jueves, 25 de diciembre de 2014

CASTIGO


Degenerado, no se si se le acercaría más degenerada, quizá hasta delictivo, suicida, pero sobre todo, ¡¡estúpido, estúpido, estúpido!! y porque mi posición y mi propia autoestima, me impedían gritarlo más alto. Y ahí estaba entre sombras, de madrugada, buscándole, no sabía bien para qué, si para salvarle o para justificarme.
Hacía tanto tiempo que ya no recordaba los recovecos que podían tener aquellos muelles, (pero aquello era ya otra vida, las putas para un ardiente y educado chico eran la única forma de explotar civilizadamente; quizá aquella vida ni existió) Entre tanto almacén vacío, rimeros de objetos rotos y sucios, tugurios polvorientos y basura maloliente. Pero no había que volver atrás,  había que encontrarle y exigirle una explicación, la última quizá o la penúltima, pero algo que dejase descansar mi conciencia. ¿Hasta que punto, hasta donde llegaba mi responsabilidad en esa actitud?

Debí imaginarlo cuando a sus nueve años en medio de la celebración del fin de año me avergonzó en medio de mis amistades y familia presentándose cuando ya todos tomábamos relajadamente nuestra copas y algunas parejas bailaban en la biblioteca al abrigo de miradas indiscretas. La verdad es que iba magníficamente caracterizado de  Rita, aunque yo debí levantarme de inmediato y hacer de Glenn, hostiandole allí mismo, quizá entonces, los derroteros habrían sido otros. Todos le rieron la gracia, su madre la primera que le había mandado hacer el disfraz de mujer fatal con larga boquilla y todo.
Y ahora..., en una noche heladora, parecida a aquella otra de la Hayworth, fin de año, estaba empeñado en encontrarle. El jardinero me contó con no poco apuro que le reconoció en un lance de putas, cuando atragantado de absenta, se entregaba a todo el que quisiera probar a hacer cualquier cosa inimaginable con un cuerpo, que en cabeza pudiera entrar. Le azotaban con cintos y él animaba a intensificar la crueldad del castigo; era la degeneración hecha jirones, después se dejaba destrozar con todo aquello que a aquella chusma del figón se le ocurría meterle, hasta vaciarse dentro chorreándole la sangre mezclada con esperma por la piernas; "nauseabundo, señor, yo tenía ya una lumia, ajustado el precio, pero tuve que echarlo atrás; allí,  delante de todo el mundo, como una perra salida, una lástima".
Aquellas palabras me escocían el apellido. No podía ser que mi sangre, remontada a los fundadores, se prostituyese de esa forma por mano de mi primogénito. Estaba dispuesto a todo.
En la oscuridad de los estrechos pasillos entre montañas de mercancías me llama la atención una brasa que ilumina como un foco sucio un pequeño entorno. Un entorno de labios carnosos y sensuales y un brillo extraño bajo unas espesas pestañas. Me trajo a la memoria el suave roce de unos labios de seda sobre mi piel más sensible y como  me provocaban la efusión inmediata, seguida de una más a renglón seguido, pero, claro, eran los dieciocho años de un vigoroso muchacho deseando conquistar cualquier mundo, por muy  difícil que fuese de doblegar. Me despertó el recuerdo la entrepierna y las polillas empezaron a revolotearme la boca del estomago. Olvidé la razón que me había llevado hasta los muelles y después de estar detenido unos interminables segundos, observando la brasa encendiéndose y apagándose, ésta dio un paso hacia adelante hasta que la débil luz de un fanal, iluminó furtivamente una esbelta figura de mujer. Me acerqué y con arrojo que creía olvidado le acaricié unos pechos firmes y sedosos; introduje los dedos por el pronunciado escote y alcance sin dificultad un pezón duro y elástico pinzandole  entre mis dedos y arrancando un quejido de placer profundo, denso y exigente. Bajé una ansiosa mano acariciando a través del satén rojo del ajustado vestido, un vientre plano hasta intentar alcanzar la rosa, que aunque suponía ajada del uso, era para mi en ese momento la más deseada.
Con una firmeza que me sorprendió, me apartó la mano; "El coño, amigo, es de mi  chulo, pero tengo un culo que siempre me dicen que es mejor que cualquier coño, pero si quieres la boca, es mi especialidad, según dice el que frecuenta estos barrios" y ya tenía su diestra mano hurgándome en la bragueta y sacándome el dragón de la cueva. Me acariciaba el pene con una maestría sorprendente y me exprimía el capullo para extraer precum con el que lubricar frenillo y las zonas más sensibles. "La boca" dije presintiendo que la eyaculación era inminente; "y si te lo tragas todo te doy el doble" notando ya la punzada del del impetuoso avance del semen buscando la libertad. Ella sin dejar de acariciar con la lengua hizo un gesto de aceptación con la cabeza e inmediatamente vacié todo mi contenido entre espasmos de placer en su boca. Le coloqué la mano en el cuello y percibí como deglutía sin soltar el pene, no había escupido el semen. Se había tragado todo el polvo.
Cuando me repuse y mientras me recomponía la ropa pregunté por una especie de travesti que se llamaba Sebastián y se hacía llamar 'La Chani'. "He oído algo, creo que murió hace tiempo, ahogado en absenta,  aunque también he oído que se operó y se puso vagina, ¿quien sabe?" No supo decirme por donde podría encontrar a mi oveja descarriada, el hijo primogénito en el que tantas esperanzas había depositado.
"Bueno, guapa, dime cuanto te doy y lo que sea, el doble"
Me cogió por los hombros entre sus manos y atravesándome con su mirada me sonrió de una forma que vagamente me resulto familiar, luego se acercó lentamente a mi labios y me dio un beso tierno y suave. Percibí como le brillaban los ojos de emoción.
"El precio..., no es nada, a mi padre nunca le cobraría"

domingo, 21 de diciembre de 2014

24 HORAS RUTINARIAS

Suena el despertador; las 6 y media, ¡ que horror! hay que levantarse.
Estoy empalmadisimo y pienso que será que me estoy meando, pero la cercanía de mi mujer hace que me olvide de orinar. "Ni cinco minutos, total" pienso, e introduzco con soltura los dedos entre los muslos de mi mujer que de forma refleja separa la piernas. Estimulo unos segundos y se la calzo. A los pocos embites, la cosa decae y tengo que desistir. Mi mujer ni se despierta, tan acostumbrada está a los gatillazos matutinos.
Afeitándome vuelvo a empalmar y siento irreprimibles deseos de mear otra vez y el deseo no consumado minutos antes hace que se me ocurra la maldad de mearme en el lavabo y afeitarme con esa mezcla de agua tibia y tibia orina. Mientras paso la cuchilla por la cara resbalándome las gotas con sabor a orina hasta los labios me excito con la porquería al punto de masturbarme furiosamente eyaculando sobre el agua del afeitado. De inmediato me entran arcadas solo de pensar que he de terminar de afeitarme y tengo que cambiar el agua del lavabo para poder acabar.

