martes, 25 de mayo de 2021

MI HERMANA

 

Eran otros tiempos. La telefonía no se concebía sin cables y la televisión no se podía ver si no orientabas la antena. Ahora ponerle cable al teléfono sería una anacronía y la caja tonta sin cable no hay streaming que valga. Viene a cuento de qué un niño con trece años era un niño y no un preadolescente como lo es ahora que con su iPhone en ristre es capaz de ver entre clase y clase el porno más bizarro que cuando sus abuelos que lo más que tenían eran los almanaques de Michelin para ver unas tetas contrahechas, se tenían que confesar el haber sopesado la posibilidad de masturbarse.
A los trece años en el colegio, tercero de bachillerato se escuchaban cosas como que con tal niña o tal otra te metes en una cama y salen cuatro niños. Absolutamente ayuno de conocimiento, no entendía nada. Pudiera tener que ver con como se me ponía mi rabo cuando veía a mi hermana pequeña quedarse en braguitas para bañarse en la piscina.
Así que una tórrida tarde de agosto, cuando eso del aire acondicionado era cosa de las películas americanas, estábamos mi hermana y yo en la terraza que daba a la piscina, balanceandonos suavemente en el columpio aquel de colchonetas a rayas amarillas y blancas. Y aquí debo hacer la aclaración de que mi padre tenía pasta para que pudiéramos vivir en un casoplon con piscina y lujos que para la época no eran de disfrute común.
Pues estábamos empapados en sudor los dos, únicamente con el bañador cuando mi hermana de nueve años harta de sudor se quitó la braguita, que parte de arriba no llevaba, y de frente a mi en un lado del columpio se abrió de piernas y me encontré frente por frente a una niña con su sexo de par en par y sin saber cómo, dentro de mi bañador mi cuerpo dió en avisarme que allí estaba pasando algo más. Me dolía mi pene de tan tieso que lo tenía. Y de ahí en adelante ya no pensé nada de nada, me movía como un autómata. Me levanté del columpio cogí a mi hermana de la mano y le dije que me acompañara. Ella me miró y me dijo, guiñando los ojos por la claridad del sol a las cuatro de la tarde "tienes un bulto en el bañador"
Me la llevé a los vestuarios de la piscina. Ese espacio que evitaba que los agregados de siempre entrasen en la casa a ducharse, cambiarse o peinarse después del chapoteo de rigor en aquella agua cristalina.
En los vestuarios me bajé el bañador, que no llegué ni a quitármelo y el instinto me llevó a buscar por donde dar salida a mi ansia entrando en el cuerpo de mi hermana. Y estábamos en esas cuando entró en escena mi madre.
Que no entendía el porqué de aquellos gritos, lloros y demás tragedias, aunque comprendí lo malo que tenía que ser cuando al día siguiente mi padre me pegó tal paliza con un vergajo corto que me confinó en cama creo que cerca de una semana, porque perdí el conocimiento y cuando desperté era de noche y no sabía que noche. Hasta que pude salir de la cama solo entraba en mi habitación el servicio. Ni mi madre, ni mi padre, ni nadie apareció por allí. Nadie me explicó nunca nada ni la equivalencia entre lo que yo no llegué a hacer y el castigo
Creo que fue ese refuerzo conductual negativo el que consiguió que con algo más de edad cuando se me acercaba una chica mi cuerpo reaccionaba como aquella tarde pero a mí me entraban unos sudores de muerte y unos temblores irracionales que me hicieron desistir de volver a acercarme a una chica. Incluso como con esa edad está uno más caliente que los palos de un churrero, ni pajearme podía mirando una foto subidita de tono (ver algo de tetas, no había otra cosa) ni mucho menos evocando un sexo femenino como el que conocía de mi hermana, me entraban náuseas y ahora sé que eran ataques agudos de pánico, creyendo morir; total que se me bajaba y no había paja que valiera. 
Por eso, cuando con dieciséis, estando en el cine VOZ no se me puede olvidar el nombre, el espectador de al lado me puso la mano en el muslo y progresó hasta la bragueta y yo no reaccioné ni con temblores ni con sudores y cuando metió la mano me puse duro como el corindón y me agradó, me dije: ah, vaya. Esto es lo mío. Y cuando me masturbó con la boca me sentí confirmado. Con chicas NO, con chicos SI. Bueno, ese descubrimiento me hizo el avío y fui tirando hasta que mi hermana con diecinueve y yo con veintitrés dijo que se casaba.
