domingo, 7 de marzo de 2021

SOLO RECUERDOS bis

 

- Tu sabes que tu abuelo era mayoral de una finca de Extremadura, y te llamas Pedro por su padre, tu bisabuelo.
- No lo sabía 
- Bien  yo nací en aquella finca. Era habitual todavía hace treinte y nueve años llevar el ganado trashumando hasta tierras altas de León, en Extremadura hace demasiado calor en verano. El rebaño lo llevaba un pastor mayor, unos cincuenta años tendría. Estaba con el ganado fuera tres meses y regresaba para la invernada. Cuando cumplí ocho años, tu abuelo me dijo que ese verano acompañaría al pastor y al ganado, que supiera lo que era dormir al raso y comer poco y casi siempre frío; tasajo, tocino de hoja, pan asentado que se iba comprando por donde se pasaba y agua que se recogía por los arroyos. En el borrico que nos acompañaba iban mantas, el queso, el tocino, tabaco y vino. El pastor, Agustín era reservado y al único al que hacían caso los perros pastores.
Era duro el camino y Agustín parecía que no me veía pero estaba pendiente siempre de mi. 
Llegamos a tierras altas y las noches aún en verano son frías. Había apriscos donde recoger el ganado y en algún sitio refugios de piedra con techos de ramas donde se pasaba la noche mejor encendiendo fuego. 
Al principio Agustín se echaba a un lado y yo al otro, hasta que una noche más fría de lo habitual, a mi me castañeteaban los dientes y Agustín me dijo que me arrebujara con él. Me acosté dándole la espalda mientras me abrazaba para darme calor. Efectivamente entré en calor y me dormí. De madrugada me despertó Agustín mientras me desabrochaba el pantalón.
- ¿Que pasa? - le dije.
- Calla y estate quieto, vas a aprender cosas de hombre cuando faltan mujeres.
Me quedé muy quieto y dejé que hiciera lo que quisiera, al fin y al cabo era un hombre de casi sesenta años y yo solo un rapaz. Sentí como me quitaba el pantalón y el calzoncillo y como después el se desabrochaba su ropa. De pronto sentí en el culo algo duro y caliente y como su mano me buscaba en mi entrepierna y me acariciaba con su mano callosa. Sentí como se me endurecía mi cola y confirmé que lo que sentía en el culo era la suya, muy grande. Me la puso entre los cachetes del culo y empezó a moverse rítmicamente y a la vez hacia lo mismo con mi cola dura. ¿Y sabes una cosa, Pedro? me gustaba. Era una sensación extraña pero muy agradable. 
- No te asustes - me dijo en un susurro ronco, más ronco que su voz natural - si te notas mojado por el culo, me voy a correr. Tu eres chico para echar nada aunque no sé si tú también vas a sentir gusto en tu polla.

Mi padre estaba hablando y yo notaba que se le resaltaba la bragueta como si empujasen desde dentro. Yo sentí mi picha crecer y disfrutaba viendo como la bragueta de mi padre se deformaba por el bulto. Deseaba vérsela y cogerla entre mis manos y metermela en la boca.

Se detuvo en su relato, me miró sin hablar, me sonrió y me dijo.
- Pedrito, hijo, tiempo habrá para todo. Ten paciencia.
Como te iba diciendo, efectivamente, sentí como el culo y la parte baja de la espalda se me humedecía y al tiempo sentí como un calambre en mi picha que me hizo estremecerme. Yo también me había corrido.
- Tu también te has corrido - tuvo que sentir mi estremecimiento - ¿Era la primera vez, no. Te ha gustado?
- Si me ha gustado - dije en voz baja.
- Te voy a limpiar y a dormir.
Me limpio su semen más mal que bien y me dijo que me vistiera. Me volví a poner mi ropa, él se volvió y me dijo que si quería que siguiese a su lado.
Al día siguiente, cuando paramos un rato a comer Agustín me dijo que a partir de ese día las noches las íbamos a tener más entretenidas.
A partir de aquel día cada noche era igual, al punto de que yo ya me echaba por la noche sin ropa de espaldas a Agustín. Una noche, cuando terminó él y me limpió su corrida yo me quedé muy caliente y aprendí a masturbarme. Lo hice tres veces esa noche y durante el camino, si podía me despistada y volvía a hacerlo. Agustín no era tonto y se percató de mis manejos y un día me sorprendió.
- Te va a gustar más - me dijo mientras se desabrochaba el pantalón - si jugueteas con la mía.
Nunca se la había visto. Era grandísima y el pellejo que a mí se me resistía a bajar a él se le bajaba del todo dejando al aire un capullo reluciente.
- Metela en la boca y chupa, Manolito, te va a gustar y a mi también.
Estaba confundido, nunca se me habría ocurrido que esa parte del cuerpo pudiera chuparse. Además por ahí se orinaba, pero al tiempo pensaba que quizá matase el gusanillo de que sería eso pringoso que le salía cuando como él decía le daba el gusto. Yo le miraba a los ojos y a su capullo alternativamente sin dejar de tocarme mi cola que estaba tiesa como el cayado de Agustín.
- Venga ya, niño, que hay que trabajar, y mientras chupas te la meneas y te da más gusto.
Con mucha prevención, primero me acerqué lo suficiente para olerle el capullo que ya destilaba el líquido transparente, tenía un olor peculiar, era a orina pero de otra manera que hacía que me animase a abrir la boca. Finalmente cerré los ojos y me metí aquel trozo brillante de carne en la boca. Me sorprendió su lisura y su firmeza elástica que me gustaron, lo noté sobre todo en mi picha que se puso tan dura que me dolía y me obligaba a sacudirmela. Luego Agustín me cogió la cabeza y hacía presión para que me la metiese toda. Me daba arcadas, se me saltaban las lágrimas, pero yo no tenía pena, al contrario me gustaba hacer eso y de repente se me retiró de la boca. Vi salir un chorro blanco de donde antes salía un líquido transparente, Agustín gemía y se la sacudía con lentitud tirando mucho del pellejo hacia abajo y cada vez echaba un chorro a menos distancia hasta que lo que salia le resbalaba y mojaba su mano. 
- Toma, prueba a ver qué tal - me acercó su mano a la boca, saqué la lengua y probé aquello, que ya sabes tú, hijo, a qué sabe; no me disgustó y di un chupetón más grande -Si te gusta la próxima vez no te la sacó de la boca.
- No tiene mal sabor, sabe un poco a tabaco. Me gusta.
- Pues ya sabes, la próxima vez, ésta noche si quieres, te lo hago en la boca. Ahora, ya que te gusta límpiame el churro de lo que queda de leche.
Volví a meterme su polla en la boca ya sin prevención ninguna y como se le había aflojado me cabía entera. Fue la primera vez que experimenté la sensación de querer que me la metiese dura en el culo y en ese momento, pensando en que me podía atravesar con su polla me corrí yo. Y recuerdo, Pedro, aquel orgasmo como el más placentero que he tenido nunca.
A partir de ese momento dejé de tener cierto temor a Agustín. Yo le buscaba varias veces al día, quería que fuese él quien me propusiera follarme. Cuando iba a cagar me metía el dedo a ver qué se sentía pero no sentía nada. Él se conformaba ya con correrse en mi boca y que yo tragase su leche. Todas las noches lo hacíamos y las más calurosas desnudos del todo. Una vez me la chupo él a mí hasta que tuve el gusto, luego lo hice yo, pero antes de que le llegase el orgasmo me atreví.
- Agustín, ¿tú crees que se puede meter por el culo?
- Te reventaría, chico y tu padre me mataría.
- Pero puedes probar - no me podía resistir a esa fantasía - con la punta nada más.
Antes de darle tiempo a pensar, estábamos desnudos, me di la vuelta, y le cogí la picha y la apunté a mi ano. Él se retiró bruscamente.
- ¡Espera, niño del demonio, que me vas a buscar una ruina! - me dijo mientras se levantaba bruscamente y salía fuera.
Me desilusioné, ya me veía clavado por detrás e incluso asumido que algo me iba a doler, pero la curiosidad era más fuerte que yo.

