lunes, 10 de mayo de 2021

TIME OFF, SAD TIME (4)

 

- ¿Germán? - en mi pregunta había todo un tratado de petición de explicaciones - ha dicho tu novio. ¿Has roto...? - y no me dejó seguir.
- Vete Yago, vete - estaba dándome la espalda.
- ¿No eras un tío?, cabrón Mírame a la cara por lo menos y dime que todo era una farsa, que no me quieres, que era un intento de reírte de mí - me acerqué a él y le encaré dándole un tirón violento del brazo - dímelo ahora - me miraba con los ojos acuosos sin articular palabra hasta que se lanzó me dio un beso de dos segundos apasionado, se retiró, se dio la vuelta otra vez.
- ¡Vete de una puta vez maricón, Vete!
Permanecí como la estatua de la esposa de Lot, sin creerme lo que acababa de escuchar. Me habría gustado poder llorar y contratacar darle una paliza y que reaccionase, pero en lugar de eso, me di la vuelta y me marché de allí.
Caminé como si me hubiese tomado diez tripis a la vez. Creía alucinar. Al salir del portal vi a Beatriz, pero era como si sabiendo quién era no la conociese de nada. Llegué a mi casa, me metí en mi habitación y no sé si pasó tiempo o solo se congeló. No podía llorar aunque deseaba no poder respirar y que todo acabase. Ya digo, no sé si pasaron horas o días hasta que sentí tocar a mi puerta.
- Yago - Noelia hablaba como con respeto - está aquí Cole. Quiere verte.
El nombre me rebotó en los oídos. Lo había olvidado. Lo había olvidado todo y escuchándome como si no fuera yo el que hablaba, me sorprendí.
- Si, pasa, pasa.
Se abrió la puerta y entró Cole como una ráfaga de aire fresco. Me habló en su idioma.
- All right. We are going. You are a exam. It's last course. Are you idiot?
Me levanté de la cama y después de no haber podido derramar una lágrima, rompí a llorar, desmadejado. Cole me abrazó estrechándome con mucho cariño.
- I love you, Yago, I love you, you're my baby. Relax.
- No seas cabrón Cole, habla en cristiano que está aquí Noelia.
- Hablo inglés Yago.
Cole me besaba en la cabeza, era más alto que yo, y consiguió arrancarme una sonrisa.
- Está tarde tienes examen final. Lo sacarás con la gorra, pero te tienes que presentar.
Cole me rescató del marasmo. Salí a la calle y resucité.

Cole fue también quién me dijo que la Universidad de Edimburgo convocaba una plaza de Lector de español. Él me daría una carta de presentación. Sin demasiadas esperanzas rellené los impresos y al poco recibí una llamada en la que se me comunicaba que en virtud del respaldo del Dr. Cole H. Barrows se me concedía la estancia. Esta llamada consiguió sacarme de la cabeza el recuerdo de Germán. Alguna vez recibía una llamada vacía, que al principio me irritaba y contestaba con exabruptos pero después me callaba y oía al otro lado de la línea un respirar agitado y angustioso. Jugaba con la idea de que era Germán arrepentido sin honor ni redaños para pedirme perdón y otras veces llamadas anónimas para fastidiar.
La llamada de Edimburgo, me abrió otro horizonte. 
A la semana recibí una carta en la que se me daban fechas, horarios e instrucciones. Después recibí las tarjetas de embarque en el móvil y me di cuenta que me iba, que era verdad y me quedaban horas para abandonar mi vida tan absurda.
La noche anterior al viaje fui al club donde solíamos ir después de un partido, me engañaba diciéndome que no quería reencontrarme, pero yo sabía que si lo veía y me chascaba los dedos lo abandonaría todo por él.
Y lo vi. Estaba allí con Lautaro, Palmira y Beatriz. Me senté al otro lado de la barra. Se me acercó Palmira, como ella era, altiva. 
- Vete, no tienes nada que hacer aquí
- Me iré cuando me salga del alma. Estoy aquí solo y no quiero nada de nadie. Pero ya que hemos coincidido. Despideme. Ya va a ser difícil que volvamos a vernos. Por cierto, hazte el test del VIH tu capricho solo quiere bareback. Que seáis felices, no tengo ganas ahora de vomitar. Me voy.
Salí del local con ganas de algo más, pero me contuve y pensé en el fiordo de Edimburgo y me calmé.

