domingo, 27 de marzo de 2022

PRIMAVERA (I)

 

El trimestre que rendía su fruto en la Semana Santa, pasó para mí como en un suspiro acunado por el dios Morfeo. Los compañeros me preguntaban que qué me había pasado, estaba raro, me decían desde que volví de vacaciones de Navidad, que me comportaba como los mayores, que hasta la cara me había cambiado. Yo estaba muy a gusto, me encontraba relajado y feliz, sereno. 
El tío Santiago después de las uvas de nochevieja había comunicado urbi et orbe lo de su magnífico apartamento y el día de año nuevo fuimos todos a verlo menos los abuelos que dijeron que qué podría tener que ver un piso nuevo y que además para ver cosas irritantes ya tendrían tiempo. Todo el mundo pasó por alto la intemperancia del abuelo al que al parecer no se le habían quitado las ganas de coger la escopeta. 
Ese segundo trimestre del curso se me arrimó un chico venezolano recién llegado de su país por razón del trabajo del padre. Iba retrasado en los estudios y era más mayor, acababa de cumplir los trece. Nos sacaba la cabeza a todos y era menos alborotador, menos niño. Me dijo que se arrimó a mí porque yo era más como él. Me preguntaba por mi actitud tan serena, de mayor y yo le decía que yo no me notaba diferente. Pero no era cierto. Yo sabía que aquella tarde de diciembre que no fuimos al cine y que fue en realidad mi bautismo de sangre en sexo me había cambiado la vida.

Yo entré en el dormitorio del tío donde le vi con mi padre tiritando pero no de frío. Me conducían los dos cada uno una mano en cada hombro, como quien lleva a alguien a un rito de iniciación, y es que en realidad ese tipo de sexo en que la finalidad no era producir más humanos era en realidad una ceremonia en la que se admitía por fin a alguien, en aquel entonces a mi en un grupo de adultos con los privilegios y las responsabilidades de un adulto. La forma en que me desnudaron entre los dos, demorandose, sin prisas, para dar solemnidad al momento y luego ya desnudo yo y sin que me hubieran tocado más allá de lo necesario invitándome a que les desnudara a ellos. Cuando me vi entre esos dos adultos, pudiendo comparar formas y texturas y siendo personas a las que conocía como asexuadas, pero que tenían otra identidad, mucho más rica de la que yo les conocía.
Pero lo que yo creo que me cambió definitivamente fue el beso. Besar era para mí un acto de bienvenida, despedida o reconocimiento y de pronto descubrí que era algo más. Fue mi tío el que desveló un mundo distinto. Me abrazó intentando que hubiera la mayor parte de piel de cada uno en contacto con el otro y luego sin dejar de mirarme a los ojos rozó suavemente sus labios contra los míos, mientras que papá me acariciaba la cabeza con una mano y con la otra acariciaba el hombro de tío Santiago. Poco a poco fue aumentando la presión de sus labios contra los míos hasta que insinuó por entre ellos la lengua, carnosa y húmeda y me mojó mis labios. Sin proponermelo separé yo también mis labios y en cuanto se encontraron las lenguas dentro de mi boca se desencadenó toda una cascada de acontecimientos y sensaciones, estímulos y deslumbramientos que culminó con el tío firmemente insertado en mi culo estimulandome con sus movimientos y papá haciendo lo propio en mi boca.
Cuando la lengua del tío empezó a juguetear con la mía mis manos cobraron importancia. Disfrute acariciando la espalda y el culo del tío hurgandole entre los cachetes para encontrar el ano que acaricié hasta introducirle dos dedos. Cuando sucedió, sus caderas bascularon y me hicieron saber que iba por buen camino, impactando su trozo de acero en la barriga. Mi padre al ver el gesto de lujuria de su tío me buscó el ano y comenzó a estimularlo. Tío Santiago no abandonaba el beso que me tenía completamente entregado. En un momento dejó de besarme y me mordisqueó la oreja y el cuello hablándome al oído.
- Tu papá y yo te vamos a perforar ese culito virgen que tienes y vas a tocar el cielo con tus labios. Te vamos a preparar el ojete para dárselo a nuestros amigos y que seas nuestro mariconcito. 
Me sentí importante.
Fue terminar de escuchar que me iban a dar a otros para su disfrute y alarmado avisé que me venía el gusto y empecé a estremecerme entre los brazos del tío que si no llega a ser por él hubiera caído desplomado. Mi padre al verme así me intensificó el placer. Desde la espalda rodeó con sus brazos mi torso y me alcanzó los pezones y al pellizcarmelos me hizo gritar de placer. Me sentía con los dos como pez en el agua, completamente ubicado, para nada asustado o acobardado.

