jueves, 12 de agosto de 2021

Y AHORA ESTO ¿PORQUÉ?

 Tú sabes eso de que te acuestas una noche con tu mujer y te despiertas con una abuela. Pues lo que me sucedió a mi. De la noche a la mañana mi mujer dimitió y se fue a trabajar al negociado de abuelas esclavas. Primero la emoción del primer nieto, luego la rememoración de glorias pasadas como madre entregada y finalmente el ingreso en el cuerpo de abuelas a tiempo completo. Y tú con cara de alucinado resulta que te quedas solo, rodeado de gente y con únicamente una obligación: "ahora que yo estoy más ocupada podías buscarte unas guardias o algo para la tarde" trabajar para traer dinero a casa. El mundo poco a poco va perdiendo el color, todo se torna gris sucio y la vida deja de tener atractivo. Preguntas una vez más si vamos a la playa, que el día está de playa y no se cuanto tiempo hace..., y no terminas de argumentar porque: "Anda, vete tú. Estoy molida, tu nieta me ha dado una mañana que para mí se queda, y así me echó yo un rato" Coges tu toalla y te vas a una playa donde nadie te conozca y te bombardeen a preguntas de porqué, porque no ha venido, está mala o peor aún, miradas de reojo, cuchicheos sin pudor por señalar y risitas cohibidas.
Otra playa, otra gente y casi te tropiezas con una toalla caminando con la mirada perdida, pides perdón y el chico casi adolescente desde su guiñó por el sol en los ojos "de nada, de nada" Unos metros más allá te hartas de caminar sobre arena hirviendo y plantas la toalla y ni te tumbas. Te sientas, te abrazas a tus rodillas y hecho un ovillo se te amontonan las lágrimas, porque te has quedado viudo sin que tú mujer haya tenido que morirse.
Y cuando más perdido, olvidado y cansado de vivir te encuentras un "¿le pasa a usted algo?" Desde un metro ochenta y cinco el pelo rapado al uno y una cara que no veía por el contraluz de la posición. Te restriegas la nariz que gotea por las lágrimas inhibidas y sin poder disimular dices que no te pasa nada, que el sol te hace llorar. Y sin poder reprimirlo, sintiendo la solidaridad del prójimo con tu pena, se te escapa un gemido de dolor, al recrear en tu memoria lo que era tu vida hace un año y lo que es ahora.
Notas que se sientan a tu lado sin decir nada, sin inmiscuirse en tu dolor, limitándose a estar, no por nada, ni para ayudar a nada, solo para que sin palabras poder escuchar el dolor que el otro ni sabe cómo expresar. Tu llanto, ya con cuajo y pucheros sonoros no es solo por tu pena está entreverado de agradecimiento a quien no te quiere dejar solo. Y de pronto sientes piel sobre tu piel. A pesar de sentir el calor del sol sobre los hombros otro tipo de calor sientes sobre los hombros, un calor tenso un calor amigo, consolador y que de pronto quiere llevarte a su verá para acogerte y liberarte de esa carga pesada que ya no sabes cómo llevar. Ese calor humano sobre la piel desata toda una tormenta de sensaciones y sentimientos; las imágenes de ese estado se amontonan en la memoria y te inunda una vaharada de descanso y eso te pone en guardia. 
Das un "Gracias" escueto y corto y bruscamente te levantas recoges la toalla y sin sacudirla ni mirar atrás, te vas. Algo ha pasado y no sé qué ha sido. Pero se que tengo que irme ya. Cuando voy conduciendo me doy cuenta que no me he bañado, pero me da igual. Al llegar a casa "tu has llorado" y tú sin pararte a dar más explicaciones le echas la culpa al viento de levante que ha hecho que te entre arena en los ojos.
