domingo, 23 de mayo de 2021

UNA FAMILIA AVENIDA (3)

 

Mientras dejaba que abuelo me fuese desnudando con morosidad recordaba la cantidad de cosas que había experimentado en pocas horas, desde que llegué a casa de los abuelos. Si el día anterior me llegan a decir ni la décima parte de lo que iba a sucederme habría tachado de loco al que me lo dijese. 
Y ahora me veía con mi abuelo a punto de meterme la mano en el culo, sin dolor alguno, mucha excitación, eso sí, y un negro inmensamente musculado, de ébano barnizado mate, sonriente, amigable, en calzoncillos con un bulto desmesurado y asomandole la cabeza por el elástico de color rosa oscuro contrastando con la piel sobre la que reposaba.
Cuando le vi a mi lado haciendo la pregunta retórica de si hablábamos de él alargué la mano, halé de su calzoncillo permitiendo que su inmensa verga saltase como una jabalina en unos juegos Olímpicos. Giré la cabeza para intentar acoger en mi boca su rabo y Nelson me ayudó. Tenía un sabor salado pero extraño obligándome a abrir desmesuradamente la boca. Creía que me corría de la excitación y sin pensarlo acerqué mi mano derecha a la muñeca de mi abuelo indicándole apretando que quería que me fistease completamente. Y lo hizo. Me sentí morir como si estallase por dentro y a la vez mi pene empezó a destilar precum en gran cantidad. A la vez Nelson muy despacio apretó y su verga entró hasta la garganta. Sentí una náusea pero Nelson me sujetó por el cuello levantándome un poco la cabeza sin dejar de presionar. Me asfixiaba, se me saltan las lágrimas y por las comisuras de la boca se me desbordaban unas babas densas y abundantes. Ello me distrajo de como el abuelo ya entraba y salía de mi cuerpo con su mano sin que me explicase como eso era posible. Mi polla muy tiesa seguía destilando abundante líquido pegajoso que yo perdí todo orientación. Yo era solamente boca y ano y deseaba que Nelson siguiera penetrando mi garganta hasta meterse entero y que el abuelo llegase hasta el hombro. Estaba mareado de lujuria y en ese momento Nelson se salió de mi, se agachó hasta mi cara y con mucha suavidad empezó a besarme metiendo la lengua hasta donde antes estaba su miembro duro.
- Abre la boca mariconcito - me susurró,
obedecí y me escupió dentro y siguió hablando muy quedo - eres ya mío por eso tienes que saborear mi saliva, como saborearas mi leche y mi orina, como ya hace tu abuelo. Eres mío, y míos son tus pezones y mío tu culo, y mía tu polla. Solo te vas a poder correr con mi permiso. Hoy vas a salir de aquí con tu castidad.
- ¿Sabes que es lo que te está diciendo Nelson? - mi abuelo me había sacado la mano y estaba tumbado a mi lado hablándome al oído derecho - tu pene ya no vale nada, tu sexo es a partir de ahora tu ano y tu boca. Ahora Nelson te va a follar y vas a disfrutar del ano. Olvídate de tu sexo hijo, no vale para nada. Si te corres mientras te folla él Alfa disfrútalo, pero será sin tocarte tu. Y ahora dime: ¿Quieres ser junto a mi, propiedad sexual de nuestro amo, Nelson?
Yo miré extasiado al abuelo. Estaba viviendo un sueño. Me cogió la mano y me la llevo a su pezón derecho. Tenía una perforación y un anillo. Luego me llevó la mano a su polla. Tenía el Príncipe Alberto, que no había reparado en él cuando le toqué a través del pantalón.
- Estos anillados muestran mi pertenencia sexual a Nelson. Tu te tendrás que anillar y enjaular tu polla para que pierda protagonismo. El protagonismo será para tu coño de muchacho. Ahora vas a gozar del pene de Nelson.
Nelson volvió a escupirme en la boca y me dio una bofetada fuerte.
