miércoles, 16 de junio de 2021

UNA FAMILIA AVENIDA (6)

 

- ¿Porqué no han dejado las cenizas allí? - Nelson hizo la pregunta inocentemente.
- Son los restos - contestó el abuelo - con ellos ahora hacemos lo que creamos mejor.
- Pero eso que te han dado podrían ser restos de un perro o de una gacela. ¿Para qué?
- Son costumbres Nelson - quise ahorrar a mi abuelo explicaciones.
- Yo ahora - cambió de tercio Nelson - me iré, si a usted no le importa - se dirigió a mi abuelo - cuando encuentre un sitio donde quedarme o quizá otro trabajo.
- Tu te vienes a casa - le contestó el abuelo - y te quedas lo que quieras, o te vuelves a tu tierra. Tampoco sabría conformarme ya sin tú polla. Tu qué dices - me miró sonriendo - ahora que ya sabes cómo se las gasta Nelson.
- Papá - mi padre reprendía a mi abuelo - no creo que sea el momento...
- ¿Por esto? - y levantó el columbario con las cenizas - Vamos a casa y os contaré algunas cosas, que Nelson podrá decir si ha visto alguna.
- En mi tierra, la única meta, y más en mis circunstancias, católico y gay, es sobrevivir. Una vez conseguido, ya no sé qué metas podría yo alcanzar. Me quedo con usted, si no le importa.
Llegamos a casa del abuelo y mi padre le pidió que sin más preámbulos nos explicase porqué había tildado a su madre, mi abuela de perra.
Nos sentamos en la sala donde yo tuve el encuentro con abuelo y Nelson y éste hizo intención de marcharse a otra habitación para dejarnos solos.
- No, no, Nelson, quédate. Al fin y al cabo, no de ti porque no sabía de tu existencia pero de tus compañeros de piel si se explayaba, los consideraba poco menos que monos con alguna habilidad.
Tú recuerdas, hijo, cuando me ganaste por la mano, tu edad y tus hormonas enloquecidas lo consiguieron, y yo acabé recordando, los buenos polvos que echaba, no solo yo, todos, con el maricón de la compañía. Poca gente sabe que a veces, no era él el pasivo, algunos, nos dábamos la vuelta; si, yo también, tenía el chico buen aparato y no se le daba mal, pero el machismo tiene que ver según parece con mantener el ojete virgen, como si se fuese menos hombre por saber sacarle partido. Luego en la cantina echábamos unas risas de cómo le poníamos el culo, de lo machotes que éramos. Pues bien, aquella vez que lo hicimos de primeras y ya las siguientes veces eras tú el que follaba y yo no te dejaba tocarme era porque tu madre nos vio. Pero fría, vengativa y calculadora cómo era no dijo nada y a la siguiente vez que tuvimos sexo de pareja, me dijo: "A partir de ahora follo yo y tú no vas a volver a hacerlo" se me encogió la picha y me enseñó un artilugio que me colocó y que impedía empalmar o masturbarme. Luego me enseñó un cinturón strap-on de buen tamaño. Se lo colocó y me dijo: "doggy Style, he aprendido mucho desde lo tuyo con tu propio hijo, maricón. Hacerle eso a tu propio hijo, pero se acabó, y no te cortó la polla mientras duermes porque no quiero ir a la cárcel, maricón. Si ya decía yo que me comías demasiado bien el culo"
A ti nunca te dijo nada, pero no sé si apreciaste que se volvió más distante de lo habitual.
- Si es cierto y me preguntaba - dijo mi padre con gesto de intriga - que podría haber sucedido, porque de ninguna de las maneras imaginaba que nos hubiera visto.
- Pues despejada la incógnita, hijo, ya ves. Pero no solo me humilló así. Se traía amigos a casa y me obligaba a ver cómo la follaban y muchas veces les animaba a que me follasen a mi
Una vez al mes me ataba las manos a la espalda, me quitaba el cacharro con la llave que ella llevaba siempre al cuello, me ordeñaba, como ella decía, me afeitaba la zona y volvía a ponérmelo. Cuando le dió el ictus y le pude quitar la llave y deshacerme del dispositivo de castidad tenía la polla como la de un crío de cinco años. Me costaba empalmar, luego vino Nelson, que me daba caña y a veces me pone uno con sonda uretral que dice que le pone cachondo, y a mi también, para follarme, pero luego me lo quita y me desahoga como nadie.
- Abuelo, ¿lo tienes por ahí, me lo puedes probar? Quiero saber que se siente. Voy a buscar a Caye con el puesto a ver.
- ¿Cuál, el de la sonda o el de tu abuela?
- No se. Nelson, ¿Cuál pruebo?
- El de la sonda, te molestará más y te hará sentir más dependiente a la par que te dará mucho morbo cuando mees. Si quieres te lo pongo y te follo después para que sientas lo malo y dulce a la vez que es intentar empalmar y no poder. Se te clavan los barrotes en el capullo que se vuelve muy sensible. Si en ese momento te la lamen puede que te corras, verás que sensación tan distinta.
- Papá, ¿Puedo? y que el abuelo me la lama después, o los dos a la vez.
