martes, 29 de junio de 2021

POLI (5)

 

- Jero, Jero, Jero - escuchaba mi nombre muy lejano y poco a poco me di cuenta que me movía, hasta que abrí los ojos con dificultad - venga, tío. Menudo tablón, joder, me ha llamado Martín, el camarero, que tiene que cerrar y no hay quien te mueva.
- Pero yo estaba con Jonás, desnudo con un collar al cuello. Uff, que dolor de cabeza. ¿Qué hora es?
- Las seis y media, hora de cerrar, vámonos.
- ¿Y entonces Jonás y Álvaro y las pinzas y el rabito - me eché mano al culo, no me podía creer que todo hubiera sido un sueño.
- Se quedó usted dormido - terció Martín - sobre la barra nada más irse Jonás que se fue al cuarto de hora de irse Elvira y su novia. Que yo recuerde le serví diez tequilas y cinco Voll.
- Entonces, ¿Todo ha sido un sueño? pues me gustó. Vámonos, Elvira y gracias. Gracias a ti también Martín.
- ¿Vas a ir a Comisaría? Si no vas a ir avisa que estarán cortos como nosotros en Palmeras.
- Si, si voy. En el bar de abajo me tomo dos Alka-Seltzer y me quedo nuevo. A ver cuándo comemos y me cuentas eso de los rumores de la Académia.
- Mañana tengo guardia..., ¿El sábado te viene bien? Guisa mi novia que es un primor. En casa, el sábado, vente a eso de las doce, tomamos una tapitas, vemos algo de rugby por el cable y charlamos. Tengo que contarte muchas cosas.
- Gracias por todo Elvira, eres la primera mujer a la que estimo y ni se me ha pasado por la cabeza follar.
- Ni se te ocurra, que te caneo y tú sabes que lo hago, maricón - se reía a carcajadas por la ocurrencia y a mi no me molestaba el epíteto. Me sentía a gusto con Elvira y no había sexo por medio. ¡Increíble!
- ¿Le han dado a usted una paliza está noche, Urbizu?
- Me pasé un poco anoche mi capitán, nada que no esté ya solucionado para dar el cien por cien.
- Adelante Urbizu, yo también tuve su edad.
La cabeza me iba a estallar y yo no había podido bajar a tomarme ni un café aún y un compañero de promoción, de esos grises que nunca se hacen notar, vino a rescatarme.
- ¿Vamos a tomar un café, Jero?
- Si, por favor, Juan Carlos, gracias, me iba a morir. Anoche estuve de copas y me pasé.
- Ya. Te vi con Elvira, la de Palmeras.
- ¿Estabas allí? - se me despejó la cabeza de repente.
- Si, suelo ir por allí. Soy gay Jero, ¿no lo sabías? y me sorprendió verte allí anoche, con un pedal de muerte. Asumí que tú también lo eras, y después de lo de la Academia, lo que se dijo, que estabas de novio con aquel chico, Gregorio, pero luego tu solo hacías estudiar y nunca se os volvió a ver juntos. Dio mucho que hablar, pero en realidad se olvidó porque fue una sola vez y alguien dijo que era una pelea de enamorados, pero no sé supo nada de nada. Anoche te vi allí y me dije, ah, coño pues era verdad.
- No se, Juan Carlos. Me invitó Elvira que creía lo mismo que tú y por la misma razón, pero salvo un oso mayorcete que me puso el rabo y se marchó enseguida, me limité a trasegar tequila, aunque en honor a la verdad, Juan Carlos, estoy decidiendo que hacer con mi vida.
- Cuando yo me fui estabas bebiendo tequila como si la ejecución fuera al alba, era cada cerveza de la fuerte dos copazos de tequila. Me ha extrañado verte trabajando.
- Fue Elvira a sacarme del local, estaba hecho un leño y el camarero, ¿cómo era?
- Martín, un tipo de lo más competente, buena gente.
- Eso, Martín llamó a Elvira, porque yo estaba en coma.
- Cuando dices que estás decidiendo que hacer con tu vida - me miró a los ojos exactamente de la misma manera que Sebastián cuando estaba encima de él en la playa - a que te refieres, no sabes si seguir de poli, no sabes si casarte o meterte monje o si no sabes si resistiras un rabo en el culo, ¿qué? Bueno ya me dirás, se hace tarde y yo tengo un papeleo de una aprensión de la hostia. Vente a casa a cenar. Estaremos mi novio, tú y yo. Si quieres, claro. Antes de salir de la oficina te pregunto. Venga, hasta luego.
- Espera, que yo voy también.
- ¿Has tenido pareja alguna vez? - preguntó camino de la comisaría - o casado o...
- Nada, Juan Carlos, con 17 follé con un chaval de mi edad y luego muchas tías, pero sin cuajar con ninguna, por culpa mía siempre. No se. Después de tercer o cuarto polvo pierdo el interés en lugar de incrementarlo y acabo rompiendo. Goyo quiso durante muchos años algo, y yo sin saberlo y cuando me entero, que fue aquel incidente del desayuno, la monto parda y es Goyo el que no quiere nada.
- Venga Jero, ya si eso, está noche hablamos.
Él se fue a su negociado y yo al mío, calentandome la cabeza de porqué había tenido que ser yo tan sincero con un perfecto desconocido. Moviendo papeles, cotejando pruebas y colgado del teléfono, se me pasó la mañana, hasta que sonó mi teléfono y era Juan Carlos.
- Entonces, ¿quedamos en eso? por hacer comida para uno más. ¿Te va la pasta? la italiana claro.
Nos reímos un momento y le dije que estaría. Me mandó su dirección al móvil y contesté con un ok.
El tiempo que faltaba para llegar a cenar a casa de Juan Carlos, no pude conciliar ni un cuarto de hora de sueño, y debería estar cansado, pero no me quitaba de la cabeza el sueño con mi imagen completamente desnuda y un collar con una cadena. Lejos de revelarme contra la imagen sentí mi cuerpo revivir y experimentaba una especie de consuelo en no tener más responsabilidad que obedecer al que tiraba de la cadena. No sentía ningún tipo de pudor, es más me sentía orgulloso de ser de alguien. Nunca había tenido esa sensación. Pero era de un sueño, era irreal y aún así me gustaba. ¿Donde encontraría yo un amo que se responsabilizase de su esclavo? Echaba de menos, estar sujeto y desnudo. Me levanté de un salto, me tiré a la calle, fui a la tienda del chino de la esquina y compré un collar de perro y una cadena. Llegué a casa, me desnudé, me puse el collar y la cadena y fui al espejo. La imagen que me devolvió el espejo me enamoró. Era yo. Un yo sumiso y entregado a otro, desnudo y a merced. Me puse de rodillas, a cuatros patas y me tumbé enroscado como un perro a los pies de su amo y sucedió algo que era nuevo y me emocionó. Sentí como latía mi ano. Fui consciente de que lo tenía, me llevé la mano y me toqué con delicadeza, me resultaba muy agradable y como hacen los perros cuando el amo les rasca la barriga abrí las piernas para exponer el sexo y el ano. Ensalivé los dedos y empecé a acariciar sus bordes hasta que el dedo se insinuó dentro y vi a mi pene crecer. Pensé que necesitaba un dildo que me consolase de mi postración. Pensé en Goyo, que era su sexo el que acariciaba mi ano y lloré. Enroscado frente al espejo gocé de mí ano y deseé tener un orgasmo, pero supe en ese instante que necesitaba depender de un permiso, no sabía de quién; tenía el pene duro y deseaba placer sexual, hubiera deseado que fuese de Goyo el que me lo proporcionase, pero eso no podía ser. Necesitaba encontrar un amo que me hiciese sentir lo que yo deseaba, ser un perro sin más dignidad que la que me prestaste mi amo llevándome de la correa. Me desperté desnudo con mi collar a las siete de la tarde. Me duché, me vestí y me fui a casa de Juan Carlos; él y su novio me ayudarían.
Iba por la calle y sentía vergüenza de ir vestido, necesitaba ser humillado, eso me complacía y deseaba pertenecer. Yo solo me sentía inseguro.
Llegué a casa de Juan Carlos que al saludarme me notó raro.
- Ven que te presento a Ricky. ¿Te ha pasado algo? Estás como cohibido. No pasa nada Jero, somos gays, tú serás lo que sea pero tranquilo, nadie te va reprochar, ni yo por supuesto te voy a sacar del armario en el trabajo - me pasó el brazo por el cuello y me estrechó contra él.
Ricky, este es mi compañero de trabajo, Jero, un buen tío que está un poco confundido aún. Prácticamente no se ha acostado con nadie, bueno con muchas tías, pero tiene otro sentir.
- Hola, yo soy Ricardo, Ricky, para todas estas locas - me tendió la mano y se rió - soy orientador laboral así que de alguna manera, quizá puede darte algún norte. Siéntate Jero. Juanca, trae algo de beber. A ver ¿que te ha pasado?
Hice un sucinto resumen de mi vida desde que mi madre se fue con su novia y nos dejó a mi padre y a mi, pasando por el episodio de Sebastián, Ramón y lo de Goyo y finalmente la pesadilla de la tajada en el bar de ambiente con Jonás como protagonista.
- ¿Que Jonás, Juanca, nuestro Jonás? El del culo desfondado de tanto arrastrarlo por las esquinas.
- Si, ese, Ricky.
- Fruto del alcohol, Jero, y quizá de tus deseos más reprimidos. Jonás ya no puede ser más bottom. Yo creo que le propones llevarte de una correa y se cae del infarto. Lo que me extraña es que no te pidiera nada más verte que te lo follases.
- Creo que lo hizo - dije haciendo memoria - espera, lo último que recuerdo es que se la sacó y me dijo al oído que me la iba a chupar y luego yo me lo iba a follar. Después de eso solo recuerdo a Elvira zarandeandome para despertarme. Pero el caso es que el sueño me ha hipnotizado, como que me quedé con las ganas del rabito.
- ¿Un rabito? no me jodas. Un rabito son palabras mayores para un virgen de culo. Es un plug de considerable tamaño. ¿Aún lo quieres? me dijo sonriendo Juan Carlos - ¿quieres probar? tenemos uno. Tú verás. Si quieres que te desvirguemos nosotros, vale, aunque un desvirgue..., Va, que más da.
- ¿Un desvirgue..., qué?
- Se le da mucha importancia a la primera vez y parece que eso habría que hacerlo con la persona con la que quisieras pasar la vida, lo que en realidad pasa es que normalmente la primera vez es entre dos incautos que saben muy poco de sexo, son torpes y no suele salir bien. Pensándolo bien, quizá te hagamos un favor dilatandote.
- Otra cosa. ¿No tendréis también una jaula de esas de castidad? Lo he visto en alguna foto y después del jodido sueño, me intriga y me gustaría probarlo.
- No - dijo Juan Carlos - no nos ha dado aún por ahí, aunque tiene su morbo. Por lo que he leído en chats gays los que lo prueban llegan a sentir hipersensibilidad del ano y lo sienten como su órgano sexual. Nosotros no sabemos - se dirigió a Ricky - ¿verdad?
- No tengo experiencia, Jero, - explicó muy seguro Ricky - pero si te consigues uno nos prometes que te lo pones aquí y una llave del candado nos la dejas.
Saqué mi móvil y en tres Clik ya tenía uno en camino.
- Pasado mañana lo tengo. Quedamos a cenar pasado mañana y lo pruebo. Ahora el rabito.
Mi compañera de mesa, Paula, se dio cuenta de mi cuidado a la hora de sentarme. Ricky trajo de su dormitorio un tarro grande de lubricante.
- ¿Todo eso va a hacer falta? - pregunté algo alarmado.
- No te preocupes, Jero. Lo usamos bastante cuando se nos antoja fist y es el lubricante al agua perfecto.
- ¿Y eso otro? - llevaba una especie de pera antigua, que alguna vez vi en casa de mi abuela, de caucho rojo, con un pitorro largo.
- Jero - me dijo cargado de razón Ricky - no querrás que lo pongamos todo lleno de mierda. Eso para los locos del SCAT, a nosotros nos gustan las cosas algo más pulcras, ¿verdad Juanca?
Juan Carlos puso cara de asco.
- Venga, vete desnudando y nosotros también - y dirigiéndose a su pareja -  Ricky voy a ir colgando el sling.
- ¿Un columpio..., o un trapecio? Ahora ¿Circo?
- No Jero, mira ven, vamos a colgarlo. ¿Ves? - de un gancho, en el que no había reparado, del techo colgó cuatro cadenas con un cuadrilátero de cuero enganchado a cada esquina - te tumbas boca arriba y empezamos a trabajar.
- Vamos, Jero, ven al baño a ponerte la lavativa. Vamos a dejarte el culo como una patena. Vas a sentir retortijones pero aguanta y luego descarga. Cuando salga el agua como del grifo empezamos.
- ¿Tienes un abceso Jero? Te duele ¿verdad? Yo tuve uno y hasta que me dieron el tajo no descansé.
- No sé, voy a tener que ir a que me lo vean.
- ¿Te pasa algo? - preguntó con retranca Juan Carlos que pasaba por allí.
- Nada, habrá sido una noche de desenfreno - me reí con ganas y él también.
- Mañana cenas en casa, recuerda - me dijo señalándose con disimulo la bragueta.
- No sé si podré Juan Carlos, estoy esperando algo, que espero que llegue para poder ir. De todas formas te aviso.
Juan Carlos se despidió con un guiño de ojo y los dos pulgares levantados. El mismo gesto que hizo cuando Ricky consiguió introducirme en el ano la monstruosidad de dildo rematado de rabo de perrito que me estaba produciendo las molestias al sentarme y que me provocó el orgasmo más intenso y prolongado de mi vida cuando Ricky comenzó a manipularlo una vez colocado en su sitio. Al sacármelo con la sensación de que me iban a dar la vuelta como un calcetín y sustituirlo por un estimulador vibrante de punto "P" volví a correrme de tal manera que me dejó desmadejado sobre aquella especie de plataforma bamboleante que llamaban sling.
La verdad es que la dilatación del ano no me resultó desagradable. Solo me negué a ser sodomizado por un dildo de carne como quería hacerme Ricky y me lo sustituyeron por el estimulador. No estaba preparado mentalmente para ser follado por otro tío. Quizá cuando llevase la jaula de pene y como decían, redirigiese toda mi sensibilidad al ano podría aceptarlo, pero de momento solo pensar, estando medio sobrio que un tío me la metía, me repugnaba.

