lunes, 28 de marzo de 2022

PRIMAVERA (II)

 

Me quedé sin aliento. Creo que hasta se me paró el corazón.
Se hizo un silencio espeso en la habitación. Desde luego Paco, al verse sorprendido debió quedarse sin habla y tras un interminable impasse habló con cierto temblor.
- Pedro, ¿estás despierto?
De repente tenía la pelota en mi tejado. Francisco me acarició los huevos y me susurró al oído que contestase. Y le dije que lo estaba y que lo había escuchado y que le habíamos escuchado los dos pajearse porque una chica no había querido hacerle un pajote esa noche.
- ¿Estáis juntos en una sola cama?
Antes de que pudiera reaccionar Francisco contestó y yo sentí que el mundo iba a caerseme encima.
- No podría meterme solo en la cama estando tu hermano en una.
Se volvió a hacer el silencio y de pronto escuchamos que Paco se levantaba de su cama y se metía en la de Francisco.
- Ya estoy aquí Francisco. Estoy sobre las sábanas. Con la boca, por favor, y tú Pedrito vente aquí también y atiende mis pezones.
- Vamos Pedro, verás como nos lo pasamos los tres.
No hice caso a mi hermano y pensé que dos bocas eran mejor que una, hasta que Paco se corrió y compartí el semen con mi amigo.
Cuando acabó todo Francisco que tenía aún más mundo del que yo creía, habló sinceramente.
- No vas a convencerme que es la primera vez que te corres en la boca de un tío, bueno de dos.
Y soltó una carcajada limpia de las que él acostumbraba.
- ¿Nos vas a contar algo? si tu nos cuentas nosotros te contamos.
Paco saltó a su cama, encendió la lámpara de la mesilla de noche y se le veía sonriente aunque algo cortado.
- Hace un par de años, ya tenía yo catorce, cumplo en nada los dieciséis, ya sabe mi hermano. En un partido contra el Edemar, el equipo del colegio de curas, metí dos golazos y di dos asistencias a José Antonio, tú le conoces Pedro.
Yo conocía a José Antonio de siempre, venía a casa a recoger a mi hermano para jugar al fútbol desde que tenía memoria.
- Pues en el segundo gol que metí de cabeza el portero del Edemar, me dijo: tú, cabronazo, te vas a enterar" y acabando el partido en un salto en su área el muy cabrón metió la rodilla y me pegó un bocadillo en el muslo que me dejó sin resuello. En cuanto acabó la jugada el árbitro pitó el final. José Antonio me ayudó a llegar cojeando al vestuario. Yo tenía un dolor que me hacía llorar. No podía moverme. El partido era en nuestro campo y los compañeros poco a poco se fueron marchando deseándome que me recuperase. El entrenador le dejó a José Antonio la llave que se comprometió a acompañarme a casa. El muslo me dolía a rabiar, me parecía que me había quedado cojo para toda la vida. Juré cargarme a aquel cabrón. No conseguía recuperarme, hasta que José Antonio me dijo que tenía embrocación que le había dado su abuelo y que era una especie de linimento que iba muy bien para esos golpes. Me hizo tumbarme sobre una toalla en el suelo y se arrodilló a mi lado. Empezó a masajearme el muslo con el líquido tan irritante y fuerte y la temperatura en la piel aumentó. Eso con el masaje de José Antonio y tan cerca de mis partes hizo que me empalmase. Y se me saliese la polla por la pernera del pantalón del fútbol. José Antonio se dió cuenta inmediatamente se detuvo un momento mirando fijamente mi capullo y continuó masajeando rozando a veces hasta que sin decir una palabra y humillando la vista se levantó y al hacerlo pude ver la enorme tienda de campaña que tenía. La verdad es que me mejoré y pude levantarme y caminar. Volvimos en silencio por la calle y al despedirnos, me cogió por el brazo me miró a los ojos con pena y se disculpó por lo sucedido. Era de noche, la calle estaba poco iluminada y nadie pudo vernos. Le dije que fuimos los dos cobardes y le besé fugazmente en los labios. Cayó de rodillas llorando y yo me fui.
