miércoles, 7 de julio de 2021

OMNIPOTENTE

 

- Digi
Hacía años que Victorio no hablaba con José Luis. Se hicieron tan íntimos en la mili que hasta follaban juntos. A Victorio no se le podía olvidar la forma en que José Luis le susurró a su oído desde donde le estaba follando acostado en una litera: t'estim, pero hasta años después no supo que eso en catalán susurrado en medio de una follada de campeonato en un dormitorio con otros doscientos infantes quería decir: te amo. Victorio siempre pensó que de haber sabido catalán, porque José Luis era de Vich, posiblemente cuando se licenciaron no habría pedido su pasaporte a Madrid, sino a Barcelona.
- ¡Joder, José Luis! tan cascada se me ha puesto la voz que no me conoces. Soy Victorio, Terció de Armada, y porque sigo sin saber catalán no he ido antes a buscarte.
- ¡Victorio!  hosti tú. Creí que ya estarías criando malvas.
- Tengo setenta y tres, supongo que como tú, maricón, ¿porque tengo que estar criando malvas yo y tú no?
- El mismo mariconazo de siempre.
- El de siempre. Mira que me han follado veces en mi vida, pero como aquel polvo en la litera, aquella noche, jamás. Y rememoro aquel t'estim y se me pone el vello de punta. Nos perdimos la vida José Luis
- Nos la perdimos. Pero estoy seguro que no has llamado, por cierto, ¿cómo has conseguido mi numero? Eso, que no has llamado para recordar viejos polvos. Y que conste que yo recuerdo también segundo a segundo esa noche. ¡Que lástima, amigo mío. Estuve casado con mi marido hasta hace un año, que nos separamos. Era diez años más joven y dejamos de entendernos. Pero, a lo que iba, mi teléfono ¿Cómo?
- José Luis, lo primero es que todos estos años he tenido suerte, me lo he currado y me ha salido bien. Estoy en la sombra, tengo contactos y el dinero ha dejado de ser para mí algo deseable. Solo tuve que hacer una llamada y en treinta segundos tenía tu número en mi móvil. Ventajas de usar un móvil de treinta mil euros. Eso por un lado y por el otro quiero que me digas una sauna, me da igual de lujo o de lumpen pero dónde se pueda uno hacer con un chaperito con el que hacer realidad ciertas inconfesables fantasías. Me da igual sauna que zona de cruising, pero para mí guardia personal la sauna es más controlable.
- ¿Guardia personal, eres político o algo? Joder Victorio no me metas en líos.
- Sistema integral de defensa y seguridad, es una compañía no muy conocida, suiza, a la que participó y muy cara, pero infalible. El operativo que va siempre a mi lado es infranqueable si yo no quiero.
- Te lo follas
- ¡Ojalá me follase él a mi! Quedó hace cinco años semifinalista en un Mister Universo. Además de su anhelada arma, que nunca he visto lleva siempre, hasta durmiendo, una Glok con cargador de 16 balas.
- Pues mira en Diagonal hay un local sin identificación, parece una puerta de paso en una fachada. De hierro con cristales esmerilados blindados. Parecería la puerta de un local en venta. Tiene un timbre muy discreto y cuando lo pulsas tienes, una de dos, o ser un modelazo y guapo y joven, cuanto más joven mejor, ya me entiendes, o tienes que dar una contraseña.
- ¿Cual es?
- No la se. Hay que ser socio, la cambian todas las semanas. Yo siempre he ido con un socio que me ha respaldado. La contraseña la sabe el jefe de recepción del Cuatro Estaciones. Si estás alojado en suite y le preguntas por alguna distracción relajada y peculiar te dará la contraseña. Se generoso en la propina o la siguiente vez te la dará equivocada y nunca jamás te dejarán entrar.
- A mi si. Ya lo verás. ¿A qué altura de Diagonal? más o menos.
- A la derecha tiene una tienda de ropa y artículos de golf, imposible de pisar para alguien como yo, y la derecha la sede de una ONG que se dedica a rescatar golfillos de la calle de esos que inhalan pegamento y dan tirones. Siempre está cerrada, con un cartel de "De seguida tornem", ya sabes, enseguida volvemos. Por supuesto ya habrás entendido que son las defensas de flanco.
- ¿Me acompañarías?
- De mil amores, pero no sé yo.
- ¿Sabes a qué hora abren?
- No cierran nunca.
- ¿Puedes ahora?
- En media hora en la puerta pero la verdad no sé ..
- Confía en mi. Vamos Chico.
Chico su operativo de proximidad era su sombra. Lo más mínimo y ya estaba Chico al quite. A Victorio no le iba a pasar nada que él no quisiera que le pasase.
