sábado, 30 de julio de 2022

CONSULTA

 

- Vaya por delante Leo, que he venido obligado. Condición de mi mujer para consentir que vuelva a casa. No creo yo que tenga nada que ver que haya tenido una aventura como para que la  psiquiatría sea la que de con la clave de porqué he tenido una aventura extramatrimonial.
- Venga Pedro. Tú cuéntame qué ha sucedido. Nos conocemos hace muchos años y nunca he sospechado que pudieras tener un problema de mi especialidad. Supongo que una mujer, la tuya en este caso, despechada al saberse engañada por su marido con una amiga, intente dar explicaciones de lo sucedido debido a patología psiquiátrica.
- Una aclaración, Leo - se quedó mirando a su compañero con una expresión neutra durante unos segundos. Se removió en el asiento y sin cambiar ni tono ni volumen lo soltó - una amiga, no, un amigo, Leo, un amigo íntimo.
- ¿Un amigo? - en la retórica pregunta de Leo se podía leer incredulidad, diversión, sorpresa y hasta regocijo - un amigo. Pedro nunca lo hubiera imaginado de tí. Nunca te vi el menor atisbo de homosexualidad..., bueno, supongo que en este caso de bisexualidad. Y, dime, algo ocasional, más serio. Joder tío no entiendo cómo se puede encontrar a otro tío para follar si no vas a locales al uso. ¿Tú vas?
En ese momento, Pedro, pensó en explayarse ya que acababa de salir del armario con su colega pero inmediatamente recordó aquel consejo de el inefable Kowalsky, amigo inseparable de su padre: "Nunca des información que no se te hayan pedido. La información es poder"  el tal amigo de su padre trabajaba con él en un sistema secreto de comunicaciones militares junto a la US Army y siempre sospechó que era un espía asignado a su padre para vigilarle y que no diese noticia a nadie de la famosa Red Territorial de Mando.
Aquel consejo siempre le resonaba en la memoria cada vez que tenía entre manos una revelación.
- Fui un par de veces, siendo un chaval asustado a ver qué se cocía allí. Pero no. Desde que me casé nunca más.
- Y entonces, ¿donde?
- Leo, ¿Tu sabes dónde conseguir alcohol en cualquier momento que lo necesites? para tí, simple, ¿no? - fue un golpe bajo, él sabía que Leo era alcohólico, pero le estaba jodiendo ya que empezase a apreciar morbo en sus preguntas - pues yo no tengo más que poner atención por la calle para encontrar lo que busco. Una mirada, un fugaz giro de cabeza, una estúpida parada en un escaparate junto a un roce inocente del propio paquete, y luego arrojo para el abordaje. Te expones, como me ha pasado ya, a que te den un corte - apreció en su mirada que le había afectado la pregunta sobre el alcohol y quiso darle un poco de cuartelillo para rebajar el ambiente - verás, hace un par de semanas estábamos en nuestro bar de referencia un par de amigos con sus mujeres y la mía naturalmente. Y sentí que alguien acariciaba mi nuca con su interés. Con todo el disimulo del mundo fui cambiando de postura hasta afrontar al que, del brazo de su novia, como a dos metros no paraba de marcarme. Le crucé mis pupilas con las suyas y nos lo dijimos todo en una milésima. Un rápido giro de ojos hacia la localización de los servicios y un pestañeo casi sugerido por parte de él y en menos de un minuto estábamos los dos caminando hacia los servicios. Dos urinarios, uno ocupado, y el chico que ocupa el libre. Yo simulo lavado de manos, mientras acaba el que estaba de más. Enseguida ocupo el urinario, una rápida mirada un señalamiento de la cabina y en treinta segundos ya tenía el semen del chico en la boca. Salimos como si nada, el chico muy satisfecho besó a su novia y pidieron otra ronda. Yo besé a la mía y continuamos departiendo. 
- Así de sencillo - contestó sorprendido Leo.
- Parece sencillo. Hay que estar muy seguro, por las dos partes, del lenguaje corporal, el hábito, los parpadeos y los pases de lengua por los labios. No todo el mundo se atreve. Hace falta cierta dosis de espíritu aventurero. Siempre hay un porcentaje de errores, hay que asumirlo y tener preparado un plan B por los patinazos.
- Pero, ¿puedes hacer correrse a un tío en treinta segundos? Y con el semen en la boca ¿que haces?
- Lo único que se puede hacer si has consentido que entre en tu boca. Tragartelo. Normalmente se le enseña al propietario su semen dentro de tu boca y sin dejar de mirarle a los ojos te lo tragas, luego abres la boca y se la vuelves a enseñar. Algunos están tan excitados cuando ven que te humillas y te tragas lo suyo que te escupen en la boca. Si no quieres que eso pase, cuando tragas no vuelves a enseñar boca, te levantas y te vas.
- Pero, ¿Porqué no lo escupes?
- En está actividad, como en cualquier otra actividad humana hay determinada ética. Si no te lo vas a tragar no dejes que entre en la boca. Admitirlo y luego escupirlo es como una bofetada sin manos, es decir, que asco de tí, no me ha gustado nada tú compañía. Cuando admites el polvo del otro en tu boca, te lo quedas tragandolo.
- O sea, verás - en las palabras de Leo había vacilación y cierta vergüenza - no quiero darte una impresión equivocada. Si tu me la mamases ahora, ¿dejarías que me corriera en tu boca. Te lo tragarías?
- Si esa situación se diera, Leo, intentaría hacer todo lo posible porque no fuera un polvo robado, como el del chaval del bar. Querría que fuese algo más relajado, que durase más tiempo y en esa tesitura no me tragaría tu lefa por la boca, porque preferiría que me echases el polvo en el culo. Lo que en nuestro argot se llama preñar, dejar el semen dentro de lo que entre los tíos podría asimilarse a un coño. Pero, claro, eso, ya se que no se daría nunca contigo que eres, hasta donde se, un heterosexual puro.
- Imagínate, que con esta conversación me ha entrado curiosidad por como será una relación sexual con otro tipo. ¿Que tendría que hacer?
- Empezar a pensar que eres lo que en nuestro mundillo se llama hetero curioso. El hetero curioso se limita a prestar su cuerpo para hacer con él lo que podría hacer con una mujer, pero con un hombre. Un hetero curioso no besa, hasta que le da curiosidad de cómo será la lengua de un tío. Un hetero curioso no cruza mirada de deseo, hasta que no le es suficiente con meterla por el culo sino que tiene que dejar bien claro quién manda en esa relación y eso se ordena con la mirada. Un hetero curioso no toca ni chupa polla hasta que llega un momento que se impone un sesenta y nueve y piensa que al fin y al cabo una polla no es más que un clítoris enorme.
Un hetero curioso es solo la denominación que damos al gay que no soporta la idea de serlo, pero tampoco soporta no relacionarse nunca con otro tío.
- ¿Tu crees que yo podría ser un hetero curioso?
- Se valiente, Leo, joder, me he abierto contigo. Dime qué quieres que te la chupe y yo te diré que quiero que me la claves en el culo. Incluso podemos hacer las dos cosas si nos damos tiempo.
- Está bien. Dile a tu mujer que pase.
Pedro se levantó, fue a la puerta, la abrió e invitó a su mujer a pasar a la consulta.
- Bueno, doctor, ¿Puedo tener esperanza de que mi marido reconduzca su camino?
- Muy buenas perspectivas. De verdad. Tendremos que tener terapia al menos una vez a la semana, aunque le he dicho a Pedro, que estaríamos más cómodos en la consulta de mi casa, lejos de los horarios que impone la sanidad pública - y dirigiéndose a Pedro terminó al tiempo que se levantaba del asiento dando por terminada la consulta - pasado mañana a las cinco de la tarde en mi consulta ¿te viene bien? No hará falta que venga usted, señora, necesitaremos al menos un par de horas para hacer la regresión.
Cuando Leo salía de detrás de su mesa echó el brazo sobre el hombro de Pedro acercándose a su espalda haciéndole sentir su dureza al tiempo que se dirigía a su mujer.
- Pedro es un buen compañero y creo que después de estas sesiones seremos algo más.
Pedro sonrió malévolo casi imperceptible apretando su cuerpo contra la dureza de Leo.
- Hasta pasado mañana, Pedro - cerró la puerta y se apoyó contra ella mientras se acariciaba su bulto.

domingo, 24 de julio de 2022

SIBLINGS

 

