- Todo. Cada vez que te perdías
iba yo a casa de Jerome y atisbaba por la ventana y ahí estaba mi hermanito con
Rosa esperando a Jerome que llegase. Porque llegó un momento que solo follabais
los tres. Si no estaba Jerome, Rosa no consentía. ¡Me hacía cada paja viéndoos
follar!, como la que me estas haciendo tú ahora mismo casi sin darte cuenta.
Peter soltó el pene de su hermano
y se levantó de un salto. John se echó a reír festivo al ver la reacción de su
hermano.
- Que tonto eres. Estabas tan
feliz masajeándome, dándome placer y solo cuando has sido consciente tus
arquetipos sociales te han hecho soltar. Se más libre hombre. Si no te gusta,
no te gusta, lo comprendo, pero es que te gusta y te lo niegas, si no, no lo
habrías hecho de ninguna manera, es más te habrías negado a la conversación.
Porque vamos a ver, ¿Qué clase de morbo ha hecho que me sigas hasta Tampa a ver
que hacía yo?, porque no preguntaste, bobo. A Tampa voy porque hay un chaval
que me trae por el camino de la amargura y para en el Metrópolis. He estado con
él solo una vez, lo hicimos en el coche y adopté el rol dominante. ¡Gocé tanto!
Y el gozó también lo se. Creía que iba a estar allí anoche y de hecho estuvo,
pero me despisté y se marchó sin poder llegar a verle.
- ¿Estás enamorado de un tío,
John? – preguntó incrédulo Peter.
- Si. Imagino que guardarás el
secreto. Ahora no hay secretos entre nosotros.
- ¿Y que vas a hacer? – Inquirió
intrigado Peter – no puedes decírselo a papa, no se, se mataría o te mataría o
las dos cosas, sería horrible. Porque el se folla a Rosa cada vez que quiere
pero sin Jerome que se limita a espiarlos y gozar con el espectáculo, pero eso
en sus parámetros es normal, folla con una tía y encima él es el boss, se cree
con derecho. Mama estoy seguro que lo sabe y de alguna manera le enorgullece
que su marido sea un caballero del Sur que usa y disfruta de sus bienes. Papa
podría haber vivido en el siglo XVIII y no habría desentonado.
- Y que quieres – le dijo
resignado John – soy un Clayton por encima de mi mismo. Me casaré cuando haga falta,
tendré herederos y simularé que no me entero que mi mujer tiene amantes como
los tendré yo, porque en cuanto de un heredero a la casta dejaré de visitar su
lecho.
- Pero, pero…, eso es horrible,
te volverás loco – contestó escandalizado su hermano.
- Es mi obligación por encima de
mis deseos. Pero no te creas que vaya a renunciar a mi naturaleza por mi
obligación. Yo voy a ser esclavo de ella, de acuerdo, pero voy a cobrarme en
libertad para hacer lo que mi instinto me pida y cuando y con quien me lo pida.
Y si Lucas es capaz de esperarme a que cumpla con mi destino acabaré viviendo
con él.
- Eso que dices hermano…, no se,
mejor sería que renunciases.
- ¿A qué, a la primogenitura?, lo
siento por ti pero no, asume que somos Clayton y debemos dejar una descendencia
que aumente el patrimonio hasta el punto de que un día un Clayton se pueda
sentar en el despacho oval. Me corresponde a mi ese honor y si he de llorar
lagrimas de sangre lo haré pero cumpliré con mis deberes para con la familia.
- Y mientras tanto seguirás
volando de vez en cuando a Florida, ¿no?
- O a Massachussets si es periodo
lectivo – contestó seguro y firme John – podré ser maricón, pero no me va a
temblar la mano, me podrá sodomizar un caballo, pero nadie me ha joder si yo
puedo evitarlo.
Peter permaneció en silencio para
finalmente levantarse y comenzar a vestirse.