sábado, 26 de junio de 2021

POLI (4)


Cuando llegué a la Academia fui directamente a la habitación. Goyo se había llevado sus cosas. La cama estaba desarmada, le daba a la habitación un aspecto frío y destartalado. Me derrumbé y caí desmadejado sobre mi cama. No entendía porque lloraba ni porqué me faltaba el aire, no podía respirar hasta que exhalé y el llanto era con cuajo, como cuando a un niño le quitan el juguete más querido o su madre le dice que no quiere volver a verle.
Se recordó a sí mismo intentando ser invisible en el patio del instituto y sentir una mano cálida en su brazo diciendo muy festivo "tu eres nuevo, ¿no? anda ven que te voy a presentar los colegas", era Goyo "me llamo Gregorio, cosas de la familia, ya ves, pero Goyo para todos, para ti también" no me conocía de nada y me echó una mano y yo a las primeras de cambio le insulto. Caí hecho un ovillo en mi cama sin poder dejar de llorar. Dolido, profundamente dolido y sin forma de encontrar consuelo. Y una idea comenzó a gestarse en mi cabeza fruto del dolor ¿porqué no? era testarudo y no razonaba, ¿que valía más, el dolor que sin saber porqué sentía o un supuesto sentido de la hombría? Pero ¿porqué sentía ese dolor, tan profundo estaba tan enraizado en mi Goyo, que su desprecio me quitaba la vida? Poco a poco me vencieron las fuerzas y me quedé dormido tal como caí. Me despertó un escalofrío a las cuatro y media de la madrugada, estaba desorientado y al moverme me sentí mojado; no me extrañó que me hubiera meado, pero cuando me quité el pantalón la humedad dependía de una eyaculación ajena a mi voluntad. Me había corrido durmiendo, pero no recordaba nada. Me desnudé y me metí en la ducha, y no lo hubiera hecho. Se me vino a la memoria lo que sucedió en los vestuarios aquel día que fuimos a jugar al campo del otro equipo. El portero del otro equipo, estuvo todo el partido llamándome nenaza, mariquita y señorita delantera. Fallé un gol de cabeza porque al saltar con él me dijo que cuando me la clavase y no escuché más, le di un empujón y marqué, pero me lo anularon por falta al portero y cuando se levantó me dijo que ya le haría una mamada.
En las duchas se me acercó y dejó caer el jabón "ahora tienes la oportunidad, agachate y yo acabo" Goyo vino por detrás de él, metió la mano por la entrepierna y le agarró los huevos, el chaval dio un grito de dolor agachándose y Goyo dijo: "No prefieres que te la meta yo, mariconazo. Deja a mi amigo en paz o alguien se va a enterar que pasa en el pinar los findes" le soltó y se fue sin rechistar. Le pregunté que qué era eso de los pinos y me contestó que un farol, que lo olvidase y no me di cuenta de que se trataba. Debían conocerse de cruising sábado noche. Pero ahí estaba él jugándose su reputación porque el otro imbécil podía haber recogido el guante saliendo del armario y arrastrando a unos cuantos. Cuando el gracioso del otro equipo se fue, me miró de arriba abajo y me dijo: "todo un atleta..., joder, y bien dotado" y se fue a vestir dándome un azote cariñoso en el culo, algo frecuente entre futbolistas y tampoco lo entendí.
Lo decidí en una décima de segundo. Lleno de rabia y con una voluntad férrea dispuesto a pasar vergüenza, disgustos, rechazos y apuros. Me sequé, vestí un chándal las zapatillas de running y me fui a correr. Corría como si me fuese la vida en ello, quería agotarme, sentirme cansado y nuevo, libre y entregado. Corría y lloraba, pero estaba feliz. Después de correr hora y media volví a la Academia a punto de llegar al desayuno.
Goyo estaba sentado con otros compañeros comentando las clases, las pruebas físicas y lo salido que andaba cada uno. La juventud en plena exuberancia.
- Tengo que hablar contigo, Goyo, y no voy a admitir una negativa.
- Ya lo tenemos todo hablado, Jero, haz el favor.
- No, Goyo, he sido injusto y un cabrón, te he llamado maricón para esconderme yo y me da igual quien se entere. Tú siempre has sido un amigo fiel y yo te he maltratado, has sido el que me ha dicho siempre las verdades y en lugar de hacerte caso te he..,
- Venga tío - yo empecé a llorar y Goyo se levantó de un salto cogiéndome por el hombro y llevándome a la puerta - ¿eres tonto, Jero? A nadie le interesan nuestras intimidades y menos a todos estos. Vamos a la habitación y si tienes que llorar, te ofrezco mi hombro, pero nadie se tiene porqué enterar.
Goyo, volvía a ser el Goyo de los quince años, solicito y amable. Me llevaba del cuello consolandome de lo inconsolable.
- Todo lo que me digas no me va a quitar este fuego ardiente que me quema las entrañas. La pena de haberte hecho daño por negar lo innegable. Anoche lo vi claro. Si tu eres maricón más lo soy yo, ni bisexual, ni hostias. Si, hostias, si disfruté con Ramón mamandomela y si, joder, si, me daba cuenta que me desnudaba y me estimulaba, quería, pero tenía que poner a buen recaudo mi virilidad, como si chupar una polla te la arrebatase. Me quedé con las ganas de aquel café que tanto me apetecía, pero menos de lo que me apetecía sentir su piel caliente, su sexo duro y su saliva en mi boca. Deseaba que me follase, ¡Joder! pero me daba miedo el dolor, la vergüenza, el exponerme y me fui. No se cómo no me maté con la moto. No veía con el llanto y la rabia de negarme ser quien yo sentía que tenía que ser. Aquel domingo me perdí y aún estoy dando vueltas buscándome. Y tú, mi Goyo, tú me has enseñado el camino. Ahora se quién soy y no voy a cejar hasta que todos se enteren.
- ¿Que me quieres decir, Jero? Aterriza, por favor. Yo no me voy a acostar contigo, ya te lo aviso. Ni tu eres ciego ni yo soy tu lazarillo. De eso de lo que te acabas de convencer tienes que salir tu solo. Y voy a sufrir, cabronazo - empezaba a hacer pucheros y me abrazó - pero este viaje lo haces tú solo, y cuando descubras el camino y no te hayas despeñado, entonces, si quieres me buscas. Llevo diez años jodido y ahora que consigo desentenderme no voy a desandar el camino. Tienes que ser tú el que se responsabilice y seas libre de elegir. Hasta luego, amigo.
Me dio un beso en la mejilla luchando por no seguir llorando, se apartó, agachó la cabeza y salió.
Tenía toda la razón. Podía llegar el momento en que yo sintiese debilidad en una vida que iba a iniciar y que yo sospechaba muy dura. Seguro que me iba a descargar en Goyo llegado el momento y él, lo sabía. Cuando se marchó fue hecho jirones, le conocía muy bien.
Me dediqué en cuerpo y alma a la Academia y me hice la pared mental. La esfera sexual desapareció para sublimarse en estudiar todas las horas libres del día. Me convertí en el alumno  más reservado, algunos me llamaban el buey mudo, como a Santo Tomás, porque lo que gastaba estudiando lo invertía en el gimnasio y esculpí un cuerpo de diez. Fueron dos años en los que solo tenía un sentido mi vida, ser policía de carrera. Saqué el número dos de la promoción y pude elegir destino. Me fui a la capital.
Fue llegar a comisaría Centro y es como si me hubieran quitado una venda de los ojos. Empecé a ver caras, gestos, actitudes y recuperé mis dudas, mis mariposas en el estómago y mi insomnio. Se me acercó una compañera de una promoción anterior que me recordaba de la Academia porque el incidente de aquel desayuno con Goyo fue comentado.
- Y bueno, ¿que tal te ha ido? Ya tienes pareja ¿no?
- No es cosa tuya, pero no, soltero y no creo que cambie.
- Vente esta noche con mi novia y yo a tomar algo. Iremos a un bar de ambiente. No te importará. Mi novia es poli también, pero en la comisaría de Palmeras. Venga, anímate, no vas a correr peligro de que queramos follarte.
- Te espero en la puerta de tu casa, si me dices dónde.
Fuimos al barrio Rosa. La presencia del lobby LGTBIQ+ en el barrio era abrumadora. Parecía haber traspasado una frontera y chocaba que la gente siguiera utilizando el mismo idioma; otro mundo.
El local era como todos los de este estilo, mucha iconografía, camareros de revista, típicos osos de leather y oronda barriga y niñatos de dudosa mayoría de edad que atraen carrozas con pasta que dejan mucha pasta. En un ángulo semipenumbroso una escalera discreta te hacía suponer que por ahí se bajaba a los servicios, pero no, era el descenso a los infiernos gays. Mínimamente alumbrado, todo penumbras, sombras y bultos como flotando y errando. Además había unos servicios más concurridos que un andén de Metro en hora punta. Una sombra salida de no sé dónde con un pasamontañas por toda indumentaria me cogió el paquete y como no supe que hacer le dije que arriba me esperaba mi novia. Me contestó muy serio: "Eso es una perversión nueva, ¿no? ¡joder! no queda ni un maricón decente. Si tienes algo será novio y si es una novia tienes un despiste de cojones"
Salí de allí y me fui al final de la barra, al lado de donde mi compañera, Elvira creo que se llamaba y su novia estaban a brazo partido.
- Me voy, no me encuentro a gusto. Un tío me ha pillado el paquete, Elvira. ¿Elvira eras, no?
- Si Jero, Elvira y no seas muermo y no nos cortes el rollo. Venga tómate algo que invito yo - y levantando la voz le pidió tequila para los tres al camarero - Nena, le dijo al camarero con aspecto  de estibador y el torso desnudo, que contestó con guiñó de ojo cómplice - tres tequilas para tres machotes.
Me quedé apalancado en la barra sorbiendo poco a poco la bebida y de repente alguien me puso un rábano inmenso me rodeó la cintura con sus brazos y después de mordisquearme la oreja, que hizo que creyera que estábamos en Trømso en pelotas. El escalofrío me cimbreó todo el cuerpo y mi primera reacción fue revolverme pero inhibí el impulso.
- ¿Que quieres tú, mariconcito, emborracharte ligero para superar la vergüenza?
No paraba de besarme y lamerme el cuello y las orejas mientras hablaba y a la vez sentía más intensa la presión de su polla en mi culo. 
- ¿Te ayudo un poquito? - y con la pregunta hizo el intento de desabrocharme el pantalón.
No iba a consentir eso. Me vi desnudo en público y se me subió el estómago a la boca.
Me di la vuelta y le encaré. Tendría cincuenta y bastantes, la cara curtida, barba y bigote canosos y una barriga pasable y pantalón de cuero con hechura de marinero. La tapeta de la bragueta desabrochada para dejar salir un pene no muy largo pero grueso, descapullado y limpio. Me agradó comprobar cómo impactaba con mi pene que, no me había dado cuenta, estaba duro también, lo que ayudaba a despejar dudas, malentendidos entre yo y yo mismo. Llevaba una camiseta de cuero fino, casi tafilete, también con orificios para los pezones, perforados por gruesos anillos. Me acercó la cabeza hasta rozar sus labios con los míos. Aguanté el envite y me susurró
- Esas mariconadas para las nenas. Yo te voy a comer el rabo y luego me vas a follar, como se follan los hombres, a pelo.
Bajó las manos hasta la cintura y sin dejar de estimularme el cuello con su lengua empezó a manipularme el pantalón hasta que lo desabrochó. En ese momento Elvira se levantó.
- Bueno, Jero, ya veo que te centras y que las cosas habitualmente son lo que parecen. Los rumores a veces son certezas. Me parece bien. Jonas, es buena gente - le dió un beso en la nuca - cuidamelo Jonas, es amigo y compañero.
- Espera, espera, Elvira, ¿que es eso de los rumores? No me gusta quedarme a medias, ¿has oído algo de mi?
- Jero, atiende a Jonás, buen tipo, y duro, te viene como anillo al dedo. Síguele, aprenderás mucho y gozarás más.
- Nos vamos abajo - lo dijo al oído pero en tono imperativo. No se de qué manera una orden así consiguió estremecerse y sentí que la polla entraba en erupción, a punto de escupir todo lo que llevaba dentro, y debió darse cuenta, no se cómo - y ni se te ocurra correrte hasta que papá lo permita, eh, maricón secreto. Ni tu lo sabías, ahora soy tu Maestro - me metió la mano por dentro del calzoncillo y me abarcó con su manaza los huevos y tiró de mi. Yo no me reconocía, en otras circunstancias le habría aplicado alguna de las técnicas de defensa aprendidas, pero me derretía con esa autoridad. Y entonces sucedió lo impensable, pero que cuando lo recuerdo vuelvo a desear que suceda otra vez - dame un collar con cadena y pinzas de pezón - le dijo al chico de la barra.
- ¿Arneses? - contestó el chico.
- Uno de bola. Así sabrá que conmigo la lengua no es para hablar.
El camarero le dió lo que Jonás pidió y ante mi sorpresa y sin oposición alguna me puso el collar de perro en el cuello, enganchó la cadena y luego me ordenó abrir la boca para que me colocase un arnés de cabeza que llevaba una bola que entraba en la boca y no solo no me dejaba hablar, no me permitía tragar la saliva y ésta me rebosaba de la boca por las comisuras en un babeo constante. Yo mismo me preguntaba que qué hacía, pero la respuesta es que encontraba una inexplicable paz y placer en encontrarme en situación tan vulnerable. Y faltaba lo mejor.
- Venga, Jero, desnudate ya - me dijo cargado de razón Jonás, y entonces me di cuenta que la gente del bar había bajado el tono de sus conversaciones y todos nos miraban con curiosidad - esa ropa ahora mismo sobra. Puede recordarte quién eres, y ahora mismo, ya, no eres nada más que un juguete mío - y me dio una bofetada fuerte ante la que, en lugar de revelarme o defenderme, agaché la cabeza y me desnudé por completo - chico, pon esa ropa a buen recaudo - le dijo Jonás al camarero - quizá la quiera luego, no se, cómo irá.
Me quedé únicamente vestido con el collar y el arnés de cabeza, pero no tenía pudor, era un perro, era verdad, me sentía suyo y le quería como dueño mío que era. Me di cuenta que había perdido veintisiete años de mi vida buscando exactamente esto. Hasta que Jonás habló.
- ¿Y las pinzas?
- ¡Ah! perdona Jonás, toma - y le tendió una cadena con una pinza en cada extremo.
Le miré suplicante, implorando piedad, pero me dio otra bofetada, agaché la cabeza y sentí el mordisco en cada pezón. Gemí de dolor sin levantar la vista del suelo
- Así me gusta, puedes quejarte, pero no mirarme, soy tu amo. En un rato habrá desaparecido el dolor y aprovechando que se te ha bajado, no te va a venir más algo de castidad.
No sabía de lo que hablaba, empezaba a distorsionar la percepción de las cosas. La gente se me acercaba y me tocaba, tironeaba de la cadena lo que me producía una sensación desconocida, dolorosa pero deseable. Sobre todo tenían interés en tocarme el ano y escuché a alguno la palabra diversión y virgen, pero no sabía a qué se refería.
A Jonás le trajeron una bolsa de la que sacó varias cosas con las que empezó a manipularme los genitales. Al poco llevaba puesto un dispositivo que sujeto a los huevos, con forma de jaula impedía la erección, que tuve inmediatamente y me provocó un dolor diferente al de los pezones, pero de alguna manera placentero.
- ¿Uno nuevo, no? - Otro hombre de la edad y aspecto de Jonas se acercó, me pasó la mano por la raja del culo, sopesó mis genitales, luego desenganchó las pinzas de los pezones para volverlas a colocar, lo que me provocó un dolor como en mi vida había sentido. Aullé de dolor entre el alborozo general y enseguida sentí como la polla quería crecer sin conseguirlo.
- Muy bueno lo de las pinzas, Álvaro. Si, es nuevo, pero del todo, no se yo si ni siquiera haya catado varón, alguna vez. Pero venía, aunque él no lo sabía, para esto. Me ha enamorado. Pero es mío, no te vayas a meter que te conozco.
- Un perrito precioso, guapísimo, cuerpazo, dócil, pero, Jonás, ¿un perro tan bueno sin rabito?
- Ese lo reservaba para abajo. Acompáñanos al sótano Mi perro va gozar hoy de su condición.
Y yo en mi estado, sabía que iba a sufrir y lo deseaba. Solo me dolía que Goyo no estuviera presente, se lo ofrecería como expiación por todo lo que yo le hice sufrir a él. Me imaginé, sabía, que esa noche iba a perder la virginidad del culo, pero lo deseaba, y dolería, pero lo deseaba. Deseaba cualquier cosa que se les antojase hacer conmigo. Era feliz. Cómo solo quizá lo fui las horas que estuve con Sebastián en aquel paraíso salvaje junto al mar.

