- Que te fuiste corriendo
significa que echaste a correr o que te corriste – preguntó festivo John.
- No se si me corrí o no, aunque
me asustó el que cuando salí corriendo el roce de los pantalones contra mi pene
duro me provocó una especie de calambre en las piernas que me echaron por
tierra, pero tal como caí me levanté y no pare de correr hasta llegar a mi
habitación, me tiré sobre la cama y metí la cabeza debajo de la almohada
asustado. Me di cuenta que estaba empapado como si me hubiese meado cuando se
me enfrió el semen. Yo había visto fotos, como tú, de sexo y pornográficas,
pero eso de contorsionarse por el suelo al correrse, ni me lo podía imaginar.
Al día siguiente sobre la misma
hora tú tampoco estabas por la casa, estarías por los establos, pedazo de
maricón, y los pasos me encaminaron sin remediarlo hasta la casa de Jerome y
Rosa. No podía quitarme de la cabeza la imagen del cuerpo desnudo de Rosa
acariciándose el sexo y luego convulsionando por los suelos, la erección no la
abandoné en todo el día. Misma ventana, misma situación, solo que esta vez la
naturaleza me llevó a dejarme caer los pantalones y bajarme los calzoncillos
para tocarme bien los genitales mientras miraba. Era una sensación inenarrable
la de ver a Rosa contoneándose y sobándose todo el cuerpo y el placer que a mi
me daba acariciarme el sexo también, como destilaba el capullo una sustancia
transparente y salada, sí, la probé, que
no cesaba de manar pero no era semen, estaba gozando como no sabía que se podía
gozar, me temblaban las piernas como si tuviese un frío invernal. Pero esa
noche de repente Rosa se volvió de espaldas al espejo con los ojos cerrados y
como si estuviera haciéndolo para que yo la viese recrudeció sus sobes y pellizcos.
Me excitó sobre manera que echó mano a unas pinzas de las de tender la ropa y
se las colocó pinzándose los pezones y así poder dedicar las manos al sexo,
pero lo que ya me puso al borde del desmayo es que con otra pinza se clampó la
parte de arriba del sexo, que yo suponía que era el clítoris pero no lo sabía a
ciencia cierta y en ese momento las piernas se me aflojaron del todo y caí de
rodillas temblando, ahora se que de excitación. Estaba yo gozando de mis
sensaciones cuando de pronto sentí que alguien me tomaba por las axilas y me
levantaba. Olía a nardos y me embriagué. Me tomó una mano y me la llevó a su
sexo con la pinza puesta en el clítoris y me susurró al oído que apretase con
fuerza la pinza. Lo hice y al tiempo ella me acarició el pene que estaba a
punto de reventar de erección mientras emitía un quejido suave y doliente que
añadió más excitación donde yo no era capaz de imaginar que se pudiese añadir
más. “Tienes una buena herramienta para ser tan pequeño”, me dijo. Mientras me
mordisqueaba la oreja, lo que me hizo temblar como una hoja en otoño me agarró
con firmeza de la polla y me arrastró dentro de su casa.
- ¿Y todo eso te lo hizo fuera de
la casa? Rosa estaba loca, imagina que en ese momento llega Jerome o alguno de
los empleados de la casa, porque mama o papa jamás se habrían acercado por la
casa de los criados.
- No fue en ese momento, cuando
llegó Jerome, sino en uno parecido, pero no quiero adelantar acontecimientos,
déjame que siga, que me gusta además rememorarlo. Además eso de que papa no se
acercaría por la casa vamos dejarlo, ya te contaré.
- ¡Que papa también…! – exclamó
escandalizado John.
- Deja, deja que siga. Como te
decía…
- Espera. Mira allá a la derecha
como a cinco millas unos riscos.
- Si
- Las cuevas de los indios. Vamos
allá. Dejamos el Jeep y escalamos un poco hasta las cuevas, vemos las pinturas
y seguimos charlando allí.
- De acuerdo.
