lunes, 15 de junio de 2020

EDUVIGIS - 4 -


Fue abrir la puerta, contemplar la escena de Luisa con dos hombres, y trasladarse al sotano de la casa grande, atada a un potro de gimnasia con la piernas bien abiertas sodomizada por Don Bernabé, el canonigo de la catedral a cuyas fiestas llevaba el cura de la ermita a Roldan hasta que cumplió los dieciocho y se hizo viejo para todos.
Se quedo sin aliento al ver a su nieta gozando de dos a la vez y se tuvo que sentar, pero no de escandalo, sino de deseo.
Se retrató nitida la imagen de ella entregada como una hetaira griega a sus dos hermanastros en la habitación de la casa del tio abuelo primero, el general amante de aquella reina castiza e inculta, y luego en casas de tolerancia de la capital, donde era entregada para disfrute de todos a cualquier tipo de cabrito con ganas de sexo sin cortapisas eclesiales, donde no existiese el pecado y solo se ganase el cielo a fuerza de ser lo que el cuerpo pedía.
Cuando el coche de su hijo Luis (¡Ay! si Luis supiese quien era su padre) salió con su nieta dentro, se vio ella en la calesa con sus hermanastros camino de la casa de la plaza de la Catedral. Aun recordaba con nitidez el dolor-placer que la volvía loca, de los pellizcos en los pezones por los que se peleaban Roldan y Gaspar con los jaleos de Antonio, "dele caña señorito, es lo que ella pide a gritos. Metale el rabo hasta la garganta, que vomite el puterio que la reconcome"
Después de aquel dia, ya nada fue igual en la casa del General. Mientras vivieron allí, las visitas a las caballerizas con el supuesto pretexto del amor a los caballos eran constantes. Las fiestas de sexo con el caballo enseñado eran constantes, cada noche. Eduvigis se entregó tal como le aconsejó su madre y en sus nalgas y muslos empezaron a aparecer los testigos de aquellas noches de locura.
Sentada aún en la entrada de su casa reconocía con sus dedos cada cicatriz, cada marca que le dejaron los latigazos que tanto excitaban a sus hermanastros primero y luego a sus amigos del casino cuando la obligaban a prostituirse en el lupanar de lujo que existía al abrigo del casino.
Con esa imagen de su nieta entregada (ella creería que a lo maximo de depravación) recordó como fue la noche de su presentación en sociedad con sus quince años. Fue todo un triunfo de su estampa. Sobresalía en belleza y porte sobre todas las demás.
Su padre Don Jose la presentaba en una sociedad hipocrita donde casi todos los hombres habian navegado por los pliegues de la supuesta virgen alcanzando su mayoria nubil para el desposorio. Apoyada su mano en la de su padre empezó a llorar.
Eduvigis mirando aún por la ventana recordo aquel impresionante momento en el que lloró no por lo que todos alli presentes y aplaudiendo pensaban.
Tenia doce años. Hacia meses que habia visto su cuerpo sangrar. Como cada noche su padre se acercaba a la casa de su madre a visitarla, era la rutina. Hacia ya dos años que ella se empeñaba en pasar mas tiempo con su madre, por lo que pasaba algunas semanas en su casa de la vaguada, desde donde no se veía la casa grande.
Aquel dia, tarde ya, acostada en su alcoba, escuchó como su padre introducía la llave en la cerradura y la puerta después de hacer el familiar ruido al abrirse, cerrarse. Crugió como de costumbre la puerta de la habitacion de su madre y después murmullos, gemidos y sonido de las tablas resecas sobre las que reposar el colchón de suave borra. Eduvigis le picó la curiosidad y más después de escuchar ciertas conversaciones entre el servicio. Se levanta de la cama sigilosamente y se acerca a la alcoba, donde la puerta permanece entreabierta.
Sin darse cuenta, Eduvigis sin dejar de tener perdida su mirada glauca tras los cristales, se lleva la mano a su sexo ya muy ajado de la edad y un estremecimiento le recorrió el cuerpo, recordando aquel otro estremecimiento.
- Eduvigis, niña, ven, entra - levantó la voz su padre sin dejar de ayuntar con su madre.
- Don Jose, por dios, mi niña - le suplicó Isabel.
