viernes, 22 de marzo de 2019

TODOS TENEMOS UN CULO II


- Ya fue la mundial, cuando faltaban quince días para la boda y me acerqué a casa de Alfredo para un asunto del weding...
- Bueno, la boda ¿no? - dijo Elisa cargada de razón -
- Si, eso hija, es que las palabrejas se cuelan. Bien. Llegué a su casa, me abrió su madre y me dijo que Alfredo estaba en su habitacion; "que ha dicho que no le moleste. Pero bueno, seguro que eso  no va contigo, Julia"
- Y abri la puerta con un '¡sorpresa!'..., y si, la sorpresa fue la mía.
- ¿Habia otra? - preguntó sobrecogida Elisa
- Otra cosa. Estaba Alfredo tumbado de lado en la cama con el vibrador completamente insertado en el culo y masturbandose. Del sobresalto el consolador salió disparado y se descuajeringó contra el suelo. Empezó a balbucear excusas ininteligibles hasta que me acerqué le bese y le dije que se tranquilizase. Porque si a mi me gustaba, porqué no iba a gustarle a él. Despues de eso, cerré la puerta, me desnudé y le rogué que fuese él el dildo, para mi placer. Lo hizo y después le comprometí para ir a comprar otro vibrador.
- Pero, por donde te la metió, por..., detrás o por..., tu sabes.
- Empezamos por delante, pero él se corrió por detrás; de haberse vaciado por delante seguro que me preña, hacía dos semanas de la ultima regla.
- ¿Y como le entro yo a Alejandro para engatusarle? Porque te lo digo en serio, me ha intrigado eso del vibrador.
- Ponlo muy burro, Elisa, juguetea con él; tontea con sus pezones...
- ¿Con los pezones, Julia, un tío? Uy, que raritos sois. A mi me encanta que me mordisquee los pezones Alejandro, pero hacerselo yo a él ni por ensalmo se me hubiera ocurrido.
- Pues les pone muy cachondos. Aquel día que le pillé con el dildo en el culo, cuando fui a comprar otro, el vendedor me preguntó si no había probado las pinzas japonesas. Total, que me las llevé también. Cuando Alfredo vio como me ponia con las pinzas, el vibrador y la sodomización, quiso probarlas. Se acababa de correr en mi culo, pues bien, se puso de tal manera que tuve que meterle el dildo y se volvió a correr sin tocarse. Si quieres, te presto juguetitos para esta noche; tengo pinzas, vibradores de diferentes tamaños alguna fusta que otra.
- ¿Fusta?
- ¿Nunca te han azotado, Elisa? - miró Julia con sorpresa a Elisa- ¿Alejandro no ha tenido nunca la ocurrencia de darte unos azotitos en el coñito cuando mas cachonda estás? Pues no sabes lo que te pierdes. Y luego ya, antes de taladrarte el culito, unos azotes con la fusta te ponen en suerte -y remató Julia con una risita picarona al tiempo que se bajaba la braguita del bikini y le enseñaba las nalgas a Elisa - mira, esto es de anoche.
Julia se llevó las manos a boca observando las marcas finas y alargadas color rosado que en numero elevado recorrian el culo de Julia.
- Pero eso tiene que doler
- Tienes aún mucho que aprender - contestó Julia a Elisa- no hay placer sin dolor. Escuece, si, pero excita mas que duele,y luego cuando te mete toda la verga querrías que siguiese azotandote y follandote el culo eternamente.

Alfredo miraba fijamente a Alejandro y recordaba aquella primera vez en la que viendo una porno bastante salvaje en la que una mulata era penetrada por tres tios, dos por el ano y otro delante,  vio el envase del dildo y se dijo: '¿porque no?'
La fluidez del lubricante en los márgenes del ano le producía un placer raro.
- Cuando me puse el lubricante antes de, con mucho miedo, apuntarme el dildo - confesó en queda voz Alfredo ante el asombro de Alejandro - al ano, ya sabia que lo iba a hacer, porque deslicé el dedo bien lubricado y en absoluto me desagradó.
- ¡Joder, tío! eso es una mariconada.
- ¿Porqué? Que no me la clavó ningún tío. Si a Julia le ponía, porque a mi no. Además que sepas que en cuanto entró me corrí.
- ¿Te lo metiste entero, entonces? No sería muy grande.
- ¿Quieres verlo?
Alejandro puso cara de rechazo y su primera intención fue negarse, pero la curiosidad fue mas fuerte.
- Venga. No voy a decirte que no, pero vamos que no es que me haga chiste...
- Bueno - dijo Alfredo con entonación de no darle importancia.
- No, no. No te voy a hacer ese feo. Vale, enséñamelo - como quitandole importancia.
Alfredo se dirigió al bungalow y al entrar sonrió a las mujeres que charlaban animadamente. Cuando salió llevaba una bolsa en la mano.
- Mira - le dijo a Alejandro sacando una verga de material gomoso semirigido.
- Alejandro hizo ademán de retirarse como si le hubiesen enseñado un escorpión.
- Toma, cogelo, está lavado. Verás el tacto mas agradable que tiene - y se lo tendió a Alejandro.
El instrumento calculó Alejandro tendría cerca de veinticinco centímetros de largo y aproximadamente cinco de grosor. Tenia reproducidos todos los detalles anatomicos, frenillo, venas, surco del glande.
- ¡Cógelo! - urgió Alfredo - no muerde - y con una risotada se lo colocó entre las piernas - no hace falta que te lo metas..., ahora mismo - y soltó una risotada.
Alejandro no quiso pasar por carca o pacato y cogió el dildo. Tenia un tacto suave rigido moldeable. Se estrujaba hasta cierto punto y luego se recuperaba.
- ¿Esto te has metido,  cabe, no te ha rajado? Estás loco. No me lo creo. Lo tendría que ver.