sábado, 9 de marzo de 2013

ROBERTO XVII



C A I M A N


La limusina salió gastando neumático de la puerta del Metrópolis enfilando a la bahía antigua de Tampa para poderla atravesar y regresar al hotel en St. Petesburg. Si Lucas hubiese mirado por el retrovisor habría visto salir del local a un vaquero con sombrero gastado y pantalones ceñidos, que en cuanto pisó la calle se arrancó el sombrero de la cabeza lo estampó contra la acera y lo pisoteo aunque no habría podido escuchar los gritos de desesperación y angustia que profería mientras destrozaba el sombrero.
- Había un tío en el cuarto oscuro con un sombrerito de paja – dijo Duncan lujurioso perdido – que calzaba un nabo que me ha llegado a los talones.
- Todavía tienes lefa en la comisura, maricona – le soltó medio riendo Richard.
Duncan se relamió con la lengua y recogió, efectivamente una gota de semen que le quedaba.
- Mmmm, si, es suya – entornaba los ojos mientras se deleitaba pensando en el sabor del semen del vaquero.
- ¡Estáis locos! – Gritó Roberto – no habéis escuchado hablar de algo que se llama SIDA, porque lo menos que te puedes pillar en un sitio de esos es una hepatitis o un sifilazo, pero es que el SIDA, es ya el colofón. Tú que sabes a quien se la has mamado, y si tenía ¿aunque fuese condilomas?, como vas a explicarle al medico de tu familia como te has contagiado esas especie de verrugas en la boca, ya te digo, por no hablar del SIDA.
- Bah – contestó quitándole importancia Duncan – en Europa estáis siempre cagados con estas sandeces. Si te toca te toca y si tienes pasta, como es nuestro caso, se soluciona y punto y si no la tienes al hoyo y san se acabó. ¿Y tu crees que a mi familia le iba a interesar que se supiese que su niño se la mama al primer desconocido?, esas cosas en nuestra sociedad se tapan, porque  n o s o t r o s  somos los pilares del sistema, sin nosotros se derrumba. Somos perfectos, ¿no lo sabías? Como mucho mi padre me quitaría una semana el Ferrari, hasta que me mi madre me comprase otro y punto y final. Las madres son comprensivas, aunque claro en menos de un mes me tendría que casar con Dorothy – y haciendo una mueca de rasgarse la garganta con las garras - ¡oh cielos, piedad Dorothy nooooo!, pero bueno la preñaría para tener vástago de muestra y luego que viviese su vida como yo iba a seguir con la mía, aunque eso sí, sin escándalos por favor, ¿no es eso Lucas?
Lucas conducía ya por el viaducto sobre la bahía flanqueado por las luces de yodo que como guirnaldas de feria enmarcaban la carretera sobre el agua.
- Mira Roberto, mi padre antes de follarse a sus guardaespaldas se follaba a sus colaboradoras de campaña hasta que le encontró más punta a una polla – se rió a carcajadas del chiste que acababa de hacer – que profundidad a un coño. Tanto a unas como a otros ni les interesa que el senador Taylor se vea envuelto en un escándalo ni a ellos quedarse sin trabajo muy bien remunerado con esporádicos regalitos, que mi padre es generoso de cojones, de manera que  el silencio es el mejor consejero de inversiones y todos contentos.
- Eso dice mi madre siempre – terció Roberto – el silencio es el mejor aliado, porque esa gilipollez de que el que calla otorga es cosa de estupidos indigentes que no tienen que defender más que su vida; pero la realidad es que el que calla no dice nada y la mejor manera de que se te meta un gusano en la cabeza y te la haga mermelada de mierda es que inicies una conversación con alguien más inteligente que tú, creyendo que tú eres más inteligente que él, por eso lo mejor es mantener la boca cerrada.
- Ahora comprendo porque tu madre es asociada al bufete del Decano de Yale, es tan taimada y tan cabrona como él.
- Oye, oye, que es mi madre – protestó Roberto.
- Y una zorra de cuidado en el mundo de los negocios, y eso no lo puedes negar. He escuchado hablar maravillas de ella a mi padre – le contestó Lucas – y lo de cabrona era para ilustrar que cuando hace presa se lleva cacho siempre. Era un cumplido.
- Ya, pero suena raro en mis oídos. Este invierno voy a ir con tu hermana a Bélgica para que la conozca antes de ir a Cádiz a pasar las navidades con mi padre.
El coche ya enfilaba el puerto de Tampa camino del hotel y los cuatro bostezaban.
- Tengo sueño, tío – dijo Richard – a que hora zarparemos.
