lunes, 25 de marzo de 2024

MANOLO Y RAÚL

 

                             MANOLO


- Mira, Manolo. Si no quieres estudiar, a trabajar. Tienes ya dieciocho, has acabado tu bachillerato y yo esperaba que siguieses la tradición familiar, el derecho. Desde tu bisabuelo, todos hemos seguido esa senda. Sea, que tú no quieras eso, pero de vaguear nada.
- Papa. No me gusta, no quiero ser un ratón de biblioteca, entre legajos y sentencias y el mamoneo ese de vuestra jerga. Que no, que no me gusta eso.
- Pero, no sé, otra cosa. Lo que quieras, una técnica, una científica, algo de salud.
- No sé, papá, quiero viajar, ver cosas..., poder respirar, algo, joder...
- No me grites, Manolo, joder. No quieres estudiar, vale. El primo Juan tiene una empresita de construcción. Vas a ir a trabajar de peón, que se te curtan las manos..., y las expectativas, que te amarren los pies al suelo. Y además tendrás dinero para salir de fiesta con tus amiguitas, si te quedan fuerzas, claro, el finde después de una semana de acarrear ladrillos y sacos de cemento.
- ¿Que son esos gritos? Jesús, hijo.
- Nada, abuelo que tú hijo no me entiende. Yo tengo otras espectativas y él solo quiere que me vaya a trabajar con tu sobrino Juan, de peón.
- Jesús, ¿Que está pasando, que coño dice mi nieto, que le haces ir a una obra?
- No, Papa, que no quiere estudiar. Que Manolo, quiere ver mundo, que no quiere oír hablar de la universidad. Y le he dicho que de vagueos, nada, que si no quiere estudios, a trabajar y el primo Juan nos va a echar una mano en eso.
- ¿Juanito? - el abuelo, puso cara de escepticismo mezclado con sarcasmo, cerró los ojos y apretó los labios - ¿No se te ha ocurrido nadie más adecuado?
- Papá, ¿Que de malo va a tener el primo?

- Tío, Sebastián, ¿Me acompañas a las rocas, por cangrejos?
Juan tenía catorce años ya y como todos los años iba a pasar el verano a casa de los abuelos a la playa. Poca playa, desde luego. Pedregosa y flanqueada por áreas rocosas buenas para coger camarones y cangrejos cuando bajaba la marea. Además dejaba al descubierto grutas de alguna profundidad en las que las parejas buscaban determinada intimidad.
Sebastián, de veintiocho, era el último verano que pasaría con sus padres. Se casaría ese otoño con una chica, compañera de carrera, pero tres cursos por detrás, que en ese momento terminaba de preparar judicaturas y dejaba por tanto el verano a su novio solo. Las oposiciones serían en setiembre y esperaban poder casarse en octubre.
- Naturalmente, Juan. ¿Llevas tú el cubito? Ah, y llévate un destornillador por ejemplo, para coger lapas, que me gustan a mí.

