domingo, 3 de marzo de 2013

ROBERTO XIV



- Que te fuiste corriendo significa que echaste a correr o que te corriste – preguntó festivo John.
- No se si me corrí o no, aunque me asustó el que cuando salí corriendo el roce de los pantalones contra mi pene duro me provocó una especie de calambre en las piernas que me echaron por tierra, pero tal como caí me levanté y no pare de correr hasta llegar a mi habitación, me tiré sobre la cama y metí la cabeza debajo de la almohada asustado. Me di cuenta que estaba empapado como si me hubiese meado cuando se me enfrió el semen. Yo había visto fotos, como tú, de sexo y pornográficas, pero eso de contorsionarse por el suelo al correrse, ni me lo podía imaginar.
Al día siguiente sobre la misma hora tú tampoco estabas por la casa, estarías por los establos, pedazo de maricón, y los pasos me encaminaron sin remediarlo hasta la casa de Jerome y Rosa. No podía quitarme de la cabeza la imagen del cuerpo desnudo de Rosa acariciándose el sexo y luego convulsionando por los suelos, la erección no la abandoné en todo el día. Misma ventana, misma situación, solo que esta vez la naturaleza me llevó a dejarme caer los pantalones y bajarme los calzoncillos para tocarme bien los genitales mientras miraba. Era una sensación inenarrable la de ver a Rosa contoneándose y sobándose todo el cuerpo y el placer que a mi me daba acariciarme el sexo también, como destilaba el capullo una sustancia transparente y salada, sí, la probé,  que no cesaba de manar pero no era semen, estaba gozando como no sabía que se podía gozar, me temblaban las piernas como si tuviese un frío invernal. Pero esa noche de repente Rosa se volvió de espaldas al espejo con los ojos cerrados y como si estuviera haciéndolo para que yo la viese recrudeció sus sobes y pellizcos. Me excitó sobre manera que echó mano a unas pinzas de las de tender la ropa y se las colocó pinzándose los pezones y así poder dedicar las manos al sexo, pero lo que ya me puso al borde del desmayo es que con otra pinza se clampó la parte de arriba del sexo, que yo suponía que era el clítoris pero no lo sabía a ciencia cierta y en ese momento las piernas se me aflojaron del todo y caí de rodillas temblando, ahora se que de excitación. Estaba yo gozando de mis sensaciones cuando de pronto sentí que alguien me tomaba por las axilas y me levantaba. Olía a nardos y me embriagué. Me tomó una mano y me la llevó a su sexo con la pinza puesta en el clítoris y me susurró al oído que apretase con fuerza la pinza. Lo hice y al tiempo ella me acarició el pene que estaba a punto de reventar de erección mientras emitía un quejido suave y doliente que añadió más excitación donde yo no era capaz de imaginar que se pudiese añadir más. “Tienes una buena herramienta para ser tan pequeño”, me dijo. Mientras me mordisqueaba la oreja, lo que me hizo temblar como una hoja en otoño me agarró con firmeza de la polla y me arrastró dentro de su casa.
- ¿Y todo eso te lo hizo fuera de la casa? Rosa estaba loca, imagina que en ese momento llega Jerome o alguno de los empleados de la casa, porque mama o papa jamás se habrían acercado por la casa de los criados.
- No fue en ese momento, cuando llegó Jerome, sino en uno parecido, pero no quiero adelantar acontecimientos, déjame que siga, que me gusta además rememorarlo. Además eso de que papa no se acercaría por la casa vamos dejarlo, ya te contaré.
- ¡Que papa también…! – exclamó escandalizado John.
- Deja, deja que siga. Como te decía…
- Espera. Mira allá a la derecha como a cinco millas unos riscos.
- Si
- Las cuevas de los indios. Vamos allá. Dejamos el Jeep y escalamos un poco hasta las cuevas, vemos las pinturas y seguimos charlando allí.
- De acuerdo.