- Va siendo hora de que
regresemos a casa, ¿no te parece John?, ya hemos aclarado los cuatro conceptos
que a mi me resultaban turbios anoche cuando te vi en el Metrópolis y veo que
el clan Clayton está en tus manos a salvo, de lo que me congratulo.
- Lo que no quiere decir – aclaró
John mientras se vestía también él – que no cuente contigo para engrandecer
nuestro nombre cuando papa falte y más ahora que estamos unidos por lazos de
sexo – rió esta ultima aseveración al tiempo que le echaba mano con la rapidez
de una cobra a los huevos de Peter.
- Ha de pasar mucho tiempo –
levantó el dedo índice de la mano derecha Peter como signo de admonición –
antes de que lo que aquí ha ocurrido se repita.
- Venga, Peter, no te pongas así,
tú no eres de esa manera, tan seriote. Tampoco es mi idea estar follando contigo
todos los días aunque si algún día…, en fin ya sabes, si necesito un mamporrero
a lo mejor tú me hacías el favor…
- Ni en sueños hermanito. Te las
apañas tú con tu caballo que tanto te quiere – Peter trasmitía sin poder
evitarlo una irritación contenida.
Terminaron de vestirse y
recogieron la manta. De repente Peter se quedó pensativo y se volvió hacía John
que ya iniciaba la marcha fuera de la cueva.
- Una última pregunta John.
- Dispara – contestó festivo el
hermano.
- Las argollas en la pared, ¿para
qué?
- Nunca te has preguntado porqué
en algunas ocasiones falto de casa un par de días y cuando vuelvo estoy casi
otros dos días durmiendo. Pues todo ese tiempo me lo paso atado a este castigo.
Jerome en esos dos días viene con amigos y amigas, que lo sepas, me dejan atado
esos días, me azotan, me dan a beber su orina, porque no me dejan agua y estoy
sediento y me utilizan de lo que les da la gana, me excitan al punto del
orgasmo y me dejan ansioso sin opción a tocarme. Sin comida, sin agua y sin
dormir porque me torturan como quieren y a la hora que quieren, lo que a mi me
proporciona el placer más exquisito – se le quedó mirando a la bragueta a su
hermano – y no te culpes ahora de haberte empalmado después de imaginar como
será. No somos muy distintos, tú también disfrutarías. Hace no mucho se refugió
una mañana de verano una pareja que se había perdido, o eso decían ellos.
Jugaron conmigo como le pareció bien y luego quisieron liberarme, pero me negué
rotundamente – volvió a mirar la bragueta de Peter – el bulto del chico
reclamaba mas atención y la chica se moría por mi pene y les di alguna idea, la
emparedamos por delante y por detrás y terminaron muy satisfechos como acabaría
tu bulto ahora que esta pidiendo a voces que le hagan caso, ¿no Peter?
- ¡Ni muerto! La primera y la
última – la boca de Peter gritaba irritada una cosa mientras su cuerpo no podía
disimular lo que en realidad estaba necesitando.
- No volvamos a empezar – le rogó
aburrido John - Vámonos a casa y tema cerrado, pero que conste que encontraste
el camino, bueno yo te ayudé algo a encontrarlo, del jardín vedado del placer y
antes o después volverás a recorrerlo.
Peter por toda respuesta se
encaminó muy resuelto al Jeep seguido de John con la sonrisa de suficiencia
dibujada en sus labios.
FRONTERA TAILANDIA –
CAMBOYA
A las seis de la mañana el timbre
del teléfono de la suite insistió hasta que Alejandro descolgó.
- Señor – le dijeron en un
perfecto ingles exento de acento alguno – es la hora que usted ordenó.
- Gracias – contestó educadamente
Alejandro medio dormido y colgó, luego se medio incorporó en la cama y levantó
la voz – Quique vamos, en medía hora nos esperan en el vestíbulo. Date un
duchazo, ya echaras una cabezadita, si puedes, en el helicóptero.
