viernes, 22 de noviembre de 2013

TEORIA DE LA RELATIVIDAD




Caminaba a buen paso con cierta premiosidad, los hombros caídos y la cara algo contraída. A las siete y media de la mañana no era lógico que me lo encontrase por la calle Larga camino del río. Juan Jesús era de los que se acostaba tarde, a veces muy tarde, por razón de su dedicación y por ende se levantaba más tarde aún.
Juan Jesús de cuando en cuando asistía al nocturno en el que su abuela, con la que vivía, le obligaba a matricularse. Desde que sus padres se dieron esa hostia impresionante contra un árbol por hacer mientras conducían lo que no se debería hacer más que en una cama. El forense se lo dijo a su abuela con la frialdad y desapasionamiento propio del que está tratando con carne picada.
- Mire señora, yo lo siento mucho, pero la mujer se la estaba mamando al hombre y eso debió despistarle. Aún había semen en la uretra y en la boca de ella, lo mismo.
La abuela de Juan Jesús se desmayó y el muchacho con diez años pareció no entender nada, hasta que preguntando a unos y otros comprendió lo sucedido y en un rincón, de una iglesia medio derruida de las afueras, una especie de ermita, se deshizo en lágrimas de profunda pena.
Fue cuando a Juan Jesús le empezó a entrar la rebeldía y a hacer pellas. La abuela no daba abasto a ir a hablar con los tutores.
- Juan Jesús está muy levantisco, señora. Comprendemos que por lo que ha pasado no es ninguna broma, pero las primeras semanas después del accidente estaba algo taciturno pero obedecía, y es que ahora se opone a todo, por oponerse, hasta en las cosas más nimias, es rebelde.
La abuela Paula, le disculpaba como podía y luego en la casa, le reconvenía con todo el cariño que podía, pero Juan Jesús parecía que respondía de forma paradójica; cuanto más cariño ponía la abuela en el empeño, más rebelde se volvía Juan Jesús.
Al chico siempre le intrigó que placer podía encontrar su madre en chupar la polla de su padre y desde luego lo del semen no entendía bien a que se refería. Él a veces se acariciaba su sexo, le proporcionaba placer, como un estremecimiento que le dejaba sin fuerzas y nada más. Aquello le martilleaba y en sueños veía a su madre recostada en el regazo de su padre mientras éste conducía y ella se aplicaba a acariciar con su lengua el sexo, que el suponía enorme, de su padre, haciendo una extrapolación mental del suyo que no tenía mal tamaño.
Le cogió ley a aquel rincón donde regó con sus lágrimas de niño, limpias y dolorosas, la peripecia de sus padres que tan trágicamente terminó. Muchas veces se quedaba dormido soñando que su madre le llevaba de la mano al colegio como cada mañana y como los dos, padre y madre le recogían y le llevaban al parque o al cine y luego le compraban alguna chuchería. La imagen de lo que para un crío de diez años es la felicidad.
Uno de los días que estaba placidamente reviviendo en sus sueños su vida de felicidad, sintió que llovía y se despertó sobresaltado. Y no era lluvia.

- ¿Donde vas tan temprano Juan Jesús?
De acera a acera, pregunté al muchacho, ya un hombretón de veintidós, que donde iba tan temprano.
- Voy al hospital. Mi abuela se cayó ayer, limpiando la cocina y se ha partido una cadera. Solo me tiene a mí.
- Que haya alivio.
- Gracias.
Y siguió a su buen paso de sus veintidós años cuesta arriba camino del río donde debía coger el trasporte que le llevase al hospital a ver a su abuela.
Recordé entonces como le conocí y como me contó lo que yo ahora cuento.
Mientras estaba sentado contra una sabina centenaria de aledaños de la marisma pergeñando unos pocos versos que aliviasen mi torturado espíritu de libertad constreñida, por el trabajo, la familia, las relaciones y las miserias humanas, no reparé que una especie de ángel de ensortijado cabello castaño y relajado rostro triste se me acercaba. Solo cuando me ensombreció mi lugar con su figura levanté la vista y le vi resplandeciente a contraluz.
Era bellísimo. Rala barba de días, la camiseta en la mano dejando a la vista un torso digno del David de Michelangello y el vaquero suelto a las caderas insinuando un pubis del se escapaban unos cuantos vellos azabaches. Todos ello retroiluminado por un sol de atardecer componían una imagen que habría hecho descomponerse a cualquier mujer. A mi sencillamente me alegró ver una imagen tan perfecta. La belleza es un vicio adictivo, venga en el envoltorio que venga.
- Hola – le dije entornando los ojos para que el sol que se escapaba por entre sus guedejas no me deslumbrase, al tiempo que cerraba mi cuaderno y depositaba al lado el bolígrafo - ¿Qué te trae por aquí?
De naturaleza he sido siempre muy confiado. Me gusta confiar en el ser humano; “se” que el ser humano es bueno y bello de corazón por naturaleza. De vez en cuando gusta de reflejar esa belleza con pintura rojo sangre con los dedos como pinceles pero no son más que explosiones extemporáneas de una naturaleza rabiosa porque no encuentra su ideal. Soy dado a las disculpas, sobre todo si el disculpado soy yo.
- Nada, dando una vuelta, nada más. ¿Y tu que haces? Esto está muy solitario. ¿Buscas algo?
- Estoy escribiendo sin ruidos, sin alteraciones, para dejar volar la imaginación.
- ¿Se puede leer lo que escribes?
- Pero antes, tendré yo que saber con quien estoy hablando. Me suena tu cara de haberte visto antes.
- Me llamo Juan Jesús. Vivo con mi abuela, mis padres murieron en accidente…
Se quedó callado y le vi brillar una lágrima huidiza en los ojos. Apartó la cara y con la camiseta que llevaba en la mano se secó la nariz después de sorber las lágrimas que se le escapaban por no haberlas dejado rodar por sus mejillas.
- Y… - le invité a seguir con su historia.
- Nos van a cortar la luz. Mi abuela no le alcanza lo que cobra de viuda, y la indemnización que me correspondía por el accidente me la negaron por conducción temeraria.
- ¿Iba haciendo el loco tu padre…, o tu madre?
- No…, me da vergüenza decirlo
- No te lo voy a preguntar entonces. ¿Cuánto dinero es la luz?
- Sesenta euros
Saqué la cartera y le di cinco billetes de veinte. Nervioso como un quinceañero antes de dar su primer beso los cogió y los paseo de una mano a la otra, sonriendo nervioso y sin saber que hacer hasta que se los guardó en un bolsillo. Luego se sentó a mi lado.
Entonces no pudo reprimir el llanto. Le manaba mansamente de los ojos y ni se molestaba en limpiárselos. Le dejé que se desahogase esperando su efusión de agradecimiento, pero en lugar de eso ocurrió lo que nunca hubiera imaginado.
Con torpeza me colocó su mano sobre mi bragueta. Le miré interrogativo y con toda la delicadeza que pude le retiré la mano.
- ¿Porqué has hecho eso?
Empezó a llorar otra vez y se levantó de un salto.
- ¿No me has dado el dinero para que te la mame?
- No. Nunca he pagado a nadie por sexo, ni a hombre ni a mujer y te he de confesar que he tenido sexo con los dos. No voy a negar que sexualmente seas apetecible, pero así, chaval, de ninguna manera. No juzgo si ser chapero sea bueno o malo, pero yo tengo que saber previamente cuales son las intenciones y las mías para contigo no son sexuales. ¿Sabes? Yo con menos edad que tu, fui chaperito de lujo, de curas y aristócratas sobre todo, de manera que no me escandaliza lo que has querido hacer, pero la relación ha de ser consentida en todos sus aspectos. Además, estoy casado, no estaría bien. Tengo hijos de tu edad…
El chico literalmente se hundió en mi regazo, se abrazó a mi cuello llorando y diciendo “Papá, Papá”.
No voy a negar que al sentir el calor juvenil sobre mí, el cuerpo animal reaccionó, pero no me vendí al placer fácil. Le separé de mí, le di un par de besos en las mejillas, le seque las lágrimas con mis pulgares y le invité a irse a su casa a darle el dinero a su abuela.

