lunes, 29 de marzo de 2021

The teacher I

 

Un nuevo curso. Empezar un nuevo curso a mi edad da ya pereza. Saqué las oposiciones a los veinticuatro, recién acabada la carrera de Física. Mi vida desde que entre al Kinder fue, estudiar, estudiar y volver a estudiar. Saqué mis estudios secundarios sin una salida de tono. Alguna chica se me arrimaba, a ver, y yo huía como de la peste. Para mí la vida era estudiar para labrarme un porvenir que es lo que tuve que escuchar a mis padres, creo que desde que nací. Por eso acabar la carrera y sacar estás oposiciones fue un paso más. Me casé con una compañera de instituto y en tres años, divorciado; decía ella que sólo sabía seguir estudiando. Ahora con treinta y ocho, después de catorce años ahí seguía, empezando un nuevo curso, dando clase a los preuniversitarios. Nueva gente. Veríamos.

Primer día de clase: conocer a los veinte alumnos, aprender sus nombres y dejar claras mis normas. A las diez de la noche apagaba el teléfono y ya no lo encendía hasta las ocho de la mañana. El resto estaba abierto para resolver cualquier duda. Mi vida eran mis alumnos. Mi privacidad comenzaba a las diez de la noche. Escribí el número de teléfono en la pizarra.

- Está claro que es un número de trabajo. No es el mío privado, al que como es lógico no tendréis acceso. No lo conoce más que mi ex, y ya es mucha gente.

Hubo sonrisitas, codazos y cuchicheos. Todo esperable en ese primer día de toma de contacto. Sonia una chica delgada, de cabello lacio rubio, ojos grandes y celestes cielo hizo la pregunta.

- Su ex, ¿es hombre o mujer?

- Señorita..., - consulté la lista - si, Sonia, eso pertenece a mi ámbito privado. Pero no voy a alimentar sus exhuberantes imaginaciones propias de la edad. Mi ex es mujer. La única relación sentimental que he tenido en la vida, y tras tres años de imposible convivencia pusimos termino al contrato. Ella pidió traslado a otro instituto. Y si ese era su última duda. Mañana comenzaremos a desarrollar el programa. Hasta mañana.

Nadie, seguro, nadie había notado mi nerviosismo, pero ese hábito de mujer blanca como una sábana y aspecto mórbido acababa de hacer temblar mis cimientos. Cuando la vi salir del aula con ese traje de viscosa ajustándosele al cuerpo y dibujando un culo de forma perfecta de pera sin bragas, porque era imposible que no se notase la menor entalladura en las caderas que debería dejar el elástico de una braga. Hacía tiempo que no tenía una erección tan violenta y que de forma instintiva hizo que me llevase la mano a la entrepierna para colocarla. Pero hubo un alumno rezagado al que no se le pasó por alto y me dirigió una sonrisa cómplice, imperceptible seguida de su mano colocando o haciendo que se acomodaba sus genitales. Me pareció ver, no podría afirmarlo, estaba muy nervioso, que guiñaba un ojo. Recogí mis cosas y me fui a la sala de profesores. Busqué en nuestro terminal la ficha de Sonia y la de Esteban, el alumno que se percató. Buenos estudiantes, sin más problemas.
Por cierto, me llamo Benito, por el santo. Mi padre era exmonje benedictino. Cosas.
Mi vida fuera del centro escolar era átona. Disciplina, para no perder la cabeza y rigidez de horario. Aquella tarde después de la comida del martes (mi programación era estricta. Cada día de la semana tenía su almuerzo y su cena, me apeteciese o no. Yo no podía dejar espacio a la improvisación, porque me vería abocado al verano de veinte años atrás, en Salamanca, cuando mi vida se convirtió en la antítesis del cartesianismo que tanto adoraba. Quizá sea necesario un excursus para explicar lo sucedido.

