lunes, 25 de marzo de 2024

MANOLO Y RAÚL

 

                             MANOLO


- Mira, Manolo. Si no quieres estudiar, a trabajar. Tienes ya dieciocho, has acabado tu bachillerato y yo esperaba que siguieses la tradición familiar, el derecho. Desde tu bisabuelo, todos hemos seguido esa senda. Sea, que tú no quieras eso, pero de vaguear nada.
- Papa. No me gusta, no quiero ser un ratón de biblioteca, entre legajos y sentencias y el mamoneo ese de vuestra jerga. Que no, que no me gusta eso.
- Pero, no sé, otra cosa. Lo que quieras, una técnica, una científica, algo de salud.
- No sé, papá, quiero viajar, ver cosas..., poder respirar, algo, joder...
- No me grites, Manolo, joder. No quieres estudiar, vale. El primo Juan tiene una empresita de construcción. Vas a ir a trabajar de peón, que se te curtan las manos..., y las expectativas, que te amarren los pies al suelo. Y además tendrás dinero para salir de fiesta con tus amiguitas, si te quedan fuerzas, claro, el finde después de una semana de acarrear ladrillos y sacos de cemento.
- ¿Que son esos gritos? Jesús, hijo.
- Nada, abuelo que tú hijo no me entiende. Yo tengo otras espectativas y él solo quiere que me vaya a trabajar con tu sobrino Juan, de peón.
- Jesús, ¿Que está pasando, que coño dice mi nieto, que le haces ir a una obra?
- No, Papa, que no quiere estudiar. Que Manolo, quiere ver mundo, que no quiere oír hablar de la universidad. Y le he dicho que de vagueos, nada, que si no quiere estudios, a trabajar y el primo Juan nos va a echar una mano en eso.
- ¿Juanito? - el abuelo, puso cara de escepticismo mezclado con sarcasmo, cerró los ojos y apretó los labios - ¿No se te ha ocurrido nadie más adecuado?
- Papá, ¿Que de malo va a tener el primo?

- Tío, Sebastián, ¿Me acompañas a las rocas, por cangrejos?
Juan tenía catorce años ya y como todos los años iba a pasar el verano a casa de los abuelos a la playa. Poca playa, desde luego. Pedregosa y flanqueada por áreas rocosas buenas para coger camarones y cangrejos cuando bajaba la marea. Además dejaba al descubierto grutas de alguna profundidad en las que las parejas buscaban determinada intimidad.
Sebastián, de veintiocho, era el último verano que pasaría con sus padres. Se casaría ese otoño con una chica, compañera de carrera, pero tres cursos por detrás, que en ese momento terminaba de preparar judicaturas y dejaba por tanto el verano a su novio solo. Las oposiciones serían en setiembre y esperaban poder casarse en octubre.
- Naturalmente, Juan. ¿Llevas tú el cubito? Ah, y llévate un destornillador por ejemplo, para coger lapas, que me gustan a mí.

- Abuelo - Manolo movía con suavidad el hombro de Sebastián para hacerle salir de la ensoñación que le envolvía - abuelo, ¿te pasa algo?
- No, no, hijo. Recordaba algún momento especial con tu tío Juan. Uno especialmente, el último que pasé con él en la playa. Luego ya me casé con tu abuela y ya dejamos de ir los veranos a casa de mis padres, porque íbamos a una aceña que compraron mis suegros en la montaña. No les probaba la playa.
- ¿Una aceña, que es eso?
- Un molino movido por la fuerza de un río. Era muy bonita. Mis suegros la rehabilitaron con mucho gusto. Tú nunca fuiste. Juan, en su veinticinco cumpleaños estuvo allí. Pregúntale a él. Un paisaje irrepetible y el clima un regalo, en verano, porque el invierno es crudisimo. Dentro se está caliente, una construcción de sillares y vigas de roble con una chimenea tipo lareira de pared a pared con unos bancos adosados, bajo la misma campana. Bueno, que ya estoy divagando.
- ¿Por donde estaba eso? Yo nunca he oído hablar de esa casa.
- Norte de León lindando con Lugo.
- No has oído - tercio Manuel padre - porque al poco de nacer tú, tus abuelos se separaron y ya como era de esperar se dejó de ir.
- Bueno. Antes de irnos por las ramas, déjame hijo que yo tenga una charla con mi nieto. Anda chaval - dijo a Manolo dándole una palmadita en la espalda - vamos a dar una vuelta.
- Abuelo, joder, también tú me vas a dar la brasa.
- Circule usted. Te voy a llevar a un sitio que no te lo vas a creer. Está un poco lejos, pero así te cuento como fue la última vez que estuve con tu tío Juan en la playa.
Echaron a andar calle arriba.
- ¿Donde vamos?
- Te voy a invitar a una cerveza fría en un sitio fresco. No está lejos.
Fui aquella última vez con tu tío, mi sobrino Juan. Era un crío aún, imagina, catorce años, yo le doblaba la edad, aunque no se notaba, ya entonces tenía el cuerpo que tiene ahora, sin barriga, claro y más espigado. Pero era muy niño. Aquella playa, tú no la conoces, tiene una zona a la que solo se puede acceder desde las rocas cuando está la marea baja, o descolgandote en rapel por el acantilado, que no es la cuestión y tiene rocas grandes cubiertas de algas y lapas y alguna ostra también lo que permite hurtarse a indiscreciones de mirones inoportunos.
- Vamos, abuelo, que la gente va a follar allí.
- En plata, hijo, no se podía decir mejor. Y para rematar, decir que ese trozo de playa, es nudista, o como dicen los modernos, no textil.
- Me lo estoy imaginando, tío Juan se metió en esa playa.
- Por cierto nieto, cambiando de tema y aunque parezca que no viene al caso, ¿tú sales con ese amigo tuyo, Raúl se llama, creo, ese con el que vas tan a menudo a estudiar a su casa? te lo digo, porque me pareció veros a los dos el viernes pasado por la calle Murcia, a la altura del número ocho. Si, que hay unos baños o una sauna por allí.
- Abuelo..., no se, yo, no, a ver, ahora mismo no se, no, la calle Murcia, no caigo.
- Me confundiría yo. Déjalo. Bueno a lo que iba. Llegamos a las rocas y tu tío empezó a rebuscar cangrejos y yo a despegar lapas y a comérmelas. Y ensimismado en mi banquete perdí de vista a Juan. Había bajamar y supuse que buscando y buscando había llegado a la playa nudista. Y allí me dirigí, no son de aprovechar las lapas que veía en el trayecto. ¿Tú has chupado lapas, alguna vez? es el sabor del mar. Pues eso, llegué a la playa aquella, salpicada de pedruscos tapizados de verde esmeralda y empecé a buscar. Tras la primera roca había una chica a cuatro patas y un tío dándole, no sé si por delante desde detrás o por el culo directamente. El tío al verme me increpó para que me fuera y la chica que le ocupase la boca que necesitaba mas. Les pedí perdón por la intromisión y escuché al irme que el chico decía "y es el segundo en diez minutos, joder, ya aquí no se va a poder follar"
- Joder, abuelo, parece que no, pero hemos llegado al poli de la plaza San Blas.
- En el centro. Vamos a salir por la calle El Pilar para llegar a Pintor Gispert. Allí hay un hotel donde yo suelo venir cuando..., digamos tengo que sacar los pies del plato. Por cierto la calle Murcia está aquí cerca, ¿sabías? Por ahí, entre la plaza y esa calle me pareció veros a ti y a Raúl, pero seguramente me equivocaría.
- Bueno, venga, va abuelo. ¿Que pasó al fin con Juan?
- Mira, estamos llegando al hotel. Tienen una pequeña barra y dos mesitas, vamos a sentarnos y sigo.
- ¡Don Mario! cuanto tiempo, por lo menos dos semanas - una empleada a todas luces un travestido muy simpático se dirigió al nieto - ¡Que guapo es éste Mario! ¿Te conozco, o es cosa mía, preciosidad? - dijo al chico mientras le acariciaba la nuca sensualmente.
- Es mi nieto Débora.
- ¡Viciosillo!  - respondió la camarera con un guiño - ¿Dos cervecitas, verdad? Ahora mismo corazón.
- ¿Porqué ha dicho eso, abuelo y porqué te ha llamado Mario? ni siquiera Mariano, eres Sebastián.
- Todo a su tiempo, Manolo, todo a su tiempo. Déjame que acabe con lo de tu tío Juan.
Ya te he dicho que tú tío tenía el cuerpo como el de ahora solo que de twink.
- ¿Twink? Y esa palabra, ¿Sabes a qué hace referencia?
- Claro. Tú eres twink.
- Ya casi no, abuelo. Ese término, tiene connotaciones sexuales ¿lo sabías? Yo para tí no debería ser twink, porque si lo fuese tú serías sugar daddy. Y sabes lo que eso significa, creo que lo sabes.
- Aquí tenemos dos cervezones para mis dos machotes, bien frías que hoy hace un día insoportable. Ah, y Mario, ¿la de siempre?
- Espera un poco Débora. Ahora te digo.
- ¡Ya lo tengo! Ya se de que te conozco canalla - y acompañó la afirmación con un pellizco cariñoso en la mejilla que Manolo se quitó de un manotazo.
- Venga abuelo - se puso en pie bruscamente empujando la mesa y derramando la cerveza - vámonos ya de aquí.
- Bueno tú - le contestó muy molesta Débora - que a mí me da igual con quién te haces tú las chapas. Pero que si vienes por aquí lo menos que puedes esperarte es que te reconozcan. A ti y a ese otro chaval con el que vienes siempre. Porqué tú nieto, Mario - se dirigió como en confianza al abuelo - viene siempre en parejita con ese otro, siempre el mismo, como si fueran novios.
- ¡Cállate ya, zorra! - Manolo se dejó caer en la silla derrotado - cállate joder - no pudo reprimir la lágrimas - tenías que hablar y delante de mi abuelo.
- Déjanos Débora, de verdad. Tráeme la llave de siempre, por favor
- ¿Que llave? - Manolo con los ojos líquidos y expresión de angustia no entendía que pasaba - llave ¿de donde?
- De la habitación a la que voy siempre y hoy voy a ir contigo. Y una vez estemos arriba nos vamos a sincerar el uno con el otro. Ya está bien de disimulos y medias verdades.
- Que lo paséis bien con vuestro particular familydick - y dejó la llave de una habitación del primer piso.
- Vamos, levanta, zagal. Al tajo.
En la puerta estaba el número: 13. Mario abrió y entraron. Una habitación, barata, como cualquiera en cualquier lugar del mundo dedicada a esos menesteres, alquiler por horas que en francés llaman meublé. Aunque ésta, la trece, tenía un añadido. Dentro del armario cutre, medio desvencijado había un panel burdamente disimulado que daba acceso a un espacio, como un armario dentro de otro.
Una cama de unos dos metros y cuatro toallas marrones eran toda la dotación.
- Ponte cómodo Manolo y échate aquí a mí lado - palmeó sobre la cama justo al lado de donde, después de descalzarse, se había acostado semi sentado con unos cojines tras la espalda. Se desabrochó el pantalón - y hablemos.
- Pero..., ¿para que te desabrochas? - en el tono de voz casi temblorosa del chico había cierto temor.
- Comodidad, solo eso. No te inquietes. No vamos a hacer o decir nada que tú no quieras..., o desees.
- No entiendo, abuelo.
- Venga chaval, deja de tocar la tecla de la inocencia, ponte cómodo, como yo, y vente a mi lado.
Manolo se sentó en la cama, con hábito derrotado.
- Abuelo, ¿me vas a tocar? - habló como para si mismo, sin moverse ni intentar subirse a la cama.
- ¿Tú vas a querer que te toque? - preguntó con seriedad.
Manolo se volvió hacia su abuelo, los ojos rasos de lágrimas. Se tiró sobre la cama sollozando sin consuelo. El abuelo alargó la mano y le acarició la cabeza.
- Vamos, cariño, cuéntamelo, cuéntamelo todo, vacíate, vomitalo todo y te sentirás mejor. Saca toda la mierda que llevas acumulando desde ¿cuando, dos, tres años?
- Desde los catorce - levantó la cabeza mirando a su abuelo - cuatro años ¡cuatro! Y no puedo más.
- Ven aquí - el abuelo ayudó a Manolo a acercarse a él hasta quedar acurrucado en su regazo - ¿eres gay y estás con Raúl?
- No abuelo, no. Es verdad que me has visto por los alrededores y que Débora me ha reconocido. Vengo con Raúl y otra, a veces otras personas a una habitación, como estamos ahora. Pero no soy gay.
- O quizá no te consientes serlo.
- No sé. De verdad, no sé.
- ¿Como empezó todo, Manuel?
- Conocí a Raúl al llegar al instituto. Éramos compañeros de banca. Un día en clase de historia, mientras la maestra explicaba algo del neolítico, me dió un codazo y me dijo que mirara hacia abajo. Con la mano metida en el bolsillo y en la otra el móvil con una película porno. En un momento tuvo como un escalofrío y el pantalón se le humedeció. Le pregunté si se había meado y en ese momento la maestra nos llamó la atención. Acabó la clase y en el patio me dijo extrañado si nunca me habia corrido con la mano en el bolsillo. Se sacó el bolsillo y estaba roto entero. Me dijo que metiera la mano, pero no quise.
- Nunca le hiciste una paja, ni el a tí.
- Nunca esos días y los siguientes hasta el día de mi cumpleaños, los quince. Ya me creía mayor. Me regalé un bolsillo descosido y ausencia de ropa interior. Ese día en clase le enseñé orgulloso el bolsillo roto a Raúl y antes de decirme "a ver" ya había metido la mano en el bolsillo. Se la saqué de un tirón. Luego en el patio, muy mosqueado me dijo que si me había creído que era maricón cómo el Javi, que se la mamaba a todo el mundo. Le pedí perdón pero le dije que no me gustaba que un tío me tocase el rabo. Raúl se pasaba la vida masturbándose. Yo que se las pajas que se hacía. Muchas de esas pajas eran de los dos en su casa. Sus padres estaban separados. El tenía otra hermana mayor y los padres lo que hacían era compartir la casa, cada quincena iba uno a estar con ellos. Cuando le tocaba a la madre que trabajaba mañana y tarde, pasaban el día solos. Entonces yo me iba a su casa a estudiar y a ver porno sobre todo. Viendo porno y a veces escuchando como follaba su hermana con el novio en la habitación de al lado. Y nosotros nos encendíamos y nos corríamos una y otra vez.
- Pero ¿no os tocabais uno al otro? ni os mirabais de reojo. Suele ser común tener curiosidad por el tamaño o la técnica del otro.
- Abuelo - Manolo, sin cambiar su postura en el regazo del abuelo, preguntó - ¿Te estás empalmando? Parece que noto el rabo en la cabeza.
- Si, hablando de cosas de sexo de twinks como tú me pongo un poco sinfónico. Si te molesta ponte de otra manera. Si te he de ser sincero, me gusta sentir tu peso en mi regazo.
- No. Así está bien. No me disgusta esa dureza elástica. Y además me sorprende lo grande que puede ser. Y cambiando a lo nuestro - el tono de voz le había cambiado, de lastimero había pasado a moderadamente entusiasta, como si contase una película interesante - si, yo me había dado cuenta que Raúl miraba de reojo mi polla cuando nos pajeabamos. Alguna vez que mi lefa le salpicó al correrme no solo no se molestó sino que la cogió con un dedo y se la restregó por su capullo "para lubricar, la leche de otro es muy buena" decía.
Una tarde que llevábamos ya tres pajas, escuchamos, a voces desde la otra habitación como su hermana le pedía a su novio que se la metiera por el culo. Raúl me preguntó que que me parecía y le dije que teniendo coño, porqué por el culo y me contestó que porque es más estrecho y tiene que dar más gusto. Y empezamos la cuarta paja, poniendo porno de sodomizaciónes de tías. Yo la verdad me corrí enseguida, pero Raúl no podía. Aquel día fue. Ahí empezó todo y no me di cuenta. Es como si lo estuviera viviendo.