- Abuelo - Manolo movía con suavidad el hombro de Sebastián para hacerle salir de la ensoñación que le envolvía - abuelo, ¿te pasa algo?
- No, no, hijo. Recordaba algún momento especial con tu tío Juan. Uno especialmente, el último que pasé con él en la playa. Luego ya me casé con tu abuela y ya dejamos de ir los veranos a casa de mis padres, porque íbamos a una aceña que compraron mis suegros en la montaña. No les probaba la playa.
- ¿Una aceña, que es eso?
- Un molino movido por la fuerza de un río. Era muy bonita. Mis suegros la rehabilitaron con mucho gusto. Tú nunca fuiste. Juan, en su veinticinco cumpleaños estuvo allí. Pregúntale a él. Un paisaje irrepetible y el clima un regalo, en verano, porque el invierno es crudisimo. Dentro se está caliente, una construcción de sillares y vigas de roble con una chimenea tipo lareira de pared a pared con unos bancos adosados, bajo la misma campana. Bueno, que ya estoy divagando.
- ¿Por donde estaba eso? Yo nunca he oído hablar de esa casa.
- Norte de León lindando con Lugo.
- No has oído - tercio Manuel padre - porque al poco de nacer tú, tus abuelos se separaron y ya como era de esperar se dejó de ir.
- Bueno. Antes de irnos por las ramas, déjame hijo que yo tenga una charla con mi nieto. Anda chaval - dijo a Manolo dándole una palmadita en la espalda - vamos a dar una vuelta.
- Abuelo, joder, también tú me vas a dar la brasa.
- Circule usted. Te voy a llevar a un sitio que no te lo vas a creer. Está un poco lejos, pero así te cuento como fue la última vez que estuve con tu tío Juan en la playa.
Echaron a andar calle arriba.
- ¿Donde vamos?
- Te voy a invitar a una cerveza fría en un sitio fresco. No está lejos.
Fui aquella última vez con tu tío, mi sobrino Juan. Era un crío aún, imagina, catorce años, yo le doblaba la edad, aunque no se notaba, ya entonces tenía el cuerpo que tiene ahora, sin barriga, claro y más espigado. Pero era muy niño. Aquella playa, tú no la conoces, tiene una zona a la que solo se puede acceder desde las rocas cuando está la marea baja, o descolgandote en rapel por el acantilado, que no es la cuestión y tiene rocas grandes cubiertas de algas y lapas y alguna ostra también lo que permite hurtarse a indiscreciones de mirones inoportunos.
- Vamos, abuelo, que la gente va a follar allí.
- En plata, hijo, no se podía decir mejor. Y para rematar, decir que ese trozo de playa, es nudista, o como dicen los modernos, no textil.
- Me lo estoy imaginando, tío Juan se metió en esa playa.
- Por cierto nieto, cambiando de tema y aunque parezca que no viene al caso, ¿tú sales con ese amigo tuyo, Raúl se llama, creo, ese con el que vas tan a menudo a estudiar a su casa? te lo digo, porque me pareció veros a los dos el viernes pasado por la calle Murcia, a la altura del número ocho. Si, que hay unos baños o una sauna por allí.
- Abuelo..., no se, yo, no, a ver, ahora mismo no se, no, la calle Murcia, no caigo.
- Me confundiría yo. Déjalo. Bueno a lo que iba. Llegamos a las rocas y tu tío empezó a rebuscar cangrejos y yo a despegar lapas y a comérmelas. Y ensimismado en mi banquete perdí de vista a Juan. Había bajamar y supuse que buscando y buscando había llegado a la playa nudista. Y allí me dirigí, no son de aprovechar las lapas que veía en el trayecto. ¿Tú has chupado lapas, alguna vez? es el sabor del mar. Pues eso, llegué a la playa aquella, salpicada de pedruscos tapizados de verde esmeralda y empecé a buscar. Tras la primera roca había una chica a cuatro patas y un tío dándole, no sé si por delante desde detrás o por el culo directamente. El tío al verme me increpó para que me fuera y la chica que le ocupase la boca que necesitaba mas. Les pedí perdón por la intromisión y escuché al irme que el chico decía "y es el segundo en diez minutos, joder, ya aquí no se va a poder follar"
- Joder, abuelo, parece que no, pero hemos llegado al poli de la plaza San Blas.
- En el centro. Vamos a salir por la calle El Pilar para llegar a Pintor Gispert. Allí hay un hotel donde yo suelo venir cuando..., digamos tengo que sacar los pies del plato. Por cierto la calle Murcia está aquí cerca, ¿sabías? Por ahí, entre la plaza y esa calle me pareció veros a ti y a Raúl, pero seguramente me equivocaría.
- Bueno, venga, va abuelo. ¿Que pasó al fin con Juan?
- Mira, estamos llegando al hotel. Tienen una pequeña barra y dos mesitas, vamos a sentarnos y sigo.
- ¡Don Mario! cuanto tiempo, por lo menos dos semanas - una empleada a todas luces un travestido muy simpático se dirigió al nieto - ¡Que guapo es éste Mario! ¿Te conozco, o es cosa mía, preciosidad? - dijo al chico mientras le acariciaba la nuca sensualmente.
- Es mi nieto Débora.
- ¡Viciosillo!  - respondió la camarera con un guiño - ¿Dos cervecitas, verdad? Ahora mismo corazón.
- ¿Porqué ha dicho eso, abuelo y porqué te ha llamado Mario? ni siquiera Mariano, eres Sebastián.
- Todo a su tiempo, Manolo, todo a su tiempo. Déjame que acabe con lo de tu tío Juan.
Ya te he dicho que tú tío tenía el cuerpo como el de ahora solo que de twink.
- ¿Twink? Y esa palabra, ¿Sabes a qué hace referencia?
- Claro. Tú eres twink.
- Ya casi no, abuelo. Ese término, tiene connotaciones sexuales ¿lo sabías? Yo para tí no debería ser twink, porque si lo fuese tú serías sugar daddy. Y sabes lo que eso significa, creo que lo sabes.
- Aquí tenemos dos cervezones para mis dos machotes, bien frías que hoy hace un día insoportable. Ah, y Mario, ¿la de siempre?
- Espera un poco Débora. Ahora te digo.
- ¡Ya lo tengo! Ya se de que te conozco canalla - y acompañó la afirmación con un pellizco cariñoso en la mejilla que Manolo se quitó de un manotazo.
- Venga abuelo - se puso en pie bruscamente empujando la mesa y derramando la cerveza - vámonos ya de aquí.
- Bueno tú - le contestó muy molesta Débora - que a mí me da igual con quién te haces tú las chapas. Pero que si vienes por aquí lo menos que puedes esperarte es que te reconozcan. A ti y a ese otro chaval con el que vienes siempre. Porqué tú nieto, Mario - se dirigió como en confianza al abuelo - viene siempre en parejita con ese otro, siempre el mismo, como si fueran novios.
