jueves, 29 de abril de 2021

PATADA A SEGUIR (2)

 

Yo no quería, pero Noelia sabía ser muy convincente. Entendamonos; me moría por asistir pero mi sentido común me desaconsejaba hacer caso a Noelia. Ver a Germán era lo que más deseaba del mundo pero tener que volver a un armario en el que realmente nunca estuve no me seducía nada. Pero en la lógica femenina se encuentra el principio indemostrable de que lo que dicta el corazón es lo más insoslayable, se le hace caso y punto. Pero, yo era gay, si, pero hombre y para mí determinados aspectos de la vida son irrenunciables. Si volvía a encamarme con Germán, su novia Bea se enteraría. Y por mi, lo que de alguna manera sería una traición a Germán y eso tampoco lo quería.
Buscando un sitio donde sentarnos me sentía como un niño grande al que le han prometido la bicicleta que tanto quería. Me temblaba todo y me notaba la frialdad en las mejillas. Noelia me cogía la mano y me decía que no tenía porqué estar nervioso. Las lágrimas se me iban saltar de un momento al otro de la emoción.
Cuando saltaron al terreno de juego se me salían los ojos buscando a German y allá estaba saludando a las gradas como capitán que era y de repente una voz se elevó por encima de las demás: "Dale boludo" miré hacia donde la voz partía y allí estaba Lautaro con una auténtica modelo de Chanel a su lado. Tenía que ser Palmira. 
- Noelia, Noelia, mira, allí, ese es Lautaro y a su lado Palmira, la novia. No me lo puedo creer. Vamos a curiosear, anda.
- Yago, tranquilízate. Cuanto menos intímes, mejor. Que quieres ¿acostarte con ese argentino? 
Noelia me hizo recapacitar. ¿Me gustaba Lautaro? Si me respondía con el corazón en la mano, pues si. Tenía algo de morboso con esa poca vergüenza y ese acento y para colmo el cabrón era un atleta, tenía un cuerpazo como para perder la cabeza.
- Mira Yago, mira. Esa que acaba de llegar es Beatriz - una chica guapa aunque algo llenita se acercaba a Lautaro y Palmira.
- ¿Tu la conoces?
- ¡Yago! que es compañera de Escuela, como Germán.
- ¡Ah! Claro.
En ese momento Germán nos localizó en la grada y nos saludó. Luego se acercó a la banda mientras salía el equipo contrincante y entre el alboroto y los gritos de aliento a unos y otros Germán me hizo saber por señas que después del partido quería hablar. Hizo bocina con las manos y le leí en los labios más que escucharle que en el vestuario. El cuerpo me tembló entero y Noelia se dió cuenta.
- Joder, Yago, estás más colado de lo que imaginaba. Yo que tú no iría. Vamos, que si quieres nos largamos ya. Una cosa es venir al campo, por verle, pero bajar al vestuario, Yago. No se te ocurra..., - me miró a los ojos y buceó en mi cabeza - si, si se te va a ocurrir, es más, ya se te ha ocurrido, lo has decidido y te vas a dar un hostiazo. Yo no quiero ser cómplice de esto. Eres tan buena persona que me da pena lo que vas a sufrir. Me voy.
- No, Noelia, por favor, no me dejes..., o si, no sé qué hacer. ¡Le quiero Noelia! y no puedo dejarlo a un lado, vive conmigo, me acompaña, es mi oxígeno para vivir y mi veneno, mi agua para saciar mi sed y para ahogarme. Le necesito. Sufrir, llevo haciéndolo toda la vida, desde que aquella pava no me dejó bajarle el pantalóncito en la guardería. Por sufrir un poco más, ¿que me va a pasar?
- Adiós Germán, cariño, ten cuidado, no sé qué decirte.
Me dio dos besos y vi asomar dos lágrimas a sus ojos. Se dio media vuelta y alcanzó el vomitorio en dos zancadas.
No me di cuenta, pero al poco tenía a Lautaro a mi lado.
- Che boludo, es un dulce de leche, ¿Cierto? - y señaló a Germán que como capitán organizaba una melé - Vos también sos lindo. En cuanto vacíe la cancha, bajamos. Germán me dijo. No pará de platicar de ti. Te quiere. Pero pensá, la vida no es todo amor y novela rosa de canal porteño. Hace falta mucha plata para amar. Y Beatriz, como Palmira la tienen, solo hay que darles pija. Se práctico Germán y vos tenés el tiempo restante..., y plata. Pensá dulce Yago.
Mi cabeza me decía que me fuera, que escapase de allí, pero mi cuerpo me atornillaba a la grada, me agarrotaba las piernas y me aceleraba el corazón.
- Que calor hace aquí pibe - me dijo Lautaro al tiempo que se sacó la sudadera espesa de Nike que llevaba encima de la camiseta de su universidad y se la colocó en su regazo - Yaguito, te voy a demostrar lo que te decía recién. Dáme la mano - tal como lo decía me la tomó y la metió bajo la sudadera.
Le miré con cara de asombro y sorpresa
- Buen tamaño, no la soltés, la abarcas bien con tu manita - me sujetaba la muñeca con su manaza por encima de la sudadera - y ahora suavemente la gayola. Tu tenés que hacerlo rico. Toca la punta, ¿ya babea, verdad? o si preferés luego con tu amorcito, los tres podemos disfrutar de nuestra juventud y de la vida que nos da.
Efectivamente tenía un pene de diez pulgadas al menos y grosor en consonancia. Deslicé mi dedo gordo por la punta y la lubricación era intensa. Alguien al otro lado le preguntó por Palmira, intenté retirar la mano pero su garra me sujetó con firmeza. Estaba claro que el tal Lautaro era un sinvergüenza descarado con una sonrisa cautivadora y una polla deseable. Me dejé hacer y me entregué al placer.
Masajear suavemente aquel trozo duro de carne era muy gratificante. El argentino me animaba a continuar muy despacio mientras mantenía una conversación con el otro compañero de grada. De vez en cuando se acercaba a mi oreja y me susurraba que con la boca los dos íbamos a disfrutar mucho más, hasta que en un momento me volvió a sujetar la muñeca.
- Pará, pará, no quiero arruinar la remera.
- ¿La camiseta?
- Dale, eso, la remera
Me dejó sacar la mano de debajo de la sudadera y sentí mi propio pene palpitar, empecé a correrme, me llevé la mano al paquete y con un intenso ejercicio de voluntad cohibí la eyaculación.
- ¿Te viniste tú? - se me volvió a acercar a la oreja tan cerca que sentí el calor de su aliento y me hizo estremecer. Sin saber cómo, desee que Lautaro me penetrase allí mismo y sin pasarlo por el sentido común me acerqué a su cara.
- Quiero que me folles Lau.
- Que acabe esto y bajamos a vestuarios, nos demoramos y allí mismo te vamos a follar los dos.
Me mareé solo de pensarlo, quería una doble al precio que fuera.
- Me voy a aguantar la orina. Tu vas a ser mi urinario, mariconcito - se acerco tanto que le dió ocasión de mordisquearme la oreja y a mi de desear estar a su merced. Te voy a llenar de mi orina y me vas a comer el buto.
Y diciendo esto metió la mano por debajo de mi Lacoste, alcanzó el pezon y después de pinzarlo suavemente una y otra vez me apretó con fuerza lo que me hizo emitir un gemido en el mismo instante que el público vitoreaba a German por un ensayo increible despues de recorrer cuarenta metros finteando a medio equipo contrario. Con la voz entrecortada por el dolor placer le dije a Lautaro que por favor lo dejase para luego que iba a conseguir que me corriera.
- Corréte, como decis vos, corréte ahora para que luego sea mas placentero para mi follarte sin tu disfrute - seguía apretando y retorciendo.
Sentí que el mundo se esmerilaba y el orgasmo más brutal hizo presa en mi. Me noté enseguida empapado por dentro y disfruté de la sensación.
- Te viniste - dejó de presionar, pero no soltó la presa, siguió masajeando con mucha suavidad lo que prolongó el placer - pero el placer no acaba. Tenés mucho que aprender. 
El arbitro pitó el final del partido e hice intención de levantarme, pero Lautaro me volvió a sentar con mano de acero.
- Dejá que la afición vaya saliendo. No hay prisa. Tenemos que quedar solos en el vestuario. Tardemos en bajar.
Cuando el estadio quedó vacío y los operarios pasaban revisando saludaron a Lautaro comentando aspectos del juego; él les explicaba que íbamos a ver a Germán para llevarlo a una celebración.
Entramos en el túnel de vestuarios y nos cruzamos con algunos jugadores que ya duchados iban camino del aparcamiento. Uno de ellos un poco más mayor, al vernos se detuvo hizo intención de volverse, pero debió pensárselo mejor y continuó su camino. Al cruzarse con nosotros hizo una especie de saludo con la cabeza muy baja intentando como esconderse.
- ¿Le conoces? 
- Es el preparador físico del equipo de Arquitectura - contestó Lautaro, muy seguro - alguna vez le he sorprendido mirando donde no debía, pero no sé. ¿Le conoces tú?
- ¿Que si le conozco? Te puedo decir cuánto le mide el rabo o como le gusta que le coman el culo. 
- ¿Habéis follado? - preguntó muy lúdico - ¡Bien! Y donde lo lograste. Por los bares gay no se le ve.
- Me gusta el cruising en parques y bosques. El parque Noroeste, el pulmón de la ciudad, allí suele ir.
- Allá le voy a cazar. 
La puerta del vestuario estaba cerrada. Lautaro intentó forzarla pero estaba atrancada por dentro. La puerta, de repente se abrió y salió una Noelia muy malhumorada.
- Tu ¿Que haces aquí? - dijo dirigiéndose a mi, tras lo cual me agarró del brazo - ¿estás loco? Vámonos de aquí Yago, que Germán ya ha llevado repaso. Deja que se entienda con el argentino.
Me sentí aliviado por la presencia de ánimo de Noelia y al tiempo contrariado; ya me había rendido a la idea de ser el juguete de los dos gigantes. De alguna forma me habría gustado ser hetero y poder vivir con una Noelia que supiera que era lo que mejor me convenía.