Mientras Chico le abría la puerta del Bentley que le mandaron desde Madrid para que se moviera por Barcelona, Victorio sacó su Vertu y marcó el número 102 que le comunicaba con su asistente 24 horas que la tarjeta Centurión ponía a su disposición. A la segunda llamada descolgaron.
- Buenos días. ¿El señor desea?
- La contraseña de esta semana de una sauna gay que hay en la Diagonal de Barcelona.
- Se la enviamos como mensaje de texto. ¿Alguna otra cosa? Si. Envíenle un ramo de setenta y tres rosas blancas a José Luis Cantó Fernández, con un mensaje que diga. Muchas Gracias por aquella noche y por la que viene.
- Inmediatamente.
Victorio se sintió bien. Tener dinero, ser importante daba alegrías, aunque también algún que otro dolor de cabeza.
Su Vertu vibró y en su pantalla apareció la contraseña. "Manuel García"
Se quedó sorprendido, pero su asistente no se equivocaría jamás. Confianza plena.
- Chico ve a aparcar. Te espero en la tienda de golf. 
Entró en la tienda y se puso a mirar a la calle esperando a su amigo.
Al poco llegó José Luis y un empleado les abordó
- Nos íbamos, nadie por lo que se ve, atiende - contestó seco Victorio. Ya en la calle en unos pocos pasos llegaron a la puerta - esperemos que Chico no tarde mucho. Ah, mira ahí está.
- ¡Dios mío Victorio! ¿de que revista le han sacado? ¿es gay?
- No lo sé. Ni me importa tampoco. Es mi operativo, no mi chulo. Me ha visto follar en todas la situaciones posibles y siempre ha sido mi operativo. No lo sé, José Luis. Voy a llamar. 
Pulsó el timbre y una voz metálica preguntó: "NOMBRE DEL PRIMER TENOR ESPAÑOL", Victorio contestó: "Manuel García" la puerta se abrió y entraron. Fue entrar en una especie de esclusa de cristal. Alguien perfectamente uniformado apareció y habló.
- ¿Los tres?
- Si, - contestó con seguridad Victorio - mi operativo de seguridad y mi amigo José Luis.
La puerta de la esclusa se abrió y el uniformado nos acompañó al mostrador.
- ¿Tarjeta o efectivo?
Victorio enseñó su Centurión y el empleado dijo sorprendido "Ah, señores, VIP. pasen al vestidor negro.
El vestidor negro era una habitación espaciosa, con ropa de baño, toallas y paños todo de color negro. Había también toda clase de juguetes sexuales, estimuladores eléctricos objetos de bondage y un pequeño bar atendido por un efebo desnudo con un dispositivo de castidad de ano y pene.
- ¿Cuanto cuesta la llave, David? - le preguntó al muchacho, perfecto de cuerpo como el David de cuatro metros de Florencia.
El muchacho agachó la cabeza y se perdió por una puerta tras la barra y apareció el uniformado que les recibió para informarles de forma nada amistosa que era propiedad del dueño y no se podía tocar.
- No quiero crear conflictos - dijo Victorio - pero no me gusta ese tono. Era solo una pregunta. Relájese o le cierro el local en diez minutos.
- Victorio, venga que soy muy conocido en toda la ciudad. Vamos ha hacer lo que tengas que hacer - le rogó Jose Luis.
El uniformado se retiró y apareció el muchacho.
Chico, que era una estatua de mármol sin perder detalle de la escena, cuando acabó, se desnudó desapasionadamente, se colocó un paño que le recogía su sexo y se ataba al muslo. Había una caja de seguridad de doce dígitos, metió su Glok y grabó la clave. Luego cerró la puerta blindada e introdujo los doce dígitos. Sonó un cerrojo metálico sordo y esperó hasta que Victorio y José Luis hubieron terminado.
- ¿Y ese?
- ¿Chico? Un mueble más. Olvídate de él. No se apartará más allá de un metro de mi. Antes de entrar tomamos algo.
- Yo no quiero Victorio.
- Yo si. 17° aquí en Barcelona tenéis una muy buena  - le dijo al camarero - y apúntate 100€ de propina, ni el Efebo de Antequera, niño.
Pasaron al local seguidos de Chico. Concitaba todas las miradas y alguno que intentó un acercamiento solo con el hielo de sus ojos lo congeló.
Victorio vio un chico muy joven sentado al borde de una piscina climatizada al lado de una de las barras de bar. No sería muy alto, pelirrojo, perfectamente depilado el cuerpo y ojos intensamente verdes. Cuerpo de exposición proporcionado y definido. Victorio se acercó y le acarició el pelo de fuego a lo que el muchacho respondió con un manotazo y se armó la mundial; en décimas de segundo Chico le tenía inmovilizado en el suelo mientras el pobre pelirrojo pedía auxilio.