Quique se presentó en el baño de
la habitación de Alejandro desnudo y con el pene tieso.
- Tengo ganas – rogó como un crío
ruega por una piruleta.
- ¡Siempre estas salido, joder,
Quique! Ahora no. Vístete, joder que me gustaría tomar un café antes de salir.
¿Te has duchado?
- Si, me he duchado y no he
podido evitar correrme pensando en lo de anoche, pero necesito algo más, ¡por
favor! Un minuto nada más, déjame que te la lama un poquito solo.
- ¡Largarte a tu habitación a vestirte,
coño Quique! – continuó ya un poco molesto de la broma Alejandro – que pareces
un niño de cinco años. ¡Es que eres incorregible! Jesús que potencia.
Tal como se alejaba el pelirrojo
hacia su habitación sin parar de acariciarse su sexo Alejandro no pudo por
menos que sonreír al verle de espaldas con esos glúteos perfectos, la cintura
estrecha y los dos pedazos de dorsales anchos que conformaban un trapecio
perfecto. Llevaba la cabeza hundida entre los hombros por no haberse podido
salir con la suya y se enterneció.
- ¡Quique! Ven, anda y que les
den por culo a los del helicóptero. Te dejo que juegues un poco con mi
herramienta.
Quique se volvió con la cara
iluminada, radiante con una sonrisa de inocencia total, dio un salto tremendo y
se lanzó contra Alejandro que le recibió ya con su pene enhiesto. Cuando llegó
a su altura ya había flexionado las rodillas de forma que el pene conectó con
la boca del muchacho como lo haría un modulo con su estación espacial. Cuando
Alejandro estaba a punto de terminar el goce volvió a sonar pero esta vez era
la puerta de la habitación. Alejandro se puso una toalla para cubrirse y Quique
se metió en la ducha. Alejandro no se percató de que su goce era evidente como
prominencia tras la toalla y abrió la puerta. Al otro lado un capitán del
ejército tailandés le urgía con toda la educación.
- Soy el capitán Keo, señor –
miró de arriba abajo a Alejandro y se percató de lo que se estaba cociendo en
la habitación – lamento molestarles en un momento tan intimo pero el tiempo se
echa encima…
- Dénos cinco minutos – y volvió
la cabeza y grito el nombre del pelirrojo, el capitán sonrió malévolamente – ¡Quique
acaba ya de una vez de acicalarte!
Cuando cerró la puerta se dejó
caer contra ella apuradísimo porque el empalme no había cedido y al contrario
el capitán tenía virtudes y atributos a los ojos de Alejandro para haber halado
de él hacia la habitación y habérselo hecho entre los tres.
Ya en el hall donde les esperaba
la escolta el capitán Keo saludó cortésmente a Quique y una vez más a
Alejandro, pero ya no dejo de tener ojos más que para Quique.
- Espero que estén disfrutando de
la legendaria hospitalidad thai. A su amigo supongo que le agobiaran por la
calle, no es frecuente ver alguien con el ocaso en la cabeza, tan bello y exótico.
- Vaya – dijo algo molesto
Alejandro – se suponía que lo exótico es lo que ustedes ofrecían a los
turistas.
- En el caso de su amigo, se
concilian lo que para nosotros es exótico con una belleza para un occidental
fuera de lo común.
Quique y Alejandro se miraron a
los ojos sorprendidos y ninguno de los dos quiso decir nada.
