domingo, 15 de octubre de 2023

EL CONFESIONARIO (IX)

 

Desnudo, de rodillas recostado sobre la pierna de su padre general de la orden y embargado de lujuria no sabía que iba a ser disciplinado físicamente por el fraile de ojos azules que le recibió y parecía nervioso. Olía desde esa posición humillante el aroma a sudor de macho del padre Amado y veía como tras el escapulario que colgaba por su regazo palpitaba lo que debía ser un soberbio miembro. El padre Amado acariciaba con firmeza el trasero de Pedro insinuando de vez en cuando el canto de la mano por el pliegue en el que se alojaba el ano.
- Tienes una piel muy fina, suave y caliente, y se nota que has mancillado repetidamente tu sucio orificio. El hermano Ramón tiene permiso para hacerte sentir el castigo por tu bien. Quizá te duela, pero más ha de dolerte el haber rechazado tan violentamente a un hermano. Por cierto, ¿como evitabas que saliese eso que te metías por el culo, sucio de mierda?
- A veces - Pedro hablaba con la cabeza humillada entre las piernas de Amado - me lo sacaba manchado...,
- Y qué hacías, sigue hablando - levantó la voz como nervioso - ¿lo chupabas, eh, lo chupabas, cerdo?
- Lo olía, padre, lo olía y..., - a Pedro le daba vergüenza decirlo.
- ¡Habla, perro! - y gritando esto fray Ramón propinó el primer latigazo.
- ¡Si, lo diré! - gritó mientras daba un respingo en respuesta al castigo - lo diré.
- Di lo que hacías Pedro - y con la mano que acariciaba su trasero tomó por la nuca al chico y la dirigió a su entrepierna hasta hacerla rozar con su dureza.
- La olía y me excitaba tanto que aunque viniese de correrme en la capilla sentía deseo de correrme más veces - fray Ramón volvió a administrar castigo con la disciplina. Pedro dió otro respingo de dolor pero sintió una punzada en su capullo de inexplicable placer - y el día que se me ocurrió pasar la punta de la lengua y sentí el sabor amargo tan excitante tuve el orgasmo más intenso.
- Dime novicio pecador, merecedor de todo castigo. Fray Ramón - se dirigió Amado al poseedor de la disciplina - no deje de castigar a este guarro del diablo. ¿Porqué te lo mereces, verdad? - dijo el padre Amado aumentando la presión sobre la cabeza de Pedro para hacer un contacto más estrecho con su miembro.
- ¡Si, Padre, me lo merezco! Soy un guarro sin perdón. Y tú fray Ramón no tengas piedad y azotame para que sienta el castigo merecido - y al decirlo sintió un inexplicable placer en saber que iba a ser castigado.
Y nada más decir esto abrió la boca y busco la tersura caliente del capullo de fray Amado. Se la metió en la boca y chupó como si fuera una golosina. La primera vez que hizo una felación fue a su abuelo y él le fue indicando la mejor manera, la que más placer diese al otro. Aplicó esos conocimientos a la mamada al padre general haciendo que llegase lo más hondo posible. Al tiempo sentía los latigazos en el culo que se había insenbilizado y a cada uno que recibía le vibraba su propio miembro, de forma que no hubo necesidad de tocarse. Empezó a correrse justo en el momento que lo hacía el padre Amado. Tragó como le dijo su abuelo, saboreando el semen sin dejar de acariciar con la punta de la lengua el frenillo.
- Deja de golpear ya fray Ramón. Este novicio perverso ha puesto el suelo perdido de su asqueroso semen y tiene que recogerlo..., con la lengua. Y tú prepárate para darle después un placer celestial. Le vas a sodomizar como tú sabes hacerlo.
Amado se levantó de la silla y salió de la estancia.
- Supongo que tendrás el ano bien dilatado, yo no la tengo pequeña - se agachó fray Ramón al lado de Pedro que había quedado rendido en posición de oración postrada con el trasero en pompa - pero dime, alguna vez hiciste algo más que pasar la punta de la lengua por el instrumento con el que te sodomizabas.