Al siguiente partido, que era en campo ajeno, cuando volvíamos en el autobús, me dijo que bajasemos en una parada antes. Le hice caso y me llevó a una casa abandonada donde él me la mamó y yo le masturbé. Después de ese día nos evitamos, pero si tenemos ocasión lo hacemos, sin hablarnos, sin mirarnos y seguimos nuestra vida como si nada, con nuestras novias y nuestras baladronadas de machito.
- A mi me gusta tu hermano y me da igual. ¿A ti te gusta José Luis? entonces, porque finjis.
- Yo ya he contado lo mío. Ahora os toca a vosotros.
Cuando le conté a mi hermano lo de la playa, lo del tío y todo lo demás se quedó sin palabras. Pero no se me pasó por alto que aunque él quisiera taparse, mi relato le había provocado una erección explosiva. Francisco tampoco fue ajeno.
- Te ha puesto cachondo lo de tu padre con tu hermano, no lo puedes negar.
Paco agachó la cabeza mientras jugueteaba con sus genitales, como nervioso o cogido en falta. Para quitar hierro al asunto le dije que no suponía que tuviera un capullo tan bonito y le mentí diciéndole que a veces soñaba que se metía en mi cama, aunque eso se me acabará de  ocurrir después de probar el sabor de su semen.
- No os he contado toda la verdad, me daba vergüenza decir cómo sucedieron las cosas de verdad.
Cuando José Antonio me estaba dando el masaje y yo asomé el capullo por la pernera del pantalón y José Antonio se detuvo yo eché mano al paquete de mi amigo y toqué durante un segundo, porque entonces se levantó y me dijo que debíamos irnos. Durante el trayecto hasta donde nos separamos intenté hablarle pero no consentía en siquiera mirarme. Le estuve llamando toda la semana y después del partido, si es cierto que bajamos una parada antes pero no para ir a una casa abandonada.
Se produjo un silencio. Le costaba contarnos lo que pasó.
- Bueno, venga, Paco, tu hermano y yo estamos en ascuas, si no fue en una casa abandonada, ¿donde fue? si es que fue, porque ya no sé qué pensar, guey.
- Perdonar. Esto me ha estado martillando mucho tiempo. Me parece que soy un degenerado y...
Le dije a mi hermano que nada podía ser más degenerado que follar con tu padre y yo lo hacía y todo me parecía poco. Soñaba con que mi padre me la clavase en el culo. ¿Que podía ser peor?
- No, no fuimos a una casa abandonada. Fuimos a casa de un amigo, bueno, algo más y distinto que amigo. Le pregunté a José Antonio quién era y me contestó que su amo. Le pregunté que qué era eso de su amo. Me contestó que ya vería y que no le mirara a los ojos si él no lo pedía.
Nos pusimos en el umbral y llamó a la puerta. Los dos clavamos la mirada en el suelo y la puerta se abrió.
- Y qué, tío, que pasó, quien abrió, ¿un monstruo, un ángel?
- Un hombre de unos cuarenta, vestido con una especie de zahones de cuero negro, desnudo de de torso, con los pezones anillados con unos gruesos aros grises y anillos también en nariz, raíz de la nariz con una barra y la cola de la ceja izquierda y descalzo. Rapado de cabeza y barba como de quince días.
Nada más abrir echó dos pasos atrás y José Antonio entró en la casa tirando de mi para que entrase detrás de él. Cerró la puerta y se arrodilló inmediatamente para lamerle los pies al tío. Me sorprendió y le miré la cara y eso hizo que patease a mi amigo que cayó al suelo hecho una rosquilla, diciéndole "¿Que me has traído, basura, un maleducado imbécil"?
Intenté justificar a José Antonio y a mí y el tío por toda respuesta me encontró a la primera a través de la ropa mi pezón derecho lo pellizcó con fuerza y me obligó a arrodillarme. Y nunca habría imaginado que aquello iba a provocarme una erección tan brutal ni tanto deseo de recibir más castigo. Le miré intencionadamente a los ojos para que volviera a humillarme y me dijo "Vaya, a tu vicioso amigo, le gusta jugar" y me agarró del pelo y tiró de mi hacía sus pies ordenándome que se los lamiera. No imaginaba que eso pudiera provocar tal excitación, deseo y placer. Deseaba entregarme. Pasó un rato, me empujó con el pie y me tiró al suelo. Me piso la entrepierna dándose cuenta de lo duro que estaba. Dejó de pisarme y nos echó a la calle. "Cuando estéis educados y sumisos volvéis. No quiero niñatos caprichosos".
