martes, 7 de abril de 2020

ALEX


- Pasaste como de puntillas por el episodio de tu tio abuelo, y eso Alex es muy morboso. ¿que edad tenía?
- Uf, hace siglos de eso - se quedó entrecerrando los ojos, con la vista perdida en el vacío. ¿decía toda la verdad o se ajustaba al relato oficial que les contó a Sergio y a él? - el caso es que, ¡joder! Raúl, esto es muy embarazoso.
- Entre tu y yo Alex, nada puede ser embarazoso. Me la has metido por el culo, me has chupado el nabo y hemos cometido toda clase de cosas que socialmente son reprobables. ¿Que te podría avergonzar?
- Que te mentí Raúl, de verdad, bueno, disfracé, tuneé la realidad
- ¿Pedimos pizza o no es muy largo?
- Bueno, tío, lo siento, lo siento. En realidad no fuiste mi primer culo - se ruborizó.
- Jooooder, Alex, esto se pone bueno. Pido pizza. Y tranquilo, me encanta saber estos chismes. No empieces, voy por unas cervezas.
Mientras Raúl traía las cervezas Alex, voló con la imaginación a aquella tarde en la casa del tío Leo. Tio Leo era el hermano pequeño de mi abuelo paterno, para mi en aquel momento, para tener siete años un carroza, aunque luego calculando debía tener entre cuarenta y cinco y cincuenta años. Siempre me llamaba la atención, soltero, con dinero - tuvo suerte en bolsa - pasaba por guapetón y siempre rodeado de  chicas guapisimas. Un triunfador, vamos. Yo le admiraba, me encantaba el roadster descapotable que conducía y me encantaba la forma que tenía de darme un beso muy cerca de la comisura de los labios, junto al pellizquito suave que me daba en el culito. Aquel verano, tío Leo se acababa de comprar un chalet en primera linea de playa y nos invitó a pasar unos dias.
Rememorando como el tío Leo, tumbados los dos en la cama puso su mano sobre mi muslo y deslizaba su dedo meñique por la pernera del bañador que llevaba puesto me empalmé y perdida la noción de donde me encontraba empecé a acariciarme. En ese momento llegó Raúl.
- Vaya, vaya. ¿Que quieres, que lo hagamos otra vez?
- Hostias Raúl, no iba por ahí. Estaba ordenando recuerdos, hace muchos años, bueno, no tanto, en realidad. Ya llegaremos a eso.
- Venga, toma la birra y empieza, la pizza llegará en quince minutos.
- El tío Leo les dijo a mis padres que se había acostado tarde y que no tenia ganas de ir a bañarse, que se iba a echar una siesta. Yo, no se porqué lo hice, el tío Leo me fascinaba y me gustaba estar a su lado, sentir su calor y se me vino a la boca decir que me dolía la barriga.
El tío Leo se crío en Cuba con mi bisabuelo que enviudó y se casó con una criolla y le tuvo a él. Toda su infancia y adolescencia la pasó en la isla caribeña. Tenía un acento meloso con esa permanente sonrisa y la frescura que da el tener dinero, tanto el que heredó de mi bisabuelo como el que él gano en la bolsa de Nueva York. Mi padre decía que de aquel paso y crianza en la isla así como el dinero que todo lo consigue  le quedó una relajación de costumbres que no era muy bien vista en nuestra sociedad. Yo, la verdad, no entendí lo que significaba aquello, hasta esa tarde.
Tío Leo me cogió por la espalda cruzó sus brazos por delante de mi pecho atrayendome hacia su cuerpo al tiempo que decía "Este muchachote se queda con su tío" inclinandose hacia mi y dandome un beso en la mejilla que yo, de verdad, intenté moviendo la cabeza a un lado que el beso fuese en los labios. Ese olor a colonia cara y a masaje de aroma a menta no sabía porqué me atraía tanto. Deseaba tocar la piel áspera de su cara. Me gustaba.
Por eso, cuando mis padres se bajaron a la playa y el tío me dijo que me fuese a su cama que su dormitorio era mas fresquito, el estomago se me encogió y sentí nauseas y me agarré fuerte a su pierna, diciendole que no me encontraba bien. Al abrazar su pierna, meti la cabeza en su entrepierna y sentí cómo su cuerpo crecía, se endurecía y me improntaba en la cara. Y Raúl, amigo, me gustó mucho. Por eso te decía que no dije toda verdad.
