jueves, 24 de marzo de 2022

INVIERNO (II)


Al final, se nos había hecho tarde y no fuimos a la tienda de bromas. Regresamos a casa y todos estaban en ascuas porque no sabían si nos habría pasado algo.
- ¿Dónde habéis estado tanto tiempo?. Y al final no traéis nada de nada.
- Ah, Claudia, mira, verás, hacía tanto tiempo que no venía aquí que Santi me lo ha estado enseñando todo un poco. Esto ha cambiado en quince años una barbaridad. Y de una cosa en otra se nos ha echado el tiempo encima. Bueno, vamos a comer ya, ¿no?
- Y tú, peque, te habrás aburrido.
Le dije a mamá que con papá y el tío me lo pasaba muy bien.
- Estupendo. Podían llevarte al cine esta tarde, que voy con Paula a la pelu, y los abuelos dicen que se quedan en casa, que hace frío para salir.
- Ah, que bien, sería estupendo, ¿verdad Santi? podíamos ir a merendar algo rico y luego ir con tu hijo al cine, incluso podríamos al salir llevarlo a cenar a una hamburgueseria. ¿Te parece bien, Pedro?
Mi padre dijo que si mirándome con esa cara de complicidad que yo ya sabía entender. Luego miró al tío y le guiñó un ojo. A mi la polla se me puso en pie. Ya sabía en qué iba a consistir toda la tarde en compañía de papá y el tío. 
Me pasé la comida preguntando que a qué hora íbamos a ir, que película íbamos a ver, a que cine. Mi padre daba largas, miraba al tío y sonreía, el tío me sonreía y me guiñaba el ojo 
- Verás lo bien que nos lo pasamos, Pedro, y con tu padre. La diversión está asegurada.
Me toqué la bragueta y me notaba duro. Inexplicable: me sentía el ano. Nunca antes había experimentado eso. Estaba seguro que si me lo tocaba estaría abierto, preparado para recibir el miembro de mi padre, y si fuese el tío quien lo hiciese me iba a morir de gusto. Me tomé un plátano a toda prisa y dije que necesitaba ir al baño. Mi madre me dijo que fuese y al levantarme supe que la picha tiesa como estaba se notaría tras el pantalón de forma que me puse la mano delante y me fui corriendo. Al llegar al cuarto de baño me miré al espejo subiendome la camiseta. Pensé en la forma en que mi padre disfrutó cuando le mordí el pezón y me toqué el mío. Casi no tenía. Era solo un botón plano. Me lo pellizqué flojito al principio y a medida que sentía placer el pellizco era más fuerte, hasta que para mi sorpresa el pezón había crecido, de ser plano y confundido con la piel se elevó un par de milímetros. Cuando lo apretaba mucho, dolía, pero más gordo se me ponía el capullo. Apliqué cada mano a un pezón, pellizcando sin miedo ya y las vaharadas de placer eran mareantes. Necesitaba algo en el ano. Imaginé la polla de mi padre y me vi saltando sobre ella hasta quedar ensartado con un dolor insoportable pero deseo de que me arrancase los pezones con su boca.
Alguien tocó la puerta.
- Pedrito, hijo, ¿estás bien, te pasa algo?
Contesté que no, que ya salía y tiré dela cadena, me remetí la camiseta y salí.
- ¡Vamos! tu padre y tu tío te están esperando, que ellos quieren ir a tomar café antes del cine.
Cuando me metí en el coche, estaba muy nervioso, tanto que mi padre me preguntó si tenía frío. Le dije que no y arrancamos. 
- Pedrito, que tal si tu padre y yo nos tomamos el café en nuestro apartamento y ya luego vamos al cine que tú elijas. ¿Te parece bien?
Le contesté tiritando de excitación que me encantaba la idea. Volvió a preguntar si tenía frío y le dije que estaba muy emocionado por ir con ellos al apartamento. Que me gustaba mucho ese apartamento.
