domingo, 28 de junio de 2020

ROLDAN - 3 -


En la oscuridad del confesionario por una lanza de luz que mordía la penumbra en la que se encontraba, veía a duras penas el culo de Arturo de par en par y escuchaba el susurro urgente que le pedía que sacase la lengua y se acostumbrarse al sabor que de cualquier manera iba a tener que saborear, con deleite o no esa tarde noche en la habitación del padre Bernardino. 
- ¡Empieza a comerme el culo, cabrón. Al menos vas a tener la certeza de que yo no voy a cagarte en la boca.
- ¿En la boca? - en el tono de la pregunta se leía perfectamente la incredulidad y el miedo.
- Calla ya y empieza. Además, a mi también me gusta que me lo hagan.
- ¿Te gusta?
- Si. No te hagas de nuevas. Dijiste que el cura de tu pueblo te lo hizo a ti y te gustó.
- Es verdad.
- Pues matamos dos pájaros de un tiro, a mí me gusta y a ti te entrena. Empieza.
Con cara de asco y prevénido ante cualquier evento insospechado, Roldan se fue acercando al culo de Arturo afinando todo lo que podía el olfato. 
- Venga, no olisquees más - y con su mano izquierda que le quedaba libre, se la pasó hacia atrás por el cogote y le estrelló la cara contra su ano - ¡come ya, joder!
Roldan en esa postura saco tímidamente la lengua y la depositó justo sobre el ano de Arturo e inmediatamente detectó y recordó perfectamente el sabor de la lengua de Don Arsenio después de habersela hundido profundamente a él la noche anterior en su casa. Le satisfizo recordar un sabor ya conocido y con más soltura, sacó más lengua comenzando a explorar la anatomia del orto de su compañero. A medida que cogía confianza y comprobaba que no era para tanto su asco y prevención a la zona empezó a insinuar la punta de la lengua hacia dentro del cuerpo de Arturo. 
- Eso me gusta, Roldan, más dentro, más dentro - hacia rato que Arturo no necesitaba indicar con su mano que debía hundir la cabeza en su culo.
Roldan, se animó ante el estimulo y consiguió meter más la lengua y el sabor dejó de ser tan dulce y primó más el amargo de las heces. Se retiró de golpe, estuvo quieto unos segundos y se lanzó sobre el ano de Arturo con renovados bríos nada más que ahora, metía lengua y succionaba para sacar de dentro de Arturo todo el jugo amargo que pudiera. 
- ¡Me gusta tu mierda, Arturo, me gusta! y me gusta chuparte, se me ha puesto muy dura.
En ese momento se escuchó un ruido y unos pasos. 
- Pues otro día más. Vamonos que viene alguien - dijo en voz muy baja Arturo.
- Me dijeron que venian para una visita al Santisimo Don Bernardino.
- ¡Arturo, Arturo! que sabes mucho - musitó rabioso el padre Bernardino.
Aprovechando que el confesionario estaba tras una columna de la capilla Arturo y Roldan se escabulleron por la puerta de la sacristía que se comunicaba con el claustro y como alma que lleva el diablo se plantaron en el dormitorio donde el resto de los seminaristas descansaban hasta la ronda de clases de la tarde.
Se habían tumbado en la cama y al poco apareció Don Bernardino.
- ¡Vaya, Roldan! parece que no hay sueño. Bueno, adelantemos acontecimientos. Ven conmigo a mi celda para empezar el examen de conciencia y la confesión de tu vida - se dio la vuelta y se volvió a detener, sin darse la vuelta volvió a hablar levantando la mano derecha - y Arturo, ven tu también.
Caminaron un paso por detrás del cura hasta el piso alto donde lo que se llamaba eufemisticamente celda era una anchurosa cuadra dividida por la mitad por un pesado continaje de terciopelo rojo. En la parte de delante en un lateral un viejo confesionario de roble sobre una tarima tallada en punta de diamante muy desgastada por el paso de los años. En el centro una mesa, de roble también y un sillón alto de aspecto incomodo tapizado como la cortina. Delante de la mesa dos sillas del mismo estilo que el sillón y tapizados en el mismo tejido.
- Pasa, Roldan - dijo el cura - tu Arturo, quédate en la puerta hasta que se te llame.
