sábado, 14 de marzo de 2020

RECUERDOS - DESPERTAR


De las peores cosas. O de las mejores, según y cómo.
Antoñito, como finalmente todo el mundo le conoció, fue el ultimo niño que nació en la familia. Fue Antoñito, un niño travieso y descarado desde que dio su primer paso. Sin duda fue mi sobrino favorito. Rubiasco, ojos intensamente azules y muy vivos, hablaban, más que miraban. No era un bellezón de niño, pero lo que tenía de crío del montón lo suplía con simpatía.
Con cinco años su padres se trasladaron por motivos laborales del padre y le perdí la pista. Si, claro, veía de vez en cuando fotos que  colgaban en Instagram, y algún video dandole patadas a un balón, pero nada especial.
Supe que con diecinueve años se marchó con una beca, al parecer a Nueva Zelanda y desde alli en Facebook, colgaba de vez en cuando videos cabalgando olas, o con amigos de fiesta. Algún cumpleaños, no se bien porqué me felicitaba, yo le daba las gracias y eso era todo.
Pasaron años y supe que Antoñito se lesionó una rodilla contra una aviesa ola, tuvo que dejar de cabalgar sobre la espuma y me enteré que se había vuelto a España, para repararse la rodilla -alli, Auckland, en la playa de Piha acostumbraba a surfear pero fue en Raglan donde se lesionó, el seguro que tenía no le cubría el desperfecto - y de paso reposar en casa de sus padres, donde aún conservaban un apartamento de su uso exclusivo.
Iba temprano por la calle y escuché mi nombre. No acostumbro a volver la cabeza, pero aquel timbre de voz me resultó familiar.
Antoñito me llamaba.
Me alegró verle y él se alegró por la amplia sonrisa y el apretujón que me dió. Sentí en mi pecho su calor y un delicado olor a Old Spice.
- También usas tú el Old - le pregunté.
- Dicen que es de viejo, pero ese olor que me transmitias cuando de chico me abrazabas y me besabas me produce una sensación relajante.
Llevaba una camiseta que le marcaba los abdominales con una gran bandera magenta, lavanda y azul. Atravesándo el dibujo el nombre de la capital de Nueva Zelanda.
- Y esa bandera, no es la de Nueva Zelanda.
Se quedó callado y humilló la vista. Se cortaba y no entendía porqué. Una salida honrosa siempre es de agradecer.
- De algo de surf, supongo. Bueno, cuéntame, ¿tienes novia? - no habló nada - tendrás muchas amigas.
Se zambulló en mis pupilas desde las suyas, liquidas, al tiempo que me ponía su mano derecha en mi pecho. Interrogué con un gesto de extrañeza que significaba aquello. Y se me volvió a abrazar. Me susurró en mi hombro con voz entrecortada por la emoción.
- Yo se que tu si me vas a entender.
Eran las 12:30 de la mañana.
-Espera, llamo a tu tía, y tú y yo nos vamos a tomar algo y a comer, después. Invito yo, sin excusa.
Vi resbalar una lagrima por su mejilla y algo, no se qué, me impulsó a besarla saboreando su salobridad.
- Ya está, no llores - le rodee el cuello con mi brazo y le atraje hacia mi - ya sabes que te quiero mucho. Tu no te acuerdas, pero tenias dos añitos cuando identifiqué tu primer ataque epileptico mientras tu madre despotricaba chillando que le había salido un hijo flojo. Desde ese momento sentí mucha ternura por ti. Venga vamos a tomar algo. Al atraerlo hacia mi para consolarle sentí golpear con fuerza su corazón.
Antonio - le puse frente a mi - dimelo ya, ¿que te hace tener ese nerviosismo?
- Tío, no se como... - se volvió a abrazarme con fuerza.
- Vamos a ir a un sitio discreto, Antonio. Y quiero que te sinceres. Vamos a mi coche a dar una vuelta.
Algo me estaba yo maliciando.
Mientras caminabamos hacia el coche, sentí aquella espina cruel y a la vez adictiva que con la misma edad de Antoñito me hizo sufrir tanto. Despertar de golpe en un mundo absolutamente hostil, irreconocible, y embriagador que a la vez hace sufrir.
