domingo, 19 de febrero de 2023

MASTER

 

En el informe que me pasaron de RR.HH con la relación de perfiles, me llamó la atención una carpeta en la que todo era positivo y había un punto que el psicólogo interpretó como negativo y era que ese/a aspirante tenía unas fuertes dotes de mando, un líder puro. Cuando leí ese punto negativo como "intensa capacidad de mando, de sugestión y carisma para hacerse con voluntades" fue algo más que llamarme la atención. Según la ley yo no podía saber ni la edad ni el género del aspirante al puesto. Sentí un vacío en la boca del estómago. Siempre me subyugó la capacidad de liderazgo, esa que yo sabía que no tenía pero que representaba a la perfección.
El dueño de la empresa, y que me pasó el testigo de CEO, fue mi suegro. Desde que le conocí me hizo rendirme. Su seguridad, ausencia de violencia en sus órdenes, aunque de una firmeza acerada, la asertividad que desplegaba en cualquier situación me resultaba incluso erótica. Sentía felicidad obedeciendo sus sugerencias. Me encantaba adelantarme a sus deseos y recibir esa sonrisa suficiente de aceptación de mi proactividad. Hubiese sido feliz si me hubiese llevado de una correa. Le adoraba. Creo que me casé con su hija para estar cuanto más tiempo mejor, a su lado. Entré a trabajar en su empresa recién salido de la facultad de económicas y me seleccionó él mismo porque, según me dijo más tarde, no le aparté la vista de sus ojos ni una décima y la realidad era que su magnetismo y la fuerza que proyectaban su mirada me sedujo al instante. Si me hubiera contratado de mantenimiento para fregar suelos lo habría aceptado igualmente.
Tenía delante los expedientes de los aspirantes y dudaba. Tomaba la carpeta del o de la tocado por los dioses con las dotes de mando y la soltaba para volver a revisar el resto, pero inmediatamente volvía a la carpeta que acababa de soltar. Me recosté sobre el magnífico sillón Foster de dirección y cerré los ojos, colocándome la carpeta contra mi cara en un intento vano de intentar averiguar quién se escondía tras esos papeles. Finalmente dejé con fuerza el expediente 102 sobre la mesa y pulsé el comunicador.
- Lucía, cita para mañana al 102, a las nueve. Necesito hacer una entrevista personal para decidir.
Sabía que iba a ser un día en vilo, pero el perfil que RR.HH me entregaba hacía que se instalase el vértigo en la boca del estómago. Notaba como se me aceleraba la respiración y sabía que esos eran síntomas que solo precisaban una medicina.

- ¿Luna? necesito verte, ahora.
- Tengo un cliente.
- Despidelo. Voy para allá. Te pago muy bien y eso tiene un precio, lo sabes. Despachale antes de que yo llegue. Ya sabes. En media hora.