- ¡Cállate ya, zorra! - Manolo se dejó caer en la silla derrotado - cállate joder - no pudo reprimir la lágrimas - tenías que hablar y delante de mi abuelo.
- Déjanos Débora, de verdad. Tráeme la llave de siempre, por favor
- ¿Que llave? - Manolo con los ojos líquidos y expresión de angustia no entendía que pasaba - llave ¿de donde?
- De la habitación a la que voy siempre y hoy voy a ir contigo. Y una vez estemos arriba nos vamos a sincerar el uno con el otro. Ya está bien de disimulos y medias verdades.
- Que lo paséis bien con vuestro particular familydick - y dejó la llave de una habitación del primer piso.
- Vamos, levanta, zagal. Al tajo.
En la puerta estaba el número: 13. Mario abrió y entraron. Una habitación, barata, como cualquiera en cualquier lugar del mundo dedicada a esos menesteres, alquiler por horas que en francés llaman meublé. Aunque ésta, la trece, tenía un añadido. Dentro del armario cutre, medio desvencijado había un panel burdamente disimulado que daba acceso a un espacio, como un armario dentro de otro.
Una cama de unos dos metros y cuatro toallas marrones eran toda la dotación.
- Ponte cómodo Manolo y échate aquí a mí lado - palmeó sobre la cama justo al lado de donde, después de descalzarse, se había acostado semi sentado con unos cojines tras la espalda. Se desabrochó el pantalón - y hablemos.
- Pero..., ¿para que te desabrochas? - en el tono de voz casi temblorosa del chico había cierto temor.
- Comodidad, solo eso. No te inquietes. No vamos a hacer o decir nada que tú no quieras..., o desees.
- No entiendo, abuelo.
- Venga chaval, deja de tocar la tecla de la inocencia, ponte cómodo, como yo, y vente a mi lado.
Manolo se sentó en la cama, con hábito derrotado.
- Abuelo, ¿me vas a tocar? - habló como para si mismo, sin moverse ni intentar subirse a la cama.
- ¿Tú vas a querer que te toque? - preguntó con seriedad.
Manolo se volvió hacia su abuelo, los ojos rasos de lágrimas. Se tiró sobre la cama sollozando sin consuelo. El abuelo alargó la mano y le acarició la cabeza.
- Vamos, cariño, cuéntamelo, cuéntamelo todo, vacíate, vomitalo todo y te sentirás mejor. Saca toda la mierda que llevas acumulando desde ¿cuando, dos, tres años?
- Desde los catorce - levantó la cabeza mirando a su abuelo - cuatro años ¡cuatro! Y no puedo más.
- Ven aquí - el abuelo ayudó a Manolo a acercarse a él hasta quedar acurrucado en su regazo - ¿eres gay y estás con Raúl?
- No abuelo, no. Es verdad que me has visto por los alrededores y que Débora me ha reconocido. Vengo con Raúl y otra, a veces otras personas a una habitación, como estamos ahora. Pero no soy gay.
- O quizá no te consientes serlo.
- No sé. De verdad, no sé.
- ¿Como empezó todo, Manuel?
- Conocí a Raúl al llegar al instituto. Éramos compañeros de banca. Un día en clase de historia, mientras la maestra explicaba algo del neolítico, me dió un codazo y me dijo que mirara hacia abajo. Con la mano metida en el bolsillo y en la otra el móvil con una película porno. En un momento tuvo como un escalofrío y el pantalón se le humedeció. Le pregunté si se había meado y en ese momento la maestra nos llamó la atención. Acabó la clase y en el patio me dijo extrañado si nunca me habia corrido con la mano en el bolsillo. Se sacó el bolsillo y estaba roto entero. Me dijo que metiera la mano, pero no quise.
- Nunca le hiciste una paja, ni el a tí.
- Nunca esos días y los siguientes hasta el día de mi cumpleaños, los quince. Ya me creía mayor. Me regalé un bolsillo descosido y ausencia de ropa interior. Ese día en clase le enseñé orgulloso el bolsillo roto a Raúl y antes de decirme "a ver" ya había metido la mano en el bolsillo. Se la saqué de un tirón. Luego en el patio, muy mosqueado me dijo que si me había creído que era maricón cómo el Javi, que se la mamaba a todo el mundo. Le pedí perdón pero le dije que no me gustaba que un tío me tocase el rabo. Raúl se pasaba la vida masturbándose. Yo que se las pajas que se hacía. Muchas de esas pajas eran de los dos en su casa. Sus padres estaban separados. El tenía otra hermana mayor y los padres lo que hacían era compartir la casa, cada quincena iba uno a estar con ellos. Cuando le tocaba a la madre que trabajaba mañana y tarde, pasaban el día solos. Entonces yo me iba a su casa a estudiar y a ver porno sobre todo. Viendo porno y a veces escuchando como follaba su hermana con el novio en la habitación de al lado. Y nosotros nos encendíamos y nos corríamos una y otra vez.
- Pero ¿no os tocabais uno al otro? ni os mirabais de reojo. Suele ser común tener curiosidad por el tamaño o la técnica del otro.
- Abuelo - Manolo, sin cambiar su postura en el regazo del abuelo, preguntó - ¿Te estás empalmando? Parece que noto el rabo en la cabeza.
- Si, hablando de cosas de sexo de twinks como tú me pongo un poco sinfónico. Si te molesta ponte de otra manera. Si te he de ser sincero, me gusta sentir tu peso en mi regazo.
- No. Así está bien. No me disgusta esa dureza elástica. Y además me sorprende lo grande que puede ser. Y cambiando a lo nuestro - el tono de voz le había cambiado, de lastimero había pasado a moderadamente entusiasta, como si contase una película interesante - si, yo me había dado cuenta que Raúl miraba de reojo mi polla cuando nos pajeabamos. Alguna vez que mi lefa le salpicó al correrme no solo no se molestó sino que la cogió con un dedo y se la restregó por su capullo "para lubricar, la leche de otro es muy buena" decía.
Una tarde que llevábamos ya tres pajas, escuchamos, a voces desde la otra habitación como su hermana le pedía a su novio que se la metiera por el culo. Raúl me preguntó que que me parecía y le dije que teniendo coño, porqué por el culo y me contestó que porque es más estrecho y tiene que dar más gusto. Y empezamos la cuarta paja, poniendo porno de sodomizaciónes de tías. Yo la verdad me corrí enseguida, pero Raúl no podía. Aquel día fue. Ahí empezó todo y no me di cuenta. Es como si lo estuviera viviendo.