En el helicóptero el capitán se
sentó expresamente entre Quique y Alejandro en la cabina de carga del Chinook
junto al resto de patrulla que les acompañaría hasta el lugar de la toma de
muestras. Durante el viaje el capitán Keo no cejó en su empeño de rozar con
fuerza su pierna contra la de Quique. Cuando éste cedió a las insinuaciones y
correspondió al roce sintió como una mano le pasaba por la espalda y le entraba
por el pantalón hasta alcanzar las nalgas. Era una mano caliente y fuerte que
le acariciaba recio y le excitó como hacía tiempo, desde el colegio, que no le
sucedía. Los dedos del capitán Keo exploraban entre los glúteos y Quique
entregado a todo lo que pudiese tener visos de extravagante y prohibido se
apoyó sobre sus piernas y se elevó a pulso un poco para que los dedos de Keo
pudieran alcanzarle el ano. Cuando el dedo corazón del capitán se hundió en el
cuerpo de Quique éste lanzó un gemido que el ruido de los rotores amortiguó
hasta hacerlo inaudible. Quique estaba gozando de la travesura del helicóptero
y de forma interesada se echó hacia delante para dar mas espacio a la mano de
Keo que por fin pudo entrar con tres dedos y cuando Quique se sintió lleno de
ese volumen se dejó caer para que penetrasen lo más profundamente posible. El
capitán tenía los ojos cerrados gozando del momento e imaginando lo que
ocurriría cuando llegasen al puesto avanzado y pudiese quedarse aunque quizá no
a solas en su despacho con el muchacho.
- Le ocurre a usted algo –
Alejandro golpeaba con sus dedos el hombro del capitán – está mareado, ¿no
creo?
- Ah, no, no, es que…, no, estaba
meditando – y mientras salía de su nube retiraba con cuidado la mano del cuerpo
de Quique. Luego con disimulo se olió los dedos y finalmente se los chupó con
deleite mientras Quique temblaba de lujuria viendo lo que el prometedor capitán
hacia.
A Quique su ano le destilaba
secreciones resbalosas que le dejaban una sensación lubrica con deseo de
dilatación inmediata. Se rebullía en el exiguo transportin del helicóptero para
hacer resbalar entre si los carrillos de sus nalgas y aumentar la sensación
voluptuosa sin dejar de rozar, en señal de deseo y aceptación, la pierna de Keo
que correspondía con igual intensidad.
Al cabo de la hora y tres cuartos
el capitán avisó que llegaban al puesto avanzado desde el que Alejandro podría
ir a los puntos establecidos por la
OMS en el mapa para la recogida de muestras.
Al descender del trasporte
Alejandro ni ninguno de sus hombres fue ajeno a la forma en la que Keo
galanteaba con Quique. Las miradas y sonrisitas que se dedicaban los miembros
de la patrulla no dejaban lugar a dudas de lo que estaba por llegar.
- Estás salida como una perra,
Quique – se le acercó con disimulo Alejandro mientras Keo daba instrucciones a
la patrulla que habría de acompañarle adentrándose en territorio camboyano,
pero que aunque había sentencia de La
Haya por medio a favor de Camboya, seguía en litigio por los
dos países si los miles de hectáreas que rodeaban al templo eran de uno u otro
país.
- Calla tío – contestó con
descaro Quique – va a ser planetario, me voy a tirar a toda la guarnición, mientras
tu salvas el mundo, estos orientales me ponen a mil.
- Doctor – se acercaba Keo
dejando la patrulla formada en la explanada del puesto avanzado a escasos
cientos de metros de la frontera – ahí está la patrulla que le va a acompañar.
Está a cargo de un sargento de esta guarnición que conoce la zona. Me habría
gustado acompañarles, pero yo no soy conocedor…
- No siga, capitán; es tan
evidente la razón por la que no me va
acompañar que sería una ofensa a mi inteligencia que intentase usted
extenderse en más disculpas. Déjeme algo del niño para esta noche.
- Como dicen ustedes en España,
se lo voy a dejar en suerte – y le sonreía con una cara angelical. Luego se
dirigió a Quique y le indicó cual era su cabaña cuando estaba en el campamento
– ahora iré yo, vete poniéndote cómodo, aquí el ambiente es realmente
bochornoso y es preciso aligerarse de ropa.
- ¡Quique! – levantó la voz
Alejandro con sorna mientras el muchacho se alejaba – deja el pabellón bien
alto, que no se diga después que somos…, bah, haz lo que te salga del mismísimo
– y en voz casi inaudible continuó – espero que no se te haya olvidado la
vaselina, porque te van a dar de todos
los colores.