Llegaron dando botes entre las
piedras sueltas del terreno pisando matorrales bajos y esquivando cactus hasta
la base del risco. Tomaron la cantimplora con el agua y empezaron la ascensión
hasta llegar a una especie de terraza desde la que se accedía por unos toscos
peldaños tallados en la roca hasta una cueva umbrosa en cuyas paredes cerca de
la entrada se adivinaban marcas de antiguas pintadas de manos y esquemas de
hombres con armas en las manos persiguiendo animales. No mucho más dentro la
luz ya no iluminaba bien y sin sacar la linterna era imposible ver lo que
ocultaban las paredes. Además la temperatura se descolgaba en pocos metros más
de veinte grados hasta hacer temblar de escalofrío a los visitantes.
- ¿De que conoces tú ésta cueva?
– preguntó intrigado Peter.
- Se ve que a ti no te ha traído
Jerome para determinados juegos.
- Yo con Jerome he jugado a otras
cosas junto a Rosa, pero de eso se trataba lo que estaba relatándote.
Se sentaron lo suficientemente
lejos de la boca de la cueva como para no sentirse aplastados por el fuego del
desierto pero no tan dentro que el frío de la oscuridad de la roca les
arrancase temblores de frío. Además donde eligieron la luz del exterior les
permitía verse el uno al otro sin deslumbrarse por la inclemencia de la luz
desatada.
- ¿Qué diablos es esto? – dijo
Peter al tiempo que se zafaba de algo sobre lo que sin darse cuenta se había
sentado.
- A ver – contestó John con
entonación de saber ya de que se trataba - ¡ah, si! Las esposas – dijo casi sin
mirar.
- ¡Están ancladas a la roca de la
pared! – Peter estaba incomodándose.
- Dijimos – le contestó su
hermano - que cada uno contaría su experiencia. Cuenta tú la tuya y luego te
contaré la mía. Nos habíamos quedado que Rosa te llevó cogido de los huevos
dentro de su casa.
- Pero las esposas… - insistió
Peter.
- Sigue – respondió condescendiente
John – te llevó dentro y qué.
Peter se quedó mirando a su
hermano alternativamente y a las esposas ancladas con cadenas a la pared de la
cueva sin decidirse a continuar hasta que soltó los grilletes y retomó el
relato.
- De acuerdo. Luego hablaremos de
esto. Rosa me metió a la casa sin dejar de mordisquearme la oreja y yo temblaba
como si tuviera el baile de San vito, luego me dejó sobre su cama y con
delicadeza terminó de desnudarme. Temblaba como si me fuesen a ejecutar hasta
que ella se colocó a horcajadas sobre mí y empezó a restregar su sexo por todo
mi cuerpo, empezando por mi polla y me corrí sin poderlo remediar, pero no por
eso perdí la erección, quería más y ella lo sabía. Fue siguiendo hacia arriba arrastrando
su coño por todo mi torso hasta recalar en mi cara. Me dijo “Ahora saca tu
lengüita y da gusto a mama Rosa”. Saqué la lengua y la introduje dentro de su
sexo. La temperatura que tenía aquella parte de su cuerpo, la sedosidad de los
tejidos y el olor tan especial hizo que me marease y creyese que me desmayaba.
Mientras yo lamía ella con su mano echada hacia atrás me acaricia a mi sexo embadurnado
de semen de tal forma que el placer era difícilmente soportable. Y entonces se
escupió en la mano y empezó a masajearme la punta hasta que consiguió bajarme
el pellejo, algo que yo nunca había conseguido. Me dolió más que cuando papa
nos daba con el cinturón, pero quería que doliese más, por eso en lugar de
lamer nada más mordí y mordí y ella cuando más mordía yo mas fuerte me frotaba
mi polla hasta que me subió una especie de sensación superior desde dentro del
culo hasta el capullo y sentí que el mundo entero era de millones de colores.
Dejé de morder y de lamer y creo que perdí el conocimiento, porque lo siguiente
que recuerdo es despertarme otra vez vestido bajo la ventana de Rosa; asomarme
y estar la habitación apagada. Me eché mano enseguida a mi sexo y efectivamente
tenía el capullo fuera. Había sido verdad, no había sido un sueño. Me levante
tambaleándome aún con una sensación placentera que me ocupaba desde el culo
hasta el capullo y me dirigí a la casa. Por el camino me encontré a Jerome que
venía de los establos y me preguntó si me pasaba algo. Le dije que no y eché a
correr a casa.