- Estoy a punto Manolo pero no llego, joder. Tú te has corrido ya. Échame una mano, tío.
- ¿Una mano, que te haga el pajote yo? No soy maricón Raúl y me da lo mismo que tú lo seas, pero pajearte, tío es demasiado.
- Tío, yo siempre te he apoyado y porque pruebes a ver si con otra mano me saco la leche no creo que haga falta que seas maricón.
- Que no, tío, no seas pesado.
- ¡Escucha Manolo a mi hermana! Joder como chilla, se la tiene que estar metiendo hasta los huevos. Y tú, vuelves a empalmarte cabrón. Te ha puesto cachondo pensar en meterla por el culo. ¿Quieres metermela? Te la chupo si me pajeas Manolo.
- Te has vuelto loco. Venga, te pajeo si me pajeas, nada de mamadas y acabemos con esto y no volvamos a mencionarlo.

- ¿Le pajeaste al final? 
- Y él a mí. De alguna forma me daba apuro dejarle tirado y la transacción, tú a mí, yo a tí me absolvia de cualquier sospecha de mariconeo. Si he de confesar que el tacto de su calor y dureza elástica me encantó. Era como la mía pero estimulante.
- ¿Te gustó tocarsela?
- No puedo negarlo, me gustó tanto que precipitó mi clímax. Pero cuando estaba para correrme me quedé descolocado por completo. Joder abuelo, yo no podía imaginar que una mamada fuera tan placentera.
- ¡Se la chupaste!
- Que va. ¡Él a mí! A punto de correrme se me echó encima y me acabó con la boca. Era la cuarta paja aquella tarde pero joder yo sentía como a cada embolada de semen que expulsaba el placer me hacia vibrar de la cabeza a los pies. Nunca había sentido nada igual. Tanto que le cogí la cabeza y no le dejaba retirarse. Cuando acabé y el se retiró me enseñó la boca abierta llena de mi semen y se lo tragó e inmediatamente se corrió con mucha fuerza proyectando su leche a distancia manchandome. Me lamió su leche sobre mi cuerpo.
- ¿No te dió ninguna explicación para su comportamiento?
- Se limitó a decir "que morbazo, tío, que bien sabe tú lefa"
Manolo se quedó callado, ensimismado con la mirada perdida, como hipnotizado. Su abuelo se limitó a observarle y acariciarle sin querer interrumpirle en lo que estuviese entretenido.

- Mira Raúl ya te he dicho que me da igual lo que seas o lo que quieras, pero no me vayas a intentar convencer de que esto ha sido un impulso. Está mamada en toda regla es fruto de una larga experiencia, igual que no es primera la vez que catas lefa. ¿Como empezaste, con quién? Que me da igual, es curiosidad, porque de la noche a la mañana esto no sucede.
- Buff, Manolo, es largo. ¿Porqué crees que mis padres se separaron? Mi madre pilló en la cama a mi padre con otro tío cuando yo tenía nueve. Desde entonces llegaron a la solución de moverse ellos de casa, no nosotros. La quincena que le tocaba a mi padre, venía su amigo. Con once años los pillé haciendo un sesentaynueve y me dejó impactado.
- Tú padre, el que yo conozco, ese tío tan serio que tanto me intimidaba desde que le conocí, ese, ¿comiéndose un rabo?
- Y el otro comiéndoselo a él. Intenté irme pero estaba como atornillado al suelo. Por eso se dieron cuenta y me dijeron que me acercara.
- Ahora no, Raúl. Ya me contarás más adelante. Por hoy tengo bastante y ya me estoy imaginando.

