martes, 1 de junio de 2021

UNA FAMILIA AVENIDA (4)

 
- Si, papá. Me ha follado Nelson, y el abuelo en alguna medida, sin metermela en el culo. Se ha corrido en mi boca. No me habías dicho lo de PA del abuelo. Pienso ponerme uno.
- Con tu mayoría de edad supongo. ¿Que? - tenía un tono de enfado - te han vendido lo del esclavo y las perforaciones.
- Deberías probarlo. Es completamente lujurioso. Por cierto, cuando te follé en la ducha, el día que estabas con Caye, me pareció que te entraba con facilidad, ¿ya te han fisteado? A mi me ha metido el puño el abuelo, porque si no hubiese sido así Nelson no habría podido con ese pedazo que tiene tan monstruoso. Dios, que placer dan treinta centímetros, yo no sé ahora sí voy a sentir algo con Caye. Por cierto, mira - me di la vuelta, me bajé el pantalón y me agaché para que viese lo que llevaba puesto - sácalo para que veas que pedazo de coño me ha quedado.
Mi padre metió la mano entre las piernas, me acarició el pene y las bolsas y luego con mucha delicadeza me extrajo el tapón.
- ¿Esto, quién te lo ha puesto, el negro?
- Nelson, papá, se llama Nelson. Y no. Me lo ha regalado el abuelo.
- A ver, agachate que lo vea bien. ¿Te apetece que le meta unos dedos?
- Uff, papá, sería genial.
- Primero los dedos y luego yo también voy a hacerte un regalito.
- ¿Un regalo, regalo o un regalo envenenado de esos con los que tú dices que educas?
- Te valdrá para lo que quieras. Pruébalo con Caye, a ver qué tal. Toma.
Me entregó una caja de Amazon precintada de tamaño como de ropa interior.
- ¿Strap, me has comprado Strap. Cómo, de cinchas, enterizo, Calvin, Emporio? - a medida que desprecintaba la caja era una ametralladora haciendo preguntas. Mi padre tenía esa cara que ponía él cuando sabía que iba a impactar, como de suficiencia.
- Hombre Víctor si llego a saber lo del negro...
- ¡Papá, joder, tan difícil es decir Nelson! - y en ese momento apareció. Un plug hinchable, rosa de perilla negra - ¡Que cabronazo! la que me tenías preparada. Querías ser tú el que me fistease primero y el abuelo se te adelantó.
- No, tu abuelo lo sabía. Lo comenté con él y fue él el que me dijo que quería hacertelo. De todas formas te va a servir para tu novio. ¿Quieres probarlo?
- ¡Claro, joder! - me empalmé instantáneamente y ya estaba desnudo de cintura para abajo.
- Uff, Víctor, hijo, que potencia. Con esas demostraciones dejas para el arrastre a cualquiera.
- Luego hacemos algo, papi, ahora insertarlo tú y dale caña a la pera, a ver qué dice la próstata.
Y en ese momento sonó el timbre de la calle.
- ¡Joder, Víctor! se me había olvidado que venía tu tío Fulgencio.
- ¿El homófobo ese? y que se le ha perdido aquí.
- Quería hablar conmigo de algo relacionado con su hermana. Tratándose de tu madre, no podía por menos que decirle que viniera a hablar. Vete a tu cuarto, quítate eso y adecentate. No deja de ser tu tío, y tratale si quieres con frialdad, pero con el respeto que se merece. Además, cuando se vaya ya te contaré yo algo. Venga, que voy a abrir.
Fulgencio era el hermano pequeño de mi madre, algo más joven que mi madre y que vivía con una tía estrafalaria que no quería saber nada de parentescos. Eran pareja y punto.
Cuando mi madre nos dejó por su amiga "No sabía lo que era el amor hasta que la conocí a ella" me dijo antes de salir por la puerta con su maleta.
Su hermano estuvo más de dos años sin hablarla hasta que se apañó con Selena, la estrafalaria.