- Y ahora te digo yo lo mismo. ¿Y
no te dio asco comerle el coño a esa negra?, por Dios yo habría echado hasta el
primer calostro que me dio mi madre.
- Fue la sensación más dulce que
nunca he vuelto a experimentar. Y mira que después me he comido coñitos de todo
tipo y me los he follado después y al terminar he vuelto a comérmelos, pero
como aquel de Rosa nunca volveré a comer ninguno.
- Y no volviste a hacerlo más con
ella.
- Si, si. Pero pasó tiempo. Tú
crecías y yo crecía y nos crecía todo. Aprendí a masturbarme con maestría y me
pasaba el día escondido a solas conmigo, hasta que pasados unos dos meses, ya
bien entrado el otoño una tarde desapacible no pude resistirlo más y esperé a
que Jerome saliese para los establos para hacer su ronda y llamé a la puerta.
Me abrió Rosa y no supe que decir, no encontraba coartada para estar allí. Me
miró sonriente de arriba abajo y me dijo “Anda pasa, Jerome no llegará hasta
dentro de una hora al menos” y sin más preámbulos me quitó la ropa que llevaba
y me dejo desnudo. Me corté tanto que ni empalmé hasta que se desnudó ella y
fue verla como se pellizcaba los pezones y ponía esa cara de perra en celo y la
polla se me encabritó. “Así me gusta”, me dijo y me llevó las manos a sus
pezones “Pellízcamelos tú con fuerza, sin miedo, me da mucho placer ese dolor”.
Mientras le pellizcaba esos trozos de carne negra y dura ella me echó mano a mi
sexo y me descapulló rápidamente. “Si crees que eso es dolor estás equivocado,
es placer” me dijo, “Así que acostúmbrate a gozar del sexo como un hombre” y
levantándose me cogió de la mano y me llevó a la cama. Esta vez se metió mi
polla tiesa y dolorida en la boca y empezó a juguetear con ella. Yo no sabía
que se podía disfrutar tanto hasta que me volvió a cabalgar pero esta vez en
vez de colocarse sobre mi cara se colocó sobre mi sexo de tal forma que sentí
como el capullo entraba en un recinto caliente y húmedo que le proporcionaba
aún más placer que la boca de Rosa. Ella empezó con un movimiento de vaivén
atrás y delante de forma que me masajeaba el sexo dándome un placer
indescriptible rozándose con fuerza a cada movimiento su pubis contra el mío.
Llegó un momento que el roce era tan violento que me dolía el hueso, pero el
placer de mi sexo dentro de Rosa era superior y de pronto sentí que volvía el
calambre que me partía de dentro del culo hasta el capullo nada más que esta
ocasión involucraba todo el cuerpo del pene, era un placer más completo. Ante
la transformación de mi cara ella empezó a gemir cada vez más fuerte y a
acelerar los movimientos hasta que cayó desfallecida sobre mi cuerpo. Pasaron
unos minutos así. Me faltaba la respiración por su peso y creía que me iba a
morir cuando ella resucitó con una cara radiante de felicidad, tenía el rostro
como luminoso y me dijo que cuando la tuviese más grande sería insustituible no
solo para ella. Pensé que se refería a las novias que ya pensaba en tener para
cambiar de pareja y experimentar con coños diferentes.
- ¿Volviste a hacerlo con ella?
- Hasta el año que los padres se
fueron a Europa no, o sea al siguiente. Mientras en el colegio se lo propuse a
varias y todas invariablemente me abofetearon, aunque después no se separaban
de mi lado aunque solo fuese para despreciarme. De manera que no volví a
proponérselo a nadie y me dediqué ha hacérmelo yo solo, hasta, ya te digo que
los padres se fueron a Europa todo el verano y nos dejaron solos, que yo tenía
ya quince años y tú diecisiete. Bueno y a ti, a parte de aquella vez en los
establos, aquello de la trasera que dijo Jerome, de que se trataba.
- Yo no sabría decirte – continuó
John - que me excitó más de aquella primera vez si el que se corriera en mi
cara y probase su lefa o que me pajease yo delante de él. Verle la cara de
placer que tenía viéndome masturbarme acariciándose su pene medio duro porque
se acababa de correr, me provocaba oleadas de placer.