- Manolo, Manolo, que te has quedado como pasmado.
- Abuelo, ¿qué? ya, ya. Uff, cada vez la tienes más dura, hasta me molesta en la cabeza.
- Y tú - sin más preámbulo le alcanzó el paquete con la mano - ¿Cómo estás de duro?
- Joder, abuelo, esto no está bien. Si, estoy muy duro, como tú, pero de verdad... - pero no inició ninguna maniobra evasiva y el abuelo comenzó un sutil masajeo que hizo gemir a su nieto - como sigas así me voy a correr, abuelo. Lo haces de muerte.
- Pues esto no es nada, Manolo - retiró su mano de la entrepierna de su nieto para ayudarse a liberar su sexo que, soberbio, se disparó hacia adelante rozando la mejilla del nieto.
- No puede ser - Manolo se levantó como si de un resorte se tratará - no puedo - se detuvo mirando alternativamente los ojos de su abuelo y su sexo - lo deseo, de verdad, pero no puedo. Lo he hecho con extraños en esta u otras habitaciones parecidas con gente de tu edad y me entran escalofríos.
- Entonces, Manolo, ¿Te hacías chapas en este hotel?
- Nos hacíamos. A veces teníamos que follar Raúl y yo mientras el tío se pajeaba y otras hacíamos y nos hacían de todo.
- Pero ¿Cómo, de donde sacabais los clientes?
- Es complicado, abuelo - volvió a perder la mirada líquida en el ventanal que se abría a la calle - primero fue lo de Raúl, como aprendió con su padre y el amigo y si - dejó caer los hombros significando su derrota - como yo me dejé llevar de Raúl después de aquella mamada tan especial. Aprendí yo a mamarla, le perdí el respeto al cuerpo del hombre y ya no hubo recoveco o flexura por muy escondida que estuviera que no explorase yo con mi boca. Por eso, te veo esa polla inmensa de vigor, con esas venas marcadas y mi boca reclama consuelo y mi culo alivio. Pero no.
- ¿El culo también? - meneó el abuelo la cabeza a un lado y otro -  confesión por confesión, no sabes la de noches que he pasado en blanco pensando en tu cuerpo desde que desarrollaste y adquiriste ese magnífico cuerpo de hombre. Saber ahora que tienes un culo licencioso y agradecido me llena de vitalidad. ¿Me dejarás amarte por detrás tanto como te he querido desde que naciste?
- Mi culo es tuyo abuelo. Pero hoy no. Demasiadas emociones. ¿Porqué no nos vamos y ya seguiremos en otra ocasión? Quién sabe, quizá con los dos a la vez. Pero sin cobrar - sonrió - somos caros.
- Porqué no echamos un sueñecito y luego recapitulamos.
- Mmm, vale, abuelo. Estoy muy a gusto aquí contigo, sintiéndote tan cerca. Abrázame.
- Duerme mi niño. Yo velo.


                                 RAÚL 


El niño se quedó impactado. Le vino a la memoria unas imágenes que vio de estrangis en un recreo mirando por encima del hombro de los mayores. Estaban muy festivos viendo algo en el teléfono de uno. Se aupó por el hombro de uno de ellos y vio una imagen de una rubia tragándose una picha muy gorda. Hasta que uno se dió cuenta y los expulsaron de la visión.
Lo que veía ahora era casi lo mismo pero no había ninguna mujer, solo su padre y otro hombre que solía venir a su casa cuando le tocaba quincena a su padre. Quería marcharse pero estaba como imantado a la escena hasta que sin saber cómo, empezó a suspirar muy profundamente y muy rapido. El hombre que estaba con su padre, desnudo con su padre y muy abrazados se percató y con una sonrisa le dijo que se acercará. 
- Ven chaval. Raúl te llamas ¿no?
- ¿Está ahí mi hijo? Joder Sergio que tiene once años.
- Esto es natural Víctor. Que malo tiene que nos vea desnudos. Raúl - se dirigió al chico - ven y ponte como nosotros. Es muy divertido.
- Sergio, que nos meten en la cárcel. Ves - Raúl empezaba a bajarse el pantalón - ya se está desnudando. Enséñanos la polla, chico, a ver cómo la tienes de grande.
Raúl ya sentía una sensación extraña en la entrepierna pero al invitarle a enseñar sus partes íntimas su pene se puso tan duro que le dolía. Sergio se puso de pie y dejó al descubierto un pene enorme con una cabeza granate y brillante. De él colgaban unas bolsas grandes y peludas. Instintivamente se tocó sus partes y las masajeó. 
- Se te ha puesto dura, como la mía. Mira ven. Termina de desnudarte, verás que bien nos lo pasamos con tu padre.
- Sergio por dios - le susurró Victor - estoy aterrorizado me estoy poniendo muy excitado, como nunca, y viendo al crío empalmado no se que se me ocurre. Somos unos degenerados.
- No pasa nada. Verás. Venga Raúl cogemela , aprietala, está dura. Trae la mano.
Raúl delante de Sergio estaba en una nube, tenía la boca seca y su padre le decía que si no quería no lo hiciera, pero él sabía que quería tocar aquel trozo de carne, una barra morena y dura que parecía tener vida propia y decirle que la cogiese. Sergio le tomó la mano al chico y él no opuso resistencia. Era como si su brazo fuera de masilla y se dejará moldear. Cuando está cerca del pene grande abrió la mano y lo abarcó. En ese momento sintió un escalofrío y le pareció que su propia verga le iba a estallar. Miró a Sergio, luego a su padre, soltó la carne caliente, recogió su ropa y, asustado, salió corriendo a su habitación.
Se encerró en su cuarto y se sentó en la cama con los ojos desorbitados y respirando tan alocadamente que se mareó. Sin saber cómo volvió a sentir la textura de la verga de Sergio y se le iluminó en la memoria la cara de angustia ansiosa de su padre y su propio pene volvió a hincharsele de tal forma que sintió la necesidad de tocarsela. Poco a poco acariciando su intimidad se fue tranquilizando hasta que dejándose caer en la cama se quedó dormido.
- Venga Raúl, espabila que hay colegio - su padre abrió la puerta a la vez que hablaba - pero, ¿has dormido sin pijama, en pelotas?
- Me quedé dormido después de...
- Le dije a mi amigo que no lo hiciera más.
- No, si me gustó. ¿Tú la tienes también así de grande?
- Más o menos. Bueno venga, vístete que hay que ir al colegio.
- ¿Me la vas a enseñar? Yo quiero que se me ponga así.
- Vale, se te pondrá así si vas al colegio, y te haces mayor.
Raúl no entendió muy bien la relación entre ir al colegio y el crecimiento de su rabo.
Nada más sentarse en la banca al lado de Manolo le preguntó.
- ¿Tú le has visto el rabo a tu padre?
- Una vez, si - se volvió a su amigo con cara de extrañeza y algo irritado - pero, pero, eso a qué viene ahora. Si, una vez que salía de la ducha y se le cayó la toalla. ¿Y qué? Déjate de chorradas.
Quería compartir su experiencia con su mejor amigo y éste rechazaba el envite. Se había enfadado, no volvería a decir nada. Durante toda esa mañana y las siguientes se pasaba el tiempo visualizando su pene como era en la actualidad y en como llegaría a ser 
Sergio y Víctor procuraron, a instancias de este último, ser más discretos para evitar la intrusión de Raúl. Pero el chico se iba, siempre que podía a la puerta de la habitación de su padre y escuchaba los quejidos y suspiros de la pareja cuando practicaban sexo. Quería volver a verlos desnudos con sus enhiestas y palpitantes pollas entablando la bella lucha de sexo. Indefectiblemente se ponía duro y se masturbaba. Hasta que uno de los días emitió semen y se asustó.
Tenía ya doce años y medio y fue cuando se decidió a comentarlo con su amigo Manolo.