- ¿Y se saco la polla tu tío?
- No hombre, al contrario, me apartó de su pierna, me cogió de la mano y me llevó a su cama.
- Estarías en vilo.
- No, no tenía idea de lo que era sexo. Solo sabía que queria estar con él, sentir su calor, su olor, su seguridad, tocar esos musculos robustos recorridos por venas gruesas. Me fascinaba.
- Pero, ¿te hizo algo?
- Espera, todo a su tiempo. El dormitorio del tío Leo era fresco, lo que no quitaba para que hiciese calor. Mi tío me invitó a echarme a su lado. Él se quitó el polito de Fred Perry y se quedó solo con los pantalones de tenis. Yo llevaba puesto un meyba sin huevera, porque decía mi madre que yo aún no tenía nada que guardar y encima retrasaba el secado del bañador.
Se tumbo mi tío y yo a su lado. Él no paraba de protestar por el calor hasta que en un arranque se deshizo del pantalón quedandose en calzoncillos nada más. Me dijo que si yo quería hiciese lo mismo, le dije que no llevaba ropa interior y le quitó importancia "da igual, tu no tienes pelos en los huevos" y al tiempo que lo decía me echaba mano a la braqueta dandome un achuchón. Me encantó que me tocase, pero se que la sangre me subió a las mejillas, y no se si el se daría cuenta Pero no me quité el pantalón. Mi tío, entonces, me puso la mano en el muslo e hizo un poco de presión.
- Joder, tío, que emocionante, me habría encantado que me pasase a mi. Pero sigue.
- Con la mano en el muslo metió su dedo menique por la pernera del pantalón y me rozó los huevos. Me puse muy nervioso, le miré a la cara y tenia los ojos cerrados, pero respiraba muy deprisa. Le miré entonces al calzoncillo y vi como le asomaba por el elastico un trozo de polla, tenía que ser, porque además el bulto que hacia, era considerable. Me quedé muy quieto y él seguia acariciandome los huevos con su dedo. Transcurrido un rato, quitó la mano de mi pierna y recuerdo que me apené, pero inmediatamente con un gesto brusco se quitó su calzoncillo y quedó desnudo sobre la cama. Se acercó a mi oido rozandome con su verga muy dura y me dijo de la forma mas sensual que escuchado jamás, no podia negarme, " déjame que te quite tu pantaloncito, mariconcito mío" y me dió un mordisquito en la oreja.
De repente, se me acabo la inocencia y desee que me abrazase y se hiciese dueño de mi cuerpo. Nunca he vuelto a sentir un paraiso igual. Me importaba un carajo mis padres, mis amigos, mi vida, solo queria sentir su dureza de la entrepierna y quedarme a su lado siempre.
Efectivamente me quitó el meyba y apareció un pene pequeño  pero orgullosamente erecto. Se me quedó mirando a los ojos y me preguntó si quería acariciar su sexo mientras él acariciaba mi pene con mucha suavidad, una dulzura en sus manos que me producia placer y ternura a la vez. Me fijé entonces en su enorme pene y sus grandes bolsas peludas. Con veneración casi le acaricié sus bolas y su pene, que no podía parar de moverse intentando quizá ser mas largo o mas duro. No le abarcaba en toda su circunferencia con una mano así que me dijo que utilizara las dos. De forma totalmente instintiva empecé a subir y bajar  con las manos lo que me proporcionaba una satisfacción rara, muy placentera; le miraba a él a la cara y veía su rictus de placer y eso me estimulaba a seguir. Estaba haciendo algo que complacia al tío Leo, y eso ya era mucho. Al poco rato empezó a destilar muy mansamente su pene un liquido trasparente y como el aceite de la maquina de coser de mi madre, pringoso. "Anda, mariconcito, tomalo con la punta de la lengua y saborealo" negué con la cabeza, en modo alguno lo iba a hacer, y entonces él lo recogió con la punta de su dedo y se lo llevó a la boca, me observó, a ver mi reacción y repitió la operación solo que dirigió su dedo a mi boca. Yo la cerré todo lo que pude pero me embadurnó los labios con la secreción y tuve que tomarle sabor: no sabía a nada, pero me excito y me hizo acelerar los movimientos de la mano. El miéntras tanto hacia resbalar dentro de la palma de su mano mis huevos uno contra el otro y de vez en cuando retraía el pellejo, asomaba el capullo pero me dolía, entonces se mojaba los de dedos de saliva y me lubricaba, así estuvimos un rato hasta que de pronto me retiró las manos y empezó el a sacudirse el rabo hasta que surgió una fuente blanca que nos salpicó a los dos. El tío Leo quedó como desfallecido un ratito, hasta que de un salto se levantó fue por una toalla para limpiarse y limpiarme a mi. Estaba poniendose sus pantalones y me dijo que lo que habia sucedido no era para contarlo. Yo asentí con la cabeza y le dije rotundamente 'Nunca' Pensaba que quizá la tarde del día siguiente se repetiría y la esperaría con ansia. "Venga Alex, vistete que tus padres estaran a punto de subir de la playa y no me gustaría que te viesen en este dormitorio. Me acerqué, me agarré otra vez a su pierna y dije que me habia gustado mucho, que queria más. "Bueno, bueno, pequeño, ya se verá, ahora termina ligero y vete para la terraza a esperar a tus padres. Me desilusionó.
