domingo, 24 de septiembre de 2023

EL CONFESIONARIO (VI)

 
- ¡Con tu padre, con tu abuelo y para rematar con tu madre! Vaya familia Pedro. Tienes que estar abrumado. Lo de tu madre, tiene un pase, porque me voy a creer que no eras consciente que la confesión es una cosa muy seria y no creo que te atrevieras a mentir. Pero tu padre y tu abuelo y en presencia de extraños, sumas al incesto el exhibicionismo. Mucha penitencia vas a tener que hacer. Pero recapitulemos - el cura Felipe dentro del confesionario no podía contener su tremenda erección y la saliva le desbordaba las comisuras. Se desabrochó la sotana y dejó salir su capullo - con tu padre y ese amigo suyo, ¿cuántas veces y que es lo que hicieron. Hubo derramamiento en vaso impropio?
- Eso del vaso, Don Felipe, no lo entiendo. No se derramó nada mientras lo hacíamos.
- Entiende Pedro, que en moral no se debe, ni se pueden emplear palabras soeces muchas de las cuales además son pecaminosas. Pero para que lo entiendas la vagina es un vaso, un recipiente propio el que es adecuado para recoger la semilla. Ya te puedes imaginar cuales son los recipientes impropios.
- Ah, ya. El culo o la boca, eso - vaciló un poco al seguir y asimismo sintió una tirantez gustosa en su entrepierna al sentir como su abuelo primero y su asistente después utilizaban su vaso impropio para correrse - si, en el culo y la boca, si, eso fue así.
- Y entonces - al cura le temblaba la voz, sabía que en ese momento no había nadie más que él y Pedro en el templo y su pene pugnaba por salirse completo de la sotana - disfrutaste con la penetración anal y la felación. ¿No te dolió la violación del ano, que te sodomizasen, tu abuelo, tu padre... - y no pudo continuar hablando, se sacó su verga dura como un bastón de olivo y empezó a masturbarse - te gustó?
- Yo ya estaba preparado. En el convento, durante las largas sesiones de meditación me aburría mucho y me metía una especie de dildo que me agencié y estaba bien dilatado.
- Entonces el miembro de tu abuelo y su asistente, ¿Como eran de gruesos? - Felipe estaba a punto de reventar.
- No sabría decirle, han sido los primeros que he visto - y en ese momento Pedro escuchó como el cura se levantaba de su sitial e inmediatamente se descorría la cortina de donde él se encontraba y aparecía el buen cura con la sotana abierta y su miembro tieso.
- ¿Como ésta o más gorda? Estoy a punto de estallar, con la boca chico, hazmelo con la boca. Venga chaval - y con sus manos dirigía la cabeza de Pedro a su regazo - Pedro vio una verga muy blanca con un capullo escarlata y brillante y no pudo reprimirse. Si a su padre le gustó tanto como se lo hizo una a lucirse con el cura, le haría una mamada de medalla. En menos de cinco segundos el cura estalló en su boca. Mucho más abundante que su padre. El cura le mantenía la cabeza apretada contra su verga que eyaculando y llegando tan dentro le provocaba náuseas. Sin poder reprimirse empezó a vomitar. Le salía por la nariz y desbordaba la boca por las comisuras. Pedro asfixiándose con su propio vómito empujó con todas sus fuerzas a Don Felipe y a renglón seguido un caño de vómito le impactó en la sotana.
- ¡Joder, niñato! mira lo que has hecho.
Pedro pugnaba por achicar vómito de sus vías respiratorias tosiendo de forma convulsa y acopiar todo el aire posible para poder respirar. Tras unos segundos de angustia por fin pudo tomar aire profundamente e ir espaciando las toses completamente agotado.
- ¿Te ha gustado la mamada, cabronazo? Por poco no me matas. Ya te estabas corriendo, joder, ¿que más querías?
- Que te lo tragases todo, pero si, perdona, he sido muy máster inasequible y quería verte como esclavo entregado. Vamos, sube a mi casa, tu también te has puesto perdido de vómito. Te lavas y adecentas. Así no puedes ir a tu casa.
- Tengo que ir a comer a casa de mi abuelo, se lo prometí.
- A follar otra vez ¿no? O con ese, como era, Rogelio. ¿Buen rabo? Bueno otra vez no. Tu no te has corrido. Masturbate delante de mi, ahí dentro del confesionario, donde me siento yo, que yo te vea gozar.