Mientras conduzco hasta el hospital me reprocho haberme pajeado de esa forma tan absurda; un frenazo del gilipollas de delante hace que me olvide y mire el reloj. Llegaría tarde.

¡¡Me cago en la hostia!! otra vez un imbécil, seguro que residente, me ha ocupado la plaza de aparcamiento.

Paso por la cafetería y me tomo el corto de leche para poder empezar. Luego al vestuario. En calzoncillos para ponerme el pijama entra en el vestuario un chaval con una procesión de hormigas en unas mejillas morenas, como conato de barba. La verdad que feucho, pero con "algo". El muy descarado se me queda mirando de arriba abajo y detiene la vista donde no debiera, y para colmo me corto y me hace recordar aquellas épocas en las que eramos tan modernos y tan tolerantes que alguna vez que otra acabábamos en la cama de quien no debiéramos (aunque no me desagradase) solo por dárnoslas de estupendos -no sería la primera vez que saliendo de la cama de algún compañero,  buscaba ansioso la de Verónica, con la que me llevaba más que bien y nunca se explicó que hacía yo en la cama de otro tío, "con lo bien que follas tú" y me abofeteaba cuando le respondía, que precisamente por eso, tal era mi grado de estúpido narcisismo.
Tras pasar un eterno segundo de halago al sentirme observado; "¿Se te ha perdido uno como yo?", borde a propósito, pregunto (seguro que era el residente que me había quitado la plaza de aparcamiento); y el chaval, " Uno como tu, pero con menos barriga, aunque no estás nada mal", tras lo que me guiña un ojo, abre su taquilla y parsimonioso se cambia al pijama de marrón claro, de infeccioso. Me quedo sin palabras  me hago el remolón y salgo detrás de él. 

"Has visto ya al nuevo fichaje de infeccioso" me saca del medio mosqueo la voz de Maribel, la administrativa del Departamento y le espeto que si es gay o así y ese "¿ya te ha tirado los tejos?" me pone fuera de mi (al tiempo que siento en la boca del estomago el vértigo del salto al vacío y la aventura) pero aterrizo de repente cuando continua "se tira a todo lo que tenga dos patas y bombee sangre, pelo o pluma, versátil que es el chaval" y me la quedo mirando de tal forma que le saco una carcajada abierta y sincera. En su momento con Maribel tuve mis más y mis menos, cuando ella tenía menos carnes y yo aguantaba las guardias sin dormir. Eramos dos fieras ciegas de hambre, ¡¡que tiempos!! Pero ya se sabe, cuando la confianza es tanta que uno pasa a la categoría de amigo de verdad, el sexo deja de ser excitante y pasa a segundo plano.

Llego al Servicio y me voy a mi despacho a ver que me han ingresado esa guardia. Paso por la 102 y veo a esa limpiadora menudita que cuando se agacha para remeter las sabanas, como va tan corta, se le ve el tanga y no puedo evitar resoplar y ver como ella con descaro se vuelve y me sonríe. Y ya tengo yo la mañana hecha, con un calentón de muerte.

Me enfrasco en el hojeo de las historias hasta que llega Marta, mi supervisora - que yo no sabía que las momias trabajaban tanto; unos doscientos años - muy eficiente por cierto.
Me dice que si pasamos sala ya, le digo que si y por el pasillo me cruzo con la limpiadora, la menudita, que me guiña un ojo y me hace trastabillar. 'Me voy a cagar en todo lo que se mueve' pienso, tiene narices, a mi edad comportándome como un adolescente. Paso sala, aburrimiento total, pero muy profesional. Vuelvo a mi despacho. Entra la menudita, dice que tiene que pasar el suelo y noto como el cuerpo se me rebela. La muy..., se agacha delante de mis narices y me enseña el culo y justo, cuando ciego de todas las cegueras voy a tirar la espita al callejón e iniciaba el movimiento para palpar cacha, entra  Marta, mi eficiente momia y dice que recuerde que tengo comisión de ética en un cuarto de hora.

Un tostonazo de dos horas. Sesteo. Virginia, la psicóloga,  comienza con su vehemencia a defender un final digno para los enfermos terminales, sin prolongaciones estériles de las constantes vitales. Se que es lesbiana, pero es una treintañera pequeñita, de pechos medianos y ademanes certeros. Le clavo los ojos y ella me fulmina con los suyos "sabe que me la quiero follar" pienso y eso me complace. A medida que la veo desnudándose con furiosa decisión más me excito y cuando ya la veo a cuatro patas exigiéndome la presencia impulsiva en su físico no puedo soportar más la erección..., y en ese momento mi teléfono vibra. Miro y leo: "Cariño, voy con Elena,  Rosa y Mercedes de tiendas, luego al cine y cenaremos cualquier cosa por ahí. Tú hazte algo. Besos." Como si fuese una novedad; es la costumbre. Se me ha bajado la erección pero noto que me he mojado de esmegma. Acaba la reunión y me lanzo a la psicóloga pero antes de que pueda abrir la boca me escupe "Ni se te ocurra, salido, que te conozco mejor que tu puta madre", que lejos de molestarme me pone más cachondo aún.