Creo que debo aclarar, antes de dar resolución al episodio de mi sobrino, este capitulo de mi vida.

Empecé mi carrera tarde. Fui un bala perdida viviendo de la pasta de mi padre hasta que se le hincharon los redaños y me puso las cosas muy claras: "Tienes ya 21, yo a esa edad ya tenía a tu hermano mayor. Se acabó, o trabajas en la empresa, pero trabajar, no cobrar de ejecutivo nada más o te buscas la vida. Si en lugar de eso quieres estudiar, me vale. Seguirás cobrando tu nómina y con eso te ha de bastar para todo"
Me puso a cavilar, lo reconozco.
Aprobé el Preu haciendo la mili (lo hice porque estando matriculado y aprobando estaba franco de guardias y servicios) y decidí que Salamanca era un sitio estupendo para estudiar Medicina(Mi padre, una vez más, tuvo qué tocar alguna tecla, no existía el distrito único) ; seguro que lo iba a pasar de lujo en una ciudad totalmente universitaria, aburrida no iba a ser.
Me lo tomé muy en serio. Siempre me gustó la Medicina. Rapidamente formamos un grupo de estudiantes bullicioso y estupendo. Estudiabamos, sacabamos los examenes y nos divertiamos. Me fijé enseguida en una chica de bandera que iba por libre, estudiosa y siempre impecablemente maquillada y vestida a las ocho de la mañana que empezaban las clases. En pocas semanas estabamos cenando en un restaurante. Nuestra relación se fue haciendo cada vez más sólida, conocí a sus padres, me invitaron a su refugio de la montaña y poco a poco fue quedando claro que lo nuestro iba en serio.
Por otra parte con quien mejor me llevaba de los compañeros era con Raúl, con un humor ácido y negro muy en sintonía con mi carácter. Poco a poco fuimos quedando cada vez más veces para estudiar en un apartamento que su familia tenía, herencia de su madre.
Se convirtió al cabo de unos meses en una rutina ir todas las tardes allí a estudiar y en época de exámenes las noches también.
¿Que porqué aquel día de finales de mayo tuvo que sucederse así ? Sigo sin encontrar respuesta.
Los exámenes de Micro estaban cerca y la caracterización de los microorganismos incluía hasta dieciséis items, y una pregunta a desarrollar seguro era de éstas.
Hacia calor, no se colaba ni una brizna de brisa nocturna que aliviase. Raúl en un arrebato se quitó su camiseta y me reprochó en plan ácido que no le imitase.
- ¿Que temes, que te copie la marca de sujetador, mariquita?
Me quite mi Lacoste y me quedé como él
- Venga tío vamos a hacer una ronda rápida, uno dice por ejemplo Erisipelotrix Insidiosa y el otro suelta el coagulasa + lactasa -, y toda la retahíla.
Comenzó la ronda y nos convencimos que estabamos sobrados. Se me quedó fijo Raúl con gesto interrogativo.
- Una última pregunta Alex. No es muy difícil.
Hizo un silencio en el que sólo faltaba el redoble de tambores
- Cuando ves una porno la polla del tío ¿te hace fijar la vista en ella? Es un Si o un No, no me valen largas explicaciones.
Tenía media sonrisa sardonica, cómo del que sabe que ha hincado diente y ya no iba a soltar presa.
La verdad es que cuando veía una película de esas y si el cacharro del tío tenía buenas dimensiones se me iban los ojos y si la escena incluía sodomizaciones no podía evitar encoger el culo como si temiese que me lo fuesen a hacer a mi y alguna vez sentí placer, interés o deseo de que aquel ano fuese el mío seguido por una erección explosiva que reprimía inmediatamente. Esos episodios duraban lo que la grabación y con el the end quedaban relegados al olvido; o eso creía yo. Por eso al escuchar la inocente pregunta no pude evitar encenderme como una bombilla incandescente.
La cara de Raúl paso de la risita a la sorpresa boquiabierta.
- ¡Te fijas en la polla! Además se te ha dilatado la pupila. Tío creía que yo era el único.
- ¿A ti también te pasa?
- ¿Que si me pasa? Y sobre todo hay un negro que se folla a una rubia súper delgada, que no me explico como no la mata, que tiene un aparato de por lo menos 25 cm. y cuando se la mete por el culo tío, tengo que tener cuidado porque me corro como me toque. Verás, te la voy a poner.