- Mando yo, sissy. Conmigo follando eres mi mariconcito y no tienes polla, solo coño, eres mi sissy, disfruta.
Me puso boca arriba, me separó exageradamente las piernas y apuntó su barra enorme a mi ano. Empezó a empujar sin probar a ver si entraba o no. Mi abuelo me había preparado, empujó y empujó. Llevé la mano y toqué el tallo brutal que me tenía ensartado y que seguía entrando, hasta que tocó un tope. No iba a entrar más, o eso creía yo. Sin dejar de empujar me cogió por las caderas y me retorció el cuerpo a un lado y otro hasta que sentí que desaparecía el tope y note por dentro que me desollaban.
- Tranquilo Víctor - me sopló bajito al oído el abuelo - ya ha entrado a colon, ese camino está abierto. Ahora entrarán los treinta centímetros, disfrútalos.
El sudor frío que me invadió al sentir rajarme el cuerpo por dentro fue cediendo y comencé a desear que Nelson entrase entero que me inundase. Sentí necesidad de experimentar un orgasmo que acompañase ese extraño placer que me arrasó después de que Nelson me hiciese llegar a otro nivel de sexo. Esto ya no tenía que ver con nada de lo que yo deseaba o conocía. Pero el negro no me dejó llegar a tocar mi pene que estaba a estallar. Con esas tenazas que tenía por manos me cogió las muñecas y las juntó a cada tobillo y así me inmovilizó. Sentí en ese momento una paz y una entrega extraña. Sentí que era su juguete y que Nelson tenía derecho de uso. Con él me sentía una cosa inanimada, solo algo que existe para agradar a Nelson y eso me inundaba de un placer, no físico, emocional, inedescriptible. Mi polla destilaba abundante líquido transparente y pegajoso.
- Abuelo - era una súplica, una queja y un agradecimiento por todo lo que estaba experimentando y aprendiendo.
- Ten paciencia, Víctor. Ahora eres de su propiedad y te va a usar como quiera y a consentir lo que él quiera. Cuando te llene de su leche, que yo también espero podremos culminar. No quiere que te corras aún.
En ese momento mi abuelo me pinzó los pezones, sentí dolor y más placer si eso podía ser posible en mi capullo. Necesitaba solo el suave roce de una pluma para desencadenar el orgasmo, pero ni eso me concedían. Y de pronto Nelson echó la cabeza hacia atrás y emitió un gemido ronco a la vez que se detenía en su lucha contra mi cuerpo y se detenía haciendo la penetración aún más profunda. A intervalos de pocos segundos aflojaba para volver a empujar aún más fuerte. Así varias veces hasta que se retiró de mi cuerpo. Pensé que al fin podría dar culminación a mi ansia por saborear un orgasmo que presumía sería el del siglo. Pero no. Nelson no me soltó, solo se apartó y dejó espacio a mi abuelo. Supuse inmediatamente que ahora le tocaba a él follarme lo que me encantó, pero era más retorcido. Se agachó delante de mí ano o lo que fuese en que se hubiera convertido.
- Entregame el jugo de Nelson, Víctor. Aprieta.
Aplicó su boca a mi culo y lamió y lamió hasta que recogió en su boca todo el semen que Nelson había dejado dentro de mi. Era extraño saber lo que hacía mi abuelo en mi ano y sentir que me satisfacía. Cuando hubo terminado y recogido hasta la última gota se puso a mi cabecera y se acercó a mi cara con esa sonrisa cínica que el tenía cuando iba a cometer una travesura. Me estaba pidiendo con esa mirada perversa que abriese la boca.
