sábado, 2 de abril de 2022

LA CONFIDENCIA

 

- Tienes que ir a ver al abuelo
- ¡Mamá! Joder. Que ganas, además ¿Para qué? La va a espichar. Es el cuarto infarto.
- Javier, coño, ya está bien. Si, vale, se está muriendo y es posible que no pase de esta noche pues por eso. Además. Expresamente ha pedido que vayas a verle. Así que está tarde, te pones guapo y vas a despedirte del abuelo.
Javier tenía una cita esa tarde. Acababa de conocer Grindr y había quedado con un treintañero que le había mandado una foto que le excitaba. Pelirrojo, más bien tirando a feo por la tosquedad de rasgos, una boca grande de labios carnosos y la nariz ancha. La sonrisa, eso sí, encantadora. Decía ser iraní de origen georgiano y llegó, al parecer, a los cinco años, adoptado por una familia española acomodada. Le pusieron de nombre Antonio, aunque él sabía que se llamaba Menam y solo usaba ese nombre en las plataformas de ligue, como Grindr.
Javier se vio obligado a ir a ver al padre de su padre. Tenía casi dieciocho y la verdad es que su abuelo siempre le había mostrado cariño, desde pequeño. Así que puso un WhatsApp a Menam quedando para más tarde. Menam le contestó que más tarde no podía y Javier le contó la papeleta. Menam se ofreció a acompañarle.
- Nunca he follado en un hospital y me da morbo.
- ¿Que te da morbo?
- Si, partirte el culo mientras te despides de un moribundo
- Eres un salvaje, ¿sabes?, Pero me acabo de empalmar solo de pensarlo. Vale, quedamos en la puerta del hospital. ¿Sabes cuál es?
- Si, me lo dijiste antes, y además recuerda que soy fisioterapeuta y suelo saber dónde están esos sitios. 
Mientras se duchaba para ir a ver a su abuelo cerró los ojos y se vio sobre la cama de su abuelo, besándole mientras Menam le bajaba un poco los pantalones y le follaba. Se empalmó en milisegundos y en menos tiempo aún, mientras le caía el chorro de agua bien caliente en el capullo empezaba Javier a correrse. Cuando acabó de emitir semen, terminó de ducharse, se secó y se vistió. A propósito no se puso ropa interior y se calzó unos leggins que simulaban unos vaqueros muy ajustados, encima una sudadera muy holgada granate con un brochazo que figuraba un arco iris. La sudadera le caía por debajo de las caderas para disimular el paquete que las mallas del leggin le hacían super evidente y el culo absolutamente perfecto en su convexidad, no en vano era campeón provincial junior de salto de altura; tenía unos glúteos bien formados y poderosos.
- Javier, sabes que no me gusta esa sudadera.
- Mamá, me la regaló papá.
- Ya. También tu padre tiene delito. Quítatela y ponte otra cosa. Venga. Si no quieres quedarte en casa todo el finde. ¡Hombre! que pareces un gay con ese pedazo de arco iris.
Javier sonrió sutilmente y se fue a su cuarto. Se puso una licra sin mangas que dejaba ver a las claras el anillo que le perforaba el pezón izquierdo y le resaltaba los deltoides y los pectorales. Recordó la bronca que tuvo con su madre cuando le vio el piercing y solo la consiguió tranquilizar su marido.
- Cariño, le he dado permiso yo y se lo he pagado por su decimoséptimo aniversario. Además va en el izquierdo que es donde se lo ponen los tíos para significar que les van las mujeres.
Ahora sí, Javier, recordando, amplió su sonrisa condescendiente cuando su padre se tragó lo del pezón izquierdo y pudo hacérselo.
Encima de la licra se puso una cámisa de cuadros rojos tipo leñador sin abrochar y con las mangas dobladas por encima del codo.
- Tampoco me hace gracia pero bueno. ¿Vas a ver al abuelo, ¿no?
- Si, voy con un amigo. Me da yuyu ir solo.
- Ten cuidado.
Iba a tener mucho cuidado. Llevaba el ano vaselinado, por si acaso. Sabía que lo suyo sería un lubricante acuoso, pero no tenía nada más a mano. Sentía rozar los márgenes del ano y se excitaba.
Era raro pero a esas horas parecía ir el metro más lleno de la cuenta. No tardó en sentir un rabo en el culo, giró la cabeza y asesinó con la mirada al cuarentón que se le arrimaba tanto. No hacía tanto tiempo que había averiguado lo excitante que era un rabo, pero también concluyó que si le gustaba un rabo también era verdad que no todos los tíos dueños del rabo eran de su agrado.