Pedro se excitó solo de pensar hacerlo y su pene pasó en un instante de grande fláccido a enorme diamante de duro.
- ¿Te ha gustado la idea, eh niño? Vamos, desnúdate y siéntate ahí dentro y déjamelo todo manchado de ti - la verga del cura volvió a tomar dureza - y mientras te corres yo te meo encima. Te va a gustar.
Pedro se levantó de un respingo.
- Te meas tu si quieres, a mi no me meas tu encima, guarro, cerdo.
- Ahora te parece una guarrada, niño, pero cuando estés a punto de lefar y sientas el chorro salado y caliente en tu cara abrirás la boca y lo querrás todo. Nunca habrás sentido un placer tan intenso. Pruébalo, maricón y hazme caso. Te va a enganchar - le dió un empujoncito a Pedro que se sentó en el sitial del cura - desnúdate ahora, que yo te vea cómo lo haces.
- Pero, ¿me vas a mear de verdad? - la voz le temblaba de excitación esperando con asco y deseo que sucediese lo que el cura le anunciaba.
- En cuanto te desnudes y te destroce esos pequeños pezones que tienes a pellizcos. Me vas a rogar que te mee cada vez que me veas.
- Y el chorro ¿Va a entrar en la boca? - cada vez más excitado y ya desnudo del todo empezó a masturbarse y en ese momento el cura empezó a mearle la cara. Sentía que el semen le ascendía entre espasmos de placer por su polla y sin saber porqué abrió la boca. El líquido caliente, amargo y salado le entró y en ese momento eyaculó a mucha altura un chorro nacarado y otro y otro, hasta siete chorros tatuando las paredes del confesionario. El chorro de orina que se iba agotando impactaba ahora en su pecho y Pedro no intentaba evitarlo. Estaba chorreando de orina del cura y en ese momento empezó a orinar él mojándose aún más.
- Anda, viciosillo. Has aprendido pronto placeres que se empiezan a degustar con más edad. Vas a ser una buena pieza. Ponte algo por encima - le dijo mientras se abrochaba la sotana - y vamos a subir a ducharnos.

- Pasa chico, tu abuelo te está esperando - tal como entraba Rogelio le daba una palmada en el culo prieto de Pedro luego le retuvo por el cuello y le metió la lengua en la boca hasta donde pudo - pasa - dijo susurrando - le tienes cachondo perdido.
- Hola abuelo - hizo intención de besar en la mejilla al abuelo pero volvió la cabeza y se encontró con su boca. Sintió su saliva en los labios y abrió la boca para dejarle entrar.
- Ya te has confesado con el degenerado ese, ¿no?
- Degenerado ¿porqué? - Pedro quiso meter los dedos.
- No me digas que no ha derivado la confesión por el sexto y detalles del mismo. Y me extrañaría que no hubiese llegado a más. Rogelio, por favor, vamos a comer ya.
- A más ¿como qué? - Pedro disfrutaba con esa conversación de aspecto inocente y poco a poco notaba su miembro recuperar alegría y empezar a destilar humedad.
- Joder, hijo, ¿que va a ser? A ese cura le gustan los críos como tú y me extrañaría que no te hubiera trasteado ya.
- Está bien abuelo, solo decirte por ahora que me duché en la casa parroquial - puso cara sonriente de suficiencia y brillantez del que tiene mundo a sus espaldas.
- Ya está. Lo ha hecho. ¿Y te ha gustado que te meara?
- Me ha puesto guarrisima abuelo - y se acomodó ya su verga porque volvía a tenerla a tope.
- Su nieto es un puto vicioso, Alex. A lo mejor podíamos ...
- Espera Rogelio, que nos cuente bien como fue. A ver Pedro. Empieza, desde el principio. Todo.

domingo, 17 de septiembre de 2023

EL CONFESIONARIO (V)

 
Mientras el metro traqueteaba camino de la estación en la que Pedro se apearía, iba meditando en lo sucedido. Algo muy dentro le decía que no estaba bien y a la vez sentía como rememorandolo se empalmaba.
En un momento lo decidió. Iría a ver a Don Felipe a San Dionisio. Con esa firme decisión dejó la mente en blanco y se dejó llevar hasta la estación que le dejaría cerca de su casa.
- Hola mamá.