Cuando nació mi hermano, yo tenía año y medio. De repente todas las atenciones eran para Drew. Yo no llegaba al borde de la cuna, intentaba auparme agarrándome agarrandome fuerte pero no conseguía la ansiada dominada para mirar. A veces mi padre me veía y me ayudaba a atisbar. Y lo que veía no me parecía que fuese para tanto. Yo era mejor. Había aprendido a decir papá y mamá y tata que no se que quería decir pero mis padres lo celebraban mucho. Mi hermano en la cuna no hacía nada. Ni lloraba y sin embargo todos le prestaban una atención sin igual. Yo había dejado de usar pañales justo un mes antes de que trajeran al hermano a casa y mi madre se pusiera mala por esas fechas. Me hizo ilusión que se le pusieran las tetas gordas, quizá me dejase volver a chupar de ese trozo de carne duro y caliente. Eso lo echaba de menos. Pero no. Las tetas eran para el niño que trajeron a mi casa, mi hermano. Me produjo tanta desazón que todos, hasta la tía Carmen, se olvidarán de mí que volví a mearme y tuvieron que volver a ponerme pañales como el recién llegado. 
Recuerdo un día que estaba mi madre vistiendo a Drew sobre la cama. Yo me colé en primera fila a mirar y me sorprendió la picha tan grande y tiesa que tenía y de pronto ese trozo de carne blanca empezó a soltar un chorro de pis que fue a darme en toda la cara. Mientras reía a gusto y mi madre gritaba alarmada por el desavio yo paladeaba la orina de mi hermano que estaba saladita. Me encantó. Desde aquel día buscaba el momento en que pudiera pescar algo de su orina. Empezaba mi tendencia depravada. Por cierto, me pusieron Jerónimo, por un tío mío, pero para todos hizo fortuna, Jero.
Los fines de semana venían a casa las hermanas de mamá y con ellas, mi primo Rubén. Yo estaba crónicamente cabreado por no recibir las atenciones que recibía habitualmente. Rubén tendría unos siete años y hacía mucho conmigo. Uno de los finde que vino, se celebraba algo que yo no sé que era, pero había tarta y jolgorio. En medio de la barahúnda Rubén me dijo que le acompañara a hacer pis. Me hizo ilusión. Lo que tuviera que ver con la picha y la orina me llamaba extraordinariamente la atención. Di palmas y todo y Rubén me cogió de la mano y fuimos al váter. Con la edad de mi primo llegaba bien. Se bajó pantalón y calzoncillos hasta los tobillos y la picha que parecía dura se remataba por dos bolas pequeñas. Tenía la punta cerrada así que hizo algo que me sorprendió. Luego lo hice yo y me gustó. Se tiró para atrás del pellejo y apareció como una cabecita rosa fuerte. Y empezó a orinar. No me lo pensé dos veces, acerqué la boca, saqué la lengua y recibí el chorro. Estaba salado también, como el de mi hermano. Rubén me preguntó que si me gustaba, le dije que si con la cabeza y sin encomendarse ni a dios ni al diablo me metió la picha en la boca. Me atragantó la orina, me entraron muchas arcadas y vomité. En ese momento irrumpió mi madre en el cuarto de baño y como una loca nos increpó por las porquerías que hacíamos. Yo al parecer estaba libre de culpa, por la edad y toda la bronca se la llevó Rubén que era ya muy mayor en palabras de mis tías. Se llevó el correspondiente pescozón de su padre y a mi que estaba de meaos y vomito hasta la bandera me metió mi madre directamente al baño.
Nunca lo había contado, pero cuando le vi a mi tío Jerónimo la ferretería que llevaba en la polla (ver entrada: Tatoo) solo podía pensar en cómo le saldría el chorro con el piercing príncipe del capullo.
Mira que a mi edad, aunque corta, había visitado urinarios y había bebido orina de gente, pero nunca había puesto la boca en una polla con ferralla. Una vez en el viaje de fin de curso que hicimos a Madrid estuve en los servicios de la Puerta del Sol. De esto hace años ya. Yo debía tener doce años, quizá ya trece. Me puse al lado de un tipo raro, con barba y calvo que tenía un rabo tremendo, una anilla en la base, de donde le salían los huevos y un chorro más tremendo aún. Le miré a la cara descaradamente, y cuando conseguí su atención, dirigí la mirada a mi picha puse la mano en el chorro, recogí algo y me lo llevé a la boca. El tío raro se sonrió y dijo algo de depravado y vicioso. Cortó su chorro como por arte de magia, me tomó violentamente del cuello y me metió la cabeza en la taza donde estaba meando él. A continuación siguió meando pero en mi cabeza. Yo también seguí meando pero en el suelo. Me dijo que bebiese de la taza del urinario y que luego le limpiarse el capullo. Ya estaba yo de por sí excitado con el sometimiento al que me obligó y encima el olor, el sitio donde tenía la cabeza y el chorro cayéndome en la cabeza que cuando me metió el capullo en la boca sin querer me corrí. El cabrón se dió cuenta y me dijo que él también. Me atragantó de forma parecida a como lo hizo Rubén años atrás y antes de que me diese cuenta se me llenó la boca de otra cosa que no era orina. Me tapó la nariz el fulano y me dijo que tragase. Me lo tragué, él se guardó su polla y se fue. Yo como pude me lavé la cabeza y la cara y al salir todos me dijeron que si tenía cagalera. Yo estaba flotando. Me había tragado el primer polvo de mi primera mamada propiamente dicha, porque lo de Rubén nunca lo consideré una felación en regla.
Pero bueno, me he ido por las ramas. Yo con añito y medio y un hermano mamón ya era adicto a la lluvia dorada, aunque no supiera que los mayores la llamaban así para evitar el tabú de mentar caca, pis o leche de polla, que siempre es de muy mala educación y propio de gente que no tiene cuna. 
Cuando mi hermano, Drew, que no se si lo había dicho, tenía año y medio, a mi me debieron castigar por lo del pis (me volvía loco mearme encima si estaba vestido y cuando lo hacía se me ponía la cola muy dura y lo disfrutaba) porque mi madre cada vez que meaba los pantalones le gritaba a mi padre y entonces él me bajaba el pantalón y me daba en el culo con la palma de la mano, lo que si bien me dolía añadía dureza a mi cola. Está bien, me castigaron y me echaron de la casa para llevarme a otra casa donde otros padres cabreados con sus hijos también los llevaban. Yo debí asumir que esa era mi pena por mearme cuando no debía y me dejé llevar. Muchos niños y niñas lloraban alarmados por el abandono pero al poco todos nos olvidamos y empezamos a conocernos. Con las niñas, que tanto me llamaban la atención, no me llevaba porque no me dejaban ver cómo tenían la cola y se mostraban despectivas. Con los niños si. Nos abrazabamos y nos enseñabamos lo que fuera preciso. Me llamó la atención un niño, con el pelo rojo, muy blanco de piel y la cara llena de pecas. En seguida me arrimé. Tenía una mirada que hoy se que era perversa y simpática a la vez. Le reían los ojos enmarcados por esas pestañas espesas y rojas. Me enamoró. Le seguía donde el fuese. Creo que era algo mayor que yo. Le preguntaba cosas o le decía otras y el solo me abrazaba y fruncía sus ojos trasparentes. Hasta que una mujer que había por allí me dijo que Jonás, que así se llamaba era escocés, ni idea de lo que era eso, y que no entendía nuestra forma de hablar. Lo tomé en consideración