sábado, 24 de abril de 2021

AMIGO A PESAR DE TODO (1)

 

Aunque era muy pequeño, tres años, nunca se me olvidará la cara de Germán el día que su madre le dejó en la guardería. El tenía otros tres años, como yo y sus ojos de angustia mirando como su madre se alejaba nunca se me olvidaron. Yo vi alejarse a mi madre con mi innato sentido de despegó y estoicismo. No entendía porqué me abandonaba, pero no le iba a dar la satisfacción de demostrar mi abandonó. Pero Germán, aquel niño tan desamparado, imposible de consolar me movió el corazón y le abracé. Sentí una emoción desconocida cuando nuestros cuerpos se fundieron, era absolutamente gratificante, hoy se, que aquello que sentía es lo mismo que siento cuando doy un abrazo estando enamorado. Necesitaba desnudarme y estar desnudo con él, rozar su piel con la mía. No me planteaba ni porqué ni porqué no. Empecé intentando bajarle los pantalones e inmediatamente la cuidadora me dijo que eso no se hacía, la miré, lo recuerdo como si fuera ahora mismo, interrogativo y por toda respuesta nos agarró de la mano y nos llevó a sentarnos a una mesita, me dijo muy seria que no volviese a hacer más lo de bajar los pantalones a nadie. Entonces me levanté y le di besitos a Germán  abrazándole para consolarle y poco a poco se fue calmando. Cuando dejó de llorar y deshicimos el abrazo me agarró con fuerza la mano y ya no hubo forma de soltarse de él; yo aprovechaba cualquier momento para darle besos y abrazarle, encontraba mucho placer íntimo, hasta que como por encanto aparecieron nuestras madres; lo anterior se olvidó. Germán se olvidó de mí y yo castigué a mi madre con un beso frío y distante a conciencia, hubiera preferido dar besos a German. Era casi un bebé pero consciente del daño que recibía y como tenía que ser la respuesta que más consolaba mi herida. Cuando mi madre me levantó mirándome a los ojos y haciéndose lenguas de lo arisco que me mostraba aprendí en ese instante que el placer también está en la venganza y el despego y en qué solo se consigue el bienestar que uno se busca, aunque yo aún no supiese el nombre que se le daba a mi acción. Me había enamorado de Germán y no lo sabía.
Al día siguiente Germán volvió a montarla a la entrada hasta que me vio a mi. El llanto se diluyó y se trocó en felicidad y abrazo al verme, yo le estreche con mucha fuerza y deliberadamente acerqué mi pelvis a la suya para que nuestros sexos rozasen. Fue muy gratificante sentir que mi sexo se endurecía. Ya no se despegaría nunca de mi. Me molestaba que la chica que cambiaba los pañales a Germán no me dejara estar presente; yo dejé los pañales a los dos años, me gustaba tener mis genitales libres para poder tocarmelos y sentir como se trocaba en un palo de carne. Yo solo quería saber si ese endurecimiento me pasaba solo a mí o era cosa de todos, pero nunca me dejaban mirar. 
Éramos casi bebés. La vida, los meses, transcurrían sin que nos diésemos cuenta. Llegó el momento de entrar al colegio y allí nos encontramos. El era muy echado para adelante, muy popular, extrovertido y siempre rodeado de otros niños, que las niñas se apartaban y desde lejos cuchicheando y reían casi a escondidas. Sería la genética, la alimentación o porque sí, el caso es que cuando llegamos al instituto con catorce años, Germán me sacaba casi la cabeza. Era un atleta y lo que más le gustaba era el balonmano, era un deporte de choque. Le gustaba el enfrentamiento viril y superar al otro en fuerza, elasticidad y finta. Yo me quedaba en la grada embobado mirando; me excitaba ver a los jugadores chocar en la línea de seis metros, verlos caer y levantarse sin dolerse de la caída con sus músculos a tensión, brillantes al esfuerzo. Nunca me atreví a entrar al vestuario después de un partido, solo pensarlo hacía que me ruborizase.
Y al acabar el colegio comprendí que más que todo  me gustaban los chicos. No sabría muy bien decir cómo lo descubrí, pero en el colegio estaba más cómodo con las niñas que con los niños. Me horrorizaba tener que estar con ellos, porque sin saber cómo, me sentía con ellos vulnerable. Pero, todos me decían que qué suerte tener tantas niñas a mi alrededor y comprendían que no quisiera dar patadas a un balón. Me encantaba sobre todo ir a casa de Noelia, casi siempre sola, por el trabajo de sus padres y a la que encantaba probar conmigo sus habilidades maquilladoras. A nadie parecía importarle, es más, los mayores me decían que suerte tenía, yo no encontraba la suerte, pero a mi me hacía estar en mi salsa. A veces incluso Noelia me dejaba probarme su ropa interior y sus falditas. La ropa interior me hacia sentir feliz y guapo, me escondía mis atributos entre los muslos e imaginaba que no lo tenía. Me sentía muy bien.
Hasta que llegamos al instituto. Germán y yo como siempre inseparables, hicimos lo posible por seguir estando juntos, pero no pudo ser y acabamos en aulas diferentes. No veía el momento de que diesen las doce para salir al patio y poder verle, y así fue hasta que con el paso de los meses Germán cuando tocaba recreo seguía unas tetas como las polillas a la luz olvidándose que yo existía, saludándome como de compromiso y de lejos. Yo estaba desolado, quería a Germán y ya hasta soñaba que me tenía en sus brazos, me besaba ardientemente y ahí es donde yo me despertaba con el corazón desbocado y el calzoncillo empapado.
Si se enteraba que alguien se había propasado conmigo a cuenta de mis inclinaciones se las veía con él y como todos ya lo sabían, se limitaban a ignorarme o si acaso hacerme de lejos algún gesto obsceno simulando una felación utilizando su lengua para deformar desde dentro la mejilla. Eso me permitió pasar por el instituto relativamente con tranquilidad.
Así y todo o Germán venía a mi casa o yo iba a la suya y pasábamos los fines de semana juntos. Yo era feliz jugando a la play con él y me esforzaba por ganarle para que se tomase la revancha cogiéndome por el cuello y derribandome sobre la cama sujetandome por las muñecas y acercándose peligrosamente a mi cara para decirme que era un sucio tramposo y yo podía oler su aliento y estar a dos dedos de besarle sin medida y Germán me clavaba los ojos en los míos pareciendo decirme que estaba enamorado de mi. ¡Y si! estaba seguro de que lo estaba, pero él no lo sabía, no era capaz de interpretar sus emociones correctamente y las sublimaba babeando detrás de unas tetas. La forma en que se metía en mi cabeza a través de mis pupilas no me dejaba margen de error, estaba seguro..., yo lo estaba, él ni por equivocación lo consideraría.
Pero los acontecimientos dieron un giro inesperado. Y es que las hormonas con nuestra edad no iban a perdonar a nadie poniéndonos a los dos en una situación muy embarazosa. Estábamos en el último curso del instituto y quedaba un trimestre para dejar de vernos a diario. Ya hacia buen tiempo y como casi cada sabado Germán y yo, por cierto, no hago más que hablar y no me he presentado, soy Yago, no Santiago, ni Santi, Yago.
Bien, Germán vino a casa el sábado. Acababa yo de instalar un juego novedoso. Se trataba de hacer un slalom con tabla de snow para lo cual te calzabas unos escarpines con sensores Wi-Fi que según te movías o inclinabas a un lado u otro el monigote de la pantalla iba a un lado u otro.
Después de tomar el pulso al invento decidimos comenzar la competición.
Cuando estábamos los dos a punto de cruzar la meta de un golpe de cadera empujé a Germán para desequilibrarlo lo que consiguió que se estrellase su monigote justo antes de cruzar meta. Me increpó, me insultó, me llamó de todo incluyendo mariconazo lo que hizo que el corazón se me acelerara viendo algo de luz a la ilusión de tenerlo abrazado a mi espalda. Quiso cogerme como siempre, pero supe escabullirme y salir por la puerta del jardín con él pisandome los talones. Finalmente me alcanzó haciéndome caer sobre el césped y cayendo él sobre mi espalda. Pasó su brazo izquierdo por mi cuello para inmovilizarme y con su derecha me llevo mi brazo derecho sobre mi espalda. Estaba inmovilizado sintiendo su peso sobre mi cuerpo, pero sentía algo más.