- Sueltale ya Chico - ordenó Victorio.
Chico obedeció y en ese momento apareció seguridad seguido del uniformado del incidente de la sala negra. Los de seguridad cogieron uno de cada brazo al pelirrojo y le llevaron fuera, el uniformado le ordenó que se vistiera y se fuese, para no volver nunca.
El uniformado de admisión ya sabía quién era Victorio. Instantes después apareció el Efebo de la barra sin la castidad.
- Señor, a su disposición. No me llamo David, me llamo Julián.
Victorio se quedó extasiado mirándole la perfección adolescente. Las masas musculares difuminadas, los oblicuos abdominales enmarcando unos vientres de rectos como trazados a tiralíneas, un vello azabache que se estira buscando un ombligo que guiña el ojo para citarte a una jornada de demencia. Una convexidad perfecta por culo y una espalda recta que se recoge en una nuca de terciopelo. Una locura de piernas de dios romano y pies griegos  perfectos.
- ¿Que edad tienes Julián? - preguntó con una sonrisa meliflua Victorio.
- Dieciocho..., recién cumplidos - contestó con una vacilación de voz delatora
- ¿Quince, dieciséis? - preguntó José Luis.
Julián miró a cada uno pidiendo misericordia y luego a Chico que permaneció impertérrito.
- ¿No te han partido el culo aún? - José Luis se mostró inquisitivo - ni siquiera conoces a que sabe una polla, ni como huele un culo. ¿Que haces aquí, Julián?
- Voy a cumplir diecisiete. No tengo padre, murió cuando yo tenía ocho. Se hizo cargo de nosotros mi tío Juan, que es dueño de esto con otro socio. Me trae aquí para que vaya aprendiendo el negocio desde abajo, dice él. Pero si se a que sabe una polla. Tengo un hermano dos años mayor que yo. Se la chupo desde que a él empezó a salirle pelo por ahí abajo. Mi tío nos pilló y le prohibió tocarme el culo, dice que es muy valioso y que el día de mi decimoctavo cumpleaños voy a ser rico.
- No. Se hará rico él - le dijo Víctorio - porque viéndote como eres le vende el virgo de tu culo a un moro de esos del petróleo por no menos de un millón. Y ruega a Dios porque él moro no gaste un diez pulgadas.
Julián se le quedó mirando inquisitivo, sin entender mucho y de repente se le iluminó la cara.
- ¿Que me la van a clavar en el culo como se ve en las pelis esas?
- Exactamente eso - contestó José Luis.
Chico desvío la mirada hacia el muchacho y apretó las mandíbulas.
- Te vienes conmigo - dijo resueltamente Victorio - y me da igual lo que opine tu tío. Te vienes ahora conmigo al hotel. ¿Tú vas a venir, José Luis?
- Yo no puedo. Lo siento.
- Julián, vístete. Toma, quinientos euros para empezar. En el coche te doy otros dos mil. Vamos a pasar tres días juntos en Barcelona. Voy a presumir de chaperito.
Julián volvió con el uniformado
- El chico no puede irse.
- Diga usted conmigo que si - afirmó sin alterarse Victorio. Sacó su Vertu y marcó el 102
- De acuerdo - se apresuró a decir el uniformado - ya hablaré yo con el tío de Julián.
- Ha sido un error - dijo Victorio a su asistente personal Centurión - muchas gracias por la atención. Pero..., espere, si. Necesito bloqueada y vacía toda la planta de mi suite. Gracias.
Julián estaba de frente a ellos con una malla malva y una camiseta de asas naranja, calzado con unas bailarinas.
- Inadmisible. Chico ve por el coche y nos recoges en la puerta. Lo primero vamos a acercarnos a Nino Álvarez a vestir al crío decentemente, yo así no lo exhibo, luego al hotel un rato a disfrutar.
En el jacuzzi de la suite, Victorio se metió e invitó a Julián a hacer lo mismo.
- Hoy vas a aprender a sentir placer, en tus pezones, en tus huevos, en tus axilas y en tu culo.
Julián se retrajo cuando Victorio se le arrimó intentando palparle su área genital.
 - Te he dado 500€ y tienes contrato de tres días por 2000 más, así que chaval haz lo que se supone que tienes que hacer.
- Con ese ahí - dijo señalando a Chico - no voy a poder. Lo siento te devuelvo los quinientos y me voy.
- Chico, vete al salón - con un gesto de fastidio Victorio transigió.
- Señor, sabe que no puedo perderle de vista, es mi contrato. A lo más que puedo llegar es a incorporarme a su juego.
- Encantado Chico, métete en el jacuzzi.
- Señor, si voy a participar en su juego, le rogaría que me llamase por mi nombre.
- ¿Que es?
- Dazen.

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