Llegaron dando botes entre las piedras sueltas del terreno pisando matorrales bajos y esquivando cactus hasta la base del risco. Tomaron la cantimplora con el agua y empezaron la ascensión hasta llegar a una especie de terraza desde la que se accedía por unos toscos peldaños tallados en la roca hasta una cueva umbrosa en cuyas paredes cerca de la entrada se adivinaban marcas de antiguas pintadas de manos y esquemas de hombres con armas en las manos persiguiendo animales. No mucho más dentro la luz ya no iluminaba bien y sin sacar la linterna era imposible ver lo que ocultaban las paredes. Además la temperatura se descolgaba en pocos metros más de veinte grados hasta hacer temblar de escalofrío a los visitantes.
- ¿De que conoces tú ésta cueva? – preguntó intrigado Peter.
- Se ve que a ti no te ha traído Jerome para determinados juegos.
- Yo con Jerome he jugado a otras cosas junto a Rosa, pero de eso se trataba lo que estaba relatándote.
Se sentaron lo suficientemente lejos de la boca de la cueva como para no sentirse aplastados por el fuego del desierto pero no tan dentro que el frío de la oscuridad de la roca les arrancase temblores de frío. Además donde eligieron la luz del exterior les permitía verse el uno al otro sin deslumbrarse por la inclemencia de la luz desatada.
- ¿Qué diablos es esto? – dijo Peter al tiempo que se zafaba de algo sobre lo que sin darse cuenta se había sentado.
- A ver – contestó John con entonación de saber ya de que se trataba - ¡ah, si! Las esposas – dijo casi sin mirar.
- ¡Están ancladas a la roca de la pared! – Peter estaba incomodándose.
- Dijimos – le contestó su hermano - que cada uno contaría su experiencia. Cuenta tú la tuya y luego te contaré la mía. Nos habíamos quedado que Rosa te llevó cogido de los huevos dentro de su casa.
- Pero las esposas… - insistió Peter.
- Sigue – respondió condescendiente John – te llevó dentro y qué.
Peter se quedó mirando a su hermano alternativamente y a las esposas ancladas con cadenas a la pared de la cueva sin decidirse a continuar hasta que soltó los grilletes y retomó el relato.
- De acuerdo. Luego hablaremos de esto. Rosa me metió a la casa sin dejar de mordisquearme la oreja y yo temblaba como si tuviera el baile de San vito, luego me dejó sobre su cama y con delicadeza terminó de desnudarme. Temblaba como si me fuesen a ejecutar hasta que ella se colocó a horcajadas sobre mí y empezó a restregar su sexo por todo mi cuerpo, empezando por mi polla y me corrí sin poderlo remediar, pero no por eso perdí la erección, quería más y ella lo sabía. Fue siguiendo hacia arriba arrastrando su coño por todo mi torso hasta recalar en mi cara. Me dijo “Ahora saca tu lengüita y da gusto a mama Rosa”. Saqué la lengua y la introduje dentro de su sexo. La temperatura que tenía aquella parte de su cuerpo, la sedosidad de los tejidos y el olor tan especial hizo que me marease y creyese que me desmayaba. Mientras yo lamía ella con su mano echada hacia atrás me acaricia a mi sexo embadurnado de semen de tal forma que el placer era difícilmente soportable. Y entonces se escupió en la mano y empezó a masajearme la punta hasta que consiguió bajarme el pellejo, algo que yo nunca había conseguido. Me dolió más que cuando papa nos daba con el cinturón, pero quería que doliese más, por eso en lugar de lamer nada más mordí y mordí y ella cuando más mordía yo mas fuerte me frotaba mi polla hasta que me subió una especie de sensación superior desde dentro del culo hasta el capullo y sentí que el mundo entero era de millones de colores. Dejé de morder y de lamer y creo que perdí el conocimiento, porque lo siguiente que recuerdo es despertarme otra vez vestido bajo la ventana de Rosa; asomarme y estar la habitación apagada. Me eché mano enseguida a mi sexo y efectivamente tenía el capullo fuera. Había sido verdad, no había sido un sueño. Me levante tambaleándome aún con una sensación placentera que me ocupaba desde el culo hasta el capullo y me dirigí a la casa. Por el camino me encontré a Jerome que venía de los establos y me preguntó si me pasaba algo. Le dije que no y eché a correr a casa.
