sábado, 16 de mayo de 2020

LUISA - IV -


Luisa casi no comió ese día. Estaba inquieta y se notaba el ano palpitante. No hacía mas que rebullirse en la silla para hacer resbalar los gruesos y evertidos labios de un ano muchas veces traumaticamente penetrado. Esperaba que el cura tuviese la picha larga y gorda.
- Hija, no estés nerviosa, Don Felipe es muy bueno y te dará buenos consejos, ya verás.
- Si, abuela, pero no tengo mucha hambre.
Tocó el timbre de la casa parroquial y sintió que los muslos se le mojaban. Se tocó el sexo y extendió la lubricacion hasta el ano donde con facilidad se metio dos dedos. El no llevar ropa interior facilitaba la tarea.
Abrió la puerta una sombra voluminosa y ensotanada.
- Ah, eres tu. ¿Luisa era?
- Si, Luisa.
- Entra - se apartó - para franquearle el paso y tal como pasaba cerró la puerta y echó su brazo por el hombro de la niña. La niña apoyó su cabeza sobre el costado del sacerdote y él la ciñó contra él.
- ¿No vamos a su casa?
- No, bonita, vamos a la contaduría; en la sacristía, estaremos mejor. ¿De manera que te han sodomizado? Ese orificio es muy pequeño para que quepa algo tan grande de un hombre - y tal como lo decía metía la mano por debajo de la falda buscando el pliegue entre los cachetes del culo - por aquí, ¿verdad, pequeña?
- Si, si por ahí, pero más dentro.
El sacerdote hizo resbalar su mano por entre las piernas de Luisa avanzando hacia su vulva para lo que la niña separó las piernas facilitando la labor.
- Por ahí no era. Por ahí nunca me han metido nada, es por detrás - y llevó su mano a la del cura para acercarsela al ano, cuando lo alcanzó empezó a hacer movimientos lubricos.
- Por ahí me lo metían, metame un dedo o dos, verá que bien entran - al tiempo llevaba su mano a la entrepierna del hombre buscando algo duro.
Don Felipe se desabrochó parte de la sotana y dejo ver su cuerpo desnudo. Tampoco llevaba ropa interior.
- ¿Y por la boca - le temblaba la voz  de excitación - por la boca nunca te la has metido? Solo por el culo
- Prefiero el culo. Por la boca, alguna vez, pero me gusta más por el culo.
- Para que estemos en paz. Yo primero te como el culo y el coñito a ti y luego me chupas un poco a mi.
- ¿Y porque no me la clavas ya?
- Porque tengo mucha barriga - dijo visiblemente irritado - y no la tengo tan larga.
- Si te tumbas en el suelo y me siento encima, si me la puedes clavar a placer.
El cura se tumbó con su barriga oronda blanca como la leche que se desparramó a ambos lados dejando que su pene de tamaño normal pero ocultado por su vientre pendulo  fuese operativo. Luisa se sentó con morosa complacencia sobre el escaso pene, pero suficiente, mirando hacia la cara del gordo. La saliva le rebosaba por una de las comisuras al sacerdote que con los ojos entrecerrados mascullaba  que ya se encontraba en el paraiso. La chica con la sabiduria adquirida de años sodomiticos, empezó a moverse haciendo fulcro con la verga del cura, que no acostumbrado a esas exquisiteces no tardó en tener un orgasmo de los que vuelven loco. En cuanto la respiracion del cura se sosegó un poco, Luisa se salio del pene ya flaccido y medio reptando se acercó hasta la cara de Don Felipe, colocandole su ano sobre la boca.
- Ahora, espero santidad, que no le importe comulgar de mi mano, es un decir, de mi culo. Seguro que le vuelve loco.
Cuando el cura empezo a saborear su propio semen intentó zafarse de la chica, empezó a toser y en un esfuerzo supremo consiguió echar a un lado el peso que tenía encima.
- ¿Estás loca? - le reprochó enfurecido
- Muy tranquila le respondió mientras se recolocaba su ropa - Si no vas a saber salir de un laberinto, no te metas en él. Te creías que yo iba a ser otra victima más para ti. Mira, cabrón, el primer consolador me lo meti por el coño con cinco o seis años y como sangraba opté por el culo. ¿Quien tiene cogido por los huevos a quien? Imbecil. No se te vuelva a ocurrir ponerme mas tu asquerosa polla encima.
Tras la charla, se agachó y terminó de defecar el polvo del cura en la sacristía, manchando de heces y semen el suelo.
- Ahora toca limpieza, genio. Y quizá algo de penitencia, no sea que tu dios se mosquee más que yo.
Con una sonrisa sardonica y muy ufana de la lección Luisa se encaminó a casa de su abuela.