jueves, 24 de junio de 2021

POLI (3)

 

A medida que le iba desgranando lo sucedido en la playa del acantilado Goyo se mostraba más entusiasmado. Me preguntaba si después de lo de la roca durante la barbacoa no imaginaba yo nada.
- Voy a ser absolutamente honesto contigo Goyo. Mientras me la estaba chupando mi intención, y me reprimía, fue acariciarle la cabeza y buscarle la entrepierna a ver cómo la tenía él de tiesa o de grande, pero delante de mí mismo me veía buscando el sexo a otro tío y me veía señalado, como yo había señalado a otros en el instituto. Te acordarás de aquellos dos que pillamos pajeandose en los servicios del gimnasio, como los mortificamos hasta que acabamos.
- Si, tío, se me partía el alma, porque en esos mismos servicios yo le hice mamadas a media clase, menos a tí, que no me dabas pie, siempre colgado de Ana. Los mismos a los que yo mamaba el rabo, y alguno, ¿te acuerdas de Gerardo?
- Si, el cabrón ese que abusaba de los novatos.
- Pues ese, el que más chillaba era el que más me reclamaba, pero para chupármela él a mí. Porqué crees que te respetaron todos aquellos con los que estaba yo en el patio cuando llegaste con un luminoso en el culo que decía "Patearme" pues porque los tenía a todos cogidos por los huevos y si yo abría la boca se montaba un San Quintín.
Bueno, sigue. Estabas que los gallitos heteros, cabrones del instituto mortificabais a dos gays que sin hacer daño a nadie se consolaban uno al otro de su especial condición. Venga.
- Pues eso, Goyo, que me veía siendo objeto de mofa incluso de mí mismo y me horroricé. Además yo tenía la suerte de poder comparar. Ya Ana me había obsequiado con una mamada completa y no me voy a mentir otra vez a mi mismo al cabo de diez años, la mamada de Sebastián fue de lejos mucho mejor. Y cuando me dijo el pobre que si le hacía una paja, ¡fijate, una simple paja! que no me comprometía a nada, le dije que no era maricón, Goyo, cuando en realidad estaba pensando que acababa de descubrir que me gustaban los tíos y estaba asustado. Debí decirle No quiero ser maricón, aunque lo sea.
- Va, Jero, pero ya no tuviste nada de nada nunca más - le miré con cara de desencanto - bueno si, lo de la playa del día siguiente, pero eso fue el mismo encuentro, demorado unas horas, y luego ya nada - se detuvo en el paseo, me tocó el brazo, me detuve, me encaró y me preguntó - ¿Nada de nada?
- Luego te cuento - continúe caminando dejando a Goyo con cara de detective de película serie B - ahora sigo con lo de la playa.
Nada de nada, lo que se dice nada, no sabía si lo de aquella noche y la pelea por aquella chica contaba. No sabía si sincerarme con Goyo, quizá lo malinterpretase o en el peor de los casos me aclarase. Lo de ser maricón, me he negado siempre, ¡joder soy un tío! y que además tiene éxito con las mujeres. La verdad es que después de abrirle mi corazón a Goyo con lo del chico de la playa, ¿porqué no?
- Bueno, Jero, lo dejas aquí o me dices ya como acabaste follandose tres veces al mismo tipo en una mañana. Me vas a perdonar pero suena a enganche como una catedral.
- Contar eso tiene miga porque intervienen muchos factores y no quiero darte una versión injusta ni para Sebastián, que la verdad que el crío solo quería jugar, disfrutar de aquella playa exclusivamente para nosotros, ni para mí que me comporté como un energúmeno y de alguna manera me sentí obligado a compensar.
Pero antes otra cosa. Fue hace cosa de cinco o seis años. Empezaba a salir con una chica menudilla, muy simpática, pero castaño tirando a rubio de bucle grande y una cara de angelote de Murillo. Llamaba la atención, de verdad. Estábamos en un bar, ya era tarde, tarde, te voy a decir que de las tres adelante. Yo había bebido un poco de todo y apareció un nota del curro, de profesión simpático empalagoso, el típico guaperas que chasca los dedos, y se creen ellos, que se le rinden hasta las once mil vírgenes. Pues nada, que llega, venía el tío cargadete y me dice que si ese pibonazo me lo iba a quedar yo solo para mí. Le aparté poniéndole la mano en la cara mandándole a tomar por el culo, pero el imbécil va y le coge una teta a mi chica. ¿Que hice? le largé un hostiazo a puño cerrado que le hice caer sobre una mesa. Vinieron los seguratas y nos pusieron a los dos de patas en el arroyo. La chica me dice entonces que acaba de pedir un taxi y que se va que no soporta a los machistas como yo. Me dejó de una pieza. El otro gilipollas sangrando por la brecha que le había hecho en el pómulo se meaba de risa por la salida de la menudilla. El disgusto me despejó los vapores del alcohol y tomé conciencia de la herida del otro. Le pedí perdón y me dijo que por lo menos le acompañase a urgencias y me suelta "y como poco Jero, una mamadita tenía que caer" Yo me lo tomé, como se lo habría tomado cualquiera que quien hablaba era la botella de tequila que tenía que llevar en el cuerpo el nota. Le llevé en mi moto a urgencias y me chocó que se me agarraste tanto, pero la borrachera era de Nobel y no le quise dar importancia. Cuando le curaron eran las cinco de la mañana y me dijo que vivía al lado del hospital que no debería coger moto hasta que no se me pasase el morao que tenía. No me pareció mal. Vivía en un apartamento muy chico y destartalado detrás del hospital. Solo tenía una cama pero era de 1,5 que ocupaba casi todo el cuarto. Me dijo que no tenía más, pero que había sitio de sobra para los dos. Yo me eché vestido y él se quedó en ropa interior tipo strap y me rechinó un poco pero estaba que me caía y me quedé frito.
- ¿Y ya está ya está? Cuál es el problema que pensaste que deberías haberle mamado y por cortedad no lo hiciste.
- Peor. Déjame seguir. Me empecé a despertar y no quería porque la chica menudilla me estaba haciendo una mamada de libro y la estaba disfrutando. Yo le cogía la cabeza con las dos manos y le acompañaba en su cadencia. Y abrí los ojos, miré el techo, no reconocía la habitación donde estaba pero iba a correrme, levanté la cabeza y no pude ya cortar. El colega del trabajo, el figura guaperas me estaba haciendo una mamada. Me había desnudado por completo, que no tengo conciencia de cómo lo hizo y yo con el primer chorreón de leche le tenía sujeta la cabeza y terminé de correrme en su boca. Fue un placer inenarrable, pero yo no le iba a dar la razón. Cuando acabé empezó él a masturbarse sin sacarse la mía de la boca, pero le agüé la fiesta, me retiré y con toda la indignación que pude reunir, que no era mucha, me había gustado, le pregunté si era maricón y el tío sin cortarse me dice "¿Y tú?" Y me dejó sin palabras. Es más me amilané y le expliqué que era un sueño que una tía me la chupaba y diciéndolo me estaba dando cuenta de lo tonto de la explicación. Y sin dejarme seguir con la explicación me pregunta "¿No es la primera vez? que yo tengo muchos tiros daos" Yo estaba desarmado y le dije que efectivamente que no. "Ya me parecía. Anda vamos a tomarnos un café y a echar un polvo tranquilo, que te tenía yo el ojo echado"
Me vestí, y me negué al café y al polvo por supuesto. Fui por mi moto y me fui a mi casa. Tenía todo el domingo para digerir el marronazo que me acababa de tragar.
- Entonces Jero, ¿cuál es el problema? te cogió la vez con tu sueño, ese pesado de la tajada, y tú cuerpo lo explicó haciéndote soñar lo tuyo, que una tía era la que se ocupaba. No te comas el coco amigo, tu no tienes nada de maricón, solo te has visto pillado por las circunstancias.
- Que no Goyo, que no. Déjame terminar que ahora viene lo mejor.
- Ah, ¿es que hay más?
Todavía me preguntaba porqué le estaba contando a Goyo todo y lo que tendría que contar a continuación me iba a pasar factura y a obligar a tomar alguna posición.
- Al día siguiente en el trabajo a la hora del bocadillo me fui al muelle de carga a comérmelo tranquilo y no me di cuenta que Ramón, el que me la mamó, se acababa de sentar a mi lado. Me dijo que teníamos pendiente un polvo y me echó el brazo sobre el hombro. Me lo sacudí con cajas destempladas y me puse de pie en un salto. Se levantó, vino tras de mí y me dijo que no me lo tomará tan a mal y luego me hizo una pregunta, me pidió permiso para hacérmela. Me preguntó la edad. Yo tenía casi los 22, el me contestó que tenía 28 y me explicó: "Yo con tu edad se me amontonaban las tías y la verdad es que salvo las pajas que nos hacíamos los colegas con doce o trece años nunca tuve nada con un tío hasta los 24 que nos montamos un trío con una muchacha y al final, empujado un poco por ella que me engatusó con su boca el otro me la clavó. Y ahí me contagie. Jero, una vez que pruebas culo estás perdido, aunque no lo parezca. Aquella chica sabía estimular y como dilatar. No sólo no me dolió, me entusiasmó. Finalmente yo me la follé a ella, pero te juro que la sensación de tener una polla dentro no sé dónde roza o empuja, no se, solo sé que a partir de ese momento, yo seguía follando con mujeres pero notaba una ausencia por detrás. Yo en casa me tocaba, me metía el dedo, me daba vaselina y sacaba el dedo lleno de mierda, me compré un dildo, y me molestaba más que gustarme. Hasta que un día me armé de valor y me metí en una sauna gay. Un color se me iba y otro se me venía. Tanto se me debía notar que un tío en la cuarentena se me acercó me cogió el culo y me dijo que él me iba a quitar mis angustias. ¡Que sabiduría, Jero! Volví a sentir aquello que añoraba pero me introdujo, además de su nabo, en un mundo nuevo. Me enseñó a mamarla, a comerme un culo, a besar y a meterla como un ser civilizado. Después de varias sesiones con él en la sauna, de copas o paseando, me presentó a su mujer y a sus hijos. Yo estaba flotando, hasta que encontró a otro pardillo al que enseñar. Si, he follado con tías, pero no es igual. Con un tío puedes ser tierno, dominante, cervatillo o una serpiente venenosa y una vez se baja uno de la cama, allí en la cama se queda todo. Con una tía te levantas de la cama con la mochila cada vez más cargada de promesas, reproches, compromisos y angustias. Con un tío, yo al menos, me siento más libre" 
Me dejó de una pieza, Goyo. Cambió toda mi percepción de lo que era ser maricón. Y para colmo me hizo la última pregunta: "¿Antes de lo nuestro, bueno de mi asalto, habías tenido algo más? Y que conste que fue asalto hasta que te diste cuenta que era yo el que chupaba, porque bien que te corriste hasta el final sin rechistar. Dime alguien más?" Le conté lo de Sebastián y ahí acabó de darme la puntilla. Me dijo: "Dos veces entonces, con la mía. Pues mira no voy a poner paños calientes. Ya sabes eso de que si te engañan la primera vez es culpa del otro, pero la segunda, amigo, es tuya" Maricón no creo pero vete sacando número para apuntarte a bisexual y no te cortes, cuanto antes cates el culo y puedas elegir, no seas tonto, no pierdas oportunidades con la edad que tienes. Te queda mucho que gozar de una polla. Un coño está bien y una mujer te lleva embridado, porque si no, nos volvemos locos buscando intensidades y es mejor tener control, pero que te dejes de bobadas y aceptes de que vas, cuanto antes mejor"
Mira Goyo - no me dejó seguir
- No, Jero, mira tú, gilipollas - estaba como cabreado - te lo pusieron negro sobre blanco hace ¿cuanto? Seis años, ¿Y no has tenido tiempo para revisar tu vida en este tiempo? Y pensar la de noches en blanco pajeandome pensándote que he pasado, cabrón, desde los quince años y aguantandome, aguantandome, ¡Joder, hasta tener que comerme un coño canoso, solo porque tú te lo habías follado antes! Para hostiarte y no parar  ¿Y bueno? habrás decidido ya probar a envenenarte de culo una puta vez, y desde luego yo voy a ser el primero.
- Goyo, eres mi amigo, no sé si por tu parte con beneficios o no. Desde luego por mi parte es sin beneficios. Me lo pensé mucho y decidí que esa droga era la más adictiva y no. Seré bisexual, pero no pienso ejercer. En cuanto acabe la formación y me destinen, encontraré una chica sin complicaciones, me casaré y haré una vida normal.
- ¿Pero tú has meditado que coño es una vida normal? O sea que los millones de tíos casados con devaneos homo ¿son anormales?
- Eso es como lo de las moscas y la mierda Goyo. Cada persona busca su normalidad y la mía va a ser con mi mujer, mis hijos y mi rutina policial.
- Te equivocas, Jero, te equivocas y vas a desgraciar a una chica que te querrá hasta que se dé cuenta que a ti la cabeza se te va a tu culo. Porque eso sí te lo pronóstico. Eres un tío de bandera, macizo, y con uniforme, un yogur, antes o después probarás culo y a ver entonces qué haces, porque mamar polla te va a enloquecer y eso lo probarás mucho antes.
- Venga Goyo, vámonos ya que hay que llegar a la cena.
- Jero, no me lo tomes a mal, pero voy a pedir el cambio de habitación a la mía antigua, no voy a soportar verte desnudo o pasar las noches en vela sabiendo que estás luchando por no meterte en mi cama.
- ¡Que dices, maricón! - nada más soltarlo me arrepentí, pero no quise rectificar, me podía suceder como con el luxemburgués y no. Al menos iba aprendiendo.
- Así estamos, ¿No? - estaba realmente abatido - Yo voy a volver por la ronda. No quiero hablar más contigo. Adiós Jerónimo.
En ese Jerónimo había toda una declaración de intenciones. Se me clavaron en el alma sus palabras y le vi dar media vuelta y enfilar la pasarela del río para coger la ronda que le llevase a la Academia. Me entraron ganas de llorar, pero no quise dar rienda suelta a mis sentimientos, había tomado una decisión y ya era un hombre, no un adolescente, y la mantendría aunque me llevase la vida.

