sábado, 30 de abril de 2022

DURA REALIDAD (II)

 

Faltaban un par de semanas para empezar el curso. Javier no había vuelto a ver a Óscar. Le había llamado varias veces, pero de la forma más escueta se excusaba para no hablar, y si Javier quería quedar, siempre había otro compromiso.
Javier supuso que Óscar no sé había confesado con Cristina porqué Carolina no cambió su actitud hacía él por lo que dedujo que siendo tan amigas Óscar no dijo nada. Javier aumentó la frecuencia de sexo con Carolina intentando demostrarse su naturaleza y poder olvidar el sabor del semen de Óscar y la sensación nauseosa tan desagradablemente deliciosa. Tomó la costumbre de llegar con el cepillo de dientes hasta la campanilla y provocarse la náusea para cohibirla, sentir como se le saltaban las lágrimas y producía abundante moco trasparente. Cuando eso sucedía inmediatamente tenía una erección muy deleitosa a la que se estaba acostumbrando. Quería hablar de lo que sucedió en la productora pero Óscar no quería saber nada, como si ignorándolo no hubiera sucedido. Pero si había sucedido. Y no sólo había sucedido había moldeado el deseo como si fuera arcilla blanda. 
Tenía además un sueño recurrente del que se despertaba empapado en sudor, asustado y las últimas veces mojado de semen. 
En el sueño, él se encontraba desnudo caminando por una calle desierta, era de noche y caía una llovizna, pero caliente. Una mujer muy atrayente desde un portal le llama enseñándole el sexo descaradamente y masturbándose. Sabe que la conoce, pero es incapaz de recordar quién es. Desde detrás un tipo que Javier sabe que es Óscar, aunque no le ve la cara, la sodomiza. Sufre una erección violenta y se dirige a penetrar a la mujer y en ese momento aparece un Pitbull que le arranca los genitales de un bocado. La cara del Pitbull es la de Ramón, el de la productora porno. Sufre entonces una violenta náusea, se agacha para vomitar y el perro le mete sus propios genitales por el culo y en ese momento se despierta empapado de semen. Su cuerpo aún conserva los espasmos del orgasmo y es todo tan real que se tiene que tocar el ano, para comprobar que no tiene nada metido.
Carolina no paraba de preguntar lo que le pasaba, estaba raro, distinto y hacía mucho tiempo que no veía a Óscar.
- Cristina también dice que Óscar está rarísimo y él le dice que tiene mucho trabajo, porque su padre le buscó un curro para el verano en un taller de electricidad.
- Yo no se eso del taller. Me da la impresión de que no quiere hablar conmigo.
- Pero, ¿os habéis peleado?
- Que yo sepa no - y se quedó con la mirada perdida visualizando la imagen de Óscar saliendo del autobus sin mirar atrás.
- ¿Seguro?
- Que interés tendría yo en ocultarte una riña con Óscar.
Pero, si. El sabía que si había habido una bronca tácita, y además muy violenta. Precisamente porque había sido silenciosa, tensa, sin desahogo. Y cuanto más tiempo pasase hasta aclararlo todo más difícil iba a ser remendar la amistad. Antes o después tendría que hablar en plata con Óscar y cada vez estaba más convencido de que la charla debería ser descarnada y cruda. Les haría daño a los dos, pero las heridas no se podrían curar si no se desbridaban sin ninguna anestesia, que saliese todo el pus de las vergüenzas y se extirparse lo muerto que produce en cualquier relación las mentiras.
- Javier - Carolina estaba muy seria - esto tiene que acabar. Cristina me ha dicho que ya ni folla con Óscar y cada vez está más huraño e irritable. Tienes que ir a hablar con él y arreglar lo que sea que se tiene que arreglar. Y si tenéis que daros de hostias os dais. Y si tenéis que follar, follais, por nosotras no vayáis a cortaros, que de tontas no tenemos un pelo y lo vuestro parece mosqueo de enamorados.
