lunes, 21 de marzo de 2022

VERANO


Hoy es difícil encontrar un sitio en la arena de la playa, donde extender tu toalla, y menos ya plantar una sombrilla.
Cuando yo era pequeño, ocho años, mi padre tuvo suerte, trabajaba bien y juntó dinero en abundancia. De manera que, como ricos que éramos, veraneabamos en la costa levantina. Las playas eran enormes, de blancas arenas y aguas más o menos tranquilas. Los tres meses de verano los pasábamos mi madre, los dos hermanos mayores y yo en una playa prácticamente vacía y nos alojabamos en una pensión donde comíamos, cenábamos y nos preparaban los bocadillos para pasar toda la mañana en la playa. Mi padre, que tenía un coche grande, americano de importación y que bebía más gasolina que un camello agua en un oasis, iba y venía de la playa todos los fines de semana, salía el viernes por la mañana y regresaba los domingos. Llegaba a tiempo para comer, y ya esa tarde y todo el sábado lo pasaba con nosotros en la playa.
Sucedió un sábado. Mi hermano mayor tenía dieciséis mi hermana quince y yo ocho. Mi madre había tenido en primavera una niña que llevaba a la playa en un capazo y a la que bañaba desnudita en la orilla y luego la dejaba bajo la sombrilla, no le fuese a dar el sol y quemarse. Mi madre, parecía que solo tenía ojos para ella. A mi me intrigaba que no tuviera cola y sin embargo siempre estuviera meada y mi madre cambiándola a todas horas. Paco el mayor tenía un grupo de amigos con los que se pasaba las horas muertas jugando al fútbol en la arena, mi hermana Paula tenía tres amigas con las que siempre estaba de cuchicheo y risas conspirando dios sabe porqué. Yo jugaba con la arena al lado de la sombrilla. Mi madre de vez en cuando me daba un aceite para evitar las quemaduras que yo intentaba que me entrase entre los dos carrillos del culo, porque al caminar y sentir como resbalaban entre sí me producía un extraño placer.
Los viernes por la tarde mi hermano Paco, con sus amigos y mi hermana Paula con sus inseparables iban al cine donde proyectaban una sesión doble, generalmente de guerra una de ellas y otra, un musical. Como era sesión continua, allí se pasaban la tarde. A mi me parecía un aburrimiento, aunque pensaba que por ser pequeño se me escapa algo. Ya crecería, pensaba.
Aquel viernes hacía calor y mi padre me dijo que si nos íbamos nosotros a la playa mientras mi madre y mi hermanita se quedaban en la pensión durmiendo la siesta. Me encantaba que mi padre me llevase a mi solo a la playa.
Mi padre plantó la sombrilla, puso su silla y con el periódico en la mano se dispuso a pasar el rato relajadamente. Yo era feliz jugando con la arena teniendo a mi padre a mi lado para mí solo.
Después de un rato vi que mi padre había dejado el periódico a un lado y repantingado en la silla de playa con las piernas abiertas se acariciaba muy despacio la entrepierna mirándome como jugaba con la pala y el cubo.
- Pedro, ve a bañarte un rato, hace mucho calor y ya hace buen rato que comimos. ¿Quieres que me bañé contigo?
Soñaba con que mi padre se bañase conmigo, los dos solos, que pudiéramos jugar en el agua sin nadie que nos interrumpirse. Se levantó de la silla me ofreció su mano y de un salto me puse en pie y le agarré con fuerza la mano. Estuvimos un buen rato disfrutando de las olas. Él me lanzaba desde sus hombros y me recogía después. Cerca de la orilla me decía que pasase buceando entre sus piernas, pero las cerraba, me sacaba del agua y me hacia cosquillas. No se podía ser más feliz.
Después de un rato largo mi padre me dijo que ya estaba bien, que se me habían puesto los labios morados y había que salir ya.
Mientras caminabamos hacía la sombrilla yo iba tiritando. Mi padre me cogió en brazos y corrió hasta coger una toalla. Me quitó el bañador, me envolvió en la toalla, se sentó él en la silla y me sentó en su pierna. Me abrazaba haciendo que apoyase la cabeza en su hombro izquierdo. Pasado un rato, después de frotarme vigorosamente con la toalla me la quitó y volvió a hacerme cosquillas. No quería que ese momento se acabase nunca. Era feliz sintiendo como me acariciaba suavemente la espalda. 
- ¿Te has dado cuenta que estamos solos? Ya solo quedamos nosotros en la playa. Aprovecharé y me quitaré también el bañador, me estoy enfriando.