Abrió los ojos intentando que no le entrara el agua, agua que le resbalaba por la cara y al contactar con los labios le supo salada y acre a un tiempo. Con los ojos entornados vio tres figuras cerca de él que le estaban orinando festejando la ocurrencia con grandes risotadas.
Les conocía. En el colegio le perseguían y eran especialmente crueles con él.
- JJ, a ti también te gustará mamarla como a tu madre. Y se reían de él los más mayores. Juan Jesús solo sabía apretar los dientes y llorar.
- Un poco maricón si es el chico, solo sabe llorar como las niñas – le decían los que ahora le orinaban encima.
Se intentó levantar de su rincón pero le empujaban a que siguiese sentado.
- Que aún no hemos terminado de mear, maricona.
Juan Jesús se defendía de aquella lluvia como mejor podía apartando la cabeza pero empapándose la ropa. Lloraba amargamente por la humillación y porque no sabría como explicar plausiblemente la razón de la mojada con olor tan peculiar a su abuela. Le daba vergüenza que se supiese que le habían meado, pero más vergüenza aún el que no hubiese tenido los redaños suficientes para haberse liado a golpes con aquellos tres zagalones que tan cruelmente se divertían de él.
Hasta que sucedió.
- Ya que la tenemos fuera – profirió uno de los tres verdugos – que nos la mame.
- Eso, que nos las mame, el mariconazo este; le vamos a hacer un favor, seguro que le encanta como a su madre.
Y Juan Jesús se vio de repente con un pedazo de carne en la boca que cada vez se hacía más grande y que por mor de las embestidas de su dueño le atragantaba y le provocaba arcadas. Y entonces supo a que se refería el medico aquel tan desagradable cuando le habló a su abuela Paula que se encontró semen en la boca de su madre. Era algo tibio, grumoso y de sabor desagradable, algo salado y soso al tiempo. Le provocó tal asco que vomitó todo lo que llevaba en el estomago. Como premio recibió una sonora bofetada de uno de los violadores por haberle alcanzado con el vomito en las deportivas nuevas que llevaba y la sudadera de marca. Pero no por eso los otros dos renunciaron a su ración de salacidad. La misma operación se repitió y a Juan Jesús ya no le quedaba más que echar que las babas del estomago y la garganta por la agresión de la carne dura violando su cuerpo a través de la boca.
Cuando le dejaron solo, vilipendiado y lloroso, anduvo remoloneando por las afueras del pueblo hasta que la ropa se fue secando y el estomago se le fue asentando. Llegó tarde a la casa y la abuela le reconvino.
- He estado cogiendo nidos y se me ha echado la noche encima.
- ¿Y esa peste a meaos que traes?
- Me caí a un charco, abuela, lo siento.
Por la noche, ya limpio y en la cama le ocurrió algo incomprensible. Rememoró lo sucedido en la ermita derruida y su pene reaccionó con una fiereza incomprensible. Se masturbó y por primera vez en su vida un fluido salió por donde hasta ese momento solo salía orina. Extrañado lo cató y enseguida reconoció el sabor que había sentido esa tarde de cuerpo de sus maltratadores. Se sintió mayor y se durmió pensando que el también podría mear a alguien dentro de no mucho.

- Juan Jesús, espera – me detuve y me volví levantando la voz.
El chico se detuvo y se volvió.
- Perdona, tengo prisa, pierdo el autobús de las siete y media.
- Venga, yo te llevo. No tengo nada que hacer. Es sábado.
Se dio la vuelta y echó una carrera hasta alcanzarme.
Nos dirigimos al garaje por el coche.
- Mi tía se tiene que ir a las ocho para trabajar y me tengo yo que quedar con mi abuela.
- Acompáñame al garaje.
Caminamos un trecho corto hasta el garaje de mi casa. Entramos al garaje y le invite a entrar al coche.
- Tío – me dijo algo corrido – me haces muchos favores y yo lo único que puedo ofrecerte es un poco de sexo…, y tu no quieres…, no se como agradecértelo.
- Ya tendrás ocasión Juan Jesús, de momento limítate a aceptar lo que te viene dado gratis.
- Tengo veintidós años, nos conocimos cuando yo tenía creo que dieciocho. Han sido cuatro años en que lo único que has hecho es hacerme favores y no me has dejado que corresponda. No lo entiendo, de verdad.
- Ahora calla y piensa en tu abuela, nada más.
Le dejé en la casa de su abuela. Cerró la portezuela del coche y a los dos pasos se volvió y mirando con su encantadora e inocente sonrisa, que el utilizaba creyendo que era de alguien experimentado, me citó.
- A las tres vuelve de trabajar mi tía. Lo digo por si no tiene nada que hacer y te apetece venir a recogerme y vamos al río un rato y te hago compañía mientras escribes; la verdad es que me gusta estar a tu lado, aunque sea sin hablar.
- Mmmm, bueno, tenía otros planes, pero no importa. A las tres vendré a buscarte.
Cuando tuvo la confirmación de que Sebastián iría a buscarle sintió la típica tirantez en la bragueta y un placer incomprensible le recorrió la espina dorsal desde el mismo ano.
- Te esperaré aquí en la calle.
Y se fue dando saltos de alegría, interpretó Sebastián por la forma de hacerlo.

Desde aquella tarde aciaga en la ermita en ruinas, Juan Jesús iba de vez en cuando por ver si se repetía la humillación. Desde hacía meses que había sucedido soñaba con aquella imagen y el resultado era siempre una masturbación rápida y placentera en la que echaba de menos la orina de otros tíos.
Casi siempre se quedaba con las ganas y acababa apoyado en una esquina del presbiterio en ruinas cabeza abajo y orinándose él mismo sobre su boca para acabar masturbándose dejando caer su semen en el mismo lugar.
Aquella tarde cuando se acercaba a las ruinas escuchó jadeos y se anduvo con cuidado. Dos de los imbeciles que le habían llamado maricón y le habían obligado a mamársela estaban en plena faena, besándose mientras se sobaban sus sexos con avaricia. Tenían los pantalones en el suelo y sin soltar la presa de la boca como podían pugnaban por deshacerse de esas prendas para quedar más libres para holgar.
- ¡Eh! Machitos – le habló con mucha sorna Juan Jesús – si queréis os ayudo a desnudaros y a lo mejor queréis que os mee encima.
Los dos se quedaron cortados intentándose tapar inútilmente sus desnúdeces.
Juan Jesús empezó a desnudarse él mismo con parsimonia exhibiendo unos dones más que apetecibles.
- ¿Hará un trío, digo yo?
Los otros dos no supieron que responder hasta que Juan Jesús se les acercó y le obligó sin mucha oposición a arrodillarse delante de él.
- Venga, abrir esas boquitas que tengo ganitas de mear. Ya sabéis como es, creo que lo habéis hecho alguna que otra vez.
Los dos zagalones abrieron sus bocas y cerraron los ojos esperando la rociada. Juan Jesús empezó a orinarles alternativamente las bocas y entonces ellos abrieron los ojos peleándose por el chorro que le mojaba, al tiempo que se masturbaban.
- Cómo veo que os gusta, ahora me vais a comer el culete uno y el otro la polla.
Ninguno de los dos puso la mínima objeción.
- Ya parece que nos vamos aclarando sobre quien era aquí el maricón, que yo no digo que no lo sea que me gusta una polla lo mismo que a vosotros, pero me parece que a vosotros más que gustaros, os enloquece. No se que daría algún colega del instituto por saber alguna de estas peculiaridades nuestras. Y ahora, como lo hacéis tan bien me voy a correr, con lo que vais a poder disfrutar de mi lefa, besándoos para intercambiarla de boca cuando yo haya acabado; luego podéis seguir a lo vuestro.
Cuando Juan Jesús se ordeñó en la boca de uno de ellos, el que estaba lamiendo el ano prácticamente se lanzó a la boca de su amigo a besarle y mientras Juan Jesús se vestía, ellos siguieron con sus efusiones sexuales.