- Se la mamaste más veces verdad
– dijo con cierta tristeza Peter, como pesaroso por saber de antemano que
seguro que su hermano había perseguido aquella polla como el coyote a la liebre
hasta acabar con ella en la boca y hacerla escupir su producto dentro y
tragárselo.
- Al día siguiente regrese a la
misma hora al establo, pero no había nadie y me frustre. Pensé en asaltarte de
noche a ti, fíjate que idea, tan desesperado estaba, pero me limité a volver de
noche al establo, desnudarme y masturbarme allí en medio con los caballos
mirándome impávidos. De repente se me ocurrió que los caballos también tenían
polla y me volví loco.
- No sigas John, por Dios. No me
digas que…
- Si, Peter. Si. Todo es todo,
sin tapujos y quiero que sepas todo de mi igualmente que yo quiero saberlo todo
de ti – le cogió las manos a su hermano entre las suyas – déjame que me vacíe
contigo, lo necesito.
- De acuerdo John – Peter se echó
al cuello de su hermano y le dio un fuerte abrazo saltándosele las lágrimas –
soy tu hermano, te quiero y te seguiré queriendo me cuentes lo que me cuentes.
Adelante.
- Entre desnudo en el box de mi
pony, me olió y se alegró que entrase. Me pasó su hocico por mi entrepierna y
supe que quería hacerlo, que iba a darme placer y estoy seguro que el pony
también lo sabía, porque de inmediato empezó a colgarle la verga gruesa y larga
y de repente a golpearle la barriga al ponérsele dura. Empecé a acariciársela
con suavidad y el caballo relinchó de forma suave. Me decía que le gustaba. Con
una mano le acariciaba su enorme verga y con la otra yo me masturbaba despacio,
deleitándome con la operación. Cada vez estábamos más excitados, el caballo y
yo, hasta que de pronto me pareció lo más normal del mundo que yo le lamiese su
verga igual que él al entrar en su cuadra me había lamido el sexo a mi. Me
arrodille bajo sus hijares le sujeté su verga y abrí la boca. Prácticamente no
me cabía el capullo del animal pero me dediqué a besársela y pasarle la lengua
por toda su longitud hasta que note que se ponía más a tensión y empezaba a
eyacular una cantidad enorme de semen. Cuando acabó le pasé la lengua por la
punta y aprecié el sabor de su semen, distinto al del hombre, pero no me
resulto desagradable, tanto que inmediatamente saboreando el semen animal yo
tuve un orgasmo muy satisfactorio. Acaricié a mi pony y regresé a la casa.
- No me imagino, de verdad
hermano, que puedas hacer una cosa así, tan asquerosa. Porque el semen de
Jerome, joder John es de hombre, podría pasarlo, pero de un animal. Perdona
pero creo que necesitas ayuda.
- El hombre ha ayuntado con
animales desde que el mundo es mundo, Peter. Se da mucho en el medio rural y el
hombre urbano con las oportunidades que tiene de satisfacerse con otros de su
especie lo ha olvidado, pero el hombre solo, meses y meses, piénsalo, necesita
desahogarse, lo hace con bestias y no se plantea más disquisiciones. A mi se me
planteó como una opción valida, mi cuerpo lo deseaba y gocé haciéndolo y he
seguido gozando porque ahí no se acaba la gama de variaciones de relación que
he tenido, que ya te contaré.
- ¡Más!, que más…, no me lo puedo
creer – Peter puso cara de incredulidad - no cabe, es imposible.
- Es posible, te lo digo yo,
sobre todo con un maestro como Jerome. No de golpe, después de un
entrenamiento, pero es posible y además muy, pero que muy placentero.
- Pero… ¿como es la postura?, de
que manera. He visto montar muchas yeguas y no me explico…
- Hay que tener adiestrado al
caballo, que es fácil hacerlo y un ayudante que sepa lo que está en juego. El
placer llega a límites en los que el dolor se entrelaza y deseas castigo como
medio más rápido para alcanzar el nirvana del placer total. A ti te han
estorbado los grilletes del suelo, pero no has levantado la vista – Peter miró
hacia arriba – para ver los grilletes de las manos.
Peter miró con los ojos
desorbitados a John.