- Manolo - reclamó la atención de su vecino de banca - ¿hace mucho que no te pajeas?
- Cállate. Ahora no que Don Emilio se mosquea. Luego en el recreo.
- Es que me ha salido una cosa con el gusto.
- Que te calles, joder. ¿Eres tonto, tío?

Raúl ya no escuchaba las explicaciones sobre Mesopotamia que daba Don Emilio. Solamente tenía en la mente como para su sorpresa un chorro pegajoso le había salido de la punta casi coincidiendo con el gusto que le llegaba como un torrente impetuoso al cabo de haberse frotado el capullo durante un rato. Y estaba emocionado porque aunque de momento le asustó luego comprendió que el placer había sido más intenso, más compacto, más denso, tanto que se mareó. Pensando en ello se puso muy duro otra vez reclamando la atención de Manolo que no quiso hacerle ningún caso.
Al fin entró el bedel en la clase anunciando a Don Emilio que era la hora. En cuanto el profesor dio por terminada la clase fue una desbandada de chiquillos bocadillo en ristre camino de la esplanada que había en la parte de atrás de las aulas. En medio del griterío que se sumaba al de las otras clases, Raúl le gritó a Manolo que le siguiera a los retretes de la otra punta de la esplanada.

- Venga pesado, que decías de hacerse una paja.
- No, Manolo, que si tú echas una cosa que no es pis cuando te pajeas.
- Hace tiempo que no me pajeo Raúl.
¿Porqué?
- Porque es muy tonto y solo da como un calambre y encima después estoy como cansado, se pasa enseguida pero no merece la pena.
- Entonces no sabes lo de la lefa. Yo espio a mi hermana y a su novio y alguna vez le he oído decir a mi hermana que no le gusta la lefa en la boca. Yo no sabía a qué se refería, pero tenía que referirse a eso que sale.
- Ni idea.
- Espera. Verás. Vamos a entrar a una cabina y te lo enseño.
- Joder Raúl, tío, tengo que comerme el bocadillo. ¿Cuanto tardas?
- Nada. Ya verás - se sacó la verga ya dura y empezó la masturbación delante de su amigo - uff, ya me viene, aparta un poco que te chorreo. ¡Ya, ya! Mira que chorros más blancos. La lefa.
- Joder, Raúl se me ha puesto dura.
- Hazte tú una paja. Tenemos la misma edad. Seguro que te sale lefa.
- ¡Joder, que grande se me ha puesto desde la ultima vez que me empalme!
¿Quieres que te pajees yo? Te va a dar más gusto. El novio de mi hermana dice que no tiene comparación hacerlo con su mano que con otra mano.
- Venga, vale. Pero yo no soy maricón.
- Claro que no - y diciéndolo, le agarró la verga y la frotó con fuerza - ¿te gusta?
- Mucho. Y ya me viene el gusto Raúl. Sigue, sigue, ¡Ya!
- Mira, Manolo, te sale lefa, como a mí.
- Y que gusto da dios mío. Esto no es lo mismo. Ya, ya, déjalo ya. ¡Que gustazo, Raúl! Hay que repetirlo pero más tranquilos y varias veces. Joder que gusto.
- Pues este finde en mi casa. Le toca a mi padre, y el se mete con su amigo en el dormitorio y nos dejan en paz. Y nos hacemos unas cuantas pajas y jugamos a la Xbox.
- Venga vale. Yo le digo a mi madre que tenemos que estudiar. Oye, ¿y que hacen todo el rato tu padre y el amigo en el dormitorio?
- Es que..., es un poco raro, o no tan raro. Mi padre, joder, mi padre tiene novio y se pasan la vida follando.
- ¡Hostia! No me jodas. ¿Tú padre es maricón?
- No sé..., eso digo yo.
- Pero, ¿Tú los has visto follar, o te lo imaginas nada más?
- Venga, tú, vamos ya al patio, se hace tarde. El sábado te lo cuento todo.

