jueves, 28 de mayo de 2020

EDUVIGIS


Don José era un crapula hijo de un terrateniente con cigarral de larga data, perteneciente a una adinerada familia premiada por Fernando VII con el marquesado de las tres Moras en premio a sus servicios para socavar el poder de los liberales. El pater familias obtuvo además una regalia consistente en la concesión del título de veterinario para su hijo Pepe que entre lupanar y lupanar acudía mas bien menos que  mas a la Escuela de Veterinaria de Madrid. A mayor abundamiento el estudiante de veterinaria tenía como tio carnal al general Árdela, frecuentador junto a muchos más, como era sabido, del dormitorio de la monarca. El niño, José Árdela por tanto tenía ciertas prebendas, entre ellas y no mas menudas estaba el ser nombrado, por "sus muchos meritos" como veterinario de una importante Plaza de Toros cerca de un renombrado Prado.
A José Árdela le llegó el momento de sentar cabeza. Doña Maria del Prado Ocaña Dos Barrios, era una señorita temerosa de dios, que no se perdia ni novena ni triduo que se celebrase en la basilica de su pueblo y cuando su padre, juez de cabeza de partido le anunció su boda con Joselito, el veterinario hijo de Don Victorio el famoso ganadero, a la virtuosa doncella le dio un vuelco el corazón, pero acató sin rechistar la voluntad del juez.
Las correrias, incluso las de Madrid, eran comidilla diaria en cualquier mentidero de aquel poblachón reseco a pesar de tener una rica vega. En el casino, por supuesto, las hazañas en casas de tolerancia y en las clandestinas, mas rastreras y dispuestas a practicas bizarras, eran comentadas por los hombres con semblante serio y corazon alegre, y entre las muchachas en edad de merecer con vahidos de escandalo y sombrío secreto deseo de ser señalada por el sinvergonzón. Por eso cuando se supo en las tertulias que a Pradito le habia caído la plaga de Egipto con su faraón y todo, se deshicieron en condolencias y secreta envidia por parte de sus casaderas amigas. Se rumoreaba que el niño gastaba talla de Fernando VII y eso era motivo de escandalo entre madres y pobres hijas que debían ser vírgenes, costase lo que costase.
La boda, como correspondía a tan señalado enlace fue oficiado por el Cardenal Primado de Toledo en la Basilica del pueblo. Se celebró como correspondía en el Casino de la localidad.
Don Victorio regaló a la pareja una finca cerca de la Plaza de Toros con cien aranzadas de terreno. Pradito sobre llevó sus cuernos con mucha dignidad hasta que tras el quinto parto, que supuso el quinto varón, la costurera de la casa le dio un aire y hubo que buscar otra. A Doña Prado en el Casino, su amiga Basilisa le recomendo la hija de su costurera, una joven de veinte años que tenía manos de angel, Isabelita.
Fue ver el señor veterinario a Isabelita, una lozana y saludable joven y pensar para si: "buena potranca para mi reata" y dicho y hecho. Isabelita quedó preñada casi sin enterarse y el mismo Don Jose Árdela fue quien asistió al parto. Una preciosa niña a la que puso por nombre Eduvigis.
Don José reunió a toda su familia, Doña Prado incluida, y sentenció: "esta es Eduvigis y a partir de ahora, en esta casa, es una más".
Se construyó en la finca una casa fuera de la vista de la casa grande para Isabel y a Eduvigis, se le puso un ama de cria para que se criase en la casa grande como lo que era, hija del Padre con todos sus pronunciamientos.
Cuando Eduvigis empezó a desprender, estrechar cintura y ensanchar caderas, Roldan, primogenito de la casa, hermanastro y tan suelto de carne, como de escrupulo no pudo evitar echar un tiento a la joya de la casa, como la llamaba su padre Don José. La abordó en el patio de la casa, en medio de una canicula y proximo su decimocuarto cumpleaños, mientras bordaba ella su ajuar, como correspondía a una señorita de su posición social, todo encajes de Valenciennes y Flandes. Roldan a sus veinticinco años, proximo a casarse y rijoso como un toro en celo, se le acercó zalamero por la espalda susurrandole al oido lo guapisima que se habia puesto y lo mucho que la quería al tiempo que le hacia sentir sobre su espalda la calidad de su erección. Sería la hora de la tarde, el sofocante calor o el estridente canto de las cigarras lo que hizo reaccionar positivamente a la niña que sin abandonar su postura de sentada se giró hasta dar con la elastica dureza en su cara. Roldan perdió la cabeza, dejó en libertad al preso que se refugió donde pudo, en la boca de la niña que lo acogió con extrema delicadeza acariciandole con la seda de su lengua hasta que sin poderse contener derramó el intruso todo su agradecimiento. Fueron unos segundos durante los cuales Roldan y Eduvigis visitaron el paraiso. Finalmente abandonado ese cielo, Roldan se recompuso, Eduvigis se recogió con su pañuelito de batista los restos de la visita que le quedaban en la boca y continuó con sus puntadas y su bastidor. Roldan depositó un casto beso en la frente de su medio hermana y ésta le reconvino suavemente por no visitarla mas veces en circunstancias parecidas. En cuanto Roldan desapareció Eduvigis dejo el bordado y fue ligera a su habitación donde poder cambiarse la ropa interior empapada hasta el refajo.