Estaba pensando en aquel episodio cuando Sebastián apareció con su coche a recoger a Juan Jesús.
Nada más aparecer el coche de Sebastián, Juan Jesús sintió que las mariposas elevaban el vuelo en su estomago. Instintivamente se llevó la mano a su entrepierna. Sebastián no fue ajeno a ese detalle cuando detuvo su coche y se removió incomodo en su asiento. Por su cabeza se paso como rayo la imagen desnuda imaginada de Juan Jesús bajo la sabina, que le reclamaba sus favores. Dio un golpe en el volante negándose a semejante tropelía en el momento que el chico entraba.
- ¿Pasa algo? –preguntó.
- Nada – mintió Sebastián; y en ese momento supo que estaba perdido. No iba a ser capaz de sustraerse a los encantos del chico.
Arrancó el vehiculo en dirección a la marisma, donde por vez primera se conocieron.
- ¿Te parece que vayamos al mismo sitio donde nos conocimos? - y en la voz no pudo evitar un vestigio de estremecimiento que enlazaba con una erección explosiva que fue incapaz de coartar.
- ¿Te ocurre algo? – preguntó intrigado el chaval.
Juan Jesús ya sabía lo que pasaba; eran veintidós años pero muy intensos y ese aletear de la voz de un hombre ya lo había experimentado antes. Sabía de lo que se trataba y se felicitaba de poder, al fin, dar una satisfacción a su benefactor. Se relajó.
- ¿Tienes muchas ganas de escribir?
- Porqué lo dices
- No sé; podríamos hablar. Que me contases cosas tuyas. Tú sabes muchas mías; yo en cambio de ti no se casi nada. Me dijiste aquel día que fuiste chapero…, eso me pone cachondo sin poderlo remediar. Te he imaginado con mi edad o menos yéndote con tíos macilentos y sebosos; de asco vamos; y me da mucho morbo.
- En alguna ocasión era con la pareja. Algún personaje quería ver como se lo hacía a su mujer y luego al revés. A tu edad se tiene potencia para eso y para luego ir a buscar a tu novia y disfrutar de verdad.
- Pero…, entonces…, no lo entiendo. ¿Que te gustan a ti?
Detuvo el coche a un lado del camino de la marisma, pero no abrió la portezuela del coche. En silencio mirando en lontananza con las manos apoyadas en el volante. Juan Jesús le miraba intrigado preguntándose que estaría pasando por la cabeza de su amigo.
Hasta que pasados unos segundos eternos se giró en el asiento hacía en el chico apoyándole su mano derecha en el cuello para mantener sus líneas visuales entrelazadas.
- Te queda mucho camino por recorrer. Verás.

Sebastián siempre fue muy inquieto. Con catorce años era un zascandil, sin miedo en el amplio horizonte de su inmortalidad. Rebosaba vida y alegría por sus poros. Y también era encantadoramente inocente creyéndose ser avisado de los peligros de la vida. Tenía habilidad para engatusar a las muchachas contándoles chascarrillos y haciéndolas sonreír, ganándose alguna que otra sonora bofetada, porque en esos tiempos era lo que se estilaba, que las muchachas afirmasen su decencia hostiando a aquel que más les gustaba, no llegase a oídos de su madre o tíos que sonreía ante las ocurrencias del primer zagal que se cruzaba con ella en el paseo. Empezó a pasearse con una chica de su edad, que de primeras le cruzó la cara tras el primer requiebro, y gustaba de invitarle a altramuces cuando nadie se percataba. Poco a poco, con el paso de los meses fueron retirándose de las miradas indiscretas de propios y extraños hasta que encaminaron sus pasos, como por casualidad hasta cabe una sabina centenaria en la marisma. Era primavera avanzada y la calidez del levante bajeando tuvo la virtud de derribar alguna que otra barrera. La tersura de la piel de la chica y la perentoria necesidad de Sebastián por esparcir semilla hicieron el resto. Con los senos turgentes pidiendo contacto, los jadeos anhelantes de fusión impregnando el aire que se los llevaba a otros sitios se acercó otra pareja buscando intimidad. Una pisada, un crujir de rama y ya estaba la chica vestida y corriendo al pueblo despavorida y Sebastián desorbitando los ojos e intentando aliviarse como bien pudiera con la mala suerte de que la pareja se presentó y frustró la llegada a meta del chico, que como una liebre salió a escape.
- Ya se lo voy a decir a tu madre Sebastián, que tienes muy poca vergüenza – le gritó la recién llegada que ya se desnudaba nerviosa para abrir su puerta y que su novio entrase a tomar un refrigerio.
Al llegar a casa, se encontró un alboroto en su puerta que le extrañó. No podía ser que se supiese lo suyo tan pronto. Quiso entrar, pero no le dejaron. Salió Don Felipe, el cura ensotanado a su encuentro que echándole la mano por el hombro se lo llevó calle adelante dándole cobijo y animo. El cura era un tipo menudo y nervioso más o menos de la altura de Sebastián. De cuando en cuando le atraía hacía el y le besaba en el cuello.
- La vida es así de cruel, Sebastián, hijo. Quien podía imaginar que una persona tan fuerte, con tanta vitalidad le iba a ocurrir algo parecido.
- Pero que ha pasado D. Felipe
- Hay que ser fuerte en momentos como este hijo.
En estas estaban ya llegando a la ermita del pueblo.
- Vamos a entrar a rezar por tu padre, porque esté en la gloria
Sebastián retembló entre los brazos del cura y se le aflojaron los nervios. Las lágrimas pugnaban por aflorar pero solo conseguían hacer arder los ojos. Con rabia se los restregó y de forma abrupta preguntó:
- ¿Que le ha pasado a mi padre?
- Una desgracia hijo, una desgracia. Estaba tan sano…
Sin poder remediarlo se refugió en el regazo de la sotana y D. Felipe le acunó estrechándole fuerte. Los cuerpos se dieron calor y la calentura que Sebastián arrastraba no quiso saber nada de duelos. Al contacto calido de otro cuerpo el suyo reaccionó como resorte. El cura sintió el ímpetu juvenil e invadió el espacio mas delicado con su muslo; el chiquillo reaccionó instintivamente pero la persona mayor que era le sujetó y acarició suavemente hasta derrumbar las defensas ya de por si débiles. Luego la mano nervuda que consagraba cada día se acercó a santificar la carne, el roce fue agradable y Sebastián se dejo hacer.
En un rincón de la ermita el cura con la boca terminó lo que debería haberse concluido bajo la sabina centenaria. Sebastián horrorizado por lo que acaba de ocurrir quiso escapar pero fue detenido.
- Espera zagal. No vayas a soltar la lengua; perjudicaría a tu madre que ahora está viuda y no tiene defensa. A ti sin embargo te conviene. Se echó mano a la cartera y sacó un billete grande, que a Sebastián pareciole una fortuna.
- Venga, no seas más tonto y guárdatelo. Y ya sabes, cada vez que quieras un billete de estos vienes en mi busca.
Sebastián a partir de ese momento dejó de frecuentar la iglesia para frecuentar la sacristía, recoger su cosecha e ir en busca de su novia a la que agasajar.
- ¿De donde sacas tanto dinero Sebastián? – preguntaba la inocente escamada.
- Mi padre tenía un seguro de accidente muy bueno y no preguntes más que no me es fácil recordar de donde sale este dinero.
Con dieciocho años y ya baqueteado en determinadas artes Sebastián fue a la ciudad a trabajar en la imprenta de un primo de su madre.
- Aprenderás el oficio y de paso te administrarás y sabrás lo que es la vida.
El dinero que su primo le daba, apenas le llegaba para comer y pagarse una cama en una pensión de mala muerte.
- Sebastián – le dijo su primo – ve a casa del Marques y le llevas esas tarjetas y los tarjetones de invitación. Y ligero, que las está esperando.
El Marqués ya había estado en la imprenta y le había podido ver desde lejos; de mediana estatura, delgado, altivo de gesto y modales refinados. Tendría unos sesenta años y lo que no sabía Sebastián es que él tampoco había pasado desapercibido para el Marqués.
Llamó a la campana de la cancela del palacete donde debería entregar la mercancía y un mayordomo ataviado de librea acudió para franquear la entrada. Sebastián sin dar un paso alargó el envoltorio dispuesto a regresar a la imprenta pero no contaba con lo que venía a continuación.
- No – rechazó el paquete el atildado mayordomo- el señor Marqués insiste en que se le entregue personalmente. Sígueme y límpiate bien esos zapatos antes de pisar las alfombras.
Sebastián no conocía la sensación de hundirse en la lana al caminar y perdía el equilibrio dando traspiés, por lo que el mayordomo le llamó la atención un par de veces de forma hosca. Finalmente le entraron en una habitación pequeña decorada con una chimenea, las paredes cubiertas de lienzos y más alfombras. Había un sofá raro, para lo que era la experiencia de Sebastián, al que le faltaba uno de los brazos, parecía más bien, pensó, una cama con respaldo; una mesa de delgadas patas y tapizada de cuero verde y una lámpara de sobremesa de cristal verde igualmente.
- El señor le recibirá en breve – le anunció de forma desapasionada el mayordomo –
Cuando salía le escuchó mascullar algo de una colección y otra pieza más pero no supo bien a que se refería, allí había infinidad de objetos que parecían raros y caros.
- De manera que tu eres Sebastián – entró por otra puerta el Marqués envuelto en un batín de brocado de seda color canela y chinelas igualmente de seda.
- Este es su encargo – y le alcanzó el paquete que traía.
El Marqués lo recogió y lo dejó sin mirarlo sobre la mesa e invitó a Sebastián a sentarse junto a él en la cheslón, que así le dijo que era el nombre del sillón tan raro. El chico estaba cohibido por el ambiente y los modales de aquel hombre.
- ¿Tu fumas, Sebastián? – le ofreció una caja de plata que abrió delante de él llena de cigarrillos.
- Si, si fumo, pero ahora, déjelo…
- Insisto; quiero que te sientas cómodo.
Sebastián cogió un cigarrillo y el Marqués le dio fuego con un mechero de sobre mesa dorado.
- Me he informado de ti, Sebastián. Don Felipe es buen amigo mío. Estás en la imprenta del primo de tu madre porque así me lo pidió Don Felipe. Me dijo que eras honrado, decente y comprensivo con las debilidades humanas.
- ¿Eres realmente comprensivo, Sebastián?
De inmediato a Sebastián se le vino a la cabeza la esquina oscura de la ermita y su efusión tan placentera y al tiempo tan culpable que tuvo con el cura.
- Verá usted, señor, con ciertas cosas…, yo tengo una novia en el pueblo que yo respeto – el Marqués levantó la mano deteniéndole.
- Mira, hijo, no hay persona que yo más respete que a mi señora, la Marquesa, que precisamente se encuentra en San Sebastián visitando una hermana enferma – y al tiempo que lo decía se aflojaba la lazada del batín – y no espero que venga hasta el mes que viene – volvió a aflojar del todo la lazada que cayó desfallecida a ambos lados dejando resbalar los pechos del batín y enseñando un cuerpo velludo de piel blanca.
Sebastián tragó saliva y se puso en pie.
- Yo ya me tengo que marchar – dijo algo atolondrado.
- Tu te tendrás que marchar cuando yo diga que te tienes que marchar – le cambió el tono de voz al Marques al tiempo que se despojaba del todo del batín quedando completamente desnudo y cambiando el tono otra vez a algo más calido – venga dime, que te parece esto – e hizo pose de pasarela.
- Yo…, no sabría que decir – y sin proponérselo ni darse cuenta de lo que hacía comenzó a masajearse la bragueta – yo señor quisiera irme…
El Marqués en ese momento de un golpe certero le sujeto con su mano los genitales comprobando que tenían cierta consistencia.
- Yo se, que no te quieres ir – le susurró acercándole la boca al cuello y mordisqueándolo – es más, me jugaría mi fortuna a que estás deseando desnudarte ahora mismo – y comenzó a manipularle el cinturón del pantalón.
El chico sintió, a su pesar que su sexo tomaba tamaño y dureza, comenzó a jadear de excitación y se entregó.