- Ya es una mujer, tiene que empezar a saber como hay que comportarse - corrigió el hombre - venga nena, entra.
La niña empujó la puerta con precaución y entró  al tiempo que Don José destapaba la ropa de cama y que la niña pudiera ver su cuerpo y el de su madre desnudos. Eduvigis tuvo la sensación de desmayarse, con una tiritona que ella quiso atribuir a que estaba enfermando, pero al tiempo tenía necesidad de tocar la piel de la nalga de su padre.
- Acercate, ven, mira, pequeña - su padre le animaba a acercarse - quitate ese camisón y entra a la cama. Seguro que te has metido mas veces en la cama con tu madre, solo que ahora estoy yo, tu padre.
Como un automata, hipnotizada, Eduvigis se desnudó.
- Ah, mira, tiene su toldito ya poblado - se dirigió como sorprendido Don José a Isabel.
Eduvigis se encaramó a la cama y su padre se salió de su madre dejando su pene orgulloso a la vista de la niña.
- Toca hija, toca. Besale a tu padre como has hecho mas veces, te va a gustar y si quieres puedes hasta chupar como una chucheria.
El padre acariciaba el cabello de la niña al tiempo que le empujaba la cabeza suavemente hacia su verga. Eduvigis se dejaba hacer como en un sueño.
Recordaba la anciana el tacto del pene de su padre, y que le gustó. No le costó ningun esfuerzo ir abriendo la boca hasta dejarla entrar en su boca. Se le pintó la sonrisa entre sus arrugas cuando volvio a sentir la pequeña nausea al querer que llegase mas dentro.
- Así hija, así. Haz resbalar la lengua por el miembro, como si acariciases un gatito, muy suavemente. Tu hija tiene seda en la lengua. Veremos como tiene ese culito tierno.
Eduvigis escuchó lo que decía su padre y no supo muy bien a lo que se refería, pero un estremecimiento le recorrió su carne.
- ¡No José, por dios, no! la niña, mi niña.
- ¿Que quieres, Isabel, que la preñe? Sería una locura. Además le gustará y ¿que hombre podría hacerlo con mas solicitud y amor que yo?  Ademas debe mantener su virgo intacto para su marido, no como tu que venías ya follada.
- ¡Yo no soy tu mujer, soy tu puta, cabrón!
Una sonora bofetada resonó en el cuarto. Eduvigis se retiró del pene quedandose con la boca congelada.
- ¡Chupa, niña, con fuerza! - y con esa orden empezó a buscar el trasero de su hija con avidez. Encontró rapidamente el ano, sedoso y prieto. Se llevó los dedos gruesos y fuertes  de asistir a partos de yeguas, a la boca para ensalivarlos y volvió al ano de la chica, que emitió un sutil quejido - estate quietecita y no te dolera, preciosa.
Poco a poco fue lubricando con su saliva el ano e insinuando su dedo corazón. Eduvigis estimulaba a su padre con la lengua, empujandole a dilatar con ligereza su ano. Cuando el padre consideró que era suficiente le dijo a la niña que abandonase su capullo que se lo iba a meter en el orificio opuesto.
- Ponte de rodillas, cariño - le dijo entre lágrimas su madre y deja a tu padre que haga lo que quiera. Es tu padre. Separate con tus manitas los cachetes del culo. José, por dios, con mucho cuidado.
Don José volvio a lubricar el ano de Eduvigis pero lo hizo metiendole los dedos en la boca para hacerlo con la propia saliva. Luego apuntó su balano a la estrechez del cuerpo y poco a poco fue hundiendose en su hija. Ella se abrazaba a su madre. Lloraban juntas
- Me duele mucho - gemía al oido a su madre.
- Aguanta hija, duele al principio, aguanta y al final acabará gustandote, como me paso a mi. A mi - empezo a relatar para distraerla - me lo hizo un gañan del señor de la casa en la que servia con tu edad mas o menos. Fue en el campo. A la cuarta vez ya ni me enteraba. Es nuestro destino.
Don José había entrado ya en su hija profundamente y empezaba a entrar y salir, bufando como un toro furioso, cada vez con mas intensidad.
- Ya no me duele madre, y siento la necesidad de tocarme.
- Tocate entonces, hija y espera a que tu padre termine.