- Carolina, yo... - la cara de Javier se tornó pajiza y los dedos de las manos comenzaron a temblarle.
 - Ni una puta palabra. Este verano nos fuimos solas a Niza por no sé que malentendido, ¡venga ya!. Era mucha pasta, ya lo sé, pero podíais haberlo hablado, pero era mejor escenificar cabreo. Nos lo pasamos muy bien, gente guay, el grupo de escándalo, pero os echamos de menos. No sé qué os pasaría, pero arreglarlo. Tu sexo conmigo ya no es el mismo, es frío, sin alma, mecánico. Parece que no estás, y es desde que no te llevas con tu amigo. O quizás, ojalá que no, que te llevas demasiado bien. Así que, ponte, poneros las pilas.
- Caro, de verdad, yo te juro... - Javier estaba de bruces metido en panico, el nudo del estómago le hacía balbucear y la imagen de Óscar besándole los labios embadurnados de semen le hizo hacer caer alguna lágrima.
- Que ni una palabra, ni juramentos en falso. Tú crees que..., Bueno, vale, ya está todo dicho. El sábado he quedado en el LOGIUM con Cristina, que va a ir con Óscar. Él no tiene ni idea de que yo me voy a presentar contigo. Os llevamos como a dos críos que han metido el dedo en la tarta y con la boca llena de merengue siguen negándolo. Y hasta que no vengáis y nos contéis la verdad no vamos a querer saber nada más. Y no se te ocurra alertar a Óscar, que me parece que es el más cabezota aquí, quizá..., está bien, ya lo sabes. Me voy a la facultad a elegir profes y horario. El sábado a las ocho estoy en tu casa, estate preparado.
Carolina se marchó después de darle un beso en la mejilla, como si fuera su hermano, no su novio.
Todavía se estaba preguntando que le llevó a dejarse caer sobre el capullo de Óscar y albergarlo en la boca y chupar y lamer y envilecerse en ese trozo de carne humeante de lujuria hasta el límite de querer que su licor le embriagase los sentidos diluyéndole cualquier atisbo de rechazo o repugnancia ante ese emuntorio genital. Pero se explicaba menos aún que llevó a Óscar a depositar un tórrido beso, casi un roce solamente, en sus labios enlucidos con su propio semen. Sentía aún la mano de su amigo acariciándole el pelo de la cabeza mientras él se afanaba en procurarle placer y como saber que lo estaba consiguiendo le producía a él mismo un placer mayor. Esos dedos metiéndose entre los mechones y rozandole con delicadeza el cuero cabelludo eran toda una declaración tácita de entrega, de deseo y aceptación. Y cuando alarmado por su pronta culminación erógena le avisó sintió que todas las piezas casaban. Por eso aceptó la comunión con Óscar a través de su semen. Era entrega mutua. Solo podía concluir que estaban enamorados los dos. No solamente él de Óscar. Óscar estaba enamorado de él y aterrorizado por derribar un tabú casi eterno: los hombres no se enamoran, solo follan.
Y ahí estaban los dos, cada uno en su cueva esperando el castigo de los dioses por haberse atrevido a violar una ley radical, la del sexo no reproductivo.
Pero, ¿desde cuando él, Javier, estaba enamorado de Óscar? Hizo memoria. Quiso hacer memoria, volver a dar explicaciones a actos que todos interpretaron en su momento como envidias, odios, competencia. No, solo enfrentamiento de gallitos de corral para poder trabarse en un abrazo sin que ni ellos mismos supieran que la realidad era que tanto Javier cómo Óscar se atrajeron desde el primer momento pero ninguno de los dos era lo suficientemente maduro para aceptar el reto de acercarse para conocerse e intimar; que al final fue lo que sucedió de otra manera, una forma vicaríante del noviazgo: la amistad entre adolescentes con intereses comunes. Habían, los dos, cada uno a su manera, deseado que se diese esa situación desde que se conocieron.