Acababa de entrenar recién cumplidos los dieciséis, cuando el utillero del polideportivo estaba recogiendo aparatos, ordenando el material y ropa de ducha. El entrenamiento había sido duro y se había tendido sobre un banco para descansar. 
El utillero era un antiguo fondista que se lesionó en unos europeos y no pudo continuar. No tendría más de treinta y cinco y era muy callado y discreto. Era como de la estatura de Javier y jamás había cruzado una palabra con él.
- ¿Hoy estás más cansado de la cuenta? Te he visto entrenar y creo que pateaste como veinte centímetros antes de su sitio, eso hace que estires demasiado la pierna y que el abductor menor se fuerce demasiado. Ahora eres joven y elástico pero con un par de años más te lesionarás sin remedio.
- Creí que eras mudo Óscar. Es verdad, me viene doliendo en la ingle últimamente.
- A ver, ¿Donde?
Óscar se acercó hasta el banco de entrenamiento y se agachó a su lado, en cuclillas, a la altura de la pierna.
- Dime si te duele donde te toque.
Acercó su mano a la ingle izquierda de Javier y antes de que le tocase ya sintió el calor de la mano de Óscar en su ingle. Un escalofrío le recorrió el cuerpo entero, algo a lo que no fue ajeno Oscar.
- ¿Te da miedo que te toque? 
Y en el tono de voz del utillero había cierto deje de sorna.
- No, no. No sé que me ha pasado.
Cuando Óscar empezó a tocar la ingle metiendo los dedos por la pernera del pantalón Javier rompió a tiritar.
- ¿Te duele aquí?
Javier miró a Óscar con cara de susto negando con la cabeza y sin dejar de tiritar.
- Quizá, no se, a lo mejor un poco más arriba..., no se 
En el momento que Óscar deslizó los dedos un centímetro más dentro Javier sintió que su cuerpo tenía algo que decir, tanto, que se notaba con el pantalón puesto.
- Déjalo, déjalo Óscar, ya estoy mejor.
Javier se levantó del banco, quedándose sentado, pero Óscar no retiró la mano y al quedar en esa posición su cabeza quedó a poca distancia de la de Óscar, que le sostuvo la mirada mientras movía la mano hasta encontrar el pene enhiesto de Javier. Lo sostuvo con la mano y empezó a mover lentamente la mano. Javier se llevó la mano a su pene y solo pudo agarrar la mano del utillero que no paraba de moverla. Sin dejar de hacerlo ni de quitar la mirada de Javier acercó la cara a su cara y besó en los labios al chico, que se entregó y en ese momento comenzó a eyacular y apretó sus labios con los de Óscar. 
Óscar se levantó, se limpió la mano y Javier se metió en la ducha. Desde aquel día, Javier intentaba no ir a entrenar pero siempre había alguna razón para ir, preferentemente a últimas horas de la tarde. No quería quedarse de los últimos, pero cada día había una excusa para quedarse, y siempre la mecánica era la misma. Javier entraba al vestuario de la pista el último, se desnudaba, se iba a la ducha pero no abría el agua, hasta que escuchaba el trajinar de Óscar, entonces gritaba el nombre de Óscar para cerciorarse de no equivocarse.
- Ah, vale, soy Javier, estoy en la ducha.
Abría el agua y se dejaba acariciar por ella hasta que Óscar llegaba, desnudo y se arrimaba por la espalda.
Con Óscar aprendió toda la mecánica del sexo gay, salvo la sodomía.
- Quiero sodomizarte, chaval
Dicho así, al oído, sintiendo el rabo de Óscar en el culo, le excitaba, pero cuando lo intentó, en la ducha, de pie y con la urgencia de no estar mucho tiempo allí, le dolía. 
- Podías venir a mi casa este finde. Allí con tranquilidad y tiempo te entra entera, seguro. Lo disfrutariamos los dos.
Susurrado mientras le mordisqueaba la oreja y sentía el ímpetu de hierro de Óscar por detrás, Javier no pudo decir que no. Se las ingeniería para pasar el finde quizá en casa de un amigo.
Para cuando, temblando, con su bolsa de finde al hombro entró en el ascensor de la casa de Óscar, tenía decidido que solo le gustaban los hombres. 