El nombre de aquel chico venezolano, de Barquisimeto, nunca se me olvidará era Francisco. No quería que le llamasen Paco, le sonaba mal. Era guapo y de buena planta como buen venezolano y una vez que tomó confianza, alegremente descarado.
Nos hicimos muy amigos. Él vivía con su padre. Había venido para levantar una fábrica de manufactura de algodón como las que tenía en su país. No tenía mucho tiempo para su hijo, de manera que Francisco hacia literalmente lo que le daba la gana.
Le llevé a casa un par de veces y mi padre le dijo que podía venir cuando quisiera, pero por la forma en que lo miraba yo sabía que lo deseaba. Por eso cuando le dije si podría quedarse a dormir en casa un fin de semana, mi padre le faltó tiempo para llamar al del chico para presentarse y pedir permiso para que se quedase a dormir.
Francisco nunca se me insinuó ni nada parecido, pero mi padre es como si hubiese detectado algo.
Mi hermano Paco dejó su cama a Francisco para que estuviese conmigo y pudiéramos hablar y él dormiría en el sofá cama del salón.
- Pedro, me gusta estar aquí contigo. Me parece que eres especial y distinto a todos los demás. Por eso voy a decirte algo. ¿Puedo acariciarte?
Mi cama estaba separada de la suya por la mesilla. Encendí la luz de la mesilla salí de mi cama, me quité toda la ropa, me quedé desnudo  y me metí en su cama. Le besé como el tío me besó a mi la primera vez y luego, poco a poco le ayudé a desnudarse. Estuvimos acariciándonos toda la noche. En un momento me di la vuelta y le rogué que me la metiese.
- ¿Estás seguro? la tengo muy grande, te haré daño, Pedro.
Por toda respuesta acerqué mi culo le tomé su miembro, lo apunté y empujé con toda mi fuerza, volví la cabeza y le susurré que me poseyera, que era suyo. Gocé más que con el tío y mi padre. Fue muy tierno y cariñoso conmigo y no terminó pronto. Se mantuvo entrando y saliendo de mi cuerpo mucho tiempo y me sentí muy feliz, como él, creo.
Estaba la Semana Santa encima y el padre de Francisco se presentó en casa unos días antes del Domingo de Ramos. Resulta que tenía que volver a su país. Un problema en su planta de Maracaibo necesitaba obligadamente de su presencia allí. No sabía el tiempo que le supondría pero no quería dejar a su hijo en una residencia, solo, porque se vaciaría en vacaciones ni llevárselo porque quisiera que no interrumpiera el curso y pedía por favor que nos quedásemos con él algunas semanas mientras solucionaba sus problemas. La primera que estuvo de acuerdo fue mi madre. Desde que yo tenía la amistad con este chico, no dejaba nada por medio, no contestaba, estudiaba y hacían los dos lo que se les pedía y además de buen talante. La verdad es que Francisco era adorable, hasta en la cama. El hombre dijo que pagaría por supuesto todos los gastos y mi padre, por supuesto se negó. De forma que de la noche a la mañana me encontré con que viviría con el chaval que me follaba y me daba estabilidad. Olvidé lo sucedido con mi padre y el tío y solo estaba pendiente de Francisco que además no me dejaba ni a sol ni sombra.
La habitación donde dormía con mi hermano Paco era grande, aunque no tanto como para meter otra cama, pero mi madre compró una cama nido que cuando se sacaba tenía un mecanismo que la elevaba hasta el nivel de la cama bajo la que se escondía quedando una especie de cama de matrimonio. Cuando Francisco y yo la vimos nos miramos de forma cómplice y sonreímos. 
Estábamos exultantes con poder pasar tantas horas juntos. comenzaba la Semana Santa teníamos todo el tiempo libre a nuestra disposición.
- Se os nota muy contentos. ¿Estás cómodo, Francisco, necesitas algo?
- No señor, estoy muy feliz, además me llevo muy bien con Pedro. Estamos muy compenetrados.