- Esos grilletes, tu, Jerome…, me
estoy perdiendo. Vamos a centrarnos en lo que estábamos. ¿Cuándo fue la vez
siguiente que te encontraste a solas con Jerome?
- A principios de otoño me dijo
que si le acompañaba a Austin que tenía que hacer algunas compras. Yo estaba
deseando quedarme a solas con él otra vez así que le dije que si. Llegamos
hasta aquí. Y había dos personas más. Otro negro que se parecía
extraordinariamente a Jerome y un chico que no tendría arriba de dieciséis
años. Estaban desnudos, me fijé que el chico tenía un pene descomunal aunque no
tan grande como el de Jerome. Jerome me dijo: “Fíjate bien en lo que va a
ocurrir porque yo voy a hacer lo mismo contigo si es que quieres claro”, me
faltó tiempo para decirle que si sin saber que iba a ocurrir allí. Me presentó
a su hermano mayor Joseph y su sobrino Matías.
- ¿Con su hijo?, no puedo
creérmelo, esto es demasiado.
- No era su hijo. Sobrino le
llamaban los dos hermanos porque era hijo de la segunda esposa de otro hermano,
ósea que no tenían lazos de sangre, pero le gustaba lo mismo que a mí, una
buena verga para disfrutar con ella.
Bueno pues el sobrino se agachó,
Joseph le embadurnó de vaselina el ano y luego apuntó su polla que era al menos
tan grande como la de Jerome y poco a poco se la hundió en su cuerpo mientras
el sobrino chillaba como un cerdo cuando le van a degollar. Jerome me contó que
estaba en sus primeras lecciones de sodomía y al principio duele a pesar de la
vaselina, hasta que el ano se dilata y se ahorma. El muchacho jadeaba de dolor
pero pedía a su tío que apretase bien y en un momento dado con una mano hizo
gestos para que se le acercase alguien. “Anda, ve tú” me dijo. Me puse a su
lado y el sobrino me llevó hasta colocarme delante de él, me desabrochó los
pantalones con mucha destreza y mi polla saltó adelante como una ardilla.
Inmediatamente se la metió en la boca. Sentí un placer como nunca había
sentido. Con las arremetidas del tío, el ano ya dilatado y sin sentir dolor mi
pene se clavaba en su boca y entraba y salía como el embolo de un cilindro.
Sentí que me llegaba el orgasmo y le agarré la cabeza e inmediatamente el
sobrino me rechazó. Volvió la cabeza a Jerome y se explicó: “Si se va ahora,
como se la encalomo yo luego”. El tío que estaba sodomizando al chico con un
gañido gutural se vació dentro del chico y éste dijo “Y ahora yo”. Jerome me
dijo: “Ya has escuchado, quítate la ropa, agáchate y empieza a aprender con una
polla pequeña como la del chico”.
- ¿Te violaron el culo entonces
con diecisiete años? – exclamó incrédulo Peter.
- Con una polla si. Con doce me
metía yo las capsulas de los puros de papa y me daba placer o eso creía yo,
pero lo de la polla del chico tampoco fue tan malo. El chico me puso bien de
vaselina y fue metiendo poco a poco uno, dos y hasta tres dedos que fue cuando
empecé a quejarme y entonces sin más preámbulos apuntó a mi ano y empujó. Sentí
como si me rajaran y chille y lloré y me desgañité, pedí por favor que lo
dejara, pero Jerome estaba delante de mí impidiendo que me escapara. Se sacó él
su enorme falo y me lo apuntó a la boca al tiempo que me decía que así
soportaría mejor el trago. Abrí la boca, me entró su capullo y el dolor fue
cediendo hasta el punto de que ahora era yo el que empujaba hacia atrás para
que entrase más hasta que el chico con un grito salvaje y un brutal golpe de
caderas se vació dentro de mí. Entonces Joseph le dijo a Jerome que creía que
yo había nacido para esto y que posiblemente ya dilatado Jerome entraría en mi
cuerpo como un hierro candente en un bloque de cera. No hizo falta que Jerome
se diese la vuelta para colocarse detrás de mí, fui yo el que deseaba tener
aquel vergón dentro. Me di la vuelta mientras el semen del chico me chorreaba
por la piernas y sin dar opción a Jerome le cogí la polla y me la apunte yo al
ano y recule con fuerza hasta que sentí como si me clavasen una espada por el
culo pero no cejé y no me retiré ni gemí de dolor, solo le dije con una voz que
no me reconocí por lo enronquecida “Clávamela entera”. De un solo golpe de
cadera me entró entera y yo vi el cielo y el infierno juntos. Sentí que me
salía por mi polla una cantidad bastante apreciable de un líquido ambarino y me
resbalaba por el fuste para a continuación expulsar a distancia semen como el
de un hombre ya hecho y en ese momento Jerome me inundó con el suyo. Me acordé
en ese momento del pony y me sentí capaz de ser penetrado por el caballo.
