martes, 9 de junio de 2020

EDUVIGIS - 3 -


Conducidos por la calesa de servicio de la casa los tres hermanos se dirigían a la calle Real donde los talleres de los mejores obradores de costura realizaban primores para lo más granado de la sociedad de rancio raigambre. Títulos y ducados de oro regaban las manos de los artesanos de la capital.
- ¿El que va en el pescante, no es Antonio, el mozo de cuadras? - preguntó en voz baja Eduvigis.
- Si - le dijo a su hermanastra y aprovechó Roldan para mordisquearle el pulpejo.
- ¿Y el cochero siempre ha sido éste?
- No, el cochero, Bernardo, tiene a la mujer de parto, venía dificil y han tenido que llamar al partero y se ha quedado en casa y ya dirigiendose a Antonio, continuó - el caballo va un poco nervioso, no le parece a usted, Antonio.
- Nos huele - contestó volviendo la cabeza para no perder el camino de su vista - señorito Roldan.
- ¿Nos huele? pregunto extrañado Gaspar.
- Al señorito Roldan y un servidor, señorito Gaspar. Ya sabe - y puso un gesto como de obviedad enarcando las cejas.
- ¿Ya sabe? - cada vez mas escamada Eduvigis intentando mantener la voz baja - ¿que es lo que hay que saber? Lo dijisteis anoche, me parece que es lo que supongo.
Gaspar y Roldan, se miraron de forma complice y estallaron en carcajadas. Antonio tambien dejó escapar una risotada.
 - ¿ Y todos ustedes, que es lo que les acontece? -preguntó ya visiblemente irritada Eduvigis.
Gaspar intercambió unas miradas con su hermano que se encogió de hombros eludiendo responsabilidad. Antonio haciendo alarde de un descaro impropio de un mucamo pero espoleado por el secreto compartido terció:
- Dígaselo señorito, no creo que la señorita se vaya a asustar.
Gaspar, cogió de la mano a Eduvigis y suavizando las escenas mas truculentas y bizarras contó lo que sucedió en las caballerizas.
- ¿Con éste caballo? - exageró la sorpresa para dejar muy clara su inocencia, y ya en voz baja, preguntó si la tenía muy grande.
- Grandecita, señorita - el cochero hacia gala de un oído muy fino - para cabernos en la boca, ¿verdad, señorito Roldan? - volvió la cabeza con una sonrisa entregada de igual a igual a Roldan.
- Hablando de otra cosa, Eduvigis - cambió el tono, Roldan - mientras te atiende la costurera, nosotros tenemos que ver a unos señores por un trato de tierras que nos ha encomendado padre. Si acabas y no hemos llegado, que Antonio te lleve a casa.
- No creo que haya lugar - respondió la chica - habré de elegir, telas, tiras bordadas, encajes y hechuras. Tiempo habrá para que concluyais el trato.
- Muy bien hermana, pero por si se dieran circunstancias sobrevenidas ya está prevenido el cochero - y mientras lo decía Roldan miraba a los ojos a Antonio que esbozaba una sonrisa de niño travieso al que han sorprendido en un renuncio.
Pasaron un par de horas en las que Antonio se dedicó a deleitarse con el paso coqueto y decidido de unas o como avergonzado de otras. Saludaba con educación y elegancia y un punto de descaro a los caballeros que acompañaban a las damas, recogiendo de alguno de ellos la expresión de complicidad del que conoce cuales son las verdaderas intenciones.
- ¿No han venido mis hermanos?
- No señorita, no han venido. Deberiamos marchar según sus instrucciones.
- Muy laborioso ha de ser el trato para demorar tanto. Sea. Vayamos - se montó en la calesa.
Llevaban un rato al paso cuando Eduvigis le echó  valor.
- Antonio, puedo hacerle una pregunta, digamos, personal.
- Si, claro, señorita, lo que usted quiera.
- ¿Tiene novia, usted? Y si es así, ¿como es que tuvo sexo con un caballo o con mis hermanos?
