jueves, 14 de diciembre de 2023

LA SORPRESA (IV)

 

Era ya de noche el domingo cuando Arturo y Belén salieron de la finca de Alejandro. Arturo llevaba a su nieta por el hombro y de vez en cuando le rodeaba el cuello y la atraía hacia él.
- Abuelo.
- Que pasa, Belén.
- Que follas mejor que mi novio, y la tienes más grande. Me ha gustado.
- No parece que te haya sorprendido que no tuviera reparo en darte por el culo.
- No me ha sorprendido porque..., te voy a contar un secreto.
- ¿Muy, muy secreto?
- Ahora ya no lo va a ser. Una de las noches que me quedé en tu casa a dormir, tendría unos trece o catorce años, me desperté aterrorizada por una pesadilla y me fui a tu alcoba, empujé la puerta y allí estabas tú enculando a Raúl, tu sobrino que había ido a pasar unos días a tu casa. Tú no me viste, pero Raúl si y me dijo por señas que no hiciese ruido. Me quedé hasta el final escuchando los gemidos de Raúl y tus gruñidos de pasión mientras le follabas. Cuando acabaste, quisiste masturbarle pero él dijo que prefería reservarse para el día siguiente. Yo me fui a mi alcoba.
- Es cierto, me acuerdo de aquel lance. Me extrañó mucho que no quisiera correrse, pero, bueno, llevábamos mucho rato, nos habíamos corrido ya los dos una vez y no me sorprendió, no siempre te coge el cuerpo igual. O sea, sinvergüenza, que estabas al tanto de mis tonteos con Raúl. Pero nunca nos viste a los tres.
- ¿Que tres?
- Raúl, la que ya es su mujer, Alicia y yo.
- Ah, con su mujer también, pero cuando yo os vi aún no estaban casados.
- Se casaron dos años después y fue un viaje de novios divertidísimo. Me hice el encontradizo con ellos en Praga; bueno Raúl me dijo en que hotel iban a estar - acercó cariñosamente su cabeza a la de su nieta.

- Ale, hijo, es cosa mía o me da la impresión de que lo sucedido este finde aquí entre ellos no era la primera vez - Arturo y su nieta se perdían en un recodo del sendero que acababa en la cancela de la finca.
- A mi, abuelo, siempre me ha intrigado la relación entre Belén y su abuelo. Quizá a ella le intriga la nuestra y este finde ha despejado dudas.