- ¿Te ha penetrado, entonces ya
un caballo? Preguntó casi con miedo Peter.
- Muchas veces Peter, muchas
veces. ¿Quieres ver como tengo el ano?
Peter dudó.
- No se…, - la curiosidad hizo el
resto – a ver, enséñamelo.
John se desnudo de medio cuerpo y
dejó ver su pene erecto y babeando esmegma.
- Perdona pero es que estos
relatos me ponen a cien – dijo John mientras se intentaba proteger el pene de
las miradas de su hermano.
- Vamos a dejarnos de bobadas
John, yo también estoy empalmado y además tienes la polla clavada a la mía y no
se porqué tengo esta excitación, todo esto es una aberración. A ver enséñame el
culo - casi le chilló con impaciencia
John se acercó a la boca de la
cueva y se agachó mientras con las manos se separaba los glúteos para que Peter
viese los labios evertidos del ano que conformaban casi un sexo femenino,
aunque quizá más grande.
- Puedo tocarlo – preguntó
temeroso Peter – al tiempo que palpaba aquellos labios que parecían talmente
una vulva de mujer.
- ¿Qué te parece? – preguntó
desapasionadamente John.
- ¿Con sinceridad? – le contestó
con descaro Peter.
- Con toda la sinceridad y
crudeza de la que seas capaz – respondió John sin abandonar su postura.
- Que me apetece follármelo, no
me lo explico, pero siento unas irrefrenables ganas de meterte la polla en ese
culo que parece un coño.
- Pues no seas tonto y adelante.
Tu vas a gozar y yo también y quien mejor que mi hermano para follarme.
Peter se bajo el pantalón corto
que llevaba, dudó si quitárselo o no pero al final se lo quitó y John se dio un
poco de saliva en el ano. Con el pene extraordinariamente tenso y deseoso del
culo de su hermano apuntó y el cuerpo de John absorbió el trozo de carne de su
hermano. Peter lo hizo muy despacio, gozando de cada embolada, para que durase,
hasta que John le sugirió ir por una manta de caballo que llevaba en el Jeep para
echarse al suelo y poder hacerlo con más comodidad. John bajó completamente
desnudo hasta el coche y subió del Jeep con la manta y se encontró que Peter
estaba desnudo entero también. Se quedó mirando a los ojos a su hermano y muy
despacio se acercó y le rozó los labios con los suyos, como con temor de que
Peter se apartase. Luego John se tumbó boca arriba en la manta y Peter se
apoderó de su cuerpo hasta que se deshizo dentro de él. Permanecieron en esa
postura mucho tiempo hasta que el pene de Peter se salió por flaccidez.
- No me lo esperaba John. Joder
como he gozado de ti, pero puede haber sido un error, a mi no me gustan los
hombres, lo he hecho por las circunstancias, de haber sido éstas normales nada
de esto habría sucedido.
- El problema es que ahora ya no
puedes alegar ignorancia, ahora ya sabes que esto “también” te gusta. Peter. Todos
somos bisexuales, está en nuestra condición, solo las pautas culturales nos
decantan a un lado o al otro, pero se puede estar en los dos lados a la vez y
no por eso ser un monstruo. No eres un monstruo Peter, no te atormentes, no lo
eres y además te aviso; no porque yo lo quiera, será porque lo quieras tú, esto
volverá a repetirse.