- ¿Algo más? - se incorporó hasta quedar sentado al lado de fray Ramón - me obsesionaba. Un día me atreví y me lo metí entero en la boca tal como lo saqué del culo. La intensidad del placer obtenido me llevaba a retos mayores. Hubo un momento en que vigilaba quién iba al retrete y le seguía. Luego una vez se iba miraba a ver si quedaba algo, lo cogía con las manos y mientras una iba a la boca la otra daba placer al miembro. Llegó un momento que si no era así no alcanzaba ningún placer. Soñaba con limpiar el culo a algún novicio usando la lengua en lugar de papel.
- Entonces no entiendo porqué te negaste a chuparle el rabo al novicio que te lo pidió.
- Aparte de que es un gordo seboso desagradable, en ese momento yo nunca se la había chupado a nadie. Si me lo hubiera propuesto fray Roberto, el vicemaestro de novicios, no habría dudado. Es tan delgado que parece estar enfermo. Unas cuantas pajas de celda han sido a su salud
- Pues para no habérsela chupado a nadie al padre general le has dejado muy satisfecho.
- Bueno, es que ahora sí he tenido experiencia.
- Pero si llegaste del noviciado hace tres días.
- He tenido un curso acelerado. Se la he chupado a mi padre, a su novio y a mi abuelo, que es el que realmente me ha dado las claves de una buena mamada.
- ¿Quieres que me crea que has hecho incesto con tu padre y abuelo?
- Y con mi madre. Aunque es ella la que me la chupa a mi.
- Realmente eres un degenerado y un mentiroso ¿Quieres que te sodomice, de verdad?
- Si antes me ayudas a limpiar mi leche con la lengua y me dejas que pruebe contigo lo que es comerme el culo de un hombre.
- Eso, esta noche en la celda. Cagaré delante de ti mientras me la chupas y me limpiarás con la lengua el culo y ya veremos qué sucede. Me va a gustar follarte. Cuando te he visto en la cancela no se que me ha entrado. Si no es por la presilla se me sale el rabo.
- ¿Tu se la has chupado al padre Amado?
- Como todos aquí, y mira - se dió la vuelta y le enseñó el trasero a Pedro - le pone de mal humor que no sepan hacérselo y castiga con la disciplina, por eso tengo las cicatrices. Me ha extrañado que no protestase, por eso te he preguntado.
Pedro había empezado a recoger su semen con la lengua.
- Venga Ramón, ayúdame, he echado mucho y luego se hace agua.
- ¿Ya lo habías hecho antes?
- Siempre que me corro en la celda, me gusta hacerlo y me excita para seguir pajeándome. Raramente me conformo con una sola. Lo de ahora ha sido especial entre la mamada de Amado y tus azotes he disfrutado casi tanto como con la mierda.
- Eres un cerdo ¿Lo sabías?
- Si. Y eso me pone cachondisimo.
- Fray Ramón - el padre Amado acababa de regresar - ¿aún no ha sodomizado en castigo a este novicio?
- Ahora mismo. Estaba dando lugar a que recogiese lo que había ensuciado. ¡Venga, tú, cerdo, prepárate para recibir tu castigo!
Pedro se puso a cuatro patas, se dió un poco de saliva y fray Ramón no sé anduvo con florituras, apuntó y de un golpe de caderas enterró el miembro en el cuerpo de Pedro que emitió un gemido que podía ser de dolor o placer, pero a medida que el fraile bombeaba bajo la atenta mirada de fray Amado su pene iba adquiriendo firmeza y dureza. Al poco Pedro dirigió una mirada suplicante al general.
- Padre, me voy a correr si usted da su permiso y fray Ramón sigue empujando con tanto saber.
- Y yo, padre Amado, me voy a venir, por favor. Lo hago dentro, o fuera.
- No doy permiso para más porquerías. Ya está bien. Vestirse los dos y a capitulo.
- ¿A..., a capitulo? padre, ¿a..., capitulo? Padre, yo le juro - fray Ramón estaba arrasado con la voz vacilante y temerosa.
- Usted, no jure. ¿Otro pecado? Se ha entregado a la lujuria, se a atrevido a gozar por encimia de todo - hizo una pausa para dar dramatismo - a capitulo los dos, en la cripta.
Fray Ramón se arrodilló llorando sin consuelo con la frente en el piso y las manos ocultando su cabeza rogando piedad.