Cuando salió de aquel palacete con el encargo de que regresase tantas veces como quisiera llevaba en el bolsillo el equivalente a seis sueldos mensuales y llegó corriendo a la imprenta dando saltos de alegría.
- Mucho has tardado tú, rapaz – le amonesto el primo – ¿no habrás hecho ningún desavío?
Sebastián agachó la cabeza, negó sin abrir la boca y terminó la tarea del día.
Esa noche se fue a tugurio de hembras de primera clase, escogió la más bonita y amaneció en su pensión con dolor de cabeza y tres sueldos menos en el bolsillo.

- Después de aquel día en el palacete del Marqués comprendí que podía hacerme con un pequeño capital a poco que fuese inteligente y me dejase querer. La verdad es que a mis dieciocho años lo menos que me podía apetecer era cogerle el sexo a un tío, pero…, en esta vida todos de una forma u otra nos vendemos a algo con tal de obtener nuestra meta, y la mía era volver al pueblo, casarme con Elvira y poner un negocio. Me prostituí, si, lo hice. Y veo que vas por el mismo camino, del que yo no te voy a apartar. Yo me dejé hacer, aunque no era lo que más me gustaba, aunque tampoco me era vomitivo. Quizá para ti sea lo más deseable, quizá no. La decisión es tuya.
Yo no soy ningún ángel, porque estando ya casado he tenido mis devaneos con otros hombres; que porqué, no sabría decirte, quiero a mi mujer y por nada la dejaría, pero el sexo es como es, egoísta, solo quiere su satisfacción, se la das y te deja en paz.
- Entonces a ti no te gustan los hombres – preguntó medio escandalizado Juan Jesús – lo hacías por dinero, eras como una puta.
- Si prefieres verlo así, de acuerdo. Pero tu querías hacerme una felación nada más conocerme en pago por un supuesto servicio que yo te hacia a ti. Todos somos putas, todos somos santos. Humanos en suma. Márcate una meta y lánzate a ella; quizá tengas que tomar algún atajo o dar algún rodeo, quizá detenerte durante un tiempo o cabalgar a lomos del tigre, pero sin perder de vista nunca tu destino. Y si no lo alcanzas al menos habrás luchado y te habrás divertido haciéndolo. No creas que en una humillación se acaba la vida o en un triunfo ya no se descabalga de la cresta de la ola. La vida es un ir y venir y nadie es más que nadie, solo un nadie es distinto de otro nadie, y todos contingentes y enfrentados a multitud de necesidades.
- Sebastián, no quiero pagarte con una felación. Deseo hacerte una felación. Disfrutaré haciéndote una felación.
- Juan Jesús, si me hicieses esa felación que tanto deseas, de alguna manera quedaríamos enlazados. Tú me gustas como objeto sexual y yo te soy grato porque represento la figura del padre que se te fue. Nos haríamos un flaco favor si nos enzarzáramos en una relación de piel a piel. Vamos a seguir…
Juan Jesús selló los labios de Sebastián con los suyos en un beso profundo que Sebastián acepto el tiempo que consideró oportuno para satisfacer los impulsos de Juan Jesús, luego lo apartó suavemente.
- Te agradezco tu interés, pero créeme, quiero tenerte de amigo, no de amante. Mantengámonos como hasta ahora; yo seré tu mentor y en mí siempre encontrarás apoyo. Ahora ya podemos marcharnos.
Mientras se alejaban de aquella sabina centenaria Sebastián pensó en como se habría desarrollado la vida de no haberles sorprendido aquella primera vez y no hubiese muerto su padre, pero no estaba quejoso de la vida; saberse capaz de tanto malo y tanto bueno, le permitía tomar en consideración todas las debilidades humanas y no creerse más que nadie, pudiendo mantenerse delante de cualquiera con serenidad.
Juan Jesús miraba a Sebastián mientras se alejaban de la sabina preguntándose si alguna vez él podría llegar a ser alguien tan correcto, tan perfecto, ten imitable y entonces supo que nunca tendría sexo con él.









viernes, 19 de julio de 2013

CHAPERO




Carne culpable
Viejo a los dieciséis
Almirante arriba
Almirante abajo
Buscando trabajo.
El coche que para,
Puerta en el Gijón
A ver quien repara
En la mercancía.