Un objeto duro sobre mi culo no dejó ni un instante la duda de que sería ese bulto durisimo. Me quedé muy quieto y mientras me susurraba al oído muy bajito que era un tramposo y me merecía un castigo muy serio noté que empezaba a balancear sus caderas muy imperceptiblemente sobre mi. Sentía el calor húmedo de sus amenazas sobre mi cuello, estaba disfrutando como nunca lo había hecho, y sabía que él lo estaba haciendo también. Sentía todo su cuerpo embolsando el mío y odiaba estar vestido.
El balanceo sobre mí se aceleró y Germán dejó de hablar para empezar a jadear y en un momento, con un timbre ronco de voz, que nunca antes le había escuchado, pronunció mi nombre tres veces seguidas de forma muy tierna y se detuvo. Dejó caer la cara sobre mi nuca y creí, o deseé, sentir sus labios. Fue un par de segundos, una eternidad de placer y de repente, dio un salto se puso en pie y antes de que yo me levantará él ya se había ido gritándome que era un tramposo y nunca volvería a jugar conmigo. Me levanté, me metí la mano por dentro del pantalón para aliviar mi tirantez y en el momento que me toqué recordando lo sucedido el orgasmo me estremeció de pies a cabeza de tal forma que me hizo caer de rodillas sin opción a contestar a sus acusaciones y amenazas. Mientras escuchaba el portazo que Germán daba al irse malhumorado, supongo que por haberse corrido utilizándome como sujeto, aunque yo no hubiese tenido parte activa, aunque hubiese sido el que precipitase el acto. Tenía dentro de mi un sabor emocional agridulce. Lo único que enturbiaba mi bienestar era ponerme en lo peor, a saber, que Germán hiciese recaer la culpa sobre mí y no volviese a mirarme a la cara.
Y sucedió.
El lunes siguiente al salir al patio me fui para Germán y me dejó helado. Fue un "maricón" dicho entre dientes para que solo lo escuchara yo, con la contractura de sus maseteros que le remarcaba la mandíbula y el entrecerramiento de los ojos me hizo encoger para esperar la hostia barriobajera con la peor idea dada. Pero no, en lugar de eso me advirtió con mucha seriedad que no volviera a dirigirme a él si no quería ser el escándalo del instituto, se dio la vuelta y nunca más.
Acabó el curso, no sé qué carrera eligió, o hizo o dejo de hacer. Yo pasé ese último trimestre ensimismado, ausente y triste. Acabé y elegí filología inglesa.
Entré en una Universidad no lejos de casa, pero lo suficientemente lejos para tener que compartir piso con otros compañeros. Tuve suerte, Noelia se fue conmigo para hacer Arquitectura y los otros dos que conseguimos eran de Medicina. Con Noelia no tenía problemas, hacía tiempo que ella me trataba como lo que yo era, un gay de libro. Me asesoraba sobre relaciones, tíos y sexo. Por supuesto sabía lo de Germán y siempre me decía lo mismo; que ni una palabra más, que le diesen por el culo, pero que se jodiese que eso nunca lo iba a conseguir, porque si yo era gay, él era una loca reprimida que nunca sabría cómo aceptarse.
La carrera me dio soltura en el manejo de mi vida sexual y emocional. Un tutor de color que nos daba seminarios de poesía romántica inglesa que no pasaba de los treinta y cinco, me metió en su cama desde el primer día del seminario. Me lo enseñó todo en sexo, incluso a tocar sexo femenino sin vomitar. Era agradable la caricia de una mujer, si bien prefería la pretendida torpeza del hombre y al final siempre echaba en falta algo, pero me enseñó a ampliar mi horizonte de posibilidades. Aprendí entre otras cosas que las mujeres con un strap-on pueden ser muy perversas y que tienen una lengua como una broca que llega más lejos que nadie cuando de comer el culo se trata.
Cole, que así se llamaba el negro bien dotado que tanto sabía de poesía romántica  inglesa me propuso acabando el curso un bukake en casa de un conocido con un chico nuevo que venía de Milán donde estudiaba Moda. No sé porqué me dio un vuelco el corazón, pero inmediatamente Cole me dijo que le conocía porque daba la casualidad que habían hecho la secundaria en el mismo instituto en Nashville y era de su mismo color. Lo cierto es que nunca me olvidé de Germán, y no solo por aquel último sábado en el que le sentí tan cerca y me hizo tanto gozar sabiendo que usaba mi cuerpo para darse placer sino por toda una vida de compartirlo todo y tuvo que ser el sexo el que nos distanciase. Por eso cuando Cole hablo de alguien desconocido que venía de Milán, vi a Germán y nuestra reconciliación. No recordaba al Germán lubrico presente en tantos sueños y tantas ensoñaciones sino al amigo del alma que tuvo que consolar con su empatía innata cuando se sintió abandonado por su madre con tres años, al Germán temblando al llegar al colegio "de mayores" o al Germán inasequible defendiéndole al llegar al instituto. Iba a ir al bukake pero no tenía ninguna gana.
Al llegar, Cole le presentó como un alumno aventajado que al tener doble lectura provocó la hilaridad. Estaban esperando que llegase el conocido de Cole cuando creí desmayarme.
Por la puerta acababa de entrar German y otro tío. Iban riendo animadamente y cogidos por el hombro. Toda la pinta que daban es que se habían pasado con el tequila. Después de temblarme las piernas tanto que creí caer una especie de fuego me subió desde las tripas sentí como me enrojecía la cara de furia y ante mis ojos volvió a presentarse el Germán que entre dientes me llamaba maricón aquel infausto lunes al llegar al instituto. Como si una mano gigante me empujara me lancé hacia Germán, creo que hasta echando espuma por la boca. Mi tono de voz fue tal que toda la habitación donde iba a desarrollarse el espectáculo se sumió en un silencio espeso.
- ¿Que haces aquí? - le sujeté con violencia por el chaquetón y grité - el maricón soy yo ¿recuerdas? tu no, tu eres un hetero de libro; bueno, alguna vez te corres sobre el culo de un amigo y ni siquiera tienes los redaños de bajarte la cremallera, cabrón - y no pude seguir, me rompí, se le acabó la efervescencia al champán y no pude dominar las lágrimas y me abracé a Germán, sin dejar de decir cabrón.
- Vamos fuera Yago - me dio un beso en la mejilla y me enjugó las lágrimas.
Volvía a ser Germán, mi Germán, el chico sin el que creí imposible vivir.
La palabra es derretido, absolutamente entregado. Yo contra la pared y Germán frente a mi, muy cerca, con sus manos una a cada lado de la cabeza.
- Cuando caí encima de tí en el jardín de tu casa no sabía que estaba pasando. No sé si te moviste tu o yo, el caso es que la puesta en escena violenta y la dureza de tu culo hizo lo demás, me corría, y no tenía voluntad para dominarlo. Me encantó. Fueron los segundos más felices que jamás había tenido. Cuando acabó todo me asusté de lo que sentí; quería repetirlo pero desnudos, de verdad, besarte y abrazarte, y me asusté mucho. Estuve intentando darle una explicación y solo había una plausible, quería estar contigo, pero eso no podía ser porque yo no era maricón. Y esa fue la conclusión de un adolescente desorientado. Tu eras el maricón y me habías engañado, estaba clarísimo.
- Tienes novia formal, me lo ha dicho Noelia, ¿Que hacías aquí en el bukake? Te va el rollo ¿o no?, Así vas a vivir ¿no? tu mujercita, los niños, la familia feliz que va a la Iglesia los domingos y todos admiran. Responde, al menos serás bisexual.
- Mira Yago, a esta edad uno se empalma hasta con el cálculo diferencial. Contigo no puedo ser hipócrita. Me muero por un rabo, pero lo correcto ¿es un coño? pues un coño, aunque piense constantemente en un tramposo con el que tuve el orgasmo de mi vida y no pueda salirse de mi cabeza sin volverme loco. Necesitaba otra vida con guión escrito, que yo solo tuviera que interpretar..., después arrastrando mi cobardía quizá algún día podría descansar.