Y lo hice. Cerré los ojos y sentí como el abuelo escupía en mi boca el semen que acababa de recoger de mí ano. Y en ese preciso instante Nelson me soltó, pero antes de que pudiera cogerme mi rabo para agitarlo furiosamente, ya estaba en la boca de Nelson, que únicamente con el sabio movimiento de la lengua, sin más, consiguió que el orgasmo se me precipitase y con él que levantase la cabeza y ayudado ya de mis brazos libres besase al abuelo compartiendo el semen de Nelson que a su vez recogía el mío en el polvo más largo, placentero y relajante que nunca hubiese tenido. Ni el primero con Cayetano. Pero aún no había terminado.
- Tienes que saber disfrutar del sexo más humano - me dijo el abuelo - sin el impulso del deseo, el placer de hacer algo que sabes que es deleitoso pero para el que no tienes la motivación del deseo. Me voy a correr en tu boca y esa corrida la compartiremos después los tres.
Me acercó la polla a la boca, que aun me sabía al semen de Nelson y me la hundió hasta la garganta. Nelson mientras tanto lamía el ano del abuelo.
- Quieres que te la meta para correrte mejor - Nelson siempre atento.
El abuelo le dijo que por favor lo hiciera él comenzó un bombeo lento en mi boca que cada poco llegaba demasiado lejos y me provocaba náuseas y hacía que las lágrimas corrieran hacia las orejas. Pasado un rato, el abuelo dijo "ya" se detuvo en su bombeo y sentí impactar un par de chorros en el paladar.
- No tragues - me avisó Nelson.
Y en cuanto mi abuelo terminó, Nelson me succionó el contenido de la boca y lo compartió en un largo beso con el abuelo.
- ¿Has disfrutado?
- Si abuelo. No creo que mucha gente de mi edad tenga acceso a estas experiencias. Lo que no se es si Cayetano... Abuelo, yo no quiero dejar a Cayetano. Lo del esclavo y eso es fantástico y lo de las perforaciones, pero la jaula de castidad..., yo quiero tener sexo con mi novio cuando me apetezca.
- Venga, vamos a ducharnos, relajarnos y otro día te vienes con tu novio y a ver que opina él y a que conclusión llegamos. ¿Vas a contarle esto a tu padre?
- En cuanto llegue, abuelo. ¿Nelson tambien se ha follado a papa?
- No. Tu padre no es partidario de que Nelson se ocupe de su madre. Pasa porque la masturbe porque ha visto los resultados, pero dice que cualquier dia la sodomiza y no le hace gracia. Dice que el que me sodomice a mi tiene un pase, pero a su madre no le hace gracia. Espera un momento que te voy a dar algo para tu nuevo coño de chaval - estábamos ya en la puerta de la calle - toma - me dio un envoltorio de terciopelo gris - es un tapón anal, póntelo siempre que puedas. Sentir que llevas eso puesto te pondrá muy cachondo y sobre todo muy guarro.
Salí de casa del abuelo con el tapón insertado, era muy agradable esa sensación  de estar permanentemente follado y me empalmé. Me fui dando un largo paseo hasta casa. La sensación de tener el ano tan dilatado hacia que fuese como un coño cuyos labios van resbalando y dandose placer mientras se camina. En seguida pensé en comprar un dildo en forma de mano de comadrón. No quería perder esa dilatación tan estupenda y fomentarla cada vez mas ¡Lo que iba a disfrutar Caye, cuando viese el coño que me había regalado mi abuelo. Pensé en esas sensaciones de querer dar placer a mi polla y no poder que tuve cuando Nelson me follaba impidiéndome tocarme. Imaginé llevar una cárcel en la polla que me impidiese empalmarse y me tuve que pellizcar los pezones de la lujuria que recorrió mi cuerpo. Me daba igual la polla, necesitaba una polla como la de Nelson en el culo y la boca, a la vez si podía conseguirlo.
Llegué a casa y encontré a mi padre en la sala viendo la tele con sus pantalones cortos nada más. En cuanto entré oí como la apagaba.
- ¿Viendo porno, papi?
- Te ha follado Nelson. Lo sabía, tenía que haber ido contigo.
- ¿Hablamos, papá?

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