Óscar se bajó del autobús mirando de reojo por si Javier en el último momento se hubiese apeado para seguirle. Cuando escuchó a sus espaldas que el bus arrancaba y que nadie le seguía se acercó a la tapia del solar donde estaba y dejándose caer sobre su espalda no pudo reprimir las lágrimas ni el jadeo de la ansiedad que se le comía.
Las fuerzas le fueron abandonando hasta caer sentado en el suelo resbalando por la pared. Se le mezclaban en la tormenta de sus emociones el rostro de Cristina, con el de Javier y la sensación que le produjo en sus dedos los mechones de pelo de su amigo y el roce de sus yemas de dedo contra el cuerpo cabelludo. La sensación de humedad y roce de su pene con la boca de Javier y verse venir el orgasmo deseando que Javier recogiese su semen en la boca, aunque se viese en la obligación de alertarle. Y cuando su amigo le dio permiso para derramarse en su boca le vibró su interior la gratitud hacia Javier, se sintió correspondido en su aviso para que no pasase por una situación que a él se le habría presentado insoportable. Esa gratitud fue la que le llevó a besarle cuando él al terminar la felación su amigo se lo pidió con tanta intensidad, taladrandole sus pupilas con la súplica tácita.
Estaba desolado pero no sabía si era porque lo sucedido con su amigo era de su desagrado y se sentiría obligado por la situación o porque estaba encantado por haber podido comunicarse sexualmente con su amigo pero no tenía agallas para presentarse al mundo con sus sentimientos abiertos en canal. 
Después de un rato con la cabeza encallada entre los hombros, incapaz de levantarla, se puso en pie y se dijo muy resuelto, secándose aún las últimas lágrimas: Cristina es mi novia, será mi mujer, la quiero, me quiere y todo lo demás no son más que niñerías. Se acabó. Fue un error querer lo imposible a cualquier precio. Todo un error. Mi vida es la que resbaló en aquella nave y se enganchó en el vicio. Voy a seguir con mi vida y Javier no tiene sitio en esa vida"
Y tal como dijo esto último se le hizo un nudo en la garganta. Se limpió con rabia los ojos con la manga de la cámisa y empezó a caminar en dirección a su casa.
Las semanas siguientes se impuso la tarea de no tener ocio. Tenía que estar ocupado. Javier llamaba pero o no se ponía al teléfono o aducia excusas las más de las veces inverosímiles, y a la sexta o séptima vez Óscar le dijo a Javier que no volviese a llamarle, que no quería seguir teniendo relación.

- Porqué no hablas en plata Óscar y me dices que os pasa a Javier y a ti. Lo he hablado con Carolina y casi no tienen sexo y el que tienen, me dice es frío y viscoso, desganado. Y el nuestro no es mucho mejor, siempre estás cómo de prestado, ausente. Habla con Javier de una vez. ¿Cuanto tiempo hace que no os veis, dos, tres meses? Cuando antes erais como la soga y el caldero, a ninguna parte ibais el uno sin el otro. 
- Se cambia, Cris, se evoluciona. Cambian los intereses y se distancia uno.
- Si, pero no se corta de esa manera que parecíais prometidos que rompen antes de la boda - Cristina con el ceño fruncido, dándose cuenta de que lo que acababa de decir no era ninguna exageración, y con los brazos cruzados en el pecho, como preparada para recibir un impacto continuó en tono más duro - Me estoy cansando, y Caro también lo está. Yo no estoy dispuesta a perder más tiempo. Aclararos los dos y que pase lo que tenga que pasar y podamos seguir adelante juntos o por separado, pero seguir, no estar en esta incertidumbre de pensar que quizá estarías mejor con una muñeca de plástico.
- Cristina, eso que has dicho - Óscar tenía la actitud del perro apaleado que sabe que pueden volver a castigarle en cualquier momento - lo de Javier y yo, me ha dolido.
- ¿Porqué? Por qué las verdades duelen, ¿verdad?