Por la noche ya no puedes dormir, pero no sabes que ocurre. Tú mujer, ya abuela, ronca feliz de volver a tener un niño al que cuidar, porque la educaron para sentir que la razón de su existencia es doblar el lomo entregándoselo a un niño pequeño. Algo desasosegante impide que duerma, pero no se identifica. Al final, suena el despertador y se encuentra uno molido. A que hora me habré dormido, ni idea, pero ha sido poco. Pasa la mañana con la misma inquietud que la de la noche y no se. Se acerca la hora de la comida y me entran unas ganas irrefrenables de desaparecer, quizá en la playa: "Eso, vete a la playa y te despejas. Ayer yo me eché una siesta muy buenecita"
Con la toalla en la mano me doy cuenta que voy camino de la playa de ayer y llegando busco pero no encuentro, sigo buscando y no sé qué pasa pero se me quitan las ganas de estar allí y me vuelvo. Esta durmiendo y la acaricio, recuerdo otros tiempos y me excito, se despierta y me dice que qué pronto, que está hecha polvo, que tiene sueño y me derrumbo. Vuelvo a la playa. Allí se llora bien, es un sitio remunerador del dolor que me hace arder el pecho por dentro. Quisiera tener valor y acabar. Me voy quemando los pies por la arena seca y veo la imagen de mi consuelo anterior y empiezo a llorar, pero no de pena, de consuelo. Tiendo la toalla a su lado y deseo fervientemente sentir su brazo reposar sobre mi hombro. Estoy sentado allí sin hablar al menos un cuarto de hora: "ayer te fuiste enfadado. ¿fue porque te intenté consolar de tu pena? No era mi intención ofender" no se ha movido, solo ha hablado, no sé si ni siquiera ha abierto los ojos y por vez primera le miro. Es un chico de no más de veinte años, guapo para los cánones que yo tengo interiorizados de lo que tiene que ser un hombre que guste a las mujeres. Tiene un cuerpo de Fidias o Praxisteles y el speedo que lleva no permite adivinar mucho más. Es una figura agradable de ver y ahora ya sin mirarle le aclaro que no estoy enfadado con él. Pasan los minutos y permanecemos en silencio. Al final se levanta, queda sentado a mi altura y le miró. Entonces el vuelve su cara y me clava su mirada en mi alma. Está muy serio y no sé porqué notó que tiene las mandíbulas muy apretadas como si tuviera coraje por algo. Y sin tener relación alguna con mi desamparo empiezo a llorar sin dejar de mirarle. Entonces sonríe me echa el brazo sobre los hombros y me atrae a su pecho. Cada vez lloro más pero siento alivio llorando y mi cabeza va resbalando hasta quedar yo reposando en su regazo tumbado de lado. Me consuela el que me vaya acariciando el pelo y a veces la cara. Estaba muy a gusto en esa posición. La misma en la que con cinco o seis años mi madre me acogía cuando volvía de la calle o del colegio con alguna disputa sin resolver y necesitaba consuelo. Era tan esperanzador estar así. Hasta que sentí como mi mejilla sobre su regazo se asentaba cada vez sobre una base más dura. Empecé a oler a algo que no era capaz de identificar pero me excitaba. No entendía que estaba pasando hasta que la incógnita se despejó como en un sistema de ecuaciones. Y todo sucedió en pocos segundos. Mi pene empezó a despertar con alegría y un calambre muy placentero partía de mi entrepierna y me explotaba en la boca del estómago haciendo que una náusea suave me empujase a girar mi cabeza buscando la causa de aquella dureza elástica. Y todo, todo lo que me estaba sucediendo de forma natural llegó a mi yo consciente y eso me hizo respingar la cabeza hasta enfrentar su cara. Él no movió un músculo, yo no hice ni un gesto, solamente me levanté de un salto cogí en el lance la toalla y me di la vuelta camino de mi coche.
"Que te ha pasado? parece que has tenido una aparición"
Yo creí que lo sucedido en la playa y sobre lo que no quería ni siquiera ni dejar existir, no me había hecho mella. Parecía que si. Le dije que que me pasaba en la cara y me dijo que parecía otro, como si tuviera una preocupación sobre la que fuera imposible encontrar solución. Con un "no se" me fui al baño y me miré al espejo intentando adivinar que se me pintaba que producía tanto remordimiento. Miraba al espejo y me veía pero tendido en el regazo del desconocido y me daba la vuelta para no verme. Un duchazo, un libro, cenar y a la cama. El día siguiente todo habría acabado, no volvería a la playa y punto. Muerto el perro se acabó la rabia.
El día siguiente, monótono como cada día. Por la tarde, después de comer, siesta y a volver a hacerme la composición de lugar de que mi matrimonio, tal y como yo lo conocía había terminado. Empezaba otra etapa en la que tendría que buscar como satisfacer mis necesidades corporales y hasta emocionales. 