Llego al Servicio, doy unas cuantas ordenes de tratamiento y le digo a la supervisora que me llame al móvil si pasa algo, "algo es algo, no me vayas a joder con monsergas" y decido ir al club a comer con algún colega, que siempre hay alguno jugando al golf, despistadillo de su destino.

Me cambio y voy por el coche y de forma automática me dirijo a mi plaza y me topo con el jodido coche okupa. En eso escucho "Ya te lo quito, tío", me vuelvo y veo al del conato de barba con una amplia sonrisa, vestido de calle. "Ya me voy que me deben horas, ¿a ti también te deben algo...", le digo que yo también me voy, pero porque me da la gana, para eso soy el Jefe de Servicio. Se me acerca, me tiende la mano y me dice que se llama David, "Sin rencores..., no sabía..." le acepto la disculpa y me sonríe enseñándome una perfecta hilera de dientes blanquísimos mientras me invita a unas cervezas para firmar el armisticio. "Porque no" pienso, al fin y al cabo lo que tengo es tiempo. "Invito yo" me dice y al tiempo veo en sus ojos un rayo de información que dice algo más en ese 'invito yo'. "Este chaval, es un puto seductor" me digo y me retrotraigo a mis veintidós años cuando aquel chaval de un curso inferior, Jorge, me miró de una forma..., no se, vamos que aunque acabé consolándome con Veronica, antes toqué nabo en su cama, y nunca supe muy bien porque, me dio un morbo raro.
Fuimos dando un paseo por el centro hasta una bodeguita muy animada, en los bajos de un edificio centenario. Nos sentamos en un extremo de la barra y nos sirvieron la primera, la segunda y a la tercera ya eramos viejos amigos. Charlábamos animadamente cuando nos sirvieron la quinta y me levanté a mear, David siguió mis pasos y entramos los dos al urinario. Un lavabo y una cabina con el inodoro. Nos quedamos mirándonos y le digo "Lo siento pero me meo" me contesta que vale encogiéndose de hombros y se mete en la cabina conmigo; con mucho desahogo se desabrocha su vaquero para dejar salir su pene, "¿No usas calzoncillos?" y comprendí en ese momento que acababa de cometer un tremendo error mientras me  abría el pantalón. "Me resulta muy sexy, sentir que practicamente voy desnudo, y si alguien me lo dice es que me empalmo, ¿ves?" Efectivamente ya tenía entre los dedos un miembro digno de cualquier actor porno. Y con todo el descaro, mientras un potente chorro de orina le emergía de la punta me dice "Toca, toca, verás lo dura que se me pone", acabé de orinar, casi me la pillo con la cremallera y salí de allí dispuesto a largarme, hasta que sentí que me sujetaban del antebrazo. "Venga, D. Fernándo, no se me enfade, que no era más que una broma" y encarando sus chispeantes ojos a los míos me sonríe de esa forma extraña, "Sin malos rollos..., aunque si quieres te hago una mamada y en paz" y muerto de risa se inclina hacia atrás y me señala con el dedo indice. Me tengo que reír de su juvenil descaro.
Quiero seguir la broma y: "pues nada, la mamada, con arcada, claro, y en paz" pero noto que se le pone serio el rostro, con rictus de ansiedad, se me acerca y me dice que en la bodeguita no, que en su casa o si prefiero en la mía,  "y esto ya no es ninguna broma. Desde que te he visto en el vestuario no se me ha quitado de la cabeza mi imagen atragantándose de ti a la vista de tu dotación"
Me quedo frío con su declaración. Sin decir palabra me giro y encamino la salida. Escucho a mis espaldas: "La oferta continuará en pie hasta que reconozcas que lo estás deseando"

Vuelvo a casa indignado, no tanto por la proposición sino porque la verdad es que me habría gustado. Me ducho, no tengo ganas de comer, pero estoy desazonado.  Bajo al garaje, cojo el coche y voy en busca de una puta de carretera. La primera que encuentro, una senegalesa probablemente, me pide veinte euros por la mamada y cuando me la está haciendo se me viene la sonrisa del cabrón ese de residente y se me baja. Despido a la negra, le doy otros veinte por el mal rollo y me vuelvo a casa.

Me siento en pijama en mi sillón favorito y pongo a bastante volumen una sonata de Leclair. Noto como de forma mansa las lagrimas resbalan por mis mejillas.

Aún suena el violín de Leclair cuando mi mujer me despierta. "Venga, señor aburrido, a la cama; ¿no te cansas de oír maullar a ese gato siempre?

Otro día rutinario más. 

jueves, 4 de diciembre de 2014

VIVIR, AMAR COMO SERES CON PIEL


En las estribaciones de la lujuria,
En los altos puertos del deseo
Crece mi amor, extraña flor,
Marchita en las llanuras del hastío,
Fragante en los riscos de la piel,
Arrebatada del color del rubor,
De olor lúbrico, enardecedor;
Regada del sudor de la colisión,
Pieles calientes deflagrando,
Abonadas de la saliva de la pasión.

Miradas desencontradas,
Adustos gestos de ocultación
Volteos de cabeza; desenfrenado deseo
Tiranteces de pupila,
De entrepierna; humedad cálida viscosa...
...Y mucha imaginación.

Piel desnuda que renuncia al amor.
Queda la salacidad descarada
Inagotable, insaciable, sucia
Desvergonzada forma de ayuntar,
Penetrar, y no solo mentes
Ser penetrado de la tuya..., palidecer
Sentir la punzada de la muerte,
Expresión suprema del placer eterno
Detener el tiempo, resucitar,
Escupir a la cara de la ley divina
Triunfar sobre la mentira. Vivir.
Solo es necesario  vivir
Para dejar de mentir..., y amar.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

MASCARAS DE MENTIRAS


En el tiempo de la ira, de la rabia,
Cuando hierve la sangre,
Plomo fundido rojo que se dispara
En forma de arrojo sin vergüenza,
Ya no caben disimulos.

La desnudez de la libertad te acusa
Y la deseas.

En la noche cerrada buscas
Emboscado en tu mentira, pedernal;
Pedernal rudo, caliente como arrabio,
Ensalivas goloso y ansioso lloras,
Mientras codicioso llegas a la nausea;
La buscas, vomitas entre estertores,
Un milímetro más profundo, y otro más,
Deseas morir de asfixia,
Buscas el dolor, entregado con pasión
Hasta que das la espalda para no escapar.