- Estoy a punto Manolo pero no llego, joder. Tú te has corrido ya. Échame una mano, tío.
- ¿Una mano, que te haga el pajote yo? No soy maricón Raúl y me da lo mismo que tú lo seas, pero pajearte, tío es demasiado.
- Tío, yo siempre te he apoyado y porque pruebes a ver si con otra mano me saco la leche no creo que haga falta que seas maricón.
- Que no, tío, no seas pesado.
- ¡Escucha Manolo a mi hermana! Joder como chilla, se la tiene que estar metiendo hasta los huevos. Y tú, vuelves a empalmarte cabrón. Te ha puesto cachondo pensar en meterla por el culo. ¿Quieres metermela? Te la chupo si me pajeas Manolo.
- Te has vuelto loco. Venga, te pajeo si me pajeas, nada de mamadas y acabemos con esto y no volvamos a mencionarlo.

- ¿Le pajeaste al final? 
- Y él a mí. De alguna forma me daba apuro dejarle tirado y la transacción, tú a mí, yo a tí me absolvia de cualquier sospecha de mariconeo. Si he de confesar que el tacto de su calor y dureza elástica me encantó. Era como la mía pero estimulante.
- ¿Te gustó tocarsela?
- No puedo negarlo, me gustó tanto que precipitó mi clímax. Pero cuando estaba para correrme me quedé descolocado por completo. Joder abuelo, yo no podía imaginar que una mamada fuera tan placentera.
- ¡Se la chupaste!
- Que va. ¡Él a mí! A punto de correrme se me echó encima y me acabó con la boca. Era la cuarta paja aquella tarde pero joder yo sentía como a cada embolada de semen que expulsaba el placer me hacia vibrar de la cabeza a los pies. Nunca había sentido nada igual. Tanto que le cogí la cabeza y no le dejaba retirarse. Cuando acabé y el se retiró me enseñó la boca abierta llena de mi semen y se lo tragó e inmediatamente se corrió con mucha fuerza proyectando su leche a distancia manchandome. Me lamió su leche sobre mi cuerpo.
- ¿No te dió ninguna explicación para su comportamiento?
- Se limitó a decir "que morbazo, tío, que bien sabe tú lefa"
Manolo se quedó callado, ensimismado con la mirada perdida, como hipnotizado. Su abuelo se limitó a observarle y acariciarle sin querer interrumpirle en lo que estuviese entretenido.

- Mira Raúl ya te he dicho que me da igual lo que seas o lo que quieras, pero no me vayas a intentar convencer de que esto ha sido un impulso. Está mamada en toda regla es fruto de una larga experiencia, igual que no es primera la vez que catas lefa. ¿Como empezaste, con quién? Que me da igual, es curiosidad, porque de la noche a la mañana esto no sucede.
- Buff, Manolo, es largo. ¿Porqué crees que mis padres se separaron? Mi madre pilló en la cama a mi padre con otro tío cuando yo tenía nueve. Desde entonces llegaron a la solución de moverse ellos de casa, no nosotros. La quincena que le tocaba a mi padre, venía su amigo. Con once años los pillé haciendo un sesentaynueve y me dejó impactado.
- Tú padre, el que yo conozco, ese tío tan serio que tanto me intimidaba desde que le conocí, ese, ¿comiéndose un rabo?
- Y el otro comiéndoselo a él. Intenté irme pero estaba como atornillado al suelo. Por eso se dieron cuenta y me dijeron que me acercara.
- Ahora no, Raúl. Ya me contarás más adelante. Por hoy tengo bastante y ya me estoy imaginando.

- Manolo, Manolo, que te has quedado como pasmado.
- Abuelo, ¿qué? ya, ya. Uff, cada vez la tienes más dura, hasta me molesta en la cabeza.
- Y tú - sin más preámbulo le alcanzó el paquete con la mano - ¿Cómo estás de duro?
- Joder, abuelo, esto no está bien. Si, estoy muy duro, como tú, pero de verdad... - pero no inició ninguna maniobra evasiva y el abuelo comenzó un sutil masajeo que hizo gemir a su nieto - como sigas así me voy a correr, abuelo. Lo haces de muerte.
- Pues esto no es nada, Manolo - retiró su mano de la entrepierna de su nieto para ayudarse a liberar su sexo que, soberbio, se disparó hacia adelante rozando la mejilla del nieto.
- No puede ser - Manolo se levantó como si de un resorte se tratará - no puedo - se detuvo mirando alternativamente los ojos de su abuelo y su sexo - lo deseo, de verdad, pero no puedo. Lo he hecho con extraños en esta u otras habitaciones parecidas con gente de tu edad y me entran escalofríos.
- Entonces, Manolo, ¿Te hacías chapas en este hotel?
- Nos hacíamos. A veces teníamos que follar Raúl y yo mientras el tío se pajeaba y otras hacíamos y nos hacían de todo.
- Pero ¿Cómo, de donde sacabais los clientes?
- Es complicado, abuelo - volvió a perder la mirada líquida en el ventanal que se abría a la calle - primero fue lo de Raúl, como aprendió con su padre y el amigo y si - dejó caer los hombros significando su derrota - como yo me dejé llevar de Raúl después de aquella mamada tan especial. Aprendí yo a mamarla, le perdí el respeto al cuerpo del hombre y ya no hubo recoveco o flexura por muy escondida que estuviera que no explorase yo con mi boca. Por eso, te veo esa polla inmensa de vigor, con esas venas marcadas y mi boca reclama consuelo y mi culo alivio. Pero no.
- ¿El culo también? - meneó el abuelo la cabeza a un lado y otro -  confesión por confesión, no sabes la de noches que he pasado en blanco pensando en tu cuerpo desde que desarrollaste y adquiriste ese magnífico cuerpo de hombre. Saber ahora que tienes un culo licencioso y agradecido me llena de vitalidad. ¿Me dejarás amarte por detrás tanto como te he querido desde que naciste?
- Mi culo es tuyo abuelo. Pero hoy no. Demasiadas emociones. ¿Porqué no nos vamos y ya seguiremos en otra ocasión? Quién sabe, quizá con los dos a la vez. Pero sin cobrar - sonrió - somos caros.
- Porqué no echamos un sueñecito y luego recapitulamos.
- Mmm, vale, abuelo. Estoy muy a gusto aquí contigo, sintiéndote tan cerca. Abrázame.
- Duerme mi niño. Yo velo.


