martes, 5 de marzo de 2013

ROBERTO XV



- Todo. Cada vez que te perdías iba yo a casa de Jerome y atisbaba por la ventana y ahí estaba mi hermanito con Rosa esperando a Jerome que llegase. Porque llegó un momento que solo follabais los tres. Si no estaba Jerome, Rosa no consentía. ¡Me hacía cada paja viéndoos follar!, como la que me estas haciendo tú ahora mismo casi sin darte cuenta.
Peter soltó el pene de su hermano y se levantó de un salto. John se echó a reír festivo al ver la reacción de su hermano.
- Que tonto eres. Estabas tan feliz masajeándome, dándome placer y solo cuando has sido consciente tus arquetipos sociales te han hecho soltar. Se más libre hombre. Si no te gusta, no te gusta, lo comprendo, pero es que te gusta y te lo niegas, si no, no lo habrías hecho de ninguna manera, es más te habrías negado a la conversación. Porque vamos a ver, ¿Qué clase de morbo ha hecho que me sigas hasta Tampa a ver que hacía yo?, porque no preguntaste, bobo. A Tampa voy porque hay un chaval que me trae por el camino de la amargura y para en el Metrópolis. He estado con él solo una vez, lo hicimos en el coche y adopté el rol dominante. ¡Gocé tanto! Y el gozó también lo se. Creía que iba a estar allí anoche y de hecho estuvo, pero me despisté y se marchó sin poder llegar a verle.
- ¿Estás enamorado de un tío, John? – preguntó incrédulo Peter.
- Si. Imagino que guardarás el secreto. Ahora no hay secretos entre nosotros.
- ¿Y que vas a hacer? – Inquirió intrigado Peter – no puedes decírselo a papa, no se, se mataría o te mataría o las dos cosas, sería horrible. Porque el se folla a Rosa cada vez que quiere pero sin Jerome que se limita a espiarlos y gozar con el espectáculo, pero eso en sus parámetros es normal, folla con una tía y encima él es el boss, se cree con derecho. Mama estoy seguro que lo sabe y de alguna manera le enorgullece que su marido sea un caballero del Sur que usa y disfruta de sus bienes. Papa podría haber vivido en el siglo XVIII y no habría desentonado.
- Y que quieres – le dijo resignado John – soy un Clayton por encima de mi mismo. Me casaré cuando haga falta, tendré herederos y simularé que no me entero que mi mujer tiene amantes como los tendré yo, porque en cuanto de un heredero a la casta dejaré de visitar su lecho.
- Pero, pero…, eso es horrible, te volverás loco – contestó escandalizado su hermano.
- Es mi obligación por encima de mis deseos. Pero no te creas que vaya a renunciar a mi naturaleza por mi obligación. Yo voy a ser esclavo de ella, de acuerdo, pero voy a cobrarme en libertad para hacer lo que mi instinto me pida y cuando y con quien me lo pida. Y si Lucas es capaz de esperarme a que cumpla con mi destino acabaré viviendo con él.
- Eso que dices hermano…, no se, mejor sería que renunciases.
- ¿A qué, a la primogenitura?, lo siento por ti pero no, asume que somos Clayton y debemos dejar una descendencia que aumente el patrimonio hasta el punto de que un día un Clayton se pueda sentar en el despacho oval. Me corresponde a mi ese honor y si he de llorar lagrimas de sangre lo haré pero cumpliré con mis deberes para con la familia.
- Y mientras tanto seguirás volando de vez en cuando a Florida, ¿no?
- O a Massachussets si es periodo lectivo – contestó seguro y firme John – podré ser maricón, pero no me va a temblar la mano, me podrá sodomizar un caballo, pero nadie me ha joder si yo puedo evitarlo.
Peter permaneció en silencio para finalmente levantarse y comenzar a vestirse.
- Va siendo hora de que regresemos a casa, ¿no te parece John?, ya hemos aclarado los cuatro conceptos que a mi me resultaban turbios anoche cuando te vi en el Metrópolis y veo que el clan Clayton está en tus manos a salvo, de lo que me congratulo.
- Lo que no quiere decir – aclaró John mientras se vestía también él – que no cuente contigo para engrandecer nuestro nombre cuando papa falte y más ahora que estamos unidos por lazos de sexo – rió esta ultima aseveración al tiempo que le echaba mano con la rapidez de una cobra a los huevos de Peter.