- Lucía - Ramiro salió de su despacho abrochandose su americana de alpaca de Lacala Design Inc. de temporada que le enviaban cada seis meses de Chicago - tengo que salir. Silencio en mi teléfono, ah, y otra cosa, entérese porque mis trajes esta vez han venido de Fort Worth en lugar de Chicago. ¿He cambiado de sastre?
- Si don Ramiro. Entendido - Lucía una cincuentona metida en carnes puso cara de extrañeza con lo del sastre, pero era muy eficiente y en cuanto su jefe se fue llamó a Chicago.
- Déjelo Bastian, voy a coger la Harley, me siento joven - el chófer saludó a su jefe con una inclinación de cabeza y cerró la puerta del Bentley - tómese el día libre.
Accionó un mando a distancia y se abrió la persiana de una plaza de garaje cerrada donde guardaba su motocicleta. 
Con su Harley se dirigió a las afueras y en un barrio de no muy buena catadura tomó una calle  sin salida y accionó un mando a distancia instalado en la misma moto. Una puerta de una casa que parecía en ruinas se abrió y Ramiro entró al garaje de la casa de Luna.
Luna era una cuarentona extremadamente delgada con unos globos por tetas y pelo negro ensortijado y largo. Vestía un body negro ribeteado en rojo dejando al descubierto el pecho y con dos aberturas para dejar al aire, sexo y ano. Lo remataba, como no, con unos estiletos de 14 centímetros. Era adicta al opio lo que explicaba su delgadez y crueldad en sus castigos, de ahí tanto su precio como su éxito entre la clase pudiente con caprichos especiales. Ejercía de mistress  severa lo que le proporcionaba suficientes ingresos para mantener su adicción.
Y era realmente severa, que era lo que más estimulaba a Ramiro.
Dejó su Harley aparcada junto a un Ferrari negro y se asustó "le dije que se deshiciera del cliente" pensó con la mano en el pomo de la esclusa de acceso y resonó una voz fría y cortante en el ambiente: No hay nadie, perro, yo siempre cumplo. Esa duda te costará cara.
Ante tal speach en off Ramiro sintió como se le tensaban los pezones perforados y su pene adquiría inmediatamente consistencia pétrea. Entornó los ojos mientras traspasaba la puerta y supo el dolor que iba a sentir después. Tuvo que hacer un esfuerzo titánico para no correrse. 
La habitación a la que accedió era fría sin adorno ni decoración, perchas recibidas a la pared de cemento y una estantería con juguetes. Ramiro, temblando de frío y excitación se desnudó por completo y se colocó como si de una liturgia se tratase, el plug cola de perro,  las manoplas que le incapacitaban para manipular nada, ni tomar objetos ni acariciar ajustándoselas a las muñecas con los dientes, luego el arnés de cabeza con bola de boca y ganchos de nariz. Se arrodilló y a cuatro patas, humilló la cabeza como cada vez que acudía a casa de Luna quedándose a la espera de que el ama le recibiese.
Ya sé - pensaba Ramiro mientras aguardaba - que esto es una locura, pero nada me hace feliz salvo esto. Espero que me coloque la castidad de uretra, el Humbler escrotal y me azote culo y huevos. Creo que me correré y me volverá a castigar por eso con descargas en los pezones.
Intentaba con esos pensamientos alejar el monotema de su mente: el/la aspirante al puesto de segundo en su departamento financiero, que él llevaba personalmente y conciliada como podía con sus responsabilidades de CEO. 
La puerta delante de él se abrió. Sabía el dolor que seguía, pero lo deseaba, le hacía sentir vivo. El trayecto desde la puerta que mágicamente se franqueó hasta la sala donde Luna le esperaba estaba, como siempre sembrada de arroz. Se entregó y sin intentar evitarlo se destrozó las rodillas. Llegó a la sala de Luna y sin mediar más palabra le abofeteó.
- ¿Te crees que soy tu criada? Llevo una eternidad esperando, los perros corren a buscar a su amo.
Las babas de saliva imposible de tragar con la bola obstaculizando los movimientos de lengua comenzó a resbalar por sus comisuras. Luna volvió a abofetearle.
- Babeas como una puta babosa, perro.
Luna agarró una fusta de equitación y golpeó espalda y trasero varias veces. A continuación tomó el humbler que Ramiro deseaba y se lo colocó. Ya estaba incapacitado para erguirse so pena de arrancarse los huevos. Luna cogió entonces un látigo de trece colas de tiras de cuero y azotó con saña haciéndole saltar la sangre de una piel tan fina. Tenía la polla tras el castigo babeando más que la boca.
- Disfrutando, ¿Verdad, perro? Ni lo sueñes.
Se dirigió a su mesa y trajo lo que Ramiro más temía y deseaba. El dispositivo de castidad uretral. 
Le retiró el humbler y le ordenó ponerse de pie. Le colocó el fiador del dispositivo ajustado al escroto y el pene. De este aro de metal salía un tutor hacia delante bajo el escroto. Una sonda uretral metálica de unos quince centímetros rematada por una anilla soldada a su punta con sus seis milímetros de grosor fue lubricada e insertada sin contemplaciones por el orificio de salida de la orina. Luego obligó al tutor perforado en la punta a acercarse al capullo para introducirse en la anilla de la sonda. Finalmente colocó un candado y se guardó la llave.
- Ya sabes. Abstinencia total, orinar sentado como si fueras una perra que para eso la sonda es hueca y mira - sacó de un cajón un strap-on de al menos diez pulgadas de largo y tres de grueso - fuera colita - de un tirón le arrancó el plug de rabo de perro - y ahora vas a gozar de tu orgasmo prostático.
Luna se ajustó fuerte las correas que llevaban el enorme dildo, empujó a Ramiro al suelo, que cayó de rodillas, se colocó detrás, apuntó el dildo y le penetró. Ramiro emitió un sonido ahogado y Luna empezó a bombear. Al poco, Ramiro sintió un orgasmo fuerte pero inacabable que le hacía temblar y empujar para que Luna penetrase más profundamente. Por su sonda comenzó a gotear semen que formó un charquito bajo él. El placer no se detenía y seguía goteando hasta que el placer se transformó en calambres que le arquearon la espalda y Luna dejó de bombear.
- Puedes irte - le desabrochó el arnés de cabeza con la bola de boca y los ganchos de nariz y le quitó las manoplas - pasa por el lado para no llevarte el arroz. La llave del candado la tengo aquí. Ya sabes. Ingresame cinco mil cariño. Hasta la próxima.
No lo cambiaría por nada - pensaba mientras se vestía en la esclusa por la que entró - se miraba su castidad y sentía como se le endurecía el pene, casi sin poder. 
- Creo que no me lo quitaré nunca mientras Luna me haga correrme por detrás - se dijo en voz baja mientras se ajustaba sus zapatos a medida Cleverley.
Mientras conducía su Harley, ahora sí, muy tranquilo y con el culo ardiendo del castigo pensaba en su entrevista del día siguiente y no le produjo ningún tipo de emoción.
- Don Ramiro, el sastre sigue siendo el mismo pero han abierto sucursal en Fort Worth Texas, y han centralizado allí toda la producción de clientes.
- Gracias Lucía
- Ha llamado su señora que ha quedado en el Club con unas amigas y no almorzará en casa.
Ramiro se quedó un instante mirándola, hizo un gesto de aceptación sin abrir la boca y entró en su despacho.
Se sentó en su sillón frente a su mesa y cerró los ojos sin saber que hacer. Recordó los embates de Luna contra su cuerpo y el orgasmo infinito y el doloroso calambre final que le estalló justo en la punta del glande y el revivir esa agonía fue lo que le hizo sentir la violenta erección que le recordó la sonda que le ocupaba la uretra y le excitó hasta el punto de desear desesperadamente el dildo con el que Luna le beneficiaba. De su ensoñación le saco su interfono.
- Don Ramiro, llamé al 102 como usted dijo para citarle mañana y se acaba de presentar aquí. Me ha dicho que se encontraba cerca y se aprovecha el tiempo. Por cierto es un hombre, más cerca de la cuarentena que de la treintena de muy buen aspecto.
Me dejó estupefacto el que Lucía se produjera así sobre el aspirante. Tenía que ser cautivador para que la secretaria me definiera al 102 con esos calificativos.
- Su nombre, Lucía.
- Noel. Debe ser de madre francesa - y no pudo reprimir una sonrisa casi imperceptible.
- Hazlo pasar.
En ese momento Ramiro sintió miedo. Sabía que se cernían nubarrones sobre su futuro pero estaba deseando que sucediera. Sintió la punzada del dispositivo que Luna le colocó y una vaharada de placer le inundó hasta explotarle en los pezones endureciendolos. La puerta se abrió y como pudo recompuso la figura.
- Buenos días, soy Noel.
- Buenos días, ya casi tardes, me llamó Ramiro - y al levantarse de su sillón sintió como la sonda rígida que llevaba insertada en la uretra se hundió un poco más lo que le hizo hacer un gesto reflejo de defensa.
- Le sucede a usted, algo, Ramiro.
¿Y el "don"? pensó Ramiro. Un posible trabajador que se dirige a mí sin tratamiento una de dos, o es un imbécil que no quiere el trabajo o es una persona con una seguridad tal que no tiene inconveniente en mostrarse como es.
- Nada Noel, nada, un problema de hernia creo - miró a los ojos a su 102 y entonces se dio cuenta del color verde malaquita de los ojos que sonreían sin gesto de la boca. Estuvo unos interminables segundos sumergido en sus pupilas - ya, ya tengo cita con el cirujano - dicho sin ninguna convicción.
No pudo reprimir ver a Noel desnudo frente a él con una erección incontestable que le miraba con desprecio condescendiente y abofetea a porque no se arrodillaba ante su orden. Sintió que volvía a correrse de excitación y túvo que apoyarse con las dos manos en su mesa sin poder reprimir en su cara el gesto de éxtasis. Noel entonces rodeó la mesa para auxiliarme acercándose y colocándole su mano en la cintura.
- Si, si - Ramiro se encontraba ya en otro mundo - mi amo - cayó de rodillas y hundió la cabeza en la entrepierna de Noel.
- Nada más entrar y violar tus pupilas lo supe. Eres una puta sissy.
Noel empujó sus caderas para estrechar aún más el contacto con la cara de Ramiro al tiempo que bajaba los brazos buscando los pezones del otro a través de la camisa. Sintió la carne dura y gruesa y sin misericordia apretó con sus fuertes dedos. Ramiro reaccionó emitiendo un quejido de dolor-placer como hacía tiempo que no sentía. Esa sensación le llevó directamente a una zona de su memoria que estaba sellada desde el momento que se grabó.