- Tú, niño libidinoso - se dirigió a Pedro con desprecio - ayuda a tu novio a comportarse como un hombre. Poneos el hábito de una santa vez y a la cripta.
- ¿Mi novio, padre? yo, yo...
El padre Amado se dio la vuelta y seguido por dos acólitos que le acompañaban siempre callados pero con ojos como carbones encendidos y labios brillantes de saliva desbordante salió de la habitación.
- ¿Porqué ha dicho eso de novios? Yo no soy novio de nadie. ¿Y porque te has puesto así por lo del capítulo y te has desecho cuando a mencionado la palabra cripta.
- Tu no sabes nada. La cripta para capítulo secreto - Ramón tenía la cara desencajada y la vista perdida en el vacío. La cara demacrada como el que lleva días sin comer - ese olor a humedad lóbrega, a establo sucio y ambiente irrespirable...
- Pero qué. ¿Va a ser una ejecución o algo para que te pongas así? 
- Parecido. He participado en un capítulo en cripta. Somos treinta y seis hermanos en esta casa. Los treinta y seis participamos en..., no sé cómo llamarlo. Para todos tú y yo ya somos peor que la peor mierda y nos lo van a hacer saber.
- ¿A base de insultos y castigos o así?
- Literalmente a base de mierda. Los treinta y seis bajo la atenta mirada de Amado nos van a cagar encima. En el centro de la cripta hay una especie de sumidero del tamaño de un hombre acuclillado cerrado por una reja con un orificio. A nosotros nos inmovilizarán, ya verás de que forma más cruel en ese agujero. Somos dos y estaremos más estrechos, no nos podremos librar de nada.
- Pero cagar, cagar. De caernos encima la mierda.
- Efectivamente. Ataran el escroto a una argolla en el fondo del sumidero, que no podamos levantarnos, las manos atadas a la espalda y un gancho de nariz tenso con el otro extremo al ano con un gancho de bola para obligarnos a recibir la mierda de los treinta y seis en la cara.
- Al menos no nos mearan.
- Antes de cagarnos nos mearan, uno por uno.
Pedro se imaginó la escena y sintió una vaharada de placer. Empezó a empalmar ante la atónita mirada de fray Ramón que no quería dar crédito a sus ojos.
- ¿Te excita todo lo que estoy contando? Eres un degenerado y te costará el macho cabrio. Si después de tanta agonía de mierda y castigo ven que encuentras algún tipo de placer, te considerarán una criatura diabólica infernal y te harán copular con el diablo. Un macho cabrío especialmente enseñado desde chico te follará el culo una y otra vez hasta que se canse.
- No me digas eso que me corro de gusto.
- ¡Eres el diablo! - Ramón se separó instintivamente apartando la vista de Pedro y volviendo la cara - eres el diablo - gritaba una y otra vez.
- ¿Que sucede aquí? - a las voces de fray Ramón acudió un fraile mayor, canoso - ¿Quién llama al diablo?
- No, no - Ramón, aterrorizado señalaba a Pedro - él es el díablo, es el diablo. Mirale el sexo, es un súcubo lujurioso. Le he dicho que le iban a dar al macho cabrío y me ha dicho que es lo que desea. ¡Es el díablo, hoguera con él, hoguera!

- Hijo, hijo, despierta ya, despierta, es una pesadilla, solo eso - la abuela Maite zarandeaba a Pedro para despertarlo - y tienes que ir a confesar. Mañana vas al noviciado. Despierta hijo.
- Abuela, abuela, que pasa - Pedro se sentó en la cama restregándose los ojos - que horror que pesadilla más mala.
- Hala, arriba y date una buena ducha de agua fría. Por lo grande que la tienes si, la pesadilla tiene que haber sido horrible.
- Perdón abuela, no se -Pedro comprendió que aún conservaba la dureza que adquirió durante el sueño y se tapó con las sábanas enrojeciendo de vergüenza.

jueves, 12 de octubre de 2023

EL CONFESIONARIO (VIII)

 

Tiró de la cuerda que sobresalía de la reja, con fuerza y escuchó a lo lejos el tintineo de la campana. Le pareció, al poco, percibir como se abría una puerta y después aparecer por la cancela un religioso con su hábito gris claro y el escapulario con capucha de color gris oscuro. Era su mismo hábito, solo que el suyo tenía escapulario blanco, que le señalaba como aspirante a procesar votos.
