martes, 29 de junio de 2021

POLI (5)

 

- Jero, Jero, Jero - escuchaba mi nombre muy lejano y poco a poco me di cuenta que me movía, hasta que abrí los ojos con dificultad - venga, tío. Menudo tablón, joder, me ha llamado Martín, el camarero, que tiene que cerrar y no hay quien te mueva.
- Pero yo estaba con Jonás, desnudo con un collar al cuello. Uff, que dolor de cabeza. ¿Qué hora es?
- Las seis y media, hora de cerrar, vámonos.
- ¿Y entonces Jonás y Álvaro y las pinzas y el rabito - me eché mano al culo, no me podía creer que todo hubiera sido un sueño.
- Se quedó usted dormido - terció Martín - sobre la barra nada más irse Jonás que se fue al cuarto de hora de irse Elvira y su novia. Que yo recuerde le serví diez tequilas y cinco Voll.
- Entonces, ¿Todo ha sido un sueño? pues me gustó. Vámonos, Elvira y gracias. Gracias a ti también Martín.
- ¿Vas a ir a Comisaría? Si no vas a ir avisa que estarán cortos como nosotros en Palmeras.
- Si, si voy. En el bar de abajo me tomo dos Alka-Seltzer y me quedo nuevo. A ver cuándo comemos y me cuentas eso de los rumores de la Académia.
- Mañana tengo guardia..., ¿El sábado te viene bien? Guisa mi novia que es un primor. En casa, el sábado, vente a eso de las doce, tomamos una tapitas, vemos algo de rugby por el cable y charlamos. Tengo que contarte muchas cosas.
- Gracias por todo Elvira, eres la primera mujer a la que estimo y ni se me ha pasado por la cabeza follar.
- Ni se te ocurra, que te caneo y tú sabes que lo hago, maricón - se reía a carcajadas por la ocurrencia y a mi no me molestaba el epíteto. Me sentía a gusto con Elvira y no había sexo por medio. ¡Increíble!
- ¿Le han dado a usted una paliza está noche, Urbizu?
- Me pasé un poco anoche mi capitán, nada que no esté ya solucionado para dar el cien por cien.
- Adelante Urbizu, yo también tuve su edad.
La cabeza me iba a estallar y yo no había podido bajar a tomarme ni un café aún y un compañero de promoción, de esos grises que nunca se hacen notar, vino a rescatarme.
- ¿Vamos a tomar un café, Jero?
- Si, por favor, Juan Carlos, gracias, me iba a morir. Anoche estuve de copas y me pasé.
- Ya. Te vi con Elvira, la de Palmeras.
- ¿Estabas allí? - se me despejó la cabeza de repente.
- Si, suelo ir por allí. Soy gay Jero, ¿no lo sabías? y me sorprendió verte allí anoche, con un pedal de muerte. Asumí que tú también lo eras, y después de lo de la Academia, lo que se dijo, que estabas de novio con aquel chico, Gregorio, pero luego tu solo hacías estudiar y nunca se os volvió a ver juntos. Dio mucho que hablar, pero en realidad se olvidó porque fue una sola vez y alguien dijo que era una pelea de enamorados, pero no sé supo nada de nada. Anoche te vi allí y me dije, ah, coño pues era verdad.
- No se, Juan Carlos. Me invitó Elvira que creía lo mismo que tú y por la misma razón, pero salvo un oso mayorcete que me puso el rabo y se marchó enseguida, me limité a trasegar tequila, aunque en honor a la verdad, Juan Carlos, estoy decidiendo que hacer con mi vida.
- Cuando yo me fui estabas bebiendo tequila como si la ejecución fuera al alba, era cada cerveza de la fuerte dos copazos de tequila. Me ha extrañado verte trabajando.
- Fue Elvira a sacarme del local, estaba hecho un leño y el camarero, ¿cómo era?
- Martín, un tipo de lo más competente, buena gente.
- Eso, Martín llamó a Elvira, porque yo estaba en coma.
- Cuando dices que estás decidiendo que hacer con tu vida - me miró a los ojos exactamente de la misma manera que Sebastián cuando estaba encima de él en la playa - a que te refieres, no sabes si seguir de poli, no sabes si casarte o meterte monje o si no sabes si resistiras un rabo en el culo, ¿qué? Bueno ya me dirás, se hace tarde y yo tengo un papeleo de una aprensión de la hostia. Vente a casa a cenar. Estaremos mi novio, tú y yo. Si quieres, claro. Antes de salir de la oficina te pregunto. Venga, hasta luego.
- Espera, que yo voy también.
- ¿Has tenido pareja alguna vez? - preguntó camino de la comisaría - o casado o...
- Nada, Juan Carlos, con 17 follé con un chaval de mi edad y luego muchas tías, pero sin cuajar con ninguna, por culpa mía siempre. No se. Después de tercer o cuarto polvo pierdo el interés en lugar de incrementarlo y acabo rompiendo. Goyo quiso durante muchos años algo, y yo sin saberlo y cuando me entero, que fue aquel incidente del desayuno, la monto parda y es Goyo el que no quiere nada.