- Ha de pasar mucho tiempo – levantó el dedo índice de la mano derecha Peter como signo de admonición – antes de que lo que aquí ha ocurrido se repita.
- Venga, Peter, no te pongas así, tú no eres de esa manera, tan seriote. Tampoco es mi idea estar follando contigo todos los días aunque si algún día…, en fin ya sabes, si necesito un mamporrero a lo mejor tú me hacías el favor…
- Ni en sueños hermanito. Te las apañas tú con tu caballo que tanto te quiere – Peter trasmitía sin poder evitarlo una irritación contenida.
Terminaron de vestirse y recogieron la manta. De repente Peter se quedó pensativo y se volvió hacía John que ya iniciaba la marcha fuera de la cueva.
- Una última pregunta John.
- Dispara – contestó festivo el hermano.
- Las argollas en la pared, ¿para qué?
- Nunca te has preguntado porqué en algunas ocasiones falto de casa un par de días y cuando vuelvo estoy casi otros dos días durmiendo. Pues todo ese tiempo me lo paso atado a este castigo. Jerome en esos dos días viene con amigos y amigas, que lo sepas, me dejan atado esos días, me azotan, me dan a beber su orina, porque no me dejan agua y estoy sediento y me utilizan de lo que les da la gana, me excitan al punto del orgasmo y me dejan ansioso sin opción a tocarme. Sin comida, sin agua y sin dormir porque me torturan como quieren y a la hora que quieren, lo que a mi me proporciona el placer más exquisito – se le quedó mirando a la bragueta a su hermano – y no te culpes ahora de haberte empalmado después de imaginar como será. No somos muy distintos, tú también disfrutarías. Hace no mucho se refugió una mañana de verano una pareja que se había perdido, o eso decían ellos. Jugaron conmigo como le pareció bien y luego quisieron liberarme, pero me negué rotundamente – volvió a mirar la bragueta de Peter – el bulto del chico reclamaba mas atención y la chica se moría por mi pene y les di alguna idea, la emparedamos por delante y por detrás y terminaron muy satisfechos como acabaría tu bulto ahora que esta pidiendo a voces que le hagan caso, ¿no Peter?
- ¡Ni muerto! La primera y la última – la boca de Peter gritaba irritada una cosa mientras su cuerpo no podía disimular lo que en realidad estaba necesitando.
- No volvamos a empezar – le rogó aburrido John - Vámonos a casa y tema cerrado, pero que conste que encontraste el camino, bueno yo te ayudé algo a encontrarlo, del jardín vedado del placer y antes o después volverás a recorrerlo.
Peter por toda respuesta se encaminó muy resuelto al Jeep seguido de John con la sonrisa de suficiencia dibujada en sus labios.



FRONTERA TAILANDIA – CAMBOYA



A las seis de la mañana el timbre del teléfono de la suite insistió hasta que Alejandro descolgó.
- Señor – le dijeron en un perfecto ingles exento de acento alguno – es la hora que usted ordenó.
- Gracias – contestó educadamente Alejandro medio dormido y colgó, luego se medio incorporó en la cama y levantó la voz – Quique vamos, en medía hora nos esperan en el vestíbulo. Date un duchazo, ya echaras una cabezadita, si puedes, en el helicóptero.
Quique se presentó en el baño de la habitación de Alejandro desnudo y con el pene tieso.
- Tengo ganas – rogó como un crío ruega por una piruleta.
- ¡Siempre estas salido, joder, Quique! Ahora no. Vístete, joder que me gustaría tomar un café antes de salir. ¿Te has duchado?
- Si, me he duchado y no he podido evitar correrme pensando en lo de anoche, pero necesito algo más, ¡por favor! Un minuto nada más, déjame que te la lama un poquito solo.
- ¡Largarte a tu habitación a vestirte, coño Quique! – continuó ya un poco molesto de la broma Alejandro – que pareces un niño de cinco años. ¡Es que eres incorregible! Jesús que potencia.
Tal como se alejaba el pelirrojo hacia su habitación sin parar de acariciarse su sexo Alejandro no pudo por menos que sonreír al verle de espaldas con esos glúteos perfectos, la cintura estrecha y los dos pedazos de dorsales anchos que conformaban un trapecio perfecto. Llevaba la cabeza hundida entre los hombros por no haberse podido salir con la suya y se enterneció.
- ¡Quique! Ven, anda y que les den por culo a los del helicóptero. Te dejo que juegues un poco con mi herramienta.
