domingo, 24 de mayo de 2020

LUISA - VI -


La primera media hora de viaje padre e hija los pasaron en silencio, un silencio violento y dificil de soportar sin perder los nervios.
- No me vas a dar ninguna explicación de tu comportamiento. Ni siquiera quienes eran los chicos, no se, como..., como establecisteis contacto, porqué en casa de tu abuela. Son muchas las interrogantes.
- ¿Eso es lo que te preocupa? Se ve que tu mamá no te ha contado que fue ella la que me puso en manos del pederasta mayor.
- ¿Que estas diciendo? insensata, que tu abuela...,
- La abuela, no se, pero anda despistadilla. Solo se le ocurrió echarme en las garras de ese depredador vestido de sotana.
En contra de lo que Luisa esperaba, una reacción explosiva, indignada, airada de su padre al enterarse que el cura se lo hacia con las feligresas, solo se escuchó en el coche más silencio gelatinoso.
- Papa, tu has escuchado lo que he dicho, que el baboso, el asqueroso gordo y barrigon del cura...
- Si, si lo he escuchado. No se ha reformado, sigue.
- ¿Cómo que sigue, lo sabías, y tu madre, no? Entonces..., - Luisa calló, con la mirada perdida en la carretera y el color de su cara en retirada - a ti también - dijo como para el cuello de su camisa - esa afición por el culo tuya entonces..., ¡PAPÁ!
Luis detuvo el coche en un apartadero de la carretera.
- Luisa, hija. La verdad, nunca habría imaginado que hubiese tenido que hablar contigo de esto. Es largo de contar, pero nadie nos espera. Un poco mas adelante hay una venta con una terracita, tomamos algo y hablamos.
- Claro papi - se agarró a su brazo y reposo su cabeza - ahora te quiero más. Puedes o no explicarme lo que quieras, pero te quiero mucho.
Luis arrancó su coche y recorrieron en silencio los pocos kilometros que les separaban de la venta. Las lágrimas desbordaban mansamente sus ojos. Su hija a cada poco se las enjugaba.

- Estaba yo en el ultimo curso de preparación para la comunión, tenía yo, pues, ocho años, cuando apareció por la parroquia un seminarista, teologo decía, para hacer como practicas dando a los preparandos clases o charlas y convivencias. Este seminarista se llamaba Felipe, Feli, nos dijo que le llamaramos. Era delgado, mas bien alto y muy simpatico.
- ¿Ese simpatico...? - dijo Luisa.
- Si, hija, ese.
- Bueno, pues nos tenía a todos los chavales hipnotizados. Era dinamico, chistoso y hacia que las clases fueran muy cortas. A mi siempre me sacaba porque decía que me lo sabía muy bien todo y siempre después de responder a lo que me preguntaba, me daba un abrazo muy apretujado y un beso. No nos sorprendia a ninguno, lo hacia con todos, y con toda naturalidad, hasta que yo supe que era eso duro que yo sentía en mi cuerpo cuando me estrechaba. Yo era muy simplón, hasta que un compañero de catequesis dijo en voz baja, después del abrazo:  "mariconazo". Le pregunté que porqué decia eso y me dijo que si no me habia dado cuenta del palo que tenía bajo la sotana y nos apretaba al dar el abrazo. ¿Un palo? y me contestó: "la polla tiesa, gilipollas". En cuanto lo supe y sin saber porqué cuando se avecinaba el abrazo a mi también se me ponía dura y él se dio cuenta. Le faltó tiempo para decirme al oído mientras me estrechaba mas fuerte aún que si le gustaba lo dura que la tenía.
Le dije a tu abuela que yo no quería volver a catequesis y lo que me gané fue un castigo. No tenía duda que la razón de que Feli me pusiese el rabo era que algo hacía yo que provocaba para que él se comportase así. Y llego el verano y la parroquia organizó un campamento con los que acababan la catequesis ese año y los que hicieron la primera comunión el año anterior. Yo tenía miedo de ir y al tiempo me ponía nervioso solo por ir y mas ligeros de ropa ver como se desarrollaban los acontecimientos.
