martes, 22 de junio de 2021

POLI (2)

 

Acabamos de festejar que habíamos entrado en la Academia de Policía en una pensión de mala muerte con dos mercenarias, maduritas ya pero con todo el arte del mundo a la hora de saber cómo se satisface a un tío. Cuando la luz de patio interior iluminó débilmente el cuartucho nos despertamos con la resaca del siglo y un jaquecón de muerte.
- ¿Estás seguro que éstas no nos han regalado unas purgaciónes o algo peor? - Goyo me miraba con un ojo cerrado y guiñando el otro mientras se sostenía la cabeza del dolor que tenía - porque eso de cambiarnos la puta y que no rechistasen me pareció emocionante pero raro.
- Seiscientos euros para las dos, con la edad que tienen daban para eso y para los que nos diese la gana. Si tenían algo, eso ya no se, Goyo. Pero antes de ingresar en la Academia nos hacemos unos análisis o algo.
- Lo que está claro es que ahora se a que sabe tu polla - dijo Goyo esbozando una sonrisa malévola.
- ¿A quien se le ocurre comerle el coño a una puta? eso para empezar. Y segundo, estábamos follando a pelo, tío, y me acababa de correr, ¿Eres tonto..., o demasiado listo? yo ahí lo dejo.
- ¡Joder, Jero! ¿Entonces eso, eso que destilaba? Joder que asco, Jero, que asco.
- Si, mi polvo, el último. Y puedes dejar de hacer aspavientos, el semen, es semen y ya está, soso dulzón, muy tonto. Si te gusta a mí me da igual.
Me vino a la memoria aquella mañana en la playa del acantilado; como el semen de Sebastián me impactaba la garganta, lo tragaba y deseaba que siguiese eyaculando. Después de aquel día, nada de nada hasta que Goyo sacó el tema. Lo cierto es que pensar como aquel muchacho se corría en mi boca nunca me hizo plantearme si me daba asco o no. Formaba parte del conjunto total de lo que allí se desarrollaba. Nunca volví a pensar en ello ni a desearlo.
- Papá, ¿Y el padre y su hijo de Luxemburgo? se han ido sin despedirse.
- Pues la verdad que esta mañana, alboreando bajé a ver amanecer en la playa y estaban cargando el coche, les pregunté si se iban ya y el padre me miró con cara de asesino y no me contestó. El chico masculló algo al montarse en el coche, que no entendí y salieron de los apartamentos como alma que lleva el diablo.
- Que raro, ¿No, papá?
- Hay gente rara. Más de la que imaginas. No le des más importancia.
Recuerdo que me quedó mal sabor de boca no poder despedirme. Recordándolo la vista se me perdió en el vacío.
- Eh, tu, Jero, ¿Ha pasado un ángel? Venga vamonos de aquí ya que tengo hambre.
Por primera vez en diez años volvía a recordar lo que sucedió aquella mañana entre Sebastián y yo.
- Por cierto Jero - preguntó intrigado Goyo mientras se vestía - ¿tú cómo sabes tan bien a que sabe la lefa?
- ¿Tú qué crees, pringao? Será que ando mamando pollas en mis ratos libres - me había tocado en la línea de flotación, pero supe reaccionar sin que se me notara nada - pues porque hace ya muchos años quise saber que sabor tenía y me pajeé una vez exclusivamente para probarlo. Tú sabes, contra una pared de espaldas y las patas levantadas hasta tocar la pared y la polla apuntando a la boca. A los quince se tiene mucha elasticidad. Pajoteo y la leche te cae justo en la boca. Como tampoco era tan fácil y al final ni fu ni fa, no lo volví a hacer.
Por eso se a que sabe. ¿O es que te habías imaginado alguna otra cosa?
Me di cuenta que había imprimido al tono de mi pregunta retórica un punto agrio de reto, pero no creía que Goyo pudiera atisbar algo desde allí. Para quitar empaque al momento me fui hacia él, le agarré por el cuello intentando sin demasiado interés acercarle a mi bragueta.
- ¿Quieres probarlo de la fuente, eh, quieres probarlo?
- Déjate de tonterías con estas bromas - se le notaba molesto - que uno nunca sabe cómo acaban - lo cierto es que le aprecié cierta falta de convencimiento en la protesta.
- Hombre Goyo - le había soltado ya - salvo que de verdad quieras husmearme la bragueta aquí es donde acaba. Y venga, calzate ya que nos vamos.