- Venga Jero, ya si eso, está noche hablamos.
Él se fue a su negociado y yo al mío, calentandome la cabeza de porqué había tenido que ser yo tan sincero con un perfecto desconocido. Moviendo papeles, cotejando pruebas y colgado del teléfono, se me pasó la mañana, hasta que sonó mi teléfono y era Juan Carlos.
- Entonces, ¿quedamos en eso? por hacer comida para uno más. ¿Te va la pasta? la italiana claro.
Nos reímos un momento y le dije que estaría. Me mandó su dirección al móvil y contesté con un ok.
El tiempo que faltaba para llegar a cenar a casa de Juan Carlos, no pude conciliar ni un cuarto de hora de sueño, y debería estar cansado, pero no me quitaba de la cabeza el sueño con mi imagen completamente desnuda y un collar con una cadena. Lejos de revelarme contra la imagen sentí mi cuerpo revivir y experimentaba una especie de consuelo en no tener más responsabilidad que obedecer al que tiraba de la cadena. No sentía ningún tipo de pudor, es más me sentía orgulloso de ser de alguien. Nunca había tenido esa sensación. Pero era de un sueño, era irreal y aún así me gustaba. ¿Donde encontraría yo un amo que se responsabilizase de su esclavo? Echaba de menos, estar sujeto y desnudo. Me levanté de un salto, me tiré a la calle, fui a la tienda del chino de la esquina y compré un collar de perro y una cadena. Llegué a casa, me desnudé, me puse el collar y la cadena y fui al espejo. La imagen que me devolvió el espejo me enamoró. Era yo. Un yo sumiso y entregado a otro, desnudo y a merced. Me puse de rodillas, a cuatros patas y me tumbé enroscado como un perro a los pies de su amo y sucedió algo que era nuevo y me emocionó. Sentí como latía mi ano. Fui consciente de que lo tenía, me llevé la mano y me toqué con delicadeza, me resultaba muy agradable y como hacen los perros cuando el amo les rasca la barriga abrí las piernas para exponer el sexo y el ano. Ensalivé los dedos y empecé a acariciar sus bordes hasta que el dedo se insinuó dentro y vi a mi pene crecer. Pensé que necesitaba un dildo que me consolase de mi postración. Pensé en Goyo, que era su sexo el que acariciaba mi ano y lloré. Enroscado frente al espejo gocé de mí ano y deseé tener un orgasmo, pero supe en ese instante que necesitaba depender de un permiso, no sabía de quién; tenía el pene duro y deseaba placer sexual, hubiera deseado que fuese de Goyo el que me lo proporcionase, pero eso no podía ser. Necesitaba encontrar un amo que me hiciese sentir lo que yo deseaba, ser un perro sin más dignidad que la que me prestaste mi amo llevándome de la correa. Me desperté desnudo con mi collar a las siete de la tarde. Me duché, me vestí y me fui a casa de Juan Carlos; él y su novio me ayudarían.
Iba por la calle y sentía vergüenza de ir vestido, necesitaba ser humillado, eso me complacía y deseaba pertenecer. Yo solo me sentía inseguro.
Llegué a casa de Juan Carlos que al saludarme me notó raro.
- Ven que te presento a Ricky. ¿Te ha pasado algo? Estás como cohibido. No pasa nada Jero, somos gays, tú serás lo que sea pero tranquilo, nadie te va reprochar, ni yo por supuesto te voy a sacar del armario en el trabajo - me pasó el brazo por el cuello y me estrechó contra él.
Ricky, este es mi compañero de trabajo, Jero, un buen tío que está un poco confundido aún. Prácticamente no se ha acostado con nadie, bueno con muchas tías, pero tiene otro sentir.
- Hola, yo soy Ricardo, Ricky, para todas estas locas - me tendió la mano y se rió - soy orientador laboral así que de alguna manera, quizá puede darte algún norte. Siéntate Jero. Juanca, trae algo de beber. A ver ¿que te ha pasado?
Hice un sucinto resumen de mi vida desde que mi madre se fue con su novia y nos dejó a mi padre y a mi, pasando por el episodio de Sebastián, Ramón y lo de Goyo y finalmente la pesadilla de la tajada en el bar de ambiente con Jonás como protagonista.
- ¿Que Jonás, Juanca, nuestro Jonás? El del culo desfondado de tanto arrastrarlo por las esquinas.
- Si, ese, Ricky.
- Fruto del alcohol, Jero, y quizá de tus deseos más reprimidos. Jonás ya no puede ser más bottom. Yo creo que le propones llevarte de una correa y se cae del infarto. Lo que me extraña es que no te pidiera nada más verte que te lo follases.