Vio de lejos a Menam en la puerta del hospital que le estaba esperando. Y si, era feo, como en la foto de Grindr, pero el cuerpo de diez y el pelo llameante con esa boca grande y carnosa le hicieron a Javier que la polla le rebotase.
Cuando llegó a su altura Menam le puso una mano en su hombro y se inclinó sobre él dándole un beso en la mejilla.
- Debería comerte la boca aquí mismo, niño. ¿Te llamas Javier, de verdad?
- Si. Y tú, Menam. Se me ha puesto la polla en pie al verte. ¡Que color de pelo más impresionante!
- Venga, vamos a ver a tu abuelo y a ver si encontramos una habitación para follarte.
- Como sigas diciéndome esas cosas me voy a correr.
- Yo me correría en tu boca ahora mismo y luego te comía la boca con mi leche.
- Nunca se me ha corrido nadie en la boca.
- Yo me voy a correr. No puedes dejar pasar más tiempo sin hacerlo.
Hablando de esta manera llegaron a la puerta de la habitación. Tocaron la puerta y entraron.
En la habitación estaba el padre de Javier, que se levantó nada más verlos entrar. El abuelo preguntó a su hijo que quien había entrado.
- Es Javier. Con un amigo, creo.
- Déjanos solos, hijo. Y que no nos interrumpa nadie, hijo.
El padre de Javier salió de la habitación y dejó solo a su padre con el nieto y su amigo.
- Acércate, hijo. Y tu amigo también. 
Javier se acercó a la cama de su abuelo con Menam detrás de él.
- Ven, ven, dame un beso.
Cuando Javier se inclinó hacia su abuelo, este le rodeó el cuello con su brazo y giró la cabeza de forma que las bocas se afrontaron. Javier mantuvo el beso por respeto. Pero el abuelo empezó a separar los labios y el brazo que rodeaba el cuello se desplazó hacia abajo acariciándole el cuerpo. 
Menam, con mucha vida a sus espaldas se percató de lo que estaba sucediendo, se acercó aún más tiró hacia abajo del leggin dejando el culo al aire, se bajó él mismo el vaquero y apuntó al ano de Javier.
- Te lo dije maricón, te iba a follar aquí mismo. 
Cuando Menam entró en el cuerpo del chico, el abuelo dándose cuenta de que el amigo estaba follandose al nieto, le empujó la cabeza a Javier, retirando la sábana, hacia su entrepierna. El nieto, muy excitado por la sodomizacion y el sitio en el que estaban abrió la boca permitiendo que la polla fláccida del abuelo entrase en la boca. 
- Comele el rabo a tu abuelo, que se te corra en la boca. Ya sabes, "leche de viejo, leche de miedo" cuando la tengas, la compartimos. Me voy a correr mi niño.
Cuando dijo esto Menam Javier notó como la polla del abuelo le crecía en la boca y al poco se le empezó a llenar de semen. Le vino una arcada y Menam se dio cuenta.
- Ni se te ocurra vomitar, cabrón. Dame esa leche. 
Javier se volvió. Menam aún no se la había sacado y se fundieron en un beso. Le succionó a Javier la leche, le sacó la polla, le apartó y le dijo al viejo que abriera la boca. El abuelo lo hizo y Menam le escupió su propio semen.
- Hijo, Javier, entra al baño a cagar el polvo, y tú, el amigo acércate bien y meteme la polla en la boca. Ojalá te haya salido manchada.
Cuando, Javier salió del baño el abuelo con un gesto le dijo que se acercara.
- Ahora ya sabes lo que quería. Sabía que eras tan maricón como yo. Estoy muy orgulloso y quería que lo supieras. Este amigo que tienes es un tesoro, no lo dejes escapar. Ahora dile a tu padre que entre y vosotros iros por ahí a fundiros el cuerpo follando. No vais a sacar más.

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