- De dónde vienes tan sofocado, Pedro. ¿Te ha pasado algo?
- De casa de tu ex, mi padre. Por cierto, tiene pareja nueva.
- Me importa un bledo, tu padre y el amante de tu padre.
- Ya, ya, me imagino. Algún día me diréis alguno de los dos como fue la cosa. Yo era muy pequeño ¿no?
- Si, lo eras, y no es el momento de abrir ese melón. Por cierto, mi padre, tu abuelo, está maluquillo. Dice que hace mucho que no le vas a ver. Que ya que estás aquí aproveches. Está muy solo hijo, y yo con el trabajo de las casas nunca encuentro tiempo.
- Venga, vale. Me voy a duchar.
- Venga, vale, ¿que te deje en paz o que vas a ir?
- Que si. Mañana iré. Si no me llaman de la casa madre. Y me voy a duchar, repito.
Mientras se desnudaba pensó en que como la casa de su abuelo no estaba muy lejos de San Dionisio, iría a ver a su abuelo y luego a ver al cura. El incesto con su padre le atormentaba pero al verse desnudo quiso ver en el estado que Ayantes le había dejado el ojal y al mirarselo con un espejo se empalmó de una forma explosiva. Cerró los ojos e imaginó que su madre le hacía una mamada y entonces se le ocurrió.
- Mamá - avanzaba con una toalla de lavabo tapándole a duras penas su empalme, camino de la salita donde su madre leía - no encuentro mi champú - plantándose con todo el descaro haciendo gala de su atributo, delante de su madre.
Paloma levantó la vista del libro y le dió un vuelco el alma entera.
- ¿No te da vergüenza presentarte así delante de mi?
No imaginaba Pedro esa respuesta y perdió su tamaño de apariencia rápidamente. Se dio media vuelta mientras mascullaba.
- Otras cosas tendrían que darte vergüenza a ti.
- ¿Que es lo que has dicho? - gritó irritada Paloma.
- Que tendrías tu que verte sin champú - respondió Pedro sin detenerse.
Todo el día estuvieron tirantes madre e hijo.
- Bueno, y que te ha dicho tu padre - preguntó Paloma durante la cena.
- Que con el que está ahora es muy feliz. Y la verdad es que el hombre tiene un carácter fuerte pero muy agradable - imaginando a Ayantes arremetiendo contra su culo.
- Y nada más?
- Nada más. No tiene mucha historia - recordaba como el lefazo de su padre le estallaba en la garganta - Me voy a la cama ya. Quiero ir a desayunar con el abuelo y luego ir a ver al cura ese, Don Felipe.
- Si, anda, que buena falta te hace confesarte.
- ¿La que te hacía a tí?
- Si - respondió destemplada - yo tengo mis pecados, no te creas que como soy tu madre, soy una santa.
- Ni por un minuto se me pasó por la cabeza que lo fueras. Hasta mañana.
Pedro estuvo sobre la cama medio destapado y desnudo haciéndose el dormido. El corazón le latía a mil esperando que de un momento a otro su madre entrase al dormitorio a arropar le y cayese una vez más en la tentación. Con los ojos cerrados no puso evitar ver en su imaginación como su madre en esta ocasión no le felaba sino que se ahorcajaba sobre el y le provocaba el orgasmo con su culo. Temería que la preñase, se explicó a él mismo dentro de su ensoñación. Y en ese momento sintió que su madre entraba, como le arropaba gimiendo de pena o de deseo y salía. Lejos de desilusionarse sintió la pulsión de la lujuria y volvió a revivir el sabor soso dulzón del semen que le dió la vida en la garganta mientras Ayantes le inundaba con el suyo. En media docena de golpes volvió a eyacular ese día por enésima vez. Luego se durmió profundamente.
Se levantó temprano, con pereza se duchó y sin ver a su madre se despidió con "voy a desayunar con abuelo" y no llegó a escuchar como su madre le respondía, la puerta se cerró tras él.
El padre de su madre se había quedado viudo hacia muchos años, antes de que él naviera. Por lo que habia podido oír de aquí y allá sospechaba que se había suicidado con somníferos. En una ocasión escuchó a su padre a los nueve años un "hacía años que ni la tocaba" pero a esa edad no entendió a que se refería con tocar. Ya adolescente y escuchando una catequesis el cura dijo "no tocarás mujer" y todo se aclaró en su conciencia.