y desde entonces solo le hacía señas. A media mañana la mujer mayor que había preguntó que qué niños querían hacer pis. Levantamos la mano los siete u ocho que habíamos y nos mandó de dos en dos al cuarto de baño que tenía dos urinarios a nuestra altura. Me quedé hipnotizado con el tamaño del rabo de Jonás, era por lo menos el doble de largo que el mío y grueso en relación. Además no tenía pellejo en la punta, solo la cabeza rosa fuerte de la que salía el chorro. No me lo pensé, metí la mano y me mojé. Él no pareció inmutarse, dijo algo que no entendí y como yo tenía el pantaloncito también desabrochado el pudo meter una mano por la cinturilla del pantalón y el calzoncillo buscándome la raja del culo. Esa sensación era nueva y me produjo tan impresión de bienestar que me acerqué más a él para darle facilidades. Me encontró con sus deditos el ano y empezó a trabajarmelo. Me derretía de gusto y deseaba que me metiese un dedo dentro. En un momento de delirio, me agaché y busqué su chorro con la boca. Fue la consumación de nuestra relación, Jonás en ese momento me metió un dedito en el ano y creí morir de placer. Y en ese momento crucial escuchamos venir chillando a la mujer mayor que parecía decir que no se explicaba porque tardabamos tanto. Abrió la puerta de golpe y nos pilló a los dos terminando de abrocharnos los pantalones. Se le cambió el tono de voz y muy condescendiente nos anunció que es que éramos muy pequeños, lo que nos absolvió de cualquier otra culpa. Cuando volvíamos a nuestro sitio, Jonás me dijo algo al oído mientras me abrazaba y luego me dio muchos besos. Desde aquel bendito día ya no nos separamos. La mujer mayor que estaba a nuestro cargo les dijo a nuestras madres que habíamos hecho muy buenas migas, que éramos inseparables, y ellas se hicieron amigas. De esa forma no solo estábamos juntos en la guardería sino que o yo estaba en su casa o él en la mía. Aprendimos una especie de híbrido de los dos idiomas y enseguida nos entendimos, con la ventaja de que nadie acertaba a entender lo que nos deciamos. Jonás vivía con su madre en una casa con jardín y su padre a veces iba a verlos. Se llevaba a Jonás a otra casa que tenían y a veces yo me iba con ellos.
En una de esas ocasiones, el padre de Jonás recibió a una mujer en su casa y se metió con ella en su dormitorio, tendrían sueño los dos y Jonás y yo nos quedamos solos jugando. Le dije que porqué no íbamos a hacer pis y él me contestó entusiasmado que si. Estábamos solos y el padre de Jonás en el dormitorio con la puerta cerrada. Nos metimos en el cuarto de baño y nos desnudamos. Fue la experiencia más alucinante. Nunca había estado desnudo delante de nadie que no fuera mi madre. Verme desnudo delante de Jonás, desnudo también hizo que la cola se me pusiera tiesa y dura, lo que me impulsó, como si fuera la cosa más natural del mundo a palpar la cola de mi amigo. La agarré en mi mano. Era gruesa, dura y elástica, caliente y palpitante. Le sopesé los huevos y se estremeció lo que le llevó a tocarme a mí y a renglón seguido abrazarme haciéndome sentir su sexo contra mi cuerpo. Al abrazarme fue descendiendo las manos hasta dar la raja del culo y luego el ano. En esta ocasión no intentó probar, me metió directamente un dedo dentro y yo no pude reprimir un gemido de sorpresa y placer. Yo también le busqué el ano pero él se defendió, me dejó bien claro que a él no le gustaba que le metieran nada. Finalmente me dijo que quería mearme en la boca. Nos metimos en la bañera y por primera vez en mi vida supe lo que era estar sumiso a los pies de otro humillandome con su orina. Era sencillamente feliz viéndome a merced de Jonás y no sé porque vericuetos del inconsciente, subconsciente o infrayo supe que debería inclinarme y chuparle los pies mientras me meaba la espalda. Después de un rato, que ya había terminado de orinarme me hizo levantar y me metió su cola dura en la boca. Chupé como cuando mamaba de mi madre hasta un punto en que Jonás me agarró la cabeza con fuerza y se estremeció y gimió muy fuerte. Luego se le quitó la dureza de la cola y me dijo que teníamos que vestirnos ya. Me sequé con una toalla y me vestí. Sin parar de mirar y arrimarme a Jonás que a duras penas me lo consentía. Le pregunté si iba a querer volver a hacerlo otro día y me dijo que lo estaba deseando ya. Eso me llenó de esperanza y emoción. Esperaría a que su padre se lo llevase a la otra casa para irme con él y poder chuparle los pies mientras me meaba, quizá algún día hasta quería hacerme caca encima. Y solo pensarlo me provocaba una dureza en la cola que hasta me dolía.
Al año siguiente ya con cuatro años largos al volver a la guardería busqué ansioso al pelirrojo, pero no estaba. Y al día siguiente, y al otro y al otro, hasta que le pregunté a la mujer que nos cuidaba, por Jonás. Resulta que Jonás se había marchado con su padre durante ese curso muy lejos por el trabajo, porque su madre estaba muy enferma y no podía hacerse cargo de él.
Se me hundió el mundo. Estuve medio vagando, como ausente, echándole mucho de menos, hasta que un día en casa que mi madre nos dejó bañando a los dos solos, Drew y yo, para atender a alguien en la puerta. 
La bañera tenía poca agua y Drew se puso en pie y empezó a orinar. Yo me interpuse en el chorro y bebí su orina, él se rió, le hizo gracia y empezó a regarme con su pis, yo me puse de rodillas, agaché la cabeza, quité el tapón de la bañera y empecé a chuparle los pies a mi hermano, que dejó de reír y empezó a gemir de gusto. Le pregunté si le gustaba, me dijo que mucho y me alcé y me metí su cola en la boca y su naturaleza reaccionó. Me agarró la cabeza y me hundió su colita tiesa en la boca. Me atragantó y me retiré y en ese momento llegó mi madre que se enfadó por haber quitado el tapón a la bañera y remató sacándonos y vistiendonos. Cuando volvimos a quedarnos solos le dije si le había gustado y me dijo que yo era un guarro, pero que sí. Me alegró la vida que me llamara guarro. Pero no volví a tener ocasión de gozar con Drew porque mis padres se separaron siempre estábamos o en una casa o en otra y no teníamos forma de coincidir para volver a hacerlo. Luego, al parecer, Drew tenía necesidades educativas especiales y cerca de dónde vivía mi padre había un colegio adecuado. Total, me veía muy poco con mi hermano.