- Pero no me lo explico. Después de lo mío, ¿hubo algo más? o solo terror a sentir algo por alguien que sabes que te quiere.
- Vámonos de aquí. Vamos a un sitio tranquilo. Es largo. ¿Te parece que vayamos a mi piso? Comparto con un chalao de Física que está con un felow en el CERN, de manera que estoy solo.
- Vale - y automáticamente se me instaló un pellizco en la boca del estómago que ya no me abandonó, mi sentido del honor me impedía aceptar tener sexo con él si lo proponía y por otro lado no me perdonaría nunca sentir su piel desnuda sobre la mía, jamás - por cierto, ¿y que estudias?
- Arquitectura, se me dan la matemáticas, ya sabes y el dibujo, bueno, ahí va. Además su equipo de rugby es de lo mejor.
- Noelia está en Arquitectura también, la habrás visto.
- Bueno, la verdad es que por la escuela no aparezco mucho, y si, en algún examen de lejos.
Seguimos andando juntos, sin rozarnos hablando Germán de su liga Universitaria de rugby y como tenían pique con el equipo de una privada que acababan de inaugurar. Hasta que llegamos a su piso.
- En realidad el piso es de Luis, el físico, bueno de su padre y como juega golf con el mío pues eso.
El piso en una zona céntrica de lujo era un auténtico antojo. La habitación de Germán era en realidad un apartamento dentro del piso; dos habitaciones y un baño completo completamente independientes. Nos sentamos en un sofá que tenía en la habitación de estudio, comunicada por una puerta traslucida de cristal con el dormitorio.
- Sabes lo de la rivalidad con el otro equipo. Y tienes que saber que hasta lo que te voy a contar, después del incidente de tu casa.
- Incidente, aquello solo fue un incidente. De acuerdo. Sigue.
- Perdona Yago, le he dado tantos nombres en mi cabeza a aquellos instantes, eternos, y que no he podido olvidar, que ya no se cómo referirme a él.
- Venga, Germán, sigue.
- Bueno, pues que nada de nada. Lo sumergí en lo más profundo de las meninges. Para mi estaba superado. Bien. En el otro equipo hay un chuleta, siempre pavoneándose de que se tira a esta y a la otra, capitán de su equipo, como no. El cabrón me hace cada placage que me deja tiritando, pero acabando la temporada hace ahora dos años, tenía yo el balón y corría para hacer un ensayo y me hizo una entrada que estaba claro que iba de mala leche. Me levanté, me fui para él y le di un hostiazo que le tumbé. Se montó la de Dios. Finalmente, el árbitro, los entrenadores y el delegado de campo de su equipo nos hicieron pedirnos perdón, darnos la mano y expulsarnos del partido.
Nos fuimos a la ducha de esas de vestuario de machos, corrida toda. Estábamos bajo el agua y el tío, un argentino llamado Lautaro me mira y me dice "perdoná, boludo. mira que te hice" efectivamente, tenía un rozón con muchos puntos de sangre saltada en la zona derecha de la cadera. Y entonces de la forma más natural se acercó a mí, bajo la ducha, se agachó, supuestamente para verme la herida tocándome la zona de cadera cercana a pubis para evaluar el daño.
- El tío ¿era tonto, o qué?
- De tonto nada, Yago. Se quedó a escasos centímetros de mi polla, y mi cuerpo reaccionó como nunca hubiera imaginado. La polla creció y creció. Sonaba de fondo el repiqueteo del agua, pero yo percibía un silencio sepulcral. Lautaro sin moverse de cuclillas, levantó la cabeza, me miró y sonrió. Intenté apartarle sin mucha convicción y él sin dejar de mirarme ni de sonreír me dijo "que va, pibe, ni lo sueñes, llevo esperando desde que empezó la temporada" y se metió la polla en la boca. Y volví a ser el Germán que se cayó encima de un sucio tramposo.
Tal como lo dijo, me clavó los ojos exactamente igual que cuando críos me sujetaba por las muñecas y se quedaba a milímetros de la cara, solo que en esta ocasión se acercó con extrema lentitud y me rozó los labios con los suyos.
A mi se me cayeron dos lagrimones y solo pude reaccionar cogiéndole por el cuello atrayéndole hacia mí y besándole como dios manda, a la mierda el orgullo y el honor, me dije, me tragué mi amor propio y me entregué en aquel sofá.
¿Cómo acabamos en su cama? Ya ni me acuerdo.
Si me acuerdo que ese instante fue el más feliz de mi vida;  me hizo suyo con una lentitud, un cariño. Sentí con cada célula como se hacía dueño de mi cuerpo que le acogía sin ninguna reserva. Luego con parsimonia fue entrando y saliendo de mi, mientras me besaba anunciando me que se iba a derramar y le acompañase en ese instante. Nos corrimos a la vez y de verdad yo toque el cielo y casi puedo asegurar que el tambien. Me recuerdo después de aquello con mi cabeza apoyada en su pecho , acurrucado con él, oliendole, imaginando una vida juntos, envejeciendo mientras Germán me mesaba los cabellos diciéndome todo lo que me amaba y lo estúpido que había sido estando separado de mi. Y sonó el timbre de la puerta.
- ¿Puedes abrir, Yago?
- ¿Yo?
- Si, anda, ve a ver mientras me pongo algo. Ponte tu el albornoz.
- Hola. ¿Esta es la casa de Germán? - un chico de aspecto atlético, sonriente y acento argentino. No había duda.
- Lautaro, por supuesto.
- ¡La concha de tu madre! Tu tenés que ser Yago, un abrazo, pibe. Pero estás mejor de lo que Germán dice.
- Pasa, pasa. Creo que Germán está en la ducha.
- ¡Ah! ya, lo siento mucho, pibe, no quería entrometerme, me iré - y en ese momento apareció Germán.
- Pasa Lau, pasa. Estábamos recordando viejos tiempos, ¿verdad Yago? - y me cogió con su brazo por el cuello atrayéndole hacia él.
- Bueno, Germán, tengo poco tiempo, he quedado con Palmira, mi novia, sabés - se dirigió a mi.
- Y yo ceno en casa de la mía - contestó Germán - si te parece te vienes por aquí cuando dejes a Palmira.
- ¿Un trío con tu pibe? Sería genial - me dio un beso en la mejilla y otro en los labios a Germán y se fue.
- Se ha ido para dejarnos espacio a los dos, que ganas de follar contigo tiene desde que le hablé de ti, que me lo ha dicho muchas veces - cerró la puerta me rodeó la cintura con sus brazos y me besó ardientemente, sentí revivir con potencia otra vez.
- Espera - me zafé de su abrazo - ¿vosotros sois una especie de novios, o novios en toda regla, y entonces las chicas, que son, lesbianas y se entienden también? Joder, explícamelo.
- No pasa nada. Tenemos novias, que es lo que hay que tener y a parte nosotros tenemos lo nuestro, ¿a quien hacemos daño?
- Pero ¿esa doble vida? Acabará por pasaros factura, ahora, bien, pero llegará el momento de formalizar la relación y entonces...
- La relacion, la relación. Tenemos hasta fecha de boda, bueno, más o menos. En cuanto acabemos la carrera. Mi novia Beatriz, su padre tiene una empresa grande de construcción y nosotros, Bea también hace arquitectura, tenemos trabajo y pasta. Palmira tiene su padre, belga, negocios de antigüedades, también forrado. Pasta y polla, ¿que más haría falta?
- Me voy a ir vistiendo
- ¿Te vas? Quédate aquí hasta que vuelva de casa de Bea y en cuanto venga Lautaro nos montamos un fiestón.
- No, déjalo. Así yo no puedo, Germán, no soy tan práctico como vosotros, además me fui del bukake sin decirle adiós a Cole. Le voy a llamar y quedó con él. Yo soy gay para lo bueno y para lo malo. No sabes lo que me alegro de haberte visto, pero yo voy a seguir mi vida y tu sigue la tuya. Ya nos llamamos. Y para lo que quieras ya sabes Germán, pero no soy yo mucho de fingimientos. Antes o después me presentarías a las novias y no podría mirarlas a la cara. Tu para mí siempre serás mi amigo, mi hermano, mi amante y mi todo, pero de verdad, prefiero dejarlo aqui y que sepas una vez más que te quiero. A pesar de todo soy tu amigo.
Quisiera tener sexo contigo toda la vida, pero así no. Sabes dónde encontrarme, si te repiensas, siempre estaré dispuesto a consolar al pobre niño asustado que sigues siendo. Te quiero pero adiós.