El taxista, chista
Cierras de un golpe
Ajustas el precio,
“Un todo completo”
“La boca y el culo”
Y sientes la mano
Ornada de anillos
Que insta el misterio
Mano nerviosa
Regordeta,
Blanca,
Pastosa,
Que hurga
Violenta hasta
Dar con el premio
Que paga,
Y lleva la mano a la daga.

La nausea aparece
Y sin mirar siquiera,
La mano inocente
De carne de reo,
Busca en la mierda
Hasta encontrar
El cadáver
Que sale, y suspira
Su dueño
Esperando que crezca
El puñal de carne
Con que asesinar
El cuerpo viejo del niño
Que palpa y valora
Cuando llegará la hora,
Detrás de qué tapia,
Cama chirriante,
O picadero prestado
Se consumará el trato:
Que aunque se lo niegue
Le excita
Y le sabe a aventura
De hombre,
Vértigo agudo,
Mariposas volando,
En cuerpo crecido
Con sexo de adulto
Y olor a colegio.
Y piensa el dinero
Que al día siguiente
Gastará en ropa
Invitando amigos,
O regalando perfume
A la chica
De los calcetines,
Que tanto le gusta
Y le sonríe ajena
A esta faena
Que el niño prepara
Cada noche fría
Paseando,
Almirante abajo
Almirante arriba.

El taxi se para
El maricón le paga
Y llevado del codo
El niño al infierno
Con el pensamiento
En el dolor
Que el puñal
Le proporcionara,
Aunque primero
Mamar, y eso
Es lo que peor lleva
Aunque siempre supera
Porque prefiere
La puñalada violenta
A la nausea
Que sube
Cuando la daga le llega
Hasta la garganta
Y se da la vuelta
Esperando,
Temiéndole al toro
Que le empitone urgente
Y le haga rasgar
La manta al morder
Hasta que el que paga
Acaba.
Y siente el asco profundo
De sentir
En los muslos
Resbalar fluidos inmundos
Que huelen a muerte
Y hacen llorar
De rabia y de pena
A un niño
Que es viejo
Y todo se olvida
Cuando el maricón
Satisfecho
Le da los billetes
Se viste,
Se va y le dice
Hasta la siguiente.

domingo, 14 de julio de 2013

CALOR, HUMEDAD, SEXO.




Me pone esta humedad
El calor excita mi sexo
Y el dolor de pezones me obceca.

No puedo soportar la erección
El cuerpo entero me quema
Deseo sexo sin cauce.

Me tengo que despojar
De la ropa que se pega
A cada pliegue del cuerpo.

La desnudez más me excita
Pensarlo…, quizá ejecutarlo,
Sentir resbalar el sudor por el pene.

Me gotea el glande excitado
Me arde la fosa navicular
Y Litre chorrea.

Hace calor asfixiante
El sol me arde en la espalda
Y los testes me cuelgan.

Siento el ano mojado
Desearía penetrar y ser penetrado
Mojar y ser otra vez mojado

Mi cuerpo desnudo, acalorado
Desea ser tocado, amasado
Poseído, usado y dejado.

Necesito otro cuerpo sudoso
Contra el que poder resbalar
Que se desee penetrar.

Todo mi cuerpo es sexo
Toda mi piel me orgasma
Todo mi cerebro es pene.

Cuando desfallecido me duermo
Sueño que solo hay sexo
Duermo hecho placer

Me despierto lujurioso
Deseando volver a ser piel
Contra otra piel que me goce.

El goce de ser desnudo
No estarlo, serlo
Poderse entregar entero.

sábado, 22 de junio de 2013

ALAS DE ÁNGEL




Que fue de tus caricias…
Alas de ángel
Rozando mi sexo dócil
Entregado a tu antojo
Sutiles plumas,
Suaves,
Sencillas caricias de amor.

¿Dónde dejaste esas alas?
¿En que lugar…?
… No hubo lugar, lo se.
Solo encuentros,
Oscuros encuentros
Clandestinos,
La sangre nos hervía;
Tus dedos me abrasaban
Rozando
Provocando “el escalofrío”.

Pero ya no…
… años han sido de Guadiana,
Siempre resurgiendo,
Siempre empapando de ternura,
Nuestra mirada,
Nuestro olor,
El deseo,
La fiebre de tocarnos…
¿Qué nos ha pasado?

Ahora, ayer mismo,
Fue una posesión brutal
¿Deseabas lastimarme?
…..
Me niego a creerlo
Se que me quieres.
Te he visto…
Te he sentido,
Tu mano en mi mano,
El roce de piernas
Levísimo,
Suficiente para explicarnos
Lo inexplicable;
Que me miraste sonriente
Hace, ¿Cuánto?
Doce años o trece, da igual
Y me enamoraste.
¿Te enamoré?
No dijiste más que un:
“Vamos”
Y empezó todo.
Cuando estalló el Armagedón
Me negaste
Lo acepté, eras joven
Demasiado,
Y empezaron a faltarte esas alas
Cada vez acariciabas menos
Cada nueva vez era más carnal
Menos Adagio
Más tormentoso
Olvidable
Despreciable,
Hasta ayer,
Intolerable.

Tú, amor,
Siempre lo serás para mí,
No lo vas a saber,
Pero fue la última vez,
No hay próxima
No va a haber más
… ¡Y me duele!
Me escuece no olerte
No sentir tu calor
Ni lamer tu sexo
Ni ofrecerte mi cuerpo…

Pero sexo, solo sexo,
En cualquier lado,
Cualquier esquina
Como perra en celo.
Nadie tendrá Alas de Ángel
Porque tú ya no las tienes,
Nadie acariciará
Porque tú ya no acaricias,
La caricia, sin tu caricia
Es solo una pesadilla, Juan
Solo una pesadilla.


jueves, 13 de junio de 2013

GROSERO, ARRABALERO, CRUDO, PERO REAL.




Ya me he masturbado otra vez
Y no han dado ni las tres
Agotado de excitar,
No me quedan imágenes para usar.

Me he hartado de llamar gente
Puta gente incondicional,
Eso dicen los cabrones,
Pero si se trata de echar una mano
No se acuerdan de nada
Ni de aquella vez que les salve del marrón
Ni de cuando les cubrí el culo
A costa de poner el mío
Y que me jodieran en el zulo
Que aún me duelen las heridas,
Pero las del corazón son peores,
Esas no cierran más que en la tumba.

A Carmencita, la muy zorra
Si no es con doscientos euros
No la mueves del sofá,
Los realitis son más cachondos
Que un tío de acariciar.
Y no es que sea puta
De esas de las de cobrar
Solo lo hace por ver
Si tienes gran interés,
Pero con  el de amarillo se queda
Y luego la muy hortera
Se larga al corte ingles.

¿Y Fernando el maricón?
¿Habré sacado la cara por él en el curro?
Se que la mama muy bien
Y me habría hecho el avío
Pero el muy cerdo es ahora casto
Que desde que se caso con su tronco
No quiere saber nada de  pollas
Cuando en las vacaciones de Agosto
Solo sabía follar entre  dunas
Con el primer macho que hubiese
Buscando un culo caliente.