- ¿El novicio Pedro? - en el tono tembloroso  de la pregunta, Pedro adivinada ansiedad contenida.
- Si - escudriñó los ojos azules del fraile intentando averiguar las razones del nerviosismo. El religioso profeso desvío la mirada - me había citado el padre general.
- Te está esperando en sus habitaciones.
- Hermano - dijo Pedro con dulzura - el viento ha levantado el escapulario y me ha parecido ver que la túnica tenía una rotura.
El fraile se detuvo sin volverse y sin abrir la boca se retiró el escapulario con una mano y con la otra se apartó un poco la túnica por detrás dejando ver la piel blanca de las piernas.
- Eres observador. Está túnica de profeso es así. Abierta para más comodidad a la hora de nuestras necesidades fisiológicas. Las de novicio no la tienen, por eso te habrá llamado la atención - se volvió entonces y Pedro le vio dibujarse una débil sonrisa en su cara - ahora te darán una como ésta, bueno, no exactamente igual, para presentarte al general, padre Amado.
- Pero, ¿la lleváis sin pantalón? me ha parecido ver.
- Hace calor, el hábito es de estameña y abriga bien en invierno, pero en verano..., en mi caso, yo nunca uso ropa interior. Otros, se que tampoco y así es más llevadero. Te recomiendo que cuando te la den te vistas con ella sin nada debajo, te derretirás sino - y ésta vez fue Pedro el que apartó la vista y se ruborizó - no te azores por ir desnudo bajo la túnica, seguramente el padre Amado irá también así. Y ahora, no perdamos más tiempo. Te esperan.
Pedro sintió que su miembro empezaba a crecer y esperaba que se aflojase o que la túnica le disimulase.
- Eres muy joven - continuó hablando el fraile sin dejar de caminar - y la calentura te abandonará en contadas ocasiones. No sufras, la túnica es amplia y sin cordón ni correa y disimula perfectamente cualquier anomalía del cuerpo. Pero tienes que tener cuidado, la abertura que has visto por detrás la hay por delante que se sujeta con una trabilla. Comprueba la presilla con frecuencia pues se podría abrir la túnica por descuido y quedarías muy expuesto, y eso es una falta muy grave en nuestra comunidad.
- Gracias, fray..., no me has dicho tu nombre.
- Ramón, fray Ramón. Espero que seamos buenos compañeros - le dijo mientras subían los tres escalones que daban acceso al zaguán de la casa. De allí se pasaba a un patio ajardinado - ¿Ves aquella puerta de la esquina de enfrente?
- Si
- Ve allí, llama y te darán la túnica para ir a ver al padre Amado. Que tengas suerte.

- Pasa - una voz recia pero queda le indicó que podía entrar.
Era una sala cuadrada de techo altos y ventanucos en lo más alto, con muebles como de sacristía. El fraile que le hizo entrar abrió un cajón enorme y sacó una túnica gris claro, como la de fray Ramón, a la que empezó a desabrochar unos botones, algo que a Pedro le sorprendió.
- Desnúdate ahí. Deja la ropa sobre la silla y extiende los brazos de frente para que pueda colocarte el hábito. Yo te lo abotonaré. Si quieres te lo quitas todo, que hace calor.
- Pero..., ¿aquí. No hay una cabina o algún sitio...
- Nada que ocultar novicio Pedro. Y yo no me voy a escandalizar de ver un cuerpo de varón desnudo. Otro más.
Pedro recordó lo que fray Ramón le dijo de no azorarse y mirando a la pared empezó a desvestirse. Cuando le quedaban los calzoncillos dudó un momento y el fraile se le acercó y le dijo en un susurro.
- Quitatelo. Yo tampoco llevo, ni casi nadie aquí. Con este calor. Además tienes un físico bonito, no tienes de qué avergonzarte.
Comenzó con mucha parsimonia a bajarse el calzoncillo y sintió a la vez que la verga se le disparaba en una erección explosiva. Tenía ahora que volverse con su miembro rígido hacia el fraile que le ofrecía la túnica.
Se volvió lentamente con la vista humillada hacía el fraile con los brazos extendidos.