- Ya vale John – Peter estaba ya
consternado - vámonos a casa – estuvo jugueteando con su sexo un interminable
minuto en silencio en el que John no sabía cual iba a ser su reacción – Tu no
te has corrido, ¿porqué?, no te ha gustado como te lo he hecho. Pues Jerome
dice que lo hago muy bien – dijo algo ofendido.
- ¡Claro que me ha gustado! Es
más, me extrañaba tu dulzura al hacerlo, pareciera que llevabas haciéndolo toda
la vida y claro, es que lo has hecho, pero ¿a Jerome?
- Si. A nadie más, solo a
Jerome…, y ahora a ti.
- …Y que más. Peter por todos los
santos explícate.
Estaban los dos hermanos desnudos
tumbados sobre la manta. Peter no se decidía a hablar y John le pasó el brazo
por detrás del cuello atrayéndolo hacia sí hasta hacerle reposar la cabeza
sobre su tórax.
- No te de vergüenza, hermano. Me
acabas de follar, ¿Qué vergüenza podrías tener conmigo?, venga larga de una
puta vez o voy a empezar a comerte la polla hasta que cantes.
- No me gusta que un tío me coma
la polla…, que no sea Jerome, claro – le pasó la mano por el pubis a su hermano
y comenzó a jugar distraídamente con su sexo – joder John, es como si estuviese
cogiendo mi polla, es clavada a la mía, solo que un poco más pequeña.
- Venga cuéntame lo de ese
cabronazo de Jerome que me dijo que a él su culo no se lo tocaba nadie.
- Ya, ya, nadie. Aquel otoño que
a ti te desvirgaron en esta cueva yo lo aproveché bien. Cada vez que podía, iba
a casa de Rosa y follábamos hasta caer rendidos los dos. Uno de esos días de
repente se abrió la puerta de la habitación y un iracundo Jerome nos fulminó
con los ojos como carbones al rojo, pero para mi sorpresa, Rosa, lejos de
asustarse le animó a unirse a nosotros.
- Te quedarías de piedra pómez –
apostilló John
- Le tenía la polla metida a Rosa
y a punto de correrme. Se me bajó hasta quedárseme como la de un recién nacido,
se me salió y no sabía si allí se acababan mis días o se iban a acabar cuando
Jerome se lo dijese a papa. Pero en lugar de eso se me salieron los ojos de las
orbitas cuando observé que Jerome con una sonrisa mefistofélica empezaba a
desnudarse hasta quedarse totalmente desnudo. Yo me levanté rápidamente de la
cama sin saber si vestirme o morirme tapándome las vergüenzas con las manos.
- Desternillante Peter, me habría
gustado verlo por un agujerito. ¡Que situación tan ridícula!
- Ya ves. Bueno, pues Jerome que
estaba empalmadísimo se echó sobre Rosa y donde había estado metido yo hacia
escasos minutos ahora estaba él y de repente Jerome me llamó y me dijo que me
colocase encima de la cabeza de su mujer y le diese de mamar. Solo el término
de darle de mamar hizo que me volviese a poner duro como el acero, por no
hablar de la estampa de ese negrazo follándose a Rosa. Era como ver una
película porno en vivo, así que me coloqué sobre la cabeza de Rosa de espaldas
a Jerome y cuando quise acordar me estaba lamiendo el ano a la par que follaba
a Rosa. Como además Rosa me la estaba comiendo el placer era algo distinto,
nuevo y estimulante. Me gustaba que me pasase la lengua por el culo y sabiendo
que era Jerome quien lo hacía, lo que me extrañaba, pero experimentaba un
placer complementario con el que me daba la boca de Rosa.
- ¡Habérmelo dicho! Con lo que me
gusta a mí un buen beso negro, te lo habría hecho antes de que me follases.
- Bueno, hermano siempre estamos
a tiempo, estamos solos – le dijo con sorna Peter – en fin que estaba a punto
de correrme en la boca de Rosa y así lo hice saber en medio del delirio del
trío cuando ella me escupió la polla de la boca y me dijo con urgencia que se
la metiese por el culo a Jerome. Me quedé de una pieza por el cambio brusco de
orientación de los acontecimientos, pero Jerome me urgió a clavársela cuanto
antes, porque era lo que le faltaba para poder correrse a gusto. Me coloqué
detrás de Jerome sin saber muy bien que hacer hasta que escuché un grito de
Jerome “¡Vamos cabronazo, clávamela ya, que quiero correrme!”. Supongo que fue
instinto porque apunté el capullo a su culo y la clavé hasta dentro
sorprendiéndome la facilidad con la que entró y en cuanto llegué al fondo,
Jerome emitió un gemido hondo y tembló. En ese momento sentí que yo me corría a
la vez que Jerome y sentí la presión de su esfínter sobre mi miembro lo que
intensificó mi placer. Cuando acabé del todo me salí de su cuerpo, me vestí a
la carrera y me marché sin decir adiós.