De Angelita ya ni hablo
La muy tonta va pa monja
Que se conoce que prefiere una torta
Antes que un buen alfajor
Aunque siempre le vi formas
Con esa manía suya de abrazarme por la espalda
Y quejándose muy seria
De que le faltaba algo
Que no sabía explicar
Cuando yo sabía que era una polla
Lo que tanto echaba en falta
Y yo me congratulaba
De que no la pudiera tener
Que de haberla conseguido
Me la habría metido
Sin yo saber que poder hacer.

Y así podría seguir hablando de mis amigos
¿Amigos?
¡Joder, que amigos!
Vaya ganado que tengo
Más vale que queme la agenda
Y me haga la cuarta paja,
Luego me quede dormido
Y sueñe que soy eunuco
En medio de un harén de huríes
Que al menos los ojos disfrutarán
Sin tenerme que preocupar
Que nadie más me alivie
Porque me voy a secar
Como siga masturbándome,
De tanto como me la voy a pelar.


jueves, 6 de junio de 2013

SEXO ORAL




Sombra amenazadora.
Cierras los ojos,
Temblando
Aceptas sereno;
El rojo diablo
Enojado
Baboso,
Embolo de acero templado
Al rojo blanco,
Fuerza de un Ursus.

Entra ciego,
Irrumpe alocado
Hasta dentro de tu casa,
Acogedora, deseosa,
No importa la nausea,
Menos la asfixia real.
Se funde dolor y placer
En el crisol de la angustia ansiosa,
Horno de deseo infinito.

Orada como punta de bidia
Entre gritos inquietantes,
Agónicos.
Excitantes, lúbricos
Turgentes;
Escupiendo,
Vomitando lubricante,
Embriagador,
Alcohol,
Droga dura
Que no emborracha,
Aturde,
Hace perder la razón
A quien lo bebe,
Lo consume, ávido.

Privilegio de unos pocos,
Ambrosia de algún dios,
Su color es tu premio,
Su sabor, salario
De la sinrazón
A chorros de lava ardiente
Te deshaces,
Surtidor que todos desean,
Imagen envidiosa
De la carne más preciosa,
Que más que alimentar
Ofrece inmortalidad.

martes, 4 de junio de 2013

TODO ES PLACER SI HAY AMOR.




Retuerce desesperada
Tu torso sudoroso
Cuando ves que voy a saco
Asaltando tú deseo
Y te robo la pasión
Atesorada por días,
Semanas quizá,
Esperando,
Añorando,
Musitando la súplica
De mi tensión
Que te niego por tortura,
Escuchando tú jadeo,
Tú babeo,
Deseando te deshagas
En dolor;
Placer exquisito
Conocido,
Deseado,
Aceptado,
Sumisa como sabes
Me conoces…, me enloquece;
A mis pies te deseo,
Toda saliva espesa
Toda lisura
Para mi lisura
Para poder conocerte dentro
Regalarte tu cuerpo
Enrojecido de ceguera
De mi zumo
Guardado con avaricia
Para que tú me lo custodies
Saborees
Disfrutes
Y me devuelvas
En un beso infinito
Para que seamos uno
Sin secretos
Sin esperas
Con el placer que solo da
El sexo con amor.


martes, 21 de mayo de 2013

SEXO SIN AMOR. ¿SOLO SEXO?




Soy nebulosa,
Indefinida espuma,
Recuerdo ingrato en tu mente,
Memoria brumosa,
Durmiente…

Hasta que la lascivia
Te ahoga,
Siega tu garganta,
La seca,
Te ciega…
Olvidas esos senos
Que te marean,
Las caderas de azúcar y jazmin
Con que juegas
A la danza del amor,
Y solo es el sexo bestial,
Sexo de hombre curtido,
Vigilante,
Aguerrido,
El que te llena,
Te abisma en vértigo de deseo,
Te hace perder la conciencia
Y te saca el animal.

… y me buscas…,
Solo entonces me buscas,
Mientras espero siglos,
Buscas otro animal…
Uno que crees tan domado
Que siempre dominarás.

… para luchar y vivir
El goce de hacer sufrir…

…y me encuentras
Siempre me encuentras
… a mi pesar,
Desatado, lujurioso
Y entregado…

Me sacas de mi burguesa paz
Y me recuerdas
Que el amor es otra cosa…
Que el sexo entre hombres,
Es mucho más.
Con el que tú me sojuzgas,
Con mano dura,
Sin remilgos
Ni fronteras…

Dejas mi cuerpo deshecho…
Satisfecho,
Sabiendo que olvidarás;
Y volverás
A tu vida,
A tus mujeres,
Solaz de cuerpo de foto,
Cuerpo en el que ahogar
Cada vez que se te ocurra
Que me tienes que buscar.

… yo vuelvo a mi vida gris
Sin dejar de recordar
Como tu cuerpo fue mío
Aunque creíste abusar
Cuando llamaste,
Ordenando
Que yo te fuese a buscar.


jueves, 9 de mayo de 2013

CANIBAL




Hiéreme,
Desátame la sangre
Sangre negra de tu ausencia.
Abrásame con tu desprecio
Despelléjame con la mirada,
Pero átame a tu vida,
Posee mi libertad
Y asfíxiame con un beso.
Encadena mi voluntad,
Cándala a tu capricho,
Deja que me llueva tu presencia,
Arrópame con tu sombra.
Castiga mi soberbia
Enciérrame por quererte
En la cárcel de tu olvido
Y entrégame como esclavo;
Tu posesión es mi bálsamo
Y tu voluntad mi destino.

No me ames,
No soy digno
Pero deja que me de vértigo
Que me revuelva el estomago,
Que tirite en tu presencia
Cuando vengas a exigir.

Se mi amo,
Seré tu perro fiel;
No me eches de tu lado...
Gustaré el sabor de tu sangre
Te comulgaré la carne
Y entonces
Vivirás eternamente en mi.

lunes, 29 de abril de 2013

CRUDO, TRISTE Y SUCIO



Como una puta airada,
Un chapero indignado
Limpiándose la leche del culo
Con el primer papel abandonado.
La zorra se mira su agujero
Para saber si puede seguir
O tiene que darse al desespero.

Espera el cliente ansioso
Follarse al uno o al otro
Da igual lo que se joda,
Con tal que esté caliente y lata;
El intachable padre de familia
Se abre su bragueta
Y casi sin sacarse la polla
Sin culpa ni dolo
Le da igual que sea el maricón solo
O que la puta quiera
Quizá ser la primera,
Para cobrar antes que el otro
La soldada de la carne
Para dar de comer a su prole.
Y eso ya legitima su faena
El maricón solo folla por el vicio
Aunque cobre como ella la pasta
Para gastársela en el bingo,
Junto a la puta fina
Con su caballo blanco,
El cura julandrón y el monaguillo
O el ama de casa que se paso por el empeño
Y ya juega sin los anillos

Porque su marido no llega…
Y el marido es el que espera
Al maricón o la rabiza,
Tanto da,
Se cobran además de la lana
La leche cuando les viene en gana
Por la boca o por el culo,
Eso, lo saben los dos
Depende de la manteca
Que el cabrito les endilgue
Y lo seguro y sutil que se sienta

Ahí quedan la maricona y la puta
Dando caladas de muerte
Al poper que les dejó el pagano
Que ahora que se ha corrido
Piensa que a lo mejor la mano
No le hubiera pedido guita,
La que era para el regalo
Del cumple donde le espera
Disgustado el pequeño de su enano.

sábado, 27 de abril de 2013

ROBERTO XVIII




L O S    C A Ñ O S  (ESPAÑA)