Me obligué a sentarme después de comer, me ataría al sillón si fuera preciso, pero no volvería a la playa. "¿Te vas a quedar? Pues la playa te sienta muy bien" empecé a temblar. De acuerdo iría, pero a otra playa. ¿Pero porqué el coche hacia eso? tomaba la dirección que no quería tomar yo. El estómago se me levantó, sentía un vacío en la boca del estómago y empecé a respirar aceleradamente. Me faltaba el aire y tuve que parar en el arcén. Salí del coche y me senté al borde sobre el guardacarril. Hasta que no empecé a llorar no pude volver a respirar. Me tranquilicé, me metí en el coche llegué hasta el siguiente cambio de sentido y me volví a casa.
Aduje una jaqueca fuerte y dormí algo. Me desperté de golpe, con el corazón desbocado y hasta que pasados unos segundos no tomé conciencia conciencia de estar en casa no me tranquilicé. Esa noche me mostré cariñoso con mi mujer y empezamos el galanteo, empecé besándola, el cuerpo me respondió y tuve el reflejo de la penetración. Y sucedió mi tragedia. Fue tocar el sexo de mi mujer con mi sexo y entró como un vendaval en mi memoria el tacto duro y elástico del regazo del muchacho tan empatico y entraba a continuación su imagen sonriente. El pene perdió su turgencia sin que pudiera hacer nada por remediarlo y el pánico que me invadió en el coche entró aún con más fuerza como si me hubiesen golpeado con contundencia en el estómago. Me tumbé en la cama hiperventilando intentando explicarme y mi mujer se portó como amante esposa. Me acarició, le quitó importancia y me cubrió de besos. Pensé en decirselo, pero volvió a inundarme el pánico y llegué a la conclusión: tenía culpa, aunque no tenía conciencia de haber pecado. Sin intentar rechazar el recuerdo, me obligué a repasar cada instante de mi roce en la playa.
Efectivamente, a qué negarlo, aquella dureza contra mi cara era el pene del chico y sentirlo crecer y traspasar su calor tibio pero abrasador fue el que mi deseo sexual se disparase. ¿Deseo sexual a instancias de un tío? No. Debía tener una explicación lógica que yo respondiese así ante ese estímulo, que debería haberme provocado un rechazo de violencia atávica. Tenía que volver y aclararlo todo, porque el muchacho tampoco parecía que fuese el maricón de playa a la caza de un tío; ¡él no hizo nada! Me dio su apoyo estando, nada más y en el colmo de mi soledad y mi indigencia me ofreció su hombro para consolarme, nada más. Pero que mi cuerpo reaccionase positivamente al contacto con el cuerpo del chico me tatuó el alma con la culpa, pero culpa ¿de qué?
Después de comer le dije a mi mujer que me iba a la playa a despejarme "lo mejor que puedes hacer, espavorizate, verás como todo se te pasa" Llegué a la playa ilusionado con terminar con la pesadilla. La recorrí de punta a cabo sin ver ni reconocer ni de lejos a alguien que se pareciera; ¿habría sido todo un mal sueño provocado por el sol? Y con ese convencimiento me marché de allí me monté en el coche y saliendo un coche, rojo, sucio, pequeño y destartalado estaba esperando que yo acabase mi maniobra para ocupar el sitio que yo dejaba. Y al mirar le vi a él. No me lo pensé, detuve el coche a media maniobra, me bajé y me dirigí a él con una disculpa y un tenemos que hablar. Solamente sonrió con mucha calma "Pues vuelve a aparcar tu coche, yo a ver dónde dejo este trasto y nos vemos donde otros días" Me traspasó el pecho una sensación de felicidad absoluta. Suponía que pedir explicaciones, sin saber exactamente cuáles acabaría en bronca o parecido. Yo necesitaría una satisfacción a mis demandas, pero no encontraba demandas y sin embargo estaba ilusionadisimo con poder hablar con él. La sensación era parecida a la de aquel día en que con más nervios que otra cosa le pedí matrimonio a mi mujer; parecida, no igual, en esta ocasión yo no iba a pedir nada, sin saber qué esperaba recibir algo. El corazón me latía aceleradamente mientras caminaba a aquella zona de la playa. Extendí mi toalla y me senté a esperar. Al poco llegó él hizo lo propio, pero se quitó el bañador, "nada que ocultar. Esta es una playa mixta, no te has debido dar cuenta, por eso vengo, me gusta la desnudez, de cuerpo y alma" Me dejó hipnotizado ver su sexo relajado y perfecto a mi entender. "Deberías hacer lo mismo. Vergüenza, ¿de qué? deja que tu cuerpo hablé de vez en cuando, seguro que es más elocuente que tú y no necesita de explicaciones" y sin saber porqué empecé a empalmarme. Pero aquí no cabían medias tintas ni disimulos, yo había ido a encontrar explicaciones y le dije sin más aunque sin mirarle a la cara, que no me desnudaba porque me había empalmado, "y yo, no lo ves porque no te atreves a mirar, como el otro día que empezaste a sentir mi sexo en tu cara y te escandalizaste de sentir que te agradaba. Luego vienen los malos entendidos, si huyes no reparas que no hay enemigo, que los demonios los llevas tú dentro y que ese cuerpo que te lleva no se equivoca nunca" entonces le miré y dios mío, me quedé pegado a su pene enhiesto, no podía apartar la vista y empecé a llorar amargamente, pero al tiempo sentía una especie de liberación, "lloras de pena por la muerte de esa vida que llevabas y de alegría porque acabas de descubrir la nueva. Puedes tocarme, lo deseas pero no te lo consientes, porque intentas ser la imagen que tienes de ti, y ese no eres tú" No sé lo que me pasó, pero volví a caer sobre su pecho llorando ruidosamente. Él me abrazó la cabeza y esta vez sí, sentí como me empujaba suavemente la cabeza hacía su regazo. No sólo no me opuse, sino que me alegró que me ayudase en mi duda. Antes de que mi cara contactase con su sexo, lo olí y me enardeció; recordé el olor del sexo de mi mujer y no tarde ni una milésima en decidir que prefería éste. Acabé tocando con mi mejilla su pene duro y caliente y fue un bálsamo. Dejé de llorar y comencé a mover la cara para rozarnos y una de las veces mi comisura de la boca rozó con su orificio uretral que destilaba. Me sorprendí sacando la lengua y saboreandolo, pero me volvió loco de lujuria, abrí la boca tímidamente y parte de su capullo de terciopelo acarició mis labios y mi lengua le devolvió el favor, hasta que tuve todo su miembro dentro de mi. Estuve disfrutando de aquel regalo un rato hasta que me avisó, "si sigues, eyaculo en tu boca" en otras circunstancias habría vomitado de asco, pero me pareció lo más lógico que se vacíase en mi. Me tomó de la cabeza e impuso él el ritmo hasta que sentí llenarse mi boca de un líquido caliente que si seguía derramándose al mismo ritmo terminaría por salirse y de la forma más normal me lo tragué y en ese momento sentí que mi capullo recibía sus atenciones, lo suficiente para que yo también tuviera el orgasmo más intenso de mi vida. El recogió todo el semen que pudo en su mano y se lo llevó a la boca. El acabó de correrse y sin importarme quien había o no alrededor me fundí en un beso con él.
"Y qué, ¿ha sido tan horrible?" Me miraba con una sonrisa amplia y descarada. "Hemos dejado a nuestros vecinos flipando" miré alrededor y la gente reuia mi mirada. "Es envidia, no hagas caso" Le rogué que me hablara de él. "Soy sargento, bueno, la semana que viene cuando me den despacho y destino. Estaba aquí haciendo el curso de capacitación. La semana que viene me voy ya, donde me manden. Tengo veintitrés años y no soy de tener relaciones. Te vi el otro día y me partiste el corazón, porque me gustaste, me gustan hombres en la cincuentena, quizá porque un profesor al que tenía mucho cariño me inició en este tipo de relación. Supongo que habrás tenido un problema de pareja, llevas anillo de casado y con tu edad un hombre llorando desconsoladamente o se ha quedado viudo o ha tenido una bronca cósmica con su mujer. Me moviste el corazón, y ya cuando caíste sobre mi polla no pude aguantarme, lo siento, de verdad" Había dado en el clavo. Quise que me diese una forma de contacto pero no quiso "las cosas suceden por algo, y esto ha sucedido así, no hay que forzar. He sido abrumadoramente feliz contigo, y no me digas tu nombre, yo no te voy a decir el mío, no podemos restar ni un gramo de magia al momento. Para ti solo voy a ser el chico de la playa" Me volvió a dar un cálido beso en la boca, recogió su toalla y se fue.
Solo pude gritar "Y AHORA ESTO, ¿PORQUÉ?"

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