Desde que la niña pasó a ser la protagonista de aquella casa Doña Prado cerró su talamo a Don José,  y en los que Eduvigis era una autentica reina, espina permanente de humillación para la madre de los cinco hermanastros que vivian bajo el mismo techo.
Roldan, menudeó las visitas a su hermanita saldadas siempre con una rapida escaramuza, pero ya no se conformaba con eso solo. Estaba inquieto y a veces verborreico y otras veces ensimismado, tanto que su hermano el segundo, Gaspar le asaltó una noche en el casino con mas de un brandy en el cuerpo y Roldan lo vomitó todo.
La conclusión de Gaspar fue rápida: "Nos follamos a esa intrusa los dos a la vez y te dejo que elijas el agujero" Roldan lo meditó un momento entre vapores de alcohol y soltó: "Me pido el culo, quiero oirla gritar de dolor cuando me folle a la bastarda esa"
A la mañana siguiente entre los dos urdieron un plan para llevarse a su hermanastra a un lugar excusado donde poder llevar a cabo sus planes.
Se acercaba el tiempo en que  la hija de Don José iba a ser presentada en sociedad, como siempre en el Casino. Eran muchos los preparativos y entre ellos estaba ir a la capital a encargar vestidos, medias, enaguas y corselillos. Muchos de estos hechos a medida y tardandose un dia de tartana en llegar, se solía rentar unas habitaciones si es que no se poseía casa en la capital. Gaspar y Roldan se ofrecieron a acompañar a su madre y a la niña para todos estos preparativos. Isabel, su madre, como siempre tendría trabajo y no estaría bien visto que acompañase a la señora y los señoritos.
Se hizo la previsión de estar una semana en la capital,  alojandose en una casa de la plaza de la catedral propiedad del tio abuelo, el general.
No se sabe si a propósito o fue casualidad pero la mañana que estaba ya todo preparado para salir, Doña Prado se sintió indispuesta con una jaqueca maligna acompañada de mucho vomito. Sus hijos mayores quitaron cuidado a su madre y se ofrecieron a acompañar ellos solos a la niña. El ama de llaves de la casa del general podría auxiliar en aquellos menesteres en los que una mujer acompañando sería imprescindible.
Antes de arrancar Isabel dando un beso a su hija le dijo al oído:  " hija, ten cuidado con estos dos charranes, son capaces de todo, pero si ves que lo tienes todo perdido, déjalos, por lo menos que no te desfiguren"
Isabel no sabia que su hija ya habia saboreado a Roldan en su boca y que intimamente deseaba que fuese su cuerpo entero el que se deleitase, lo que en realidad le daba vergüenza pero la excitaba. Además sabía que estaba en pecado, las felaciones se las reservaba y nunca las había confesado al cura.
Después de un tedioso viaje llegaron al fin a la casa del general. A recoger el tronco de arrastre acudió un mozo de cuadra de no mas de treinta años, de nombre Antonio que saludó a Gaspar con una inclinación de cabeza y un " señorito..., y la compaña" Roldan, extrañado preguntó a su hermano de que conocía él al mozo. Gaspar le contestó que ya le contaría.
El ama de llaves y una doncella ayudaron a instalarse a los invitados indicandoles que se adecentasen del viaje porque la cena no tardaría en estar en la mesa. Eduvigis quedó con la doncella en su alcoba ayudandola a quitarse la ropa polvorienta del viaje y a vestirse de limpio para bajar a cenar. Roldan y Gaspar ocuparon una habitación con dos camas, donde se aprestaron a prepararse.
- Venga, Gaspar, ¿de que conoces a ese palafrenero? - le espetó exigiendo pronta respuesta.