Quique se volvió con la cara iluminada, radiante con una sonrisa de inocencia total, dio un salto tremendo y se lanzó contra Alejandro que le recibió ya con su pene enhiesto. Cuando llegó a su altura ya había flexionado las rodillas de forma que el pene conectó con la boca del muchacho como lo haría un modulo con su estación espacial. Cuando Alejandro estaba a punto de terminar el goce volvió a sonar pero esta vez era la puerta de la habitación. Alejandro se puso una toalla para cubrirse y Quique se metió en la ducha. Alejandro no se percató de que su goce era evidente como prominencia tras la toalla y abrió la puerta. Al otro lado un capitán del ejército tailandés le urgía con toda la educación.
- Soy el capitán Keo, señor – miró de arriba abajo a Alejandro y se percató de lo que se estaba cociendo en la habitación – lamento molestarles en un momento tan intimo pero el tiempo se echa encima…
- Dénos cinco minutos – y volvió la cabeza y grito el nombre del pelirrojo, el capitán sonrió malévolamente – ¡Quique acaba ya de una vez de acicalarte!
Cuando cerró la puerta se dejó caer contra ella apuradísimo porque el empalme no había cedido y al contrario el capitán tenía virtudes y atributos a los ojos de Alejandro para haber halado de él hacia la habitación y habérselo hecho entre los tres.
Ya en el hall donde les esperaba la escolta el capitán Keo saludó cortésmente a Quique y una vez más a Alejandro, pero ya no dejo de tener ojos más que para Quique.
- Espero que estén disfrutando de la legendaria hospitalidad thai. A su amigo supongo que le agobiaran por la calle, no es frecuente ver alguien con el ocaso en la cabeza, tan bello y exótico.
- Vaya – dijo algo molesto Alejandro – se suponía que lo exótico es lo que ustedes ofrecían a los turistas.
- En el caso de su amigo, se concilian lo que para nosotros es exótico con una belleza para un occidental fuera de lo común.
Quique y Alejandro se miraron a los ojos sorprendidos y ninguno de los dos quiso decir nada.
En el helicóptero el capitán se sentó expresamente entre Quique y Alejandro en la cabina de carga del Chinook junto al resto de patrulla que les acompañaría hasta el lugar de la toma de muestras. Durante el viaje el capitán Keo no cejó en su empeño de rozar con fuerza su pierna contra la de Quique. Cuando éste cedió a las insinuaciones y correspondió al roce sintió como una mano le pasaba por la espalda y le entraba por el pantalón hasta alcanzar las nalgas. Era una mano caliente y fuerte que le acariciaba recio y le excitó como hacía tiempo, desde el colegio, que no le sucedía. Los dedos del capitán Keo exploraban entre los glúteos y Quique entregado a todo lo que pudiese tener visos de extravagante y prohibido se apoyó sobre sus piernas y se elevó a pulso un poco para que los dedos de Keo pudieran alcanzarle el ano. Cuando el dedo corazón del capitán se hundió en el cuerpo de Quique éste lanzó un gemido que el ruido de los rotores amortiguó hasta hacerlo inaudible. Quique estaba gozando de la travesura del helicóptero y de forma interesada se echó hacia delante para dar mas espacio a la mano de Keo que por fin pudo entrar con tres dedos y cuando Quique se sintió lleno de ese volumen se dejó caer para que penetrasen lo más profundamente posible. El capitán tenía los ojos cerrados gozando del momento e imaginando lo que ocurriría cuando llegasen al puesto avanzado y pudiese quedarse aunque quizá no a  solas en su despacho con el muchacho.
- Le ocurre a usted algo – Alejandro golpeaba con sus dedos el hombro del capitán – está mareado, ¿no creo?
- Ah, no, no, es que…, no, estaba meditando – y mientras salía de su nube retiraba con cuidado la mano del cuerpo de Quique. Luego con disimulo se olió los dedos y finalmente se los chupó con deleite mientras Quique temblaba de lujuria viendo lo que el prometedor capitán hacia.
A Quique su ano le destilaba secreciones resbalosas que le dejaban una sensación lubrica con deseo de dilatación inmediata. Se rebullía en el exiguo transportin del helicóptero para hacer resbalar entre si los carrillos de sus nalgas y aumentar la sensación voluptuosa sin dejar de rozar, en señal de deseo y aceptación, la pierna de Keo que correspondía con igual intensidad.