- Con esa dotación - dijo el fraile mientras le colocaba la túnica - vas a hacer muy feliz a mucha gente. No te apures.
Pedro empezó a temblar. Ese comentario no parecía muy adecuado para el sitio en el que estaba pero por otra parte sintió un deseo lujurioso que tampoco casaba con la razón por la que estaba allí.
Se puso el fraile detrás de Pedro y le abotonó la túnica. Después tomó las faldas y las hizo volar haciendo que la abertura dejase a la vista el trasero de Pedro, dejándole caer otra vez.
- Te sienta muy bien muchacho, con el culo tan respingón. Al padre Amado le va a gustar charlar contigo. Confía en él es un padre, severo, si, pero de alguna manera complaciente y tolerante y comprensivo con las debilidades humanas, de las que él participa, como no podía ser de otra manera; es humano, como nosotros. 
Entra - le señaló - por esa puerta lateral sin llamar. Ahí estará el padre Amado. Si no ha llegado te arrodillas y reza lo que quieras mientras esperas - Pedro iba entrar ya a la otra sala ya cuando el fraile le tomó por el brazo - no te he visto sujetarte la presilla de la abertura anterior. Déjame que yo te la anude, al principio si no se ha hecho nunca, cuesta, hace falta cierta maña.
El fraile se agachó delante de Pedro y buscó a la altura que debía estar la sujeción - hueles bien, chico ¿te perfumas tu carné de pecado? y sin dejarle contestar metiendo la mano por la abertura y Pedro nunca supo si adrede o por azar, le rozó la verga que seguía dura. Pedro emitió un gemido corto y ahogado. El fraile abrochó la túnica y se puso en pie.
- No te apures chico. Aquí todos sabemos porqué has venido a ver al padre Amado. Tienes la edad de ser fogoso y el padre te tendrá que escrutar por si ésta vida no fuese la más adecuada a tu personalidad. De todas formas no me extraña que el otro novicio quisiera conocer más de cerca todos tus atributos. Anda, entra ya - concluyó colocándole la mano en el confín de su espalda adoptando un tono condescendiente y apretando con la mano, en la opinión de Pedro, más de lo que hubiera sido lógico. Eso le hizo desear que le hubiese metido la mano por la abertura del hábito.
La habitación a la que entró tenía un crucifijo y varios cuadros de santos. Por mobiliario, únicamente una silla de respaldo alto y tapizada en Alcántara oscuro. La luz entraba muy tamizada por unos ventanales a bastante altura y el ambiente era de penumbra.
Pedro se olvidó que tendría que arrodillarse martilleandole en la cabeza únicamente aquello de que el padre general iba a confesarle. Y si así era, ¿tendría que contar lo de sus padres, lo de Ayante y Rogelio, lo de don Felipe y Raúl o solamente lo relacionado con el asunto que le llevaba allí? 
El tremendo empalme no le abandonaba y un sudor se le iba y otro se le venía y estaba completamente abstraído en sus contradicciones cuando escuchó una voz dulce a su lado.
- Suponía que habrías hecho caso y estarías de rodillas y rezando. Pero bueno, lo vamos a atribuir a los nervios - se sentó en la silla y le dijo a Pedro que se arrodillarse a su lado - aquí, mi lado, arrodíllate y apoya tus brazos en la pierna, yo soy el sostén de tu vocación. Me lo tienes que contar todo. Por muy escabroso que te parezca.
Vamos a ver. Otro novicio te ha acusado de actos lujuriosos e impuros durante la oración en la capilla. Cuentamelo todo, como tú honestamente sepas que sucedió.
- Padre - Pedro empezó a hiperventilar y las lagrimas se le saltaron - es difícil contar esto.
- Aún no es una confesión sacramental. Habla sin tapujos y con tus palabras.
- Soy muy perro y me gusta masturbarme. Que ya se que no..., pero como al pajearme me di cuenta que apretaba el culo supuse que introduciendome algo..., sodomía ha existido de siempre y me estimuló aquel pensamiento. Un día en la cocina vi un instrumento de mármol del que se usa para majar los condimentos. Tenía un tamaño parecido al que yo tengo y me arriesgué. Lo tomé prestado, lo probaría a ver y luego lo lavaría muy bien y lo dejaría en la cocina otra vez
- Tienes tú entonces un buen tamaño también - y al decir esto inicio una leve risa al tiempo que le ponía al chico su mano en la nuca - bien, sigue.