miércoles, 14 de abril de 2021

The teacher III

 

Miraba a Esteban que con cara de preocupación y a un tiempo de sorpresa no podía apartar la vista de su entrepierna por cuya pernera se le salía el capullo.
Se hizo un silencio en el que Benito se recreaba pensando en como sería follarse al chaval mientras le pajeaba. ¿Estaría desvirgado? Le encantaría estrenarlo y a medida que la idea se abría paso en su deseo el capullo le destilaba más líquido.
- Vale profe - reprochaba Sonia - solo hace falta que lo voceara. ¿Te gustaría clavarsela? - y dirigiendose a Esteban - y tu, maricón te falta poco para tirarte a degueyo. A mi me gustaría clavarsela al profe. Así que como esto tiene toda la pinta de convertirse en una orgia, yo me largo ya que es muy tarde.
- Vale - se puso de pie Benito - y te llevas a Esteban.
- ¿Adónde? a mi casa no puedo y como no lo dejé en la calle, ya no se. Joder profe - Esteban tenía cara de angustia - hemos vendido pidiendo ayuda...
Benito miró a Sonia , de forma instintiva se colocó el pene que ya se batía en retirada dentro de su pijama corto, y luego a Esteban que iba a ponerse a llorar de un momento a otro.
- Vale, se queda aquí esta noche, pero mañana llamo a servicios sociales y que ellos decidan.
Sonia se tiró al cuello de Benito le plantó dos besos y le dio las gracias. Luego abrazó a Esteban.
- Aquí, esta noche vas a estar bien, mañana se arreglará todo, ya verás.
Sonia se dio la vuelta abrió la puerta y se marchó sin decir nada más.
Benito se quedó mirando a Esteban que sólo sabía escudriñar el suelo.
- ¿Tendrás hambre?
- No - fue la escueta respuesta.
- Venga, vente conmigo a la cocina y toma algo - y al decirlo, le echó el brazo por encima de los hombros y le atrajo hacia él. Inmediatamente sintió revivir su sexo.
- Gracias - contestó el chico conteniendo el llanto al tiempo que apoyaba su cabeza en Benito que intensificó el abrazo y provocó que Esteban pasase sus brazos por la cintura de su profesor y le abrazase.
- Mira Esteban, vamos a tranquilizarnos los dos porque yo ya no sé por dónde va a salir esto.