                                 RAÚL 


El niño se quedó impactado. Le vino a la memoria unas imágenes que vio de estrangis en un recreo mirando por encima del hombro de los mayores. Estaban muy festivos viendo algo en el teléfono de uno. Se aupó por el hombro de uno de ellos y vio una imagen de una rubia tragándose una picha muy gorda. Hasta que uno se dió cuenta y los expulsaron de la visión.
Lo que veía ahora era casi lo mismo pero no había ninguna mujer, solo su padre y otro hombre que solía venir a su casa cuando le tocaba quincena a su padre. Quería marcharse pero estaba como imantado a la escena hasta que sin saber cómo, empezó a suspirar muy profundamente y muy rapido. El hombre que estaba con su padre, desnudo con su padre y muy abrazados se percató y con una sonrisa le dijo que se acercará. 
- Ven chaval. Raúl te llamas ¿no?
- ¿Está ahí mi hijo? Joder Sergio que tiene once años.
- Esto es natural Víctor. Que malo tiene que nos vea desnudos. Raúl - se dirigió al chico - ven y ponte como nosotros. Es muy divertido.
- Sergio, que nos meten en la cárcel. Ves - Raúl empezaba a bajarse el pantalón - ya se está desnudando. Enséñanos la polla, chico, a ver cómo la tienes de grande.
Raúl ya sentía una sensación extraña en la entrepierna pero al invitarle a enseñar sus partes íntimas su pene se puso tan duro que le dolía. Sergio se puso de pie y dejó al descubierto un pene enorme con una cabeza granate y brillante. De él colgaban unas bolsas grandes y peludas. Instintivamente se tocó sus partes y las masajeó. 
- Se te ha puesto dura, como la mía. Mira ven. Termina de desnudarte, verás que bien nos lo pasamos con tu padre.
- Sergio por dios - le susurró Victor - estoy aterrorizado me estoy poniendo muy excitado, como nunca, y viendo al crío empalmado no se que se me ocurre. Somos unos degenerados.
- No pasa nada. Verás. Venga Raúl cogemela , aprietala, está dura. Trae la mano.
Raúl delante de Sergio estaba en una nube, tenía la boca seca y su padre le decía que si no quería no lo hiciera, pero él sabía que quería tocar aquel trozo de carne, una barra morena y dura que parecía tener vida propia y decirle que la cogiese. Sergio le tomó la mano al chico y él no opuso resistencia. Era como si su brazo fuera de masilla y se dejará moldear. Cuando está cerca del pene grande abrió la mano y lo abarcó. En ese momento sintió un escalofrío y le pareció que su propia verga le iba a estallar. Miró a Sergio, luego a su padre, soltó la carne caliente, recogió su ropa y, asustado, salió corriendo a su habitación.
Se encerró en su cuarto y se sentó en la cama con los ojos desorbitados y respirando tan alocadamente que se mareó. Sin saber cómo volvió a sentir la textura de la verga de Sergio y se le iluminó en la memoria la cara de angustia ansiosa de su padre y su propio pene volvió a hincharsele de tal forma que sintió la necesidad de tocarsela. Poco a poco acariciando su intimidad se fue tranquilizando hasta que dejándose caer en la cama se quedó dormido.
- Venga Raúl, espabila que hay colegio - su padre abrió la puerta a la vez que hablaba - pero, ¿has dormido sin pijama, en pelotas?
- Me quedé dormido después de...
- Le dije a mi amigo que no lo hiciera más.
- No, si me gustó. ¿Tú la tienes también así de grande?
- Más o menos. Bueno venga, vístete que hay que ir al colegio.
- ¿Me la vas a enseñar? Yo quiero que se me ponga así.
- Vale, se te pondrá así si vas al colegio, y te haces mayor.
Raúl no entendió muy bien la relación entre ir al colegio y el crecimiento de su rabo.
Nada más sentarse en la banca al lado de Manolo le preguntó.
- ¿Tú le has visto el rabo a tu padre?
- Una vez, si - se volvió a su amigo con cara de extrañeza y algo irritado - pero, pero, eso a qué viene ahora. Si, una vez que salía de la ducha y se le cayó la toalla. ¿Y qué? Déjate de chorradas.
Quería compartir su experiencia con su mejor amigo y éste rechazaba el envite. Se había enfadado, no volvería a decir nada. Durante toda esa mañana y las siguientes se pasaba el tiempo visualizando su pene como era en la actualidad y en como llegaría a ser 
Sergio y Víctor procuraron, a instancias de este último, ser más discretos para evitar la intrusión de Raúl. Pero el chico se iba, siempre que podía a la puerta de la habitación de su padre y escuchaba los quejidos y suspiros de la pareja cuando practicaban sexo. Quería volver a verlos desnudos con sus enhiestas y palpitantes pollas entablando la bella lucha de sexo. Indefectiblemente se ponía duro y se masturbaba. Hasta que uno de los días emitió semen y se asustó.
Tenía ya doce años y medio y fue cuando se decidió a comentarlo con su amigo Manolo.

- Manolo - reclamó la atención de su vecino de banca - ¿hace mucho que no te pajeas?
- Cállate. Ahora no que Don Emilio se mosquea. Luego en el recreo.
- Es que me ha salido una cosa con el gusto.
- Que te calles, joder. ¿Eres tonto, tío?

Raúl ya no escuchaba las explicaciones sobre Mesopotamia que daba Don Emilio. Solamente tenía en la mente como para su sorpresa un chorro pegajoso le había salido de la punta casi coincidiendo con el gusto que le llegaba como un torrente impetuoso al cabo de haberse frotado el capullo durante un rato. Y estaba emocionado porque aunque de momento le asustó luego comprendió que el placer había sido más intenso, más compacto, más denso, tanto que se mareó. Pensando en ello se puso muy duro otra vez reclamando la atención de Manolo que no quiso hacerle ningún caso.
Al fin entró el bedel en la clase anunciando a Don Emilio que era la hora. En cuanto el profesor dio por terminada la clase fue una desbandada de chiquillos bocadillo en ristre camino de la esplanada que había en la parte de atrás de las aulas. En medio del griterío que se sumaba al de las otras clases, Raúl le gritó a Manolo que le siguiera a los retretes de la otra punta de la esplanada.

- Venga pesado, que decías de hacerse una paja.
- No, Manolo, que si tú echas una cosa que no es pis cuando te pajeas.
- Hace tiempo que no me pajeo Raúl.
¿Porqué?
- Porque es muy tonto y solo da como un calambre y encima después estoy como cansado, se pasa enseguida pero no merece la pena.
- Entonces no sabes lo de la lefa. Yo espio a mi hermana y a su novio y alguna vez le he oído decir a mi hermana que no le gusta la lefa en la boca. Yo no sabía a qué se refería, pero tenía que referirse a eso que sale.
- Ni idea.
- Espera. Verás. Vamos a entrar a una cabina y te lo enseño.
- Joder Raúl, tío, tengo que comerme el bocadillo. ¿Cuanto tardas?
- Nada. Ya verás - se sacó la verga ya dura y empezó la masturbación delante de su amigo - uff, ya me viene, aparta un poco que te chorreo. ¡Ya, ya! Mira que chorros más blancos. La lefa.
- Joder, Raúl se me ha puesto dura.
- Hazte tú una paja. Tenemos la misma edad. Seguro que te sale lefa.
- ¡Joder, que grande se me ha puesto desde la ultima vez que me empalme!
¿Quieres que te pajees yo? Te va a dar más gusto. El novio de mi hermana dice que no tiene comparación hacerlo con su mano que con otra mano.
- Venga, vale. Pero yo no soy maricón.
- Claro que no - y diciéndolo, le agarró la verga y la frotó con fuerza - ¿te gusta?
- Mucho. Y ya me viene el gusto Raúl. Sigue, sigue, ¡Ya!
- Mira, Manolo, te sale lefa, como a mí.
- Y que gusto da dios mío. Esto no es lo mismo. Ya, ya, déjalo ya. ¡Que gustazo, Raúl! Hay que repetirlo pero más tranquilos y varias veces. Joder que gusto.
- Pues este finde en mi casa. Le toca a mi padre, y el se mete con su amigo en el dormitorio y nos dejan en paz. Y nos hacemos unas cuantas pajas y jugamos a la Xbox.
- Venga vale. Yo le digo a mi madre que tenemos que estudiar. Oye, ¿y que hacen todo el rato tu padre y el amigo en el dormitorio?
- Es que..., es un poco raro, o no tan raro. Mi padre, joder, mi padre tiene novio y se pasan la vida follando.
- ¡Hostia! No me jodas. ¿Tú padre es maricón?
- No sé..., eso digo yo.
- Pero, ¿Tú los has visto follar, o te lo imaginas nada más?
- Venga, tú, vamos ya al patio, se hace tarde. El sábado te lo cuento todo.