- Me voy Cristina, no voy a seguir escuchándote locuras.
- No, la que se va soy yo. Aclararos.
Óscar vio alejarse a Cristina preguntándose hasta qué punto era evidente que entre Javier y él había algo. Estaba convencido que dejándose de ver todo acabaría y el orden de su mundo se restablecería pero al parecer la percepción de los que le rodeaban no era esa. Incluso su madre se había extrañado de que Javier no hubiera vuelto por su casa, cuando eran inseparables.
- ¿Os habéis enfadado, hijo? Hace tiempo que no veo a Javier. Con lo bien que os llevabais, y con Cristina y su novia Carolina, se llama, ¿no? hacíais una pareja ideal.
- No, mamá, es que el tiene ahora otras cosas y yo con lo del taller.
- Dile que venga a comer un día.
- Si, mamá. A ver si le llamo.
Pero lo cierto es que a veces se sorprendía a si mismo con el teléfono en la mano y el número de Javier en la pantalla para pulsar el icono de llamada, pero, siempre acababa el teléfono tirado sobre la cama y él saliendo de la habitación dando un portazo. ¿Porqué hacia eso? ¿Nunca iba a plantarle cara a que cada vez que se masturbaba o tenía un orgasmo con Cristina irremediablemente era la cabeza de Javier inclinada en su regazo la que evocaba? No se consentía siquiera en verbalizar que fue un orgasmo glorioso y que desde aquel del sofá de Ramón no había vuelto a disfrutar del sexo. Y para terminar de complicarlo, cada vez que quería centrarse viendo porno le atraían los vídeos de Bilatin y cuando uno le comía el rabo al otro con la chica de espectadora, se quedaba como hipnotizado hasta que de golpe cerraba la tapa del portátil asustado de la respuesta de su cuerpo.
Pensó en como afrontarlo y no le quedó otra que llamar a Javier. Y así lo hizo. Y era buzón de voz, una y otra vez, y una y otra vez él grabando el mismo mensaje: "Vamos a acabar con esta chiquillada. Tenemos que hablar y aclarar varios puntos. Llámame"
No consiguió respuesta. Supuso que Javier se habría ido a otro lugar, quizá a vivir, quizá a soñar, quizá a olvidar. Y no volvió a preocuparse, había hecho todo lo que estaba en su mano, el curso iba a empezar y volviendo a la rutina de las obligaciones lectivas seguramente todo lo vivido aquel verano podría reescribirse desde una memoria selectiva.
El sábado fue a buscar a Cristina a su casa para salir.
- ¿Donde vamos, preciosidad? - Óscar empezaba a olvidar y el beso entregado en el cuello a su novia le hacía pensar que la pesadilla iba diluyéndole - un sitio donde estemos tranquilos.
- El LOGIUM me han dicho que está muy bien. Vemos como está el sitio y si no nos gusta nos vamos. Es tranquilo, para charlar.
- Pero yo, cariño - Óscar se puso cariñoso y le hice saber a su novia lo duro que se había puesto - lo que menos quiero es charlar, quiero susurrarte con las manos y el cuerpo.
- Venga, tú, no seas salido. Vámonos.
Óscar quería algo más que palabras, estaba exultante, desde hacía semanas no se encontraba tan bien. Tendría que haber llamado a Javier hacía tiempo. De su parte lo había puesto todo ya así que se sentía liberado y eso le hacia volcarse en Cristina sin rémoras, mochilas ni muertos en el armario.
El LOGIUM era un local amplio medianamente iluminado con mesas adosadas a las paredes y bancos a cada lado. La única bebida alcohólica que se dispensaba era cerveza y la música que se escuchaba solía ser Rap. Incluso tenía un escenario para debutantes de rap y retos entre ellos. Para nuestras parejas era un local un poco fuera de lugar, tres o cuatro años de más, pero a veces el bullicio y la ropa y forma de ser de los parroquianos les estimulaba.