Acababa de tener sexo con Blanca y se estaba preparando para irse cuando sonó el timbre.
- Abre tu, Ben - le gritó Blanca.
Benito abrió la puerta. Era Fran que en ese momento encendía un canuto y le daba una gran calada que exhaló en la cara de Benito.
- ¡Joder, Ben! ya creía que no iba a volver a verte y menos a esta hora - y se echó sobre Benito abrazándole estrechamente. 
- Yo ya me iba - dijo Benito algo cortado, y en ese momento salía Blanca de la ducha secándose el pelo.
- Ah! cabrones, habéis estado follando. Y eso, ¿desde cuando? Tú estabas muy ofendido, mariquita. ¿Que te ha pasado? Con esta zorra seguro que ya te ha taladrado - y sin mediar más palabra le agarró los huevos con su mano libre mientras que con la otra le ofrecía el canuto - Pero como la mamo yo, nadie y el culo ya me lo han probado unas cuantas.
- Suéltame, Fran, - sintiendo para mayor cabreo, que su empalme no era algo posible sino que Fran a estas alturas, ya sabía que la muralla había caído.
- ¡Estás empalmado, maricón! déjame catarla, anda - y dirigiéndose a Blanca - otro que te llevas al huerto, ¿eh? nena.
- Benito ya se iba y además ese rabo es mío Fran, asi que ni te acerques - no dejo Blanca espacio a la duda.

Esa era la sensación. La de empalmarse y desear vehementemente que te la mamen, solo que en este momento no había una Blanca que te sacase del apuro. Le estaba diciendo a Esteban que se tenía que tranquilizar, pero el que no quería tranquilidad era él. Deseaba sentir la piel cálida y tersa del joven rozandose con la suya y la seda de su lengua sobre su capullo. Pedía tranquilidad pero estrechaba al chico contra su cuerpo cada vez con más fuerza. De pronto sintió que la mano que le abrazaba por detrás se abría paso entre el elástico y su culo. Y se derritió.
Se detuvo en medio del pasillo sin saber porqué mientras la mano de Esteban progresaba buscando su ano. Casi instintivamente separó los muslos y un dedo de Esteban alcanzó finalmente su ano. Un dedo que sabía cómo estimular. El esfínter de Benito se relajó. Esteban acercó la cara al cuello del profe le mordisqueó y susurró al oído.
- Mi perro va a dormir hoy conmigo ¿verdad?
Benito no podía imaginar que Esteban adoptara ese comportamiento, pero al escuchar su frase recordó aquella otra similar que Fran le dictó mientras le mordisqueaba la oreja.

- Vale tía, Blanca, el muñeco es tuyo, pero yo tambien tengo mis caprichos
- Pero no con mis juguetes, maricona - gritó destemplada Blanca.
- Bueno, yo ya me iba - Benito estaba sobrepasado por la situación. Habían pasado demasiadas cosas en muy poco tiempo - hasta mañana Blanca.
- Hasta mañana Benito, nos vemos en Anaya.
- Espera, que me voy contigo - Fran recogió la chaqueta que había dejado caer sobre una silla.
Bajando la escalera de la casa de Blanca Fran rodeó la cintura de Benito, le atrajo hacia él y luego le empujó con violencia contra la pared. Comenzó a besarle salvajemente mientras con la mano que rodeaba su cintura se abrió paso entre el pantalón y la espalda. Sin miramientos hundió su mano, que ahora parecía de acero hasta dar con el ano de Benito y luego progresó hasta tocar la delicada piel del escroto para regresar y comenzar a insinuar dos dedos en el ano
- ¡No, no, Fran, no! - Benito estaba sobre todo asustado, pero no por estar en medio de la escalera si no porque le excitaba, y mucho, la situación.
- ¡Si, perra, si! - Fran estaba transformado, parecía como si un espíritu agresivo le hubiera poseído - tu dueño va a follarte aquí mismo y está noche, mi sucia perra va a dormir a los pies de mi cama.
- No, por favor, espera, espera - pero Fran ya había forzado los jeans de Benito y rebasado sus caderas hasta hacerlos caer.
Benito no entendía que le sucedía, tenía pavor al dolor pero deseaba al precio que fuera que Fran le taladrase, por eso cuando le dió la vuelta en aquel descansillo y le obligó a agacharse se sorprendió a si mismo diciéndole a Fran que el culo era suyo.
- Clávamela, Fran, préñame, necesito que un tío me folle.
Fran lubricó con algo de saliva el ano de Benito y luego su capullo, apuntó, metió sus brazos por debajo de la camisa y buscó los pezones del asustado y excitado Benito, hizo presa en ellos y al tiempo de un seco golpe de caderas apuñaló el culo con la barra de hierro al rojo que era ya su polla. El muchacho, se mareo del dolor dando un grito cohibido por el sitio donde estaban, pero Fran no se arredró y comenzó la tortura de los embates contra el cuerpo de Benito. Poco a poco el dolor fue cediendo, la sensación de estar a merced total de su oponente le hizo sentir un calor que le hacía jadear hasta que dejó de sentir ningún tipo de incomodidad en su ano y la necesidad de que Fran entrase profundamente en él se le planteó como una exigencia 
- ¡Quiero más, más profundo Fran, soy tuyo, arráncame los pezones!
Y en ese momento Fran sintió que se vaciaba y un placer inenarrable estalló en el capullo de Benito. No habrían pasado más de dos minutos y era como si la eternidad se hubiese detenido en aquella escalera.
Cuando Fran se retiró de Benito comprendió lo sucedido.
- Fran - dijo ajeno a lo que sucedía Benito - ¿tan grande ha sido la corrida o me estoy cagando? - al tiempo que se echaba mano a los muslos por los que resbalaba un líquido pegajoso que le embadurnó la mano - ¡tío, joder, que has hecho, me estoy desangrando por el culo!
Fran se miró su miembro y estaba envuelto en sangre. Sin responder se volvió, subió los escalones de dos en dos llegando a la puerta de Blanca y la aporreó.
- ¡Blanca, abre, abre, por favor, Benito, por favor, ayuda! - Fran lloraba abiertamente.
- ¿Que te pasa, estás loco? - dijo Blanca mirando las manos de Fran manchadas de sangre - ¿que has hecho?
- Benito, por favor, en la escalera, una toalla, algo, se desangra.
Blanca no pidió más explicaciones, entró, arrampló la primera toalla que encontró y se tiró escaleras abajo. En el siguiente tramo, sobre el descansillo, Benito estaba medio tirado con los vaqueros en los tobillos y los muslos rojos de la hemorragia; medio inconsciente vio a Blanca.
- Ayudame, Blanca, tío, mira como me ha follado Fran.
- Vamos, Ben, a ver, abre las piernas, joder, ya parece que no sangras. Échame una mano intenta levantarte, vamos a mi casa a verte bien.
Benito, como pudo, apoyándose en la pared se incorporó y Blanca le ayudó con los pantalones para que pudiera caminar el tramo de escalera hasta su casa. Cuando lo consiguieron, Fran ya estaba dentro, sentado en el suelo abatido por lo que acababa de suceder.
-¿Eres gilipollas? Es..., era virgen, ¿aún no te habías enterado? pues hace ya un mes que no parábamos de hablar de otra cosa. Y si, ya sé que te apetecía mucho, ¡un hetero virgen! - Blanca se quería comer a Fran - ¿aún no sabes que es ser virgen? con ese pedazo de rabo. Y tú, 
- dirigiendose a Benito - anda que vaya pedazo de hetero, a las primeras de cambio te dejas desvirgar sin lubricante y en una escalera, para que encima os hubiera pillado un vecino. A ver, ven al baño, yo creo que ya no sangras. Desnudate y métete en la ducha. Y tú, deja ya de hacer el padre Simón, levántate y lávate también. ¿Os lo habéis pasado bien eh, pedazo de maricones? Venga lavarse, yo voy a recoger el estropicio de la escalera antes de que tengamos un disgusto con un vecino. Y voy a servir algo para reponernos todos del susto y me lo contáis todo de la pe a la pa. ¡Pedazo de guarras! Y nada menos que en mitad de las escaleras - dijo Blanca para si mientras cogia el cubo de la fregona.