Raúl estaba tirado sobre la cama, desnudo como solía luciendo su reluciente príncipe, con el móvil en una mano y jugueteando con la otra con su cinco milímetros colgando del capullo. Hacía horas que Manolo no contestaba, ni subía nada ni tenía actividad en la red. Le recordó aquel finde de hacía una eternidad en la que todo se precipitó. ¡Hombre! él reconocía que había dado un empujoncito pero la decisión final la había tomado él. Cerró los ojos y volvió a contemplar una vez más aquella figura perfecta, proporcionada, de piel inmaculada, color azúcar tostado y con unos atributos masculinos que a Sergio le volvieron auténticamente loco. No era común ver a un chico de su cultura con esa circuncisión tan perfecta que hacía de su pene un modelo para artistas. Todos tenían el capullo cubierto, menos él lo que le hacía aún más atractivo. No era abusivamente grande pero sí de un tamaño que invitaba a prestarle atención.
- ¿Se puede pasar, Raúl? - Víctor dió dos golpes en la puerta y la abrió todo simultáneamente a hacer la pregunta retórica.
- Ya estás dentro. Imagina que me lo estoy montando con mi hermana.
- Eres un degenerado, Raúl. Además tú hermana tiene novio.
- Pero mi rabo con este adorno - se agitó el pene haciendo oscilar violentamente el capullo - es irresistible.
- Tú sigue con esa actitud y acabarás rajandotelo.
- Para lo que me vale, papi, ya sabes que soy pasivo puro. Y ya te he dicho que mi meta son los diez milímetros. Y por si te parecía poco me voy a hacer un frenum.
- Os habéis vuelto locos los dos con vuestro pequeño negocio. Por cierto, que sabes de Manolo. Ahora viene Sergio y va a querer verle, está absolutamente encoñado con él.
- Ni idea. Hace horas que ni por insta, ni Telegram, ni tik, nada, está desaparecido. ¿Te acuerdas de aquel día? El primero en que todo empezó.
- Estaba como drogado. ¿Que le dijiste, o que le hiciste para conseguir que viniese a nuestro cuarto, y se quedase? Que chaval más echado para adelante. Cuando Sergio después de comerle el culo le dijo que se lo iba a follar, no protestó ni se quejó.
- Si papá pero recuerda como lloraba, que yo para consolarle le ofrecí la polla a boca y no quiso. No me la chupó hasta un par de años después.
- Y como las lágrimas se fueron cambiando por gemidos y luego los gritos pidiendo más.
- Y a raíz de eso, yo estaba alucinando, vimos en una peli una sesión de fist de éste actor porno nordico, ¿como se llama? bueno no me acuerdo. Le estaban metiendo el puño y me dijo que eso era lo que él quería.
- Y bien dilatado que está. Eso es lo que le alucina a Sergio, con lo pequeño que era y como a la segunda vez quiso que primero le metiera el puño. Berreaba como una vaca pariendo, pero él empujaba como un desesperado. Hasta el codo se la metía y luego acababa follándoselo. ¿Tú crees que estará por ahí con alguien?
- No sé. Espera un WhatsApp. Ah, ¡joder!
- ¿Que dice, donde está?
- Que está en el Hotel donde vamos con los ligues. Con su abuelo. Que se lo ha contado todo. Y que ya me contará.
- ¡Hostias, Raúl! Bueno, ya sois mayores de edad. No pasa nada. ¿Y que le ha dicho el abuelo?
- Espera que pregunté. ¡Dice que están en pelotas los dos en la habitación! Y que si abuelo mete el puño mejor que Sergio.
- Uff, entonces, todo bien. El abuelo es de los nuestros. ¿Y como se le ha ocurrido encamarse con el abuelo?
- Que no se. Que ya me contará. Espera, me está escribiendo. Me dice que vaya al Hotel, ahora.
- ¿Voy contigo?
- Claro. Si el folla con su abuelo, yo follo con mi padre. ¿Y si viene Sergio?
- Le dejo una nota.