- Y ahora te digo yo lo mismo. ¿Y no te dio asco comerle el coño a esa negra?, por Dios yo habría echado hasta el primer calostro que me dio mi madre.
- Fue la sensación más dulce que nunca he vuelto a experimentar. Y mira que después me he comido coñitos de todo tipo y me los he follado después y al terminar he vuelto a comérmelos, pero como aquel de Rosa nunca volveré a comer ninguno.
- Y no volviste a hacerlo más con ella.
- Si, si. Pero pasó tiempo. Tú crecías y yo crecía y nos crecía todo. Aprendí a masturbarme con maestría y me pasaba el día escondido a solas conmigo, hasta que pasados unos dos meses, ya bien entrado el otoño una tarde desapacible no pude resistirlo más y esperé a que Jerome saliese para los establos para hacer su ronda y llamé a la puerta. Me abrió Rosa y no supe que decir, no encontraba coartada para estar allí. Me miró sonriente de arriba abajo y me dijo “Anda pasa, Jerome no llegará hasta dentro de una hora al menos” y sin más preámbulos me quitó la ropa que llevaba y me dejo desnudo. Me corté tanto que ni empalmé hasta que se desnudó ella y fue verla como se pellizcaba los pezones y ponía esa cara de perra en celo y la polla se me encabritó. “Así me gusta”, me dijo y me llevó las manos a sus pezones “Pellízcamelos tú con fuerza, sin miedo, me da mucho placer ese dolor”. Mientras le pellizcaba esos trozos de carne negra y dura ella me echó mano a mi sexo y me descapulló rápidamente. “Si crees que eso es dolor estás equivocado, es placer” me dijo, “Así que acostúmbrate a gozar del sexo como un hombre” y levantándose me cogió de la mano y me llevó a la cama. Esta vez se metió mi polla tiesa y dolorida en la boca y empezó a juguetear con ella. Yo no sabía que se podía disfrutar tanto hasta que me volvió a cabalgar pero esta vez en vez de colocarse sobre mi cara se colocó sobre mi sexo de tal forma que sentí como el capullo entraba en un recinto caliente y húmedo que le proporcionaba aún más placer que la boca de Rosa. Ella empezó con un movimiento de vaivén atrás y delante de forma que me masajeaba el sexo dándome un placer indescriptible rozándose con fuerza a cada movimiento su pubis contra el mío. Llegó un momento que el roce era tan violento que me dolía el hueso, pero el placer de mi sexo dentro de Rosa era superior y de pronto sentí que volvía el calambre que me partía de dentro del culo hasta el capullo nada más que esta ocasión involucraba todo el cuerpo del pene, era un placer más completo. Ante la transformación de mi cara ella empezó a gemir cada vez más fuerte y a acelerar los movimientos hasta que cayó desfallecida sobre mi cuerpo. Pasaron unos minutos así. Me faltaba la respiración por su peso y creía que me iba a morir cuando ella resucitó con una cara radiante de felicidad, tenía el rostro como luminoso y me dijo que cuando la tuviese más grande sería insustituible no solo para ella. Pensé que se refería a las novias que ya pensaba en tener para cambiar de pareja y experimentar con coños diferentes.
- ¿Volviste a hacerlo con ella?
- Hasta el año que los padres se fueron a Europa no, o sea al siguiente. Mientras en el colegio se lo propuse a varias y todas invariablemente me abofetearon, aunque después no se separaban de mi lado aunque solo fuese para despreciarme. De manera que no volví a proponérselo a nadie y me dediqué ha hacérmelo yo solo, hasta, ya te digo que los padres se fueron a Europa todo el verano y nos dejaron solos, que yo tenía ya quince años y tú diecisiete. Bueno y a ti, a parte de aquella vez en los establos, aquello de la trasera que dijo Jerome, de que se trataba.
- Yo no sabría decirte – continuó John - que me excitó más de aquella primera vez si el que se corriera en mi cara y probase su lefa o que me pajease yo delante de él. Verle la cara de placer que tenía viéndome masturbarme acariciándose su pene medio duro porque se acababa de correr, me provocaba oleadas de placer.