Hasta que no tuve nueve años, en el colegio, no tuve oportunidad de cumplir con mis deseos guarros. Creía que todo estaba olvidado hasta que coincidí un día en los urinarios con uno de los mayores. Felipe era espigado, catorce años, pelo rapado y cara de sinvergüenza, lo que en realidad me excitaba. Para ser sinceros, creo que fui yo quien le provocó a él. Bueno no sé. El caso es que, casi al final de curso, cuando ya nadie va al colegio, después del último recreo, veo que Felipe, acalorado, sudoroso de jugar al balón con otros tres que se despiden se dirige a los servicios  del patio y allá que voy yo detrás. Cuando entré el estaba desabrochandose el vaquero para sacársela y me puse en el urinario de al lado. Me reprochó que tuviera que ponerme justo al lado y yo le contesté mirándole a la polla con descaro inocente que no llevaba calzoncillos. Fue decirle eso y empezar a crecerle el rabo y a renglón seguido, crecer el mío que le acababa de sacar para hacer pis. Con su rabo tieso y todo empezó a orinar y yo a hipnotizarme con su fuerza y su olor a váter sucio. Me preguntó sonriendo si me gustaba su rabo y le dije que me gustaba meando. Me tomó mi mano izquierda y me la llevó a su polla y automáticamente me sentí autorizado a prestar mi boca. Me agaché y apunté el chorro, metiendo la cabeza en el urinario a mi boca. Él durante un segundo intentó impedirmelo hasta que comprendió el morbo que me movía y entonces me empujó la cabeza hasta el fondo del urinario y siguió orinando sobre mi cabeza. Mientras me decía que era un vicioso, un demonio de lujuria y que merecía algo más. Y en ese instante, cuando me estaba empujando para obligarme a arrodillarme y chuparle sus deportivas una voz a nuestras espaldas nos sobresaltó. Era Crescencio el bedel. Crescencio tendría, yo no sé, a mis nueve años todos los mayores de quince son viejos, tendría entre cuarenta y cincuenta, aunque podrían ser treinta y cinco. Da igual, el caso es que Crescencio fue a la puerta del servicio y la cerró con llave. Le afeó que se lo hiciera con chicos tan pequeños aunque dijo que le había puesto a tope el numerito de la orina en la cabeza. Luego se dirigió a mi para decirme que en unos años más tomase nota de cual iba a ser mi destino. Felipe sin que nadie le dijese nada, se sacó el pantalón y la camiseta y se quedó desnudo, se apoyó contra el urinario donde me había metido la cabeza y separó las piernas. Crescencio se abrió la bragueta y dejó salir lo que a mí me pareció una monstruosidad de gordura. Tenía aspecto de estar dura. Me dijo a mí sí quería catarla con la boca porque si la cataba por el culo me reventaría y me lancé. ¡Que sensación más increíble sentir la boca llena de carne suave! Me cabía el capullo pero deseaba que me entrase entera. Después de eso me dijo que hiciese lo mismo con el culo de Felipe, que le diese bien de saliva para que entrase mejor. Felipe con voz temerosa rogaba que se lo hiciese despacito. Al acercar la cara al ano del chico percibí el olor a ese sudor especial de cuando se corre mucho o se hace mucho ejercicio entreverado de un sutil olor a mierda. Me enardeció. Metí la boca con fuerza y saqué la lengua. El sabor levemente amargo me excitaba y procuraba que la lengua taladrase. El agujero lo tenía Felipe bastante abierto y sentir como entraba me hacía marear de placer hasta que Crescencio me retiró con cajas destempladas diciendo que le tocaba a él. Vi, estando de rodillas, como apuntaba el capullo al ano hundiéndose en el cuerpo. Con un quejido, no supe determinar si de placer o dolor, el chico dijo que toda y el bedel con un golpe seco de cadera entró totalmente en el culo. Me quedé absorto mirando la magia de ver desaparecer esa cantidad de carne dentro de otra carne. Deseé que alguna vez el culo fuera mío. Felipe dió un grito cohibido y Crescencio le mandó callar llamándome puta. Le agarró por los pelos le echó la cabeza atrás y empezó a bombear, cada vez más rápido, con la misma velocidad que se producían los jadeos y gemidos de Felipe, hasta que con un último y brutal golpe de caderas Crescencio se quedó muy quieto haciendo como que intentaban  metérsela aún más. Luego me dijo que me acercara al culo del chaval a recoger la miel más dulce que él le acababa de regalar. El ano estaba muy abierto y salía de dentro una cosa, como pus, blanquecino. No me atrevía a meter la boca hasta que el bedel me empujó con violencia la cabeza diciéndome que me comiera lo que salía. Salía lo que él le había dejado más lo que Felipe ya tenía y mi boca estaba ahí. Pero la violencia de la escena, el bedel insultandome llamándome perra guarra y empujandome con tanta intensidad al culo de Felipe que se masturbaba furiosamente hizo que me entregase. Me acordé de cuando pensé que quizá algún día Jonás me cagase y supe que ese era el momento y no iba a ser en la espalda, iba a ser en la boca. Estaba a veces amargo y a veces grumoso dulzón soso. Me entregué a consumirlo todo, notando que mi cola cada vez estaba más dura y con ganas de atención. De pronto Felipe se volvió hacia mi, me metió su rabo en la boca y se vació dentro. Me sentí pleno y realizado. Yo quería que Crescencio me la metiera a mi en el culo. Cuando Felipe terminó, el bedel le echó el brazo por el hombro y le dijo que cada vez estaba más abierto y Felipe le preguntó por el puño. El otro le dijo que tranquilidad que todo llegaría a su tiempo y que el nuevo que se había buscado, por mi, iba a dar mucho juego. Nos adencetamos después de lo hecho, Crescencio abrió y nos fuimos.
Mientras iba para casa fui rememorando lo sucedido y volví a ponerme muy duro. Veía los embates del bedel contra el cuerpo de Felipe y me cambiaba en mi imaginación, me veía sintiendo el dolor de ser violentado y más duro me ponía. Después de todo yo no me había masturbado y estaba fuera de mi. Estaba deseando llegar a mi casa para contárselo a mi hermano. Drew tenía cerca de los ocho. Cada noche que se encontraba nervioso o disgustado se metía en mi cama y se rozaba desnudo conmigo. A veces sin abrir la boca me empujaba la cabeza a su entrepierna para que le chupase. Estaba seguro que en cuanto se lo contaste todo iba a querer que le hiciese lo del culo. Se lo conté todo durante la siesta y se excitó mucho y como yo me imaginaba quería el beso negro. Me hizo acompañarle al cuarto de baño para, como hacíamos desde siempre, mearme en la boca solo que en esta ocasión me dijo que era más guarro de lo que él creía y que después de mear tenía que cagar. En lugar de sentarse en la taza se puso en cuclillas y me exigió que recogiese el zurullo con las manos. Me entró una gran inquietud, como si tuviese que cruzar un precipicio por un cable. Era vértigo deseable. Se puso cara a la cisterna para darme espacio para recoger su mierda según salía. Era emocionante ver cómo se le abría el ano hasta quedar imposiblemente abierto y un cilindro de mierda comenzó a salir. Según salía lo iba recogiendo con las manos y deseando que me obligase a llevarmelo a la boca. Temblaba de miedo ante la orden. Cuando me dijo que lo lamiera me mareé y creía que me correría. Cuando me dijo que le limpiará el culo y cogí el papel me dijo que lo soltara. Que le limpiará con la lengua. Se lo había hecho a Felipe y él era mi hermano. Quería masturbarse mientras yo le comía el culo sucio. Con la lengua sabiendo a mierda no tuve más que sacudirme unas pocas veces la picha para sentir el gusto. Drew me dijo que le había encantado, ya siempre que tuviese que cagar me llamaría. Le puse alguna objeción pero me dijo que era un guarro y que me gustaban esas porquerías. Que mi hermano pequeño me ordenase y sujetase a su voluntad me hacía sentir feliz. Hubiese querido una bofetada o una patada para dejar clara su postura, pero tendría que pasar algo de tiempo para hacerse mi máster y yo convertirme en su esclavo 24/7.