Te sientes mariposa clavada
Gusano feliz atravesado del entomologo
Y chillas de dolor placentero,
Hasta volver a estar solo,
Viscoso y emboscado en tu mentira.
Temeroso, te miras a la luz de la farola,
Aliviado reconoces la mascara,
Tu mascara de burda felicidad
Regresas a tu galaxia muerta
Sistema solar sin sol, frío.
Respiras. Todo correcto.
Todo legal.

jueves, 20 de noviembre de 2014

EL AMOR ES ENTREGA, SIN MAÑANA.

Mides la fiereza de mi deseo,
Envuelves en saliva dulce
La seda que te invade urgente
Mientras con avaricia te beso,
Tu cuerpo beso abierto en dos
Antes de invadir la fortaleza;
La que caliente de furor espera
Para dejarme eternamente preso.

En tu torre me dejo aherrojar
Entre orquídeas embriagadoras,
Estremecido por tu caricia
Entregándote mi sangre cancelada
A tu sagrario de misterio y vida;
Que lo medites una noche sin fin
Y me devuelvas la memoria eterna.

Misterio irresoluble es tu cuerpo
Destino de mi destino añorado
Estación final donde arribar salvo;
Confundiendo mis licores con amores,
Cegandome para el mundo estrecho
Convirtiéndome en dios en el tuyo ancho,
Haciéndome rey de tu universo solo.

lunes, 10 de noviembre de 2014

DIOSA DE FUEGO


Clávame tu mirada,
Tu palabra de acero hunde
En el misero deseo
Que me transpira la piel.

Arrastra tus garras ansiosas,
Dibuja en rojo caliente
Mis fantasías más sucias,
Mi entrega a tu antojo
En mi regazo de miel.

Encadename a tus bucles,
A tu antracita brillante afilada,
Que mi ruego de clemencia
Te haga querer castigar,
Con lubrica saña perversa
Mi soberbia de buscar
En las simas de tu carne
Luminosa eternidad.

Humedad de lava ardiente
rebosante de calor,
Me estrecha en abrazo de fuego;
Rojo vivo da en mis ojos,
Derretido de acunarme,
Fulgurado de besarme.

En tu puerta arrodillado y beber
Tu licor de vida eterna,
Olvidado de la muerte
Postrado a tu santidad
Y entregado en sacrificio
Para, inundando tu altar
Alcances la gloria eterna,
Y...
En ella me lleves reo
De mi delito mayor:
Amarte por encima de otro dios
Que sola una diosa adoro
Una diosa que es amor.



viernes, 3 de octubre de 2014

CRUDO, GROSERO..., REAL

Como una puta airada
Un bujarrón taimado
Limpíandose lefa del culo
Con el primer papel abandonado;
La zorra se mira su agujero
Para saber si puede seguir
O tiene que darse al desespero.

Espera el cliente ansioso
Follarse al uno o al otro,
Da igual lo que se joda
Con tal que esté caliente y lata,
El intachable padre de familia
se abre su bragueta
y casi sin culpa ni dolo
Le da igual que sea el marica solo
O que la puta quiera
Quizás ser la primera
Para cobrar antes que el otro
La soldada de la carne
Que dé de comer a su prole
Y le legítime el trabajo,
Que el maricón solo folla por vicio
Aunque cobre como ella la pasta
Para gastarla en el bingo
Junto a la puta fina
El cura julandrón
O el ama de casa desesperada
Porque su marido no llega...
Y el marido es el que espera
El maricón o la puta
Tanto da...
Se cobran además de la lana
La leche cuando les viene en gana,
Por la boca o por el culo
Eso, lo saben los dos
Depende de la manteca
Qué el cabrito les endilgue
Y lo digno y sutil que él se sienta.

Ahí quedan la maricona y la puta
Dando caladas de muerte
Al fortuna del pagano
Qué ahora que se ha corrido
Piensa que a lo mejor la mano
No le hubiera pedido guita
Esa que era para el regalo
Del cumple donde le espera
Su pequeño disgustado




viernes, 27 de junio de 2014

DEPRAVACIÓN HORRENDA




Sórdido desván de un infierno helado,
Piel prestada a un demonio envenenado,
Violenta conquista de una plaza entregada;
Sufre la dulzura de la venganza,
Las entrañas se te rajen del dolor ansiado
Bebas el licor podrido del triunfo
Cárguete de cadenas tu dueño.

Has deseado con furia entregar la torre,
Y te has visto violentado con horror
Pides que se prolongue la agonía,
Suplicas ser despedazado en estrellas,
Entregado a las bestias que te deshagan
Consumido en una orgía de sangre y dolor
Marioneta en manos de quien te desprecia.

Vives el suplicio de la entrega sin ley,
Ansiando ser arrebatado por trasgos
Que te usen como carne despreciable.
Repelan tus ruegos de piedad llorosa
Exigiendo el castigo como premio,
Pestilentes deseos que nunca colmas
Avidez escatológica que todo lo cubre.

No hay perdón ni purga a tu recuerdo,
Tu historia se leerá en tu piel ajada
Que mancillara todo el que no vomite,
Cuando repulsivo te ofrezcas en sacrificio
Te escupirán, te orinarán y darás gracias,
Rechazarás iracundo la redención
Enseñando pezones sangrientos de placer.