Raúl estaba tirado sobre la cama, desnudo como solía luciendo su reluciente príncipe, con el móvil en una mano y jugueteando con la otra con su cinco milímetros colgando del capullo. Hacía horas que Manolo no contestaba, ni subía nada ni tenía actividad en la red. Le recordó aquel finde de hacía una eternidad en la que todo se precipitó. ¡Hombre! él reconocía que había dado un empujoncito pero la decisión final la había tomado él. Cerró los ojos y volvió a contemplar una vez más aquella figura perfecta, proporcionada, de piel inmaculada, color azúcar tostado y con unos atributos masculinos que a Sergio le volvieron auténticamente loco. No era común ver a un chico de su cultura con esa circuncisión tan perfecta que hacía de su pene un modelo para artistas. Todos tenían el capullo cubierto, menos él lo que le hacía aún más atractivo. No era abusivamente grande pero sí de un tamaño que invitaba a prestarle atención.
- ¿Se puede pasar, Raúl? - Víctor dió dos golpes en la puerta y la abrió todo simultáneamente a hacer la pregunta retórica.
- Ya estás dentro. Imagina que me lo estoy montando con mi hermana.
- Eres un degenerado, Raúl. Además tú hermana tiene novio.
- Pero mi rabo con este adorno - se agitó el pene haciendo oscilar violentamente el capullo - es irresistible.
- Tú sigue con esa actitud y acabarás rajandotelo.
- Para lo que me vale, papi, ya sabes que soy pasivo puro. Y ya te he dicho que mi meta son los diez milímetros. Y por si te parecía poco me voy a hacer un frenum.
- Os habéis vuelto locos los dos con vuestro pequeño negocio. Por cierto, que sabes de Manolo. Ahora viene Sergio y va a querer verle, está absolutamente encoñado con él.
- Ni idea. Hace horas que ni por insta, ni Telegram, ni tik, nada, está desaparecido. ¿Te acuerdas de aquel día? El primero en que todo empezó.
- Estaba como drogado. ¿Que le dijiste, o que le hiciste para conseguir que viniese a nuestro cuarto, y se quedase? Que chaval más echado para adelante. Cuando Sergio después de comerle el culo le dijo que se lo iba a follar, no protestó ni se quejó.
- Si papá pero recuerda como lloraba, que yo para consolarle le ofrecí la polla a boca y no quiso. No me la chupó hasta un par de años después.
- Y como las lágrimas se fueron cambiando por gemidos y luego los gritos pidiendo más.
- Y a raíz de eso, yo estaba alucinando, vimos en una peli una sesión de fist de éste actor porno nordico, ¿como se llama? bueno no me acuerdo. Le estaban metiendo el puño y me dijo que eso era lo que él quería.
- Y bien dilatado que está. Eso es lo que le alucina a Sergio, con lo pequeño que era y como a la segunda vez quiso que primero le metiera el puño. Berreaba como una vaca pariendo, pero él empujaba como un desesperado. Hasta el codo se la metía y luego acababa follándoselo. ¿Tú crees que estará por ahí con alguien?
- No sé. Espera un WhatsApp. Ah, ¡joder!
- ¿Que dice, donde está?
- Que está en el Hotel donde vamos con los ligues. Con su abuelo. Que se lo ha contado todo. Y que ya me contará.
- ¡Hostias, Raúl! Bueno, ya sois mayores de edad. No pasa nada. ¿Y que le ha dicho el abuelo?
- Espera que pregunté. ¡Dice que están en pelotas los dos en la habitación! Y que si abuelo mete el puño mejor que Sergio.
- Uff, entonces, todo bien. El abuelo es de los nuestros. ¿Y como se le ha ocurrido encamarse con el abuelo?
- Que no se. Que ya me contará. Espera, me está escribiendo. Me dice que vaya al Hotel, ahora.
- ¿Voy contigo?
- Claro. Si el folla con su abuelo, yo follo con mi padre. ¿Y si viene Sergio?
- Le dejo una nota.


- Mmm, abuelo, que a gusto - Manolo se desperezaba mientras su abuelo le tenía abrazado por la espalda - y más sintiendo en el culo ese rabo tuyo tan duro. No tendría más que levantar un poco la pierna y se me colaría enterita. No sé si podré resistirme.
- Si, resistete de momento. ¿Porqué no llamas a tu amigo que se reúna aquí con nosotros. Yo voy a poner un mensaje a tu padre que no esté con cuidado que estoy yo contigo y te quedarás a dormir conmigo. No voy a mentirle, ¿verdad? - se echó a reír mientras le mordisqueaba la oreja y su nieto estremecía de placer - y bueno, a ver, como fue todo aquello de llegar a ser chaperos de lujo. Vete contándome mientras viene tu compañero de fatigas.
- Quedamos un finde, se supone que a estudiar, pero era a matarse a pajas. Ver salir semen con el orgasmo que daba me enganchó la verdad. 
- Pero os pajeábais cada uno o el uno al otro.
- Yo la verdad, abuelo - culeó Manolo para sentir el mástil duro contra su ano - me gustaba que me masturbara Raúl - volvió a restregarse contra la polla del abuelo - le dije que si aquella vez que me enseñó como eyaculaba y quería ver cómo lo hacía yo para abreviar, no quería meterme en una discusión - se detuvo, se volvió hacia su abuelo y rogó - metemela, no, abuelo, me estoy poniendo malo - echó la mano y dirigió la verga hacia su ano - aprieta un poco solo, estoy muy abierto ya de tantos puños - el abuelo hizo un poco de fuerza y entró con suavidad en el cuerpo de su nieto y le abrazó aún más fuerte.
- Sigue con lo que me contabas, ahora que yo estoy ya en el cielo.
- Gracias. Ni en mis fantasías más perturbadoras podría yo haber imaginado esto. Bueno, que no quería meterme en un rifi rafe de me pajeo, me pajeas, así que le dejé y me gustó, vaya si me gustó, como esto ahora, aunque no sea de la conversación, pero no quise admitirlo, no era maricón, ya le dije. Y ahora, ya me ves. Sigo sin reconocerme como lo que soy.
- No vayas tan deprisa, nieto. Yo tampoco me considero maricón, aunque me importe un bledo la etiqueta, y mira dónde la tengo metida.
- Muévete por favor, quiero sentirte dentro - bajó el tono de voz que adoptó un timbre enronquecido - y saber que me vas a preñar. Siempre me, bueno, nos follan, con condón, imprescindible por seguridad, pero saber que eres tú y te vas a vaciar dentro de mi hace que me eleve. Preñame ya.
- Despacio, mi amor. Tiempo habrá para todo. Disfruta de ésto y cuando llegue lo otro ya lo disfrutarás. Y ahora, sigue. ¿Que pasó aquel finde de los quince o dieciséis en casa de Raúl?
- Nos tumbamos en la cama y esperamos a que su hermana y el novio empezarán a follar. Íbamos calentándonos hasta quedarnos en bolas y acariciándonos muy despacio. Hubo un momento que Raúl me cogió en peso los huevos y luego ascendió hasta abarcarme el capullo y me corrí sin poder evitarlo. Me rogó que le corriera yo a él y no se porqué me pareció justo. Lo hice y me gustó también. Estábamos llenos de leche y desde la otra habitación escuchamos como la hermana de Raúl gritaba: "por el culo, cabrón, Follame el culo" Nos volvimos a empalmar. Raúl me dijo que iba a correrse otra vez, que intentase meterle un dedo en el culo a ver qué se sentía.
- ¿Y se lo metiste?
- De momento, no. Le dije que eso era un asco y que, como se le ocurría semejante guarreria, además le dije, está muy duro y sale, si, que a veces duele, pero entrar, no sé cómo a tu hermana le gusta. Y ¿sabes que me contestó?
- A ti te ha entrado muy bien la mía y con estos pequeños movimientos creo que no voy a poder evitar correrme, pero disfruto tanto y se que te lo hago sentir a ti también que intentaré aguantar lo posible. Y..., venga, que te contestó.
- Que tocase nada más y me convenciera de que no él dedo, que si quería podía meterle la polla. Al parecer, el novio de su padre se encaprichó de él y cuando tenía los once años que los descubrió, Sergio se aplicó a comerle el culo para finalmente después de trabajarselo bien y bien de lubricante se la metió y se la han venido metiendo tanto Sergio como su padre todos estos años. Estaba completamente abierto. Al final le metí tres dedos. Me intrigó como algo tan estrecho puede dilatarse tanto y me di cuenta en ese momento que yo acababa de poner el foco en mi ano. Raúl en cuanto le metí los tres dedos se corrió enseguida.
- Y luego, Manolito, pequeño - se estremeció antes de seguir - tengo que controlarme, tener a mi nieto preferido ensartado por el culo así me hace perder la cabeza. Bueno, y luego que hicisteis.
- Me dijo Raúl si quería ver a su padre y a Sergio follando, que a veces se grababan y su padre tenía las imágenes en su iPad.
Le dije que claro y me dijo que creía que él salía en algunas.
¿Y que tal, te gustó?
- ¿En algunas? Salía en casi todas. A Raúl se lo follaba su padre, Sergio y algún amigo esporádico que se les unía. La verdad es que me puso con unas ganas de probar tremendas. Raúl se dió cuenta y me dijo si quería que fuéramos al dormitorio. Y le dije que si. La curiosidad mató al gato, abuelo.
- Cariño, Manolo, no puedo más te voy a preñar ya y te la voy a tener que clavar fuerte.
- Clavamela abuelo, sacamela por la boca y preñame ya, fuerte, muy fuerte, yo también me voy a correr, abuelo, abuelo, te quiero.
El abuelo y el nieto quedaron inmóviles un rato en la misma postura. La polla de Sebastián se fue saliendo del ano del joven y entonces Manolo escuchó lo impensable.
- ¿Has practicado creampy?
- No sé que es, abuelo.
- ¿Nunca te han comido la leche que sale del culo después de preñarte?
- No. Bueno, nadie, ni Raúl que tiene más experiencia...
- Arrodíllate y pon el culo en pompa. Yo te lo voy a hacer y luego, vete pensándotelo, lo vamos a compartir en un beso intenso.
- Yo..., no, no se..., nunca lo he hecho...
- Te va a poner a mil y vas a tener un buen argumento más para sacar más pasta. No todos los chaperos lo hacen. Además, no deja de ser tu culo y mi lefa, todo se queda en casa. Venga, en posición.
- Manolo, soy Raúl, ¿Estás ahí? - la voz inconfundible de Raúl sonaba desde el otro lado de la puerta después de golpearla un par de veces con los nudillos.





martes, 23 de enero de 2024

AMISTADES

 

- ¿Me acompañas a ver a un amigo? - José echó la mano al hombro de Jimmy, su nieto.
- Claro. Un compañero de trabajo o qué.
- Un chaval al que quiero mucho.
- ¿De qué le conoces?
- Es largo de contar. Venga, vamos.

Hacía ya dos largos meses que había fallecido Laura, la esposa de José. Toda la familia le había arropado aunque él, hierático, no paraba de repetir: "No pasa nada, joder, solo que no la veo, pero ella está aquí cuando hace falta y está tranquila porque por fin me ha entendido, algo que vosotros no terminábais de comprender. Decíais, 'abuelo, después de treinta y siete años tiene que estar al cabo de la calle' pues no señor.