Al cabo de la hora y tres cuartos el capitán avisó que llegaban al puesto avanzado desde el que Alejandro podría ir a los puntos establecidos por la OMS en el mapa para la recogida de muestras.
Al descender del trasporte Alejandro ni ninguno de sus hombres fue ajeno a la forma en la que Keo galanteaba con Quique. Las miradas y sonrisitas que se dedicaban los miembros de la patrulla no dejaban lugar a dudas de lo que estaba por llegar.
- Estás salida como una perra, Quique – se le acercó con disimulo Alejandro mientras Keo daba instrucciones a la patrulla que habría de acompañarle adentrándose en territorio camboyano, pero que aunque había sentencia de La Haya por medio a favor de Camboya, seguía en litigio por los dos países si los miles de hectáreas que rodeaban al templo eran de uno u otro país.
- Calla tío – contestó con descaro Quique – va a ser planetario, me voy a tirar a toda la guarnición, mientras tu salvas el mundo, estos orientales me ponen a mil.
- Doctor – se acercaba Keo dejando la patrulla formada en la explanada del puesto avanzado a escasos cientos de metros de la frontera – ahí está la patrulla que le va a acompañar. Está a cargo de un sargento de esta guarnición que conoce la zona. Me habría gustado acompañarles, pero yo no soy conocedor…
- No siga, capitán; es tan evidente la razón por la que no me va  acompañar que sería una ofensa a mi inteligencia que intentase usted extenderse en más disculpas. Déjeme algo del niño para esta noche.
- Como dicen ustedes en España, se lo voy a dejar en suerte – y le sonreía con una cara angelical. Luego se dirigió a Quique y le indicó cual era su cabaña cuando estaba en el campamento – ahora iré yo, vete poniéndote cómodo, aquí el ambiente es realmente bochornoso y es preciso aligerarse de ropa.
- ¡Quique! – levantó la voz Alejandro con sorna mientras el muchacho se alejaba – deja el pabellón bien alto, que no se diga después que somos…, bah, haz lo que te salga del mismísimo – y en voz casi inaudible continuó – espero que no se te haya olvidado la vaselina, porque te van  a dar de todos los colores.
Quique alcanzó la cabaña y entró como si el fuese el único habitante del campamento a tomar posesión del terreno recién conquistado y no se cayó de espaldas porque estaba sujeto al marco de la puerta.

El jefe del pelotón que conduciría a Alejandro hasta los restos arqueológicos de canales para recoger diferentes muestras de agua le avisó de que era preciso mantener un perfil bajo de ruido, porque la zona que iban a pisar ya pertenecía legalmente a Camboya. En realidad, toda la zona geográfica que abarcaba buena parte de Tailandia, Laos, Vietnam, Birmania y la propia Camboya en la región montañosa de Dângrêk había sido desde el siglo nueve el imperio Khmer que creó el conglomerado de Angkor con el sistema de irrigación mas complejo construido jamás. Una civilización que supo aprovechar el agua del Meckong para dar cobijo a una población ciudadana de más de un millón de habitantes y eso en una época en la que en Europa los hombres mal vivían en cabañas de adobe y paja. De la multitud de pradesh que quedaron como testigos del antiguo esplendor, Preah Vihear era el mejor conservado y objeto de disputa con Tailandia que lo reclamaba para si. Para socavar la solvencia internacional ahora Tailandia acusaba a Camboya de contaminar las aguas en su territorio que luego irrigaban el suyo.
Estuvieron caminando por la selva montañosa unas tres horas al cabo de las cuales empezaron a identificar los restos de antiguas conducciones de agua muy invadidas por la espesura y de donde Alejandro comenzó a tomar muestras, etiquetarlas y entibarlas en el contenedor que al efecto llevaba. Cuando Alejandro consideró que había cubierto suficiente territorio y había conseguido tomar las muestras necesarias le indicó al jefe del pelotón, que podían regresar. Era mediodía.