- A las ocho nos espera Sebastián para el desayuno en cubierta. La planeadora estará esperándonos a las doce. No llevará al corazón mismo de los Everglades a una casucha que los esclavistas usaban para esconder a los esclavos huidos antes de mandarlos al norte antes de la Guerra de Secesión. Por eso hay muchos caimanes por allí. De siempre han tenido comida fácil y ahora parque nacional pues ya ves.
- Tío, vamos a dormir tres horas nada más – protestó Duncan.
- Pues duermes en la cubierta mientras navegamos, aunque sospecho que no te van a dejar – dijo Lucas mirando hacia atrás mirando como Richard le daba un morreo a su colega.
A Duncan tuvo que tirarle de la cama Lucas Taylor Jr. porque no había manera de despertarle. Parece ser que la noche, después de llegar del Metrópolis la habían tenido agitada Richard y él y no conseguía despertarse.
- Venga loca salida, que la goleta zarpa sin ti – gritaba a voz en cuello Lucas.
- Por favor…, - casi sin voz Duncan pedía tregua
- ¿Por favor, por favor? Vas a decir ahora. ¿No tenías tanto sueño anoche, hasta que hora estuvisteis follando, gilipollas? – Lucas estaba empezando a cabrearse – te lo dije muy claro que a los ocho zarpábamos, que a las doce nos esperaba la planeadora del estatal y que eso ha sido un favor que ha tenido que pedir mi padre en Tallahassee.
Duncan a rastras se metió en la ducha y Lucas detrás de él cerró el grifo del agua caliente dejando a su amigo semidormido sin respiración por la congelación del chorro de agua fría, pero tuvo la virtud de despertarlo del todo.
- ¡Eres un cabrónazo Lucas!, esto no se hace con un amigo – protestó Duncan.
A las ocho horas y cinco minutos el Marion II zarpaba del muelle privado de St. Petersburg con rumbo a los manglares de Florida donde la planeadora del Estado de Florida con un guarda del Parque Nacional de los Everglades les esperaba en la Bahía de Ponce de León donde por el calado el Marión II tendría que fondear y a través de la bahía de Withewater llevarles hasta el corazón del Parque donde podrían ver caimanes a placer.
- ¿Por qué no doblamos mañana por Key West y llegamos a Miami a pasar un día – dijo Richard - ¿Conoces Miami? – le preguntó a Roberto.
- No, no conozco Miami – contestó.
- Cuerpazos tío. Si los de los tíos están de muerte, los de las tías son para morirte y con un barco como el Marión hay rollo fijo. A un trasto de estos no hay quien se resista a no ser que tenga uno de quince metros más. ¿Verdad Lucas? – afirmó más que preguntó Richard.
- Déjate de historias y cuentos. En cuanto veamos los caimanes y nos demos un chapuzón en Ponce de León vuelta a casa. Ya sabes como es mi madre y mañana da una fiesta oficial para presentar al novio de mi hermana. Mira ya estamos frente a Coral Bay donde recogí a Sebastián. En menos de una hora en la planeadora.
- ¿Queeeeeee? – Roberto no podía dar crédito a lo que estaba escuchando – ¿una fiesta de qué?
- Me lo dijo mi madre justo antes de zarpar de casa con la expresa orden de que fuese una sorpresa para ti en cuanto llegásemos de vuelta…, y a mí con las gilipolleces de éste – señalando a Richard – se me ha escapado y ahora ya lo sabes. Vas a ser presentado oficialmente a lo más granado de la sociedad de Florida como el futuro marido de Corina. Tienes hasta anillo de compromiso.
¿Qué tengo qué? yo no he comprado nada a nadie y menos un anillo de compromiso. Lo de tu hermana y mío es un tonteo de adolescentes. Nada más.
¿Para que te tiraste a mi madre? – Le espetó de sopetón en la cara Lucas a Roberto – ahora te quiere de yerno para que te la folles a cualquier hora. Te lo dije, es muy puta y no me hiciste caso, ahora carga con las consecuencias; además no es para tanto, de aquí a que os caséis tú tienes que acabar en Yale y pueden pasar miles de cosas. Tómatelo como un intento de mi madre de follarte a su elección y de paso alégrate vas a ingresar en una de las sociedades más exclusivas de los Estados Unidos, por mucho que se diga de Boston, lo que significa que tienes media vida al menos resuelta.
- Yo, ya tengo una vida resuelta – levantó la voz bajo la toldilla de popa muy enfadado Roberto – tengo un padre que es medico y arquitecto y una madre que es la reina del derecho mercantil en el mundo entero – y ya vociferando como un poseso – yo no necesito que nadie me resuelva nada de nada. Y me voy.
