lunes, 22 de junio de 2020

ROLDAN - 2 -

Don Arsenio descendió del coche de punto y dio la mano a Roldan para que bajase. 
El edificio del Seminario Menor era anexo al Seminario Mayor separados por un callejón al que todos los seminaristas llamaban jocosamente Mata canónigos por las corrientes fuertes y congeladas que lo recorrían provinientes de la Sierra.
El cura acompañó al niño hasta el amplio zaguán y se dirigió al seminarista de semana que hacía las funciones de portero. 
- Aquí le dejo un nuevo pecador que va a hacer los ejercicios penitenciales, para arrepentirse de sus muchos pecados, a pesar de su corta edad, y poder comulgar en el Señor por vez primera.
- Ahora mismo llamo al maestro de ejercicios - y salió corriendo arremangandose la sotana.
- ¿Donde vas tan corriendo? - preguntó otro seminarista de último curso como él.
- A buscar al bujarrón, que el cura ese de la Ermita, trae otro chaval, al que ya habrá iniciado, es guapetón, para que el Bernardino termine de comérselo.
El padre Bernardino llegó a coserjería donde aguardaba Roldan con el cura. Sentado en un banco de piedra alto con sus pantalones cortos y las piernas que no le llegaban al suelo parecía aún más pequeño.
- Vaya, vaya, vaya, aquí tenemos a nuestro pequeño pecador al que tendremos que enderezar para evitar que vaya a quemarse a las llamas eternas del infierno - daba a su voz engolada un tono apocalíptico que hizo pensar al niño que su entrada en el infierno, era inminente.
Y vaya si era inminente. No lo sabía él muy bien. 
- Vaya usted a buscar a Arturo - ordenó Bernardino al seminarista de la puerta - que venga a buscar a, a, ¿cómo se llama nuestro pecador?
- Roldan, Don Bernardino - contestó solicito Don Arsenio.
- A Roldan, que le enseñe el dormitorio, donde va a dormir, donde poner su muda y el refectorio, que por cierto - dijo sacando un ostentoso reloj de oro de su relojera - ya casi es la hora.
Al nada volvió Arturo un seminarista alto y espigado, rubio, muy risueño, de no mas de once años, que de algún modo le recordó a Roldan a su Sandalio.
- ¿Como te llamas, chico? - preguntó alegremente Arturo
- Roldan - se adelantó Don Bernardino - parece un niño docil. Sacaremos provecho de él.
- Don Bernardino - se levantó del escabel de piedra Don Arsenio - yo ya tengo que volver.
El padre Bernardino alargó su mano regordeta y el padre Arsenio hizo una genuflexión le cogió la mano y la beso. Luego soltó su mano Bernardino le hizo una imposición de manos y la señal de la cruz en su cabeza. Don Arsenio se levantó y se fue.
Cuando Roldan iba detrás de Arturo que canturreaba algo por los claustros del seminario se atrevió a preguntar.
- El padre Arsenio le ha besado la mano al padre Bernardino.
- ¿ Te sorprende, chiquitin? Arsenio era el seminarista preferido de Bernardino. Todo lo que sabe Arsenio, T O D O, se lo ha enseñado Bernardino. Un consejo, Roldan, cuando te llame a su despacho Bernardino, vete con el estomago hecho a lo que sea. No te niegues a nada o sal corriendo ahora mismo de aquí. Si le enfadas, conocerás la mazmorra y a algún teologo, también. Bernardino ya no es lo que era al parecer, pero le sigue gustando ver hacerlo.
- ¿Hacer, hacer, qué? 
- No puedo decirte más, sería perjudicial para ti si ibas sobre aviso y para mi por ponerte al día.
- ¿Tu has estado en la mazmorra esa?
- Por desgracia, si, hace dos años, cuando llegué aquí. Ahora me alegro, me adapté perfectamente y no he tenido que volver alli abajo mas que para pasar el pasadizo.
- ¿Pasadizo?
- Muchas preguntas. Ya está bien. Mira, este será tu cama la siguiente semana, y ahi, en ese pequeño arcón puedes meter tu muda - se sentó en la cama y dio un par de saltos sentado - ven sientate, parece que no, pero es blanda.
-No, muchas gracias.
- Ven, hombre, sientate - haló de Roldan por una mano y le obligó a sentarse.
Roldan emitió un quejido de dolor al caer sobre la cama.
- ¡Ay! Perdona. Entonces, ¿Arsenio, ya ha empezado, cuando fue?
- Ayer. Hizo muchas cosas que me gustaron, pero eso...
- ¿Te la metió entera? Alguna vez que he pasado al teologado, he escuchado que Arsenio tiene un buen tranco.
- ¿Que es un tranco?
- Una polla muy gorda. Yo la tengo tambien gorda y larga y un teologo me dijo que la tenía casi tan grande como la de Arsenio.
- Entera no entraba, aunque el cura empujaba mucho, pero entró hasta la mitad. Esta noche he manchado el camisón algo de sangre. Todavía me duele.
- Bueno, eso tienes ganado. Pocas pollas como esas te van a meter aquí. Las de los que duermen en este dormitorio te podran entrar a pares y si pasas alguna vez al teologado, podrás con lo que te echen. Y a todo esto ¿porqué te han traido aquí?
- Yo tengo un hermando de leche, Sandalio, y su madre nos vio en la cama chupandonos el uno al otro, que descubrimos que nos gustaba mucho a los dos y al parecer no debiamos hacerlo. Mi padre para sacarme la verdad me hizo que le chupase la suya, pero un momento nada mas, vio que al hacerlo se me ponía dura y me llevó a Don Arsenio. El resto ya te lo he contado.