El avión, un 737, aterrizó en Sevilla pasadas las diecinueve horas. Habían cazado un KLM business que salía de Bruselas, lo más cercano a Lovaina, a veintisiete kilómetros, que les llevó menos de media hora llegar en un taxi. Cogieron el vuelo casi en marcha pero llegaron con bien al sur de España. A Corina le sorprendió la buena temperatura a pesar de las fechas.
- A estas alturas en Washington tiene que estar nevando
- Si, en Washington - le dijo Roberto orgulloso de su tierra – pero esto es España y para más INRI Andalucía. Aquí alguna vez hace algo de fresco pero lo habitual es que haga bueno.
Se dirigieron a un  mostrador de Rent-a-car  para alquilar un coche que le llevase hasta Zahara a casa del padre de Roberto.
- Pero no puede ser – un chica de unos veinticinco años se dolía contrariada con un marcado acento de Boston – mi padre me dijo que en este mostrador tendría un coche para mí. ¿Qué hago yo ahora en esta ciudad?, no conozco a nadie. Mi teléfono aquí aún no funciona y no puedo llamar ni al consulado. Mi equipaje me lo han extraviado y viene en otro vuelo, solo tengo una American Express pero sin  identidad que venía en mi equipaje. Pasaporte y American Express, ¿Qué hago, si ustedes no me admiten esta tarjeta?
- Perdone, quiero alquilar un vehiculo, alta gama por favor – dijo Roberto educadamente.
- No, perdone no, - contestó irritada la chica que por momentos se ponía más histérica – estaba yo antes y tengo que resolver este asunto.
- Quizá yo pueda ayudarla – contestó educadamente Roberto en perfecto ingles de Boston – si me explica que le sucede.
- ¡Ah!, gracias a dios un americano.
- No se confunda señorita – español, de Madrid, pero vivo en Cádiz y estudio en Yale. Le presento a Corina mi novia, Corina Taylor, hija del senador Taylor, habrá oído usted hablar de él.
- ¿Cómo no? Perdone, yo soy Lisa Tempelhof, como el aeropuerto de Berlín. Mi abuelo estuvo allí en la ocupación y se caso con una alemana, que insistió que yo me llamase como su padre, mi bisabuelo, de ahí el nombre. Voy para Tarifo…
- Será Tarifa – dijo sonriente Roberto haciéndose de inmediato con la voluntad de Lisa.
- Tarifa – y soltó una carcajada distendida de por fin ser escuchada por alguien – pero tengo todos mis papeles menos pasaporte y la American en mi equipaje que como siempre han equivocado de vuelo. Mi padre me dijo que tendría en este mostrador un coche a mi disposición pero no saben nada de Tempelhof ni de mí.
- Nosotros vamos a Zahara que está a pocos kilómetros de Tarifa, es más, te llevamos a Tarifa, que además a Corina le encantará. Así que si quieres ya tienes transporte.
Roberto alquiló con su visa sin límite un Q7 y se dispusieron a viajar.
- En realidad creo que no es Tarifa como tal. Mis amigos están en una caravana, haciendo kate en una playa cercana pero no recuerdo…
- Valdevaqueros – contestó sin inmutarse Roberto. Es una pasada esa playa, posiblemente la única virgen que queda en Europa, con una duna que es patrimonio de la humanidad. Tus amigos no son tontos. Si hace buen día – se dirigía a Corina ahora – habrá más de doscientas velas en el aire, cada una de un color componiendo un ballet irrepetible, llegando a parecer imposible que no se les enreden los tirantes de las velas a unos con otros con la cantidad de piruetas que hacen y lo alto que son capaces de subir. - Mis amigos vienen de Bali de hacer surf y me dijeron por teléfono que no había color en cuanto a emoción entre el surf y el kate-surfing.
- Bueno, te dejamos en Valdevaqueros y así a la vuelta le enseño a Corina las ruinas de Baelo Claudia en Bolonia.
- Tu estás loco Roberto – le dijo con cara de extrañeza Corina - ¿A Italia vamos a ir ahora, en coche?, por dios venimos de Bélgica.
- Noooo – fue condescendiente Roberto – Bolonia es una playa virgen que en tiempo de los romanos poseía una industria pesquera de renombre en todo el imperio romano por fabricar el mejor “garum” del imperio – y sin dejarles a las dos preguntar continuó – el garum es una salsa con fortísimo olor y sabor a salazón de pescado que se hacía con las vísceras de los atunes que se cogían a su paso por el estrecho. En Roma alcanzaba altísimo precio. Aquel garum, hoy nos haría vomitar, olía a pescado podrido. Actualmente se fabrica una variedad más comestible y adecuada a nuestro paladar que se sirve en algún restaurante de renombre.
- ¡Que asco! - Dijo lisa.
- Te doy toda la razón - le contestó Corina.
Cuando abordaron el coche, Corina se sentó en la parte de atrás con Lisa.
- Así llevamos chofer – rio con ganas – y charlamos de cosas de mujeres.

Antes de que pudieran darse cuenta estaban dejando a la derecha a Jerez de la Frontera.
- Aquí hay un circuito de velocidad en el que se celebran pruebas del campeonato de Fórmula Uno y de motociclismo. Es famoso – apostillo Roberto.
- Si -dijo Lisa - yo lo he escuchado
Roberto notó en la voz de Lisa como un desfallecimiento.
- Yo no tenía ni idea – contestó Corina – yo conozco Indi, Daytona y poco más.
Y Roberto volvió a notar un deje en la voz de Corina que no le terminaba de ser desconocido. Hurgó en su memoria y recordó que era el mismo timbre de voz que demostró cuando en Yale se lo hicieron su hermano y él con ella. Se puso en guardia porque de repente ajustó el retrovisor y solo vió la cabeza de Lisa; la cabeza de Corina había desaparecido.
- Ya – murmuró Roberto – vosotros los yankis tan provincianos siempre.
- ¿Cómo? – preguntó como dando la sensación de que no estaba en lo que estaba Corina.
- Nada cariño, bobadas mías.
Roberto, puso el intermitente a la derecha y se apartó por una desviación fuera del arcén. Las dos chicas no se dieron ni cuenta. Lisa tenía los ojos cerrados y la cabeza de Corina se perdía entre las piernas de la chica.
- Vaya, vaya, vaya – Roberto se había dado la vuelta y contemplaba el espectáculo de su novia lamiendo el sexo de su eventual amiga.
- No te cortes – levantó la cabeza Corina – vente aquí detrás con nosotras y juguemos un poco.
- Bueno chicas, seguir follando ustedes, yo tengo ganas de llegar a casa cuanto antes y para Valdevaqueros, nos queda unos kilómetros. Lo que voy a hacer es que como es tarde, nos pasamos por casa, pasamos la noche allí y mañana temprano llevamos a Lisa a Tarifa. Seguir follando que yo voy a conducir.
Las chicas ya sabiendo que su chofer estaba al tanto de sus manejos, no se cortaron en cuanto a gemidos y protestas gozosas de los mordisquitos y pellizcos que se daban hasta que pasado un rato las dos casi al unísono elevaron el tono de sus gemidos hasta que chillando se corrieron quedándose dormidas las dos, una encima de la otra. Roberto se acarició su sexo que estaba siendo estimulado convenientemente por la audición del encuentro entre las chicas, pero siguió conduciendo, algo cansado ya. Conectó su iPod al coche y la música de Supertramp retumbó en todo el coche. Las chicas se despertaron y protestaron.
- No os quejéis, que en casa mi padre os va a dar la vara con Bartok. Irse adecentando, que estáis hechas unas perras, que ya llegamos al cruce de Barbáte. En un cuarto de hora en casa.
Al salir de Zahara y enfilar la carretera que conduce a la urbanización de los alemanes un todo terreno les dio el alto.
- ¿Dónde van ustedes? – preguntó desabrido un guardia de seguridad.
- ¿Y quién coño son ustedes? - Preguntó muy seguro de si mismo Roberto – para detenernos en una carretera sin pertenecer a las fuerzas de seguridad.
- Seguridad de la Urbanización. Por esta carretera solo se llega a la urbanización por tanto tenemos que preguntar. Este vehiculo no lo tenemos registrado y nuestra obligación es detenerle y dar parte a la Guardia Civil si no nos convencen de su destino.
- De acuerdo – concilió Roberto – vamos a casa de mi padre. Alejandro Altamirano, el médico, arquitecto que vive allá en lo alto casi en un palomar.
El guardia y su compañero se echaron a reír y el perro que llevaban ladró al escuchar a sus guardas reír.
Roberto puso cara de interrogación levantando las manos del volante de su Q7.
- Buena gente su padre – dijo el guardia
- Sobre todo a cuatro patas – y se le cortó la frase por una carcajada al guardia que le dio la replica.
- ¡Ah! Ya se quienes sois – contestó desafiante Roberto – me contó mi padre lo buenas piezas que sois. Esta noche no quiero veros por casa. Voy con mi novia y una amiga y vamos a tener suficiente. De todas formas si os necesitamos, o a vuestra mascota damos un toque.
- ¿Es que el perrito tiene  habilidades? – preguntó sugerente Corina.
- No tenéis más que llamarnos luego – contestó el guardia.
Roberto arrancó camino de su casa dejando atrás los guardias que por el retrovisor se les veía frotarse sus braguetas.