viernes, 2 de abril de 2021

The teacher II

 

- De verdad Ben, déjame que te llame así - dijo Fran muy tranquilo - con el corazón en la mano, nunca te ha intrigado que se siente tocando un nabo. No me cuentes penas de que tu, de que tu. Todos hemos tenido doce y trece años, todos hemos mirado a ver quién mea más lejos y todos hemos comparado las pichas y algunos comparándolas puestas en pie. No me digas que no te has preguntado cómo sería agarrar otra polla.

Mientras miraba la ficha de Sonia y Esteban pensó en cómo sería encular a cualquiera de los dos. 

Fran tenía razón. Al mes de aquel suceso, Blanca se le acercó al salir de clase. No habían vuelto a hablar desde aquel día, Benito la miraba de reojo y desde lejos y en alguna ocasión se sintió pillado.
Había pensado mucho en aquella noche y le obsesionaba la imagen de Fran con la boca en el ano de Blanca. Se le levantaba el estómago, pero no podía quitarse el fotograma de Fran comiendo su propio semen saliendo de ese culo, que era de un tío, pero que parecía una tía, así, por fuera. No tenía ningún inconveniente en su orgasmo en su culo, él no lo hizo con conocimiento que se lo hacía a un tío y punto pero lo de Fran le preocupaba, le producía rechazo, si, pero su cuerpo tomaba otra dirección.
- Benito - Blanca se le plantó delante - ¿podemos hablar? Vamos a las caballerizas a tomar un pincho.
A Benito le temblaron las piernas, se le aceleró el corazón y se ruborizó cuando tuvo que reconocerse que deseaba volver a hacerlo. Recordaba la sensación de placer extremo al vencer la oposición tras meter el capullo y estirarse al extremo la piel del frenillo y como el deseo de bombear, aún sabiendo ya que era un tío se le planteaba irrenunciable. Aquel orgasmo fue inenarrable. Otra cosa era que tenía que hacer el papelón incluso delante de él mismo del honor ofendido por sentir placer con un hombre. Había besado a Blanca, ¡a un tío! y era como el de una mujer solo que más erótico, menos torpe, sin recelo, con entrega total. ¡Joder! se admitió finalmente, besarse con intención sexual con otro tío era algo que tenía derecho a desear; ¡y él no era maricón! Entonces que coño era ser maricón.
- Venga, vamos. Yo también tengo algunas preguntas.
Las caballerizas eran un sitio con encanto y bullía de vida de gente joven feliz de disfrutar de esa vida que era como el aire que se respira. Es absurdo que la vida no sé de a diario y aquellos chavales lo celebraban sin darse ni cuenta.
- Creo que debo explicártelo - Blanca hablaba mirándose a las manos que se estrujaban una contra la otra - cuando te vi en la cola de la matrícula me gustaste en cuanto te vi. No quise que te enterases de, de, esto otro - y se señaló a su regazo - hasta que nos conociéramos mejor y pudieras tragarlo. Me voy a operar y seré una mujer del todo.
- Pero, pero, con, con, 
- Si, hacen una vagina con la piel del pene y queda todo como si nunca hubiese tenido este colgajo.
- Tengo que ser sincero contigo Blanca. Tu me gustaste a mi. De pronto..., bufff, fue un corte, joder, comprenderlo. Nunca pensé, nunca, en follar con un tío, no es que me rechazase, es que nunca fue una opción, y de pronto, fue un terremoto y sin opción a protegerme, ya había perdido pie y estaba cayendo..., y hostias, Blanca, me gustó joder, me gustó, y ese es el problema - había sujetado las manos de Blanca entre las suyas - que ya sabía que lo estaba haciendo con un hombre. ¿Y si ocurre que otro hombre me atraiga? Destapé la caja de los truenos..., pero es que me da igual, ¿comprendes? Quiero volver a estar contigo, sabiendo que eres un tío cómo yo, con tetas, vale que las tienes preciosas, pero me gusta como besas y como follas y no se cómo, pero por más que lo he intentado tu sexo como el mío no me provoca rechazo. Quiero hacerlo con plena conciencia. Quiero convencerme.
- ¿Quedamos en mi casa esta tarde?
Benito empezó a temblar incontroladamente y al tiempo sentía que la tirantez en su entrepierna era insoportable. Empezó a balbucear con miedo y con deseo.
- Puedo..., Puedo probar a ver..., que pasa - al tiempo que ponía su mano en el muslo de Blanca - estás, estás...
- ¿Que si estoy empalmada?
- Claro, claro...
- Ahora mismo, más que tú - le dijo mientras le cogía la mano a Benito y se la llevaba a su regazo - está dura, ¿verdad?
- Ufff, pero dura, y es grande, ¿eh? Me da un poco de grima, como entre grima y ganas de sentir su calor, no se.
- ¿Vamos a casa ahora, quieres?
- Lo que más quiero. Quiero clavartela sabiéndolo.

Estaba a punto de apagar su teléfono de trabajo cuando empezó a sonar.
- ¿Profe?
- Quién eres
- Somos Sonia y Esteban. ¿Podemos ir a verle? Es urgente.
- Si es urgente acudir a urgencias, yo no os puedo ayudar...
- Porfa, profe, Esteban está muy mal.
- ¿Pero mal de salud?
- Su padre le ha echado de su casa
- Venga, venir. ¿Sabéis dónde es?
- No
- Os mando la ubicación.
No era buena idea, y aventaba el peligro en el aire como las bestias salvajes los cataclismos. No era buena idea, pero la estampa de Sonia de espaldas agitando su traje traslucido y el reojo de Esteban acomodándose el paquete fueron la gota que tenía que hacer rebosar el vaso y en esa inundación, se iba a ahogar, lo sabía y era un incapaz de evitarlo.