Al decir lo de compenetrados me pareció que mi padre apenas iniciaba el esbozo de una sonrisa y su mirada me decía "tú estás follandote a éste" sin imaginarse que yo era el follado. Y entonces mi padre hizo algo insólito, abrazó a Francisco por el cuello y lo atrajó a su pecho y en respuesta mi amigo pasó su brazo a la altura de su cintura devolviendo el cariño.
- Yo estoy muy contento, señor, y más pudiendo dormir al lado de su hijo. Así podemos hablar y compartir nuestras intimidades.
- Ven aquí a mi lado, Pedro.
Fui a su lado y me cogió exactamente igual que a mi amigo con el otro brazo. Yo le rodeé tambien por la cintura y nos dimos la mano mi amigo y yo  por detras.
- Un día de esta semana tenemos que ir los tres a casa del tío Santiago, para que Francisco le conozca también. ¿que te parece, hijo?
Un temblor me agitó por dentro. Ya lo tenía claro. Querían follar con nosotros dos, o forzar la situación a ver hasta donde llegaba nuestra intimidad. Francisco giró la cabeza que quedaba a escasos centimetros de la mía sobre el pecho de papá y me miró poniendo una sonrisa maliciosa y al tiempo me apretaba la mano. 
Esa noche al acostarnos, mi hermano Paco, aún no había llegado a casa. Sacamos la cama que se colocó a la par de la mía. mientras nos desnudabamos para ponernos el pijama yo le acaricié la entrepierna y me dijo que en ese momento podía llegar mi hermano. le noté que de inmediato le crecía y noté con gozo que mi bulto se hacía evidente tambien. Ya en la cama, cada uno en la suya, Francisco me preguntó, en susurro.
- ¿Cómo la tiene de grande tu tío? A tu padre ya le he visto los bultos de los pezones, deben ser muy excitantes. ¿tu tío, también los tiene grandes?
Le conté como empezó todo con pelos y señales. Al principio le conté por encima y le expliqué cuando me la metió con tanta facilidad la forma en que me desvirgaron, pero ningún detalle en ese momento le expliqué, morboseé en imagenes para ponerle más cachondo si cabía. Incluso a mí esa forma de relatarlo me puso muy cachondo también.
- Pedro, ¿puedo, pasarme a tu cama? estoy que me va a explotar el rabo. No encendemos la luz y aunque llegué tu hermano con la luz apagada no se va a dar cuenta de nada.
Yo estaba deseandolo también así que sin decir nada levanté mi ropa de cama mostrandome como estaba, desnudo de cintura para abajo. cuando él entró estaba exactamente igual. Los dos al abrigo del relato y acogidos a la oscuridad de la habitación nos habiamos despojado de pantalones y calzoncillos.
Aquello era el cielo, estar en mi cama los dos haciendo resbalar nuestros sexos el uno contra el otro. Pronto, Francisco me avisó que se venía, le dije que aguantase un poco y me zambullí entre las sabanas buscandole el miembro que atrapé con la boca y en ese momento empezó a eyacular. Era un semen dulce y soso al tiempo, más liquido que el de mi padre, nada grumoso y sentí como disparaba un chorro con fuerza unas cinco veces, luego siguió poco rato derramandose mansamente en mi boca. Era un placer estar tragando su jugo. Cuando acabó me preguntó si quería yo hacer lo mismo. Le dije que a mi todavia no me salía nada y que además mientras él se derramaba en mi boca y me lo tragaba yo había tenido mi gusto, muy intenso, pero que al no echar leche, él no lo había advertido.
En ese momento entró Paco en la habitación, abriendo la puerta con sumo cuidado y sin encender la luz para no despertarnos. Nos quedamos muy quietos y oíamos como se desnudaba y hablaba como para él en voz baja.
- ¡Joder que mala leche! que dolor de huevos me ha dejado la tía, y no ha querido ni hacerme una paja.
 Francisco y yo reimos lo mas silencioso posible bajo la cobija. Paco se metió en la cama y se escuchó su jadeo y el fru fru de las sabanas por el roce.
Yo le hubiera retenido, de saber lo que iba a hacer, pero me pilló por sorpresa completamente.
- Paco, soy Francisco. ¿quieres que te eche una mano? soy bueno en eso. Con la mano o con la boca, como prefieras.

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