"Acababa de aterrizar en Salamanca, para estudiar filología francesa, después de acabar el bachillerato. El palacio de Anaya justo enfrente de la Catedral iba a ser mi facultad. En la cola de la matrícula empezó el torbellino.
- Hola, ¿Tu también empiezas?
Era una niña tipo Sonia de la que hablé antes. Mis dieciocho años y su abordaje espontáneo hicieron que enrojeciera como un pavo. La erección fue instantánea y seguro que se daría cuenta.
- Si, si. Filología francesa, no sabía si Magisterio o esto. En realidad acabo de llegar, bueno ayer, dejar las cosas en casa de mi tía Casilda dar una vuelta a ver el ambientillo en la Plaza y ahora aquí.
- ¿Estás con familia, entonces? por cierto yo soy Blanca
- Yo Benito. Mi tía es soltera, trabaja en Cervantes...
- ¿Cervantes? Ah, si calla la librería - y me puso su mano sobre la cintura lo que acabó por desbaratarme - Yo estoy en un piso ahí al lado en la Rúa, con otras tres. Van a venir un par de amigos está tarde, si quieres..., y así vas conociendo gente.
- Ah, bueno, claro, claro. Me dices dónde y ¿a qué hora más o menos?
- A eso de las nueve, salimos, tomamos unos pinchos y luego volvemos y terminamos..., a la hora que terminemos.
Y ahí empezó todo.
Me presenté a las nueve menos cuarto. Había llegado ya un tal Fran, estrafalario fumándose un canuto enorme que dejaba toda la casa envuelta en una nube dulzona y tóxica,  y estaban allí, las tres compañeras de Blanca, May, Serena y Atena. Atena me dejó caer un hola que me desnudó de arriba abajo y otro "Me voy zorras, que he quedado para follar"
- Tío o tía - a estas alturas estaba sobrecogido - preguntó Blanca.
- Los dos, es una parejita amiga.
- ¿Una polla para dos coños? Os vais a arañar - dijo May con la mayor naturalidad - sí al menos fuese Blanca.
- Joder, tía May, no empieces. Está aquí Benito de primeras y le vais a espantar - Blanca adoptaba un tono de cabreo.
- No, yo no me asusto de nada, de verdad.
- ¿Seguro? - dijo Atena al tiempo que cerraba la puerta.
- ¿Pedimos un indio? y nos dejamos de salir ahora
- Por mi no hay problema - dije intentando aparentar normalidad mientras veía como el tal Fran me pasaba un peta que se acababa de liar. Lo cogí con toda la naturalidad que pude y intenté aparentar que le daba una calada.
- Venga Beni, no seas pringaillo - me dijo Fran - metele caña, que te llegue al culo.
Le di una chupada más profunda y creí que ahí se acababa mi mundo. Di un traspiés y Blanca me ayudó a llegar a un sofá desvencijado donde pude empezar a recomponerme. Y de pronto me entró una risa floja porque había estado a punto de dar un crismazo. No podía dejar de reír. Blanca se contagió de la risa.
- ¿Lo veis, que dije que con esa carita de pasmao pero era competente? - explicaba Blanca a los otros.
Entonces me echó un brazo por el cuello me haló hacia ella y me empezó a besar con maestría y lengua. Sentí que me estallaba la bragueta. Blanca empezó a sobarme y me desabrochó. Sentí que iba a correrme de un momento a otro. La polla me saltó fuera y eso me produjo más risa.
- ¡Vaya pedazo de rabo tías! Os vais a hartar - dijo Fran - y eso que el mío no es chico - al tiempo que se bajaba los pantalones, se los quitaba y se quedaba en pelotas de medio cuerpo para abajo. May le echó mano.
- ¡Ea! que putones sois - soltó Serena - la polla de Fran ya es como el Corrillo, muy vista, ahora por la del chavalín. Ten cuidado crío que verás - dijo dirigiéndose a Benito - me voy a mi cuarto, yo ya me hice una paja esta mañana.
- Luego no vengas pidiendo parte - le gritó Fran entre la humareda de una calada al canuto.
- Si ésta tiene al novato - dijo May - yo no me quedo soltera, me pido un Fran - y poniéndose de rodillas comenzó a comérsela a Fran que estaba absorto en como Blanca era capaz de tragarse entero el rabo de Benito.
Blanca, sin dejar de chupar le quitó la ropa a Benito. La chica, experta en profundidad de garganta sacó a a Benito de sus casillas que perdió toda vergüenza y quiso desnudar a Blanca a toda velocidad.
- No, espera, Benito, por el culo. Por delante..., es que, aquí no hay condones y no vaya a ser...
- A mí me da lo mismo, si tienes el culo limpio me da igual.
Blanca se dio la vuelta se cogió su sexo con la mano y abrió las cachas del culo. Benito le dio con saliva y apuntó al ano. Primero despacio fue empujando hasta que el capullo entero se escondió en el cuerpo de Blanca y encontró oposición.
- Empuja cabrón, metela entera - la voz de Blanca estaba ronca de lujuria.
- No quiero hacerte daño tía. Nunca la he metido ni por delante ni por detrás.
- Clava, joder - y diciéndolo utilizó las dos manos para sujetar los muslos de Benito y hacer que entrase, momento que aprovecho éste para pasar sus manos por las ingles de Blanca y encontrarse con la desagradable sorpresa de que allí no había un coño, sino un pene duro. Y al mismo tiempo Blanca hacía presión y Benito entraba entero dentro de quien tenía delante, y ya no pudo parar.
- Hostias, hostias, que me da igual quien seas, - no podía dejar de bombear - me voy a correr tío joder mariconazo me corro, me corro...
Dio un último estertor y se quedó unos segundos paladeando su orgasmo hasta que se salió.
- Dame algo para limpiarme tío - y entonces se dio cuenta de que Fran y May se habían detenido en sus manejos.
Fran se abalanzó sobre Blanca y Benito, dió un empujón al chico y se agachó tras Blanca. Ella ya sabía que iba a pasar y se agachó bien exponiendo su ano. Fran se lanzó como un sediento naufrago sobre el culo del chico y le hundió la cara abriendo bien el ano con la lengua recibiendo el semen de Benito en la boca. Cuando lo recogió todo May se lanzó sobre Fran y buscandole la boca se fundieron en un beso de semen de Benito.
- Pero sois unos degenerados. Y tu Blanca o Blanco o lo que seas, ¿esas tetas. Que eres tú joder?
- Benito - le contestó con mucha tranquilidad Fran - deberías probar. Se que ahora te da un asco terrible, pero piensa en ello. Cuando estés mas salido, lo piensas y estés a punto de correrte, no te digo en un culo, en un coño que veo que aún eres muy hetero, piensalo y llegará el momento que lo desearas hacer hasta de un culo.
- De esa guarrada no voy ni a hablar. Esta o este o esto - dijo señalando a Blanca - ¿que pasa?
- ¿Y que pasa, colega, que a pesar de saber que tengo, aún, pelotas,  no te has corrido como si tuviera coño? Dime, cual ha sido la diferencia.
- Pero esa guarrada...
- Esa guarrada - contesto sonriente Fran - y otras más guarras - y estallaron en risotadas las dos chicas y él mismo - me ponen a cien mil. ¿Te cuento, o te vas a ir sin enterarte de lo que es gozar? Ya, tu eres más de pajitas.
- ¿Que te crees, imbécil, que soy un meapilas? - dijo retando Benito - venga, cuenta.

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