jueves, 21 de julio de 2022

TATOO

 

- ¡Tío, por favor! convence a tu hermana. Tengo ya quince años, joder, yo creo que ya puedo decidir sobre mi cuerpo. Además solo quiero uno pequeñito y donde no se vea.
- Yo, sabes que no soy santo de devoción de tu madre, y falta que yo intente convencerla para que se encone más y no te lo permita. En menos de tres años eres mayor de edad y te lo haces.
- Todos mis amigos tienen uno y el David, dos, ¡joder! y yo, como un crío. Se cachondean de mi. Tú tienes uno que me lo ha dicho mi madre. ¡Convéncela! por favor.
- Si tengo uno y a la postre causa de mi separación. En realidad fue el detonante de que nos separaramos.
- Nunca me lo has enseñado.
- Ni el piercing tampoco. No están en un sitio digamos muy visible.
- ¿Tienes un piercing? Yo quiero uno en un pezón pero mi madre por poco me mata. Se puso como loca, no entendía porqué.
- Mi hermana tiene mala experiencia. El piercing me lo hice con tu padre en un finde de juerga al poco de casarse. Tú tendrías no más de dos años. Teníamos tal tajada que hicimos unas cuantas locuras y entre ellas el piercing.
- Yo a mi padre en la piscina nunca le he visto un piercing. Ni siquiera en la lengua, que alguna vez se lo habría visto..., espera, tío, no. No puede ser. Lo tiene..., ¿Ahí? Y tú también. Pero, ¿dónde?
- Tu padre se hizo un frenum y yo un Ampallang. Supongo que yo estaba más borracho que él.
- Y eso ¿Que es, os dolió mucho?
- Lo de tu padre no fue tanto. Es una barra que atraviesa el frenillo de lado a lado. Yo me lo hice, ya después, precisamente cuando el tatuaje y la verdad es que me cicatrizó rápido y prácticamente no me dolió. El mío, el Ampallang me tardó tres meses en curar. Tres meses sin follar, y si, si me dolió. Lo cierto es que ahora da mucho morbo, junto con los otros.
- ¿Otros, tienes más?
- Si, tres más. Dos Didoe y un Príncipe Alberto.
- ¡Joder, tío! Enseñamelos por favor, enseñamelos. Y el tatuaje, ¿Que es? ¿Dónde lo tienes?
- Mira Jero, ¿sabes que te llamas así por mí? Soy tu padrino. Jerónimo. Tienes quince años para dieciséis y no sé cómo vas a llevar empaparte de lo que te voy a enseñar. Y tengo aún un piercing más del que no tiene noticia nadie. Uno anal.
Jero se le cambió la cara. De pronto la faz de crío al que todo le emociona y todo le parece bien se demudó. El semblante jaranero de adolescente se trocó en oscuridad y dureza.
- Anal, ¿Como?
- Cómo el de los ombligos. En uno de los márgenes abarcando el músculo orbicular externo, que al fin y al cabo se hace incompetente en un momento. 
- Entonces, ¿Que pasa, que se te cae la mierda?
- No Jero. Hay dos músculos que impiden que se salga, el externo que se puede volver incompetente y el interno que es el que siempre funciona y entre uno y otro un trocito de unos dos centímetros, el canal anal.
- ¿Y cuando cagas? ¡joder, con la conversación!
- Después de cagar, bidé o toallitas húmedas y listo. Hay que conservar la higiene.
- Menos mal que no te tienen que dar por el culo porque pobre polla toda despellejada.
- Si túvieran que follarme..., o, cuando me follan. ¿Tú que sabes de mi vida? Piénsalo. Me lo quito. Tiene un clip, es fácil, quitárselo y ponérselo. El morbo que le da a tu pareja vertelo a veces le anima a dar un lengüetazo.
- ¿En el culo? Joder, tío. ¿Que tía le chupa el culo a un tío?
- Muchas y más tíos. ¿O es que ni por curiosidad has visto nunca porno gay?
El chico se quedó callado y humilló la mirada, cómo sintiéndose cogido en falta.
- Pero fue solo una vez. Con el primo que me dijo que la viéramos y no supe decirle que no.
- ¿Y qué? Os pajeásteis ¿Verdad?
- Te lo ha dicho el primo. Será maricón. Él me la chupó. Me dijo que no pasaba nada que todas las bocas son iguales.
- Y tu a él. Me juego el bigote a que tú también. Aunque solo fuese por no parecer un retrógrado.
- ¡Joder, de verdad, tío! Ya está bien - Jero empañó los ojos de lágrimas. 
- Venga, Jero ya está. Mira. Te voy a enseñar mi tatuaje. Los piercings otro día. Te prometo que intentaré convencer a mi hermana de lo de tu tatoo.
Jerónimo empezó a desabrocharse el pantalón y se lo bajó hasta los tobillos. El chico puso cara de sorpresa y se levantó como un resorte del asiento 
- Tranquilo, chico, que no me la voy a sacar. Pero es que el tatuaje lo tengo aquí, en la ingle y para que lo veas bien tengo que exponerlo bien, mira - Jerónimo se bajó el calzoncillo justo hasta el arranque del pene para que pudiera verse en todo su esplendor el tatuaje.
- Tío, es el sol, ¿No? Pero que tiene dentro un ojo mira adelante y el otro de lado - Jero acercó su dedo índice al centro del tatuaje y apoyándolo débilmente en la piel dibujó el perfil de la luna que estaba insertado en la cara del sol.
- Jero, por favor, hijo, quita ese dedo de ahí, está demasiado cerca de dónde no debería estar. Y creo que lo puedes comprobar a simple vista - el chico se quedó mirando con sorpresa el calzoncillo de su tío que crecía a una velocidad respetable y quiso cambiar el tema.
- Y ese tatuaje - retiró su dedo a gran velocidad - porqué tiene ese perfil dentro del sol.
- Es el sol y la luna, Jero.
- ¿Y eso, porqué?
- Ya eres mayorcito para saberlo. Soy bisexual, Jero.
- ¿Bisexual? Y eso significa...
- Que me gustan sexualmente tanto las mujeres como los hombres.
- Entonces, ahora lo comprendo todo. Has follado con tíos.
- Últimamente más que con chicas. Los coños que por tu edad tendrás a tu alcance son realmente apetecibles. Los que por mi edad podrían estar a mi alcance, son para follarlos, no para meter la boca. Y yo soy bocón, me gusta follar con la boca y para eso una polla es mucho más apetecible. Tú lo sabes que ya te ha entrado una en la boca. Dando estás explicaciones el pene de Jerónimo continuó creciendo hasta asomar medio capullo exhibiendo orgulloso su Príncipe Alberto. 
- Mira, ya sabes otra cosa, esto es un Príncipe. Entra por el agujero de mear y sale por el frenillo y si bajas un poco el elástico del calzoncillo..., Vamos, lo estás deseando, baja un poco el elástico y verás el Ampallang y los didoe.
Jero, tragaba saliva y de forma completamente refleja se llevó la mano a la bragueta y se manoseó.
- Lo ves, chico. Te estás empalmando. Bajame ya el calzoncillo y date el gustazo de ver lo que quieres.
- Bajatelo tu, tío Jerónimo - el chico empezaba a transpirar aunque no hacía calor - es tuyo. A mi me da igual.
- Te da igual - empezó a decir Jerónimo subiéndose el elástico y recogiéndose los pantalones de los tobillos - pero tú te has empalmado. Dime qué es mentira - y diciendolo su mano como el rayo se lanzó a la bragueta del sobrino y agarró el trozo de carne dura, dio un par de halones y soltó - que soy muy viejo ya para ti y me he fijado en miles de braguetas. Y la tuya me dice que le encantaría estar abierta dejando al pájaro suelto. Anda. Ya has visto más de lo que te correspondía, el tatoo y el príncipe y no has visto más porque no has querido.
- Tío. ¿Te la han metido por el culo?
- Muchas veces, y para mi gusto, menos de las que me deberían haber metido. Sobre todo con vuestras edades, las de tu primo y la tuya, que tuve oportunidad de dilatarme entonces y por cortedad, miedo o vergüenza o un mix de todo me eché para atrás.
- Eres maricón, entonces 
- ¿Qué coño es ser maricón? Tu también lo serás porque te has metido una polla en la boca y además te acabas de empalmar viéndome el capullo.
- Pero nadie me la ha metido por el culo.
- Date tiempo y a ver, porque por lo que yo he podido observar tienes muchas papeletas.
- El culo es para cagar. Eso es lo natural.
- Y la polla para mear. Y el tiempo que no los usas, ¿Podríamos encontrarle otra utilidad? De hecho se la encontramos. Hay más culos follados que pelos en la cabeza.