Has elegido el dolor y el desprecio,
Con descaro te exhibes y escandalizas,
Te desgañitas pidiendo argollas y cadenas
Perforaciones que te encadenen al sheol,
Mutilaciones para enseñar depravación
Cadáver viviente para uso y desecho
Nadie se acordará de ti. Nadie.






viernes, 11 de abril de 2014

INGENUIDAD



La calle céntrica de una tarde domingo estaba desierta. Al doblar una esquina a menos de veinte metros y caminando despreocupadamente una figura de no muy alta estatura.
Hacia calor la tarde de aquel Agosto, un calor sensual que hacia que el sudor resbalase por el pecho y el abdomen hasta perlar el vello del pubis.
Le vi al doblar la esquina, mirando de forma excesivamente afectada de casualidad a derecha e izquierda. Tuve que seguirle.
La calle a las seis de la tarde de un caluroso verano estaba silenciosa y hasta la pisada más muelle retumbaba en las paredes. Rápidamente se dio cuenta que alguien andaba tras de él. Miró por encima de su hombro de manera fugaz para repetir la mirada otra vez pero a la cara, de forma insolente, con el descaro y la inconsciencia que dan los pocos años. Bello como un efebo, y canalla la mirada como de la un asesino sin alma, ralentizó el paso indagando mis intenciones. Un escaparate absurdo de paquetes de café y latas de conserva descoloridas de tantas tardes de sol inclemente fue mi endeble coartada. Por el rabillo del ojo y la tembladera aposentada en las piernas, el estomago amenazando con salirse, curioso, por la boca, pude ver que se detenía de escorzo y me miraba descarado. Hacia calor en ese verano, ya lo he dicho, pero el sudor que comenzó a resbalarme por las sienes no era causa solo del sol y me empapaba el cuello de la sahariana. No me atreví a moverme. Ni moscas había en la calle torturada del sol. Haciendo un esfuerzo de valentía giré unas décimas de grado la cabeza y pude observar, retorciendo las bolas de los ojos, como el muchacho se frotaba débilmente aquella parte del pantalón que a los varones nos está vedado mirar de frente sin correr el peligro de que nos etiqueten. Transcurrieron décadas de extatismo en las que el escaparate quedó congelado en el tiempo conmigo delante y el dios encarnado a escasa distancia sonriendo de forma desvergonzada sin mover ni un músculo más que el de su mano resbalándola sobre su bragueta. Era preciso que me moviera, no podía permanecer mas tiempo de aquella forma, me deshidrataría de tanto sudar, pero, si iniciaba el movimiento ¿hacia donde? Hacia él sin saber cual podría ser su reacción, quizá era además de bello, un ratero dispuesto a golpearme y dejarme tirado en el arroyo, y encima eso me excitaba. Dándole la espalda mandándole el mensaje de que no quería saber nada de él, que todo no era más que un maldito malentendido tácito, pero esta opción me provocaba dolor por lo que suponía de abandono de la contemplación del ser más bello que jamás había contemplado. La vista empezó a nublárseme por mor de las gotas de sudor que saltaban las barreras de las cejas y ya caían como chorros de hirviente plomo sobre mis ojos. Comencé a restregármelos y abandone mi postura de absoluta quietud girándome por puro instinto hacía el lugar en que mi observador, dueño de la situación me miraba entre divertido y curioso, pues haciendo ese giro me hurtaba a los rayos del sol directos a los ojos. Con los ojos cerrados no me percaté de lo que se me venía encima. El efebo, más bonito aún que el de Antequera, se había acercado a mí hasta hacerme sentir su aliento, un aliento calido, a tabaco fresco y menta. Abrí los ojos con dificultad, pues aún me escocían por el sudor y allí estaba parado delante de mí, sonriéndome de forma adorable y envuelto en una especie de nube que le difuminaba los contornos y hacía de sus bucles rubios una corona de filamentos de oro. Era más alto que yo, lo suficiente para hacerme sentir pequeño y la piel de sus mejillas impoluta de perfección dejaba adivinar un bozo de lo que en su momento sería una barba cerrada. Pensé que era muy pequeño y temblé aún más, pues ni nunca he sido pederasta, ni quise serlo nunca y aseguro que no lo seré nunca, el tener hijos le hace a uno plantearse determinados conceptos desde su correcto punto de vista. Cuando abrió la boca Eros, una rendija oscura y cálida quedó enmarcada entre dos corales carnosos y húmedos. Él hablaba pero yo estaba solo hipnotizado por su boca tierna y sus ojos de un color turquesa indefinible sin poder escuchar lo que me quería decir. Finalmente sentí que me zarandeaban los hombros y vine en mí. Le tenía a él delante iluminado por el sol que calentaba a mis espaldas y con cariño me preguntaba si me pasaba algo. La conversación que se produjo a continuación la grabé a fuego en mi memoria y no creo que pueda volver a olvidárseme jamás.