Óscar y Cristina llegaron y se acomodaron en una mesa apartada de la puerta y pidieron cerveza. Les acababan de llevar las cervezas cuando se presentaron Javier y Carolina.
- Cristina, ¿esto qué es? una encerrona.
- Llamalo así si quieres - Carolina se mostró muy firme - pero aquí os quedáis los dos hasta que cerréis este jodido episodio de vuestras vidas. Haya pasado el disgusto que haya pasado, cerrado y hacer las paces o mataros pero aquí se tiene que acabar.
- Así que - continuó Cristina - os quedáis aquí que nosotras nos vamos. Cuando acabéis lo que sea ello nos llamáis. Adiós cariño.
Cristina dió un beso a Óscar y Carolina a Javier y les dieron la espalda.
Cara a cara, durante un rato con una cerveza delante y callados como muertos, Javier y Óscar miraban alternativamente a sus manos y los ojos del otro. Hasta que Javier como pidiendo perdón preguntó.
- ¿Como estás?
- Jodido con el curro del taller. Por lo demás, ya ves, bien.
- Me parecía que estabas cabreado conmigo por lo que pasó en aquel estudio. El billete que nos dieron me sirvió para comprarme una guitarra buenecita de segunda mano. Está un poco currada con arañazos y algún golpe pero conserva una resonancia perfecta. Suena muy bien.
- Y no te da asco cada vez que la tocas recordar el porqué pudiste comprarla - Óscar casi escupió el reproche.
- No. No me da asco porque lo que hice nunca me dio asco. Quería hablar contigo de eso. Me dio la impresión de que a ti tampoco te dió mucho asco cuando me besaste con la boca llena de tu semen, además.
- No - no era capaz de mantener la mirada a Javier - no me dió asco - lo último lo dijo en hilo de voz.
En ese momento un par de raperos empezaban a tener un duelo con los altavoces a pleno rendimiento. 
- Como dices - Javier levantaba la voz porque no escuchaba bien.
Óscar intentaba hacerse oír pero era imposible. Javier con un gesto le dijo a Óscar que se marchasen. Ya en la calle Javier le dijo a Óscar que le iba a llevar a un sitio chulo, tranquilo, donde podrían hablar y además, dado el tema, nadie iba a entrometerse.
- Donde es, ¿el cementerio? porqué hablar de cómo nos mamamos la polla como no sea al oído a todo dios le intriga.
- En todo caso, como te la chupé yo, de lo que por mucho que me he esforzado, no me arrepiento. Un sitio que se llama MERAH. Es de una pareja georgiana que se estableció a primeros de año. De la Georgia del Cáucaso, no la de USA. Tiene una música suave y es acogedor. No está lejos - Javier se volvió a mirar a Óscar - ¿no te importa?
- No, claro que no. Te he de confesar que temía volver a verte - Óscar estaba más relajado - pero ahora inexplicablemente, me alegro. Evoco el beso que te di y mira que me ha torturado, pero no me molesta ahora. Vamos, donde sea. Me apetece hablar de esto contigo. ¿Tú sabías algo de ésta encerrona de las niñas?
- Si. Me lo dijo Caro y al principio hice todo lo posible por no hacerlo. Pero las tías cuando quieren son muy duras y se puso imposible. La verdad es que temía el choque de trenes. Llegué temblando, no sé si te diste cuenta.
- No, no me di cuenta, pero sí que estuve a punto de saltar cuando te vi llegar. Cristina ya me había dicho que me olvidase de ella si no hablaba contigo. Ya ves, ahora me alegro. Sigues siendo el mismo, mí Javier, el que yo conocía.
- ¿Que esperabas encontrar? - Javier hacía la pregunta divertido - ¿Que llevase leggins y camiseta de tirantes de licra? - y estalló en un carcajada de las suyas, de las de siempre.
- No se, Javi, hice una montaña de un grano de arena.