Él se llamaba Pedro por este abuelo, pero todos le conocían como Alex, su segundo nombre.
- Hola abuelo Ale.
El abuelo estaba con su pijama sentado a la mesa del comedor esperando que su cuidador le pusiese el desayuno.
Rogelio, un hombre de mediana edad un poco entradito en carnes, pero fuerte, miró a Pedro de arriba a abajo de tal manera que Pedro se ruborizó.
- Tu eres su nieto. Habla mucho de tí. ¿Vas a desayunar con él?
- Si, si. He venido para eso.
- Unas tostadas y café, supongo, como él.
- Si, gracias - se obligó a mirarle a los ojos abiertamente. No se explicaba que le soliviantaba de su mirada.
Rogelio le sostuvo la mirada, hizo sonreír con una rara habilidad sus ojos y le guiñó un ojo, lo que tuvo como consecuencia que Pedro apartase la vista y de forma simultánea se le hincharse el pene con rapidez. No se dió cuenta que su abuelo seguía aquel roneo subterráneo con deleite.
- ¿Que te ha pasado, hijo? te he visto incómodo.
- No, no, abuelo - y de forma inconsciente se acomodó su bulto en la bragueta.
- A mi también me provoca erecciones. No te preocupes. Es esa forma que tiene Rogelio de mirarte y hacer sonreír sus ojos.
Pedro sintió que se había expuesto demasiado y quiso cambiar la conversación.
- Me ha dicho mamá que no te encontrabas muy bien.
En ese momento entro de la cocina al comedor el cuidador. Se colocó detrás de Pedro le tomó de los hombros y preguntó a Alex.
- Me voy ya. Tengo que ir a otras casas. Vendré para la comida.
Y mientras lo decía Pedro sintió en su espalda la impronta de lo que no podía ser otra cosa que la verga de Rogelio, dura, gruesa y pujante.
- De acuerdo. Hasta mediodía.
Rogelio presionó con sus manazas los hombros de chico y aumentó la presión sobre su espalda.
- Pues nada. Ya me voy. Tú, Pedrito, ¿vas a quedarte a comer también?
- No, no creo - notaba arder las mejillas pero tenía la cara fría.
- Venga, si, hijo quédate. Rogelio guisa muy bien y así me alegras el día de hoy. Ahora llamo yo a tu madre y se lo digo. Si - continuó Alex dirigiéndose a Rogelio - está hecho, comerá aquí conmigo, es un buen chico - se levantó Alex, no sin dificultades, y se acercó a su nieto a darle un beso.
En ese momento de forma refleja Pedro giró la cabeza para corresponder al beso de su abuelo y los labios de los dos entrechocaron. Pedro sintió en sus labios la humedad de la saliva del abuelo y el cuerpo entero se le estremeció. Deseó sacar la lengua y metérsela en la boca a Alex, pero se contuvo.
- Uy, hijo. Estas cosas pasan, toma límpiate - le ofreció su servilleta.
- No importa abuelo, tengo la mía.
- Lo dicho - Rogelio se retiró de la espalda del chico y liberó su presa de los hombros - hasta el mediodía.
- Abuelo, vale, vengo a comer, pero ahora después tengo que ir a ver un cura. Con el que ayer se confesó mamá. Tengo algunas cuestiones que consultarle. Es aquí cerca, en San Dionisio.
- Ah, ya. Don Felipe, seguro.
- ¿Le conoces?
- Mejor de lo que te pudieras imaginar. Desde hace años, cuando tenía buena movilidad. Solo que yo solía visitarle en su casa, que está en el edificio anexo al templo. Una buena pieza. Si te lleva a su casa..., mejor me callo.
- Por cierto abuelo, Rogelio me ha puesto un rabo antes, cuando me ha cogido por los hombros.
El abuelo se limitó a sonreír entornando los ojos como solía.
- Rogelio tiene determinadas peculiaridades. Alguna de ellas compartida con tu padre. No sé si tu madre te contó alguna vez la razón de su separación. Pues bien, esa razón es la misma por la que Rogelio piensas que te ha puesto un rabo.
- Mi madre nunca me ha contado nada de eso. Se lo que sin querer he escuchado de su confesión.
- Y, ¿que has escuchado? chico.
- Me da vergüenza decirlo, abuelo.
- ¿Tan grave es?