- ¿Le pasa a usted algo? – zarandeándome de los hombros.
- No, no – balbuceé como pude – me ha entrado sudor en los ojos.
- Lleva usted mucho rato delante de ese escaparate, debe haber algo interesante.
- No, que va, solo que me paré a descansar, hace calor. Usted…, bueno tú, eres muy pequeño para mi edad, seguramente menor, pues eso, que también estabas ahí parado, me ha parecido ver.
- Si, estaba observándole, porque creí que me seguía, con aspecto de desearme. Y no, no soy menor. Ayer cumplí mis dieciocho, de manera que no habrá inconveniente…
- ¿Inconveniente? – Alcancé a sacar un hilo de voz – inconveniente para qué.
- Para venirse a la cama conmigo. Eso es lo que quiere, ¿no?, para eso me estaba siguiendo. Si no tiene donde llevarme, a unas calles de aquí hay una sauna que es para estos menesteres. Eso sí la entrada habrá de pagármela, yo ando mal de liquidez. 
Me le quedé mirando incrédulo y aterrorizado - La mirada había perdido su rasgo descarado para convertirse en inocente, o quizá falsamente inocente - y no pude por menos que preguntarle.
- Pero, si tiene los dieciocho cumplidos de ayer, cómo sabes todas estas cosas, de la sauna y para lo que vale.
- Porque desde los quince estoy haciéndolo, no como chapero, por favor, ni me hace falta ni nunca se me ha ocurrido, porque me gusta sobre todo observar como gozan los demás, porque en realidad el placer que yo saco no sería motivo para buscar encuentros, pero ver como el placer se hace carne en otros me subyuga y solo anhelo poder llegar a sentirlo de igual forma algún día. Quizá con una chica pudiera llegar a sentirlo, no sé, pero no estoy capacitado para entablar relación con chicas, no he aprendido, solo se acercarme a hombres, eso se me da bien, ya te habrás dado cuenta. Pero soy joven aún, tiempo habrá para todo. Pero no me has contestado, quieres que te de placer o no.
Mirándole a los ojos de ese turquesa que solo reclama que se zambulla uno en ellos y se interne hasta sus profundidades sin importar si se ahoga en el intento y bajando la vista hasta contemplar la deformación que en el pantalón de lino blanco tenue le provocaba lo que desde dentro empujaba y dejaba entrever de color rosado y tenso solo pude temblar y afirmar con la cabeza que de acuerdo, que estaba deseando ir con él. El gaznate lo tenía ya como la estopa.
Iniciamos el viaje, casi iniciatico para mí, callejeando entre edificios viejos y casas remozadas de rentas supercaras. El paseo me relajó por completo y me atreví a preguntarle el nombre.
- ¿Cómo te llamas?, yo Eduardo.
- David, cómo el David de Miguel Ángel. Hay quien me ha dicho que incluso mejor que él.
- Yo te enseñaré lo que es placer, David, para que no vuelvas a ser espectador de ti mismo y goces más que aquel al que prestas tus encantos – me atreví en un rasgo de generosidad a protegerle enseñándole todo aquello que yo sabía, que no era poco.
No contestó, pero me miró con unos ojos en los que me pareció descubrir una sombra de sorna, superioridad o desprecio, que luego, rememorando comprendí que mi instinto no me había defraudado, era más de superioridad que de desprecio, pero en ese instante todo mi interés se centraba en llegar a la sauna y ejercer de maestro que goza enseñando a su pupilo y le hace gozar aprendiendo.
Al doblar una esquina umbrosa y fresca a pesar del calor reinante apareció una puerta discreta y perfectamente camuflada con la fachada que era la de un edificio al que parecía que iban a restaurar de un día a otro. Un timbre escondido, una, dos pulsaciones seguidas y la puerta con un sonido metálico se abrió. Me invitó a pasar y me siguió él empujándome suavemente por la zona que media entre el fin de la espalda y el inicio del trasero. Me hizo estremecer por la forma tan erótica como lo hizo. Entramos en una especie de esclusa acristalada desde la que se divisaba todo el local y que una vez cerrada la puerta de la calle quedaba estanca hasta que alguien decidía que quería abrir la que daba acceso al local. Algo que se hizo cuando hizo acto de presencia una especie de Conan en tanga que ocultaba un monstruoso bulto apenas contenido en el textil y que hacia sospechar que no fuese más que una prótesis intimidatoria.
El susodicho Conan con voz de ultratumba, algo afectada, nos dijo, no sin antes guiñar el ojo a David, que de eso si me di cuenta, que eran cien por cada uno. Me mostré sorprendido y estaba dispuesto a decir que no tenía tanto dinero encima cuando David, pasándome la mano por el trasero de forma muy aterciopelada, me susurró al oído que aceptaban tarjetas. Cuando la mano del muchacho comenzó a insinuarse por la entrepierna intentando acceder a más oscuros lugares no tuve objeción alguna en tirar de cartera y sacar una reluciente VISA que hacia años que no utilizaba. Pensé que como París bien vale una misa, David bien valía una VISA.
Una vez detraída de mí cuenta la cantidad solicitada, el Conan le dio a David una llave con distintivo verde y a mi una con distintivo rojo haciéndome saber, que David al parecer estaba al cabo de la calle, que el distintivo de color hacia referencia al color del vestuario donde cada uno tenía su taquilla para cambiarse. Una sospecha irritante comenzó a enraizar en mi corazón.
Entramos cuando Conan nos franqueó la entrada a las entrañas del local y apareció antes nuestros ojos el vestuario color rojo. David, se acercó, me dio un beso en la mejilla y me deseo que lo pasase bien en el área roja.
- ¿Área roja? Pregunté extrañado.
- Si, es la de los carrozones crédulos que pagan las saunas de lujo a los yogures como yo. Encontrarás gente así como de tu edad, dispuesta a darte placer del que disfrutáis vosotros a vuestras edades, ya sabes, scat, pissing y porquerías de esas, podrán azotarte, atarte y putearte hasta limites imposibles de determinar. Pero eso es con lo que disfrutáis vosotros ¿no?
- Pero tú, yo…, creía… - estaba completamente abrumado.
- Yo voy a la zona verde, donde hay gente de mi edad y donde todas esas cosas que te he dicho antes se hacen, claro, pero son caras, muy caras. No me digas que no te apetecería mearte en mi boca, sería cojonudo, claro a cambio de mil euros, eyacular en mi boca tu semen de viejo, dos mil y si quieres que me lo trague, diez mil.
No estaba entendiendo nada de nada y David cada vez se alejaba más de la puerta del vestuario rojo.
- Bueno luego nos veremos en tu zona – acerté a decirle a modo de despedida.