martes, 22 de junio de 2021

POLI (2)

 

Acabamos de festejar que habíamos entrado en la Academia de Policía en una pensión de mala muerte con dos mercenarias, maduritas ya pero con todo el arte del mundo a la hora de saber cómo se satisface a un tío. Cuando la luz de patio interior iluminó débilmente el cuartucho nos despertamos con la resaca del siglo y un jaquecón de muerte.
- ¿Estás seguro que éstas no nos han regalado unas purgaciónes o algo peor? - Goyo me miraba con un ojo cerrado y guiñando el otro mientras se sostenía la cabeza del dolor que tenía - porque eso de cambiarnos la puta y que no rechistasen me pareció emocionante pero raro.
- Seiscientos euros para las dos, con la edad que tienen daban para eso y para los que nos diese la gana. Si tenían algo, eso ya no se, Goyo. Pero antes de ingresar en la Academia nos hacemos unos análisis o algo.
- Lo que está claro es que ahora se a que sabe tu polla - dijo Goyo esbozando una sonrisa malévola.
- ¿A quien se le ocurre comerle el coño a una puta? eso para empezar. Y segundo, estábamos follando a pelo, tío, y me acababa de correr, ¿Eres tonto..., o demasiado listo? yo ahí lo dejo.
- ¡Joder, Jero! ¿Entonces eso, eso que destilaba? Joder que asco, Jero, que asco.
- Si, mi polvo, el último. Y puedes dejar de hacer aspavientos, el semen, es semen y ya está, soso dulzón, muy tonto. Si te gusta a mí me da igual.
Me vino a la memoria aquella mañana en la playa del acantilado; como el semen de Sebastián me impactaba la garganta, lo tragaba y deseaba que siguiese eyaculando. Después de aquel día, nada de nada hasta que Goyo sacó el tema. Lo cierto es que pensar como aquel muchacho se corría en mi boca nunca me hizo plantearme si me daba asco o no. Formaba parte del conjunto total de lo que allí se desarrollaba. Nunca volví a pensar en ello ni a desearlo.
- Papá, ¿Y el padre y su hijo de Luxemburgo? se han ido sin despedirse.
- Pues la verdad que esta mañana, alboreando bajé a ver amanecer en la playa y estaban cargando el coche, les pregunté si se iban ya y el padre me miró con cara de asesino y no me contestó. El chico masculló algo al montarse en el coche, que no entendí y salieron de los apartamentos como alma que lleva el diablo.
- Que raro, ¿No, papá?
- Hay gente rara. Más de la que imaginas. No le des más importancia.
Recuerdo que me quedó mal sabor de boca no poder despedirme. Recordándolo la vista se me perdió en el vacío.
- Eh, tu, Jero, ¿Ha pasado un ángel? Venga vamonos de aquí ya que tengo hambre.
Por primera vez en diez años volvía a recordar lo que sucedió aquella mañana entre Sebastián y yo.
- Por cierto Jero - preguntó intrigado Goyo mientras se vestía - ¿tú cómo sabes tan bien a que sabe la lefa?
- ¿Tú qué crees, pringao? Será que ando mamando pollas en mis ratos libres - me había tocado en la línea de flotación, pero supe reaccionar sin que se me notara nada - pues porque hace ya muchos años quise saber que sabor tenía y me pajeé una vez exclusivamente para probarlo. Tú sabes, contra una pared de espaldas y las patas levantadas hasta tocar la pared y la polla apuntando a la boca. A los quince se tiene mucha elasticidad. Pajoteo y la leche te cae justo en la boca. Como tampoco era tan fácil y al final ni fu ni fa, no lo volví a hacer.
Por eso se a que sabe. ¿O es que te habías imaginado alguna otra cosa?
Me di cuenta que había imprimido al tono de mi pregunta retórica un punto agrio de reto, pero no creía que Goyo pudiera atisbar algo desde allí. Para quitar empaque al momento me fui hacia él, le agarré por el cuello intentando sin demasiado interés acercarle a mi bragueta.
- ¿Quieres probarlo de la fuente, eh, quieres probarlo?
- Déjate de tonterías con estas bromas - se le notaba molesto - que uno nunca sabe cómo acaban - lo cierto es que le aprecié cierta falta de convencimiento en la protesta.
- Hombre Goyo - le había soltado ya - salvo que de verdad quieras husmearme la bragueta aquí es donde acaba. Y venga, calzate ya que nos vamos.

En la Academia nos asignaron las habitaciones por número de acceso. A mi me tocó a un chico muy joven de Valencia y en la contigua Goyo estaba con uno de Alicante. 
Salió de Goyo y me sorprendió, por lo corto de genio que era, pedirle al chico de Valencia que le cambiase la habitación, ya que al fin y al cabo Valencia y Alicante, paisanos, sin saber eso de los litigios de vecindad. No se podían ver, solo por el hecho de ser paisanos. Y ahí se quedó.
Al mes de estar allí mi compañero de habitación se lesionó gravemente la columna en la pista militar al saltar y no saber caer. Lo evacuaron y no había salido la ambulancia del recinto cuando Goyo se plantó ante el sargento de pabellón a pedirle permiso para pasarse de cuarto.
Cuando le vi con todos sus trastos en la puerta de la habitación, con su mejor sonrisa en los labios me dio un vuelco el corazón. Le brillaban los ojos de emoción, cerró la puerta de una patada y me dió un abrazo que ni el del oso a Favila.
- Joder, tío, te echaba mucho de menos - ¡estaba llorando! - eres más que un hermano para mí.
- ¿Un novio? - le dije en tono de guasa, sin esperar la que se me venía encima.
- ¿Tú sientes lo mismo? Yo lo sabía.
Me aparté de él con mi rostro serio.
- ¿Estás de broma, verdad? No me digas que lo del rabo en la cola del Registro era verdad, porque me pegó un tiro. Goyo, joder, ¿lo has dicho en serio? Todo este tiempo, tus abrazos, tus acercamientos, comerle el coño a la puta con mi corrida dentro, Goyo, por todos los santos, dime que me equivoco.
Goyo iba del rojo al blanco folio en el color de su cara, no era capaz de articular palabra, quería hablar, pero en lugar de palabras las lágrimas se apelotonaban en sus ojos y empezaba a moquear profusamente. 
- ¡Joder, Jero, joder, perdona! yo no quería - y cayó de rodillas tapándose la cara.
- Mira Goyo, contesta si quieres con la cabeza, pero de verdad, en serio, me va a dar un ataque joder ¿ERES MARICON?
Goyo se dobló hasta dar con la cabeza en el suelo sin dejar de llorar cada vez con más cuajo. Me agaché le cogí por los hombros, le ayudé a levantarse y nos sentamos en mi cama. Él se refugió en mi pecho llorando sin querer enfrentarme y yo le pasaba mi brazo por su hombro mientras le daba palabras de aliento.
Se fue calmando hasta que pudo sostener la mirada. Tenía los ojos congestionados de tanto llorar.
- Goyo, mira, falta un cuarto de hora para la comida. Lávate, serenate que no se te note; que tenemos que bajar. Esta tarde, después de clase, pedimos permiso para salir y hablamos. De verdad que creo que nos debemos alguna confidencia.
Aún recuerdo el primer día de Insti, que quería ser trasparente y tú te apartaste de tu grupo para ayudarme. Estaba aterrado y tú fuiste mi ángel de la guarda. Luego me metiste en tu círculo y lo que yo imaginaba que iba a ser mi ejecución se convirtió en la época más bonita de mi vida, hasta hoy. Por eso, y luego por muchos detalles más no solo te tengo que estar agradecido sino que te quiero, más que si fueses un hermano. No te disgustes. Si eres gay, sigues siendo mi amigo, aunque quizá no pueda satisfacer todas tus demandas..., o no se, Goyo. Esta tarde hablamos. 
Tocó la sirena que reclamaba nuestra presencia en el comedor. Cada uno cogió su bandeja y nos sentamos en una mesa vacía.
- Por nada en el mundo - me miraba sereno a los ojos - hubiera querido darte semejante disgusto, Jero, pero llevo queriéndote desde que te vi, abatido en la puerta del patio sin saber para donde tirar. Teníamos quince años, cuando llegaste de traslado y no conocías a nadie. Aquel día te habría comido a besos.
- Come Goyo, luego hablamos con tranquilidad. Me voy a ir yo ya. El sargento nos mira con demasiada insistencia. No me gusta. Saldremos por separado esta tarde y nos vemos en la plaza bajo el reloj, a eso de las seis.
- Pero, ¿Me he sobrepasado?
- Hazme caso - me levanté - y no me mires cuando me esté yendo. Por el bien de todos.