- Vaya, Santi, a tu niño le gusta estar con nosotros. Me recuerda a un chaval del caserío que le encantaba estar en la casa grande conmigo. Tendría tu edad, Pedro. Me lo llevaba a mi cuarto y allí le leía novelas de acción. Cuando hacía frío nos metíamos en la cama y nos dábamos calor. En los meses crudos del invierno les pedía permiso a los padres para que pudiera dormir en mi cuarto. Su choza era muy húmeda. Y los días fríos de verdad, como te dije antes nos metíamos desnudos en la cama y nos abrazabamos para darnos calor que con las cobijas no era suficiente. Así no pasábamos frío y cada uno disfrutaba del calor del otro. A él le gustaba mucho como olía yo y se acurrucaba contra mi pecho.
Pensé inmediatamente en como el chico le chupaba al tío y como él le taladraba el culo con su rabo, que aunque no sabía cómo era, podía suponer que se parecería al de mi padre. La imagen del chaval llorando suplicando que empujase despacio al tío y al tiempo echando sus brazos atrás para alcanzar los muslos invitándole a penetrar para consumar el acto. Con todo esto yo estaba deseando llegar al apartamento para poder ver la picha a mi tío porque no tenía duda de que allí tendría que suceder algo.
Le pregunté al tío si estar desnudo en la cama con aquel rapaz, desnudos los dos no le producía algún tipo de deseo o algo.
- ¿Que quieres saber, si se me ponía gorda, como la tienes tú ahora mismo?
- San, por dios, deja al crío. No le digas esas cosas, ¿no ves que es muy pequeño?
- Si, vale, pequeño, pero tú ésta mañana...
- Vale, pero ahora no creo...
Estaban los dos con éste tira y afloja deseando y negando cuando mi inexperiencia me hizo tirar por el camino de enmedio y le dije a mi tío que si, que la tenía dura, solo de pensar que él estaba desnudo con un chico como yo en la cama. Que de haber sido yo me habría puesto muy duro.
- Está bien, hijo. Yo le he dicho esta mañana a San lo que ha sucedido por dos veces entre nosotros dos. Él me dijo que porqué no te invitamos a la cama y yo no quise, no me parecía bien, eres muy pequeño.
Y exploté. Le dije que para intentar perforarme el ojete no era pequeño o para tragarme toda su leche tampoco o para dejarme comer el culo.
- ¿Que este sinvergüenza te la ha querido meter?
- Me insistió él, San. Y lo intenté pero no pude, es un chico virgen. Le entró el capullo y nada más. Quise dilatarlo con los dedos pero me cogió la polla por su cuenta miéntras lo intentaba y me corrí sin remedio.
- Ahora en el apartamento yo te la voy a clavar, descuida, como se la clavé muchas veces al chico del caserío. Te va a encantar y luego te follará tu padre, que es lo que tú querías.
Me desabroché el pantalón y dejé salir mi polla tiesa. El tío la vio.
- Mira, Santi, el figura que tienes, viene sin calzoncillos y la polla como un palo de golf. Que bonita es, sin descapullar aún. Hoy va a ser glorioso, te vamos a desvirgar por detrás y por delante. Tienes además, y creeme, unos huevos grandes para no haber desarrollado aún y ese pubis sin un vello. Lo vamos a petar, Pedrito.
- ¡Pedro! hijo, despierta, que hemos llegado. Y abrochate ese pantalón. ¡No te has puesto calzoncillos! Chico, venga espabilate que subimos a casa de San.
¡Lo había soñado todo! Me abroché atropelladamente y salí del coche detrás de los dos.
- Has echado un buen sueñecito. Mejor, así no te duermes en el cine. Vamos, entra al ascensor.
Llegamos al apartamento y me dijeron que si quería un helado mientras ellos se tomaban su café. Pregunté si lo tenía de limón y solo lo tenía de chocolate. Le dije que me valía. Se fueron los dos a la cocina y yo me quedé en el salón. Me encendieron la tele y me quedé sentado. Les escuchaba hablar de lejos pero no entendía lo que decían. Me acerqué y estaban besándose apasionadamente. Pero está vez no estaba dispuesto a mirar para otro lado, así que levanté la voz y les dije que lo sabía todo y que les había visto desnudos en la cama como yo había estado desnudo con mi padre en la cama.