- Pero eso tiene que doler una barbaridad. La dirección es de dentro hacia afuera.
- En las mujeres la vagina es de fuera adentro y a veces de dentro afuera con un tamaño que te cagas. El ano se dilata en las dos direcciones y las dos pueden ser placenteras. A mi me desvirgó un hombre ya cincuentón cuando yo tenía diecinueve. No sé ni cómo me fui con él. Era fortachón con bigote y tenía una mirada penetrante y diría que hasta violenta y me subyugó. Tenía como magnetismo. Me fijó con la mirada. Estábamos en un bar de carretera, iba yo a la uni y me había parado a tomar algo. Estaba atardeciendo ya.
- Pero antes de eso, ¿Tú habías tenido ya algún rollo con alguien?
- Con amigos de la pandilla, siempre con borrachera por medio y amnesia matutina por parte de los dos. Nada importante, mamadas mutuas, pajitas y poco más. Salvo uno que amanecimos en el coche solos los dos a la mañana siguiente, no era habitual de la pandilla, que le pregunté que qué había pasado la noche anterior y me contestó que me dejase de hostias que la mamaba muy bien y le jodió que apartase la boca cuando se corrió. Que mi polvo fue directamente a su estómago y que si había próxima vez me iba a amarrar la cabeza y atragantarme de leche. Quedamos para esa noche en un motel y echamos el polvo de mi vida, la primera vez que tragué leche. Y él también se la volvió a tragar, le gustaba y yo le cogí el gusto. Tú le conoces, alguna vez estaba aquí cuando tú has venido; Rosendo. No perdimos el contacto y seguimos follando, sin rollos emocionales ni compromisos. Es lo que más me gusta de follar con un tío.
- El Rosendo ese si me acuerdo. Imposible olvidar las miradas que me echa, y eso que no le habré visto más que un par de veces. Bueno, tío Jero. El camionero. Cuenta.
- Estás que te corres, eh, canalla. Estás babeando - se echó a reír feliz con su ocurrencia - se te nota el empalme y seguro que si te la sacas está destilando precum.
- No te vayas por las ramas, tío - se sonrió condescendiente mirándole de forma cómplice - y dime cómo fue lo del camionero.
- Yo no he dicho que fuera camionero.
- ¿No lo era? En un bar de carretera, fortachón con bigote he deducido que era camionero.
- Si. Era grandote, con una camisa de leñador, lo típico, abierta hasta casi el ombligo enseñando una mata de pelo negro abundante. Brazos morenos y potentes y algo de barriga. Me clavó la mirada, me hizo un gesto con la cabeza para que le siguiera. Y no se porqué, le seguí, temblando, con la polla que me saltaba las costuras del vaquero. Tenía la respiración acelerada pero no podía evitar seguirle un par de pasos detrás. Es la sensación más emocionante que he sentido nunca. Entró en el servicio y yo detrás. Se fue a uno de los urinarios y yo me detuve nada más entrar, como paralizado, el corazón en la boca. Giro el hombre la cabeza y volvió a ordenarme, porque ese movimiento de cabeza era una orden en toda regla. Me encantaba que me lo hiciese, me encantaba obedecerle, me daba placer obedecerle. No conocía hasta ese momento esa emoción. Me puse en el urinario de al lado y me saqué la picha para mear. El la tenía fuera, morcillona y meando. Un chorro grueso y fuerte. Me cogió la mano más cerca de él y me la llevo a su polla. Se la sujeté y él me llevó la mano al chorro y me dijo que le cogiera el capullo y me empapase la mano de su orina. "Para que te mee en la boca me lo tienes que rogar, perra"  Creí que me corría de gusto allí mismo. Nunca se me habría ocurrido que alguien pudiera mearme en la boca, ¡Que asco! pero en esa situación el asco se me cambió por deseo de que se materializase. Deseé en ese instante que me empapase de su orina. Cuando acabó de orinar se la guardó y se limitó a decir "Sígueme guarra"  efectivamente, lo era, me producía placer considerarme una guarra y que él me lo recordase. Le seguí y llegamos a un Mack enorme. Abrió el camión subió y me ordenó que le siguiera. Subí al camión muy nervioso. Dentro de la cabina podía hacerme lo que quisiera y barajar la opción de que quisiera hacerme daño me excitaba aún más. Deseaba entregarme a aquel tío.
Jerónimo con el relato no se había dado cuenta de que su sobrino se había desabrochado el botón del pantalón y con la mano metida por dentro de la ropa interior se acariciaba la polla.
- Te la puedes sacar si quieres. Estarás más cómodo, a mi no me va a importar.
- No, déjalo, así estoy bien - le contestó sacándose la mano de la entrepierna - sigue, ¿Que pasó en la cabina, te trató peor aún?
- Descorrió una cortina a espaldas de los asientos y detrás había una cama. Me hizo pasar y me ordenó que me quitase la camisa. Se me quedó mirando y me pellizcó los pezones. Me dolió y me quejé intentando eludir el castigo y me calzó una hostia que me hizo saber de qué iba aquello. Me sometí no por miedo, me escocía la bofetada pero la polla no podía estar más dura. Me excitaba que me pegase, no lo entendía. Siguió pellizcandome los pezones, yo estaba encogido intentando minimizar el castigo y empecé a llorar, "La perra tiene mucha pena" me soltó los pellizcos y me cogió con las manazas la cara, se acercó a mí con la boca abierta, sacó la lengua y me lamió las lágrimas. Eso me excitó sobremanera y le eché mano el paquete. Me la apartó de un manotazo y me dijo que yo tenía que hacer lo que él me dejase hacer. Se sacó la polla y me dijo que abriera la boca, me escupió dentro y me dijo que ese era mi premio, luego me cogió la cabeza y me clavó la polla en la boca. Me atragantó, las náuseas no paraban, yo seguía echando lágrimas pero no era pena lo que tenía, estaba a punto de correrme. No he vuelto a sentir tanto placer nunca. Cuando se cansó de destrozarme la garganta, él mismo me arrancó prácticamente el pantalón y el calzoncillo no me lo quitó me lo rasgó con su manazas en la parte del culo. Supe que me iba a reventar, tenía una polla respetable, pero estaba tan excitado que estaba dispuesto a resistir lo que fuera. Me daba igual que me rajase o me reventase: lo deseaba. Temblaba de miedo y deseo a la vez. Le dije en el clímax de la lujuria que me follase una y otra vez, que me diese a sus amigos como su puta que era.
- ¿Te hizo mucho daño, te dolió mucho?
- Nada. Fue todo un descubrimiento. Me hice adicto al ano. Nada da más placer. No me dijo ni cómo se llamaba. Quizá mejor. No le volví a ver. Y mira que volví unas cuantas veces a diferentes horas por ver si podía volver a verle. Pero nada.
- Bueno, y como es que no te dolió. No me lo explicó - no se había dado ni cuenta, pero tenía la polla tiesa en la mano.
- No tan grande como la del camionero, pero tú polla tampoco está mal.
- Tío, joder deja mi polla en paz y déjame que disfrute de tu película. Estabas que te rasgó el calzoncillo y te dejó el ojete al aire.
- Sacó de una alacena un tarro grande lleno de algo que cuando lo estiraba hacia hilos. Un lubricante para puños. Me embadurnó toda la raja y empezó con los dedos. En menos de lo que se santigua una monja me tenía metidos cuatro de sus dedazos. Sentía presión y dilatación pero no dolor y antes de que me diese cuenta me la había clavado. ¡Dios, Jero! Que placer sentir entrar y salir ese pedazo de  carne en barra. Y la sensación de placer suave e infinito cada vez que la sacaba y la metía como el que clava un piolet en un bloque de manteca. En una de esas embestidas, sin ni siquiera tocarme me salió un géiser de leche y casi me desmayo. Entonces él se detuvo con la polla dentro y con un largo gruñido, me preñó. La sacó y me dijo que me largara que se tenía que marchar. Arrancó el camión y casi me tuve que tirar del camión. Ese fue mi desvirgue. Y me encantaría que el tuyo fuese parecido.
- Ya has dado por hecho que me van a abrir una puerta trasera.
- Ya la tienes solo que no la sabes usar.