- ¿En mi zona, en la verde?, vale, pasa por caja y Doris te dará entrada a zona verde, la de los menores de veinte años, solo son otros mil euros. Ahora eso sí, somos complacientes en dejarnos tocar, solo tocar, por ese precio, si quieres algo más hay que pasar por caja, o qué crees ¿que te ligué por tu cara bonita?, tenías aspecto de tener pasta tío. Si no eres muy exigente por cinco mil lo vas a pasar bien, ten en cuenta que hay colegas que además del negocio el vicio le pone muy brutos y llega un momento que perdonan la caja.
- Entonces, tú y yo, no puedo, ni un roce, ni un toque, por pequeño que sea…
- Pasa por caja, carroza. O entra a tu zona, de verdad que hay viejos que hacen de todo y se dejan hacer de todo, el vicio es brutal, puedes hasta clavar clavos y es gratis.
Dejé que la puerta del vestuario rojo se cerrara y me senté en un banco desolado; me habían tomado de primo y me lo había creído. Cuando estaba decidido a salir de allí asumiendo el peaje de los cien euros por mi lujuriosa estulticia, la puerta se volvió a abrir y entró un gordo que desbordaba de grasa por todos sus puntos cardinales. Cuando abrió su taquilla para empezar a desnudarse hice intención de salir pero la puerta no se abría, entonces me informó.
- Esa puerta ya no se abre hasta que no acciones la puerta que da salida a este vestuario a la arena que es como lo llamamos. Es decir tienes que desnudarte, entrar y volver a salir hacia el vestuario para poder abrir desde dentro la puerta de salida. Es complicado, pero obliga a entrar y mirar al menos. Luego siempre te alegras de no haberte marchado sin comprobar que se cuece dentro.
Una vez desnudo el gordo abrió la puerta y se metió en la arena como le llamaba. Hice intención de hacer lo mismo pero una voz me advirtió que sin desnudarme no se abriría la puerta. A regañadientes me desvestí, guardé la ropa en la taquilla cuyo número figuraba en la llave y entré.
Todo estaba iluminado en rojo, toda la decoración asumía ese color, absolutamente todo. Una de las paredes del local, que era amplísimo y cuajado de camas y espacios con duchas, sin ninguna separación, para que todos pudiesen ser espectadores de todos, era de cristal, como una pecera. Al otro lado todo era de color verde. Pude ver a David dedicado a lamerle el ano a un anciano decrepito que por su cara gozaba como jamás pensase poder hacerlo. Un hombre maduro y alto de proporciones grandes en todos sus miembros sodomizaba a mí David mientras él lamía el culo del vejestorio. Me quedé pegado al cristal, hipnotizado con la imagen. Un ser tan angelical dando un beso negro a un viejo de aspecto asqueroso y dejándose sodomizar sin signo alguno de molestia por una persona que no diferiría de mi edad si acaso uno o dos años.
Estaba absorto contemplando la escena cuando alguien desde detrás me agarró los testículos con firmeza por la raíz que los sujeta al pene y los atrajo hacía atrás. Lancé un grito de sorpresa, más que de dolor, pero la presa estaba hecha y no parecía el captor dispuesto a soltarla. Inmediatamente comenzaron a azotarme con una correa las nalgas y empecé a notar como mi miembro empezaba a responder positivamente a la pena. Cara  al cristal pude observar como David levantaba la vista y me sonreía haciendo gestos de que disfrutase de todo que él ya lo estaba haciendo. Un viejo de carnes fláccidas se puso bajo mis piernas y comenzó a lamerme, mientras el que me sostenía los testículos por detrás comenzó a atármelos con una cordón grueso de algodón, de forma que ahora podía tirar de ellos desde detrás a distancia y hacerme caminar hacia detrás so pena de arrancármelos. Empezaron a tirar de mí hasta una especie de poste que había en medio del salón del que salían diferentes tipos de espigas. En una de ellas la que mas  peligrosamente se acercaba a mi ano, a medida que me arrastraban a ella, le insertaron un dildo de buenas proporciones. El cordón, lo pasaron por una hendidura del poste que lo atravesaba de parte a parte y siguieron tirando de él hasta que consiguieron insertarme en el ano el dildo, sin que pudiese retirarme porque el cordón que me ataba los testículos no dejaba de hacer fuerza contraria.
Volvieron a empezar a azotarme las nalgas con relativa fuerza de forma que al intentar rehuir el latigazo sentía como el dildo cobraba vida dentro de mi cuerpo. Al principio eso dolía, hasta que dejó paso a un placer que nunca había experimentado de manera que a pesar de los latigazos o precisamente por ellos comencé a contonearme para que el estimulo del dildo en mi cuerpo fuese más intenso. Empecé entonces a expulsar de forma lenta, como se desborda la copa que no para de caerle la gota, el liquido preseminal. Nunca le había visto salir en tal cantidad y los que se percataron de ello no lo dejaron pasar, se abalanzaron sobre mi miembro a bebérselo. Se empujaban compitiendo por ver quien conseguía más cantidad y hacían que el glande se me estimulase peligrosamente deseando una eyaculación inmediata. Pero cuando fui a echar mano a mis genitales unas poderosas tenazas me levantaron los brazos y me los esposaron a una argolla que para este efecto debía estar atornillada en lo alto del poste, de manera que quedé inmovilizado sin defensa alguna; ensartado por el ano y esposado por las muñecas con los brazos en alto. Cuando pensaba que entonces vendría lo bueno cada cual se dedicó a lo que quiso dejándome a mí de estatua de carne en medio de la bacanal. El dildo empezaba a molestar en el ano y me quejaba a voz en grito, hasta que el cordón que me aprisionaba los testículos cedió y pude sacar mi cuerpo de la presa, pera era solo una ilusión. Inmediatamente alguien trajo un dildo más grande aún, brutal, imposible y lo insertó en la espiga para sin mediar más espacio empezar a sentir la tracción de los testículos obligándome a recular hasta albergar en mi ano aquella verga artificial que debía pertenecer a un gigante. Pero entró, con dolor y temor a ser desgarrado, pero entró y el placer volvió a hacer acto de presencia. Me sentía lleno y deseaba que alguien me metiese algo aún más grande. Empecé a mover el culo de forma voluptuosa y sentí que volvía a echar esmegma por el pene que los que pasaban por allí se encargaban de lamer y sorber.
Cuando estaba exhausto y ya no podía más, creía que me iba a desmayar de agotamiento y de placer sucedió lo imprevisible. El cordón empezó a aflojar y me salí del dildo sin dejar sueltas las manos que continuaban enganchadas al poste. El mismo que cambiaba los dildos vino con una barra de hierro con dos argollas para los tobillos, para obligarme a abrir las piernas sin  que pudiera cerrarlas. En aquella posición vi acercarse a David, pero no podía ser él, estaba en la sala verde, pero al acercarse comprobé que si se trataba de él. Traía las manos enfundadas en guantes de veterinario. Yo ya lo había visto en alguna película y me pareció imposible, ahora sabía que posible o no, yo lo iba a averiguar de un momento a otro en mi propio cuerpo. Me saludó con sonrisa maliciosa.