- Tenías razón Jero - llegó con puntualidad a la plaza y fuimos a un sitio popular y bullicioso a tomar chocolate y churros, nada más inocente - cuando salía del comedor el sargento me preguntó si había hecho migas contigo y le contesté que desde que entramos al instituto a los quince, de toda la vida. Parece que se conformó
- Lo comprobará. El sargento Costas es una pieza de cuidado. Huele las relaciones íntimas. Tiene fama de echar por eso a muchos aspirantes a poli. Es un cabrón.
- Bueno, venga, cuéntame. ¿eres gay o bi? - bajé la voz deliberadamente.
- Gay a tope, Jero. Lo que pasa que la edad y que te tenía desnudo y empalmado a mi lado follandose a una tía no me dio ningún problema para follarme a esa otra tía. A mi veintisiete años era la primera vez que tocaba un coño y espero que la última. Tuve que hacer de tripas corazón y pensar que era la única forma de estar haciendo sexo contigo, aunque solo fuese al lado. Porqué crees que me tiré a rebato a comerle el coño rezumando tu lefa, cerré los ojos e imaginé que eras tú quien se corría en mi boca.
- Goyo, ¿cómo voy yo a desnudarme contigo en mi cuarto sabiendo con que intención me miras?
- Lo siento, Jero, calculé mal. Pudo haber sido hace años, pero te cambió el carácter de pronto. Fue cuando empezamos el último curso. El año que cumplíamos los dieciocho. Y siempre te lo he querido preguntar. ¿Que te pasó?
- No se - le clavé los ojos en los suyos, sopesando contarle o no lo sucedido con Sebastián - Goyo, creo que soy bisexual. Vámonos de aquí al paseo de castaños de Indias, no nos podemos exponer a que alguien escuche algo.
Salimos del local en silencio y no empezamos a hablar hasta que sentimos el rumor de las aguas del río que enmarcaban el paseo de los castaños que formaban entre todos un dosel verde.
- Pero como que no sabes. Yo sé que veo un tío y me pongo burro. Tú tienes que darte cuenta que algún tío te llama la atención y te gustaría trastearle, lo mismo que una mujer. Pero si eso solo te pasa con las mujeres, tío, eres hetero de libro.
- ¿Sabes porqué conozco la textura y el sabor del semen? Goyo.
- Porque probaste el tuyo ¿no?
- No solo se el sabor, también se tragarlo. Me lo tragué y no era mío.
- ¿Tú has estado con un chico? ¡Que cabrón! ¿Con cuántos, cuántas veces, les conozco?
- Una vez, nada más. Me has dicho antes que me cambió el carácter cuando empezó el último curso. Ese verano tuve sexo, una sola vez, bueno fueron tres polvos de una tacada con un chico luxemburgués.
- Cuenta, joder cuenta - Goyo estaba entusiasmado con mi confidencia - ¿cómo te lo ligaste, o te ligó él a ti? Cuenta, ¡joder! que me tienes en ascuas.

lunes, 21 de junio de 2021

POLI (1)

 

Me fui acercando a las listas sin querer mirarlas. Alli estaba el tablón del Ayuntamiento con una escolta bulliciosa de aspirantes intentando ver su nombre.
- ¿Están por orden alfabetico, no? Goyo, mi compañero de estudios de oposicion temblaba preguntando.
- Goyo, joder es por numero de expediente, ¿no ves que no hay ni una letra?
- Perdona Jero, si lo sé, pero no me atrevo a mirar
- Venga tío, es facil, 102 y 103, ibamos seguidos, porque ibamos uno detrás del otro en la cola para entregar la documentación - hice una pausa dramatica y continúe - y aunque tu lo niegues me pusiste el rabo.
- Joder, Jero, no me maltrates mas, tío, tu sabes que no.
- Mira maricón, 102 y detrás  (tú siempre detrás) 103. ¡Estamos dentro, Goyo!
Nos abrazamos, nos besamos llorando de alegría y fuimos a festejar.
Soy bisexual, aunque de comportamiento hetero, siempre lo digo porque en realidad mi parte homo fue bastante ocasional, ni yo mismo me lo creo, aunque lo diga para darme un aire más puesto al día. Y desde mis diecisiete años no he vuelto, o más bien nadie ha vuelto a tocarme el rabo si en lugar de coño tenía algo parecido a lo que yo tengo entre las piernas. 
Con diecisiete años en unas vacaciones con la familia en la playa me hice muy amigo de otro adolescente de mi misma edad, Luxemburgues, que se ponía con su padre en la playa a nuestro lado. Nunca tuve ni pulsión, ni deseo, ni duda alguna. En el instituto salí con una compañera, Ana, justo hasta que lo acabamos, que ella se largó  a estudiar a Lyon, de donde era su madre y yo me quedé con mis pajas y sus whatsapp masturbandose con un dildo que les cogía a sus padres de donde ellos nunca imaginaron que nadie pudiera encontrarlo, un altillo del armario del pasillo. Cuando nos despedimos casi estuve a punto de clavarsela pero acabó mamandomela hasta el final del todo para compensar, porque me dijo entre risas que en Lyon las barrigas estan mal vistas.
Estábamos con el Luxemburgues, Sebastián. Yo le contaba mis cuitas y el no contaba mucho, porque hablaba español con dificultad. Estaba allí con su padre porque su madre se había separado para irse a vivir con una novia. Yo le hablaba de Ana una y otra vez hasta que tuve que enseñarle los whatsapp de sexting. A mi verlos me ponía muy burro y una noche en la playa, mientras los demás se ocupaban de los churrascos y la barbacoa Sebastián y yo nos refugiamos tras unas rocas a ver, una vez más, los videos de Ana. Le expliqué cómo de regalo de despedida me hizo una mamada con corrida y tragada incluida y no pude soportar el rememorarlo y me bajé el bañador y empecé a masturbarme mirando el video. Él me imitó pero se lo quitó del todo quedándose la camiseta y empezó a masturbarse también. 
Y empezó la función.
- ¿Quieres yo a ti hago paja y tu a mi a ver? - había poca luz, pero le vi brillar los ojos, con una sonrisa bobalicona y ese acento entre francés y alemán.
- ¿Tu eres maricón? - me daba lo mismo que lo fuera, pero no quería que se creyese que lo era yo.
- No hace falta ser pede, para hacer otra paja a un amigo. ¿prefieres mamada? yo se hacer también y me gusta esa leche. ¿quieres?
- Pero nada de besos ni mariconadas - estaba en un tris de correrme, a mi que no me hacia falta mucho y el vídeo de Ana metiéndose el dildo en el culo me soltaron la lengua intentando salvaguardar mi masculinidad - ni tocarme el culo.
- No Jero, yo hacer mamada a ti y luego si quieres tu una paja a mi, pero si no quieres yo hago a mi.
Sin responder le cogí la cabeza y la lleve a mi polla. Creí que me corría en ese momento pero el luxemburgues no era la primera polla que se metía en la boca, tenia arte y supo demorar algún minuto la corrida, aplicando dientes muy suave a la zona del frenillo y cuando supo que no me podía aguantar mas me cogió los huevos los manoseó con destreza y se limitó a hacer resbalar su lengua por el frenillo. El placer fue prolongado e intenso. Se tragó todo el polvo y se quedó con mi polla en su boca hasta que me retiré.
- ¿Tu haces paja a mi ahora?
- Ya te he dicho que no soy maricón - me levanté de malos modos y me fui.
- Otro dia, si tu quieres la metes en mi culo - me respondió a mi desaire.
Yo me subí el bañador y le deje detrás de la roca masturbandose.
Cuando, tomando un pinchito, después, se me acercó y me preguntó que si bien le contesté con cajas destempladas y me marché a nuestro apartamento.
Esa noche la pasé muy desasosegada, entre calor que hacía y que recordaba la mamada de Sebastián fundiendola con la de Ana en la que quien me mamaba en el sueño, al despedirnos no era Ana sino Sebastián que a su vez se metía en el culo el dildo que usaba Ana, y que me ofrecía metermela a mí y en ese momento me despertaba sobresaltado. En una de esas me desperté empapado de semen y me tuve que tocar el culo porque la imagen de Sebastián/Ana era tan vívida que sentía el consolador en el culo.
Me intentaba convencer que el que el chico me la mamase no me había hecho mella, pero me martilleaba a la cabeza el ofrecimiento de la noche anterior: "Otro día, tu la metes en mi culo"
Al día siguiente cuando bajamos a la playa, Sebastián se vino para mí como si nada hubiera pasado. Yo estaba cortado pero le miraba el culo y veía el de Ana insertándose el dildo diciéndome que no tenían porqué ser tan distintos, mientras que no tocase otra cosa, podía cerrar los ojos y pensar que era el ojete de Ana. Nunca la había metido en caliente y no tenía ni idea la cantidad de sentimientos, emociones y percepciones que se pueden llegar a tener. Quise pensar en otra cosa y con el paso de los días y que Sebastián y su padre se fueron unos días a conocer la zona el asunto se durmió.
A los cinco días volvieron a aparecer en la playa. Él estaba entusiasmado con el paseo de cinco días y no paraba de hablar y contarme con ese acento suyo unas ruinas de un monasterio medieval al borde de un acantilado, lo bonitas y misteriosas con unas escaleras excavadas en las rocas por las que los monjes bajaban a la playa. El padre de Sebastián nos animó a alquilar unas bicis e ir a visitarlo. En bicicleta estaría a 45 minutos. Podíamos llevarnos unos bocadillos y bebidas y pasar el día. Sebastián se mostró entusiasmado y mi padre nos animó a hacerlo.
Al día siguiente a las diez de la mañana ya íbamos el luxemburgués y yo camino del monasterio en ruinas. El viaje era muy bonito bordeando la costa y a veces serpenteando entre montes suaves para evitar los acantilados intransitables. Finalmente a las once de la mañana estábamos allí. Descansamos un rato, comimos un bocadillo y empezamos a explorar. Había una parte correspondiente al templo que conservaba algún muro contenido por un contrafuerte, pero en la parte de lo que era convento, quedaban restos de escaleras y algún tramo de patio porticado y una escalera que bajaba a lo que debían ser cocinas a base de bóvedas de pechinas sostenidas por recios pilares de piedra, y allí en un rincón, tras un escabel de piedra había un hueco oscuro por el que oía el rumor del mar y salía un aire fresco y salino.
- Está es, aquí. Bajamos - me dijo Sebastián con la cara iluminada.
- Sebastián, estás loco. Eso está muy oscuro, tío, no se ve nada.
- Yo bajado con mi padre. Tengo linterna. Yo voy delante, tú pones manos en hombros míos y enciendo luz. No hay peligro. No ser miedoso. Nos bañamos abajo.
No quería quedar como una nenaza así que con más miedo que vergüenza le atenacé, más que le apoyé las manos, los hombros. Sentí su calor en mis manos y según descendimos la escalera de caracol le toqué su cuello. Joder, estaba suave y cálido. La primera intención y me sorprendí a mismo, deseando besar ese cuello. Inmediatamente quité las manos y le dije que ya se veía luz. Que ya bajaba yo solo. Me jodió sentir que empezaba a empalmarme.
- ¡Sebastián! - grité porque la escalera terminaba pero en una cueva y por poco no me parto la crisma. Del último escalón al lecho de roca había como un metro y no me percaté hasta el último instante y menos mal que pude agarrarme a un saliente.
Llegó Sebastián riendo.
- Porqué quitas manos. Olvidé decirte el final. Dame tu mano.
- ¡No! Ya se saltar yo solo. Joder, me podías haber avisado. Ya veo la playa, venga echa a andar.
Llegamos a una playa auténticamente virgen. Imposible acceder de otra manera. Incluso con helicóptero solo se podría hacer rapel, la playa no era suficientemente ancha para descender. Arena blanca muy llana, alguna roca aquí y allá, zona de sol y la sombra del acantilado. Dejamos las mochilas y nos quitamos las camisetas, pero Sebastián se desnudó del todo.
- ¿Que haces?
- No hay nadie, Jero, y se baña muy mejor con la piel. Quita pantalón - y quiso bajarme el bañador.
Fue un impulso. Estaba bastante empalmado y me daba vergüenza quitarme el bañador y además no quería que el se fuese a creer que él me ponía, que a día de hoy tengo que reconocer que si deseaba follarle.
Le di un empujón violento y le tiré a dos metros sobre la arena. Me miró con cara pánico y entonces me di cuenta de lo que había hecho. Era un energúmeno. El chico no tenía ninguna intención torcida, pero yo sí y me lo reprochaba empujándole.
Fue una décima de segundo, la culpa y el remordimiento me guío. Me arranqué el bañador con rabia, la polla no empalmada pero si a tamaño de empalme a modo de badajo entre dos bolas muy pegadas a las ingles. Me tiré prácticamente encima de él cubriéndole de "perdonas" y besándole por donde podía hasta que él me cogió mi cabeza entre sus manos me detuvo, me miró a los ojos con una mirada serena y entusiasta y sentí su polla durísima y como la mía hacia lo mismo. Me atrajo la cabeza hacia sí y muy despacio depositó sus labios sobre los míos. Fui yo quien abrió la boca y le arrebaté la suya. Estuvimos besándonos mucho rato explorando cada recoveco de nuestras bocas con las lenguas. Yo le pasé las manos por la nuca y él me acariciaba la espalda y las nalgas. 
Recuerdo aquellos momentos como los más felices de mi vida, entregado en cuerpo y alma al otro sin importarme si tenía polla o coño. Habría firmado allí mismo pasar mi vida con él. Y me di cuenta que quería más.
- Quiero tener sexo contigo. No se la he metido nunca a nadie y quiero que seas tú - se lo susurré muy despacio al oído. Él no contestó, volvió la cabeza y volvió a besarme. Con auténtica habilidad se contorsionó hasta dar su boca a mi sexo. Me chupó con auténtica devoción hasta que le dije que me iba a vaciar. 
De un salto se puso en pie, me ofreció su mano y con la misma agilidad me levanté.
- Nos metemos en la mar.
Corrimos los dos sin soltarnos de la mano hasta sumergirnos. Seguimos acariciándonos y besándonos hasta que él me invitó a salir. Nos secamos al sol jugando. Luego sacamos las toallas de las mochilas las extendimos y ahí fue donde yo probé por primera y última vez una polla y lo que me resulta más imposible, un ano. No me importó hacer un 69 de beso negro, y no me importó hacerle que se corriera en mi boca. Estábamos en otro mundo en el que únicamente vivíamos nosotros, no había sexos ni no sexos éramos el mismo amándose a sí mismo. Cuando Sebastián me llenó la boca con su jugo me reclamó la boca y compartimos. Luego con ese mismo semen se colocó boca arriba levantó las piernas se lubricó el ano y me invitó.
- Fóllame Jero. Entra y sé feliz conmigo.
No debía ser la primera vez porque el pene me entró en su cuerpo mientras me penetraba él a mí con sus ojos en los míos y sonreía feliz. Fui muy lento, gozando de cada roce, de cada beso de cada sonrisa que me dedicaba y llegó el momento. Yo estaba diciendo eso, era yo, me extrañaba pero quería decirlo. No se puede gozar más de la vida, sin nada, completamente desnudo.
- Te quiero, Sebastián, te quiero - y las lágrimas de alegría bañaban a mi amigo que me besaba suavemente los ojos. 
Cuando acabé estuvimos unidos hasta que mi polla decreció tanto que se salió. Nos volvimos a dar la mano y volvimos al mar a lavarnos y besarnos una vez más.
Comimos otro bocadillo e hicimos el amor dos veces más. Cuando el sol se retiró de la playa nos fuimos. Ninguno de los dos volvimos a abrir la boca hasta llegar a nuestros apartamentos. Nos despedimos con un "hasta mañana" y no lo volví a ver.