El chico pasó dentro de la sala y se quedó paralizado ante la grandiosidad de la estancia.
- ¿Te has confesado alguna vez, niño?
- No, nunca.
- Es muy sencillo, solo tienes que decir la verdad. Yo preguntaré y tu contestarás con la verdad. Si me mientes ya sabes que solo las puertas del infierno permaneceran abiertas para ti y la condenación será ya eterna.
Roldan afirmó con la cabeza sin atreverse a emitir ni un sonido.
- Ahora yo voy a sentarme en ese confesionario y tu te arrodillarás por el lateral donde está la rejilla y desde allí me lo contarás todo.
El padre Bernardino se sentó en el sitial y esperó a que Roldan se arrodillara. El muchacho intentó arrodillarse pero soltó un quejido. Las puntas de diamante, a pesar de estar gastadas producian mucho dolor al arrodillarse.
- ¡Arrodillate! - gritó el cura. 
- ¡No puedo! duele mucho el suelo.
El padre Bernardino salió del confesionario y se dirigió a la puerta.
- Arturo, entra.
El chico entró en la habitación. 
- Dígame padre.
- Arrodillate en el confesionario.
Arturo empezó a sudar.
- Yo ya me confesé ayer padre. No tengo pecados mortales
- Hincaté de rodillas, ¡ya!
Llorando se encaminó al confesionario dócilmente y al llegar el padre Bernardino le dio una orden.
- Antes de arrodillarse, desnudate, como crucificaron a nuestro señor en su momento supremo, como éste momento lo es para ti, y de hinojos, desnudo, déjate caer y sufre, purga tus pecados. ¿donde habéis estado esta tarde vosotros dos?
Roldan ya lloraba a moco tendido y Arturo hacia lo propio. Instintivamente Roldan se acercó hasta Arturo se abrazó a él y juntos cayeron de rodillas sobre el suelo del confesionario, aumentando la intensidad del llanto pero esta vez de dolor.
El cura se acercó a ellos y los levantó consolandolos.
- Desnudate tu tambien Roldan - esperó a que Roldan estuviera desnudo como Arturo, cogió a cada uno de una mano y traspasaron la cortina que les separaba del despacho.
Una cama alta, grande y provista de dosel con cortinas tupidas que se corrian y velaban la vista a todo aquel indiscreto, estaba centrada en la estancia. En la pared izquierda un armario grande de madera de roble con dos cerraduras garantizaba que nadie que el padre Bernardino no quisiera iba a ver su contenido. El cura se saco de dentro del hábito una aparatosa llave que llevaba al cuello y abrió las dos hojas del armario. Roldan y Arturo, permanecian abrazados en el centro de la habitación asustados por lo que pudiera sucederles. Al abrirse las puertas se pudo atisbar parte del contenido. Cadenas, cuerdas, latigos, grilletes y como barras largas y cortas de diferentes grosores que parecian hechos de marmol u otro material similar.
El cura sacó un latigo de multiples colas que parecía hecho de cuero y unos grilletes, dos pares, que constaba de cuatro argollas cada par unidos por cadenas.
- Que cada uno se lo ponga al otro - dijo Bernardino a los chicos tirandoles los grilletes delante - bien cerrados, ahora sois esclavos del pecado, la llave, si merecéis ser liberados, la tengo yo. Luego apoyandoos en el escabel que hay al pie de la cama subiros a la misma.
Se dirigió al lateral del armario y tiró de una cinta brocada.  El cura se dio media vuelta mientras los muchachos se subían a la cama y traspasó la cortina. Se sentó a su mesa de escritorio y esperó.
- ¿Ya sabes lo que nos espera, Roldan? - comentó de una forma fría Arturo
- No se. ¿Porqué estamos en la cama del padre?
- Nos va a azotar primero y luego nos llevará a la mazmorra, así, como criminales, cargados de cadenas.
- Pero tendremos que vestirnos, así desnudos no podemos pasar por todos lados.
- No se Roldan. Yo estuve en la mazmorra una vez hace mucho tiempo y fui vestido con la sotana, y ya en la celda me cogieron entre tres teologos y tragué polla por todos lados. Y dedos, que lo que les gustaba era meterme los dedos en la boca muy pegados a la lengua e intentar que tragase hasta que vomitaba y luego me escupian todos en la boca.