- Verá señorita, lo de sus hermanos fue un accidente, casi. Con su hermano Gaspar hace cinco años que pasó aquí una temporada, también nos dimos gusto el uno al otro. Mi novia, quiere llegar virgen al altar y no consiente nada, por no hablar de una tia abuela que, de carabina, no nos quita ojo, ni por apuro, y yo soy muy caliente. Me vio su hermano cuando el era chico meneandomela y se ofreció a hacerlo él. Lo hacia bien y cuando le dije que me venia, en lugar de apartarse se la metió en la boca y todo se lo tragó. Me dijo que siempre que quisiera el me lo haría y asi, fue muchas veces hasta que se fue. Luego me quedé a solas con mi mano, que mi novia ni una gayola quería hacerme. Por eso, un dia, cepillando al caballo en la cuadra, al pasarle por los hijares se le alargó, seguí acariciando y cada vez se le ponia mas dura y mas cachondo me ponía yo. Me desnude del todo y me restregue el cuerpo con su verga. Me atreví a lamerle el capullo, que estaba caliente y humedo y segui y seguí hasta que el animal me bañó en su leche, así me la menee yo y me dio gran placer.
Luego ya, casi cada dia tenia sexo con el animal. Por eso, cuando me aventa se pone nervioso. Cuando vinieron ayer ustedes vi la oportunidad de enseñar a su hermano esa forma de gozar. Vino con su hermano y entre los tres pasó lo que le han contado.
- Antonio.
- Dígame señorita.
- Podría usted enseñarme como se pone tan caliente el caballo.
- Si podría, pero...
- Pero que...
- Sería muy comprometido ir a la casa. Allí podrían sorprendernos. Pero, por la vereda del rio se llega a una antigua aceña que tiene, o tenía, no se, un corral. Alli podriamos incluso desnudarnos..., usted perdone, con el entusiasmo me he propasado.
- De eso, nada.  Me encantaría que nos tocaramos los tres completamente desnudos.
La calesa dobló justo antes de entrar a la plaza de la catedral y encaminó la senda del rio. Al cabo de veinte minutos llegaron a una zona de la ribera en el que el agua sobre los cangilones producía un sonido refrescante y alegre además de los alisos, fresnos y chopos que ofrecian umbria a las construcciones de la aceña.
Antonio condujo el coche hasta dentro del corral. Desunció el caballo  y lo llevó hasta un cobertizo donde lo amarró.
- Vamos señorita Eduvigis. Venga a jugar con Rijoso.
- ¿Rijoso, se llama?
- Si, debido a como lo he educado siempre esta caliente. Venga, deme su mano, señorita.
Antonio tomó la delicada mano de la chica y la paso por la raiz de la verga, e inmediatamente creció lacia triplicando su tamaño.
- Acariciela usted arriba y abajo y se levantará y se pondra dura.
Eduvigis hizo lo que le decia el mozo y el vergón adquirió un tamaño impresionante. Fue un impulso el que le hizo a ella inclinarse hasta tocar con su lengua el capullo del caballo, que respondió con un relincho y entonces Eduvigis sintió que le pasaban una mano por detrás alcanzandole el sexo. Lejos de retirarse abrió las piernas para facilitar la labor de Antonio que inmediatamente comprobó la humedad de la niña. Eduvigis estimulada de esa manera abrió desmesuradamente la boca hasta abarcar el capullo del jaco. Antonio de un suave tirón la retiró.
- Cinco segundos mas y el caballo le habría llenado la boca con su esperma.
- Vamos a desnudarnos Antonio, esto me gusta mas que nada. 
Sintió entonces que la presa en forma de pinza en torno a su clitoris se apretaba. Gimió de placer.
- ¡Si, Antonio! tu sabes como hacer gozar - Antonio aplicó mas fuerza a la presa - me voy a correr cabrón, si, si, sigue me corro, me corro.
Eduvigis se desmadejó cayendo en brazos del mozo que se aplicó a desnudarla con presteza. La apoyó sobre un montón de paja y arreos viejos de bestias y la observó con lujuria con los ojos cerrados y gozando de su orgasmo acariciandose los pechos y pellizcandose suavemente los pezones.
- Eso tambien te gusta, zorrita depravada. Yo te lo voy a dar.
Se medio tumbó a su lado sin quitarse la ropa desabrochando la potrina y sacando su orgulloso pene destilando lubricación por la excitacion. Los pezones casi negros de escarlatas estaban chillando que se les prestase atención. Ella además se recuperaba ya de su orgasmo y reclamaba más estimulación. Antonio un gigante del sexo desde que con pocos años lo aprendió de sus antiguos amos interpretaba a la perfección ese lenguaje corporal, con la espalda arqueada exponiendo sus pechos al goce y sus muslos abiertos enseñando el color rosa fuerte del inicio de su vagina con una ninfas inflamadas de deseo y separadas para instigar una penetracion. Ella ademas se recogía los pechos y se los acariciaba con fuerza para reclamar castigo.