Me dejó en el suelo, se quitó el bañador y volvió a sentarse. Me quedé de pie a su lado hipnotizado por su desnudez. Sobre todo me impresionaba el tamaño de su pene, y sus bolas, envueltas en pelo, lo que le daban un aire misterioso.
- Vamos, hijo, siéntate otra vez aquí.
Y sin darme tiempo a reaccionar me tomó con sus manazas y me sentó en su rodilla. Yo me recosté en su pecho y él me pasó su brazo por el cuello dejando caer la mano por mi pecho a la altura de mi mamila.
- Tu sabes que te quiero mucho, ¿verdad, Pedrito?
A pesar de haberse bañado podía oler su loción de afeitado, su colonia, su sudor limpio y me embargó la ternura. Me acurruqué aún más y le dije que lo sabía.
Mi piel desnuda contra su piel velluda y ligeramente morena me emocionaba. Nunca había sentido el roce del vello del cuerpo de mi padre. Era suave y daban ganas de restregarse. Metí la cara en su pecho y olí la frescura de su piel recién bañada junto a su colonia. Se me venían a la memoria sensaciones sin recuerdos. Era mágico. Cerré los ojos y empecé a acariciar el pecho y la espalda, también peluda, de papá. Acariciando el vello y la piel del pecho me topé con un obstáculo. Era agradable, una dureza elástica que se deformaba al empujarlo y recuperaba su forma. Mi padre con su mano sobre mi pezón izquierdo empezó a pellizcarlo muy suavemente y comprendí al instante que lo que yo tocaba desprovisto de vello y tan carnoso y duro era el pezón de mi padre y me decía con su acción que yo hiciera lo mismo con el suyo.  Empecé a pellizcarle al principio con prevención y al ver que se endurecía con más fuerza. Sentí un quejido cohibido ante el último pellizco que deseaba que fuese fuerte, y junto al quejido un estremecimiento. Miré a la cara a mi padre y tenía la cabeza echada hacia atrás y los ojos entornados. Le pregunté alarmado si le había hecho daño y que lo sentía. No abrió los ojos y empezó a jadear, y en el jadeo me dijo que no parase.
- Sigue cariño, sigue y no te de miedo apretar, no me haras daño. 
Y diciendo esto sentí la fuerza de sus manazas en mi hombros. Me levantó como una pluma y me sentó en su regazo, cara a cara con él y una pierna por cada lado de sus caderas. No sabía nada, no había visto nada, nadie me habia comentado nada. Vi a mi padre con la cabeza rendida hacia atrás, los ojos cerrados y respirando con fuerza al tiempo que algo tenso impactaba en mi culo y no era incómodo. Me salió espontáneo, agaché la cabeza y me metí en la boca su pezón derecho mientras pellizcaba el izquierdo. Me gustaba chupar y mordisquear le, a cada mordisco más fuerte mi padre gemía y yo apretaba más el pellizco. Mi padre me cogió la cabeza, con las dos manos, la acarició y la apretó suavemente contra su pecho, interpreté que quería más intensidad y mordí con fuerza, emitió un grito de dolor pero no intentó retirarse y al instante me separé del pezón y le dije que me parecía que me había cagado.
- No hijo, no. No te has hecho caca.
Metió una mano entre los cachetes del culo donde yo sentía la humedad y la sacó como llena de leche condensada. Me la dio a oler y luego se la lamió de los dedos. Le dije que yo quería probarlo también.
- ¿Seguro?
Le dije que si moviendo la cabeza de arriba a abajo. Volvió a meter la mano en mi culo y sacó más. Volvió a dármelo a oler y yo le tomé su mano y chupé dedo por dedo hasta limpiarla de su semen. Me preguntó si me gustaba y le dije que si, que ahora ya no tenía dudas, sabía cuál era el bouquet de mi padre. Me bajé de encima de él, me toqué el culo y algo quedaba, así como en el pene de mi padre que aún tenía una gota gruesa en la punta. No me costó agacharme y recogerla con la lengua. Entonces papá me cogió la cabeza en sus dos manos, me miró fijamente a los ojos y me llevó la cabeza hasta su capullo. Yo sabía que solo tenía que abrir la boca y me apetecía hacerlo además. Me arrodillé sobre la arena y dejé que su miembro resbalase dentro de mi boca.
Escuché una especie de gemido más llanto que otra cosa y una palabra saliendo de su boca
- Perdona
Y empezó un suave bombeo de todo su cuerpo dentro de mi 

No hay comentarios:

Publicar un comentario