- ¿Adonde? – Preguntó cansino Duncan – mira Coral Bay estará a unas veinte millas, ala venga tírate y empieza a nadar. Ya les iremos diciendo nosotros a los tiburones que sean respetuosos con tu soberano cabreo de exquisito europeo – y a medida que avanzaba la frase iba elevando el tono de voz – que le parece que nuestra sociedad hortera no es lo suficientemente exquisita para un orgulloso español. ¡Joder! Ya está bien. Mañana te presentan a un montón de gente de la que a la mitad te tirarás y la otra mitad querrán acostarse contigo, así que disfruta joder y no nos amargues la excursión. Y tú bocazas – dirigiéndose a Lucas – podías haber sido un pelín más discreto.
- ¡¡Hostias!!- Roberto se sentó de golpe en una tumbona muy irritado – no me gustan los compromisos. Bueno, ¿y el anillo ese?, cuanto me va a costar.
- Naaaada, son cosas de mi madre – contestó pacienzudo Lucas – lo ha encargado ella a Zales en Tampa, que es donde suele comprar los diamantes. Tú se lo vas a regalar a su niña, un bonito solitario montado al aire con cuatro garras de platino y anillo de oro blanco, pero lo paga ella. Compréndelo Roberto, esto es un juego para mama. Ahora le ha dado por ti y mañana será por otro. ¡Ah¡ y ya puestos prepárate, porque Corina te regalará a ti un Vacheron Constantin edición limitada con correa de serpiente; es la costumbre de mama, se los traen a docenas de Suiza. Siempre tiene a mano para algún regalo.
- Me cago en dios, joder – grito desaforado Roberto
- Por favor – le reconvino Lucas – aquí la gente podrá ser muy puta y muy degenerada pero en cuestiones de religión te ruego que dejes a dios en su cielo o en el corazón de cada uno y te guardes tus exabruptos para ti nada más. Y te lo estoy diciendo muy en serio, esos temas son muy sensibles en esta parte del mundo.
- Perdona – respondió apesadumbrado Roberto – no volverá a suceder.
- Eso espero - contestó Lucas – por el bien de todos.
La singladura continuó con todo el mundo cayado hasta que el timonel anunció que se divisaba ya la bahía de Ponce de León y con los prismáticos la planeadora que les esperaba.
- Fondea aquí y arría el bote para ir hasta la costa – ordenó Lucas.
- Si, señor – contestó muy mal encarado el timonel.
- Espera Lucas – le anunció Duncan con los prismáticos en la mano – la planeadora nos ha visto y viene a recogernos.
- No arríes el bote.
Con otro si señor peor encarado aún el timonel abortó la maniobra.
La planeadora haciendo encajes de agua en forma de cortinas enormes y parabólicas al hacer los recortes necesarios para maniobrar saliendo de la bahía de Whitewater a la de Ponce de León se acercó a una velocidad considerable a la goleta y justo cuando parecía que iba a estamparse contra la popa, el pilotó frenó en seco, dando reversa a la enorme hélice que le impulsaba y la proa de la planeadora se encabritó quedando perfectamente amurada al muelle de popa de la Marion II.
- Señores. ¿Usted es el hijo del senador Taylor, si no me equivoco? – Dijo dirigiéndose a Lucas, y sin dejar responderle continuó – vamos directamente a la estación del Parque Nacional. Desde allí a pie podremos ver caimanes. Luego si tenemos tiempo y el tiempo acompaña merece la pena pasarse por el Lago del Oso al sur, tiene unas vistas magnificas.
La lancha era muy grande y bien acondicionada con asientos con su correspondiente cinturón para todos los pasajeros. El funcionario Denver, “Soy de Colorado” iba en una posición alta desde la que dominaba bien la conducción y hasta que no se cercioró de que todos estaban bien asegurados no se encaramó a su puesto de mando. Duncan como siempre rebelde, se negaba a ir amarrado y prefería ir suelto, pero Denver se negó a arrancar hasta que todos estuviesen bien sujetos.
- En un viraje de noventa grados a más de sesenta millas si no van amarrados saldrían despedidos.
Finalmente Duncan se avino a razones y consintió en colocarse su arnés que le fijaba solidamente a la embarcación.
- ¿Y ese cañón que lleva detrás del asiento? – Preguntó descarado Duncan a Denver antes de que éste arrancase el motor que impulsaba la hélice que hacía desplazarse la planeadora por los pantanos con tanta soltura.
- Hijo, recuerda que aquí lo que habéis venido a ver son caimanes, porque hay caimanes, no son de dibujos animados y cuando hacen presa, bueno, despídete porque es raro el que se salva. A veces no queda más remedio que disparar y tiene que ser a matar, no se asustan tan fácilmente.
- ¿Me vas a dejar disparar a alguno?
- Cállate ya Duncan – le ordenó entre aburrido y cabreado Lucas – ¿quien te han creído que eres, Cocodrilo Dundee?