En la Academia nos asignaron las habitaciones por número de acceso. A mi me tocó a un chico muy joven de Valencia y en la contigua Goyo estaba con uno de Alicante. 
Salió de Goyo y me sorprendió, por lo corto de genio que era, pedirle al chico de Valencia que le cambiase la habitación, ya que al fin y al cabo Valencia y Alicante, paisanos, sin saber eso de los litigios de vecindad. No se podían ver, solo por el hecho de ser paisanos. Y ahí se quedó.
Al mes de estar allí mi compañero de habitación se lesionó gravemente la columna en la pista militar al saltar y no saber caer. Lo evacuaron y no había salido la ambulancia del recinto cuando Goyo se plantó ante el sargento de pabellón a pedirle permiso para pasarse de cuarto.
Cuando le vi con todos sus trastos en la puerta de la habitación, con su mejor sonrisa en los labios me dio un vuelco el corazón. Le brillaban los ojos de emoción, cerró la puerta de una patada y me dió un abrazo que ni el del oso a Favila.
- Joder, tío, te echaba mucho de menos - ¡estaba llorando! - eres más que un hermano para mí.
- ¿Un novio? - le dije en tono de guasa, sin esperar la que se me venía encima.
- ¿Tú sientes lo mismo? Yo lo sabía.
Me aparté de él con mi rostro serio.
- ¿Estás de broma, verdad? No me digas que lo del rabo en la cola del Registro era verdad, porque me pegó un tiro. Goyo, joder, ¿lo has dicho en serio? Todo este tiempo, tus abrazos, tus acercamientos, comerle el coño a la puta con mi corrida dentro, Goyo, por todos los santos, dime que me equivoco.
Goyo iba del rojo al blanco folio en el color de su cara, no era capaz de articular palabra, quería hablar, pero en lugar de palabras las lágrimas se apelotonaban en sus ojos y empezaba a moquear profusamente. 
- ¡Joder, Jero, joder, perdona! yo no quería - y cayó de rodillas tapándose la cara.
- Mira Goyo, contesta si quieres con la cabeza, pero de verdad, en serio, me va a dar un ataque joder ¿ERES MARICON?
Goyo se dobló hasta dar con la cabeza en el suelo sin dejar de llorar cada vez con más cuajo. Me agaché le cogí por los hombros, le ayudé a levantarse y nos sentamos en mi cama. Él se refugió en mi pecho llorando sin querer enfrentarme y yo le pasaba mi brazo por su hombro mientras le daba palabras de aliento.
Se fue calmando hasta que pudo sostener la mirada. Tenía los ojos congestionados de tanto llorar.
- Goyo, mira, falta un cuarto de hora para la comida. Lávate, serenate que no se te note; que tenemos que bajar. Esta tarde, después de clase, pedimos permiso para salir y hablamos. De verdad que creo que nos debemos alguna confidencia.
Aún recuerdo el primer día de Insti, que quería ser trasparente y tú te apartaste de tu grupo para ayudarme. Estaba aterrado y tú fuiste mi ángel de la guarda. Luego me metiste en tu círculo y lo que yo imaginaba que iba a ser mi ejecución se convirtió en la época más bonita de mi vida, hasta hoy. Por eso, y luego por muchos detalles más no solo te tengo que estar agradecido sino que te quiero, más que si fueses un hermano. No te disgustes. Si eres gay, sigues siendo mi amigo, aunque quizá no pueda satisfacer todas tus demandas..., o no se, Goyo. Esta tarde hablamos. 
Tocó la sirena que reclamaba nuestra presencia en el comedor. Cada uno cogió su bandeja y nos sentamos en una mesa vacía.
- Por nada en el mundo - me miraba sereno a los ojos - hubiera querido darte semejante disgusto, Jero, pero llevo queriéndote desde que te vi, abatido en la puerta del patio sin saber para donde tirar. Teníamos quince años, cuando llegaste de traslado y no conocías a nadie. Aquel día te habría comido a besos.
- Come Goyo, luego hablamos con tranquilidad. Me voy a ir yo ya. El sargento nos mira con demasiada insistencia. No me gusta. Saldremos por separado esta tarde y nos vemos en la plaza bajo el reloj, a eso de las seis.
- Pero, ¿Me he sobrepasado?
- Hazme caso - me levanté - y no me mires cuando me esté yendo. Por el bien de todos.