- Entonces, papá, ¿no te lo hizo?
- Espera, no seas impaciente y deja de tocarte el rabo que te vas a correr.

Volvió al poco con algo en la mano. Él se puso de rodillas sentado sobre sus talones y a mi tumbó de espaldas con las piernas hacia arriba bien abiertas y con lo que traía en la mano me untó el ano, ¡El tocino! Me lo restregó bien metiendo el dedo con cuidado para que resbalase bien. Cuando pensó que ya tenía suficiente volvió a envolver el trozo de tocino en el lienzo y lo dejó a un lado. Me levantó y me sentó a horcajadas sobre su regazo y con mucho nerviosismo supe cómo lo iba a hacer.
- Llevo deseando hacer esto desde que me corrí la primera vez, Pedro. Si te duele no te vayas a quejar, aguanta y el dolor irá pasando y yo me correré dentro, cuando acabé, te vas fuera y cagas el polvo.
Yo estaba muy nervioso y deseando que me entrase entera. Sentí el capullo en el ano y como se abría paso hasta que dio una especie de tope.
- ¿Te duele hasta aquí?
- Agustín, noto como que me hago caca, pero no me viene. ¿Ya está toda dentro?
- Solo el capullo Pedro, ¿Quieres que siga un poco más?
- ¡Si!
Y empujó un poco y sentí que me rajaban entero, con un dolor que nunca hubiera imaginado. Grité, intenté zafarme, pero me tenía bien sujeto y su polla progresando. 
- Ah, ah, Pedrito, me corro, que coño más estrecho, me corro.
Y con esos aspavientos entró aún más. Con el dolor aún más intenso me mareé y creo que por un instante me desmayé. Cuando se corrió la dureza cedió y se salió.
- Anda ve a cagar el polvo. Que tienes un coño de virgen.
Salí fuera, me puse en cuclillas y solté lo que me echó. Con unas hojas lisas me limpié, volví adentro me vestí y con el culo ardiendo y dolorido me dormí.
- ¿Dolió mucho? - me preguntó mientras desayunabamos.
- No me puedo sentar - estaba desayunando de pie.
- Ven acá, bajate los pantalones y las bragas que te vea.
- No me la vayas a meter otra vez - le respondí escamado.
- Que no hombre. Enséñame el culo ¡Joder!
Me bajé los pantalones y me agaché. Me separó los cachetes y me dijo que esperara. Fue por un trozo de lienzo donde envolvía el pan desgarró un trozo lo mojo con agua y me lavo. Luego me enseñó el trapo.
- Ya no sangras. Estás desvirgado. La próxima vez no será tan malo - me decía mientras me enseñaba el trapo manchado de sangre seca ya.
- ¿Otra vez? No, otra vez no.
- Me lo vas a pedir tú - se me quedó mirando con una sonrisa en los labios que no le conocía - y te recuerdo que me lo pediste tú, Pedrito. Tú querías que te follara.
- ¡Pero la tienes muy grande!

- Papá, como de grande la tenía. ¿Tan grande era?
- Como la mía ahora, más o menos, aunque a mí con la edad que tú tienes más o menos me pareció la del burro que llevábamos - hizo una pausa larga, se levantó de donde estaba sentado - ¿quieres verla?
- ... - no contesté pero clavé mi mirada en su bragueta.
- Anda, sacamela tú.

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