El hoy Don Felipe se acercó por mi casa para asegurarse de que yo iría. Mi madre, tu abuela, se sintió honradisima de que aquel seminarista se acordase de nuestra casa para visitarnos, y podía haberle yo enseñado imagenes, que el credito siempre iba a ser a favor del hoy cura.
- ¿Y tu,que sentías, papa?
- No te voy a engañar. No es momento de hacer postureo. Me hacia ilusión y me daba miedo, sin saber porqué ver en vivo el aparato aquel que tantas veces habia sentido tan duro contra mi cuerpo. Y sobre todo hoy todavia no se porqué me veía y me excitaba imaginar que me metía su pene en la boca.
Y llegó el gran día. Hacia calor cuando llegamos al campamento en un claro del pinar. Las tiendas de campaña eran de cuatro y todas estaban organizadas entorno a un crucero, a cuyo pie habia una especie de hogar, donde por las noches se organizaba el fuego de campamento en el que cantariamos canciones propias del objeto para el que estaba pensado el campamento.
- Entonces, papá tu fuiste al campamento con la ilusión de que ese tío te follara, ¿te folló?
Luis se quedó sin palabras, fue tan directa que no había forma de endulzar el relato en el que él era una victima al que no quedó otro remedio que entregarse.
- Bueno hija, las cosas no son así de radicales...
- Papá, si entró la polla donde fuera que entrase follasteis y si no, no; así de sencillo, directo, como yo te conté lo mio con esos dos redneck.
- No quiero escandalizarte, Luisa , pero ahí va - de pronto Luis sintió que estaba bien de hacer como que no, interpretar un papel robado para no tener que tener dialogos  dificiles por el vis tragicomico que nunca le había gustado interpretar en el teatro de la vida como el que iba a tener con su hija.
Después de instalarnos, y darnos algo de cenar nos mandaron a las tiendas a dormir. Yo y te voy a ser muy sincero, hija, esperé nerviosisimo a que Felipe se llegase a mi tienda a reclamarme para una charla, una oración, una excusa para poderme acostar desnudo con el en su tienda. Y no vino. A medianoche sin poder conciliar el sueño y empalmado como un burro me levanté despacio y me fui a su tienda. Al llegar lo que vi me dejo helado. Estaba Felipe haciendole una felación
- Papá no seas cursi, es una mamada o un blow-job, pero eso de la felación, por favor.
- Bueno, Felipe le estaba haciendo un mamazo al profe de educación fisica. Debí hacer ruido y repararon en mi. Felipe me llamó en voz baja y me preguntó si me gustaba lo que veía, no le contesté solo me saqué la polla y enseñé mis cartas. Me reclamaron los dos y sentí aquella noche con aquellos dos tios mayores, lo que ya no he vuelto a sentir. Y aquella noche me aficioné a la puerta de atrás. Creo que me corrí tres veces. El profe de gimnasia tenia un buen tranco y me perforó el culo con tanta habilidad y maestría que ya no quise otra cosa. Mientras me hacia sentir que la felicidad se puede alcanzar Felipe me daba de mamar y estaba tan entusiasmado que cuando se corrió fue en la boca y entonces el que me preñaba me ordenó: !tragatelo¡ me sentí nuevo, dueño de alguien, perteneciente a alguien que me quería o eso creia yo. Y me lo tragué y de la emoción me corrí.
Salí de aquel campamento con mi ano perfectamente preparado para lo que pudiera sucederme. Sinceramente, crei ser gay, tan convencido estaba que una noche, pasados quince dias de regresar de la acampada, se lo solté a mis padres. Mi madre, tu abuela, se angustió muchisimo, pero mi padre me dijo, con su flema habitual que estaba en la etapa de desarrollo psico-sexual indiferenciada y que cuando saliese con una chica y no empalmase, asumiría mi homosexualidad. Tu abuela mientras tanto lloraba a moco tendido doliendose de no poder tener un nieto nunca.