- Se la mamaste más veces verdad – dijo con cierta tristeza Peter, como pesaroso por saber de antemano que seguro que su hermano había perseguido aquella polla como el coyote a la liebre hasta acabar con ella en la boca y hacerla escupir su producto dentro y tragárselo.
- Al día siguiente regrese a la misma hora al establo, pero no había nadie y me frustre. Pensé en asaltarte de noche a ti, fíjate que idea, tan desesperado estaba, pero me limité a volver de noche al establo, desnudarme y masturbarme allí en medio con los caballos mirándome impávidos. De repente se me ocurrió que los caballos también tenían polla y me volví loco.
- No sigas John, por Dios. No me digas que…
- Si, Peter. Si. Todo es todo, sin tapujos y quiero que sepas todo de mi igualmente que yo quiero saberlo todo de ti – le cogió las manos a su hermano entre las suyas – déjame que me vacíe contigo, lo necesito.
- De acuerdo John – Peter se echó al cuello de su hermano y le dio un fuerte abrazo saltándosele las lágrimas – soy tu hermano, te quiero y te seguiré queriendo me cuentes lo que me cuentes. Adelante.
- Entre desnudo en el box de mi pony, me olió y se alegró que entrase. Me pasó su hocico por mi entrepierna y supe que quería hacerlo, que iba a darme placer y estoy seguro que el pony también lo sabía, porque de inmediato empezó a colgarle la verga gruesa y larga y de repente a golpearle la barriga al ponérsele dura. Empecé a acariciársela con suavidad y el caballo relinchó de forma suave. Me decía que le gustaba. Con una mano le acariciaba su enorme verga y con la otra yo me masturbaba despacio, deleitándome con la operación. Cada vez estábamos más excitados, el caballo y yo, hasta que de pronto me pareció lo más normal del mundo que yo le lamiese su verga igual que él al entrar en su cuadra me había lamido el sexo a mi. Me arrodille bajo sus hijares le sujeté su verga y abrí la boca. Prácticamente no me cabía el capullo del animal pero me dediqué a besársela y pasarle la lengua por toda su longitud hasta que note que se ponía más a tensión y empezaba a eyacular una cantidad enorme de semen. Cuando acabó le pasé la lengua por la punta y aprecié el sabor de su semen, distinto al del hombre, pero no me resulto desagradable, tanto que inmediatamente saboreando el semen animal yo tuve un orgasmo muy satisfactorio. Acaricié a mi pony y regresé a la casa.
- No me imagino, de verdad hermano, que puedas hacer una cosa así, tan asquerosa. Porque el semen de Jerome, joder John es de hombre, podría pasarlo, pero de un animal. Perdona pero creo que necesitas ayuda.
- El hombre ha ayuntado con animales desde que el mundo es mundo, Peter. Se da mucho en el medio rural y el hombre urbano con las oportunidades que tiene de satisfacerse con otros de su especie lo ha olvidado, pero el hombre solo, meses y meses, piénsalo, necesita desahogarse, lo hace con bestias y no se plantea más disquisiciones. A mi se me planteó como una opción valida, mi cuerpo lo deseaba y gocé haciéndolo y he seguido gozando porque ahí no se acaba la gama de variaciones de relación que he tenido, que ya te contaré.
- ¡Más!, que más…, no me lo puedo creer – Peter puso cara de incredulidad - no cabe, es imposible.
- Es posible, te lo digo yo, sobre todo con un maestro como Jerome. No de golpe, después de un entrenamiento, pero es posible y además muy, pero que muy placentero.
- Pero… ¿como es la postura?, de que manera. He visto montar muchas yeguas y no me explico…
- Hay que tener adiestrado al caballo, que es fácil hacerlo y un ayudante que sepa lo que está en juego. El placer llega a límites en los que el dolor se entrelaza y deseas castigo como medio más rápido para alcanzar el nirvana del placer total. A ti te han estorbado los grilletes del suelo, pero no has levantado la vista – Peter miró hacia arriba – para ver los grilletes de las manos.