- No se si tu te acordarás, porque estabas en Madrid, estudiando dijeron. Eso seria hace cinco años, yo tenía dieciocho. Padre me mandó con el general para que probase el estilo de vida militar y estuve unos meses aquí. De buena mañana, solía salir a montar, asi que Antonio me tenia ensillada la yegua para cuando bajaba a las ocho a las cuadras. Un día, habia dormido mal y a las siete ya estaba vestido y entrando en busca de mi montura. No debió escucharme muy ocupado en sus tejemanejes, hablando en voz baja algo que no entendía. Me fui acercando y vi al tal Antonio, sin calzas y con el juboncillo levantado, tieso como un rucho restregandose contra el anca de un potro al tiempo que le acariciaba sus partes. El potro estaba nervioso con su verga golpeandole la barriga, aventando yegua y el mozo le acariciaba con sus manos el enorme vergón. Entonces me quedé sorprendido al ver que se inclinaba bajo la bestia y le lamía el capullo haciendo intento de meterselo en la boca. Ante tal espectaculo yo me excité sin saber porque viendo la estampa de bestialismo, sali de mi escondrijo y le dije que la mamada podía hacermela a mi en lugar del caballo, le cabría mejor en la boca. Al verse sorprendido, desnudo como estaba, se vino hacia mi, se puso de hinojos y me rogó que no lo delatase, que estaría a mi disposición para lo que se me antojase. Y se me antojó azotarle aquel culo fuerte y redondo, blanco como la leche, para pintarle rayones rojos con mi fusta. Y asi lo hice, le azoté, pero a medida que le aplicaba el castigo, mas deseaba hacerle mujer por detrás. Y asi lo hice. Le forniqué por el culo, de lo cual quedo muy satisfecho y cual no sería mi sorpresa cuando me dijo que la azotaina, también le hizo gozar.
Todo el tiempo que me quedé aqui, lo follaba, a veces mañana y tarde, y una noche le levanté de su jergón haciendole pasar la noche conmigo, como mi puta. Lo estuve follando por la boca y por el culo hasta agotarme.
- Entonces, hermano, ¿eres una maritornes?
- Ni por asomo, Roldan - dicho sin mucho convencimiento - me gustan las  mujeres tanto como a nuestro padre..., o a ti, supongo, pero...
- Si hay un pero, no es toro bueno, dice padre. Pero, qué.
- Roldan, ninguna mujer, por muy profesional que sea hace mamadas como este chico. Sueño con que me la chupe. Y el culo, hermano, que estrechez, como se mueve el chico, que placer. Y tengo que confesartelo, Roldan.
- El qué, no quiero ni imaginarmelo. ¿le has besado en los labios?
- Peor. Bueno eso, también. Besa como nadie, tiene una lengua endemoniada. Cuando pasamos toda la noche juntos, nos la chupamos mutuamente.
- ¿Queee? Se la has chupado a un tío, y para colmo, un criado. ¿Como quieres que pase por alto ese detalle? - se produjo un silencio en la habitación. Roldan se habia cubierto la cara con las manos sin atreverse a mirar a su hermano, hasta que Gaspar se acercó hasta Roldan y le dio un abrazo.
- No soportaría que no me mirarás - Gaspar comenzó a llorar - eres mi hermano y te quiero, sienta lo que sienta y sea lo que sea.
- Yo también te quiero, hermano - Roldan se descubrió la cara y abrazó con fuerza a su hermano mientras le besaba y saboreaba la salobridad de las lagrimas de su hermano. Y tomó de pronto conciencia de que la entrepierna de su hermano se endurecía y de forma automatica quiso con su mano comprobar lo que se resistía a creer.
- Te quiero mucho, Roldan, siempre he querido ser como tú - sintió entonces, la mano de Roldan en su bragueta. Se emocionó y deslizó su cara hasta encontrarle los labios. Durante unos segundos se besaron hasta que Roldan de un empujón rechazó a Gaspar.
La cara de Gaspar reflejó terror panico y la palidez le dio el color de la muerte - perdona, he sentido tu mano en mi sexo y he creido..., me he equivocado - cayó de rodillas llorando dejando reposar su frente en el suelo.
Roldan, asustado de la violencia de su reacción, se acercó hasta su hermano postrado y se arrodilló ante él dejandose caer encima pidiendo perdón tambien. Como Gaspar no tenía consuelo le levantó se le abrazó y cogiendole una mano la llevó a su entrepierna para que su hermano comprobase que él también se habia excitado con la situación.
- He sido muy hipocrita, Gaspar, perdoname. Me he hecho de nuevas, pero yo también con catorce años tuve mis devaneos con amigos. Se lo que es besar a un tio, y chuparsela, y peor aún, yo si se que es que me metan una verga. Tu por lo menos la has metido. A mi me la han metido. A los diez años, un oficial de la plaza me llevo al batan y alli, viendo los toros para la feria, me la clavó bien clavada. Me dolió, Gaspar, me dolió pero me metio el miasma del mal. Estuve dolorido una semana, pero era un dolor estimulante. No me lo puedo explicar. A la siguiente, fui yo quien le busqué. Y asi he estado mucho tiempo. El maritornes, soy yo.
En ese momento tocaron a la puerta.
- Señoritos, la cena está servida
- Enseguida bajamos. Gracias.

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