- ¿Era o no era una perra que Dios tenga en su gloria? - preguntó el abuelo mientras Nelson iba por el artilugio.
- Si papá - dijo mi padre al suyo -aunque también hay que comprenderla. Lo herida que se tuvo que sentir.
- Pero esa frialdad, hijo. Me podía haber echado, divorciarse, hundirme, pero lo de anularme el sexo fue peor que la gota malaya.
Vino Nelson con el aparato que llevaba en la punta un tubito que entraba por el capullo como de cinco centímetros. Después de lubricarme y de introducir el trozo de sonda del dolor la polla se me encogió lo que facilitó la tarea de enjaularla y luego pasar el candado por el fiador que rodeaba la base del escroto. Yo me desnudé por completo y Nelson hizo lo propio. En el momento que me metí el capullo del negro en la boca y mi polla quiso crecer y no pudo, sentí una punzada no desagradable del todo. Luego Nelson me la clavó en el culo y al estimular la próstata empecé a chorrear precum con una necesidad imperiosa de estimular el capullo, pero era imposible encerrado entre barrotes de acero inoxidable y el tubito profundamente insertado. Sentí necesidad de estimularme los pezones algo que hasta entonces nunca me había sucedido y le pedí a Nelson que me los pellizcase mientras me follaba entonces mi padre se levantó y empezó a mordisquearlos. Nunca había sentido más placer. Es como si al anular la polla como fuente, todo mi cuerpo fuese polla. Sentía entrar y salir a Nelson y a cada embolada era como si fuese un golpe de paja en la polla. Cuando mi padre y mi abuelo me lamieron el capullo a punto de estallar de excitación empecé a eyacular semen con fuerza y a sentir un placer próximo al desmayo. Me desmadejé y si no es porque Nelson me sujeta caigo como un bulto inerte al suelo. Y en ese momento me hizo salir de mi salto al vacío el que Nelson se corría, dentro de mi y empujaba con más fuerza aún. Cuando Nelson se retiró, mi abuelo se aplicó a mi ano recogiendo la cosecha de Nelson que luego intercambió en beso con mi padre y Nelson mismo. Alcancé a oír a Nelson susurrarle a mi padre
- A ti si que te tengo ganas yo
- Cuando quieras - contestó mi padre - sabes muy bien que desde que llegaste a cuidar a mi madre las miradas que intercambiamos nada más conocernos nos contaron la historia de cada uno y cerrando los ojos no hubo un centímetro de tu piel que no lamiese. Vente ahora a casa con Víctor y conmigo, estará Caye también. Te va a faltar polla para tanto culo.
- ¿Y el abuelo? - pregunté a modo de protesta.
- Tu deja a tu abuelo en paz que disfrute por una vez en la vida de la soledad y del estimulador eléctrico que aún no he tenido tiempo de probar.
- ¿Tienes un estimulador pulsado? - le pregunté excitado a mi abuelo al tiempo que sentía una punzada en la polla; llevaba puesta la jaula y no podía desarrollar la excitación.
- Espera - me dijo mientras salía de la habitación y volvía al poco - mira tiene electrodo de estimulación prostática, pinzas para estimular pezones y sonda uretral para estimulación interna. Las pinzas de pezón sirven para lengua, también doloroso y excitante. Tiene varias salidas por si quieres usarlo todo a la vez y este reóstato es para ajustar el amperaje y este otro para la amplitud de la pulsación. Va a ser una locura.
- Papá - le dijo mi padre al suyo - vente a mi casa con el cacharro y además de probarlo todos vigilamos no sea que vaya a ser muy fuerte y tengas un accidente.
- ¿También quieres probarlo, eh, maricóncete?
- Y yo quiero probarlo en los pezones - dijo muy serio Nelson, sin apasionamiento.
En ese momento emití un quejido, la jaula de castidad me estaba molestando y necesitaba como mínimo que me estimulasen el ano.
- ¿Molesta la jaula, eh, pequeño? - me dijo con aspecto de disfrutar con mi molestia, Nelson - pues no te la voy a quitar. Contrólate o sufre. Eso también forma parte del sexo. En casa de tu padre te follaremos y descansarás.
- Creo que me voy a correr otra vez, pero no sé cómo - Nelson me levantó el pene encerrado en el dispositivo y comprobó como manaba semen y yo tiritaba de excitación.
- Este tipo de orgasmo es más parecido al del clítoris. En realidad lo que tienes ahora lo es. Es intenso, aunque menos que el del macho, pero mucho más duradero. Estarás gozando muchos segundos. Acostúmbrate que desde ahora tienes coño y clítoris. Eres mi mariconcita.
Cuando escuché a Nelson explicar lo que me pasaba decidí  que era lo que quería. Me estorbaban los huevos y sentía el ano muy presente.
- Venga - dijo mi padre - Vámonos todos a casa.

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