miércoles, 16 de junio de 2021

UNA FAMILIA AVENIDA (6)

 

- ¿Porqué no han dejado las cenizas allí? - Nelson hizo la pregunta inocentemente.
- Son los restos - contestó el abuelo - con ellos ahora hacemos lo que creamos mejor.
- Pero eso que te han dado podrían ser restos de un perro o de una gacela. ¿Para qué?
- Son costumbres Nelson - quise ahorrar a mi abuelo explicaciones.
- Yo ahora - cambió de tercio Nelson - me iré, si a usted no le importa - se dirigió a mi abuelo - cuando encuentre un sitio donde quedarme o quizá otro trabajo.
- Tu te vienes a casa - le contestó el abuelo - y te quedas lo que quieras, o te vuelves a tu tierra. Tampoco sabría conformarme ya sin tú polla. Tu qué dices - me miró sonriendo - ahora que ya sabes cómo se las gasta Nelson.
- Papá - mi padre reprendía a mi abuelo - no creo que sea el momento...
- ¿Por esto? - y levantó el columbario con las cenizas - Vamos a casa y os contaré algunas cosas, que Nelson podrá decir si ha visto alguna.
- En mi tierra, la única meta, y más en mis circunstancias, católico y gay, es sobrevivir. Una vez conseguido, ya no sé qué metas podría yo alcanzar. Me quedo con usted, si no le importa.
Llegamos a casa del abuelo y mi padre le pidió que sin más preámbulos nos explicase porqué había tildado a su madre, mi abuela de perra.
Nos sentamos en la sala donde yo tuve el encuentro con abuelo y Nelson y éste hizo intención de marcharse a otra habitación para dejarnos solos.
- No, no, Nelson, quédate. Al fin y al cabo, no de ti porque no sabía de tu existencia pero de tus compañeros de piel si se explayaba, los consideraba poco menos que monos con alguna habilidad.
Tú recuerdas, hijo, cuando me ganaste por la mano, tu edad y tus hormonas enloquecidas lo consiguieron, y yo acabé recordando, los buenos polvos que echaba, no solo yo, todos, con el maricón de la compañía. Poca gente sabe que a veces, no era él el pasivo, algunos, nos dábamos la vuelta; si, yo también, tenía el chico buen aparato y no se le daba mal, pero el machismo tiene que ver según parece con mantener el ojete virgen, como si se fuese menos hombre por saber sacarle partido. Luego en la cantina echábamos unas risas de cómo le poníamos el culo, de lo machotes que éramos. Pues bien, aquella vez que lo hicimos de primeras y ya las siguientes veces eras tú el que follaba y yo no te dejaba tocarme era porque tu madre nos vio. Pero fría, vengativa y calculadora cómo era no dijo nada y a la siguiente vez que tuvimos sexo de pareja, me dijo: "A partir de ahora follo yo y tú no vas a volver a hacerlo" se me encogió la picha y me enseñó un artilugio que me colocó y que impedía empalmar o masturbarme. Luego me enseñó un cinturón strap-on de buen tamaño. Se lo colocó y me dijo: "doggy Style, he aprendido mucho desde lo tuyo con tu propio hijo, maricón. Hacerle eso a tu propio hijo, pero se acabó, y no te cortó la polla mientras duermes porque no quiero ir a la cárcel, maricón. Si ya decía yo que me comías demasiado bien el culo"
A ti nunca te dijo nada, pero no sé si apreciaste que se volvió más distante de lo habitual.
- Si es cierto y me preguntaba - dijo mi padre con gesto de intriga - que podría haber sucedido, porque de ninguna de las maneras imaginaba que nos hubiera visto.
- Pues despejada la incógnita, hijo, ya ves. Pero no solo me humilló así. Se traía amigos a casa y me obligaba a ver cómo la follaban y muchas veces les animaba a que me follasen a mi
Una vez al mes me ataba las manos a la espalda, me quitaba el cacharro con la llave que ella llevaba siempre al cuello, me ordeñaba, como ella decía, me afeitaba la zona y volvía a ponérmelo. Cuando le dió el ictus y le pude quitar la llave y deshacerme del dispositivo de castidad tenía la polla como la de un crío de cinco años. Me costaba empalmar, luego vino Nelson, que me daba caña y a veces me pone uno con sonda uretral que dice que le pone cachondo, y a mi también, para follarme, pero luego me lo quita y me desahoga como nadie.
- Abuelo, ¿lo tienes por ahí, me lo puedes probar? Quiero saber que se siente. Voy a buscar a Caye con el puesto a ver.
- ¿Cuál, el de la sonda o el de tu abuela?
- No se. Nelson, ¿Cuál pruebo?
- El de la sonda, te molestará más y te hará sentir más dependiente a la par que te dará mucho morbo cuando mees. Si quieres te lo pongo y te follo después para que sientas lo malo y dulce a la vez que es intentar empalmar y no poder. Se te clavan los barrotes en el capullo que se vuelve muy sensible. Si en ese momento te la lamen puede que te corras, verás que sensación tan distinta.
- Papá, ¿Puedo? y que el abuelo me la lama después, o los dos a la vez.
- ¿Era o no era una perra que Dios tenga en su gloria? - preguntó el abuelo mientras Nelson iba por el artilugio.
- Si papá - dijo mi padre al suyo -aunque también hay que comprenderla. Lo herida que se tuvo que sentir.
- Pero esa frialdad, hijo. Me podía haber echado, divorciarse, hundirme, pero lo de anularme el sexo fue peor que la gota malaya.
Vino Nelson con el aparato que llevaba en la punta un tubito que entraba por el capullo como de cinco centímetros. Después de lubricarme y de introducir el trozo de sonda del dolor la polla se me encogió lo que facilitó la tarea de enjaularla y luego pasar el candado por el fiador que rodeaba la base del escroto. Yo me desnudé por completo y Nelson hizo lo propio. En el momento que me metí el capullo del negro en la boca y mi polla quiso crecer y no pudo, sentí una punzada no desagradable del todo. Luego Nelson me la clavó en el culo y al estimular la próstata empecé a chorrear precum con una necesidad imperiosa de estimular el capullo, pero era imposible encerrado entre barrotes de acero inoxidable y el tubito profundamente insertado. Sentí necesidad de estimularme los pezones algo que hasta entonces nunca me había sucedido y le pedí a Nelson que me los pellizcase mientras me follaba entonces mi padre se levantó y empezó a mordisquearlos. Nunca había sentido más placer. Es como si al anular la polla como fuente, todo mi cuerpo fuese polla. Sentía entrar y salir a Nelson y a cada embolada era como si fuese un golpe de paja en la polla. Cuando mi padre y mi abuelo me lamieron el capullo a punto de estallar de excitación empecé a eyacular semen con fuerza y a sentir un placer próximo al desmayo. Me desmadejé y si no es porque Nelson me sujeta caigo como un bulto inerte al suelo. Y en ese momento me hizo salir de mi salto al vacío el que Nelson se corría, dentro de mi y empujaba con más fuerza aún. Cuando Nelson se retiró, mi abuelo se aplicó a mi ano recogiendo la cosecha de Nelson que luego intercambió en beso con mi padre y Nelson mismo. Alcancé a oír a Nelson susurrarle a mi padre
- A ti si que te tengo ganas yo
- Cuando quieras - contestó mi padre - sabes muy bien que desde que llegaste a cuidar a mi madre las miradas que intercambiamos nada más conocernos nos contaron la historia de cada uno y cerrando los ojos no hubo un centímetro de tu piel que no lamiese. Vente ahora a casa con Víctor y conmigo, estará Caye también. Te va a faltar polla para tanto culo.
- ¿Y el abuelo? - pregunté a modo de protesta.
- Tu deja a tu abuelo en paz que disfrute por una vez en la vida de la soledad y del estimulador eléctrico que aún no he tenido tiempo de probar.
- ¿Tienes un estimulador pulsado? - le pregunté excitado a mi abuelo al tiempo que sentía una punzada en la polla; llevaba puesta la jaula y no podía desarrollar la excitación.
- Espera - me dijo mientras salía de la habitación y volvía al poco - mira tiene electrodo de estimulación prostática, pinzas para estimular pezones y sonda uretral para estimulación interna. Las pinzas de pezón sirven para lengua, también doloroso y excitante. Tiene varias salidas por si quieres usarlo todo a la vez y este reóstato es para ajustar el amperaje y este otro para la amplitud de la pulsación. Va a ser una locura.
- Papá - le dijo mi padre al suyo - vente a mi casa con el cacharro y además de probarlo todos vigilamos no sea que vaya a ser muy fuerte y tengas un accidente.
- ¿También quieres probarlo, eh, maricóncete?
- Y yo quiero probarlo en los pezones - dijo muy serio Nelson, sin apasionamiento.
En ese momento emití un quejido, la jaula de castidad me estaba molestando y necesitaba como mínimo que me estimulasen el ano.
- ¿Molesta la jaula, eh, pequeño? - me dijo con aspecto de disfrutar con mi molestia, Nelson - pues no te la voy a quitar. Contrólate o sufre. Eso también forma parte del sexo. En casa de tu padre te follaremos y descansarás.
- Creo que me voy a correr otra vez, pero no sé cómo - Nelson me levantó el pene encerrado en el dispositivo y comprobó como manaba semen y yo tiritaba de excitación.
- Este tipo de orgasmo es más parecido al del clítoris. En realidad lo que tienes ahora lo es. Es intenso, aunque menos que el del macho, pero mucho más duradero. Estarás gozando muchos segundos. Acostúmbrate que desde ahora tienes coño y clítoris. Eres mi mariconcita.
Cuando escuché a Nelson explicar lo que me pasaba decidí  que era lo que quería. Me estorbaban los huevos y sentía el ano muy presente.
- Venga - dijo mi padre - Vámonos todos a casa.

viernes, 4 de junio de 2021

UNA FAMILIA AVENIDA (5)

 