Cogió su portátil y ya estaban en la pantalla la rubia, lánguida, de grandes ojos azules y hábito muy morboso; la típica tía que puede hacerte esclavo suyo solo con una mirada, que no debía pesar más de 35 kilos, y el negrazo de pelos ensortijados de alambre, mirada libidinosa de no menos de un metro noventa y textura de antracita brillante en su miembro. Era realmente amenazador y mayor efecto viendo la mirada de imposibilidad de la rubia viéndosele venir semejante amenaza a su cuerpo.
Cuando el gigante de petróleo brillante comenzó a penetrar a su muñeca, los quejidos de ésta, su casi desfallecimiento y los gruñidos de tío gozando obró el milagro de que yo no pudiera contener mi erección. Raúl se dio cuenta y se marco su bulto:
- Fijate como estoy yo. Y espera a que se la clave en el ojete, te vas a correr de gusto.
Viendo los movimientos de vaivén del negro acompañados de la cara de alarma de la chica con los ojos muy abiertos y la boca suplicante tanto de temor por su integridad física como de aliento al gigante de ébano a que siguiese, yo no podía contener mi excitación. Con el engrío de las imágenes había olvidado que Raúl estaba allí mismo, y cuando le miré estaba con los pantalones en los tobillos y se acariciaba suavemente su verga atragantandose de imágenes.
- Venga Alex, despelotaté tu también que la ocasión lo merece
Estaba diciendolo y dezembarazandose ya de los calzoncillos y quedándose desnudo.
Yo hice lo mismo y veía que no iba a aguantar más de rabiosa excitación. Estabamos sentados el uno al lado del otro, con la pantalla delante, la piel brillante y húmeda por el sudor y rozandonos las rodillas. La sensación para mi era totalmente nueva, muy excitante y gratificante.
Cuando el negro levantó las piernas a la chica doblandola materialmente por la mitad, exponiéndola el ano al empuje de su barra Raúl volvió su cara a mi.
- Verás ahora que pedazo de golpe de caderas del negro y el chillido de la tía - y fijándose en mi polla, con un exclamación continúo - joder que pedazo de rabo Alex.
En el momento que el tío se hundió en el cuerpo de la mujer Raúl levantó su pierna derecha y acabalgó la mía izquierda.
- Perdona tío, nunca la había visto con alguien y es mucho más excitante - se le había cambiado la voz, estaba ronco y la saliva le rebosaba las comisuras de los labios.
La rubia, a medida que el negro iba alcanzando su climax con movimientos pendulares cada vez más impetuosos, más aceleraba sus gemidos. Raúl empezó a gemir al ritmo de la chica y en un momento todo sucedió como a cámara lenta pero muy deprisa como para poder reacciónar o negarse.
Raúl en una maniobra que parecía ensayada de una coreografía moderna saltó sobre mí con una agilidad envidiable al tiempo que con su mano derecha me arrebataba de mí mano el pene. Con presteza lo apuntó a su ano y antes de darme cuenta estaba profundamente insertado en su cuerpo, era imposible que esa penetracion fuera la primera. Es cierto que me deje llevar, era muy excitante, no toda la culpa iba a ser de Raúl. Hizo dos o tres movimientos de bamboleo y no pude evitar correrme dentro de él al tiempo que él también se corría.
En la pantalla del portátil la polla flácida ya del negro se retiraba del culo de la rubia que destilaba a borbotones el semen opalino de su partenaire.
Pasarían como diez segundos en los que los dos conformabamos una escultura bélica en la que dos contendientes están exhaustos tras la lucha. Al término Raúl se salió de mi y fue en  busca del cuarto de baño.
Me quedé en aquella silla como aquejado de una catalepsia. Sentía que el mundo se me caía encima. Tras lo que me pareció una eternidad me vestí sin lavarme, apresuradamente, y salí de aquel apartamento, corriendo, escalera abajo. A los dos segundos sentí abrirse la puerta otra vez y gritar mi nombre.
- Ahora no Raúl, ahora no - lo susurré creo y no se si él me oiría, y sin verbalizar ya continué - ¡maricón!

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