- Mi madre me chupaba el rabo cuando era muy pequeño e incluso me usó junto a su amiga Elena en sus manejos lúbricos. Además - se detuvo en el relato meditando si lo decía, lo ocultaba o lo contaba dulcificandolo.
- Además, ¿qué? Has empezado Pedro, tienes que terminar. Estás cosas a mí me ponen - Alex se removió en la silla acomodándose sus atributos - me ponen burro. Sigue.
- La noche que llegué a casa del noviciado, estando dormido, me enteré también por la confesión, mi madre entró en mi dormitorio, me hizo una felación y se lo tragó todo.
- No sabía nada. Es realmente degenerado..., y excitante. Me ha provocado una erección como hacía tiempo.. 
- Y a mi contártelo, abuelo.
- A ver, Pedrito, enséñame esa colita.
- Abuelo, joder.
- Venga Pedro. Tú me la enseñas y yo te la enseño a ti. La tengo muy gorda y a lo mejor se parece a la tuya.
Pedro, con la respiración acelerada se puso en pie y empezó a desabrochar el pantalón. Se lo abrió y dejó ver un bulto notable en su calzoncillo.
- Ven, acércate, no seas tímido. Soy tu abuelo, estamos en familia. Nada malo puede pasar - mientras lo decía se pellizcaba sin pudor sus pezones.
- ¿Porque haces eso?
- El qué, ¿lo de los pezones? Es muy placentero - y mientras decía esto se levantaba la camiseta dejando ver unos pezones gruesos atravesados cada uno por un anillo de acero - y añade placer al placer de ver cómo tienes el rabo. Acércate.
- Vale - empujó con las piernas la silla y se acercó cada vez más excitado a su abuelo. De pronto sintió la necesidad de ver la verga del abuelo. Se colocó al alcance de las manos de Alex mientras los pantalones caían por efecto de los pasos que había dado.
- Bonito bulto. ¿Puedo? - y tal como lo decía metía unos ágiles dedos por el elástico del slip de su nieto y dejaba que saliera como impulsado por un resorte el pene del chico - te destila bastante líquido. Estás excitado - sin más preámbulo acercó su boca y se la metió toda en la boca. Luego de un rato de juguetear con ella en la boca la sacó - ¿Quieres ver la mía?
- Si. Me apetece chupartela.
Soy tu abuelo - iba diciendo mientras se desabrochaba el pantalón y con un rápido gesto se lo sacaba junto a la ropa interior hasta dejarlo caer a su tobillos. Hizo fuerza para separar la silla de la mesa y una enorme verga con un capullo a punto de estallar apuntó al techo - esto es incesto, tu lo sabes.
- También lo fue cuando mi madre me la mamaba siendo un crío y anteanoche cuando me corrió y se tragó el lefazo - y diciendo esto se arrodilló delante del abuelo y se la metió en la boca. Se atragantó pero no se retiró.
- Lo haces muy bien. ¿Es tu primera vez?
- Si abuelo, la primera, y me alegro que sea contigo 
- Pues traga mi pequeño mariconcito. La mamás mejor que Rogelio. Tragatela bien dentro. Ahora te voy a follar el culo, seguro que te vuelve loco que te parece. ¿Te la han clavado ya?
- Ninguna polla, solo un consolador. Creo que estoy abierto, aunque tu polla asusta un poco.
- Pues entonces quítate los pantalones y cabalgarme el rabo. Te la voy a meter entera mi niño.
En ese momento la voz de Rogelio les sorprendió a los dos. Se cerraba la puerta mientras se acercaba al comedor.
- Con la charla se me olvidaron las llaves del coche.
Al entrar en la sala y ver a Pedro a horcajadas sobre su abuelo no dijo nada, se limitó a desabrocharse el pantalón mientras Pedro cabalgaba sobre su abuelo.


viernes, 1 de septiembre de 2023

EL CONFESIONARIO (IV)

 

- Papá, soy Pedro.
- Quién se ha querido morir. No es ni tu santo ni tú cumple. ¿Cuanto me va a costar?
- No papá, de verdad, esto va en serio. Tengo que hablar contigo.
- Pero no estabas tú en un convento o algo, de esos sitios donde las pajas os las hacéis a destajo y os dais después golpes pecho.
- Mariano, papá joder. Déjate de coñas que voy en serio. Necesito hablar.
