broma se acariciaba su sexo con deleite – pero no se trata de nada de eso. Si he hecho que esta noche la pasen fuera y para que te enteres, saben porque van a estar fuera, saben que te voy a follar esta noche, como me los he follado a ellos en su momento. Me gusta follarme culos, sean de quien sean. El de Corina es mío desde los dieciséis, por eso te fue tan fácil y placentero, ¿o no? – Se levantó del sofá – ahora vengo – dijo – mientras vete bebiendo y dándote vaselina, porque una lata te tragas tu esta noche por el culo.
Roberto estaba ya al borde del espasmo, con una erección dolorosa y el pantalón – iba sin calzoncillo como siempre – empapado de esmegma. Estaba deseando desnudarse y en cuando Lucas dio la espalda lo hizo. En menos de un minuto, Lucas bajo de la habitación con unas cuantas cosas, alguna de ellas ya puesta. Bajaba ya desnudo con el pene en erección fláccida, largo y grueso pero no duro, con un Príncipe Alberto como el de su padre y unas correillas de pequeño tamaño. Una de ellas, bastante ancha la llevaba él comprimiendo la piel del escroto de forma que dejaba a los testículos recluidos en una bolsa brillante por lo a tensión que quedaba y alejados del pene, de forma que mover el pene suponía hacer que los testículos recluidos en su confinamiento oscilasen a sacudidas que deberían ser dolorosas.

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