Quique abrió la puerta de la cabaña y lo que vio le heló la sangre en las venas. Siete individuos con aspecto de haber sido extraídos de una novela de Emilio Salgari como piratas malayos desconocedores de la piedad y armados hasta los dientes le invitaron a entrar. Lo que él pensaba que iba a ser una jornada de orgía y desenfreno se acababa de convertir en una pesadilla difícil de digerir como real. No entendía nada. Estaba en un campamento avanzado del ejercito tailandés, en la cabaña del capitán que les servía, se suponía, que de protección y de creer que se iba a ver sometido por una legión de bizarros soldados a vejaciones sin cuento para gozar de sus cuerpos se veía sometido ahora al terror de una legión de bandidos que no sabía si iban a apreciar sus encantos en materia de relaciones personales, aunque suponía que lo que querían esencialmente eran dólares o en su defecto euros. Pero ahí no habían terminado sus sorpresas, porque cuando se estaba recuperando de la impresión y sufriendo al esperar que el capitán Keo entrase en la cabaña y se encontrase la papeleta sin saber si iba a liarse a tiros con lo que de peligro para su integridad representaba, de pronto se abre la puerta, entra el capitán y se le cuadran los bandidos. Empiezan a hablar en lengua khmer entre ellos señalándole a él y a reírse muy entusiasmados.
- ¿Te habrá sorprendido? – Se dirigió al cabo del rato a él el capitán – pero la vida es esta, los sueldos no son muy altos y uno siempre espera una oportunidad de este calibre, un alto funcionario de la ONU para resolverse el futuro. Y ahora mientras esperamos a tu querido novio he quedado con estos señores que nos la vas a mamar a todos como parte del rescate de tu vida.
Con incredulidad vio como los siete bandidos empezaban a desembarazarse de sus pareos y a quedarse desnudos de medio cuerpo con sus penes fláccidos y pequeños, pero todos bien circuncidados.
- Empieza maricón – le empujó el capitán con una buena patada en el culo – quizá después yo te folle ese culo de cerdo que tienes y al que tanto le gusta que le metan los dedos.
Quique sin poder remediarlo comenzó a llorar agachándose delante del primer bandido y esperando a que el trozo de carne blanda se endureciese en su boca. Lo hizo al poco y sintió como el extremo golpeaba su garganta provocándole nauseas. El capitán entonces sostuvo la cabeza del chico hasta que le hizo vomitar saliéndole el vomito por la nariz y atragantándole en su propio arrojo. Le soltó entonces la cabeza y le dejo que tomase resuello.
- Bueno, he dicho que te vas a ganar la vida, no te la voy yo a quitar ahogándote en tu inmundicia – le dijo cínico el capitán – acábale la faena al hombre este.
Continuó con la felación, la más amarga de su corta vida hasta que el felón eyaculó y entonces Quique se zafó de la mano de Keo y parte del semen se le derramó en la camisa. Keo volvió a sujetarle la cabeza  con más firmeza mientras le animaba a que se tragase el semen.
- Y que no tenga que volver a repetirlo, maricon, te vas a tragar la leche de todos nosotros, hasta que venga tu novio.
El hecho de estar haciendo lo que estaba haciendo suponía una humillación que no le reportaba ningún placer. Felar con ingestión de lo eyaculado lo había hecho desde los nueve años infinidad de veces, pero era de esta forma, obligado, sometido no para proporcionar placer sino por odio, para proporcionar dolor que genere angustia era lo más humillante e inhumano. Sin saber como se le vino a la cabeza la vida de Macko y el sufrimiento al que se vio sometido con la diferencia de que él ya era adulto y sabía más o menos en lo que podía embarcarse y Macko niño estaba perdido y desorientado en un mundo de adultos que le utilizaban como ahora lo estaban haciendo con él. Sin querer comenzó a vomitar una vez más pero en esta ocasión debido a que el se reconocía la pulsión pederasta y le provocaba tan profundo asco que deseaba morir en justo castigo, de manera que cuando iba por la tercera felación, se puso en pie y se encaró con Keo.
- Mátame aquí mismo y ya, porque en absoluto voy a consentir que se me trate como a un despojo, pero mira bien la decisión que tomas. No sabes con quien tratas, ni quien se encuentra detrás de mí ni el poder que tiene. Acaba conmigo y no dudes que una legión de desalmados acabarán no contigo y estos desgraciados, sino con todo rastro de tu progenie y te puedo asegurar que no se va a respetar la edad del que se torture antes de despellejarlo vivo. Por si te crees que voy de farol – Quique mismo se sorprendía de su aplomo que no sabía de donde le salía – solo te diré que mi segundo apellido es Monti y que mi madre es de Regio Calabria. Saca tú tus propias conclusiones.
El capitán Keo se volvió visiblemente irritado dirigiéndose en khmer a los bandidos haciendo gestos violentos de que abandonasen la cabaña. Esperó a que estuviesen solos.
- Voy a hacer una llamada por radio y a comprobar lo que me has dicho. Tiembla si me has engañado, tiembla.