Mis padres llegaron al poco.
- ¿Que tal, Alex, se te ha pasado ya el dolor de barriga? - me preguntó mi padre mientras me daba un beso.
En ese momento, salía el tío con un guisqui en la mano.
- ¿Hace uno? - dijo a mi padre - mientras viene Sarita.
- Perfecto, pero el mio con agua.
- ¿Quien es Sarita? - pregunté intrigado.
- La prometida de tu tío - me respondió mi madre, y me pareció interpretar en su forma de decirlo, algo de desprecio.
- Es una zorra cazafortunas - comentó en  voz baja mi madre a mi padre cuando el tío salió por el guisqui de mi padre.
Y en ese momento llamaron a la verja del jardin. Era Sarita.
Sarita, no tendría arriba de los veinticinco, de curvas pronunciadas y enseñando mas piel de la que pareciera que se puede tener. Mi tío se acercó a ella con los brazos abiertos y la estrechó de tal forma que hizo comentar a mi madre por lo bajini que aquello era una vergüenza.
- Bueno, nosotros vamos a entrar, que se instale Sarita, y a comentar el viaje y tal - y con esto le guiñó un ojo a mi padre que asintió con la cabeza.
- Sin problemas, Leo, tendreis que hablar de multitud de cosas. Por la cena no os preocupeis, ya salimos nosotros a comer algo - dijo mi padre en voz alta - supongo que mucha hambre de comida no vaís a tener.
- Que poca verguenza, con el niño delante, el sinverguenza ese - mi madre estaba indignada - mañana sin falta nos vamos. Este es capaz de pervertirnos al niño. Encima de ser un degenerado esa lagarta le va a sacar los tuetanos. Pues le estará bien empleado.
Al oir que nos íbamos protesté pensando que me chafaban otra tarde en el cielo, pero mi padre cortó.
- Tu te callas que eres un mocoso. Si tu madre dice que nos vamos, nos vamos. Venga, a hacer las maletas.
- ¿Y eso fue todo? - reprochó desilusionado Raúl.
- Peor, Raúl. A la mañana siguiente cuando nos despedimos, la novia de mi tío, dirigiendose a mi dijo algo que me hizo temblar las rodillas.
- Este es Alex entonces del que me hablaste anoche. Tienes muchas habilidades por lo que se ve. Me encantaría que nos visitases para disfrutar de tu compañia.
- ¿Que habilidades, Leo, que ha querido decir tu novia? - preguntó muy seria mi madre
- La habilidad para contestar a la capital del pais que le digas, por ejemplo.
- Es cierto, - terció mi padre - desde pequeñito se las sabe.
- Fuera de eso - se dirigió cambiando el tono de voz - no se que puedas haberte imaginado. El chico no es mas que un crío que cuando tenga diez años más podrá hacer lo que más le guste hacer.
- De eso no nos cabe duda - remató Sarita.
Nos ibamos ya y llegó la hora de los besos. Sarita, me dió uno muy apretado y me susurró al oido: "la proxima vez tengo que ver como se la mamas, mariconcito". No se si mi madre se dio cuenta, pero me puse como un tomate.
- Vale, tu tío es un cabrón con pintas que se lo rajó todo a su novia, etc, etc. Pero me dijiste que mi culo no fue el primero.
- Eso fue mas tarde al entrar al instituto.
- Pues venga, suelta - sonó el timbre - bueno, espera, la pizza.

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