Quique alcanzó la cabaña y entró
como si el fuese el único habitante del campamento a tomar posesión del terreno
recién conquistado y no se cayó de espaldas porque estaba sujeto al marco de la
puerta.
El jefe del pelotón que
conduciría a Alejandro hasta los restos arqueológicos de canales para recoger
diferentes muestras de agua le avisó de que era preciso mantener un perfil bajo
de ruido, porque la zona que iban a pisar ya pertenecía legalmente a Camboya.
En realidad, toda la zona geográfica que abarcaba buena parte de Tailandia,
Laos, Vietnam, Birmania y la propia Camboya en la región montañosa de Dângrêk
había sido desde el siglo nueve el imperio Khmer que creó el conglomerado de
Angkor con el sistema de irrigación mas complejo construido jamás. Una
civilización que supo aprovechar el agua del Meckong para dar cobijo a una
población ciudadana de más de un millón de habitantes y eso en una época en la
que en Europa los hombres mal vivían en cabañas de adobe y paja. De la multitud
de pradesh que quedaron como testigos del antiguo esplendor, Preah Vihear era
el mejor conservado y objeto de disputa con Tailandia que lo reclamaba para si.
Para socavar la solvencia internacional ahora Tailandia acusaba a Camboya de
contaminar las aguas en su territorio que luego irrigaban el suyo.
Estuvieron caminando por la selva
montañosa unas tres horas al cabo de las cuales empezaron a identificar los
restos de antiguas conducciones de agua muy invadidas por la espesura y de
donde Alejandro comenzó a tomar muestras, etiquetarlas y entibarlas en el
contenedor que al efecto llevaba. Cuando Alejandro consideró que había cubierto
suficiente territorio y había conseguido tomar las muestras necesarias le
indicó al jefe del pelotón, que podían regresar. Era mediodía.
Quique abrió la puerta de la
cabaña y lo que vio le heló la sangre en las venas. Siete individuos con
aspecto de haber sido extraídos de una novela de Emilio Salgari como piratas
malayos desconocedores de la piedad y armados hasta los dientes le invitaron a
entrar. Lo que él pensaba que iba a ser una jornada de orgía y desenfreno se
acababa de convertir en una pesadilla difícil de digerir como real. No entendía
nada. Estaba en un campamento avanzado del ejercito tailandés, en la cabaña del
capitán que les servía, se suponía, que de protección y de creer que se iba a
ver sometido por una legión de bizarros soldados a vejaciones sin cuento para
gozar de sus cuerpos se veía sometido ahora al terror de una legión de bandidos
que no sabía si iban a apreciar sus encantos en materia de relaciones
personales, aunque suponía que lo que querían esencialmente eran dólares o en
su defecto euros. Pero ahí no habían terminado sus sorpresas, porque cuando se
estaba recuperando de la impresión y sufriendo al esperar que el capitán Keo
entrase en la cabaña y se encontrase la papeleta sin saber si iba a liarse a
tiros con lo que de peligro para su integridad representaba, de pronto se abre
la puerta, entra el capitán y se le cuadran los bandidos. Empiezan a hablar en
lengua khmer entre ellos señalándole a él y a reírse muy entusiasmados.
- ¿Te habrá sorprendido? – Se
dirigió al cabo del rato a él el capitán – pero la vida es esta, los sueldos no
son muy altos y uno siempre espera una oportunidad de este calibre, un alto
funcionario de la ONU
para resolverse el futuro. Y ahora mientras esperamos a tu querido novio he
quedado con estos señores que nos la vas a mamar a todos como parte del rescate
de tu vida.
Con incredulidad vio como los
siete bandidos empezaban a desembarazarse de sus pareos y a quedarse desnudos
de medio cuerpo con sus penes fláccidos y pequeños, pero todos bien
circuncidados.