- ¡Que asco, Arturo!, yo no me voy a dejar.
- Pues es mejor dejarse, si no te meten un aparato en la boca que te parte todos los dientes y al final hasta te mean en la boca. Conviene no enfadarles.
La puerta, al otro lado de la cortina, se abrió.
- Padre, ¿habia llamado?
- Si. Envíe recado al teologado que Santiago, Eduardo y Agustín bajen dentro de una hora a la mazmorra. Les necesito.
- Padre, con su permiso - Celestino de ultimo curso de filosofos y catorce años inclinó la cabeza en señal de acatamiento - ¿podría yo incorporarme a la mazmorra? yo nunca llegué a visitarla y he escuchado tantas cosas...
El padre Bernardino se quedó de pie junto a su mesa con gesto adusto.
- No, mejor aún Celestino, me ayudarás con Arturo y Roldan y según sea tu comportamiento vendrás o no. Pasa  conmigo a mi dormitorio.
Y dándose la vuelta traspasó la cortina con Celestino detrás entrecerrando los parpados y relamiendose de lo que el pensaba que le esperaba.
Nada mas entrar al dormitorio, Bernardino  le dio el latigo a Celestino.
- Cuando yo te diga, azota, Celestino. A ver, vosotros dos, pecadores que solo merecéis las llamas eternas, delante de la Santisima Virgen - y señaló una imagen de una virgen con un niño en brazos que reposaba sobre una mensula a la izquierda de la cama - ¿que hacíais en la capilla esta misma tarde?
- Nada padre  Bernardino, de verdad - se atrevió a decir Arturo.
- Castiga Celestino - y en voz muy baja dijo: y disfruta de esta carne fresca.
Roldan y Arturo estaban abrazados muy estrechamente, sobre la cama arrodillados, de forma que sus espaldas y traseros quedaban expuestos. Celestino blandió el azote y empezó a castigar a los dos críos.  El cura Bernardino se frotaba la entrepierna y Celestino se remangó la sotana y mientras azotaba se masturbaba para deleite del cura.
Cuando ya tenian las nalgas muy enrojecidas Bernardino ordenó parar. Celestino a pesar de no azotar seguía masturbandose.
- Estabamos... - empezó Artuto a negar otra vez -
- ¡Que no Arturo! Yo estaba chupandole el culo a este, padre Bernardino
- No puedo creerlo - exclamó indignado Bernardino - enseñame ahora mismo como lo hacíais.
Inocentemente, Roldan, le dijo a Arturo que se pusiera en posición. El ruido de las cadenas que llevaban daban al momento un escenario irreal. Roldan hizo el ademan de meter la cabeza en el culo de Arturo y se retiró.
- Así, padre - como si estuviese ya todo arreglado con la demostración.
- ¿Así? Quiero verlo todo - vociferó el cura.
- Pero ya lo he hecho, padre.
- Quiero ver como lo hacíais todo - estaba ya el cura fuera de si.
- Empieza a comerme el culo, que nos van a zurrar otra vez - le dijo muy bajo Arturo a Roldan.
Roldan empezó a disfrutar, como habia empezado hacia unas horas de Arturo, lo que hizo que los dos pusiesen sus vergas duras. Celestino hipnotizado por la escena se despojó de la ropa y se acerco masturbandose con parsimonia.
- ¿Puedo, padre? preguntó implorante Celestino
- Pero que sea una penitencia para ellos - le dijo con lo voz temblorosa, relamiendose ya del espectaculo.
Celestino subió de un salto a la cama, sujetó a Roldan por las caderas, ensalivó un poco su ano y de un golpe de cadera se la metió hasta dentro. Roldan dio un grito agudo se retiró de Arturo y al caer desmayado del dolor se le salió a Celestino. Arturo al comprobar lo que habia sucedido y que Roldan yacía desmadejado en la cama, se lanzó al pene tieso de Celestino para ensalivarlo bien primero, luego se dio rapidamente la vuelta y el mismo se insertó la carne dura del seminarista mayor.