- Pero esa no fue la ultima vez,
¿a que no? – le preguntó socarrón su hermano.
- ¡Que va! El verano que,
estuvieron los padres en Europa, prácticamente todos los días lo hacíamos. Unas
veces me corría en su culo y otras en la boca de alguno de los dos, pero en su
presencia no consentía que me la follase a ella. Solo una vez, no se porqué, me
consintió que la sodomizase al tiempo que él se la metía por su sitio. La
verdad que sentir el roce de la polla negra a través de la fina pared que
separaba la vagina del recto contra mi propia polla, era muy placentero. Pero
luego no lo consintió más veces, decía que no estaba lo suficientemente
excitado como para eso, porque ese día al parecer vivió una circunstancia que
le excitó tanto que necesitaba hacer algo diferente, que le llenase más que
otro día.
- Lo hicisteis tarde ese día,
¿verdad?
- Si yo estuve esperando jugando
con Rosa hasta que apareció Jerome y apareció muy tarde mas excitado de lo
común.
- Fue el día que cayó el rayo en
la colina y partió en dos el roble que plantó el viejo Clayton.
- Si. ¿Como lo sabes?
- Ese fue el día que Jerome
ejerció de mamporrero conmigo – le explicó excitadísimo ya John.
- Se te ha puesto dura hermano,
¿Por qué yo te la estoy tocando? – le preguntó Peter sin dejar de
acariciársela.
- Por eso también, pero me has
traído a la memoria, la primera vez que el pony me la metió por el culo con mis
diecisiete añitos y eso me la pone dura aunque esté en un velatorio. Jerome
estaba tan excitado que se me corrió en la boca dos veces mientras el caballo
me la clavaba.
- Pero ¿Cómo?
- Jerome me puso un escabel de
madera bajo Rocky y yo me coloqué de rodillas sobre él, dando justo la altura
para que la verga del animal me alcanzase el ano. Luego Jerome le dirigió el
capullo al caballo hacía el culo previamente engrasado de vaselina y yo al
sentirlo empuje hacia atrás. Sentí como me dilataba el ano con mucho placer
hasta que Jerome me anunció que el caballo me había follado con media verga
dentro de mi cuerpo. Rocky estaba nervioso porque no se hallaba en esa posición
pero quería empujar y lo hacía con dificultad. Me daba la impresión que me
reventaba pero gozaba y deseaba que me la clavase entera del todo, como si yo
fuese la yegua. Ensartado como estaba Jerome me la acercó a la boca y fue tomar
contacto con la lengua y se corrió de inmediato. El caballo empezó a relinchar
de placer y note como si me pusiesen un enema. El semen del animal me desbordó
por el ano resbalando por las piernas. Jerome acercó las manos al ano para
comprobar y en ese momento se volvió a correr. Fueron dos orgasmos casi
seguidos. En cuanto Rocky se corrió, se le puso muy fláccida y se le salió.
Jerome me acarició un par de veces a mí y me corrí yo también sin abandonar la
postura de perra a la que acaban de montar. Me quedé exhausto. Cuando Jerome se
vestía me dijo “esta noche le voy a dejar a Peter que la clave por detrás”.
- ¿Te dijo entonces lo mío con
los dos?
- Esa noche. Cuando Jerome salió
del establo, rápidamente me lave del semen de Rocky, me vestí y le seguí. Por
la ventana lo vi todo Peter. También vi como le comías el coño a Rosa mientras
Jerome te comía la polla a ti, luego fue lo del dúo, él por delante y tu por
detrás. ¿No fue así?
- ¡Joder! Entonces, ¿lo sabías
todo? – preguntó sorprendido Peter.
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