- Eres una zorrita cachonda - le susurraba muy cerca de su oreja como si pudiese haber alguien que fuese a escuchar - ¿eh? guarra.
- ¡Si! soy una putita para un macho como tú - y mientras lo decía con la voz enroquecida de lujuria se contoneaba y acariciaba su vientre y sexo para después tironear de los pezones.
Antonio sabía lo que Eduvigis necesitaba a continuación. Con determinación pellizcó los dos pezones  con una fuerza que él sabía que iba a provocar dolor, lo que ella necesitaba y estaba pidiendo con su mirada intensa y sumisa. Eduvigis gritó de dolor pero no hizo intento de defenderse, al contrario arqueó aun más la espalda dando a conocer cual era su deseo.
- ¡Duele, cabrón, duele! - respiraba muy agitadamente por el castigo - ¡si, sigue! Me lo merezco, por puta, es mi destino y mi deseo ¡castigame! Me lo merezco - las lagrimas provocadas por el dolor que espoleaba su depravación le hacían sumisa y deseo de ser sojuzgada, eso le provocaba el placer del vértigo, el salto al vacío sin red sabiendo que se depende de quien tiene tu salud y tu vida en sus manos.
Antonio, sin dejar al descubierto ni un centímetro de su piel soltó los pezones y abofeteó sus mejillas hasta enrojecerlas. Eduvigis aguantó las dos primeras pero se defendía de las siguientes. Con su fuerte mano izquierda sujetó los brazos de la chica mientras con su mano derecha continuaba abofeteando diciendola que ese era su destino ser esclava de un hombre como él que la hiciese gozar y sufrir para placer suyo.
- Cuando se enteren mis hermanos de esto vas a querer estar muerto, cerdo - estaba enfurecida por el abofeteó.
Antonio fue asaltado por un ataque de risa que no le dejaba hablar, y cuanto más reía más irritada se mostrába Eduvigis. Se levantó sobre sus codos de donde estaba postrada y desnuda echando fuego por los ojos. Se sentó con intención de levantarse para recoger su ropa pero Antonio la empujó derribandola
- Estúpida, crees que yo me atrevería a esto sin el permiso de tus hermanastros. Si, se que tu madre es la zorra que se folla Don José y tu eres la hija de puta - en su tono de voz había deseo de venganza, revancha y mucha satisfacción por hacer lo que hacía - recibí instrucciones claras de los señoritos. Vendrán ahora.
La alcanzó por un brazo y la levantó como una pluma arrastrandola hasta el comedero desvencijado donde la amarró, cogió la fusta del carruaje y acarició con ella las nalgas primero y luego la paseó entre las piernas la raja del culo y el sexo.
- ¿Que vas a hacer, cabrón? - en su voz vacilante había deseo, temor, excitación y placer a un tiempo.
Antonio le pasó la mano por su vulva introduciendole los dedos y comprobando su profusa húmedad. Luego continuó hacia el ano y allí se demoró también metiéndole los dedos. Eduvigis gimió de placer alterando su ritmo respiratorio produciendole casi un desmayo del que le sacó un latigazo violento en las nalgas.
Tras ese primer latigazo se escuchó una voz. Roldan hablaba nada más hacer acto de presencia en aquel cobertizo.
- No la azotes más Antonio, follalá el culo y no te andes con remilgos. Gaspar te follará miéntras a ti. Yo haré disfrutar al caballo con mi boca, viéndoles.
- Me ha maltratado como a una cualquiera y me ha insultado - protestaba indignada ante sus hermanos.
- Y a ti te ha encantado, querida, no lo niegues, no hay más que verte los pezones y el coño como lo tienes. En cuanto Antonio te de por el culo te vas a correr varias veces. Yo lo se por propia experiencia. Anoche demostró que el sexo para él es algo mas que una polla. Antonio - dijo dirigiendose al mozo - no olvides mientras la enculas castigarle los pezones; que no olvide nunca este lugar.
En el camino de vuelta a la ciudad Eduvigis se mostró molesta con Roldan por permitirle  a Antonio tratarla como una cualquiera.
- Te repito hermanita que llevas sangre de puta en tu coño y todo lo que Antonio te ha hecho te ha proporcionado un gozo que ni imaginabas - y mientras lo decía con destreza llegó hasta su clitoris y empezó a deslizarlo entre sus dedos con rudeza - te lo repito, el sexo fino y morigerado no es para ti. Mira como aprende la señorita, Antonio.
Antonio volvió la cabeza y se limitó a esbozar una sonrisa de satisfacción.

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