- Es que él es virgen aún, bueno ya no, y no ibas a disfrutar de su culo, yo ya tengo experiencia, me lo han hecho tantas veces.
Al tiempo que era sodomizado Arturo se inclinó sobre Roldan y empezó a lamerle sus genitales. Se despertó el chaval y su pene creció. Empezó a sonreir hasta que se echó mano a su ano y soltó un gemido de dolor. Bernardino se acercó entonces, con su regordeta mano palpó el ano del niño y le metio un dedo, luego se lo llevó a la boca, lo saboreó entrecerrando los ojos y luego volvió a violar el ano de Roldan, pero esta vez con dos dedos. El chico se quejó algo hasta que Bernardino sacó sus dedos, se los llevó a la nariz, los olió con delectación luego se los puso delante de los ojos, sonrió placenteramente y fue poniendolos delante de los ojos de los otros tres presentes y dándoselos a oler. Roldan fue el último y cuando el padre Bernardino se convenció de que sabía de qué se trataba se los metió despacio, reptando por la lengua hasta llegar a provocar la nausea del niño, que terminó por recuperarse del todo de su abrupta violación. Luego ya acostumbrado a los dedos y al sabor amargo continuó mamándo de los dedos hasta que el cura quiso sacárselo de la boca.
- ¡Limpios, perfecto! - comentó satisfecho Bernardino - darás mucho juego abajo - y en ese momento Celestino exhaló un grito.
- ¡Me corro dios mío!
- Rápido, en el culo no, en la boca que sepan cuál es el sabor de la santidad - ordenó el padre.
Arturo sabía de qué se trataba y se dio la vuelta rápido abriendo mucho la boca, al tiempo que tiraba del brazo de Roldan para que le imitase. Celestino empezó a eyacular su semen y casi todo fue a caer en la boca de Arturo, que lo retenía sin tragarlo. Roldan, no entendía que pasaba.
- Arturo, comparte esa gloria que llevas en la boca con Roldan - adoptó el cura un tono pedagógico - a Roldan, después de comer su propia mierda, le sabrá a bienmesabe.
Arturo se acercó a la cara de su amigo, le atrajo hacia si poniendo una mano en su nuca y mediante beso le traspasó parte de la leche de Celestino, que tragaron los dos.
- Padre Bernardino - se quejaba Roldan - me molestan estos grilletes.
- Acostumbrate, niño malo, aun tendrás que llevarlos un tiempo, y si te portas bien en la mazmorra, eres obediente y confiesas tus pecados, te las quitarán. Ya has recibido del hermano Celestino una fuerte penitencia, pero te preparará para lo que viene ahora. Te han entrado mis dedos y casi no te has quejado. Abajo te van a entrar algo mas que dos dedos y tanto Arturo, como tú vais a saber muy bien a que sabéis cada uno. Pero si sois obedientes y os dejais llevar disfrutareis y os serán perdonados vuestros pecados.
- Padre Bernardino - dijo Celestino ya vestido - ¿voy a poder bajar yo a la mazmorra?
- Si, claro. Pero para darme servicio a mi y mirar. Y ya es mucho el favor que te hago. Pero tienes que saber que si a Santiago, Eduardo, o Agustin se les antoja tu culo, lo tendrás que ofrecer.
- Si, padre.
- Vosotros dos, bajar ya de la cama - diciendo esto, giro la virgen de la mensula de la pared y un panel del fondo del armario se descorrió - seguidme los tres.
El padre Bernardino entró en el armario y su figura fue perdiendose de vista hacia abajo. Celestino empujó con cada mano la espalda de los crios y le hizo empezar a descender por la escalera de caracol, toda de piedra, que moria justo detrás de una especie de altar. Cuando los chicos, incluso Celestino, entraron se detuvieron sobrecogidos. Alli estaban los teologos revestidos para una ceremonia. Un sitial elevado en una tarima lo ocupó el padre Bernardino. A los pies del altar habia dos plataformas de madera con argollas. 
- Ya no me acordaba - le dijo muy quedo Arturo a Roldan - ya se lo que nos espera - Aunque te duela o te de asco no digas a nada que no si quieres que nos dejen salir.
- Tengo miedo Arturo.
- Yo estoy contigo, Roldan, yo estoy contigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario