lunes, 9 de agosto de 2021

ONG

 

A ver cómo me explicó. Me acaba de suceder, como a mucha gente de la que pasa por ese sitio del centro de cualquier ciudad, y no voy a decir dónde, ni para que nadie identifique al chaval ni él, si improbablemente lee esto se vea desvelado.

Las ONG necesitan dineros y aparte del que reciben de fondos públicos dedican a sus más rendidos colaboradores a captar socios a pie de calle. 
Y de lejos vi al trío con su  chaleco de trabajo parando viandantes con la mejor de sus sonrisas. Dos chicas y un crío de no más de veintidós o veintitres años. Uno ochenta y cinco, delgado, y pelo casual de chico bueno. Con este tipo de abordajes callejeros tengo una estrategia: mirar al frente, no desviar la mirada del frente y nunca detenerse; no entablar conversación ni para decir "no". Pero, siempre hay un pero. A medida que me acercaba el niño se volvió y me dio la cara. Me entró por los ojos y sin ninguna razón, porque podría sacarle cerca de cincuenta años, comprendí que yo le entré a él. Se me acercó sin prisas, como el que se acerca a un amigo y la seguridad de que yo me iba a detener si o si. Estábamos enlazados por las pupilas, ni sonrisa, ni ojitos, ni tiro hecho, se detuvo a mi altura y me detuve.
- Buenos días. Conoce usted ...
Yo era colaborador de la susodicha ONG desde hacia ocho años, precisamente porque en la calle mayor (esa calle se llama de otra forma aquí) un chaval me cazó con su sonrisa de tal manera el cabrón que hubiese firmado mi condena de muerte. Me embobó y firmé el contrato. Aún me emboba aquella sonrisa cuando la recobro del backup de mi memoria.
- No, no la conocía - y me sumergí a pique de ahogarme, en sus ojos - a ver, cuenta.
Y dibujó una sonrisa que hizo de mi un polichinela. Perdí mi voluntad. No me mee encima porque no tenía la vejiga llena. 
- ¿Me estás escuchando? por cierto, tu nombre es...
- El mío Pedro, y el del dueño de esos labios es...
- Sergio - y la amplia sonrisa que me dedicó enseñándome una perfecta hilera de blancura terminó de derribar todos los lienzos de mi muralla - ¿te apuntamos?
- Ya te diría yo a ti adónde deberías apuntar el qué. Pero me tengo que marchar - saqué mi cartera y le enseñé el carnet - hace ocho años que tú en el instituto no tenías ni idea de que esto existía.
- Te importaría darme tu WhatsApp o si prefieres tu nick de Telegram - se le mudó el color de la cara y el gesto se endureció - si no quieres darme tu número.
- No me importaría - le cogí por el antebrazo que sostenía su carpeta - pagaría por dártelo, pero es mucho mejor, créeme, que esta relación que ya es eterna, se quede aquí. Soñaré con tus labios, pintaré tu cuerpo desnudo en mi imaginación y gozaré cada centímetro de mi piel sintiendo que tú la besas. Sergio, eres un amor.
A Sergio se le ha caído una lágrima y no ha podido remediar sorber por la nariz y llamar a una de las chicas y decirle de lejos que se encontraba mal y que se tenía que ir.
Me he venido para casa sin entender que había sucedido, pero con el corazón roto por haber tenido que nacer en el siglo equivocado.

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