Peter miró con los ojos desorbitados a John.
- Esos grilletes, tu, Jerome…, me estoy perdiendo. Vamos a centrarnos en lo que estábamos. ¿Cuándo fue la vez siguiente que te encontraste a solas con Jerome?
- A principios de otoño me dijo que si le acompañaba a Austin que tenía que hacer algunas compras. Yo estaba deseando quedarme a solas con él otra vez así que le dije que si. Llegamos hasta aquí. Y había dos personas más. Otro negro que se parecía extraordinariamente a Jerome y un chico que no tendría arriba de dieciséis años. Estaban desnudos, me fijé que el chico tenía un pene descomunal aunque no tan grande como el de Jerome. Jerome me dijo: “Fíjate bien en lo que va a ocurrir porque yo voy a hacer lo mismo contigo si es que quieres claro”, me faltó tiempo para decirle que si sin saber que iba a ocurrir allí. Me presentó a su hermano mayor Joseph y su sobrino Matías.
- ¿Con su hijo?, no puedo creérmelo, esto es demasiado.
- No era su hijo. Sobrino le llamaban los dos hermanos porque era hijo de la segunda esposa de otro hermano, ósea que no tenían lazos de sangre, pero le gustaba lo mismo que a mí, una buena verga para disfrutar con ella.
Bueno pues el sobrino se agachó, Joseph le embadurnó de vaselina el ano y luego apuntó su polla que era al menos tan grande como la de Jerome y poco a poco se la hundió en su cuerpo mientras el sobrino chillaba como un cerdo cuando le van a degollar. Jerome me contó que estaba en sus primeras lecciones de sodomía y al principio duele a pesar de la vaselina, hasta que el ano se dilata y se ahorma. El muchacho jadeaba de dolor pero pedía a su tío que apretase bien y en un momento dado con una mano hizo gestos para que se le acercase alguien. “Anda, ve tú” me dijo. Me puse a su lado y el sobrino me llevó hasta colocarme delante de él, me desabrochó los pantalones con mucha destreza y mi polla saltó adelante como una ardilla. Inmediatamente se la metió en la boca. Sentí un placer como nunca había sentido. Con las arremetidas del tío, el ano ya dilatado y sin sentir dolor mi pene se clavaba en su boca y entraba y salía como el embolo de un cilindro. Sentí que me llegaba el orgasmo y le agarré la cabeza e inmediatamente el sobrino me rechazó. Volvió la cabeza a Jerome y se explicó: “Si se va ahora, como se la encalomo yo luego”. El tío que estaba sodomizando al chico con un gañido gutural se vació dentro del chico y éste dijo “Y ahora yo”. Jerome me dijo: “Ya has escuchado, quítate la ropa, agáchate y empieza a aprender con una polla pequeña como la del chico”.
- ¿Te violaron el culo entonces con diecisiete años? – exclamó incrédulo Peter.
- Con una polla si. Con doce me metía yo las capsulas de los puros de papa y me daba placer o eso creía yo, pero lo de la polla del chico tampoco fue tan malo. El chico me puso bien de vaselina y fue metiendo poco a poco uno, dos y hasta tres dedos que fue cuando empecé a quejarme y entonces sin más preámbulos apuntó a mi ano y empujó. Sentí como si me rajaran y chille y lloré y me desgañité, pedí por favor que lo dejara, pero Jerome estaba delante de mí impidiendo que me escapara. Se sacó él su enorme falo y me lo apuntó a la boca al tiempo que me decía que así soportaría mejor el trago. Abrí la boca, me entró su capullo y el dolor fue cediendo hasta el punto de que ahora era yo el que empujaba hacia atrás para que entrase más hasta que el chico con un grito salvaje y un brutal golpe de caderas se vació dentro de mí. Entonces Joseph le dijo a Jerome que creía que yo había nacido para esto y que posiblemente ya dilatado Jerome entraría en mi cuerpo como un hierro candente en un bloque de cera. No hizo falta que Jerome se diese la vuelta para colocarse detrás de mí, fui yo el que deseaba tener aquel vergón dentro. Me di la vuelta mientras el semen del chico me chorreaba por la piernas y sin dar opción a Jerome le cogí la polla y me la apunte yo al ano y recule con fuerza hasta que sentí como si me clavasen una espada por el culo pero no cejé y no me retiré ni gemí de dolor, solo le dije con una voz que no me reconocí por lo enronquecida “Clávamela entera”. De un solo golpe de cadera me entró entera y yo vi el cielo y el infierno juntos. Sentí que me salía por mi polla una cantidad bastante apreciable de un líquido ambarino y me resbalaba por el fuste para a continuación expulsar a distancia semen como el de un hombre ya hecho y en ese momento Jerome me inundó con el suyo. Me acordé en ese momento del pony y me sentí capaz de ser penetrado por el caballo.