Keo salió y atrancó la puerta. Dentro Quique comenzó a medir a grandes zancadas el espacio interior, nervioso. No había mentido, era un Monti y su madre de Regio aunque los lazos mafiosos que él había pretendido tener fuesen invención, pero eso iba a ser mas difícil de confirmar aunque nunca se sabía hasta donde podía llegar el delincuente con estrellas de oficial que acababa de salir.
Al cabo de media hora Keo regresó muy suave.
- Lo siento, de verdad, no quería yo…, y que conste que las caricias del helicóptero fueron sinceras…
- No quiero más explicaciones, me das mas asco que la polla muerta del cerdo que me has hecho mamar – levantó la voz Quique – hemos terminado – y queriendo suavizar el momento hizo una confesión medida – aunque he de reconocer que me hiciste gozar mientras volábamos, ahora sería ya imposible que me tocases un pelo sin que volviese a vomitar.
Dejo un espacio en silencio esperando alguna reacción de Keo y eufórico por dentro continuó.
- Ahora, si no te importa,  esperaré a Alejandro fuera de esta asquerosa cabaña.
Pasó por delante del capitán muy digno sin mirarle siquiera y se dirigió hasta el helicóptero que le llevó. Se sentó recostándose en uno de los patines y en ese momento se le acercó el piloto que le había trasportado.
- No se que le habrá dicho a Keo – le dijo en un perfecto inglés – pero cuando ha hablado con el cuartel general ha vuelto con la cara descompuesta. Le está bien empleado y me alegro, es un cerdo. ¿Qué le ha hecho? El numerito de los bandidos y las felaciones, ¿no?
- ¿Cómo?
- Es un depravado, no solo es gay sino que es un cerdo que le gusta ver desintegrarse a sus victimas y que le pidan piedad. Solo goza si sabe que el otro lo está pasando mal, no tolera que el otro goce ni con el dolor. Como dice él, “el dolor debe joder, no hacer gozar”. A mi me da igual si el médico y usted son pareja o no, es lo que comenta todo el mundo aquí, pero lo que hace Keo es impresentable y usted ha sido el único que le ha plantado cara, enhorabuena.
Quique se le quedó mirando y entonces pudo verlo. Hasta ese momento no había sido más que una pieza más del helicóptero, pero ahora se daba cuenta de que no tendría más de veintitrés o veinticuatro años, un tailandés bellísimo, de cuerpo, aun a pesar de encontrarse disimulado por el traje de vuelo, escultural, con unos rasgos de cara orientales y risueños que le hacían adoptar un aire infantil que despertaba en quien tuviese sensibilidad pervertida para percibirlo los instintos mas rastreros de pederastia,
- Cuando volvamos a Bangkok esta tarde, ¿tienes plan?, podíamos pasar un rato agradable.
- Lo siento – contestó con amabilidad el militar – pero soy absolutamente heterosexual, no me llama la atención sexual un hombre en absoluto.
- Bueno – intentó ser convincente Quique y a la vez quitándole importancia a un encuentro eventual entre dos camaradas - pero explorar es estimulante, nuevas opciones, nuevos horizontes, no se, algo de inquietud.
- Señor, mi horizonte y mi opción ya está elegido, la mujer con la que celebro mi unión dentro de un mes y mi única inquietud es hacerla feliz y engendrar muchos hijos con ella, no se lo tome usted a mal – quiso ser cortes pero no por eso menos firme en su negativa.
Quique se levantó de la posición en la que estaba y le tendió la mano al piloto que se la extendió a él dándose un apretón de manos leal y sincero.
- Me siento honrado de haberle conocido – reconoció Quique – es usted un hombre integro y honesto como ya no quedan. Ha sido un placer.
En ese instante hacían su entrada en el campamento los expedicionarios con Alejandro y su contenedor de muestras.
- Podemos irnos ya – se dirigió Alejandro a Keo, luego se acercó al helicóptero donde dejó el contenedor y en voz baja le habló a Quique – te lo habrás pasado de lujo, ¿no, sinvergüenza?
- Ya te contaré cuando estemos en el hotel. Ha sido toda una orgía de alto voltaje. Mira sino como tengo la camisa de semen – enseñándole las manchas ya secas del semen del primer felado.
- Como me habría gustado estar aquí – le respondió envidioso Alejandro.
- Créeme, no te habría gustado nada – contestó Quique mientras abordaba de un salto el helicóptero.

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