- La abuela no parece que estuviese muy entusiasmada con tus amigos - y remató la frase con un codazo de complicidad Jimmy.
- Aquella vez que estuve fuera de casa cuatro días, porque ella me echó, que conste, lo pasé con otro buen amigo, Domingo, que ella finalmente conoció y no dejaba pasar la ocasión de juzgarlo. Pero, no, éste es Juan. Tú abuela nunca lo conoció porque yo nunca quise que le conociera. Yo quise a tu abuela mucho, Jimmy, pero ella nunca entendió mi forma de amar.
- ¿Te echó? ¡Abuelo! ¿que hiciste, le pusiste los cuernos?
- Ya te he dicho que ella nunca entendió mi forma de amarla. Siempre le fui fiel en mi corazón. Solo fue sexo. Siempre fui muy caliente. Mi abuelo no podía vivir sin ir de putas, mi padre tuvo amantes allá por donde iba, pero nunca renunciaron a sus mujeres. Sencillamente necesitaban más sexo del que sus mujeres les daban y entonces sexo constante era sinónimo de hijos abundantes. Mi abuela tuvo solo tres y diecisiete abortos, porque mi abuelo era sifilítico y la preñaba y la sífilis le hacía abortar. Mi padre tuvo amantes y no sé si hijos por ahí. Mi madre, tu abuela, no tuvo abortos, quizá...
- ¿Quizá, qué?
- Quizá mi padre tuvo amantes que no podían darle hijos.
- Que casualidad que todas las mujeres con las que follasen fuesen estériles. Y en su época no había métodos.
- Yo no he dicho en ningún momento que fuesen mujeres sus amantes. Eso lo has deducido tú, pero, vuelvo a repetir, quizá...
- Que tu padre era maricón, estás queriendo decir.
- Que estrechez de miras. Que necesidad de etiquetarlo todo. Mi padre tuvo diez hijos, que yo sepa. Si tuvo amantes masculinos, ¿era maricón cuando estaba con ellos únicamente o incluso cuando hacía hijos a tu abuela?
- Si se acostaba con tíos, abuelo, es que era maricón.
- Y, ¿entonces como se las apañaba para tener sexo con tu abuela? Porque comprendo que una vez, o dos estuviese tan salido que empalmase con su mujer, pero ¿tantas veces como para tener diez hijos?
- No sé, tomaría algo...
Jimmy seguía a José con la cabeza gacha, cariacontecido por como se había producido hablando del bisabuelo. Se le vino a la memoria la imagen de Carmen, su compañera de siempre enardecida con él y cómo cada vez que intentaba ponerse el condón se le bajaba y no podía penetrarla. Ella se le restregaba enfurecida pero su cuerpo no pasaba de una erección blanda, no cómo cuando Tomás, su hermano mayor, se peleaba en broma con él, los dos en calzoncillos y él en alguna ocasión se corrió sin querer con su contacto. Lo ocurrido con trece años en los váteres del instituto no contaba, estaban de fiesta y habían bebido y fumado y cuando Rubén le dijo que le acompañase no se imaginaba que fuese a suceder aquello, que dolió pero no fue para tanto. Se había planteado en alguna ocasión si el sería un raro de esos y lo había desechado diciendo: "¿Con mi hermano, o borracho? que va, con un hermano ni pensarlo y estando sobrio desde luego que no. Y no me ha pasado con nadie más" Por eso le daban rabia los maricones, de alguna forma temía ser uno de ellos.
- Venga, chaval, no te cabrees, ahora cuando conozcas a Juan, vamos a pasar un rato agradable. ¿Tú sabes que antes de casarme con tu abuela, me follé a la novia de un amigo y creo que la preñé?
- Vaya, muy amigo no sería, abuelo cuando te beneficiaste a su novia. Y, ¿la preñaste o no?
- Nunca lo supe, solo se que un día vinieron a buscarme a mi casa su novio y un hermano y mi madre los despachó con que me había ido a estudiar al extranjero. Después no supe nada más. Lo de la preñez fue un comentario que escuché a otra gente al mes o así: "Oye sabes que a la Emilia la han preñao y no ha sido el novio" por eso digo que creo.
- ¡No estás hecho tú un sinvergüenza!
- No lo sabes muy bien - señaló a mitad de calle un coche - mira, está su coche, lo que quiere decir que él está.
Llegaron a la cancela del número dieciocho de la calle. Una puerta de reja tupida que daba paso a un mínimo jardincillo de entrada. Muy pulcro, muy limpio. José abrió la puerta e invitó a su nieto a entrar. Volvió a cerrar y en ese momento se abrió la puerta de la casa y apareció Juan con un hombretón grande con barba negra con un casco de moto en la mano despidiendose de Juan.
- Ah, José, mira este es Ricardo - se tendieron la mano y Ricardo se despidió de Juan sin más con un "nos hablamos" ya se iba. Pasar, me iba a preparar para ir al gimnasio.
- Juan, mi nieto Jimmy. Jimmy, este es mi buen amigo Juan - y sin más José estampó un beso en los labios a Juan.
Juan se separó de José con su franca sonrisa de siempre, miró con su azul intenso a José, luego a Jimmy y otra vez a José. Entonces sin perder la sonrisa nunca, pellizco un pezón de José, luego el otro e inmediatamente bajó con la mano libre a la bragueta para comprobar la solidez de su dotación. Jimmy tenía la boca abierta, la cara conmocionada de sorpresa, quería hablar pero no le salía nada. Los miraba alternativamente a uno y a otro en actitud interrogativa sin saber bien si caerse de culo o salir corriendo. Finalmente su abuelo muy coloquial y libre le habló.
- Te dije hijo que era MUY amigo.
- Nos conocemos y... - carraspeó y miró a José antes de continuar como pidiendo permiso, que José dió con un leve movimiento de cabeza - follamos de hace, ¿más de tres décadas?
- Veintiocho años para ser exactos Juan. Acuérdate que estuve rondandote tres veranos antes de que me trajeras aquí y me echases el polvo que me conquistó. Si computas esos tres años en los que nos comíamos, yo más que tú, con la mirada cada verano, si, serían treinta y uno.
- Entonces, abuelo, ¿a ti te han partido el culo?
- Como a tí, Jimmy, como a ti. A ti te lo partieron en los váteres del instituto con trece años, a mí en mi colegio con nueve.
- Pero, pero - el chico estaba en shock - ¿tú cómo lo sabes? Entonces, ¿eres maricón? Perdón, me estoy cagando, esto es todo muy raro ¿donde está el cuarto de baño?
- Si quieres llamarlo así - miró a Juan con gesto de inconveniencia - si, como tú, como nosotros. El váter, al fondo del pasillo a la izquierda, no tiene pérdida. ¡Ah! - soltó una carcajada - no te pajees.
Al poco, regresó abrochándose el jean, muy desconcertado.
- Pero tú ¿cómo sabes lo del váter?
- Fue Rubén, ¿no? Mira Jimmy, siempre me han gustado los twinks y a Rubén le va la gente más madura. Hemos follado con ese chaval muchas veces, ¿verdad Juan? lo hemos usado de todas formas posibles y él ha disfrutado como una perra 
- Como lo que es - apostilló Juan.
- Hace días, mientras le hacíamos una doble nos dijo que teníamos que follarnos a un chaval que fue al insti con él que se llamaba Jimmy. Yo le dije que sería Jaime y nos dijo que era Jimmy para todo el mundo, familia incluida. Supe que eras tú. ¿Porqué crees que te he traído? Además Rubén tiene que estar a punto de caer. Juan, ya había quedado con él.
- Pero..., ¿como le conocisteis? Rubén siempre estaba rodeado de chicas. Todos le envidiabamos por su desparpajo y jeta para abordar a cualquiera y llevársela al huerto, es imposible que sea maricón.
- Tú mismo lo vas a ver. En cuanto llegue, como es nuestro puppy le vamos a decir que te coma el culo y verás porqué eso de que se lleva a cualquiera al huerto no es verdad. Él hará el paripé y luego engañará pero de que se beneficia a toda la que quiere nada. Se lo benefician a él - tocó el timbre - ahí está - Juan abrió la puerta.
- Pasa Rubén, maricón - Juan le dió una bofetada no muy fuerte - has tardado mucho, que sea la ultima vez. Mira, aquí hay una perra que tú conoces muy bien.
Rubén en cuanto Juan le abofeteó al entrar adoptó una postura sumisa poniéndose a cuatro patas y lamiendole los pies. Alzó la cabeza y en cuanto reconoció a Jimmy de un salto se puso en pie.
- ¿Y este que hace aquí, Máster? - preguntó a Juan entre extrañado y alarmado.
- Venga, perra, desnudate ya y deja de preguntar. Es el nieto de mi amigo José. Creo que le conocías ya, ¿no es eso?
- Del instituto, si - hablaba mientras se desnudaba - un chaval muy calladito.
- Al que te follaste hace cinco años en los váteres del instituto - terció José - y hoy ya no podrías hacerlo - tomó del aparador unas manoplas rígidas a modo de zarpas sin uñas y las fijó a sus muñecas - como ya no podrás tocar ni acariciar nada.
Rubén se llevó la manopla a la jaula de castidad absoluta que le había reducido ya el pene al tamaño de un clítoris mediano. Luego se la llevó detrás para notarse el plug.
- Supongo que llevará un plug de profesional - preguntó José a Juan.
- El que yo le mando que lleve cuando viene a verme, con su rabito de perrita pequinesa - y diciéndolo Juan le hizo girarse y quitar la mano para enseñar el rabito escueto que llevaba puesto y que los vaqueros ocultaban a la vista - una auténtica perra.
Jimmy de acercó a Rubén que volvió a adoptar la postura a cuatro patas con la cabeza humillada. Jimmy palpó el rabo de plug, le dió un par de tirones lo que hizo que el chico gimiese. Luego le acarició los testículos dándole un par de palmadas suaves.
- No te cortes chaval - dijo festivo Juan - dale fuerte, le pone cachondisimo, y a mí también - Juan se alejó hasta el aparador del que sacó algo - y más cuando le ponga en los pezones estás pinzas de castigo de verdad. Ves - con una en cada mano y delante de los ojos de Jimmy las accionó para que viese como los dientes afilados de las pinzas engranaban perfectamente - cuando las coloque clavarán los dientes en la delicada piel de sus pezones y se correrá de gusto - clampó una pinza en cada pezón y Rubén se arqueó y gimió una vez más - en unos segundos verás como empieza a babearle lo que sea que le quede ahí dentro de su jaula. Ya está salido a tope. Necesita algo fuerte. Desnudate Jimmy.
Jimmy, desconcertado miro a su abuelo que estaba ya, de forma pausada desnudándose también, como pidiendo permiso.
- Adelante, chico, desnudate. ¿nunca te han comido el culo? pues está perrita de mi amigo Juan te lo va a comer.
- Pero, abuelo - muy cortado - acabo de cagar y no me he lavado y no había toallitas húmedas.
- Mejor que mejor - Juan rascó la cabeza de Rubén como se hace con los perros - ¿verdad guarra? te gustan bien sucios.
Jimmy se desnudó frente a su abuelo que ya exhibía una soberbia erección y se quedó como hipnotizado mirando.
- ¿Te sorprende que empalme así, nieto?
- Me sorprende que parece que estoy viendo mi polla y me sorprende que parece que me va a estallar la mía con todo esto - terminó de desnudarse y se colocó a cuatro patas delante de Rubén que comenzó a chupar con ahínco el ano de Jimmy. Éste cerró los ojos para saborear todo el placer que Rubén le proporcionaba y los abrió de golpe cuando sintió que le estaban comiendo además su polla.
- ¡Abuelo, abuelo! Tú, tú, joder, abuelo me voy a correr.
José se había colocado bajo el cuerpo de su nieto y se había materialmente tragado su verga hasta poder besarle el escroto. Con su garganta masajeaba el capullo sin mostrar indicios de náuseas. Cuando el nieto avisó que se corría se retiró unos centímetros para que eyaculase en la boca y pudiera retener la corrida. Cuando entre gritos Jimmy se corrió José retuvo su leche en la boca.
- ¡Que gusto, joder, que gusto!, esto no está bien, ¡Que gustazo! joder esto es incesto, abuelo, sigue, sigue, tragatelo todo, tragatelo.
- No me lo tragó Jimmy - José se levantó y con un beso largo y tórrido compartió el semen de su nieto con su amigo Juan. Luego Juan se agachó detrás de Rubén le sacó el plug y con la boca le inyectó el semen de Jimmy.
- Ahora podemos hacerle la doble a mi perra José.
Jimmy estaba exhausto tirado en el suelo, pero ver cómo preparaban a Rubén para hacerle la doble le hizo volver a empalmar. No se explicaba cómo se había podido recuperar tan deprisa. Pero ver a los dos carrozas con dos twinks tan jóvenes y gozando además era inaudito. ¡Y con su abuelo! El abuelo era algo así como blandito, mullido, asexuado, existiendo para hacer la vida la cómoda a los nietos y liberarlos un poco de la disciplina paterna. Ver al abuelo, desnudo y comiéndole el rabo con tal maestría, importándole una mierda el incesto, es más con la impresión de que incestuando se añadía un plus de emoción y placer le acababa de abrir a Jimmy todo un mundo de posibilidades que no tenía idea de que pudieran existir. Para rematar Juan en el suelo cabalgandole Rubén que no paraba de decir "Si, follarme los dos" y el abuelo, por detrás del chico, metiéndola por donde ya estaba entrando y saliendo Juan le hizo verlo claro a Jimmy. Se acercó abriendo las piernas y dejando a Juan debajo, hasta donde su abuelo embatía el culo de Rubén y le ofreció, una vez más su rabo, que el abuelo aceptó con placer y obsequió con la segunda colosal corrida a su nieto mientras él mismo se corría dentro del otro chaval. Lo que sucedió después no lo previó. El abuelo enganchó el cuello de su nieto, le atrajo hacia él y le besó profundamente devolviéndole el semen que antes le había sacado. Jimmy intentó rechazarlo pero la presa hecha era demasiado fuerte, y ante su sorpresa notó que volvía a empalmar y entoces en una especie de furia irracional fue él, el que no quiso deshacer el beso de su abuelo.
- Vaya, vaya - sostuvo Juan - que manera de entenderse abuelo y nietecito. ¿Quién entonces va a lamerme la porquería que ha echado la perra por su resto enjaulado mientras le follábamos.
- Yo. Yo lo voy a hacer. Necesito más - Jimmy estaba fuera de si. 
Mientras se afanaba en limpiar el semen escurrido de Rubén sobre la barriga de Juan, sintió que le volvían a comer el culo y se volvió loco del todo.
- ¡Quiero que me folle alguien!
- Yo mismo - Juan le apartó de un empujón - le tomó en brazos como si fuera un muñeco le colocó el ano apuntando a su capullo y lo insertó de golpe.
Jimmy dió un aullido de dolor e intentó desembarazarse, pero el abrazo de Juan era de acero. La tenía bien dentro y el dolor le mareaba. Recordó el dolor que le produjo Rubén la primera vez y esto no tenía comparación.
- Querías que te follase alguien - Juan hablaba en susurró al oído de Jimmy - y ese alguien te ha follado. En un par de minutos cesará el dolor y empezará el placer - lo decía sin parar de bombear despacio el culo del chico que ya lloraba de dolor. Pedía auxilio a su abuelo, pero éste susurraba al otro oído que era todo por su bien.
- Ya estás desvirgado, hijo, verás que bueno cuando yo te folle en casa. Vamos a disfrutar los dos. Tú mi perrita cómo Rubén lo es de Juan. El placer será total cuando lleves castidad siempre y te preste a otros amigos para que te follen. Vas a tener un culo glorioso.
El dolor fue cediendo y Jimmy entregándose a lo inevitable. Notaba que el entrar y salir de Juan en su cuerpo se reflejaba en su capullo y le hacía gozar. De rogar que aquello acabase pasó a pedir que le follase de forma más violenta. Y de repente sintió que se corría por tercera vez pero de una forma lenta, prolongada y muy, muy placentera. Lo dijo y Juan le contestó.
- Y ahora, yo me corro contigo - tal como se lo decía al oído con la voz ronca de lujuria dió dos golpes fuertes de cadera y se vació dentro del chico.
Se quedaron unos segundos los dos unidos, abrazados hasta que la verga de Juan se salió y el culo de Jimmy comenzó a gotear semen teñido, algo oscuro. Rubén que lo observaba todo a cuatro patas acercó su boca al año de Jimmy y consumió con delectación lo que destilaba.
- Buena perra - dijo Juan mientras acariciaba la cabeza de Rubén.