- ¿Te ha penetrado, entonces ya un caballo? Preguntó casi con miedo Peter.
- Muchas veces Peter, muchas veces. ¿Quieres ver como tengo el ano?
Peter dudó.
- No se…, - la curiosidad hizo el resto – a ver, enséñamelo.
John se desnudo de medio cuerpo y dejó ver su pene erecto y babeando esmegma.
- Perdona pero es que estos relatos me ponen a cien – dijo John mientras se intentaba proteger el pene de las miradas de su hermano.
- Vamos a dejarnos de bobadas John, yo también estoy empalmado y además tienes la polla clavada a la mía y no se porqué tengo esta excitación, todo esto es una aberración. A ver enséñame el culo - casi le chilló con impaciencia
John se acercó a la boca de la cueva y se agachó mientras con las manos se separaba los glúteos para que Peter viese los labios evertidos del ano que conformaban casi un sexo femenino, aunque quizá más grande.
- Puedo tocarlo – preguntó temeroso Peter – al tiempo que palpaba aquellos labios que parecían talmente una vulva de mujer.
- ¿Qué te parece? – preguntó desapasionadamente John.
- ¿Con sinceridad? – le contestó con descaro Peter.
- Con toda la sinceridad y crudeza de la que seas capaz – respondió John sin abandonar su postura.
- Que me apetece follármelo, no me lo explico, pero siento unas irrefrenables ganas de meterte la polla en ese culo que parece un coño.
- Pues no seas tonto y adelante. Tu vas a gozar y yo también y quien mejor que mi hermano para follarme.
Peter se bajo el pantalón corto que llevaba, dudó si quitárselo o no pero al final se lo quitó y John se dio un poco de saliva en el ano. Con el pene extraordinariamente tenso y deseoso del culo de su hermano apuntó y el cuerpo de John absorbió el trozo de carne de su hermano. Peter lo hizo muy despacio, gozando de cada embolada, para que durase, hasta que John le sugirió ir por una manta de caballo que llevaba en el Jeep para echarse al suelo y poder hacerlo con más comodidad. John bajó completamente desnudo hasta el coche y subió del Jeep con la manta y se encontró que Peter estaba desnudo entero también. Se quedó mirando a los ojos a su hermano y muy despacio se acercó y le rozó los labios con los suyos, como con temor de que Peter se apartase. Luego John se tumbó boca arriba en la manta y Peter se apoderó de su cuerpo hasta que se deshizo dentro de él. Permanecieron en esa postura mucho tiempo hasta que el pene de Peter se salió por flaccidez.
- No me lo esperaba John. Joder como he gozado de ti, pero puede haber sido un error, a mi no me gustan los hombres, lo he hecho por las circunstancias, de haber sido éstas normales nada de esto habría sucedido.
- El problema es que ahora ya no puedes alegar ignorancia, ahora ya sabes que esto “también” te gusta. Peter. Todos somos bisexuales, está en nuestra condición, solo las pautas culturales nos decantan a un lado o al otro, pero se puede estar en los dos lados a la vez y no por eso ser un monstruo. No eres un monstruo Peter, no te atormentes, no lo eres y además te aviso; no porque yo lo quiera, será porque lo quieras tú, esto volverá a repetirse.