- Un poco torpe, pero no lo ha hecho mal.
- Yo diría, Víctor, que su torpeza es por el ansia de recuperar el tiempo perdido. Fulgencio, según me contó su hermana, tu madre, cuando tenía doce años les cogieron a él y a otro chico del colegio en un váter. Fulgencio al parecer estaba de espaldas y el otro chico le penetraba. Como el otro chico tenía 16 quedó todo en que le forzaron y castigaron al mayor, pero tu madre me dijo que en realidad fue al reves, cuando tenía ocho años tu abuelo le sorprendió en el corral con el hijo del aparcero, de su edad masturbándose mutuamente. El no sabe que yo lo sé, por eso hasta ahora ha estado tan gallito. Contigo no se ha podido aguantar.
- Pero el tiene su novia y siempre se ha comportado como un odioso homófobo desde que tengo conciencia de quien soy.
- No soporta saberse maricón, hijo. A tí y a mi nos importan poco las etiquetas, somos como somos y encontramos la felicidad en eso, aceptar quienes somos. Fulgencio el pobre no sabe cómo lidiar con ello, dentro de un rebaño ser la oveja negra le asusta. Y no sabe cómo huir de él, en lugar de aprender a vivir con el mismo y los que le rodean, pero no le asedian, que ahí es donde se equivoca y le hace sufrir
En ese momento sonó el teléfono fijo.
- Que raro, el fijo. Ya casi nadie lo usa. Cógelo, Victor.
- Ya, ya, - Nelson preguntaba muy nervioso por mi padre - está aquí a mi lado, pero me lo puedes decir a mi. Joder Nelson, si quieres se pone pero me parece una chorrada. Venga vale. Papá toma el teléfono, es Nelson - le ofrecí el auricular - tiene que hablar contigo y solo contigo.
- Joder, que misterio con el puto negro, ¿no te lo puede decir a tí, ahora que os conocéis mejor?
- Papá, por favor. Y se llama Nelson.
- Dígame, que es eso tan importante que solo me puede decir a mi.
- Don Victor, su madre ha fallecido, ahora mismo. Su padre no tiene consuelo. Le he tenido que llamar yo y no me parecía bien decirselo al niño. Lo siento.
Mi padre se quedó con la vista perdida en un horizonte inexistente y el auricular colgando de la mano hasta que sencillamente se resbaló y él no hizo nada por sujetarlo. Luego se fue dejando caer apoyandose en la pared hasta quedar sentado en el suelo. Me asusté.
- ¿Que ha pasado? Papá, dime - me puse de rodillas delante de él - ¿que?
- Tu abuela. Visteté, tenemos que ir cuanto antes. Nelson dice que tu abuelo está deshecho.
Me impactó pero por ver a mi padre afectado. Al fin y al cabo, mi abuela quedó así siendo yo un niño aún y no me sorprendía. No había tenido la interacción con ella como con mi abuelo, aparte de nuestros apartes mas íntimos. Además llamó a Nelson por su nombre, lo que me indicaba que cuando se referia a él como el negro era para  meterse conmigo.
Llegando nosotros a casa del abuelo, llegaban los de la funeraria, que Nelson ya había avisado.
El abuelo estaba sentado en su sillón con la cabeza hundida entre los hombros, los ojos vidriosos y la tez cenicienta. Mi padre tenía la cara desencajada y como que tenía que pedir permiso para entrar, no se atrevía a moverse libremente por su casa.
- La he puesto en la cama de su dormitorio - Nelson estaba grave pero en su sitio, al fin y al cabo quién había muerto no le aquejaba emocionalmente. Indicó a los de la funeraria, ridículamente vestidos de riguroso luto, donde se encontraba el cadáver.
- Por favor - levantó la voz rota mi padre dirigiéndose a los trabajadores funerarios - déjenme con mi madre solo un instante.
Le seguí hasta el dormitorio y allí en la puerta, me dijo, a mi, su hijo, que le dejase solo. Me sorprendió pero lo comprendí. Me quedé en la puerta que mi padre entornó. Desde la rendija se veía parte de la escena. Mi padre acercó la descalzadera rosa chicle de mi abuela se sentó y cogió la mano del cadáver entre las suyas. Empezó a hablarle quedo pero agucé el oído.
- Nunca tuve valor para hablar contigo, se que trazaste en torno a mi un cortafuegos e hiciste caer toda la culpa sobre mi padre. Pero no mamá, no fue así. Fui yo, mamá. Con diez años fui a confesarme de que tenía deseos impuros  y aquel confesionario fue la puerta por la que entré a otro mundo que difícilmente hubiera imaginado. Si, mamá, Don Felipe, en el que tanto confiábais el que me llevaba a los retiros espirituales de fin de semana y algunos de semana entera, eran retiros pero carnales. Íbamos unos cuantos chicos y varios curas y hombres seglares. Allí me desfloraron y allí me enteré por un hombre muy mayor que disfrutaba metiéndonos plátanos por el culo que ya mi padre asistió a alguna de aquellas orgias en las que los hombres curas o no, nos enseñaron todo. Me dijo: "Tu eres hijo de Víctor tu eres Víctor Jeronimo. Tu padre era un maestro mamándola. Desde el primer día destacó. Yo empalmaba entonces y le atragantaba con mi rabo, pero nunca se quejó ni hubo que castigarle al potro por escupir nuestro semen. Tu padre siempre se lo tragaba y quería más. Le queríamos mucho" y yo me sentí orgulloso de mi padre y aunque la tenía muy lacia se la chupé y me dio mil pesetas. El potro, mamá era donde ataban a los díscolos con el culo bien en pompa y lubricado y los perros entrenados los follaban. Al que ataban al potro no volvía a desobedecer. 
A medida que escuchaba lo que mi padre le contaba consternado al cadáver de mi abuela me iba excitando. Alguna vez mientras Caye me follaba me decía que le gustaría tener un mastín entrenado para que me follase mientras yo se la mamaba a él. Yo le decía que es lo que más deseaba y se corría enseguida. Mi padre empezó a llorar, se medio calmó y continuó.
- Siempre creíste que fue mi padre, pero fui yo. El, según me dijo después, lo tenía todo olvidado, porque al parecer, el dueño de la casa de campo aislada donde se celebraban las orgías, murió. Y se interrumpió todo hasta que el cura me envenenó con esa dulzura de veneno que es el sexo sin cortapisas. Fui yo el que cuando llegué a casa del retiro me fui con mi padre de paseo y se lo conté todo. Entramos en un cine y con mis diez años se la chupé a mi padre en los urinarios del cine hasta que llegó otro hombre, nos vio y me sodomizó a la vez. Papá se corrió enseguida y el de detrás terminó de hacerlo en mi boca también. Tu marido me dijo, que ni una palabra de aquello. Pero le hice crecer de nuevo la semilla que llevaba dormida en su corazón. Cuando tú nos pillaste mientras mi padre, tu viudo, ya, me follaba, no era él quien me obligaba, yo le buscaba como una ramera.
En ese momento no pude esperar más y entré en el dormitorio. Abracé a mi padre y le hice sentir mi dureza, luego le eché mano a la bragueta y estaba duro. Lloraba, pero se dejó hacer. Le saque su polla y empecé a darle placer con la boca. Mi padre comenzó a gemir de la manera que yo sabía que se avecinaba la efusión y en ese momento entró en la habitación Nelson. Me sobresalté e intenté disimular, pero Nelson sabía perfectamente lo que hacíamos.
- No les da vergüenza, profanar así el cadáver caliente aún de su madre y abuela. Si querían follar podían hacerlo en su casa - mientras Nelson nos reprendía me fijé que se frotaba la entrepierna del chándal que se abultó exageradamente - venga, salgan, que entre la funeraria a hacer su trabajo.
Salimos de la habitación y entraron los funcionarios a embolsar y encajar el cadáver.
- Pero en que pensaban con su madre y abuela de cuerpo presente, ¿no tienen corazón? - Nelson seguía muy enfadado.
- Mi padre no tiene culpa, se estaba disculpando con ella, he sido yo al escuchar lo que le decía que me he calentado y me he dejado llevar y de paso le consolaba. Si, ha estado mal Nelson, disculpa.
- ¿Que es todo ese alboroto, precisamente en este momento? - el abuelo salía de su ensimismamiento ante la subida de tono de voz.
- Pregúntele a su hijo y su nieto. Lo que hacían delante de su difunta no estaba nada bien. Por lo menos en mi cultura a los muertos se les respeta.
- Se más explícito Nelson, o tu hijo, que es lo que hacíais que tanto ha escandalizado a este hombre.
- Abuelo, la culpa ha sido mía - me acerqué a mi abuelo y le abracé - vi a papá tan afectado y me excité tanto con lo que decía que quise consolarle y se la estaba chupando cuando entró Nelson.
- No pasa nada, hijo, la perra esa muerta no merecía otro respeto.
Nos quedamos los tres como congelados sin saber que decir o cómo reaccionar.
- Mamá, ¿una perra muerta? - mi padre rompió el hielo más escandalizado de lo que demostró Nelson cuando nos sorprendió.
- Muerta está, gracias a los dioses, y que era una perra - el abuelo no disimulaba que estaba exultante - no me atrevo a contaros determinados extremos.
- Cuenta cuenta - respondió desafiante mi padre - ya más nadie se va a escandalizar.
- Señores, nos vamos ya - los funcionarios de la funeraria empujaban un carrito con un ataúd en pie para que cupiese en el ascensor - esta es la caja de trasporte, pueden ustedes ir al tanatorio cómo dentro de media hora que esté allí el de su seguro que les diga las opciones de ataúd a elegir.
- Muchas gracias - dijo el abuelo muy puesto en situación - tanta paz lleves como la que dejas, bruja - lo dijo entredientes y muy bajito pero nosotros lo entendimos.
- ¿Tanto daño te hizo, padre? - mi propio padre estaba conteniendose con el suyo.
- No sabes muchas cosas Víctor. Nunca quise que las supieras, y ahora el verme liberado de este penal me ha traicionado y me he dejado llevar, lo siento hijo; nada hay peor que quitarle a un niño el amor que siente por su madre. Pero, hijo, tu madre no era inocente. Hasta que nos encontró donde tú, recuérdalo, me llevaste, se comportaba, si, un poco fría, pero ya yo la conocí así, un poco distante siempre y acepté desde el principio sus rarezas. Yo tenía las mías, ya lo sabes, me aficioné a porculear hombres en la mili. Había un maricón de libro en la compañía y era el desahogo de todos. Era "normal" follarse al maricón. Pero el culo de tío tiene algo de imposible, de robo de fuego que lo hace adictivo. Si uno folla un culo una vez lo hace siempre. Es como una zona libre de impuestos, como los duty free de los aeropuertos. En esos sitios se hacen y compran cosas que en circunstancias habituales no se hacen y cuando uno sale de allí, todo se olvida. Por eso cuando tú me pusiste el tuyo en bandeja no pude resistirme. Ahora deberías comprenderlo ya hijo.
- Vale, abuelo, mi padre es tan vicioso como yo, de acuerdo, pero de ahí a que insultes a la abuela.
- Ahora tenemos que enterrarla. Cuando esté hecha cenizas os lo contaré todo, lo juro. Vámonos al tanatorio. Nelson, tu también, por favor, fuiste estos últimos meses su ángel de la guarda y no te merecías lo que pensaba de los de tu piel.
Mientras avanzaba el coche de papá camino del cementerio intentaba imaginar que clase de monstruo enraizaba en el pecho de mi abuela para que su marido después de cuarenta y cinco años se produjese de esa manera. Ya estaba deseando que todo acabase.

martes, 1 de junio de 2021

UNA FAMILIA AVENIDA (4)