Llegaron a la casa dejando el Q7 aparcado en la calle. Se dirigieron a la puerta mientras Roberto  buscaba las llaves.
- ¡Joder!, me las he dejado en el coche – encaminándose al coche a buscarlas.
En ese momento se abrió la cancela de la casa. Alejandro vio a las dos chicas pero no vio a Roberto que estaba ya en el coche.
- Y vosotras dos ¿Quiénes sois?
Corina intentaba explicarse cuando llegó Roberto.
- ¡Papa! Ya venía yo con las llaves.
- He escuchado un ruido de motor extraño y he salido a ver. Ha habido robos, ¿sabes?, y hay que estar con mil ojos.
- Mira papa, te presento a Corina y esta es Lisa, una chica que encontramos en el rent-a-car con problemas de tesorería – la chica le miró airada – bueno no es una pordiosera, solo que no le admitían la American Express y el resto de sus tarjetas y demás venía en un vuelo posterior, por lo de siempre, ya sabes lo de las perdidas de equipajes en los aeropuertos. Nos ofrecimos a traerla hasta Tarifa que es donde viene a ver a unos amigos, pero se hacía tarde y decidimos pasar la noche aquí. Mañana si te parece la acercamos.
- Me parece muy bien – respondió Alejandro – pero pasar, estaréis hambrientos, supongo. Vamos a comer algo y me contáis.
Roberto cerró la puerta de la cancela como era su costumbre de una patada que hizo retumbar toda la portada.
- ¿Nunca vas a aprender, Roberto? – le recriminó medio en broma su padre.
- No seas cascarrabias viejales – y remató con una sonora carcajada.
Alejandro no pudo evitar sentir un estremecimiento de cariño por su hijo, pero al mismo tiempo entreverado con ello una punzada de placer sobrevenido en la entrepierna. De forma inconsciente se llevó la mano a la bragueta para colocarse el pene, lo que no se le pasó por alto a Roberto.
- Estás salido, viejo – y recomenzó a carcajearse – estás salido – se acercó a él y le dio un empujón con el hombro al tiempo que le echaba el brazo por el cuello le acercaba a su boca y le daba un sonoro beso en la mejilla y le susurraba al oído – echabas de menos la polla de tu niño, ¿eh?, bueno pues luego esas dos nos van a hacer un poco felices con su numerito lesbico, que en el coche no se les daba nada mal.
- Pero bueno – protestó Alejandro medio en serio – es tu novia, ¿o no? Es que para ti no hay valladares, ni cancelas, todo el monte…
Roberto no le dejó terminar, porque le dejó sin habla palpándole la bragueta y comprobando que estaba duro.
- Y por lo que veo, papá, para ti tampoco. Que ganitas tienes, cabroncete, de todo un poco ¿verdad? Pues como yo. Un surtidito como se dice en la plaza de la Flores.
Dejó a su padre sin palabras y continuaron hasta la puerta de la casa donde las dos chicas esperaban que llegasen los hombres.
Alejandro abrió la puerta y entraron a la casa. Condujo a todos hasta el salón.
- Más tarde nos enseñan la salita de juegos, ¿no papa? – dijo no sin retintín Roberto.
- ¡Ah! Tenéis una sala de juegos - dijo emocionada Lisa.
- Si contestó Alejandro - casi entre dientes – pero no muy usual, es algo diferente.
Roberto miró a su padre y le guiñó un ojo
- Vamos a la cocina a preparar algo de comer papa. Que se queden aquí las chicas charlando de sus cosas.
Roberto echó el brazo por el hombro a su padre.
- ¿Qué te juegas que si venimos ahora despacito – le dijo al oído – las pillamos liadas?
- No seas liante tú, chico, vamos a la cocina y déjalas a ellas.
- ¿Y tú papi? - Y le volvió a coger la bragueta comprobando la dureza – sigues cachondito ¿no?
- Tú crees que me lo podré hacer con la chica esa – preguntó con temblor de excitación – preguntó esperanzado a Roberto.
- Seguro, pero antes tenemos que darnos la bienvenida tu y yo solitos…, en la cocina mismamente.
Nada más llegar a la cocina Roberto se abalanzó materialmente sobre la bragueta de su padre.
- No creerías – le dijo de rodillas delante de él mientras le abría le desabrochaba el pantalón – que iba a dejar que fuese Quique el único que te comiese la polla. Yo tengo más derechos.
- Roberto, por favor, las chicas…
- Las chicas ya se estarán follando las dos, que estaban muy calientes durante el viaje. Ahora nos toca a nosotros. Hacia meses que no nos veíamos, y además esto solo va a ser el aperitivo de la orgía de después de cenar en el sotanillo los cuatro juntos.
En cuanto Roberto abarcó el pene de su padre con los labios éste sintió una punzada intensa y de color azul fuerte cuando cerró los ojos por el placer e inmediatamente eyaculó en la boca de su hijo. Inmediatamente éste se levantó y compartió el semen con su padre a través de un beso prolongado y caliente.
- Ves, papá, no ha sido nada, pero ya estamos calentando motores. Vamos a preparar unos bocadillos y a recuperar fuerzas.
Cuando volvieron al salón Corina y Lisa estaban fundidas en un ardoroso beso.
- ¡Niñas! – Gritó Roberto – déjense de comerse la una a la otra que ahora toca comer algo más sustancioso, aunque sea menos interesante.
Las dos chicas dieron un bote sintiéndose sorprendidas en falta.
- Tranquilas chicas – les aquietó Alejandro – en esta casa somos muy tolerantes, pueden ustedes darse todos los besos que quieran…, pero luego, ahora toca reponer fuerzas por lo que pudiera venir después.
Comieron los bocadillos como un herbívoro come en la sabana, deprisa para pasar al siguiente acto, solo que en lugar de querer escapar corriendo del depredador, todos querían que todos les atrapasen cuanto antes.
Lisa, pidió un refresco.
- En esta casa somos civilizados y se come con buen vino – se apresuró a contestar Alejandro.
Descorchó un Penedes del 2000 y sirvió los vasos.
A mi es que le vino… - se disculpó Lisa algo cortada
El vino alegra el corazón del hombre – contestó festivo Alejandro, después de consumir su vaso – o por lo menos eso dice la Biblia y vosotros los americanos soy mucho de la Biblia.
Si, pero…, continúo intentando evitar Lisa.
- Chorradas – se puso serio Roberto – bébete el vino que verás como para lo que viene ahora te va a venir de perlas.
Después del primer vaso de vino Lisa esbozó una sonrisa bobalicona y empezó a acariciar a Corina. Alargó la mano con el vaso vacío a Alejandro para que se lo llenase.
- Está muy bueno y siento un calorcillo aquí – se señaló la barriga – muy agradable y Corina es muy bonita – y soltó una carcajada sin sentido.
Acabaron los bocadillos y Roberto dio el pistoletazo de salida.
- Nos vamos abajo, estaremos más cómodos.
- ¿Abajo, que es abajo? - Chapurreó medio en ingles medio en español Lisa.
Alejandro la tomó por el brazo y la ayudó a llegar hasta la escalera.
- Ahora te enterarás lo que es nuestra sala de juegos.