- Tú querías hacértelo conmigo y de una forma u otra lo vas a conseguir – acto seguido se agachó entre mis piernas.
Otro efebo de similares características pero moreno de rasgos semitas le acompañaba con una lata con algo que podía ser vaselina de color marrón. David se embadurnó de aquella grasa las manos y comenzó a trabajarme el ano. Yo creía que en ese momento iba a morir eviscerado pero gozando y además lo deseaba. David era experto y pronto consiguió meterme el puño entero y luego reptando dentro de mi cuerpo como una serpiente morbosa consiguió que desapareciese dentro de mi hasta la mitad de su antebrazo. Cuando creía que estaba todo hecho y a punto de experimentar el orgasmo del siglo, me desataron los pies pues ya no iba a intentar defenderme del puño penetrante, berreaba a gritos que me metiese hasta el hombro. Y luego la presa de las manos empezó a ceder de forma que llegué a quedar sentado en el suelo colgando de las argollas. Aquel artilugio siguió cediendo y entonces entre David y su amigo fueron tirando de mí hasta quedar tumbado boca arriba, con  los testículos debajo de las nalgas literalmente machacados, pero al abrirme las piernas y hacerme flexionar las rodillas para exponer el ano el amigo de David me liberó los testículos algo. Fue entonces el moreno semita el que comenzó a meter el puño, primero uno, con paciencia, despacio y luego las dos manos en posición de plegaria hasta perderse dentro de mi cuerpo las dos muñecas. Me estaba muriendo de placer doloroso y vicioso. Nunca, ni en mis sueños mas imposibles habría soñado ser yo el protagonista de aquella orgía.
Entonces David, al que no veía hacía unos minutos se colocó sobre mi cabeza y comenzó a orinar, erecto como estaba, sobre su amigo moreno que mientras me metía sus manos en mi cuerpo abría la boca, ansioso de recibir la orina de su amigo. Sin saber cómo me escuché rogándole que me mease a mí en la boca lo que no tardó en hacer. Abrí la boca y un chorro amargo, caliente y salado comenzó a entrar en mí. Tragaba aquel líquido y gozaba pidiendo más puño en mi culo.
- ¿Quieres algo más carrozón vicioso? – me preguntó cínico David.
- Lo quiero todo – le contesté, y en ese todo yo ya sabía lo que iba.
- Tú me lo has pedido, no te quejes luego.
Comenzó a arremolinarse la gente al grito festivo de “scat”. Aplaudían a David y no perdían ni una imagen de lo que allí ocurría.
David se agachó sobre mi cabeza haciendo coincidir su ano con mi boca. Primero me lo paseó bien restregándolo por los labios. Yo sacaba la lengua intentando penetrar con la punta hasta lo máximo. Luego se levantó unos centímetros sobre mi boca y empezó a apretar.
- Te va a entrar la mierda en la boca como si de una polla grande se tratara y la vas a mamar.
- Si, por favor - le contesté - dámelo todo.
Vi como su ano comenzaba a abrirse y a teñirse su centro rosado de un color negro amarronado. Cerré los ojos y dejé que sucediera como tuviese que ser. David se dio cuenta.
- Abre los ojos y la boca carrozón, y disfruta de este placer de dioses. Come mierda, maricón.
En ese momento de la posición de cuclillas que estaba se levantó hasta la posición de luchador de sumo. El bolo de heces grueso y humeante comenzó a salir por su ano sin desmayo. Abrí la boca, pleno de una mezcla explosiva de excitación, asco y deseo, al tiempo que sentía como el moreno semita me hacía hervir las entrañas con sus manos. Cuando parecía que el bolo iba a caer, David se echó las manos y lo sujetó como si de un bastón se tratase. Entonces sí, con rabia y saña, me ordenó que abriese bien la boca y me metió el zurullo entero dentro haciendo como si fuese un pene, dentro, fuera, dentro, fuera. Yo chupaba aquello caliente que daba sabor amargo a hígado crudo y gozaba porque en el fondo no era nada repulsivo, más bien era deseable. Cuando más entraba y salía de mi boca su mierda más la deseaba hasta que la dejó caer dentro de la boca obligándome a comerla. Luego se sentó sobre mi cara para que le limpiase el ano de los restos. En ese momento mientras lamía el ano perfecto de David de sus heces el amigo moreno semita algo hizo dentro de mí que me recorrió un calambre inconcebiblemente doloroso todo el cuerpo estallándome en la punta del pene provocando un surtidor de semen al que los presentes se abalanzaron como el naufrago al agua dulce. En ese momento escupí los restos de heces de la boca, las esposas se me soltaron como por ensalmo, así como los testículos que quedaron doloridos y libres. Me dirigí a la ducha más cercana haciendo arcadas del sabor a mierda y David y su amigo me siguieron para ducharse también.
Ya bajo el chorro, David me confesó que tenía veintiocho años pero daba el pego de menos y le gustaba ese rollo del engaño al madurillo en busca de aventura y de paso demostraba que todos son capaces de todo, solo hay que dar las condiciones adecuadas.
- ¿Habrás disfrutado?
- Eres un cabrón con pintas, ¿nadie te lo había dicho?, pero sí, he disfrutado como nunca y es más, mira que tengo nauseas de tu mierda, pero ya estoy deseando repetirlo en cuanto se den las condiciones. ¡Joder tíos, que pedazo de viciosos sois! Por cierto, vosotros no os habéis corrido.
- La próxima vez nos correremos los dos en tu boca después de lo de la mierda y así la tragarás con sabor a semen interracial. Ese día te cagará mi amigo palestino, si es que no quiere que le cagues tú a él, porque cuando esta salido no tiene ningún limite, y ninguno es ninguno.
- Y hoy, ¿estaba salido? – pregunté con curiosidad.
- Medio aburridote estaba pero como es competente ha sabido comportarse.
Terminamos de ducharnos, nos despedimos con un fuerte apretón de manos y cuando salía para mi vestuario me llamó otra vez.
- ¡Ah, perdona! Si me ves algún día por la calle con una tía de bandera, es mi novia, ni me saludes, se mosquea con el viento y ya me ha dicho que mis devaneos bisexuales le sacan de quicio.
- Descuida, chaval. Ya nos veremos por aquí otro día.
- No será tarde, te lo aseguro, el scat es una droga dura, engancha más que el caballo. Te lo digo porque me lo enseñaron hace muchos años y me cuesta no practicarlo tanto de activo como de pasivo que también me encanta.
- Hasta otra.