Me adapté muy bien. Edimburgo es una ciudad perfecta gay friendly y de gente muy amable. Mi labor en la Universidad era considerada y habían pasado seis meses y me propusieron un contrato de Consultant, una especie de profesor para prácticas, como la función que tenía Cole en Madrid. No había olvidado a Germán, pero su recuerdo no desencadenaba en mi una cascada de deterioro emocional como cuando llegué. No quería más compromisos. Así que buscaba encuentros ocasionales o en el puente Viewforth, conocida zona de cruising o los jardines de Princesa St. Si hacía mucho frío el Planet no estaba mal porque cerraba tarde y si no el Street, que cerraba temprano y se podía comer algo. Me encantaba ir al Costa a tomar un café cortado, que en mi ciudad sería un café con leche larguito. El Costa al que me gustaba ir es al de la calle Hanover una bocacalle de Princesa St cerca del monumento a Scott y además cerca está la estación Central, donde se liga también muy bien.
Tenía una semana ligerita, vivía en Charlotte St y
la calle Hanover la tenía a un paso. Me fui a tomar un café. Pedí un cortado y me fui a una mesa a mirar el móvil. Alguien se sentó a mi mesa, no exactamente delante de mí pero cerca.
- ¿Ya no saludas Yago?
Se me resbaló la taza de café y me lo tiré encima, pero no sentí la quemazón. Delante de mí estaba Germán.
Estaba muy delgado, se había dejado una barba rala y llevaba el pelo cortado al uno.
- ¿Que haces tú aquí?
- Hay una convención de urbanismo en el palacio de Congresos. Te juro que ha sido una puta casualidad. Venía buscando un Starbucks, pero un colega me dijo que el café del Costa es mejor, que estaba un poco más abajo. Mira, ni he pedido, te he visto y no he podido hacer honor a mis propias promesas. Me juré que nunca más te haría daño. Y ya ves, aquí estoy. ¿Y que podía hacer? Yo no sabía que estabas aquí, te lo juro. En el culo del mundo precisamente tú tenías que estar tú - se le cayó una lágrima y adelantó una mano para coger la de Yago, que la retiró.
- No Germán. Ahora estoy muy tranquilo.
Sentí que una especie de nerviosismo me subía desde el pecho y me estallaba en los ojos. No pude contener las lágrimas y fui yo el que le cogí la mano.
- Cabronazo - tuve que bajar la cabeza para esconder el llanto tan evidente - porqué me trataste así. Ahora que todo estaba bien entibado en la sentina de mi alma, donde no pudiera ya hacerme daño vienes tú y me vuelves a hacer naufragar. ¿Porqué no te has ido nada más verme? Con tu mujer Bea.
- No es mi mujer
El corazón me dió un salto. Me sequé con una servilleta y perdí la vista a través de los cristales en la calle Princes que se veía al fondo.
- No te casaste entonces.
- Faltaba una semana para la boda. Fui con el que iba a ser mi suegro a la última prueba del chaqué. Me probé el mío y se metió en el probador. Me dijo que si las mujeres lo hacían, porqué no los hombres y me cogió el paquete, diciéndome que de la semana en adelante nos íbamos a conocer mejor. Me vi como una puta y no me gustó el panorama y lo primero que pensé es lo que tú opinarías. Tu reacción sería la misma que yo tuve, le dije que mi polla y mi culo no valían nada, pero no sé compraban con dinero. Me quité el chaqué, llamé a Bea y le dije que se había acabado, me preguntó que qué había pasado y le dije que preguntara a su padre.
- Entonces, la famosa empresa de Bea, el trabajo asegurado, todo eso.. 
- Lo mandé al carajo, firmé mi proyecto que era sobre urbanismo inclusivo y me llamaron de un estudio de urbanismo, fue todo rodado. Es mi primera salida al exterior presentando un póster. Ya se han interesado por él. Tengo un par de horas, ¿podemos ir a un sitio más reservado?