- Vale. Vente a casa. Vivo donde siempre, ya sabes.
- ¿Con tu amigo de siempre?
- Ese se largó. Ahora tengo otro. Muy simpático.
- Hasta ahora. El tiempo del metro.

Siempre había sabido, bueno, siempre, desde que con diez años vio a un hombre que le guiñó un ojo y sonreía en un centro comercial y se acercó y su madre le cerró el paso. "No puedes seguir impidiéndome verle, es mi hijo" Mi madre le dijo no sé qué de una sentencia judicial que impedía que me viese. Y así me enteré de quién era mi padre, que mi madre siempre me dijo que nos abandonó, y siempre acotaba con rabia entre dientes "pedazo de maricón"
Mi padre iba con otro hombre que seguía los acontecimientos a distancia. Le pregunté que quien era a mi madre y me contestó que mejor no lo supiera. Me quedé con la intriga y me olvidé de ello hasta que con quince años, fui al cine y un hombre que se sentó a mi lado me trasteó. Cuando llegamos a los servicios y le vi bien los rasgos, reconocí a aquel hombre que se mantuvo a distancia cuando conocí a mi padre. Até cabos. Ya estaba claro aquello de pedazo de maricón. Por lo menos, pensó, no tendré que pasar la vergüenza de ver al ligue de aquel cine, aunque tuviera que agradecerle el desvirgue (joder como dolía, pero inexplicablemente, que dolor tan rico) que le permitía disfrutar de la retaguardia.
- Soy yo, papá.
- Sube.
- No está..., tú roommate? - dijo nada más abrirle la puerta su padre.
- No, no. Es, digamos, un poco vigorexico y está en el gimnasio. Se llama Ayante.
- Y ese nombre...
- Su padre era experto en Homero. Ayante es un héroe. ¿Que más da, joder, Pedro? Venga pasa y siéntate. ¿Quieres tomar algo?
- Lo que tomes tú está bien.
- Cerveza, entonces. Espera, no eres un poco...
- ¿Pequeño? Papá prácticamente tengo diecisiete y además de lo que vengo a hablar no tiene nada de infantil.
Mariano marchó a la cocina y volvió con un retráctil de seis latas de cerveza.
- ¿Siempre estás así en casa? - Pedro señalaba la indumentaria del padre consistente en un suspensorio de elástico ancho - porque ya se te va marcando la edad en el culo. Un boxer te disimularía esas arruguitas que te hace el culo junto a los muslos.
- Ya. Eres observador. Pero me deja el ojal practicable en todo momento - y diciendo esto sacó de entre los cojines del sofá un dildo de buen tamaño.
Le ofreció una lata a su hijo y él se abrió otra. Y en ese momento se escuchó la puerta cerrarse y un "Estoy en casa, guarra, vete preparando"
Al entrar a la habitación y ver qué Mariano no estaba solo se cortó durante un instante hasta que recuperó la compostura.
- Ah, perra, ya veo que te has buscado un aperitivo, infanticida. ¡Es un crío, joder!
- Ayante - señaló a su hijo con la mano extendida - te presento a mi hijo Pedro. Pedro, esta montaña de músculos es Ayante.
- Ah, perdón, chico, tienes un polvo, que lo sepas. Pero es que tu padre es una perra salida como no te puedes imaginar y en cuanto me descuido me mete en la cama a cada modelazo. No te importará que me quedé. Me doy un duchazo y ya estoy aquí. Tenemos muchas cosas de las que hablar..., bueno, a lo mejor, no todo tiene porqué ser hablar.
Ayante salió camino de la ducha silbando exultante por ver a Pedro en su casa.
- Ahora, no voy a poder tratar lo que quería contigo, Papá - Pedro estaba contrariado soltó la lata en la mesa y se levantó - me voy. Quizá otro día.
- De eso nada. Te quedas conmigo. Ayante lo sabe todo en lo que respecta a nosotros. Tiene pinta de frívolo pero verás que en serio tiene mucho que aprovechar. Bueno, empieza.
Pedro empezó a contar la razón por la que no estaba en el convento y se disponía a entrar al meollo del tema con incestuoso de su madre cuando entró secándose el pelo Ayante completamente desnudo haciendo gala de medidas dignas de un mármol de Fidias.