- Tenías razón Jero - llegó con puntualidad a la plaza y fuimos a un sitio popular y bullicioso a tomar chocolate y churros, nada más inocente - cuando salía del comedor el sargento me preguntó si había hecho migas contigo y le contesté que desde que entramos al instituto a los quince, de toda la vida. Parece que se conformó
- Lo comprobará. El sargento Costas es una pieza de cuidado. Huele las relaciones íntimas. Tiene fama de echar por eso a muchos aspirantes a poli. Es un cabrón.
- Bueno, venga, cuéntame. ¿eres gay o bi? - bajé la voz deliberadamente.
- Gay a tope, Jero. Lo que pasa que la edad y que te tenía desnudo y empalmado a mi lado follandose a una tía no me dio ningún problema para follarme a esa otra tía. A mi veintisiete años era la primera vez que tocaba un coño y espero que la última. Tuve que hacer de tripas corazón y pensar que era la única forma de estar haciendo sexo contigo, aunque solo fuese al lado. Porqué crees que me tiré a rebato a comerle el coño rezumando tu lefa, cerré los ojos e imaginé que eras tú quien se corría en mi boca.
- Goyo, ¿cómo voy yo a desnudarme contigo en mi cuarto sabiendo con que intención me miras?
- Lo siento, Jero, calculé mal. Pudo haber sido hace años, pero te cambió el carácter de pronto. Fue cuando empezamos el último curso. El año que cumplíamos los dieciocho. Y siempre te lo he querido preguntar. ¿Que te pasó?
- No se - le clavé los ojos en los suyos, sopesando contarle o no lo sucedido con Sebastián - Goyo, creo que soy bisexual. Vámonos de aquí al paseo de castaños de Indias, no nos podemos exponer a que alguien escuche algo.
Salimos del local en silencio y no empezamos a hablar hasta que sentimos el rumor de las aguas del río que enmarcaban el paseo de los castaños que formaban entre todos un dosel verde.
- Pero como que no sabes. Yo sé que veo un tío y me pongo burro. Tú tienes que darte cuenta que algún tío te llama la atención y te gustaría trastearle, lo mismo que una mujer. Pero si eso solo te pasa con las mujeres, tío, eres hetero de libro.
- ¿Sabes porqué conozco la textura y el sabor del semen? Goyo.
- Porque probaste el tuyo ¿no?
- No solo se el sabor, también se tragarlo. Me lo tragué y no era mío.
- ¿Tú has estado con un chico? ¡Que cabrón! ¿Con cuántos, cuántas veces, les conozco?
- Una vez, nada más. Me has dicho antes que me cambió el carácter cuando empezó el último curso. Ese verano tuve sexo, una sola vez, bueno fueron tres polvos de una tacada con un chico luxemburgués.
- Cuenta, joder cuenta - Goyo estaba entusiasmado con mi confidencia - ¿cómo te lo ligaste, o te ligó él a ti? Cuenta, ¡joder! que me tienes en ascuas.

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