- Empieza maricón – le empujó el
capitán con una buena patada en el culo – quizá después yo te folle ese culo de
cerdo que tienes y al que tanto le gusta que le metan los dedos.
Quique sin poder remediarlo
comenzó a llorar agachándose delante del primer bandido y esperando a que el
trozo de carne blanda se endureciese en su boca. Lo hizo al poco y sintió como
el extremo golpeaba su garganta provocándole nauseas. El capitán entonces
sostuvo la cabeza del chico hasta que le hizo vomitar saliéndole el vomito por
la nariz y atragantándole en su propio arrojo. Le soltó entonces la cabeza y le
dejo que tomase resuello.
- Bueno, he dicho que te vas a
ganar la vida, no te la voy yo a quitar ahogándote en tu inmundicia – le dijo
cínico el capitán – acábale la faena al hombre este.
Continuó con la felación, la más
amarga de su corta vida hasta que el felón eyaculó y entonces Quique se zafó de
la mano de Keo y parte del semen se le derramó en la camisa. Keo volvió a
sujetarle la cabeza con más firmeza mientras
le animaba a que se tragase el semen.
- Y que no tenga que volver a
repetirlo, maricon, te vas a tragar la leche de todos nosotros, hasta que venga
tu novio.
El hecho de estar haciendo lo que
estaba haciendo suponía una humillación que no le reportaba ningún placer.
Felar con ingestión de lo eyaculado lo había hecho desde los nueve años
infinidad de veces, pero era de esta forma, obligado, sometido no para
proporcionar placer sino por odio, para proporcionar dolor que genere angustia
era lo más humillante e inhumano. Sin saber como se le vino a la cabeza la vida
de Macko y el sufrimiento al que se vio sometido con la diferencia de que él ya
era adulto y sabía más o menos en lo que podía embarcarse y Macko niño estaba
perdido y desorientado en un mundo de adultos que le utilizaban como ahora lo
estaban haciendo con él. Sin querer comenzó a vomitar una vez más pero en esta
ocasión debido a que el se reconocía la pulsión pederasta y le provocaba tan
profundo asco que deseaba morir en justo castigo, de manera que cuando iba por
la tercera felación, se puso en pie y se encaró con Keo.
- Mátame aquí mismo y ya, porque
en absoluto voy a consentir que se me trate como a un despojo, pero mira bien
la decisión que tomas. No sabes con quien tratas, ni quien se encuentra detrás
de mí ni el poder que tiene. Acaba conmigo y no dudes que una legión de
desalmados acabarán no contigo y estos desgraciados, sino con todo rastro de tu
progenie y te puedo asegurar que no se va a respetar la edad del que se torture
antes de despellejarlo vivo. Por si te crees que voy de farol – Quique mismo se
sorprendía de su aplomo que no sabía de donde le salía – solo te diré que mi
segundo apellido es Monti y que mi madre es de Regio Calabria. Saca tú tus
propias conclusiones.
El capitán Keo se volvió
visiblemente irritado dirigiéndose en khmer a los bandidos haciendo gestos
violentos de que abandonasen la cabaña. Esperó a que estuviesen solos.
- Voy a hacer una llamada por
radio y a comprobar lo que me has dicho. Tiembla si me has engañado, tiembla.
Keo salió y atrancó la puerta.
Dentro Quique comenzó a medir a grandes zancadas el espacio interior, nervioso.
No había mentido, era un Monti y su madre de Regio aunque los lazos mafiosos
que él había pretendido tener fuesen invención, pero eso iba a ser mas difícil
de confirmar aunque nunca se sabía hasta donde podía llegar el delincuente con
estrellas de oficial que acababa de salir.
Al cabo de media hora Keo regresó
muy suave.