Un día trajo al futuro marido a casa. Jorge era bien parecido, aparejador y más o menos de mi estatura aunque un par de años mayor.
Vino a casa a comer y después de la comida nos quedamos los dos solos en la biblioteca tomando un coñac, "y así os vais conociendo los futuros cuñados" Fue directo como un gancho de izquierda el cabrón: "Se sincero, finalmente te la follaste o no"
No entendía a que se refería y puse cara de carajote, auténtica cara de no saber a qué se refería.
"Si hombre, a tu hermana, ¿Por delante? seguro que no que eso nadie me lo puede negar, la he desprecintado yo, ¿pero por el culo?, Eso me lo tienes que decir tu. Ella lo niega y lo niega. Yo se lo he notado muy flojo. ¿Qué? Si o no"
Le expliqué bastante irritado que aquello que sucedió fue solo un juego erótico y yo nunca la había tocado por ningún lado.
"Entonces la paliza de tu padre?
Le expliqué que nunca nadie me dijo cual había sido mi pecado y me levanté para salir de allí. Él se levantó como un resorte y me cogió por el hombro con la mano derecha y con la izquierda sujeto mi mismo brazo. Le sentí muy cerca con su cuerpo rozando el mío.
"Venga tío, no te pongas así. Quería ser sincero, conocerte mejor y saber que terreno pisaba"
Con la mano que tenía sobre mi hombro me cogió por la cabeza y me la inclinó hacia sí mismo y al tiempo sentí su calor en mi culo. Y era algo duro. Giro en ese momento su cara y me besó en la comisura de los labios.
"Firmada la paz, cuñado. Venga, vamos a tomar otro"
Sentí deseo y necesidad de volver mi cara y darle un beso de tornillo. Estaba seguro que lo duro que apretaba sobre mi nalga era su polla, pero podía ser su cartera.
Cuando me soltó y se volvió a llenar las copas se colocó el paquete sin ningún empacho y por como lo hizo tuvo que hacerlo para que yo me diese cuenta y el cerciorarse de que yo recibía el mensaje. Me hice el loco, pero me había empalmado sin remedio. Jorge era el típico tío que me iba como nada. Feote pero simpático, buen cuerpo pero delgado y una mirada intensa y descarada. Y por el bulto que le pude observar bastante bien dotado. Sin querer empecé a mover el esfínter anal y la polla me la jugó. Al sentarme me pilló unos pelos y de forma instintiva me la coloqué y Jorge cómo era natural en él me dejó en evidencia "Vaya, vaya, te he puesto cachondo cuando te he puesto el rabo, porque te he puesto un rabo, te has tenido que dar cuenta"
Empecé a salivar, el muy cabrón de Jorge mi futuro cuñado me estaba ligando. No lo entendía.
Le pedí explicaciones de que como tenía la cara dura de venir a casa de su novia e intentar follarse al cuñado.
Me contestó muy suelto de cuerpo, sín achararse en absoluto "soy bisexual cuñado y tú al fin y al cabo tienes algo de tu hermana. No estaría mal clavartela"
En ese momento el ano me dió un respingo y la polla se puso a estallar. Intenté que la cara no trasluciera lo que esas palabras me habían producido. Le contesté en tono levemente indignado que porqué suponía que mi ano era transitable para el primer gilipollas que llegase. Pero me dolió más porque estalló en carcajadas. Apuró su copa de coñac se puso en pie se marcó con la mano el pedazo de carne que deseaba el aire libre y se sirvió otro copazo. Y en ese momento entró mi hermana.
- Bueno, ya te he oído reírte, Jorge, parece que vais congeniando, porque ¿no os conocíais?
- Que va cariño, no conocía a tu hermano, pero no sé porqué me parece que vamos a ser íntimos.
- ¿Nos vamos?, hemos quedado.
Se acercó a mí y le tendí la mano para despedirnos.
- Déjate de manos, cuñado, un abrazo fuerte, ya somos como hermanos.
Me estrechó sin dejar ni un milímetro entre los dos. Sentí su polla dura y me estremecí. Le abracé también y me susurró al oído "Como hermanos, así cuando follemos será incesto, más excitante aún" y me dio un beso en el cuello.
- Bueno, bueno - dijo medio en broma mi hermana - que parece que los que os vais a casar sois vosotros.
- ¡No me tientes, no me tientes! - se separó de mi me sujetó por los brazos y se zambulló en mis ojos - ¿Verdad? - y terminó con una carcajada soltándome y dándole un beso a mi hermana - nos vamos, niño. No te perdonaré que no vengas a la despedida de soltero.
Se marcharon y me quedé con sus últimas palabras. No quería ni imaginar que podía suceder en su despedida de soltero.

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