- ¿Que te ha parecido?
Caminaban despacio disfrutando de la temperatura primaveral predictora de un cálido verano. Jimmy paseaba con la cabeza baja y las manos en los bolsillos. Su abuelo le llevaba por donde siempre le gustó, por la nuca abarcandole el cuello con su manaza, dándole un calor agradable. De vez en cuando le soltaba la presa y con la flexura del brazo le abrazaba el cuello, le atraía hacia él y le besaba la cabeza.
- Abuelo.
- Dime nieto.
- ¿De verdad me vas a colocar una jaula en el rabo como la que llevaba Rubén?
- Te he preguntado por tu opinión por lo sucedido en casa de Juan.
- Alucinante abuelo. Nunca se me hubiera ocurrido que pudieras mamarmela y que lo hicieras tan bien. Pero, ¿no te entran arcadas cuando te entra tan profundo?
- Ya no. Al principio, vomitaba mucho, babas sobre todo. Me salían hasta por la nariz, pero un tipo me dijo que cuando me lavara los dientes me llegará hasta dentro hasta que me acostumbrara y anulará ese reflejo del vómito. Todos los días, durante casi dos meses hasta que desapareció. Ahora me entra lo que sea y solo hay disfrute. Tienes que empezar a hacerlo. Te tengo que meter por esa boquita, la polla hasta los huevos. Vamos a disfrutar mucho los dos. Y ahora, dime, ¿que te ha parecido la pequeña orgía? Otro día si te sientes con fuerza podemos organizarla con más gente.
- Ya te he dicho, Alucinante. He visto porno, no te voy a engañar, pero esto juega en otra liga.
- La patraña esa del incesto, ¿que tal con el tabú?
- Parece mentira que haya estado reprimiendome todo estos años.
- ¿Ya habías deseado algo sexual con alguien de la familia? conmigo, no creo.
- Con Tomás, abuelo. Cada vez que nos peleamos, en broma o en serio, si hay contacto piel a piel durante un rato, me empalmo. A veces provocó yo la pelea solo por estar tan cerca y sentir la tirantez en la entrepierna. Alguna vez, con mucha culpa me he pajeado después pensando en el lance y el placer experimentado era parecido al que he sentido con Juan cuando me la ha metido por el culo. Un gustazo. Una vez  también me  corri solo con su contacto, me dió la impresión de que él se daba cuenta. Me dijo que si me había meado de miedo cuando notó la humedad del calzoncillo. Es tres años mayor que yo y sabrá distinguir una meada de una corrida. Además me dijo sin cabreó ni nada que me quitase el calzoncillo y lo echara a lavar disimulado con otra ropa para que la muchacha  no lo viera. Le pregunté que porqué y se limitó a decirme, a ordenarme que lo hiciera. La verdad es que desde aquel día procuraba evitar las peleas y si teníamos alguna intentaba que fuesen escaramuzas muy cortas.
- Mmm, voy a tener que echarle un tiento a tu hermano. Si se da cuenta que te corres al contactar cuerpo a cuerpo lo lógico es que se encrespe.
- ¿Que edad tenías cuando te corriste con él?
- Quince. Hacía dos años de lo de Rubén y cuando me corrí pensé que Rubén me debió meter algo más que el rabo.
- Él dieciocho, edad más que suficiente para darse cuenta perfecta de qué te gustaba su roce. ¿Tomás tiene novia, no? Ahora tiene que tener de veintiuno a veintidós.
- Ya ha cumplido los veintidós. Está en tercero de carrera.
- Rubén te metió el rabo, nada más y te abrió un mundo entero de posibilidades que solo tenías que explorar, si tenías arrojo. Por lo que ha sucedido en casa de Juan, veo que lo tenías. Ya no tienes que tener miedo al dolor. Tienes el culo preparado para lo que quieras, por ejemplo para que te folle Tomás - le echó mano a la bragueta sin disimulo - y pensar en ello te pone duro, maricón. En lo que respecta a eso  enseguida vamos a saber algo más de tu hermano. Déjamelo a mi. O mucho me equivoco o en menos de una semana Tomás te ha preñado y yo le he comido el rabo. Al tiempo.
- Uff, abuelo, quien quiera que sea que te oiga, ya se me hace el culo agua. Aunque de momento lo aprieto y me duele, pero es un dolor muy excitante.
Abuelo y nieto rieron con ganas. Jimmy ya quería a su abuelo, por serlo, ahora lo quería con conocimiento de causa. José quería mucho a su nieto Jimmy y ahora además les respetaba por su coraje en aceptar y manejar lo que la vida le deparaba.