- Ya vale John – Peter estaba ya consternado - vámonos a casa – estuvo jugueteando con su sexo un interminable minuto en silencio en el que John no sabía cual iba a ser su reacción – Tu no te has corrido, ¿porqué?, no te ha gustado como te lo he hecho. Pues Jerome dice que lo hago muy bien – dijo algo ofendido.
- ¡Claro que me ha gustado! Es más, me extrañaba tu dulzura al hacerlo, pareciera que llevabas haciéndolo toda la vida y claro, es que lo has hecho, pero ¿a Jerome?
- Si. A nadie más, solo a Jerome…, y ahora a ti.
- …Y que más. Peter por todos los santos explícate.
Estaban los dos hermanos desnudos tumbados sobre la manta. Peter no se decidía a hablar y John le pasó el brazo por detrás del cuello atrayéndolo hacia sí hasta hacerle reposar la cabeza sobre su tórax.
- No te de vergüenza, hermano. Me acabas de follar, ¿Qué vergüenza podrías tener conmigo?, venga larga de una puta vez o voy a empezar a comerte la polla hasta que cantes.
- No me gusta que un tío me coma la polla…, que no sea Jerome, claro – le pasó la mano por el pubis a su hermano y comenzó a jugar distraídamente con su sexo – joder John, es como si estuviese cogiendo mi polla, es clavada a la mía, solo que un poco más pequeña.
- Venga cuéntame lo de ese cabronazo de Jerome que me dijo que a él su culo no se lo tocaba nadie.
- Ya, ya, nadie. Aquel otoño que a ti te desvirgaron en esta cueva yo lo aproveché bien. Cada vez que podía, iba a casa de Rosa y follábamos hasta caer rendidos los dos. Uno de esos días de repente se abrió la puerta de la habitación y un iracundo Jerome nos fulminó con los ojos como carbones al rojo, pero para mi sorpresa, Rosa, lejos de asustarse le animó a unirse a nosotros.
- Te quedarías de piedra pómez – apostilló John
- Le tenía la polla metida a Rosa y a punto de correrme. Se me bajó hasta quedárseme como la de un recién nacido, se me salió y no sabía si allí se acababan mis días o se iban a acabar cuando Jerome se lo dijese a papa. Pero en lugar de eso se me salieron los ojos de las orbitas cuando observé que Jerome con una sonrisa mefistofélica empezaba a desnudarse hasta quedarse totalmente desnudo. Yo me levanté rápidamente de la cama sin saber si vestirme o morirme tapándome las vergüenzas con las manos.
- Desternillante Peter, me habría gustado verlo por un agujerito. ¡Que situación tan ridícula!
- Ya ves. Bueno, pues Jerome que estaba empalmadísimo se echó sobre Rosa y donde había estado metido yo hacia escasos minutos ahora estaba él y de repente Jerome me llamó y me dijo que me colocase encima de la cabeza de su mujer y le diese de mamar. Solo el término de darle de mamar hizo que me volviese a poner duro como el acero, por no hablar de la estampa de ese negrazo follándose a Rosa. Era como ver una película porno en vivo, así que me coloqué sobre la cabeza de Rosa de espaldas a Jerome y cuando quise acordar me estaba lamiendo el ano a la par que follaba a Rosa. Como además Rosa me la estaba comiendo el placer era algo distinto, nuevo y estimulante. Me gustaba que me pasase la lengua por el culo y sabiendo que era Jerome quien lo hacía, lo que me extrañaba, pero experimentaba un placer complementario con el que me daba la boca de Rosa.
- ¡Habérmelo dicho! Con lo que me gusta a mí un buen beso negro, te lo habría hecho antes de que me follases.
- Bueno, hermano siempre estamos a tiempo, estamos solos – le dijo con sorna Peter – en fin que estaba a punto de correrme en la boca de Rosa y así lo hice saber en medio del delirio del trío cuando ella me escupió la polla de la boca y me dijo con urgencia que se la metiese por el culo a Jerome. Me quedé de una pieza por el cambio brusco de orientación de los acontecimientos, pero Jerome me urgió a clavársela cuanto antes, porque era lo que le faltaba para poder correrse a gusto. Me coloqué detrás de Jerome sin saber muy bien que hacer hasta que escuché un grito de Jerome “¡Vamos cabronazo, clávamela ya, que quiero correrme!”. Supongo que fue instinto porque apunté el capullo a su culo y la clavé hasta dentro sorprendiéndome la facilidad con la que entró y en cuanto llegué al fondo, Jerome emitió un gemido hondo y tembló. En ese momento sentí que yo me corría a la vez que Jerome y sentí la presión de su esfínter sobre mi miembro lo que intensificó mi placer. Cuando acabé del todo me salí de su cuerpo, me vestí a la carrera y me marché sin decir adiós.