Cuando se enteró vino a casa a dar el pésame a mi padre y se despachó a gusto. Yo nunca había escuchado tantos improperios homófobos, estaba asustado. Mi padre tuvo que pararle los pies y acabó abrazado a mi padre llorando como una Magdalena, mientras mi padre le preguntaba en voz baja, pero yo lo oí, "¿podía haberte pasado a ti?, Fulgencio, acuérdate. Tío que lo de nuestra boda fue muy fuerte y que fueses borracho no le quita valor. Ahora estás deshecho, pero verás como todo se arregla"
Nunca pregunté que sucedió en aquel banquete de boda, fue algo que escuché y ya está. Pero a la vista de cómo se desarrolló nuestra vida siempre quise preguntarlo paro nunca encontraba el momento adecuado o me decía, "¿Y a mi que coño me importa?
- Hola tío Fulgencio - entré en la sala donde estaba con mi padre, vestido a propósito con una camiseta de asas de sisa abierta y mucha caída y unos pantalones cortos de tiro corto sin suspensorio. Si llegase a empalmarme la polla se me saldría por la pernera. Mi padre me miró y quiso comerme con los ojos. Me senté al lado de mi padre en el sofá enfrente de Fulgencio y a propósito levanté una pierna y pisé el asiento del sofá. Sabía que en esa postura y con ese short uno de los testículos asomaría.
Fulgencio estaba con la cabeza entre las manos mirando al suelo y no reparó en mi postura.
- ¡Pero que cara más dura tiene tu mujer!
- Mi ex, Fulgencio, mi ex. Ella está casada con su mujer. Yo solo soy el pasado. ¿Que te ha hecho?
- ¡Quiere mi semen!
Fulgencio era lo que se podría decir un aspirante a culturista, pero le perdían las tapas y sus respectivas cervezas. Buenos hombros y pectorales, aún conservaba cintura aunque la barriga hacía esfuerzos por tomar protagonismo. No tenía mal paquete y las piernas si eran bonitas. En la postura que se encontraba con las piernas a noventa grados, el paquete resaltaba más. Fulgencio era guapo, como lo era mi madre, no se le podía negar. Iba rapado para disimular su incipiente caída. 
Cuando levantó la cabeza lo primero con lo que se dio de narices fue con mi paquete tranquilamente reposando sobre el sofá. Me miró a mi, miró a su cuñado con cara de sorpresa y de un salto se puso en pie.
- !Joder, Víctor! dile a tu niño que se comporte.
- Fulgencio, ¿que pasa?
- Que no necesito que ni tú niño maricón ni nadie me enseñe sus intimidades, joder - todo dicho en un tono amenazante y excesivamente alto. Mi padre se puso de pie también. Yo me quedé muy tranquilo sentado mirando con descaro a mi tío.
- Y encima me provoca ¿No te das cuenta?
- Fulgencio, para - mi padre le sujetó por los hombros - es un crío, y tú y yo somos ya hombres. Está en la edad de creerse dueño del mundo; déjalo que disfrute. Y ahora venga, siéntate, olvídate de los huevos de tu sobrino y cuéntame qué ese eso de que quiere tu semen.
Fulgencio se sentó otra vez apartando la vista dejando claro que existía una brecha entre nosotros, pero necesitaba desahogarse.
- Quiere que su novia geste un niño, pero el semen tiene que ser mío porque así de alguna manera ella también participa y el crío será de las dos como si mi hermana hubiera sido la que la hubiera fecundado.
- ¿Y qué? - la pregunta de mi padre no era retórica - vale, le das el semen, se hace una un vitro y se implanta y si te he visto no me acuerdo, tu no vas a echarle un polvo a la novia de tu hermana.
- Joder, eso no, antes, antes - y sin darse cuenta y mirandome la entrepierna iba a decir que antes cualquier otra cosa.
- Antes Fulgencio, ¿te follabas a un tío? - mi padre hizo un silencio dramatico mirando muy fijo a los ojos de mi tio - pero eso, cuñado mío, recuerda...
- Yo no tengo nada que recordar - se volvió a levantar - y ya me voy. Gracias por escucharme.