 
- Si, papá. Me ha follado Nelson, y el abuelo en alguna medida, sin metermela en el culo. Se ha corrido en mi boca. No me habías dicho lo de PA del abuelo. Pienso ponerme uno.
- Con tu mayoría de edad supongo. ¿Que? - tenía un tono de enfado - te han vendido lo del esclavo y las perforaciones.
- Deberías probarlo. Es completamente lujurioso. Por cierto, cuando te follé en la ducha, el día que estabas con Caye, me pareció que te entraba con facilidad, ¿ya te han fisteado? A mi me ha metido el puño el abuelo, porque si no hubiese sido así Nelson no habría podido con ese pedazo que tiene tan monstruoso. Dios, que placer dan treinta centímetros, yo no sé ahora sí voy a sentir algo con Caye. Por cierto, mira - me di la vuelta, me bajé el pantalón y me agaché para que viese lo que llevaba puesto - sácalo para que veas que pedazo de coño me ha quedado.
Mi padre metió la mano entre las piernas, me acarició el pene y las bolsas y luego con mucha delicadeza me extrajo el tapón.
- ¿Esto, quién te lo ha puesto, el negro?
- Nelson, papá, se llama Nelson. Y no. Me lo ha regalado el abuelo.
- A ver, agachate que lo vea bien. ¿Te apetece que le meta unos dedos?
- Uff, papá, sería genial.
- Primero los dedos y luego yo también voy a hacerte un regalito.
- ¿Un regalo, regalo o un regalo envenenado de esos con los que tú dices que educas?
- Te valdrá para lo que quieras. Pruébalo con Caye, a ver qué tal. Toma.
Me entregó una caja de Amazon precintada de tamaño como de ropa interior.
- ¿Strap, me has comprado Strap. Cómo, de cinchas, enterizo, Calvin, Emporio? - a medida que desprecintaba la caja era una ametralladora haciendo preguntas. Mi padre tenía esa cara que ponía él cuando sabía que iba a impactar, como de suficiencia.
- Hombre Víctor si llego a saber lo del negro...
- ¡Papá, joder, tan difícil es decir Nelson! - y en ese momento apareció. Un plug hinchable, rosa de perilla negra - ¡Que cabronazo! la que me tenías preparada. Querías ser tú el que me fistease primero y el abuelo se te adelantó.
- No, tu abuelo lo sabía. Lo comenté con él y fue él el que me dijo que quería hacertelo. De todas formas te va a servir para tu novio. ¿Quieres probarlo?
- ¡Claro, joder! - me empalmé instantáneamente y ya estaba desnudo de cintura para abajo.
- Uff, Víctor, hijo, que potencia. Con esas demostraciones dejas para el arrastre a cualquiera.
- Luego hacemos algo, papi, ahora insertarlo tú y dale caña a la pera, a ver qué dice la próstata.
Y en ese momento sonó el timbre de la calle.
- ¡Joder, Víctor! se me había olvidado que venía tu tío Fulgencio.
- ¿El homófobo ese? y que se le ha perdido aquí.
- Quería hablar conmigo de algo relacionado con su hermana. Tratándose de tu madre, no podía por menos que decirle que viniera a hablar. Vete a tu cuarto, quítate eso y adecentate. No deja de ser tu tío, y tratale si quieres con frialdad, pero con el respeto que se merece. Además, cuando se vaya ya te contaré yo algo. Venga, que voy a abrir.
Fulgencio era el hermano pequeño de mi madre, algo más joven que mi madre y que vivía con una tía estrafalaria que no quería saber nada de parentescos. Eran pareja y punto.
Cuando mi madre nos dejó por su amiga "No sabía lo que era el amor hasta que la conocí a ella" me dijo antes de salir por la puerta con su maleta.
Su hermano estuvo más de dos años sin hablarla hasta que se apañó con Selena, la estrafalaria.
Cuando se enteró vino a casa a dar el pésame a mi padre y se despachó a gusto. Yo nunca había escuchado tantos improperios homófobos, estaba asustado. Mi padre tuvo que pararle los pies y acabó abrazado a mi padre llorando como una Magdalena, mientras mi padre le preguntaba en voz baja, pero yo lo oí, "¿podía haberte pasado a ti?, Fulgencio, acuérdate. Tío que lo de nuestra boda fue muy fuerte y que fueses borracho no le quita valor. Ahora estás deshecho, pero verás como todo se arregla"
Nunca pregunté que sucedió en aquel banquete de boda, fue algo que escuché y ya está. Pero a la vista de cómo se desarrolló nuestra vida siempre quise preguntarlo paro nunca encontraba el momento adecuado o me decía, "¿Y a mi que coño me importa?
- Hola tío Fulgencio - entré en la sala donde estaba con mi padre, vestido a propósito con una camiseta de asas de sisa abierta y mucha caída y unos pantalones cortos de tiro corto sin suspensorio. Si llegase a empalmarme la polla se me saldría por la pernera. Mi padre me miró y quiso comerme con los ojos. Me senté al lado de mi padre en el sofá enfrente de Fulgencio y a propósito levanté una pierna y pisé el asiento del sofá. Sabía que en esa postura y con ese short uno de los testículos asomaría.
Fulgencio estaba con la cabeza entre las manos mirando al suelo y no reparó en mi postura.
- ¡Pero que cara más dura tiene tu mujer!
- Mi ex, Fulgencio, mi ex. Ella está casada con su mujer. Yo solo soy el pasado. ¿Que te ha hecho?
- ¡Quiere mi semen!
Fulgencio era lo que se podría decir un aspirante a culturista, pero le perdían las tapas y sus respectivas cervezas. Buenos hombros y pectorales, aún conservaba cintura aunque la barriga hacía esfuerzos por tomar protagonismo. No tenía mal paquete y las piernas si eran bonitas. En la postura que se encontraba con las piernas a noventa grados, el paquete resaltaba más. Fulgencio era guapo, como lo era mi madre, no se le podía negar. Iba rapado para disimular su incipiente caída. 
Cuando levantó la cabeza lo primero con lo que se dio de narices fue con mi paquete tranquilamente reposando sobre el sofá. Me miró a mi, miró a su cuñado con cara de sorpresa y de un salto se puso en pie.
- !Joder, Víctor! dile a tu niño que se comporte.
- Fulgencio, ¿que pasa?
- Que no necesito que ni tú niño maricón ni nadie me enseñe sus intimidades, joder - todo dicho en un tono amenazante y excesivamente alto. Mi padre se puso de pie también. Yo me quedé muy tranquilo sentado mirando con descaro a mi tío.
- Y encima me provoca ¿No te das cuenta?
- Fulgencio, para - mi padre le sujetó por los hombros - es un crío, y tú y yo somos ya hombres. Está en la edad de creerse dueño del mundo; déjalo que disfrute. Y ahora venga, siéntate, olvídate de los huevos de tu sobrino y cuéntame qué ese eso de que quiere tu semen.
Fulgencio se sentó otra vez apartando la vista dejando claro que existía una brecha entre nosotros, pero necesitaba desahogarse.
- Quiere que su novia geste un niño, pero el semen tiene que ser mío porque así de alguna manera ella también participa y el crío será de las dos como si mi hermana hubiera sido la que la hubiera fecundado.
- ¿Y qué? - la pregunta de mi padre no era retórica - vale, le das el semen, se hace una un vitro y se implanta y si te he visto no me acuerdo, tu no vas a echarle un polvo a la novia de tu hermana.
- Joder, eso no, antes, antes - y sin darse cuenta y mirandome la entrepierna iba a decir que antes cualquier otra cosa.
- Antes Fulgencio, ¿te follabas a un tío? - mi padre hizo un silencio dramatico mirando muy fijo a los ojos de mi tio - pero eso, cuñado mío, recuerda...
- Yo no tengo nada que recordar - se volvió a levantar - y ya me voy. Gracias por escucharme.
- No. Tu no te vas -  mi padre se puso en pie tambien y muy cabreado. Torcía la boca de la manera que yo sabia que se avecinaba tormenta - no, tu has hablado despectivamente de la condición sexual de mi hijo y hoy se levantará el velo del templo, se rasgará con la daga de la verdad. ¡Sientate, joder!
Nunca habia visto a mi padre hablar en ese tono, solo le faltaba empuñar un arma. Habia declarado la guerra y el campo de batalla estaba delante de mis narices.
- Sabes, Fulgencio, desde antes que me casase, que tus miradas de adolescente descarado y talludito a mi paquete y tus comentarios torpes y a deshora sobre el sexo con tu hermana buscaban precisamente que nos encontrasemos. Sabes, porque lo sabes, no te hagas de nuevas, que aquel dia en la salita que tenia tu madre junto a la cocina, mientras esperaba a que saliese tu hermana me provocaste marcandote el paquete y retandome aque te enseñase la polla porque seguro que era un micropene, no como la tuya; ¡y te la sacaste dura! invitandome a que palpase se dureza. Venga, cuéntale a tu sobrino que paso en los vateres del hotel durante el banquete de bodas, vamos, machito ofendido por los huevos de un chaval.
Mi tio cambio la cara, se quedó como el papiro antiguo, amarillento de tez. Las comisuras de los labios apuntaron al suelo y lentamente se sentó. La cabeza se le perdió entre los hombros y se la sujetó con ambas manos. Empezó a llorar.
- Eres un cabrón - mas que un insulto era una suplica de que dejase pasar aquello.
- Siempre lo he sido, y maricon, de paso, pero cuando tuve que asumir responsabilidades no me refugié en el honor herido. Lastima que los urinarios de los hoteles no registren las humillaciones. ¿No recuerdas? No, claro, estabas tan borracho, aunque suplicar se te daba bien, borracho y todo.
- ¡Cállate ya!
- Pues habla tú. Quizá yo estuviese borracho también y tergiverse algun hecho. Habla, que el maricón de mi hijo sepa quien es Fulgencio.
Durante unos segumdos eternos en los que mi tio se tranquilizó  quise estar a kilometros de allí y por otra parte queria enterarme de los chismes de la familia, me divertía.
- Desde que entraste en mi casa como novio de mi hermana, me gustaste, Victor - sonrió tristemente y se entregó - y sigues volviendome loco. Envidiaba a mi hermana y cuando en verano te ponias aquel bañador de braga tan pequeño, con ese viente plano y bien musculado y el bulto celestial entrando en el agua hubiera querido ser agua para que entrases entero en mi boca. Pero sabes cómo era tu suegro "Prefiero veros en cárcel antes que maricones." Yo tenía que ser el más macho y escondía revistas de tías bajo el colchón para que las encontrase mi madre.
Luego entraste en casa y esa luz en tu gesto al sonreírme y la forma de decirme que estabas encantado de tener un cuñado así, me derritió. Pero sabía que era imposible y me fui al lado oscuro. Renegué de mi tendencia, de mi naturaleza y lo combatí. Salía de noche con otros bestias a cazar maricones y el que pegaba las patadas más fuertes era yo, no tanto por esconder les mi deseo sino por demostrarme a mi que yo no era así. En una de esas uno me reconoció de la sauna y le destrocé. Estuvo tres meses en el hospital. Era el ídolo de aquel grupo de infrahombres. Cada vez tenía que irme más lejos a buscar alivio. Una vez leí en Google que una zona de cruising en el pueblo cercano era un hervidero. De noche pude distinguir los típicos pelados y la ferralla puesta. Eran dos colegas de raid poniendo el culo, uno, el más radical decía con rabia "follame fuerte maricón que como te pille te voy a arrancar la cabeza" 
Yo era como ellos y me asusté, deseaba que me follaran pero querría matarlos por hacerlo. Yo no era maricón, ellos con su existencia desencadenaban mis deseos más pervertidos. Y no era así, la realidad es que todos éramos iguales, solo que a mí y otros imbéciles como yo nos repugnaba la imagen que nos devolvía el espejo. Y lo dejé.
- Tío, que pedazo de empalme contando lo de esos dos - y me saqué la polla para ilustrarlo.
- En otro momento te habría machacado, ahora lo que me pide el cuerpo en tragarmela.
- No te cortes cuñado. Tu sobrino te lo va a agradecer.
- Incesto, ¿verdad? Sexo en familia, todo queda en casa. Vosotros tenéis sexo, ¡seguro! Lo sé..., y os envidio, no quiero negarlo y volver a sacarme los ojos para no ver. Aquella noche de tu boda, ya eras familia Víctor, y sucedió. No te culpo, fue cosa mía, aunque tu tampoco te negaste...
- ¡Hostias! Papá, ¿follasteis la noche de bodas?
- Que te lo cuente tu tío que está embalado. Anda Fulgencio, sigue.
- Estaba cabreado. Tu padre se había casado con mi hermana y se veían tan felices. Una felicidad que yo no podría alcanzar, porque lo cierto es que aunque apalizase maricones, yo era el que más golpes merecía. Nunca estuve con una mujer, no se me levantaba. Una vez tuve que ir de putas con los otros gilipollas y me vi en el compromiso, me pagaron la puta entre todos. Fue aterrador tener que confesarle a una puta que lo tuyo no son las mujeres.
- Joder, tío, que mal rollo. ¿Y que te dijo la puta, lo largó?
- Que va. Era buena gente. Nos fumamos un canuto juntos y me dijo que si quería correrme, para poder salir airoso. Sacó de un cajón un consolador y vaselina. ¡Que habilidad tenía! Y me gustó. Me dijo que si me gustaban las pirulas porque venía con ellos. Y me dijo una cosa que se me grabó.
- ¿Que dijo?
- "Todos los tíos desean que les revienten el culo, aunque les duela, pero no soportan admitir que tienen culo, aunque si hay un coño por medio todo se perdona. Muchos, o todos de esos zagales se morirían por un rabo, pero no te lo van admitir y encontrarse sin el apoyo de los demás. Hay que ser muy tío para reconocer que lo tuyo son los rabos. Mandalos a todos a la mierda y se tu feliz, ¿O es que para que ellos se sientan bien tú tienes que ser un desgraciado?
- Bueno, la noche de bodas, tío, quién entró a quien. ¡Que nervios!
- Vi que tu padre iba para el vater yo tenía cuatro copas y había perdido la vergüenza. Le seguí. Entré detrás de él me puse a su lado y sin más se la cogí. El me miró, sonrió y me dijo "me dejarás mear por lo menos" y sin pensarlo me agaché y me la metí en la boca y le dejé que terminase su piso en mi boca. Se me desbordaba, ¿te acuerdas?
- ¡Que si me acuerdo! Te decía, traga, joder, que me salpica el traje.
- Fue tremendo. Estaba colado por tu padre, y él no estaba muy lejos. Cuando acabó de orinar, me dijo "Vamos a la habitación" 
Mi padre se partía el culo de la risa recordando como estrenó el tálamo nupcial con su cuñado.
- Fue un polvo épico Víctor - se le encendieron los ojos, le brillaban, contando aquella vez; estaba exultante - tu padre es un gran amante. Nunca nadie me ha comido el culo como él, ni nadie me ha follado con tanta delicadeza y al tiempo tan contundente. Cuando acabamos, me sentía como si el tiempo no existiera, el mundo era mío y no había nada imposible.
A la mañana siguiente en el desayuno tu padre me dijo al oído que cuando repetiamos y le contesté que de que repetición hablaba. Lo negué todo y volví a mi amarga cueva, a tragarme las bilis. Y ahora lo del semen y mi hermana me lo ha devuelto todo.
Me levanté, me saqué mi pantalóncito y me quedé con la parte de arriba, me planté delante de Fulgencio con la polla apuntando a su cara.
- No llores, tío, ríe con tu sobrino.
Sin dejar de derramar lágrimas mansas se metió la polla entera en la boca.