- ¿Que tal te ha ido, hija? Verdad que Don Felipe es un encanto, tan dulce, tan comprensivo, tan puro.
- Es verdad, abuela, sobre todo puro y un santo. Me ha dicho que medite entrar en religión que con los pecados que tengo no necesito confesarme hasta dentro de un año al menos.
- ¿Eso te ha dicho? Si yo sabía que mi niña es muy buena. No sabes la alegria que me das, hija.
Y en eso llamaron a la puerta.
- Es la puerta de la cocina - le dijo su abuela - debe ser el chico que trae el pedido, anda ve tu a abrirle y me dices cuanto le debo.
Luisa escuchó la palabra chico (se imaginó un extraño salido y se mojó de inmediato)
- ¿Muy chico, abuela?
- No, hija, le llamamos el chico, pero será Manolo, que ya tendrá sus buenos treinta.
Luisa comenzó a salivar y a temblar dirigiendose a la cocina.
- Hola, ¿Eres Manolo, me han dicho?
- Si, el mismo. ¿Has entrado a servir a Doña Eduvigis? - sin parar de dedicarle ojeadas golosas de arriba a abajo.
- ¿Te daría más morbo que fuese la chacha en lugar de su nieta? - y todo dicho de forma muy mimosa sin dejar de mirar la braqueta de Manolo que se modificó de forma como por conjuro.
- Hija, ¿es Manolo? - se escuchó la voz de la abuela, desde lejos - ¿hace falta que vaya yo?
- No, no, abuela, no hace falta - levantó la voz Luisa - quedate tú ahí tranquilita, que nosotros nos apañamos.
Mientras le contestaba a la abuela, Luisa ya tenía en sus manos la verga de Manolo que no sabia que hacer. Luisa le empujó hacia una silla y se empernacó sobre él. Como si su ano tuviera succión la verga de Manolo ya estaba dentro y Luisa parecía una walkiria cabalgando. La habilidad de Luisa unida a la juventud y falta de sexo de Manolo hizo que se vaciase inmediatamente, entre espasmos. Pero eso no había terminado, Manolo quería más. Intentó sacarla del culo para meterla por delante. Luisa de un salto descabalgó.
- Por delante, ni de coña, Manolito. Mi coño es el culo y si quieres un coño, el de tu madre. Cuando me quieras follar el culo, a tu disposición, cariño.
Manolo, se levantó muy cortado guardando se su verga dispuesto a irse. Y en eso entró Doña Exuvigis.
- Bueno, qué, Manolo, ¿ya conoces a mi nietecita? Y la nota, para pagarte.
- Déjelo señora, otro día ya vengo yo. Ya, ya..., - estaba muy nervioso y no acertaba a marcharse cuanto antes. Se sentía su capullo húmedo aún dentro del pantalón y le daba la impresión de que todos se daban cuenta. Eso, otro día vengo con la nota, me la he dejado en la tienda.
- ¡Ay! Cabecita loca, en que novieta estarás pensando tú.
Manolo se fue todo lo deprisa que pudo. No se atrevía a mirar atrás. En la calle Paco le estaba esperando.
- Tio, que has tardado. Que nos estan esperando las chicas. Lo has olvidado, es sabado y estamos libres, pero te empeñas en trabajar hasta cuando no trabajas.
Paco era algo mayor que Manolo, delgado, fornido de cargar sacos de pienso y siempre de buen humor. Era feo pero resultón, su amplia sonrisa enamoraba a las mujeres y producía un extraño atractivo en los hombres. Reunión en la que estuviese Paco era el centro.
- Paco, tío, no te lo vas a creer, aún me tiemblan las piernas. Yo a esa casa no vuelvo, con la suerte que tengo acabo en el cajón.
- ¿Pero, que te ha pasado, Manolo? frena, que te va a dar algo.
Manolo contó a grandes rasgos lo sucedido a Paco, atropelladamente.
- Joder, Manolo, esa es una fantasia hecha realidad, como si te toca la lotería. ¿Que edad dices que tenía?
- No se si llegaría a los catorce, Paco, es menor, ¡me van a meter en la carcel!
- Pero, ¿tu la has forzado?
- ¡¡Queee!! Fue ella la que me asaltó. Usó mi polla como consolador, me violó y si no llega su abuela, me saca los higados por el nabo. Paco, ¡que manera de moverse!
- No la habrás dejado embarazada
- ¿Preñarla ahora se preña por el culo?. Yo creía que por el culo se preña a los maricones.
- ¿Que te las has follado por el culo?
- Fue ella la que se la metió por el culo y me corrí en segundos. Estaba tan fuera de mi que quise seguir pero por su sitio y pegó un salto la tía como una liebre. Solo quiere que la follen el culo.
- ¿Cuando tienes que volver a llevar el pedido? Yo se lo llevaré, Manolo, yo se lo llevaré - le palmoteó la espalda a Manolo dando saltos de alegria.

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