- No. Tu no te vas -  mi padre se puso en pie tambien y muy cabreado. Torcía la boca de la manera que yo sabia que se avecinaba tormenta - no, tu has hablado despectivamente de la condición sexual de mi hijo y hoy se levantará el velo del templo, se rasgará con la daga de la verdad. ¡Sientate, joder!
Nunca habia visto a mi padre hablar en ese tono, solo le faltaba empuñar un arma. Habia declarado la guerra y el campo de batalla estaba delante de mis narices.
- Sabes, Fulgencio, desde antes que me casase, que tus miradas de adolescente descarado y talludito a mi paquete y tus comentarios torpes y a deshora sobre el sexo con tu hermana buscaban precisamente que nos encontrasemos. Sabes, porque lo sabes, no te hagas de nuevas, que aquel dia en la salita que tenia tu madre junto a la cocina, mientras esperaba a que saliese tu hermana me provocaste marcandote el paquete y retandome aque te enseñase la polla porque seguro que era un micropene, no como la tuya; ¡y te la sacaste dura! invitandome a que palpase se dureza. Venga, cuéntale a tu sobrino que paso en los vateres del hotel durante el banquete de bodas, vamos, machito ofendido por los huevos de un chaval.
Mi tio cambio la cara, se quedó como el papiro antiguo, amarillento de tez. Las comisuras de los labios apuntaron al suelo y lentamente se sentó. La cabeza se le perdió entre los hombros y se la sujetó con ambas manos. Empezó a llorar.
- Eres un cabrón - mas que un insulto era una suplica de que dejase pasar aquello.
- Siempre lo he sido, y maricon, de paso, pero cuando tuve que asumir responsabilidades no me refugié en el honor herido. Lastima que los urinarios de los hoteles no registren las humillaciones. ¿No recuerdas? No, claro, estabas tan borracho, aunque suplicar se te daba bien, borracho y todo.
- ¡Cállate ya!
- Pues habla tú. Quizá yo estuviese borracho también y tergiverse algun hecho. Habla, que el maricón de mi hijo sepa quien es Fulgencio.
Durante unos segumdos eternos en los que mi tio se tranquilizó  quise estar a kilometros de allí y por otra parte queria enterarme de los chismes de la familia, me divertía.
- Desde que entraste en mi casa como novio de mi hermana, me gustaste, Victor - sonrió tristemente y se entregó - y sigues volviendome loco. Envidiaba a mi hermana y cuando en verano te ponias aquel bañador de braga tan pequeño, con ese viente plano y bien musculado y el bulto celestial entrando en el agua hubiera querido ser agua para que entrases entero en mi boca. Pero sabes cómo era tu suegro "Prefiero veros en cárcel antes que maricones." Yo tenía que ser el más macho y escondía revistas de tías bajo el colchón para que las encontrase mi madre.
Luego entraste en casa y esa luz en tu gesto al sonreírme y la forma de decirme que estabas encantado de tener un cuñado así, me derritió. Pero sabía que era imposible y me fui al lado oscuro. Renegué de mi tendencia, de mi naturaleza y lo combatí. Salía de noche con otros bestias a cazar maricones y el que pegaba las patadas más fuertes era yo, no tanto por esconder les mi deseo sino por demostrarme a mi que yo no era así. En una de esas uno me reconoció de la sauna y le destrocé. Estuvo tres meses en el hospital. Era el ídolo de aquel grupo de infrahombres. Cada vez tenía que irme más lejos a buscar alivio. Una vez leí en Google que una zona de cruising en el pueblo cercano era un hervidero. De noche pude distinguir los típicos pelados y la ferralla puesta. Eran dos colegas de raid poniendo el culo, uno, el más radical decía con rabia "follame fuerte maricón que como te pille te voy a arrancar la cabeza" 
Yo era como ellos y me asusté, deseaba que me follaran pero querría matarlos por hacerlo. Yo no era maricón, ellos con su existencia desencadenaban mis deseos más pervertidos. Y no era así, la realidad es que todos éramos iguales, solo que a mí y otros imbéciles como yo nos repugnaba la imagen que nos devolvía el espejo. Y lo dejé.