sábado, 13 de enero de 2024

FANTASÍA

 
Poco a poco entreabriendo los ojos percibió una luz blanca y fría que le bañaba. Recordó aquellas noches de plata en la playa con nueve años en las que desnudos con su hermano mayor se dedicaban a dejar que la espuma del mar les acariciase con mil dedos las ingles y sus partes íntimas.
- ¿Te gusta, pequeñajo, cómo te acaricia el agua los huevos?
- Si Miguel, pero la cola se me pone dura.
- Y a mi también pequeñajo. Mira - y enseñaba orgulloso su aparato enhiesto.
- Miguel, ¿a mí también se me va a poner así de grande?
- Claro, si haces esto que te voy a enseñar muchas veces - y comenzaba a agitarse su miembro hasta que le empezaba a salir una cosa blanca que al caer al agua terminaba por confundirse con la espuma de las olas al romper.
La luz era tenue y a la vez áspera, no era nada acariciadora. Cerró los ojos para irse acostumbrando e intentó moverse pero un dolor agudo en el bajo vientre le detuvo en su intención. Intentó averiguar la razón de la punzada apartando la sabana que le cubría pero el brazo izquierdo le pesaba y dolía de una forma sorda, roma, constante.
- No, no, no puede moverse aún por si solo. Espere que venga un auxiliar para ayudarle. Tiene el antebrazo izquierdo roto y escayolado. Ahora vendrá el médico a informarle.
En aquel lugar olía a salud enfermiza, quizá fuese enfermedad saludable, no sabría decir, desagradable era. Poco a poco se fueron delatando pasos ligeros, entrechocar sordo de utensilios y ruedas deslizándose por el suelo. Murmullos ahogados y voces lejanas. No sabía que hacía allí ni como llegó. Hizo memoria intentando moverse pero el brazo derecho estaba uncido a un macarrón por el que se colaba en su cuerpo un liquido amarillo pálido.
De repente le vino un flash. Alguien de cuya cara resaltaba una dentadura blanquísima le sonreía e inmediatamente sintió tirantez en la entrepierna; encogió la musculatura pélvica y no pudo evitar lanzar un grito de dolor mientras la cara que sonreía se volvía sería y decía "jodete maricón" quiso tocarse, pero no se alcanzaba. Enseguida vino una chica.
- No se mueva usted. Aún no está fuera de peligro del todo.
- ¿Que ha pasado? No soy capaz de recordar nada, solo cosas inconexas y me duele todo.
- Están todos detenidos. Al parecer su último aliento le permitió marcar el 112 y le localizaron entre unos arbustos en el parque del Sur. No daban un penique por usted. Pero de eso hace ya diez días y al parecer se recupera.
- ¿A quien han detenido, y porqué?
- Los que le medio mataron y le provocaron tantos destrozos. Pero yo no le voy a decir nada. La cirujana se lo contará.
- Vengo ha cambiar la posición del paciente - un auxiliar de aspecto enclenque con unos ojos vivarachos e insultantemente turquesas llegaba a la habitación.
- ¿Te ayudo? - preguntó la enfermera.
- No, no, tú vete a lo tuyo, ya lo he hecho otras veces y estaba inconsciente. Gracias - la enfermera salió y el auxiliar destapó a Matías - ¡Vaya, vaya! - susurró cerca del paciente el auxiliar - debió ser una juerga épica. Nada menos que cinco, con las medidas que se gasta esa gente. Gozaste ¿eh, maricón?
- ¡Que dice! Ah, no puedo hablar, me duele la garganta, cómo que si gocé, si no se ni que hago aquí. ¿Que sabe usted que no se yo?
- Llámame Joaquín, o si prefiere me llaman Quinito, mi amigos. Al parecer, estuviste con cinco ghaneses, marineros de un portacontenedores, ya están detenidos, que se las gastan por los puntos que te han dado en el ojete muy serias.
Matías empezó a recordar más cosas y sin poder evitarlo su sexo aumento su volumen extraordinariamente. El auxiliar que se percató pasó la mano por encima y emitió un sonido de complacencia
- Aún tienes ganas, después de todo. Si quieres, cuando te den el alta podríamos quedar, yo soy más civilizado, aunque sin esos rabos.
- Tío, ¿Que tengo por ahí abajo, que me duele tanto? - preguntó muy bajito cuando entraba la cirujana.
- Salga, por favor - indicó educada y fríamente al auxiliar - Joaquín. Bueno, Matías, me alegro verle ya despierto. Le bajaremos a planta después de la analítica que le van a hacer ahora. Bien. Tiene el brazo escayolado porque cuando le trajeron presentaba una fractura de Colles. Tendrá que llevar la escayola cuarenta días y luego un poco de rehabilitación. Lo otro es un poco más peliagudo. Yo no voy a entrar en dilemas morales y menos aún que la policía sigue dilucidando si fue forzado o voluntario. Entró en coma por la sangre que perdió. A los Ghaneses se les conoce por sus tamaños macrosomicos y le destrozaron el ano. Costó reconstruirlo y no sé si se habrá dado cuenta que tiene una colostomía de descarga. Tendrá que tenerla unos seis meses hasta que recto y aparato esfinteriano anal esté restablecido y perfectamente funcional.
- Perdón doctora, pero diga usted a la policía que fue todo buscado y consentido.
- Acaba de salir del coma y la policía tiene pendiente tomarle declaración. Ahora les vamos a avisar.
- Aún no lo recuerdo todo bien, pero si, voy encajando las piezas. Creo que cuando venga la poli podré hacer un relato correcto. Los chicos que me "ayudaron" ¿estarán bien?
- Su barco zarpó ya. Ellos están en libertad con cargos en espera de su declaración.
- Los chicos no tienen ninguna culpa, fui yo...
- Las explicaciones mejor a la policía, Matías. Mañana pasaré otra vez a verle. Y ya sabe si necesita algo, habla con enfermería y ellos me localizarán.
Matías sintió como si de repente se aclarará el día. Se le despejó la mente. Los nubarrones que entorpecían la iluminación de su memoria se diluyeron y lo vio todo claro.
Estaba salido, como era su costumbre. Así rellenito sin caer en la gordura, las gafitas y cara de seminarista reprimido no le hacían blanco de demasiadas solicitudes. Para colmo no es que fuese pasivo es que le producía aburrimiento solo pensar que tendría que trabajarse un culo moviéndose hasta el clímax, cuando él lo alcanzaba poniendo el culete en posición y reposo absoluto y que trabajaste el otro que él ya sentía el gustito después de pasar unos pocos segundos de incomodidad penetrante. Soñaba que una verga de algún africano occidental le visitase, había leído que estadísticamente eran las más grandes y gordas. Pero eso era un albur. Paseaba por los muelles del puerto a veces con la ensoñación de que algún marinero le cazase como aquel cubano que le llevó a su carguero fondeado en el muelle Santa María y le folló con tanto arte que ni le dolió mientras le susurraba al oído "eres mi mariconcito español, mi amol" y no paraba de bombear muy despacio hasta que le preñó. Se corrió casi sin tocarse prácticamente al tiempo que el marinero y aquello fue el cielo.
Cerca del puerto existían unas defensas antiguas, de cuando aquel puerto de mar era estratégico punto de acceso a la región, Defensas de San Sebastián. Tenían justo por detrás un parque bastante frondoso que un prócer muy rico del S.XVII procuró a la ciudad portuaria con especies traídas de todo el mundo por su naviera y que mal que bien fueron aclimatandose. Matías solía ir a las murallas de San Sebastián para fabular con que de uno de aquellos barcos salía su cubano otra vez y le hacía tocar el cielo.
En aquella ocasión, salido como estaba no se le ocurrió otra cosa más que desnudarse, haciendo un hatillo con la ropa y pasear por el matacán de la muralla mirando al muelle. Vio, abajo cinco imponentes sombras hablando un idioma raro y se estremeció suponiendo que le violaban entre espasmos de placer.

- ¿Matías Martínez, es usted Matías Martínez Márquez? - el inspector de policía intentaba aparentar seriedad aunque se le notaba algo de animosidad - soy el inspector Sueiro y estoy a su disposición.
- Si. De momento sigo siéndolo. Le daría mi documentación pero no puedo moverme de aquí - ah, y muchas gracias por el ofrecimiento.
- Ya, ya. Tenemos su documentación. Le voy a hacer unas preguntas en el caso de presunta violación a la que fue usted sometido. Dígame, ¿que recuerda? Algo de los agresores o agresor, circunstancias, algo.
Matías se le quedó mirando como el que intenta hacer memoria. Apretó los labios, recordando y finalmente, mudó el gesto y estremecido por lo que acababa de recordar con una claridad aterradora,  contestó.
- Poco, la verdad. Estaba paseando por el matacán de la defensa de costa, observando el puerto con su nulo ajetreo a esas horas y sus luces rojas de señalización..., por cierto me llamó la atención un yate a vela que maniobraba para iniciar singladura y
- Por favor Matías, céntrese. No es eso lo que nos ha traído aquí.
- Perdón, estaba poniéndome en situación por si escuchándome a mí mismo se me hacía alguna luz. Pues estaba en lo del yate cuando alguien a mi espalda me hizo ver lo tranquilo de la noche y..., no sé, no recuerdo más que despertarme en esta cama

("Que tranquila la noche" - era un acento extraño con algún recuerdo caribeño - la frase era de una persona que al girarme, me sobresaltó, un joven de color muy negro, en el que lo único visible eran unos ojos grandes y blancos contrastando con su cara. Al sonreír una raya de blanquísima cal le iluminaba la boca. " Yo no conozco bien tu ciudad, pero a estas horas quizá estés buscando algo que yo podría darte" Ese acento que parece caribeño, - le dije -¿de donde ha salido? "Soy ghanés, estoy en un portacontenedores con destino a Dubai, mañana zarpamos. Salí de polizón en un carguero de bandera venezolana que atracó en La Habana, y en cuba me quedé dos años. Allí aprendí tú idioma" mientras hablaba se me acercaba con hábito despreocupado. Cuando estuvo cerca me tomó la mano y se la llevó a su bragueta. Fue impresionante lo que palpé "algo así estarás buscando" y mientras lo decía se echó abajo el pantalón de chándal. No llevaba más indumentaria debajo. Su rabo era para asustar, y entusiasmar. Me puso sus manazas en los hombros y empujó hasta hacerme arrodillar " Anda, mariconcito, disfruta de un hombre de verdad" Tildarme de 'mariconcito' como aquel marinero cubano, terminó de desarmarme. Que me hiciera lo que quisiera y de momento me atragantaba con sus buenas nueve pulgadas, gruesas, duras y calientes. Yo iba de náusea en náusea, babeando abundantemente y derramando las consiguiente lágrimas " yo me voy a beber esas lágrimas después de que tú te bebas mi leche" no paraba de empujar y empujar y yo de soltar moco por la nariz, me tenía completamente a sus pies. En ese momento, rendido como estaba quise que me follara, quería que me reventase el culo y en un descanso de dos segundos, le miré desde mi posición de entrega y le dije que me follara el culo. " Para eso mejor en ese parque que tenéis ahí detrás. Te desnudas como la puta maricona que eres y te ponemos el culo bien" ¿te ponemos, hay más gente? estaba desecho, solo sospechar que hubiese otro que me ocupase la boca mientras esté me tapaba el culo hizo que casi me corriese. Temblaba de excitación aunque la noche era templada.)