- Me di cuenta que las pajas eran más placenteras con eso en el culo y me aficioné a la vez que tardaba más el orgasmo si me rozaba el capullo muy suavemente y se prolongaba el placer. Ya no pude devolver el cacharro, era demasiado gozo en mi cuerpo al que no iba a renunciar. Como la oración se me hacía tan pesada, lo empecé a usar en la capilla. Me lo ponía en la celda antes de ir a capilla y con cada paso me daba más placer. Me daba mucho gusto. En el banco de la iglesia hacia movimientos y el placer iba en aumento y a través del hábito me acariciaba el capullo y me debí dejar llevar. Este chico debió darse cuenta y entró en mi celda diciendome que o le hacía una mamada o lo chivaba todo. Le pegué un empujón echándole del cuarto y fue cuando lo denunció.
- Bueno hijo - el padre Amado acompañaba esas palabras suaves y tiernas de perdón y condescendencia con palmaditas en la nuca hasta que a Pedro le pareció que el padre le hurgaba en la espalda hasta que identificó los manejos: le estaba desabrochando la túnica - no debes disgustarte, la carne es débil - y al decirlo abrió un poco las piernas dejando que la abertura anterior del hábito cayese a cada lado dejando las piernas al aire y su entrepierna solo cubierta por el escapulario y mientras el último botón que manejaba el general quedaba quitado y la túnica de Pedro caía a cada lado dejándole toda la espalda y el trasero expuesto - no te apures hermanito, desnudos nacemos y desnudos estamos siempre a los ojos de Dios. Estar desnudo es una bendición. Levanta los brazos de la pierna y deja que caiga el velo que oculta tu pecado. Sigue de rodillas como pecador que eres.
Entra hermano Ramón, entra. Nuestro pecador ha confesado y merece el justo castigo - y diciendo esto acariciaba con un dedo el ano de Pedro que no podía evitar gemir de placer.
- Novicio Pedro - le dijo fray Ramón que le abrió la puerta - vengo a disciplinar tu pecado por orden de nuestro superior, espero que aprendas la lección - y diciéndolo sacó de entre los ropajes una disciplina de siete colas de esparto.

sábado, 7 de octubre de 2023

EL CONFESIONARIO (VII)

 
- Que tarde, ¿no? Has pasado mucho tiempo con el abuelo. ¡Que bien!
Pedro se quedó con la mirada perdida, absorto en que nunca habría ni imaginado que comerle el culo a un viejo, su abuelo para máyor abundamiento, podía proporcionar un placer tan exquisito mientras Rogelio sacaba fotos. El abuelo sollozaba de placer y eso le proporcionaba y gozo añadido. A cada momento creía que iba a correrse, pero fue Rogelio en un momento dado que puso la guinda al pastel colocándole sin más preámbulo unas pinzas fuertes en los pezones. El dolor parecía irresistible. Quiso arrancarselas y en ese momento recordó que Rogelio le había puesto grilletes de policía con las manos a la espalda. En ese momento le pareció excitante y más cuando sintió que la empujaba la cabeza al culo del abuelo. Levantó la cabeza en reacción al dolor, pero Rogelio volvió a hocicarle mientras decia "come perra" y ese insulto fue como si fuese parte del mordisco de las pinzas; le invadió una vaharada de deseo y lujuria. Parecía como si se hubiese establecido una conexión entre el dolor de los pezones y el capullo. El dolor se transformó en placer de tal manera que empezó a eyacular en medio de espasmos de placer...
- Pedro, hijo, que estás ausente - le chasqueó los dedos delante de la cara - ¿en que estabas pensando?
- Nada, nada. Pensando en a ver cuándo me llaman de la casa general.
- Ah, si, por cierto. Ha llamado un tal padre Miguel, que te espera mañana en la curia a la una de la tarde. ¿Era eso lo que esperabas?
- Si, si - y al alargar la mano para coger pan se rozó un pezón, dolorido tras tanto castigo, y la erección fue tremenda - ya estaba deseando que me mandase llamar.
- ¿Que te pasa, hijo, te duele algo?