- Pero esa no fue la ultima vez, ¿a que no? – le preguntó socarrón su hermano.
- ¡Que va! El verano que, estuvieron los padres en Europa, prácticamente todos los días lo hacíamos. Unas veces me corría en su culo y otras en la boca de alguno de los dos, pero en su presencia no consentía que me la follase a ella. Solo una vez, no se porqué, me consintió que la sodomizase al tiempo que él se la metía por su sitio. La verdad que sentir el roce de la polla negra a través de la fina pared que separaba la vagina del recto contra mi propia polla, era muy placentero. Pero luego no lo consintió más veces, decía que no estaba lo suficientemente excitado como para eso, porque ese día al parecer vivió una circunstancia que le excitó tanto que necesitaba hacer algo diferente, que le llenase más que otro día.
- Lo hicisteis tarde ese día, ¿verdad?
- Si yo estuve esperando jugando con Rosa hasta que apareció Jerome y apareció muy tarde mas excitado de lo común.
- Fue el día que cayó el rayo en la colina y partió en dos el roble que plantó el viejo Clayton.
- Si. ¿Como lo sabes?
- Ese fue el día que Jerome ejerció de mamporrero conmigo – le explicó excitadísimo ya John.
- Se te ha puesto dura hermano, ¿Por qué yo te la estoy tocando? – le preguntó Peter sin dejar de acariciársela.
- Por eso también, pero me has traído a la memoria, la primera vez que el pony me la metió por el culo con mis diecisiete añitos y eso me la pone dura aunque esté en un velatorio. Jerome estaba tan excitado que se me corrió en la boca dos veces mientras el caballo me la clavaba.
- Pero ¿Cómo?
- Jerome me puso un escabel de madera bajo Rocky y yo me coloqué de rodillas sobre él, dando justo la altura para que la verga del animal me alcanzase el ano. Luego Jerome le dirigió el capullo al caballo hacía el culo previamente engrasado de vaselina y yo al sentirlo empuje hacia atrás. Sentí como me dilataba el ano con mucho placer hasta que Jerome me anunció que el caballo me había follado con media verga dentro de mi cuerpo. Rocky estaba nervioso porque no se hallaba en esa posición pero quería empujar y lo hacía con dificultad. Me daba la impresión que me reventaba pero gozaba y deseaba que me la clavase entera del todo, como si yo fuese la yegua. Ensartado como estaba Jerome me la acercó a la boca y fue tomar contacto con la lengua y se corrió de inmediato. El caballo empezó a relinchar de placer y note como si me pusiesen un enema. El semen del animal me desbordó por el ano resbalando por las piernas. Jerome acercó las manos al ano para comprobar y en ese momento se volvió a correr. Fueron dos orgasmos casi seguidos. En cuanto Rocky se corrió, se le puso muy fláccida y se le salió. Jerome me acarició un par de veces a mí y me corrí yo también sin abandonar la postura de perra a la que acaban de montar. Me quedé exhausto. Cuando Jerome se vestía me dijo “esta noche le voy a dejar a Peter que la clave por detrás”.
- ¿Te dijo entonces lo mío con los dos?
- Esa noche. Cuando Jerome salió del establo, rápidamente me lave del semen de Rocky, me vestí y le seguí. Por la ventana lo vi todo Peter. También vi como le comías el coño a Rosa mientras Jerome te comía la polla a ti, luego fue lo del dúo, él por delante y tu por detrás. ¿No fue así?
- ¡Joder! Entonces, ¿lo sabías todo? – preguntó sorprendido Peter.

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