- Hijo, espera. Hacia mucho que no veía a mi tío y me ha alegrado.
- Santi, por favor. Ya está bien. Si Pedro, si. Se lo explicas tu a tu hijo o se lo explico yo.
Estaba en ascuas por saber. Había un secreto que yo ya sabía pero que no podía esperar para saber cómo sucedió.
- Mira hijo, mi padre, tu abuelo y hermano del tío Santiago siempre ha sido muy cabezota, siempre convencido de estar en posesión de la verdad, de manera que nunca consintió que se le llevará la contraria. Tu tío al ser de mi edad siempre andaba conmigo, o yo con él. Cuando cumplimos los catorce, que acabábamos el colegio para ir al instituto al curso siguiente, planeamos hacer un viaje en autostop a París. Mi padre, cabezón como siempre, se negó. Es verdad que éramos chicos, cerca de los quince, pero no solo se negó sino que convenció a su padre para que tampoco dejará su hijo pequeño. Nos llevamos un buen disgusto. Después de mucho pensar y rogar conseguimos que nos dejarán ir un fin de semana largo de Jueves a Lunes de acampada a un río que pasaba cerca. Era un sitio idílico al que habíamos ido con el colegio cuando teníamos doce años. Al final nos dejaron y nos fuimos.
- Nos lo pasamos realmente bien, tu padre y yo. El sitio era una maravilla. El agua estaba muy fría, eso sí. Y que fuese tan fría tuvo la culpa.
- La culpa de existir culpa, sería nuestra. Tú lo sabes, que ya nosotros teníamos nuestras intimidades.
La primera noche que pasamos de acampada estábamos nerviosos los dos. Nos metimos cada uno en su sacó y apagamos el quinqué. Aquella noche era calurosa y acabamos saliendonos del saco. Empezamos a  hablar de cómo había sido el día y el bochorno de la noche. Había luna y la tienda se iluminó de luz fría. Los dos nos pusimos de lado, cara a cara y seguimos hablando hasta que nos quedamos callados. Empezamos a dialogar con los ojos nada más. Nos devorabamos con la mirada y empezamos a respirar agitadamente los dos. Llegó un momento que sin querer empecé a llorar y vi que tu tío lloraba también. Sin acuerdo ninguno nos acercamos el uno al otro y nos besamos. No dijimos una palabra pero nos bebimos el uno al otro. Pasamos toda la acampada haciendo el amor. Sencillamente nos queríamos. Nos quisimos desde siempre, solo que creíamos que nos queríamos por ser familia. Él sexo entre nosotros nos abrió los ojos. Nos queremos. Por eso cuando con diecinueve años desapareció, me hundí, cariño, y encontré consuelo en tu madre, que como puedes imaginar no sabe nada.
- Yo, llegó un momento, que tuve que sincerarme. No podía vivir sin gritar que quería a tu padre. Y se lo dije al mío. Le dije que me había enamorado de un hombre y si no ando listo, me mata. El resto creo que lo escuchaste está mañana en el coche.
En ese momento a pesar de mi corta edad me iluminé. Comprendí lo que va de querer a amar. Después de tener sexo con mi padre sabía que le amaba, además de quererle como padre. Sabía que no debía, era tabú tener sexo con el padre o la madre, pero un sentimiento no es susceptible de ser mentira. Mi corazón me decía la verdad y está era que amaba a mi padre, que además de padre era mi amante y si túviera que elegir entre tenerlo como padre o como amante me decidiría por el amante.
Me acerqué a mi padre, y le abracé, le llegaba por su pecho y en el me apoyé diciéndole que le quería y que quería volver a hacer lo mismo y más de lo que hicimos las otras dos veces, el verano y el otoño pasados.
- Lo ves, Santi, no solo te quiero yo, tienes otro amante, tu hijo.
San se acercó a nosotros dos y nos abrazó y en ese momento les dije que quería sexo con los dos y que quería perder mi virginidad por el culo con ellos.
Mi padre miró a su primo durante un rato como pidiéndole consentimiento.
- Si hijo, si, vamos los tres al dormitorio.

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