- No, no, nada - mintió recordando la sorpresa por el castigo y el dolor y placer aparejado - tengo ya ganas de ir a hablar con el padre general y volver al convento. Me voy a ir a la cama, mamá, estoy cansado.
- Vale hijo. Que descanses.
Según enfilaba el pasillo ir a su dormitorio y una erección casi dolorosa le hacía gemir sintió que los pezones le requerían. Se llevó las manos y pellizcó con saña. Deseó tener el pene de Ayante otra vez en el culo. Entró en su cuarto se desnudó y mirándose al espejo del ropero y devastando se los pezones empezó a eyacular en medio de mareos de placer. El semen impactó en el espejo y disfrutó viendo cómo los goterones se despegaban cristal abajo. Con el calzoncillo limpió como buenamente pudo el espejo y se acostó quedando dormido al instante. 
No pudo oír como su madre, como era costumbre, abría con cuidado la puerta y velaba su sueño. Vio a su Apolo adolescente desnudo sobre la cama con su miembro detumescente pero de buen tamaño reposando sobre su bajo vientre terso. Entró en la habitación engañándose a si misma con que debería arroparle, aunque su vista estaba abrochada a la verga de su hijo. Era una droga. Había degustado el sabor pecaminoso del hijo, una vez más y no podía ahora que lo tenía tan cerca desperdiciar la oportunidad. Con cuidado recogió el trozo de carne fláccido y entero en su manos y acercó su cara para olerlo. Le olía a semen fresco y eso le nubló el entendimiento. Primero fue un lametón luego otro y finalmente abrió su celda para aprisionar su deseo. En ese momento Pedro despertó y tras un instante de composición de lugar fue consciente de lo que sucedía y la erección instantánea atragantó a su madre que se tuvo que retirar. Pedro completamente duro no movió ni un músculo más y su madre que aterrorizada había iniciado la huida con el corazón desbocado se detuvo viendo que Pedro seguía dormido pero ahora con la verga grande, brillante y dura. El deseo le dio valentía y volvió a la carga. Se arrodilló ante la cama y empezó la ceremonia incestuosa más lujuriosa, felando la madre al hijo. No tardó mucho Pedro en correrse, en la boca de su madre, pero quiso darle una ocasión de cavilar. Cuando estaba eyaculando dijo en voz alta, como si estuviese teniendo un sueño: "así, así papá, trágatelo todo, papá" 
Paloma con la boca llena del semen de Pedro no pudo reprimir el inicio de la náusea y esparció sobre el vientre de su hijo una aspersión del contenido de la boca. Pedro continuaba con su paripé de supuesto sueño sintiendo como los goterones le resbalaban por los flancos. Paloma le limpió como pudo y salió del cuarto.
Pedro abrió los ojos y dibujó una amplia sonrisa calibrando el efecto de lo que dijo al correrse. Se dió media vuelta en la cama y se durmió, esta vez de verdad, profundamente.

- Que tal, hijo - en la pregunta de Paloma había un temor a punto de sobrevivir.
La mesa puesta para el desayuno, Pedro aproximó la silla para sentarse.
- Bien, mamá. ¿Y tú, que tal la noche?
- Bien. Te escuché hablar en sueños. ¿Has tenido pesadillas?
- Parece que si ...
- ¿De qué, terroríficas, divertidas?
- Vergonzosas, mamá, vergonzosas.
- ¿Se puede saber que era eso que tanta vergüenza te produce?
- Mamá. Algo que de ser real te avergonzaría a ti también.
- ¿El que? Vamos, soy tu madre, cuentamelo.
- Da mucho corte, mamá.
- Venga, te aliviará contarlo. Ya verás como cuando te lo escuches de tu propia boca no será para tanto.
- Ah, ¿No es para tanto que tu padre te chupe el rabo hasta correrte, y que te encante?
- ¿Tu padre? Era tu padre, seguro, no alguien que se le parecía.
- Juraría que era mi padre - Pedro se tuvo que acomodar su sexo que había crecido desmesuradamente dentro de su ropa interior.
Eso es porque estuviste en su casa y como tiene novio nuevo te ha impresionado.