- Duele ¿verdad, mariconcito?
Ramiro tenía trece años y estaba en el tatami con su profesor de karate. Ramiro cayó intentando enlazar dos katas y desesperado de no poder hacerlo tras muchos intentos empezó a llorar. Germán, su profesor, se arrodilló a su lado e hizo presa en sus pezones tiernos y suaves. El dolor fue insoportable pero a la vez comprobó como la erección que le provocaba esa agresión era instantánea y a la vez empezaba a eyacular entre convulsiones escuchando a Germán que le llamaba mariconcito. El placer preñado de dolor junto a esa palabra le provocó una impronta que desde entonces le hizo incapaz de sentir placer sexual si no era enlazado al dolor.

- No paro de correrme Noel - le temblaba la voz - ¿porqué no vamos a un sitio más tranquilo? ¡Por favor!
- Entonces, ¿Estoy contratado?
- Eres mi amo. Necesito tu guía. Lo que quieras.
Noel soltó su presa y Ramiro recompuso su figura. Se echó mano a su entrepierna y la notó mojada. El semen había traspasado. "Menos mal que el pantalón es oscuro" pensó. Levantó el teléfono 
- Luna, voy ahora para allá con un amo, para que le ayudes y enseñes como se me castiga por maricón.
- Tengo aquí a un concejal, Ramiro. Esta tarde.
- ¡Que le eches, joder! Voy con mi Master y quiero que sea ya. Salgo ahora mismo y quiero el garaje libre, voy con el Maserati.
- Te va a salir caro, Ramiro.
- Me da igual. Quiero tu atención más especial con Noel como figura central.
- Te arrepentirás, Ramiro, te arrepentirás.