Denver arrancó con contundencia y los visitantes se vieron aplastados contra el respaldo del asiento debido al tremendo empuje que ejercía la hélice. El guarda del  parque dio un giro cerrado lo que hizo saltar una caracola de agua que terminó por caerles a todos encima y enfiló a Whitewater para atravesarla y llegar a la caseta de la estación de vigilancia, antiguo refugio de los negros escapados de la esclavitud que se aventuraban en el manglar a pesar del peligro que representaba. Los abolicionistas la habían creado en un lugar del manglar intrincado donde fuese difícil encontrarlos, pero al que se llegaba con la planeadora con relativa facilidad.
Estaban saliendo de la bahía Whitewater  cuando Duncan en una de sus típicas gracias de niño rico sureño se deshizo del arnés y se puso en pie para hacerse el aventurero que no le tiene miedo a nada. Denver no se dio cuenta de la maniobra y tomó un giro brusco que hizo caer a Duncan al agua.
Rápidamente el guarda frenó y giro en redondo para recoger al inconsciente que se había atrevido a desafiar a la gravedad y llegó a su lado al instante, momento en el que Duncan en lugar de agarrar el bichero que Denver le ofrecía para subir a la plataforma se impulsó con sus pies contra la barca para nadar en dirección contraria. No se percató de que desde el manglar cercano un ejemplar de unos cuatro metros se zambullía dispuesto a desayunar. El tiempo que Denver sacó el rifle de su funda y lo amartilló fue el que el caimán mordió la pierna de Duncan y lo arrastró al fondo. No le dio tiempo ni a gritar. La profundidad en esa zona no era mas de metro y medio y Denver avezado ya en mil batallas con los reptiles por lo que casi a ciegas disparó dos veces y al poco emergió la cabeza de Duncan descompuesta y rápidamente el agua que le rodeaba se tiño de un temible color sangre.
Denver saltó al agua, al tiempo que le tiraba el rifle a Lucas para que disparase en caso necesario. Con gran destreza recogió al muchacho ya casi desmayado por la perdida de sangre y lo elevó hasta la planeadora. Ya en ella, Roberto se hizo cargo de que se estaba desangrando por la femoral como si un miura le hubiera empitonado, se quitó la correa e hizo un torniquete lo más apretado que pudo para cortar la hemorragia. Denver saltó otra vez a la barca y puso rumbo a la estación del parque de la que se encontraban muy cerca. No habían hecho más que llegar cuando un Chinook sobrevoló la zona e inmediatamente aterrizó.
- Lo hemos visto todo, les estaba siguiendo un satélite, desde que salieron en la goleta. Tratándose de quien eran, el senador no quería que se corriesen riesgos. Venimos de Fort Lauderdale, vamos a llevar al herido al Jackson Memorial, aunque – dijo un militar con las insignias de medico que atendió a Duncan – por lo que veo la pierna está ya perdida. Habrá que agradecer a los cielos que salve la vida y al que ha disparado con tanta certeza.
Con movimientos rápidos y medidos Duncan fue introducido en una camilla y luego en el helicóptero que sin más dilación se elevó tomando dirección noreste hacia Miami dade.
- ¡Joder! Está loco – estalló Lucas – se lo veníamos diciendo hacía tiempo, a ver de que le van a servir los pozos de petróleo a tu tío y a tu padre cuando te ocurra una desgracia.
- ¿Tiene petróleo como tú Clayton? – preguntó Roberto algo descolocado
- Es el mismo petróleo. El padre de John es hermano del padre de Duncan. Ocurre como en todas las familias, por el sucio dinero no se hablan, pero por un codicilo que dejó el viejo en su testamento, conociendo a sus hijos, si se llegasen a separar y dividir la compañía Clayton, automáticamente todo pasaría a manos de la administración federal. Ahora precisamente hay un pleito por eso mismo; el tío de John, Oseas, como el viejo, el padre de Duncan, ha interpuesto una demanda impugnando el codicilo. Un  bufete muy famoso Belga lleva el caso, y la primera vista será en Austin en unos meses.
A Roberto se le encogió el corazón.
- Ese bufete – dijo con evidente temor de lo que iba a tener que decir -. No sabrás como se llama.
- No sé, Duncan me lo dijo, algo como Navidad…, aunque eso no es nombre de bufete ni nada…
- Noel y asociados – afirmó muy seguro Roberto.
- Eso – se mostró entusiasmado Lucas de que Roberto hubiese acertado – pero – puso cara de enorme extrañeza – ¿tú como lo sabes?
- Mi madre es el Asociados – dijo compungido Roberto – me dijo que en primavera verano del año que viene tendría que venir a Austin para un juicio importante. Ahora ya se todo lo importante que tiene que ser el juicio.

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