Llegaron al MERAH, un local de semisótano al que había que bajar por una escalera en dos tramos a noventa grados de forma que desde la calle no se veía el interior. El bar estaba constituido esencialmente de veladores iluminados con una lámpara de mesa con luz cálida y luego una pequeña barra, para evitar los acomodos en la misma y que sirviera al trabajo de los camarero. Rótulos de neón por las paredes de colores pastel más bien fríos. El techo tenía múltiples colgaduras de banderas de diferentes colores. Óscar no conseguía identificar los países a los que correspondían pero daban un ambiente festivo al local.
Se acercó un camarero a recibir la comanda.
- ¡Hola, Javier! y tú eres, espera, como era. ¡Si! Como lo del cine, Óscar - el camarero estaba contento y no intentaba ocultarlo, y luego dirigiéndose a Javier le hizo una pregunta - ¿También?
- No, no. Bueno, no sé aún - se dirigió a Óscar - ¿No le conoces? o reconoces.
- De una forma vaga, me recuerda alguien, pero..., no.
- No te suena el nombre de Isidro, o si como le llamaba casi todo el mundo, menos la de Literatura, ¿te acuerdas? "no quiero estúpidos diminutivos, este alumno se llama Isidro, nada de Isi, y menos en mi clase"
Óscar tenía cara de rebuscar en su memoria algo que le hiciese revivir aquella época.
- A lo mejor te suena más maricón, que es como me llamabais habitualmente.
A Óscar se le cambió la cara. Adoptó un aspecto de haber contemplado una aparición.
- Ya te recuerdo - bajó los ojos en signo de vergüenza - si, te torturabamos, porque de esa forma nos sentíamos a cubierto de lo que nos parecía una desgracia,  que era que pudiéramos tocar polla ajena.
- O sea, ser maricones - Isidro no lo dijo con mala intención - pues yo, Óscar, cariño, no lo elegí, surgió así y yo no sabía que había más como yo. Pensaba que era un fenómeno de la naturaleza, hasta que me rendí a la evidencia. Me encantaba estar con las niñas, hablar de nuestras cosas y de ropa y eso, pero no me atraían en absoluto. Me atraías tú, por ejemplo. ¡No me habré hecho pajas yo pensando en que me besabas o a veces que me obligabas a besarte los pies! Pero son cosas de la pubertad precoz y la adolescencia chorreante de hormonas.
- Lo siento, de verdad - Óscar estaba abrumado por la actitud nada beligerante o de revancha de Isidro - yo, bueno, todos, nos sentíamos como obligados a rechazaros para sentirnos anonimos, miembros de un grupo que se hace cargo de nuestros propios errores y nos descarga la conciencia. Hoy, y sobre todo después de lo que vivimos - miró a Javier como justificándose - me declararía yo gay antes de intentar insultar a alguien llamándole maricón.
- Y, que habéis vivido vosotros. Si es que puede contarse - Isidro miró de forma cómplice a Javier y éste le hizo una imperceptible seña con los ojos para que no pasase de ahí - pero bueno, ¿quién soy yo para decir nada. Serán cosas vuestras. Os traigo dos cervezones, ¿no?
- Tu le has dicho algo, Javier - Óscar estaba alarmado.
- No, no - mentía pero esperaba poder decírselo después que se aclarasen.
- ¿Como has conocido este tugurio tan raro? Diría que es un local, como mínimo ambiguo por no decir abiertamente gay.
- Gay. No te cortes, es un local de ambiente, pero nada de escándalos. No se niega lo que es, pero tampoco se ronea de ello.
Después de pasarnos aquello al principio del verano, yo estaba desolado porque no querías hablar conmigo. Deambulaba sin rumbo e iba de acá para allá. Y en una de esas caí en un bar y me atendió Isidro. Me reconoció, yo a él no, la verdad es que nunca reparé demasiado en él. Después de contarnos nuestras vicisitudes,
- ¿Le contaste lo nuestro? - Óscar se asustó.