- Creo que lo hizo - dije haciendo memoria - espera, lo último que recuerdo es que se la sacó y me dijo al oído que me la iba a chupar y luego yo me lo iba a follar. Después de eso solo recuerdo a Elvira zarandeandome para despertarme. Pero el caso es que el sueño me ha hipnotizado, como que me quedé con las ganas del rabito.
- ¿Un rabito? no me jodas. Un rabito son palabras mayores para un virgen de culo. Es un plug de considerable tamaño. ¿Aún lo quieres? me dijo sonriendo Juan Carlos - ¿quieres probar? tenemos uno. Tú verás. Si quieres que te desvirguemos nosotros, vale, aunque un desvirgue..., Va, que más da.
- ¿Un desvirgue..., qué?
- Se le da mucha importancia a la primera vez y parece que eso habría que hacerlo con la persona con la que quisieras pasar la vida, lo que en realidad pasa es que normalmente la primera vez es entre dos incautos que saben muy poco de sexo, son torpes y no suele salir bien. Pensándolo bien, quizá te hagamos un favor dilatandote.
- Otra cosa. ¿No tendréis también una jaula de esas de castidad? Lo he visto en alguna foto y después del jodido sueño, me intriga y me gustaría probarlo.
- No - dijo Juan Carlos - no nos ha dado aún por ahí, aunque tiene su morbo. Por lo que he leído en chats gays los que lo prueban llegan a sentir hipersensibilidad del ano y lo sienten como su órgano sexual. Nosotros no sabemos - se dirigió a Ricky - ¿verdad?
- No tengo experiencia, Jero, - explicó muy seguro Ricky - pero si te consigues uno nos prometes que te lo pones aquí y una llave del candado nos la dejas.
Saqué mi móvil y en tres Clik ya tenía uno en camino.
- Pasado mañana lo tengo. Quedamos a cenar pasado mañana y lo pruebo. Ahora el rabito.
Mi compañera de mesa, Paula, se dio cuenta de mi cuidado a la hora de sentarme. Ricky trajo de su dormitorio un tarro grande de lubricante.
- ¿Todo eso va a hacer falta? - pregunté algo alarmado.
- No te preocupes, Jero. Lo usamos bastante cuando se nos antoja fist y es el lubricante al agua perfecto.
- ¿Y eso otro? - llevaba una especie de pera antigua, que alguna vez vi en casa de mi abuela, de caucho rojo, con un pitorro largo.
- Jero - me dijo cargado de razón Ricky - no querrás que lo pongamos todo lleno de mierda. Eso para los locos del SCAT, a nosotros nos gustan las cosas algo más pulcras, ¿verdad Juanca?
Juan Carlos puso cara de asco.
- Venga, vete desnudando y nosotros también - y dirigiéndose a su pareja -  Ricky voy a ir colgando el sling.
- ¿Un columpio..., o un trapecio? Ahora ¿Circo?
- No Jero, mira ven, vamos a colgarlo. ¿Ves? - de un gancho, en el que no había reparado, del techo colgó cuatro cadenas con un cuadrilátero de cuero enganchado a cada esquina - te tumbas boca arriba y empezamos a trabajar.
- Vamos, Jero, ven al baño a ponerte la lavativa. Vamos a dejarte el culo como una patena. Vas a sentir retortijones pero aguanta y luego descarga. Cuando salga el agua como del grifo empezamos.
- ¿Tienes un abceso Jero? Te duele ¿verdad? Yo tuve uno y hasta que me dieron el tajo no descansé.
- No sé, voy a tener que ir a que me lo vean.
- ¿Te pasa algo? - preguntó con retranca Juan Carlos que pasaba por allí.
- Nada, habrá sido una noche de desenfreno - me reí con ganas y él también.
- Mañana cenas en casa, recuerda - me dijo señalándose con disimulo la bragueta.
- No sé si podré Juan Carlos, estoy esperando algo, que espero que llegue para poder ir. De todas formas te aviso.
Juan Carlos se despidió con un guiño de ojo y los dos pulgares levantados. El mismo gesto que hizo cuando Ricky consiguió introducirme en el ano la monstruosidad de dildo rematado de rabo de perrito que me estaba produciendo las molestias al sentarme y que me provocó el orgasmo más intenso y prolongado de mi vida cuando Ricky comenzó a manipularlo una vez colocado en su sitio. Al sacármelo con la sensación de que me iban a dar la vuelta como un calcetín y sustituirlo por un estimulador vibrante de punto "P" volví a correrme de tal manera que me dejó desmadejado sobre aquella especie de plataforma bamboleante que llamaban sling.
La verdad es que la dilatación del ano no me resultó desagradable. Solo me negué a ser sodomizado por un dildo de carne como quería hacerme Ricky y me lo sustituyeron por el estimulador. No estaba preparado mentalmente para ser follado por otro tío. Quizá cuando llevase la jaula de pene y como decían, redirigiese toda mi sensibilidad al ano podría aceptarlo, pero de momento solo pensar, estando medio sobrio que un tío me la metía, me repugnaba.

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