- Mmm, abuelo, que a gusto - Manolo se desperezaba mientras su abuelo le tenía abrazado por la espalda - y más sintiendo en el culo ese rabo tuyo tan duro. No tendría más que levantar un poco la pierna y se me colaría enterita. No sé si podré resistirme.
- Si, resistete de momento. ¿Porqué no llamas a tu amigo que se reúna aquí con nosotros. Yo voy a poner un mensaje a tu padre que no esté con cuidado que estoy yo contigo y te quedarás a dormir conmigo. No voy a mentirle, ¿verdad? - se echó a reír mientras le mordisqueaba la oreja y su nieto estremecía de placer - y bueno, a ver, como fue todo aquello de llegar a ser chaperos de lujo. Vete contándome mientras viene tu compañero de fatigas.
- Quedamos un finde, se supone que a estudiar, pero era a matarse a pajas. Ver salir semen con el orgasmo que daba me enganchó la verdad. 
- Pero os pajeábais cada uno o el uno al otro.
- Yo la verdad, abuelo - culeó Manolo para sentir el mástil duro contra su ano - me gustaba que me masturbara Raúl - volvió a restregarse contra la polla del abuelo - le dije que si aquella vez que me enseñó como eyaculaba y quería ver cómo lo hacía yo para abreviar, no quería meterme en una discusión - se detuvo, se volvió hacia su abuelo y rogó - metemela, no, abuelo, me estoy poniendo malo - echó la mano y dirigió la verga hacia su ano - aprieta un poco solo, estoy muy abierto ya de tantos puños - el abuelo hizo un poco de fuerza y entró con suavidad en el cuerpo de su nieto y le abrazó aún más fuerte.
- Sigue con lo que me contabas, ahora que yo estoy ya en el cielo.
- Gracias. Ni en mis fantasías más perturbadoras podría yo haber imaginado esto. Bueno, que no quería meterme en un rifi rafe de me pajeo, me pajeas, así que le dejé y me gustó, vaya si me gustó, como esto ahora, aunque no sea de la conversación, pero no quise admitirlo, no era maricón, ya le dije. Y ahora, ya me ves. Sigo sin reconocerme como lo que soy.
- No vayas tan deprisa, nieto. Yo tampoco me considero maricón, aunque me importe un bledo la etiqueta, y mira dónde la tengo metida.
- Muévete por favor, quiero sentirte dentro - bajó el tono de voz que adoptó un timbre enronquecido - y saber que me vas a preñar. Siempre me, bueno, nos follan, con condón, imprescindible por seguridad, pero saber que eres tú y te vas a vaciar dentro de mi hace que me eleve. Preñame ya.
- Despacio, mi amor. Tiempo habrá para todo. Disfruta de ésto y cuando llegue lo otro ya lo disfrutarás. Y ahora, sigue. ¿Que pasó aquel finde de los quince o dieciséis en casa de Raúl?
- Nos tumbamos en la cama y esperamos a que su hermana y el novio empezarán a follar. Íbamos calentándonos hasta quedarnos en bolas y acariciándonos muy despacio. Hubo un momento que Raúl me cogió en peso los huevos y luego ascendió hasta abarcarme el capullo y me corrí sin poder evitarlo. Me rogó que le corriera yo a él y no se porqué me pareció justo. Lo hice y me gustó también. Estábamos llenos de leche y desde la otra habitación escuchamos como la hermana de Raúl gritaba: "por el culo, cabrón, Follame el culo" Nos volvimos a empalmar. Raúl me dijo que iba a correrse otra vez, que intentase meterle un dedo en el culo a ver qué se sentía.
- ¿Y se lo metiste?
- De momento, no. Le dije que eso era un asco y que, como se le ocurría semejante guarreria, además le dije, está muy duro y sale, si, que a veces duele, pero entrar, no sé cómo a tu hermana le gusta. Y ¿sabes que me contestó?
- A ti te ha entrado muy bien la mía y con estos pequeños movimientos creo que no voy a poder evitar correrme, pero disfruto tanto y se que te lo hago sentir a ti también que intentaré aguantar lo posible. Y..., venga, que te contestó.
- Que tocase nada más y me convenciera de que no él dedo, que si quería podía meterle la polla. Al parecer, el novio de su padre se encaprichó de él y cuando tenía los once años que los descubrió, Sergio se aplicó a comerle el culo para finalmente después de trabajarselo bien y bien de lubricante se la metió y se la han venido metiendo tanto Sergio como su padre todos estos años. Estaba completamente abierto. Al final le metí tres dedos. Me intrigó como algo tan estrecho puede dilatarse tanto y me di cuenta en ese momento que yo acababa de poner el foco en mi ano. Raúl en cuanto le metí los tres dedos se corrió enseguida.
- Y luego, Manolito, pequeño - se estremeció antes de seguir - tengo que controlarme, tener a mi nieto preferido ensartado por el culo así me hace perder la cabeza. Bueno, y luego que hicisteis.
- Me dijo Raúl si quería ver a su padre y a Sergio follando, que a veces se grababan y su padre tenía las imágenes en su iPad.
Le dije que claro y me dijo que creía que él salía en algunas.
¿Y que tal, te gustó?
- ¿En algunas? Salía en casi todas. A Raúl se lo follaba su padre, Sergio y algún amigo esporádico que se les unía. La verdad es que me puso con unas ganas de probar tremendas. Raúl se dió cuenta y me dijo si quería que fuéramos al dormitorio. Y le dije que si. La curiosidad mató al gato, abuelo.
- Cariño, Manolo, no puedo más te voy a preñar ya y te la voy a tener que clavar fuerte.
- Clavamela abuelo, sacamela por la boca y preñame ya, fuerte, muy fuerte, yo también me voy a correr, abuelo, abuelo, te quiero.
El abuelo y el nieto quedaron inmóviles un rato en la misma postura. La polla de Sebastián se fue saliendo del ano del joven y entonces Manolo escuchó lo impensable.
- ¿Has practicado creampy?
- No sé que es, abuelo.
- ¿Nunca te han comido la leche que sale del culo después de preñarte?
- No. Bueno, nadie, ni Raúl que tiene más experiencia...
- Arrodíllate y pon el culo en pompa. Yo te lo voy a hacer y luego, vete pensándotelo, lo vamos a compartir en un beso intenso.
- Yo..., no, no se..., nunca lo he hecho...
- Te va a poner a mil y vas a tener un buen argumento más para sacar más pasta. No todos los chaperos lo hacen. Además, no deja de ser tu culo y mi lefa, todo se queda en casa. Venga, en posición.
- Manolo, soy Raúl, ¿Estás ahí? - la voz inconfundible de Raúl sonaba desde el otro lado de la puerta después de golpearla un par de veces con los nudillos.