 - ¡Ah, entonces es que te gusta, como a casi todos los que estamos aquí. Cuando quieras hacerlo me lo dices y yo te la meto a ver como vas. Tu  hermano de leche ¿ nunca te la ha metido, ni tu a él?
- No. No sabiamos que había que hacer eso. Ahora que lo dices, me gustaría que Sandalio me lo hiciera.
Sonó a lo lejos una campana insistente
- Ahora vamos al refectorio que ya ha tocado la campana.
- A ver como me siento yo ahora.
- Con cuidadito, que nadie se de cuenta que ya estas roto de culo, que van a querer probarte todos a la vez. Esta noche si se mete alguien en tu cama y quiere metertela no digas nada, le dejas y que acabe cuanto antes. Si armas escandalo y viene el vigilante, todos van a echarte la culpa a ti y te mandaran de cabeza a la mazmorra.
La comida trancurrió sin incidentes. Un seminarista leía desde un púlpito vidas de santos y practicamente solo se escuchaba el entrechocar de cubiertos con la loza de la vajilla propio del manejo de los utensilios para comer. Tambien miradas de complicidad entre los veteranos por la presencia de Roldan.
- ¿Todo bien?
Como si hubiese sido una aparición el padre Bernardino habia surgido detrás de Roldan.
El niño sintió una mano blanda y fría en su nuca que le hizo estremecerse. Luego la mano abrazo el infantil cuello casi abarcandolo y apretando un poco para ir cediendo la presión y concentrarse en un acariciamiento de la oreja derecha. Todos los que comian en la misma mesa miraron con cara de espanto a Roldan; ellos ya sabían lo que iba a suceder esa tarde, quizá esa noche.
- Y bien, - dijo el gordinflon Bernardino - ya conocéis al nuestro nuevo alumno, por siete dias, es verdad, pero que espero que le sean muy fructiferos.
Nadie abrió la boca. El padre Bernardino ocupó ahora ambas manos en sujetar los hombros de Roldan y aplicarles algo de cariñosa presión.
- Querido Roldan, esta tarde despues de tu colación penitencial deberás venir a mi celda para ayudarte a hacer un completo examen de conciencia de tu pecaminosa vida que te sirva de base para los ejercicios penitenciales, que todos empezamos mañana. Se acerca el Adviento. Arturo te llevará hasta mi puerta cuando acabes tu refección.
El muchacho que tenía enfrente, en cuanto se fue el maestro de seminaristas levantó la cabeza de su plato de garbanzos.
- Hola Roldan, me llamo Jose Manuel. Yo ya he pasado por ese examen de conciencia, el año pasado (quizá debería decir mi antiguo ano) tengo nueve años. ¿Tú? 
- Cumplo los siete al mes que viene.
Un silbido de asombro recorrió la mesa.
- Lo que más le gusta - dijo Jose Manuel - preparate.
- ¿Y para que me tengo que preparar - dijo ya en tono irritado de tanta recomendación - ¿para que me parta el culo? - empezó a llorar compunjido - me lo partieron anoche, ya nadie me va a poder partir nada.
Una oscura nube de asombro, recorrió la mesa.
- Roldan, hombre, mira que te dije que no lo dijeras. Esta noche, me meteré en tu cama para que nadie te moleste.
- Muy bien, Arturo - dijo con voz entrecortada Roldan por el llanto
- Pero que sepas que si se me pone dura, te la clavo. Es que cuando se me pone así no me puedo aguantar.
- Quien te folló, Roldan.
- El padre Arsenio, diciendome que estaba buscando la marca del maligno y así saber si podría comulgar o no.
- Lo mismo que nos ha dicho a todos el padre Bernardino - dijo Jose Manuel.
- Lo que dicen los teologos cuando alguien es llevado en castigo a la mazmorra - apostilló Arturo - Roldan, ahora ya da igual - prosiguió, ¿le pasaste la lengua por el ojete al padre Arsenio?
- No, no, me lo hizo él a mi, y me gustó. Metía la punta de la lengua lo más profundo que podía y luego me hacia chuparle la lengua. Sabía a caca, mi propia caca. Y terminó por gustarme.
- Les vas a dar mucho juego - soltó con asombro Jose Manuel.
- Ahora, en el tiempo de siesta vamos a hacer una visita al Santisimo, aquí en nuestra capilla, siempre está expuesto - le dijo a Roldan, Arturo - eso no nos lo niegan nunca. A esa hora esta la capilla vacia.
Cuando sonó la campana que daba por terminada la comida y mandaba a los seminaristas a la siesta, Arturo se acercó al vigilante y le dijo que llevaba al nuevo a la capilla para una visita al santisimo. El vigilante se les quedó mirando muy serio y les dijo que fueran en paz.
Al llegar, Arturo cogió de la mano a Roldan y le llevó hasta un confesionario que estaba apartado de la vista de la puerta.
Al entrar, Arturo se despojó con habilidad de la sotana, se bajó los calzones que llevaba debajo y puso el culo en pompa.
- Venga, Roldan, vete acostumbrando al sabor o lo pasarás mal. Pasa bien la lengua por el  ano y déjalo como una patena.
- ¡Que asco!
- ¿Que crees que tendrás que hacer en la celda de Bernardino? gilipollas. Empieza a comerme el culo y aprende a disfrutar de estas guarradas.

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