- Don Matías - el policía hacía sonar sus dedos delante de la cara para sacarle de su ensimismamiento - ¿ha recordado algo? se ha quedado usted como alelado.
- Será la medicación. Me tienen puesto un auténtico bombazo de analgésicos y sedantes. Usted perdone.
- Ha dicho que alguien tras de usted le hizo una observación.
- Si, si. Era una pareja ya metidita en años que me dijeron que estaban paseando por el parque y quisieron asomarse al puerto. Eran forasteros de visita turística. Por cierto, no sé si será cierto, pero me han dicho al despertar que hay detenido alguien.
- Unos marineros de Ghana, estaban por allí cuando le recogieron a usted.
- ¿Alguien de raza negra? No, no. Yo no vi a nadie así. Vamos, que no recuerdo nada.

("Vamos mariconcito, vamos al parque. Mis cuatro compañeros quieren estrenarse en tu ciudad, vas a disfrutar. Pero quiero que te desnudes, como la guarra que eres y vengas conmigo así, desnudito. Por si te ve alguien y te llama por tu nombre" Eso terminó de excitarme a tal punto que noté que al empezar a desnudarme y solo rozarme comenzó el orgasmo. Le dije que me estaba corriendo y empezó a azotarme con fuertes nalgadas lo que intensificó el orgasmo. Fui regando de leche el trayecto, porque no dejaba que me detuviese a disfrutar de mi inmenso placer, lo que lo aumentaba. Todas mis fantasías atesoradas durante años se hacían realidad. Menos mal que llevaba el móvil con un cordón para llevarlo en bandolera y no tuve que dejarlo atrás. Desnudo como una perra seguí al ghanés hasta el parque)

- Será entonces un caso de amnesia grave. Vamos a ver don Matías. Nos ha dicho la medica que le ha reparado los daños que eran tan disparatados que con toda probabilidad le han provocado una fractura no solo en su brazo, sino en su conciencia y esa parte no la recuerde usted nunca. Pero es un hecho innegable, por eso hablo con tanta seguridad, que en sus lesiones anales se ha encontrado ADN de los cinco marineros. Es decir, le violaron los cinco. Y no sólo eso, las marcas de mordiscos en los pezones. En el frotis de su garganta apareció ADN de tres de ellos. Fue usted, sin ninguna duda agredido sexualmente por los cinco. Dudo que con esas atriciones tan severas hubiese consentimiento. Pero lo meridianamente claro don Matías es que usted estuvo ahí, se acuerde o no.

(" Vamos mariconcito. Así desnudo, como las perras te vamos a disfrutar. Vas a gozar. Prepara tu coño" Se sacó su cinturón y con él me fue azotando el culo sin preocuparle mis quejas y gemidos, que además tenían la virtud de excitarme cada vez más. Cruzamos la calle húmeda del relente de la noche, me resbalaba hasta llegar al parque. Allí tras unos arbustos de lentisco, estaban sus cuatro amigos. Hablaban entre ellos en una lengua desconocida y en cuanto nos vieron empezaron a reír y festejar sacándose sus genitales. Uno de ellos, el más bajo de todos, que era más alto que yo, se desnudo por completo y se acercó a mi con una amplia sonrisa. Me hizo tumbarme en el suelo boca arriba y se sentó sobre mi cara y a restregar su ojete sobre mi boca. " Comele bien el culo a mi amigo, mariconcito, es lo que más le gusta antes de follarte")

- Por favor, señores, terminen que tenemos trabajo - Quinito acababa de entrar en la habitación dispuesto a movilizar a Matías -
Hay que cambiarte de posición.
- Bueno don Matías volveremos el lunes a ver si recuerda algún detalle.
- A mi me lo puedes contar - el auxiliar aprovechó que se acercaba a Matías para preguntar - ¿tenían buen rabo los negros?, te hicieron gozar mucho, ¿verdad? A mí me hubiera dado algo malo. ¡Y nada menos que cinco pollas!
- Si tantas ganas tienes, acércate al muelle Santa María cualquier noche y verás.
- No, gracias, ya me han jodido bastantes veces por allí y no por el culo, precisamente. Me apalizaron tres niñatos que me engañifaron con sonrisitas. A mí, una maricona que se precía no era cuestión de despreciar ese caramelito. Pero le cogí el nabo a uno, nada especial. Luego me dieron la del tigre, me lo quitaron todo y me dejaron ahí tirado. No gracias, yo a esa muralla no vuelvo a ir.
- De todas formas, a mí fue en el parque. Y no fueron los pobres marineros que solo hicieron lo que yo estaba deseando, dándome bien fuerte por arriba y por abajo. Lo que pasa es que estaba yo tan ricamente tomando de uno y otro, que hay que ver qué aguante y que vitalidad tienen estos africanos, cuando apareció una pareja de tíos bien borrachos. Empezaron a incordiar y no dejaban a los chicos follarme (bueno, y follarse entre ellos, que me di cuenta) queriendo meter baza. Se sacaron sus rabos y querían. Uno de ellos lo consiguió pero se le bajaba, así que los marineros los echaron. Total que se cortó el rollo y los negros se largaron. Y nada más irse, los cabrones esos volvieron y ahí empezó mi agonía.
- Se lo has dicho a la poli ¿no?
- No, Quinito, no. Les conozco y no puedo decirlo.
- ¿Porque? Maricón.
- Porque son los dos primos y sobrinos míos. Los he visto nacer a los muy hijos..., de mis hermanos.
- ¿Pero, no te conocieron, no les dijiste nada?
- No podía. Para mi familia soy un soltero misógino. Estoy en el fondo del armario. Y allí, desnudo, con casi ninguna luz, no me conocieron.
- Y ahora van a cargar con la culpa los pobres marineros ghaneses. Pues no puedes consentirlo.
- No sé que voy a hacer.
- Pero bueno, venga, vale, cuenta, cuenta. Aparte de los cabrones de tus sobrinos. Los dioses de ébano. ¿Que te decían, como te entendías? y sobre todo, lo mejor, ¿Que tal follaban? con ese ritmazo que tienen en el body los negros.
- Hablan todos inglés y aparte, a veces, cuando más entusiasmados estaban hablaban otra lengua. Nelson, que era el de Cuba me traducía lo de su idioma. Lo que decían en inglés más o menos. Digamos que el inglés de follar es universal, a poco que hayas visto un poco de porno, ya sabes. De todas formas su idioma que creo que se llama Ewe, por lo menos eso dijo Nelson no debe tener palabros para picardías. No existe una palabra para maricón o polla y usan la del inglés. Verás, había uno que se llamaba Gedeon que se entusiasmaba mucho metiéndola y entonces hablaba en su idioma pero me parecía entender palabras como dick o faggot, y al preguntarle a Nelson pues me lo confirmaba. Pero tío que bien follan con esos rabos tan grandes, con que suavidad y a la vez con que contundencia. Uno, Amos, era, que se me corrió en la garganta un par de veces. Me ahogaba pero no entiendo cómo me cupo ese pedazo de carne tan dentro, sentí como me atravesaba el fondo de la garganta y entraba tan profundo. Me hacia tanto bulto que no me dejaba respirar, pero la sensacion era la de estar atragantado, menos mal que se corría rápido, pero me ha dejado un dolor de garganta tremendo. Quedé encantado, lástima de los cabrones de mis sobrinos que aparecieron por allí. Llevaban un bate de beisbol. Yo estaba muy abierto de tanta polla y cuando ahuyentaron a los negros amenazando con llamar a la pasma me dijeron de todo. ¡Que cabrones! y dándoselas de machitos heteros cazando maricones. Se la tuve que mamar a los dos y luego..., - Matías se quedó callado saltandosele las lágrimas.

(" Nos vamos, mariconcito" Nelson estaba contrariado " pero ese par de hijos de puta acabarán por alertar a la poli con sus voces" De pronto sentía frío, los marineros también daban calor en la madrugada fresca. Los dos gamberros se acercaban y sentí miedo de lo que pudieran hacerme, uno de ellos llevaba en la mano una especie de palo grueso. No tendrían más de veinte años. " Te han dejado sola eh maricona, ahora a ver quién te folla. Pero mira ese bate tiene buen tamaño. Con esto vas a gozar más que con esa basura con la que estabas liado" Vi que se acercaban y materialmente me cagué. Tenía el culo muy abierto de los negros y no pude contenerme. La mierda me corría por las piernas. Había visto el bate y supuse que querrían hacerme, pero lo que realmente me horrorizó fue reconocerlos. Bajé la cabeza en la idea de que la falta de luz y no abrir la boca no me darían a conocer. Yo siempre en el armario y me iban a sacar de él a empujones salvajes dos mierdas de sobrinos. Se sacaron sus miserables pollas y me las enseñaron con orgullo, como si me fuesen a entusiasmar. Luego me las ofrecieron, las mamé sin rechistar y se corrieron como conejos. " Ahora te toca disfrutar a ti" Sabía que iban a hacer, confiaba en que el ano tan dilatado facilitase la violación. Cuando me di la vuelta y olieron la mierda se cabrearon de tal forma que con saña me metieron el bate con mala leche. Sentí desgarrarse las tripas y eché mano y lo arranque, en ese momento, no sé cuál de los dos me dió en el brazo con el bate y me lo rompió. Y me desmayé, no sé si de la sangre que salía del culo o del dolor de la rotura del brazo. Me desperté y sentí aún colgado del cuello el cordón del móvil. Marqué el 112)

- Luego eso cabrones, bueno ya sabes lo que han tenido que reparar. Y no me extrañaría que un día de estos aparecieran por aquí. Ahora viene lo peor, dar explicaciones, salir del armario para exculpar a los pobres marineros y que sigan con su vida y no saber quienes fueron los agresores. Mis hermanos no soportarían una verdad como ésta.
- Pues yo cantaba la gallina. Que salgan del armario ellos también o que los enchironen por mierdas.
- Que va.  Con que la familia se lleve un palo, el mío, nunca mejor dicho, es suficiente. Cuando todo acabe y se calmen las aguas, ya me las tendré con ese par de julandrones.