- O sea, que tenemos o al menos, tuvimos algo tú y yo - Javier sonreía sarcásticamente al decirlo.
- Era una forma de abreviar. Nosotros no...
- De repente te has dado cuenta ¿no? yo me di cuenta inmediatamente, Óscar, tú te has negado lo que sentías desde el principio porque te asustó no ser como los demás esperaban que fueses. Reconócelo.
- No soy gay, ¡joder! - y levantó tanto la voz que los clientes de todas las mesas levantaron la cabeza mirando hacia donde ellos estaban.
- Yo, Óscar, después de aquello lo más que puedo decir es que no lo sé. Con Caro respondo bien, pero a nuestra edad, nos empalmamos hasta con el Credo. Y tengo que reconocer que también me empalmo cuando cierro los ojos y me veo en tu regazo con tu rabo tieso en mi boca y no puedo evitar sonreír cuando vuelvo a saborear tu semen en mi boca y tus labios sobre los míos. ¿Gay, bisex? da igual, etiquetas. Mira Óscar, me quedo embobado mirándote, me gusta contemplarte y no encuentro el momento de dejar de hacerlo. ¿Enamoramiento? ¿Tú te has planteado esto que te digo alguna vez? He visto como me miras, y me estremece sentirlo. Es raro que tú no seas consciente de ello.
Bueno, que me voy por las ramas. Hablamos de todo un poco y nos intercambiamos teléfonos. A la semana me dijo que iba a irse a trabajar a un bar gay, éste. Por eso lo conozco. Y me encuentro cómodo aquí, como en familia.
¿Sabes? antes has saltado como una liebre diciendo que no eras gay. Saltaste igual delante de Ramón, cuando me pilló en lo de que necesito estimularte la próstata. Solo que ahora no has seguido con "y tú tampoco" Piensas que soy gay y tu única duda es si he tenido sexo con Isidro. Pues no. Con nadie. No tendría ningún inconveniente en tener sexo contigo. Es más desde aquel día de la mamada cada vez se me ha despejado más la mente en cuanto que desearía como nada que me la metiese mientras estoy con Carolina, y aunque no estuviese Carolina también desearía sentir tu polla en mi culo. Y que conste que después de sincerarme con Isidro quiso algo. Pero no, joder, Óscar, ¿como tengo que decirte que estoy enamorado solamente de tí?
Óscar frunció el entrecejo no dando crédito a lo que escuchaba. No sabía que responder o decir. Algo muy dentro le avisaba del peligro y le exigía una contestación contundente, una indignación extrema ante tamaño ataque a su hombría. Cuanto más tiempo pasase sin contestar para dejar claro que él no era gay más evidente iba a ser para Javier que sentía lo mismo solo que la convención social, la fama y la vergüenza le impedian manifestarse. Pero no pudo abrir la boca, solo fue incapaz de sujetar las lágrimas que le rodaban por las mejillas.
- Bien, Óscar. Ya puedo decirle a Carolina que la dejo porque estoy enamorado de ti, pero que tú no me correspondes. Así tu relación con Cristina queda a salvo. 
Ahora que ya están las cartas sobre la mesa. Meditando sobre esto, tengo que decirte que creo que me enamoré de ti el mismo día que te vi en el instituto. Y no la sabía, pero fue así. Y la competencia que establecimos no fue más que una forma de deseo, de relación y creo que te insulte para provocar la pelea, para poder tocarte y abrazarte. 
Óscar puso su mano sobre el antebrazo de Javier e intentó decir algo, pero prorrumpió en llanto compulsivo. Cuando se serenó pudo hablar.
- No puedo Javier, no puedo. Perderte se que me va a matar pero, perdoname, está Cristina y yo no tengo tu valentía, no puedo, no puedo.
Óscar se levantó y sin mirar atrás enfiló la escalera para perderse de vista.
- ¿Que le ha pasado a Óscar? - Isidro fue a preguntar a Javier.
- Se niega a vivir, Isidro, se niega a luchar.

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