Nos vimos en el descansillo de la escalera locos de lujuria los dos y allí mismo José Antonio se agachó, me la sacó y en dos chupetones me corrí. Le levanté del suelo le hurgué en la bragueta nada más encontrarsela se estaba corriendo ya. Me limpié la mano en su pantalón y corrimos escaleras abajo.
Yo estaba con la boca abierta y no solo eso, estaba muy empalmado y con ganas de hacer todo lo que mi hermano contaba. Le pregunté que desde cuando José Antonio hacia eso y me confesó que el hombre era un amigo del trabajo de su madre y que comenzó con ocho años una vez que su madre le dejo al cuidado porque ella tenía una cita. Le sometió aquel día a una tarde de disciplina y complementó con momentos de ternura que él echaba de menos en un padre al que veía de año en año. Y se enganchó. Le dije a Paco que yo quería conocerle.
- Y yo, y yo. Me mola todo eso del bondage. ¿Azota el culo?
- Mira.
Mi hermano se bajó el pantalón del pijama y nos enseñó el culo. Estaba cruzado de alguna que otra cicatriz.
- Veís las cicatrices. Es doloroso y lo más excitante que he sentido nunca. En más de una ocasión me he corrido en medio del castigo mientras lloraba por los azotes. A veces estoy días que al sentarme rememoró el dolor y me empalmo.
Bueno, chinorris y tú, ¿Qué? Con papá, que haces, le chupas, le follas, te folla.
- A éste le encanta que le follen. Tu padre, tu tío y yo, lo hemos follado. Si hay alguien más no sé y mamarla, ya has podido comprobarlo. Y el culo, a mi no me lo has comido aún, ¿a tu padre, o a alguien?
Les conté como el tío me había enseñado a hacerlo y lo que me enloqueció hacerlo. Sentir como se insinuaba a veces ese amargor que sabes de dónde viene pero de repente te da igual lo que sea porque hacerlo es excitante y sensación de que eres libre, que no estás encadenado por ninguna norma inexplicable que se pierde. Eso es la caña y al decirlo, mi hermano me dijo que nadie se lo había hecho.
- ¿Quieres hacérmelo Pedro?
Me pasé a la cama donde estaba Paco le empujé para que se tumbase, le levanté las piernas exponiendo el ano y me lancé con furia a comérselo. Él se empalmó otra vez de inmediato y Francisco se lanzó hasta que en nada se corrió.
Sentado a sus pies nada más correrse le pregunté que qué tal con la tía con la que estaba tan cabreado.
- Que no voy a parar hasta que me coma la polla y el culo, y desde luego que me dé su culo.
- ¿Y entonces, el amo ese que tenéis?
- Irrenunciable. Eso es una cosa, las tías otra y los amigos íntimos y los hermanos otra. De la vida hay que disfrutar, que en cualquier momento se acaba. Espero que cuando la chica me deje frito, me prestes tu culo, o la boca. Y yo te aliviaré a ti también, y en cuanto cumplas los trece te presento al amo. Papá y el tío todos tuyos. Francisco, bueno, lo que él quiera, pero de vez en cuando podíamos tener una conversación.
Y después de esto le entró una risa irreprimible. Al sonido acudió mi padre, tocó la puerta y abrió.
- Bueno, chicos, venga. ¿Os habéis divertido, verdad? pues a dormir.
Cuando dijo que si nos habíamos divertido hizo una sugerente pausa me miró, me guiñó un ojo y terminó la frase. Nos metimos cada uno en su cama y Paco nos chisteó llevándose el dedo a los labios.
Me dormí pensando en lo feliz que era, todo lo que había aprendido en tan poco tiempo y lo contento que estaba, siendo tan cercano a mi hermano, al que creía un poco estúpido siempre con su fútbol, sus novias y sus amigotes.
No había pasado ni un año desde que mi padre me abrió los ojos y los acontecimientos se habían encadenado de una manera vertiginosa. Era sorprendente la diferencia que había entre mis ocho y mis nueve años. En cuanto en una paja echase mi leche me consideraría adulto. Ya deseaba saber cuál era su sabor.

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