- Seguro que es eso, mami - y le fijó la mirada de forma tan inquisitiva que Paloma la tuvo que apartar - por cierto, ayer entraste en el dormitorio cuando estaba dormido, creo, para arroparme - le sonrió cínicamente sin apartar la mirada un instante - muchas gracias, mami. Pero a ver si un día de estos me pillas en situación comprometida y fíjate tú que apuro. Para los dos.
- ¿A qué te refieres, Pedro? - Paloma puso cara de mármol esculpido, duro y arisco.
- Mamá - Pedro jugueteaba con la cucharilla en su tazón de leche - tengo casi diecisiete, una edad a la que uno se pone duro hasta con las sopas de ajo, y no quisiera que me vieses así.
- Descuida, cariño. De ahora en adelante, cuando estés en casa solo entraré en la habitación para hacer la cama, recoger trastos y limpiar y si estás acostado, únicamente si me llamas. Por cierto, ¿era a la una tu cita con el cura ese que llamó?
- Si. A la una.
- Comerás allí, supongo.
- No, no creo. De todas formas si me tengo que quedar, te aviso. Antes de ir, voy a hablar con don Felipe por si tiene algún consejo que darme.
- Perfecto. Me parece muy bien. Ese sacerdote es un santo. Hazle caso.
Un santo de lujuria, pensó el chico recordando lubricidades de hacía pocas horas. Quería ir a verle para contarle la mamada de su madre y preguntar porqué no paraba de formarse le en la imaginación la figura de su madre a cuatro patas y el sodomizandola con saña mientras ella le pedía más. Y lo más preocupante es que esa imagen le proporcionaba un inmenso placer más por saber que se lo hacia a su madre que el acto en si.
Llegó a San Dionisio a media mañana. Se dirigió a la sacristía buscando al cura, pero estaba un chico joven recostado sobre el aparador de las albas.
Hola. Buenos días. Estaba buscando a Don Felipe.
- Hola - le tendió la mano muy cordial - yo soy Raúl el que lleva el grupo adolescente de catequesis.
- Yo, Pedro. Venía en el tren y coincidí con don Felipe y trabamos algo de amistad.
- Mmm, ya, ya - automáticamente cambió tanto su hábito postural como el gesto de su rostro e inició el acercamiento físico a Pedro - Felipe me ha hablado - y al tiempo levantó su mano y con destreza le pellizcó un pezón.
Pedro sintió una punzada dolorosa que le hizo empalmar instantáneamente, entornó los ojos de placer y entrega y deseó en lo más profundo que le pinzase el otro pezón.
Raúl, como si le hubiese leído el pensamiento alargó la otra mano e hizo presa aún con más violencia, retorciendo a través de la ropa. En el momento que Pedro emitía un quejido de dolor y lujuria entró en la sacristía don Felipe.
- ¡Vaya! Veo que ya se conocen. Acompáñenme los dos a la casa parroquial. Les tengo que instruir en determinadas habilidades.
Raúl en ese momento ya evaluaba a través del pantalón de Pedro el tamaño de su dotación.
- Dejen esos manejos para cuando lleguemos a nuestro destino - y acompañó la frase con una cariñosa palmada en el culo de Raúl.
- Don Felipe, en realidad, yo no tengo mucho tiempo. Me ha citado el padre general en la casa madre para la una de la tarde y si nos liamos...
- ¿Que te parece, Raúl?
- Que vaya a sus obligaciones y ya nos veremos en otro momento. Estoy seguro que va a ser una pieza fundamental de nuestra cuadra. No muchos chavales de su edad hubiera entregado sus pezones de una forma tan cruel como el castigo al que le he sometido, y se ha puesto duro como el acero. Lo disfrutaremos, Felipe. Y él disfrutará.
- En otro momento, pequeño - y don Felipe tomó la cara de Pedro por las mandíbulas, inmovilizandolo y acercó sus labios a los suyos permitiendo que las salivas se mezclasen. Pedro sintió un escalofrío y abrió la boca permitiendo que el cura introdujese la lengua en su boca. 
Raúl tomó el relevo, tomó la cabeza de Pedro entre sus manos y le morreo sin rodeos mientras restregaba su pelvis con la suya.
- Bueno, yo me voy, que voy a llegar tarde.
Y salió secándose los labios con la manga de la camisa, acomodandose el paquete, con la cabeza baja camino de su entrevista con el general.