- Lo siento, de verdad, no quería
yo…, y que conste que las caricias del helicóptero fueron sinceras…
- No quiero más explicaciones, me
das mas asco que la polla muerta del cerdo que me has hecho mamar – levantó la
voz Quique – hemos terminado – y queriendo suavizar el momento hizo una
confesión medida – aunque he de reconocer que me hiciste gozar mientras
volábamos, ahora sería ya imposible que me tocases un pelo sin que volviese a
vomitar.
Dejo un espacio en silencio
esperando alguna reacción de Keo y eufórico por dentro continuó.
- Ahora, si no te importa, esperaré a Alejandro fuera de esta asquerosa
cabaña.
Pasó por delante del capitán muy
digno sin mirarle siquiera y se dirigió hasta el helicóptero que le llevó. Se
sentó recostándose en uno de los patines y en ese momento se le acercó el
piloto que le había trasportado.
- No se que le habrá dicho a Keo
– le dijo en un perfecto inglés – pero cuando ha hablado con el cuartel general
ha vuelto con la cara descompuesta. Le está bien empleado y me alegro, es un
cerdo. ¿Qué le ha hecho? El numerito de los bandidos y las felaciones, ¿no?
- ¿Cómo?
- Es un depravado, no solo es gay
sino que es un cerdo que le gusta ver desintegrarse a sus victimas y que le
pidan piedad. Solo goza si sabe que el otro lo está pasando mal, no tolera que
el otro goce ni con el dolor. Como dice él, “el dolor debe joder, no hacer gozar”.
A mi me da igual si el médico y usted son pareja o no, es lo que comenta todo
el mundo aquí, pero lo que hace Keo es impresentable y usted ha sido el único
que le ha plantado cara, enhorabuena.
Quique se le quedó mirando y
entonces pudo verlo. Hasta ese momento no había sido más que una pieza más del
helicóptero, pero ahora se daba cuenta de que no tendría más de veintitrés o
veinticuatro años, un tailandés bellísimo, de cuerpo, aun a pesar de
encontrarse disimulado por el traje de vuelo, escultural, con unos rasgos de
cara orientales y risueños que le hacían adoptar un aire infantil que despertaba
en quien tuviese sensibilidad pervertida para percibirlo los instintos mas
rastreros de pederastia,
- Cuando volvamos a Bangkok esta
tarde, ¿tienes plan?, podíamos pasar un rato agradable.
- Lo siento – contestó con
amabilidad el militar – pero soy absolutamente heterosexual, no me llama la
atención sexual un hombre en absoluto.
- Bueno – intentó ser convincente
Quique y a la vez quitándole importancia a un encuentro eventual entre dos
camaradas - pero explorar es estimulante, nuevas opciones, nuevos horizontes,
no se, algo de inquietud.
- Señor, mi horizonte y mi opción
ya está elegido, la mujer con la que celebro mi unión dentro de un mes y mi
única inquietud es hacerla feliz y engendrar muchos hijos con ella, no se lo
tome usted a mal – quiso ser cortes pero no por eso menos firme en su negativa.
Quique se levantó de la posición
en la que estaba y le tendió la mano al piloto que se la extendió a él dándose
un apretón de manos leal y sincero.
- Me siento honrado de haberle
conocido – reconoció Quique – es usted un hombre integro y honesto como ya no
quedan. Ha sido un placer.
En ese instante hacían su entrada
en el campamento los expedicionarios con Alejandro y su contenedor de muestras.
- Podemos irnos ya – se dirigió
Alejandro a Keo, luego se acercó al helicóptero donde dejó el contenedor y en
voz baja le habló a Quique – te lo habrás pasado de lujo, ¿no, sinvergüenza?
- Ya te contaré cuando estemos en
el hotel. Ha sido toda una orgía de alto voltaje. Mira sino como tengo la
camisa de semen – enseñándole las manchas ya secas del semen del primer felado.
- Como me habría gustado estar
aquí – le respondió envidioso Alejandro.
- Créeme, no te habría gustado
nada – contestó Quique mientras abordaba de un salto el helicóptero.
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