- ¿Y ahí se acabó todo? en ese campamento en lo que se refiere a relaciones con otros tíos.
- Bueno, con cierta tranquilidad por haber anunciado a mis padres mis inclinaciones presté menos atención a mi entrepierna y me dedicaba a estudiar. El seminarista Felipe regreso a su seminario para terminar sus estudios y poder ordenarse y yo me dediqué a echar barriga de tanto sedentarismo. Mi padre vino un día y me dijo que con ese tipo de empollón odioso no iba nunca a encontrar pareja (mi padre por lo visto, había amortizado mi declaración) así que me matriculó en un gimnasio donde diariamente acudiría a practicar los ejercicios que el monitor indicase. Escuché cómo le decía cuando yo supuestamente no escuchaba "esa barriga en un adolecente, me da asco, haga lo que tenga que hacer para quitársela"
De manera que todos los dias a las seis de la tarde hiciese como hiciese, allá que iba Luisito al gimnasio. Los primeros dias muy cortado hasta que comprendí que cada uno iba a lo que iba y me relajé. Pasadas unas semanas y antes de irme para casa, el monitor, un vigorexico de revista, me preguntó si no me duchaba, le respondí que al llegar a casa. Lo cierto es que las duchas sin medianerias, corridas, me daba mucha verguenza usarlas.
- Te daría miedo que a la vista de otros tios te empalmases - dijo cargada de razón Luisa - que seguro que ya pasabas los entrenamientos tieso como un girasol.
- Pues si, hija, si. Sabía que me iba a delatar. Por eso cuando el Jimmy me cogió del hombro y me dijo "a la ducha" por poco no me desmayo, empalmado y todo. Llegamos al pabellón de duchas y habia otros dos duchandose y comprobé con horror que estaban empalmados. Jimmy tardo poco en quedarse como su madre lo parió y yo con una vergüenza horrible y deseando que la tierra se abriese lo hice también. En contra de lo que pensaba, el pene se me sumergió en la pared de grasa que por estar gordo tenía en el empeine. Jimmy haciendo gala de un rabo de tamaño apreciable aunque colgante, sin excitar, soltó una carcajada y sin ningún recato me echó mano al tiempo que preguntaba si tenia polla o clitoris. Y fue como el que aprieta un gatillo. Me puso la mano en mis partes y mi pene muy tieso se acomodó en la mano del monitor. Lejos de cortarse o agobiarse, Jimmy apreció su dureza, tamaño y hasta retrajo el pellejo para ver si descapullaba. Luego dirigió la mano al culo y si ya me tenía medio desarmado, al palpar el ano y comprobar lo que representaba me entregó por completo. No se lo pensó ni reparó en los otros dos que se duchaban, con no demasiada delicadeza me dio la vuelta, me levantó en peso y me dejo caer sobre su verga, que sin dificultad se abrió paso entre mis entrañas. Me abracé a él y comencé a moverme como ya habia aprendido del seminarista hasta que se corrió. Me volvio a dejar en el suelo y secamente me dijo que terminase de ducharme. Los otros dos le dijeron a Jimmy: "algún día nos lo prestarás, cabronazo, un crio, con buen culo, pero un crio" Jimmy les contestó que tabú, que yo era suyo y solo para él.
Y ya que estamos en plan sincero del todo, y espero que no te escandalice, pensé que si Jimmy creía que era propiedad suya estaba loco.
- ¡Ese es mi padre! Ahora si te quiero de verdad. Yo habria hecho lo mismo.
- Asi que me hice un horario de cuando el coñazo de Jimmy no estaba y acabó por pasar por mi piedra todo el gimnasio. Y así precisamente fue como conocí a tu madre.
Pero, venga, vamos a acabar con esto y al coche que aún queda una tiradita.

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