Eduvigis se llevo la mano a su sexo y guiada solo por el instinto comenzó a frotarse su clitoris y a jadear. A medida que su padre arremetía con mas fuerza su ano, mas aceleraba ella su frote hasta que de repente el jadeo la dejó sin respiración y un calambre la recorrió todo su cuerpo estallandole en la profundidad de su cuerpo donde su padre llegaba con su miembro. El padre al ver a su hija presa del orgasmo inició el suyo entre espasmos placenteros para caer finalmente derrotado sobre la hija y la madre.
Cuando a los pocos segundos se recuperó de su placer ilicito, sobre la nuca de su hija, sus labios iniciaron el juego del beso, recorriendole el cuello hasta donde alcanzaba. La niña reaccionó con un estremecimiento y retorciendose sobre si misma enfrentó la cara de Don José. Este atrapó la mirada de su niña, mientras Isabel rogaba a su amante que las dejase descansar ya. Como si no oyese y sin perder el dogal de su mirada con el que sujetaba a Eduvigis fue acercandose a camara lenta a la boca hasta fundirse en un apasionado beso humedo. Las manos del padre se dirigieron ahora a los incipientes y petreos pechos de la niña pellizcandole suavemente los pezones sacando de lo mas hondo del ser de la niña un profundo y sentido quejido de placer.

Campanilleó el timbre de Eduvigis. Se levantó de su silla creyendo que iba a sentir el dolorimiento que aun recordaba de su desvirgue anal a cargo de su padre y le sorprendió no sentir más que el peso de los años.
- Hola Virtudes - saludó a su vecina que se acercaba a su casa a cotillear - dime, que se te ofrece.
- Verás, Eduvigis, es que he visto a tu hijo Luis venir y ni siquiera entrar, montarse tu nieta y salir zumbando ¿Ha pasado algo, hija, algún disgusto?
- Nada, Virtu, nada que pueda contarte ahora, estoy demasiado afectada. 
- ¿Necesitas algo?
- Nada. Ya te contaré.
Cerró la puerta con suavidad, y se dirigió a la mesita donde tenia el telefono. Cogió el listin y seleccionó la R de Roldan. Que bueno fue Roldan, pensó y que solo está ahora en esa residencia. Abandonado de todos, sobrinos, hermanos y primos de todo tipo. Solo ella le aliviaba  yendo cada semana a verle llevandole lo que mas quería, aunque los cuidadores le dijesen que no asuntaba y de nada servía aquel estimulo, aunque ella que le conocía bien veía iluminarsele la cara.
Cuando su padre la llevó a la Ermita para confesar vio allí a Roldan con un roquete y como le miraba con condescendencia.
- Tienes que confesarte el incesto que hemos cometido. Pero dios es indulgente. El cura te perdonará.
- ¿Roldan va a ser cura? quiso preguntar Eduvigis, por decir algo
- Roldan, hija, se casará con Vicenta, aunque casaría mejor con el servicio divino, con lo maricón que es. ¡Ah! Don Arsenio. Que alegria verle. Presente mis respetos a Don Bernabé. ¿Ya le conoce mi hijo Roldan?
- De largo, Don José, de largo, hace ya años, desde que era un pequeño que despuntaba y el Sr. Canonigo de la Catedral se interesó por él. Es muy aventajado ya ahora a sus veintidos. A veces le llevo a casa de Don Bernabe, para que no pierda el contacto. Pero bueno, que le trae por aquí - dijo Don Arsenio frotandose las manos comiendose con los ojos a Eduvigis.
- Mi niña, que quiere confesar y ponerse a buenas con Nuestro Señor.
- Pues venga, vamos a la contaduría, estaremos mas discretos.
Cogio de la mano a la niña y la llevó hacia la sacristía donde el cura tenía su oficina.
- A ver, ¿que pecados puede tener un angelito como tú? Sientate aquí a mi lado en este banco y cuentame tus malas acciones.
Antes de que pudiera empezar a hablar, empezó a llorar y el cura la atrajo hacia si empujandola suavemente la cabeza hasta hacerla reposar en su regazo. En esa posición notó como algo duro que cada vez era mas patente le impactaba en la cara. El cura manipuló la sotana y una enorme verga saltó fuera del hábito.

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