- Espera, espera, niño. ¿Que en medio de vuestros rezos y cánticos te la pelabas con un consolador ocasional? - y dirigiéndose a Mariano le sentenció - este niño es un degenerado, tu hijo es una joya. Con dieciséis añitos y el ojal preparado.
- Venga Ayantes - le cortó Mariano - no se trata de eso, es incidental, el muchacho venía por algo más gordo.
- ¿Más gordo? Pues de aquí no me voy. ¿Que hacías reina, te follabas al cura mientras hacía misa o tenías un glory hole en el confesionario? Cariño, Pedro es ¿No? Enséñale a tu tío Ayantes ese culito. Me muero por ver ese pedazo de túnel que tienes que tener. Porque soy tu tío, tu padre es mi hermana.
- Ayantes, de verdad, deja al chico en paz.
- Si no me importa enseñárselo, Papá, de verdad. Además un poco exhibicionista soy, me pone más cachondo pelarmela en la capilla con todo el mundo delante que cuando estoy solo.
Pedro empezó a desnudarse con parsimonia. Mariano se removía en su asiento, incómodo, y abría la segunda lata de cerveza y Ayantes entusiasmado daba palmas y saltitos. Para cuando Pedro estuvo desnudo, insultantemente bello y con toda su dotación lista para desencadenar la tercera guerra mundial, su padre tenía su short en los tobillos y se masajeaba su miembro sin ningún pudor y Ayantes tenía los testículos de Pedro en la mano derecha mientras que con la izquierda mensura a el tamaño de su ojal. Pedro con descaro y sabiéndose dueño de la situación decidió ser arrogante sin pensar lo que pasaría.
- Mira como tiene el rabo mi padre, Ayantes, que dirías si me tragase entera ese pedazo de verga - sin contar con la respuesta de Ayantes y la de su mismo padre
- No hay huevos, Pedrito - le susurró al oído mientras mordisqueaba la oreja y sin dejar de estimular su ano ya con dos dedos insertados.
La reacción de Mariano no fue exactamente la esperada por el chico y se vino abajo cuando su padre se arrellanó en su asiento con su trozo de carne candente apuntando al techo.
- Siii, si, cometela entera. Siempre le tuve envidia a tu madre por lo que hizo, y ahora, si, hijo, si, tragatela toda que te voy a preñar la garganta.
- Mientras tu padre te preña la garganta yo te preño el culo. Todos va a quedar en familia.
Pedro era ya presa de la lujuria. Nada que no hubiese sido aquel machacador de mármol había entrado por su culo. Ahora, al fin, tenía la oportunidad de saber la diferencia y que se sentía siendo violentado por el culo.
- Clávasela entera Ayantes que disfrute mi niño de tu polla como disfruto yo a diario, yo le daré lo suyo por la boca. Espero que no se le olvide jamás el día de hoy.
- Ya tendremos tiempo después de que me expliques que era esa envidia que siempre le tuviste a tu ex.
- Te lo digo yo. Mi madre me comía el rabo y los huevos cuando aún era un bebé. Vete clavándomela Ayantes, por favor, no me puedo aguantar. Y anoche me la comió entera como se la voy a comer yo ahora a mi padre. Somos, al parecer una familia un pelín incestuosa. Y a eso es a lo que venía, aunque visto lo visto esto es mucho más excitante.
Y con la última palabra se lanzó sobre el regazo de su padre permitiendo que le golpease la campanilla y le provocase el reflejo del vómito que Pedro cohibió no sin pagar el peaje de las lagrimas que se le saltaron.
- Me tienes que explicar - intentó hablar de forma normal pero ya no podía - sigue, sigue hijo, que me voy a correr.
Ayantes al escuchar a su pareja anunció que también se corría y en ese momento Pedro con dos sacudidas conseguía alcanzar el clímax también.
Quedaron los tres repartidos por el sofá y los suelos recuperando el resuello. Pedro fue el primero en levantarse.
- Me voy a cagar el polvo de éste - señaló a Ayantes - que por cierto el primero de mi vida y no creo que se pueda superar, y a ducharme.
- Y luego nos tienes que explicar cómo fue lo de la mamada de tu madre y como coño sabías tú que te asaltaba tu madre de chico, porque mucha sorpresa no te ha producido cuando he dicho lo de la envidia a tu madre.
- Si, porque es todo un poco más enrevesado. Ahora que me duche os lo cuento todo.