- Tío, que pedazo de empalme contando lo de esos dos - y me saqué la polla para ilustrarlo.
- En otro momento te habría machacado, ahora lo que me pide el cuerpo en tragarmela.
- No te cortes cuñado. Tu sobrino te lo va a agradecer.
- Incesto, ¿verdad? Sexo en familia, todo queda en casa. Vosotros tenéis sexo, ¡seguro! Lo sé..., y os envidio, no quiero negarlo y volver a sacarme los ojos para no ver. Aquella noche de tu boda, ya eras familia Víctor, y sucedió. No te culpo, fue cosa mía, aunque tu tampoco te negaste...
- ¡Hostias! Papá, ¿follasteis la noche de bodas?
- Que te lo cuente tu tío que está embalado. Anda Fulgencio, sigue.
- Estaba cabreado. Tu padre se había casado con mi hermana y se veían tan felices. Una felicidad que yo no podría alcanzar, porque lo cierto es que aunque apalizase maricones, yo era el que más golpes merecía. Nunca estuve con una mujer, no se me levantaba. Una vez tuve que ir de putas con los otros gilipollas y me vi en el compromiso, me pagaron la puta entre todos. Fue aterrador tener que confesarle a una puta que lo tuyo no son las mujeres.
- Joder, tío, que mal rollo. ¿Y que te dijo la puta, lo largó?
- Que va. Era buena gente. Nos fumamos un canuto juntos y me dijo que si quería correrme, para poder salir airoso. Sacó de un cajón un consolador y vaselina. ¡Que habilidad tenía! Y me gustó. Me dijo que si me gustaban las pirulas porque venía con ellos. Y me dijo una cosa que se me grabó.
- ¿Que dijo?
- "Todos los tíos desean que les revienten el culo, aunque les duela, pero no soportan admitir que tienen culo, aunque si hay un coño por medio todo se perdona. Muchos, o todos de esos zagales se morirían por un rabo, pero no te lo van admitir y encontrarse sin el apoyo de los demás. Hay que ser muy tío para reconocer que lo tuyo son los rabos. Mandalos a todos a la mierda y se tu feliz, ¿O es que para que ellos se sientan bien tú tienes que ser un desgraciado?
- Bueno, la noche de bodas, tío, quién entró a quien. ¡Que nervios!
- Vi que tu padre iba para el vater yo tenía cuatro copas y había perdido la vergüenza. Le seguí. Entré detrás de él me puse a su lado y sin más se la cogí. El me miró, sonrió y me dijo "me dejarás mear por lo menos" y sin pensarlo me agaché y me la metí en la boca y le dejé que terminase su piso en mi boca. Se me desbordaba, ¿te acuerdas?
- ¡Que si me acuerdo! Te decía, traga, joder, que me salpica el traje.
- Fue tremendo. Estaba colado por tu padre, y él no estaba muy lejos. Cuando acabó de orinar, me dijo "Vamos a la habitación" 
Mi padre se partía el culo de la risa recordando como estrenó el tálamo nupcial con su cuñado.
- Fue un polvo épico Víctor - se le encendieron los ojos, le brillaban, contando aquella vez; estaba exultante - tu padre es un gran amante. Nunca nadie me ha comido el culo como él, ni nadie me ha follado con tanta delicadeza y al tiempo tan contundente. Cuando acabamos, me sentía como si el tiempo no existiera, el mundo era mío y no había nada imposible.
A la mañana siguiente en el desayuno tu padre me dijo al oído que cuando repetiamos y le contesté que de que repetición hablaba. Lo negué todo y volví a mi amarga cueva, a tragarme las bilis. Y ahora lo del semen y mi hermana me lo ha devuelto todo.
Me levanté, me saqué mi pantalóncito y me quedé con la parte de arriba, me planté delante de Fulgencio con la polla apuntando a su cara.
- No llores, tío, ríe con tu sobrino.
Sin dejar de derramar lágrimas mansas se metió la polla entera en la boca.

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