Blanca abrió atropelladamente la puerta de su piso compartido.
- Las otras están en clase. Estamos solos - y todo lo decía mientras se desabrochaban y arrancaban la ropa hasta quedarse desnudos.
Benito se quedó mirando el cuerpo de Blanca, una cara angelical enmarcada en por una mata de pelo alborotada, unos pechos perfectos, vientre plano y unos genitales que ya quisieran para si los estibadores. La vista se le clavó en esa zona, hipnotizado. Miraba su dotación y la de Blanca, notablemente más gruesa que comenzaba a destilar un líquido de consistencia miel caliente, transparente que goteaba.
- ¿Te da miedo tocarla?
- No se. Es raro.
- ¿Asco?
- Para nada, para nada - y ese fue el fulminante para ejemplarizar que no le daba asco. Se acercó y calibró en su mano consistencia y dureza elástica. Paso su dedo gordo por el meato impregnado lo de líquido preseminal y embadurnó con él el capullo de Blanca que se estremeció.
- Me gusta como lo haces, Ben, eres delicado, sigue.
Y a la pregunta más difícil de responder fue incapaz de hacerlo. Benito se arrodilló sin soltar el pene de Blanca y como a cámara lenta se lo introdujo en la boca. Empezó a chupar y Blanca a gemir, y cuánto más gemía Blanca más dentro quería Benito que le llegase su pene, hasta tal punto, que dejó de chupar.
- Correte en mi boca, si quieres - le dijo entregado por completo.
- Me encantaría, ¿pero tu sabes lo que estas diciendo? Si fue la primera vez que me lo hicieron a mi y eché hasta la primera papilla. Déjalo Ben.
- No, quiero hacerlo y luego te la meto por el culo, si a ti no te importa.

Toco el timbre de la calle con urgencia.
- Subid - dijo Benito.
Nada más abrirles la puerta no pudo reprimir su impulso. Se le vino a la cabeza aquella primera sensación de Blanca explotando en su boca con ese líquido viscoso de sabor indefinido y como ella inmediatamente reclamó su parte mediate un tórrido beso que consiguió que se corriese sin tocarse. Como ello no fue óbice para no perder su dureza y poder sodomizarla y volverse a correr. La edad, sería, se justificaba siempre. 
Sonia venía con un vestido fresquito, tipo Zara, cortísimo de una XS como mucho, dejando adivinar sus formas e imaginar sus recovecos anatómicos. Esteban se veía abatido lo que no fue obstáculo para que chequease su bragueta y se llevase la mano a la suya, como ya hizo en el aula. Benito se arrepintió de no haberse cambiado su pantalón corto de pijama sin ropa interior y la camiseta cortada que dejaba su ombligo reinando sobre un vientre no musculado pero plano.
- Pasar a la sala y sentaros. ¿Queréis algún refresco o algo.
- Nada, profe, nada - le dijo Sonia.
- Aquí soy Ben, por favor.
- Vale, Ben. Verás..., bueno, que te lo cuente él
- No, Sonia, empieza por ti. Es que es algo complicado - aclaró Esteban.
- Yo no creo que sea complicado - dijo Sonia - Por el principio. Cuando me bautizaron, me pusieron Norberto, por mi padrino, pero a los siete años ya cai en la cuenta de que ni el nombre ni el colgajo que tengo se corresponden con lo que siento.
- Espera, espera - corto atropellado Benito - resulta que tú Sonia o como sea, tienes pene y ¿el problema es de Esteban. Que tiene, coño?
- Déjame que acabe. Cuando conseguí convencer a mis padres me llevaron al médico y todo eso y cuando empecé a desarrollar empezó el tratamiento, por eso tengo tetas y caderas de tía, aunque conservo aún polla, uy perdón, pene hasta que cumpla la mayoría de edad.
- El problema de Esteban - Benito estaba ya nervioso
- Que ésta tarde - se explicó Esteban - he presentado a Sonia cómo mi novia y así hablando ha salido lo de que se tiene que operar y eso y mis padres nos han dicho que somos unos degenerados y unos monstruos y me han dicho que hasta que no sea una persona normal, no aparezca por allí. Pero además, y esto es lo difícil de entender, es que Sonia y yo ya hemos tenido sexo.
- Bueno, pues estupendo ¿no? - Benito quería salir de aquel atolladero.
- Es que el problema es que en la relación - aclaró Sonia - yo como estoy cómoda es metiéndosela a éste.
- ¿Y tú, Esteban, entonces?
- A mí me encanta como me folla.
- Y ahora - continuó Sonia - ya no se yo si me voy a operar. Estoy encantada con mi identidad, pero a quién le gusta meterla es a mi, y a éste que se la metan, porque, he intentado que me la meta él, y primero no me gusta, pero es que a él se le baja, y cuando le follo yo se le pone dura como una piedra.
- Y a mí no me gusta un tío, profe, - Esteban no quitaba ojo de la bragueta de Benito - lo que más me gusta de blanca son sus tetas y su cuerpo de mujer.
- De verdad chicos, con todo esto me he excitado un poco.
- ¿Un poco? - preguntó con sorna Esteban - profe, se te sale el rabo por la pernera del pantalón y además goteando.
- Y a mí de verlo me ha entrado un empalme que no veas - apuntó Sonia - levantándose la faldita y dejando ver cómo se le salía de la braguita un rabo grande.
- Yo también estoy muy duro - dijo como con vergüenza Esteban.

En ese momento Benito se trasladó a sus días de Filología, cuando con el pene de un tío con apariencia de mujer en la boca afirmaba con la cabeza que quería el semen en la boca y Blanca no pudo más y le anunció "Me corro, no me aguanto más".
Aún tenía aquella sensación en la memoria como se le planteó que hacer con aquel líquido. Salir corriendo a escupirlo al váter no iba a ser muy elegante, escupirlo al suelo nada educado, tragarlo, ¿Que de malo podía tener? Al fin y al cabo era algo orgánico y de pronto se le ocurrió algo inusual. Utilizaría su propio semen para lubricarle el culo a Blanca y no se lo pensó, la dio la vuelta la obligó a agacharse y aplicó su boca al ano   que respondió con gemidos de placer. Después de un rato demorandose en el culo de ella, sin pensarlo se la introdujo sin oposición. Mientras bombeaba, como para dejar Fe de que sabía lo que hacía, estar enculando a un tío más o menos tuneado, agarró con fuerza el sexo de Blanca que enseguida recuperó su fuerza.
- Pajeame mientras me follas, quiero correrme contigo - le dijo ansiosa.
Benito disfrutaba, ahora si del culo que follaba y a la vez pajeaba a un tío. Y disfrutaba con ello.
Cuando acabaron, preguntó.
- Supongo que esto hace de mí, al menos bisexual.
- Al menos, porque - preguntó picarona Blanca - no te ha picado la curiosidad saber que se siente estando empalado. Y si le coges afición al culo, estás perdido, serás bisexual, pero con los gustos de un maricón de libro.