miércoles, 20 de julio de 2022

TRAGADA

 

- Corta, corta, corta. ¡Joder, tío, esto no es!
El cámara, con una camiseta raída, sin pantalón y medio empalmado, apagó la autónoma, dejó caer la mano con la cámara y le dedicó atención a su pene, recogiendo el precum y llevándoselo a la boca.
- No seas guarro, tío, que no estamos grabando - imprecó al chico de la cámara autónoma - Tú, Sergio, ven aquí, joder, tenemos que hablar. Y tú, figura del lefazo, si el tío vuelve la cabeza cuando te vas a correr, se la sujetas. ¡Esa leche se la tenía que tragar! Ahora, vuelta a empezar, esto tiene que quedarse para edición, ¡hoy!
- Yo ya me he corrido, Román, ¡joder! ¿Ahora, qué?
- Pues te vas a la sala de vídeo y le dices a Juanito que te ponga una de las tuyas y te calientas otra vez, que de Sergio me ocupo yo.
Vamos a ver Sergio - Román estaba realmente contrariado - ¿Qué parte de te tienes que tragar el polvo no has entendido? Porque lo de los seiscientos euros si lo entendiste, ¿No?
- No puedo Román, tío, vomito, de verdad, vomito, podría sentir esa mierda en los labios y haciendo de tripas corazón soportaría, pero pensar que me entre en la boca, de verdad tío...
- A ver, Sergio. Cierra los ojos y piensa en tu novia. La cara que va a poner cuando te la lleves de finde con esa pasta. Y te recuerdo que llevas el tres de las ventas brutas porque te conozco desde la barriga de tu madre. Si el vídeo queda creíble, pero claro, si Jeremy se corre y tú quitas la cara, como comprenderás, eso no es muy comercial.
- Me da mucho asco, joder, Román.
- Sergio, vas a salir al set de grabación y cuando Jeremy se corra, vas a abrir la boca como la plaza mayor y con una sonrisa te lo vas a tragar y para finalizar le vas a relamer el capullo, y sin una puta arcada. Esta es una oportunidad que te doy por la amistad que me unía a tu padre.
- A ese, ni le nombres. Nos abandonó cuando yo tenía once años. Y hago esto por el dinero, ni mi novia ni hostias. En mi casa hace falta.
- Y por eso te lo propuse Sergio. Esta tragada de hetero nos va a dar pasta. Tu polla está constantemente en pantalla para que se vea que mamar un nabo no te gusta. Cuando tragues sin empalmar, las tomas se van a vender como pan caliente. La gracia no es que te tragues el polvo, es que realizas el deseo imposible de todo maricón, que es poderse trajinarse un hetero que lo sea de verdad. Venga, y además si lo haces y con convicción y sale bien te cuento la razón por la que tu padre desapareció de la noche a la mañana. 
Román se quedó mirando el cuerpo de Sergio y no pudo por menos que decir un "No me extraña"
- ¿Que es lo que no te extraña, Román?
- Nada, Sergio, nada. Luego, cuando te diga lo de tu padre te lo aclaro. Ahora, venga, al rodaje. Recuerda, no me importan las arcadas cuando Jeremy entre profundamente en tu garganta, ni el vómito de moco, eso le da tinte sado a la filmación y tiene recorrido. Como los ojos llorosos mirando hacia Jeremy en señal de aceptación y sumisión a su rabo. No te me vayas a empalmar, por favor. Luego cuando acabemos, te pongo algo hetero para hacer unas tomas de empalme tuyo por si al montar se me ocurre hacer una versión en la que al tragar descubres que te encanta y te corres tú. No lo pienses. Limítate a arrodillarte y abrir la boca. Jeremy hará el resto. Las manos a la espalda, nada de sujetarle para que no empujé. Las náuseas antes de tragar dan bien en la cámara. Y al final ya sabes frenillo contra la lengua para que se vean bien los disparos de lefa. Enseñas la leche llenandote la boca y cubriéndote la lengua, tragas y vuelves a enseñar boca vacía. Si hace falta alguna toma adicional, al final.
- Yo estoy listo y después de esa cinta que me has puesto, a punto de correrme otra vez - Jeremy venía de la sala de vídeo con ganas.
- Y ¡Acción!
Sergio se arrodilló delante de Jeremy con cara de circunstancias con las diez pulgadas duras y rectas rozándole los labios. Puso su mirada de astrónomo para cruzarse con la que le dedicaba su compañero de grabación y abrió la boca despacio, permitiendo que el enorme pene le entrara. Nunca antes de ese día le habían metido una polla en la boca y la verdad es que ocupaba espacio pero no sabía ni olía especialmente. Era una textura suave y elástica no desagradable. Pensó en la dureza del clítoris de las mujeres con las que había estado y la única diferencia era el tamaño. Incluso eso no era desagradable hasta que tomaba contacto con la campanilla que provoca la primera náusea que había que reprimir, haciendo que se saltasen las lágrimas y apareciese una tos de timbre muy ronco. Al cabo de unos minutos parecía que la garganta se desensibilizaba y las arcadas eran más escasas. Los veinticinco centímetros de verga se acomodaban dentro de la garganta y por las exclamaciones de Jeremy, con evidente placer. Después de varios vómitos de un moco muy lubricante que sorprendió a Sergio por lo abundantes, el pene de Jeremy entraba hasta permitir besar los huevos con el labio inferior y en una de esas Jeremy mirando a Román le dijo que no aguantaba más.
- Ahora tranquilo Sergio - Román estaba nervioso, todo se desarrollaba bien - ya se acaba, vas bien. Saca la lengua que Jeremy te apoye el capullo y que empiece el baile. ¡Fuerza Sergio!
El pene tieso de Jeremy empezó a escupir semen. Sergio con los ojos cerrados, se sorprendió de que fuese peor el olor que el sabor. Estaba como soso y lo podía tolerar. Era increíble la cantidad de lefa que tenía ese tío hasta que paró y volvió a meter como media polla dentro de la boca. Y en ese momento sin enseñar el semen almacenado a cámara tragó y sintió la necesidad de seguir chupando, deseaba chupar y chupar. No sintió náuseas ni asco. De forma instintiva sacó una mano de la espalda y exprimió la polla de Jeremy que le regaló una gota gruesa de semen que el recogió con la punta de la lengua y abriendo ya los ojos y sin dejar de mirar a los de Jeremy se la tragó. Luego dió dos o tres chupetones más y Román gritó el "corten"
Todos, desde Román, el cámara y hasta Juanito que se había llegado a mirar aplaudieron y le dieron los parabienes a Sergio.
- Bueno, Román, ya está. Ahora lo de mi puto padre.
- No va a ser fácil, Sergio. Vístete y vamos a tomar algo. Será mejor.
Sergio se calzó su superestrechos y elasticos jeans que marcaban paquete escandalosamente y una camiseta de asas de lycra para poder marcar tableta y las Hoss blancas, que se compró con el adelanto de Sergio por la tragada.
Se sentaron en la terraza de la cafetería que había en el local del piso donde estaba el plató de grabación, un piso reformado exprofeso.
- Tienes un cuerpo diez, Sergio.
- Ya lo sé, no hace falta que me des jabón. Mi padre, ¿Qué?
- A eso iba. Ese cuerpo se te empezó a notar ya con siete años y tu padre que se dio cuenta te puso a esculpirlo con un entrenador. Recuerda que desde pequeño, hacías rutinas, levantabas pesas y aparatos, sentadillas y tal. Por eso tienes ese cuerpo. Y ahora para seguir tengo que irme hacia atrás. Cuando tu padre ni pensaba en tener familia.
Éramos unos golfos. Tu padre es cuatro años más mayor que yo. Éramos chicos de la calle. Yo tenía diez años y tu padre iba para quince. Yo era muy echado para adelante, como tu padre y enseguida conectamos. Teníamos empuje y agallas. ¡Joder, que tiempos! Un día entramos a un bazar de un pakistaní y a tu padre se le antojó un reloj y yo con toda mi cara lo robé para él. Salimos corriendo y el tío detrás nuestra. Nos metimos al doblar una esquina por un boquete en la tela metálica en un edificio abandonado y despistamos al pakistaní. Pero nosotros, cagaditos de miedo tiramos escaleras arriba un par de pisos. Allí, cuando recuperamos el aliento, tu padre, que se llama como tú me pidió el reloj y yo por juguetón, joder, tenía sólo diez años le dije que era mío, que él no había tenido cojones porque era maricón. Intenté escapar, para seguir con el juego, pero me alcanzó. Hubo conato de lucha y acabé con la espalda en el suelo y tu padre a horcajadas sobre mis caderas y sus manos sobre mis brazos. Y así, inmovilizado vi un reflejo en su mirada y una especie de sonrisa rara en su cara. Me di cuenta como no apartaba sus pupilas de las mías y la sonrisa se hacía más franca, relajando el rictus de la boca, "Con que soy maricón, ¿No?" me dijo y vi como se inclinaba sobre mi cara y cuando estaba a dos dedos sobre ella, selló mis labios con los suyos. Soltó entonces la presa de mis brazos y me sujetó la cara con sus manos y sentí como la lengua me abría los labios, y me gustó. Si, me gustó y me asustó también. Aprovechando que él se había relajado me desembaracé de su llave y con agilidad salí corriendo. Él se quedó allí quieto, me paré, le tiré el reloj y le grité que era un maricón.
Estuve unas semanas evitandole, aunque no podía quitarme de la cabeza su beso. Y cada vez que lo evocaba me ponía duro como un palo. Un día en una de nuestras raterías en la que no participé aunque la seguía a distancia, la verdad es que me gustaba verle, le pilló el dueño de una tienda donde robó y yo al verlo me entró una rabia que me acerqué corriendo y le di una patada en la espinilla al tío y Sergio pudo escapar. Yo salí corriendo detrás de él y atravesando un solar con una caseta medio derruida, nos refugiamos. "¿Ya no soy maricón, o qué?" Me le quedé mirando a la cara y me dió pena y me eché a llorar refugiándome en su pecho, tu padre me abrazó y me cubrió la cabeza de besos, luego me besó la cara hasta que llegó a los labios y me entregué. Dejé que mi instinto volase y que el suyo me dirigiese.