- Vivo aquí cerca a un par de calles. Podemos ir si quieres. Vamos a estar más tranquilos pero no tengo intención de ir más allá - y al decirlo sintió en medio de una gran frustración la tirantez en su entrepierna, pero ya había ofrecido su casa.
- Te lo prometo Yago, solo quiero hablar desde el corazón, pero llorar aquí sería muy escandaloso.
Nos levantamos y de paso se me levantó el estómago y alguna cosa más. No sentía esa sensación desde mi primera adolescencia. Era como si acompañase a mi primer ligue y no tuviese ni idea que hacer cuando estuviésemos solos. Caminamos por Princes uno junto al otro en silencio.
- ¡Un Zara!
- Edimburgo no es distinta al resto del mundo, Germán, Zara hay por todo el mundo.
Llegamos a Charlotte y subimos por la calle hasta Rose St. En la esquina subimos hasta casa. Le ofrecí algo de beber y me pidió agua. Le di una cerveza.
- Yago - se tuvo que detener para llorar - Yago cuando te marchaste tuve un ataque de pánico y cuando subió Beatriz me estaba asfixiando de la angustia. Me llevó al hospital y allí me trataron y me recuperé. Le dije a Bea que tú me amenazaste con sacarme del armario en el vestuario, cuando la realidad es que una vez que te fuiste tome conciencia de que no volvería a tocarte, ni besarte ni nada. Te quiero Yago - y volvió a deshacerse en lágrimas.
- Tranquilízate Germán. No pasa nada por demostrarte como siempre fuiste, solo que de repente te diste cuenta que no era un juego y cuando te miraste y te viste sangrar de verdad supiste a que estabas jugando. Quisiste mantener un status que no era el tuyo. Vales mucho Germán, y la prueba es que alguien ajeno ha valorado tu trabajo, pero desde que nos conocimos siempre ha habido alguien ahí para sostenerte y animarte. Ese he sido yo hasta que llegamos al instituto. Esto es ya la vida real, ya no es descubrir un tamaño, una forma o un pliegue nuevo y disfrutarlo, ahora hablamos de que somos adultos.
- Pero, ¿Tu me quieres, Yago?
- Te he querido siempre, gilipollas, pero nunca te percataste o el miedo al rechazo te hacía mirar hacia otro lado. Es en este momento, laminado, deshecho, cuando - comencé a llorar sin consuelo - tendrías que estar dentro de mi, preñandome con tu vida, con tu semen, haciéndome sentir que te pertenezco, que me perteneces, que somos uno solo y sin embargo, mirate, como una nenaza, sin vigor, llorando porque no supiste darte cuenta. He pasado muchas noches en vela empapando las sábanas de lágrimas, cuando deberían haber hedido a semen seco. Cómo un zombie me he emborrachado para olvidarte y convencerme de que solo eras un capricho pasajero. Has sido un maricón sin alma, me has arrasado la mía y ahora vienes buscando perdón, un trozo de carne caliente que te redima.
Que te den Germán, vete ya, para siempre. Para mi es tiempo de tristeza y para ti el partido, éste partido terminó, no hay más meles, ni más ensayos ni más jugadas estudiadas. Te deseo que seas muy feliz. Mi tristeza es que no lo voy a saber porqué no quiero saber nada más de ti. ¿Sabes? una vez más fuiste tonto; haberte liado con tu suegro, habría sido la caña, las risas con tu Lautaro y los demás maricones del vestuario. No quiero un beso. Largate ya.
Le vi por la ventana de la cocina pararse a fumar compulsivamente en el punto smoke 
de la calle Rosa. Se fumó dos seguidos, miró el reloj, puso un mensaje en el móvil y se me perdió de vista camino del Palacio de Congresos, supuse. Yo no pude contener el caudal de lágrimas que surgían directamente de mi corazón roto.

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