- Entonces, ¿Mi padre es maricón?
- Espera que aún no llego al final. Aquel día en aquella caseta medio derruida, llena de mierda y escombros, hicimos un poco de sitio a patada limpia, nos desnudamos y tu padre me desvirgó el ojete. Me dolió pero me gustó que él disfrutará de lo que hacíamos. Cuando terminamos, me dijo que no sabía si era maricón "Me gustan las chicas, pero los críos de tu edad o así me vuelven loco, y no sé si eso es ser maricón" yo no creo que sea maricón le contesté, pero me ha gustado chuparte el rabo y haberte tenido dentro. Estuvimos como tres años teniendo relaciones hasta los trece míos en que me dijo que había preñado a su novia, de tí precisamente, y teníamos que dejarlo, además de que yo ya era mayor para su gusto.
- ¿Estuvisteis tres años liados?
- Bueno, si. Después cada uno tenía sus rollos. Nunca me dijo si tuvo otros críos con los que follaba. Yo sí estuve liado con más tíos, llegué a la conclusión que gozaba más con que me follasen a mi que follando yo a una chica.
- Y una vez que preñó a mi madre de mí, se olvidó de tí.
- Sexualmente si. Estaba muy pillado por tu madre y cuando naciste no tenía ojos más que para tí. Se cabreaba si llegaba de trabajar a casa y tú madre te había bañado, por ejemplo. Pasaba todo lo que podía contigo.
- ¿En que trabajaba?
- En la refinería de peón. Era muy salvaje trabajando. Hacía turnos dobles para que tuvieras de todo. Cada vez fue apartándose más y más hasta que prácticamente dejamos de vernos. Cuando yo tenía casi los veinte años y ya hacía mis pinitos en esta industria me llamó. Tú tenías siete años. Me dijo que quería que viese el cuerpo tan perfecto que tenías. Te hizo desnudar delante de mí. Te quedaste con un suspensorio mínimo, completamente desnudo. Fue una gozada contemplar a un crío tan pequeño marcando tan bien sus rutinas de diferentes grupos musculares. Tu vientre bajo era toda una sinfonía de armonía y plasticidad. Después de admirarte te vestiste y nos quedamos solos. "Le veo a mi niño y te veo a ti cuando te desvirgué, y le deseo, Román, le deseo"  y rompió a llorar. "No sé que voy a hacer Román, cada vez me resulta más difícil reprimirme. Cuando hay alguna exhibición y le tengo que dar el aceite en la piel, me vuelvo loco. La semana pasada dándole el aceite por la espalda, no sé si queriendo o sin querer le roce con la polla el culo y me dijo que qué era eso tan duro" volvió a romper a llorar y ya no hubo forma de consolarlo. 
- Pero ¿Llegó a hacerme algo o..., yo que se?
- Si lo hizo, a mi no me lo dijo. Eso sí, cada vez que tenías una competición de culturismo infantil me llamaba para que te aceitase yo y no tener él que tocarte. En los cuatro que transcurrieron entre aquella vez que me lloró desesperado por su inclinación y la llamada que me hizo anunciando que desaparecía, no sé a qué se dedicó o si se buscó algo..., no se...
- ¿Que te dijo en esa llamada? Si se puede saber.
- Me llamó casi sin poder hablar "Ya no lo aguanto más. Ayer vi a mi Sergio desnudo en el baño y estaba empalmado. Rompí el espejo del lavabo con la cabeza para poder resistirme y me herí. Tengo unos puntos. Y ya me voy"
- Ahora que lo dices, ¡Es verdad! mi padre rompió el espejo de un cabezazo y se le llenó la cara de sangre. ¡Lo había olvidado! Bueno, ¿y donde se fue?
- Me llamó a los tres meses. Estaba en Méjico, allí conocía a alguien que pasó un tiempo en su refinería. Al año me volvió a llamar, trabajaba en una plataforma en el Golfo de México. Seis meses en la plataforma y tres de asueto. Lo gana bien y no sé si tiene pareja, hombre o mujer. No se. Ahora, ya lo sabes. A tu padre le gustan los chavales desde que era un zagalón, y le siguieron gustando hasta que el sujeto de su lujuria fuiste tú. Por eso se fue.
- Román - Sergio miró al suelo y se encogió, como si quisiera esconderse - tengo algo que decirte, pero, no sé cómo hacerlo.
- Yo se cómo se puede hacer, para que no te resulte tan duro. Espera voy a pagar - fue al local y volvió en un momento - vamos. Subamos al estudio otra vez. Ahora está vacío.
Subieron al piso-estudio de grabación y después de asegurar la puerta le puso la mano a Sergio sobre el hombro y le condujo a su despacho.
- Desnúdate Sergio.
Sergio se quedó perplejo ante la solicitud de Román y ver que él empezaba a hacerlo.
- ¿Pretendes follar conmigo, estás loco?
- No, Sergio, no. Cuando se está desnudo frente a alguien desnudo se tiene menos tendencia a ocultar cosas. Desnudo, te va a ser más fácil contarme eso que tanto te avergüenza.
- ¿Cómo sabes que me avergüenza?
- Tengo más edad que tú, aunque no soy viejo, cuatro años menos que tu padre, treinta y tres y este negocio da mucha sabiduría en comportamiento. Venga, desnúdate y empecemos.
- ¿Sabes porqué he soportado la tragada de leche de Jeremy?
- No me asustes, Sergio. 
- Tenemos un vecino, Elías, un chaval muy simpático, de madre soltera. Desde que aprendió a caminar me seguía a todos lados. Yo le daba volteretas, le acunaba, le levantaba en vilo y me encantaba estar con él. Con seis años le cogí un día para jugar, le metí la mano desde detrás entre las piernas y me cupo en la mano su paquete. Mi empalme fue fulminante y solté al niño como si fuera un hierro al rojo. A raíz de aquello me despegué del niño, le huía como al diablo, pero me perseguía a todos lados y tenía suficiente estatura para llegar a mi bragueta y en cuanto podía se me abrazaba al muslo y me metía la cara en la entrepierna y como un resorte me empalmaba. Se dio cuenta de la dureza y lo provocaba y cuando estaba dura me la besaba a través del pantalón, a veces se demoraba y yo me corría. Me odiaba por ello, pero llegó un momento en que provocaba el encuentro para imaginar que me la sacaba y se la tragaba hasta hacerme correr. Estaba enganchado.
Esta mañana pude tragar porque cerré los ojos y vi a Elías sentado sobre mi boca metiéndole la lengua en el ano. No sé si te diste cuenta, pero al final acabé empalmado.
- Ya. Como ahora mismo, que vaya pedazo de rabo gastas, Sergio. Ese final tendré que poner un scroll de tu polla flácida.
- ¿Será hereditario lo de que me gusten pequeños?
- Ni idea, Sergio. Bueno, cambiando de tema. ¿Harías mañana otra tragadita?
- No tío, de verdad, no se...
Esta vez sería tragada y desvirgue de ojete, con lágrimas, cara crispada del dolor y los insultos pertinentes. Mil quinientos estaría bien.
- ¿Por mi culo? Ni hablar. 
- También decías que nada de tragar y al final, oreja y rabo, nunca mejor dicho - y Román se rió de su ocurrencia - ven a la sala de vídeo, te voy a enseñar algo -
Román se metió en la sala de control y conectó un disco, volvió donde Sergio, se sentó a su lado y le echó el brazo por los hombros - disfruta y luego me dices si estarías dispuesto a poner el culo.
En la pantalla apareció un granjero muy grande y coloradote con un peto vaquero sin camisa que dejaba ver un tórax peludo. En off una voz le llamaba "tío, tío" mientras se dirigía a la cuadra. Un traveling y se veía venir corriendo al encuentro del hombre un niño de, parecían unos diez años. Alcanzaba al hombre, se le abrazaba a la pierna y le apoyaba su cara sobre el paquete que crecía y crecía. El crío pugnaba por hacerse con el bulto hasta que el granjero se desenganchaba de su peto y el pantalón caía al suelo, momento en que el crío miraba a su tío con sonrisa de felicidad y se metía su pene en la boca. Al cabo del rato el hombre levantaba en peso al chico le arrancaba los pantalones y dejaba libre una polla más grande que la suya, ponía al sobrino cabeza abajo y se montaban un sesenta y nueve. Finalmente el hombre subía sobre unas cajas al chico, se daba la vuelta y ofrecía su culo a la sodomía. El chaval se follaba al hombre hasta correrse. Una vez preñado el hombre el chico lamía su semen que resbalaba por el ano del granjero.
Sergio estaba más que empalmado.
- ¿Cómo es posible que un chico tan pequeño haga eso? - no paraba, mientras preguntaba, de estimularse el capullo con el precum que destilaba.
- ¿Te gustaría estar en la situación del red neck? Se te ha puesto el rabo a reventar.
- ¡Joder, si! no me importaría. Esa cara de inocencia y esa mirada final al comerle el culo de vicio. Puff, no sé qué hacer, ahora mismo.
- Toma - le entregó un plug corto de tres centímetros - y ahí hay lubricante, vete entrenando, el "niño" calza ocho pulgadas y media y una y setenta y cinco de diámetro. Voy a ver si puedo contratarle, es caro, pero le gusta conocer gente nueva. Su agente es duro, pero la pasta abre cualquier puerta. ¡Ah! y tiene solo veintitrés años. Genética pura, no quieras saber la pinta que tenía con dieciocho, daba grima. Y es vicioso que te cagas.
- ¿Se le puede follar, para luego cumplir mi fantasía de que me cague en la boca un chaval?
- No se si estará en su rol profesional, todo es hablarlo. A ver qué dice su agente. Ahora vamos. Te llamaré.