- Hola Belencita - Raúl estaba en el umbral de la alcoba de Belén - Qué ¿te ha gustado el espectáculo?
- Pasa y cierra la puerta - Belén asentía con la cabeza  a la vez que invitaba a pasar a Raúl -
- Que tapada estás ¿tienes frío? - Belén sentada con la rodillas pegadas al pecho se arropaba con la colcha de tal forma que solo dejaba fuera la cabeza - ¿llevás el camisón, preciosa?
- Ven - dijo la chica en voz baja, como avergonzada - siéntate aquí en la cama. Quiero preguntarte algo.
- Lo que quieras, pequeña. Por cierto - se sentó en la cama - ¿que edad tienes ya? se te notan los pechos muy desprendiditos, me preguntó si tendrás los pezones también creciditos.
- Eres un sátiro Raúl, y si tengo los pezones negros, grandes y duros y me da vergüenza que sean así. Y basta de preguntas. Era yo la que quería preguntar.
- Pues venga, dispara - se acomodó el paquete que ya tenía duro.
- ¿No te duele cuando te la mete tu tío por el culo? Eso debe doler muchísimo, aunque por lo que dice la gente en los chat guarros, da mucho gusto.
- Me dolía al principio, con once años, pero también era muy elástico y aunque esa primera vez sucedió algo.
- ¿Qué? Os pillaron.
- No, que va. Desde que recuerdo me gustaba sentarme en el regazo del tío Arturo, tu abuelo. Ahora se porqué. Con diez años ya fui consciente de que era sentarme con él y sentir algo duro en el culo que hacía que el tío me hiciese cosquillas, yo me removía mucho y terminaba por tener una especie de escalofrío y se quedaba luego muy quieto. Con once cumplidos, era verano y estábamos en la piscina, por la tarde, en bañador.
- ¿Y la gente, estabais solos en la casa?
- Se fueron todos y tu abuelo me dijo si yo quería quedarme con él para acompañarle. Le dije que si y tengo que admitir que quería sentarme una vez más en su regazo. Y así fue. Me senté sobre él en la hamaca y empecé a moverme y dar pequeños saltos. Enseguida algo se puso duro, pero está vez no hubo cosquillas, solamente empujaba y empujaba. Me dijo: "Vamos a quitarnos el bañador, será más divertido" me lo quito a mi primero y se sorprendió, y yo me sorprendi de tener el rabo tieso. Luego se lo quitó él y me invitó a sentarme encima. Me buscó el ano y empezó a tocarme lo, se mojó lo dedos de saliva y luego la verga, la puso de pie y me colocó el ano sobre la punta. Me empezó a mordisquear la oreja y me gustó, entonces me dijo: " Ahora relájate y deja que vaya entrando en tu cuerpo. Te gustará"
El capullo no fue problema. Pero cuando el rabo duro quiso abrirse paso empezó a doler. Intenté resistirme, por el dolor, pero me agarró por los hombros y empujó hacia abajo. Yo muy alarmado le avisé: "Tío, que me hago caca, que se me sale" y el muy tranquilo contesto" Pues cagate ya. Más gusto todavía" Y sucedió, fue cagarme y cesar el dolor. La mierda hizo de lubricante, el esfínter debió relajarse para que saliese la caca y me entró sin dolor la polla entera de tu abuelo.
- Tú crees que a mí me podría entrar igual.
- ¿Quieres que te folle el culo? - y haciendo la pregunta retiró la colcha que cubría a Belén - vaya tienes razón, que pezones más grandes - alargó ambas manos y los empezó a pellizcar con fuerza, la chica se dolió con un gemido pero no huyó del castigo - ¿Eres virgo aún, o te ha follado ya algún adolescente torpe y pajero?
- No me ha follado nadie, pero por el coño no, si me quedase preñada..., por eso te decía lo del culo. Cuando he visto como te follaba mi abuelo he pensado... Y otra cosa, ¿Y si me cago? Que asco.
- Pues aquella primera vez, a mí tío, tu abuelo no pareció molestarle y a mí, bueno, era mi mierda, estaba harto de olerla. No fue tan malo. Además aquel día tuve mi primer orgasmo. Yo no sabía que me pasaba pero la polla de tu abuelo, entrando y saliendo me frotaba, ahora se el qué, la próstata, y me corrí, sin semen aún, no había desarrollado, pero lo recuerdo como algo increíble. Lo que si te tengo que decir es que el culo es adictivo. Después de aquel día siempre que podía buscaba a tu abuelo. Le decía: " me estoy cagando, tío" y el se buscaba las vueltas para metermela.
- Entonces, no te gustan las chicas.
- No me digas eso, que tu abuelo ha querido pajearme después de preñarme y le he dicho que no a ver si podía venir aquí, y ahora, mira - se sacó la verga más tiesa y dura - tocamela, verás que dura.
- Que grande Raúl, no creo que me cupiera a mi.
- ¿Lo intentamos? Primero te como el culo..., bueno, y el coño si me dejas, y cuando tengas el ojal bien lubricado y relajado lo intento.

- Abuelo, ¿que fue de tu sobrino Raúl?
- Trabaja fuera. Sigue con Alicia, tiene ya dos niños y desde que folle con ellos en Praga no he vuelto a verlos. Me imagino que pertenecerán a algún club de swinging. Raúl me consta que tiene enganche con el culo y me confesó que nunca sabrá buscar a nadie que le encule, no se ve ligando con un tío, por eso un club de esos de intercambio de parejas le dará satisfacción de vez en cuando.
Bueno, y tú. Aquella noche ¿te porculeó?
- Vaya que me porculeó. Me costó un poco al principio, pero no fue ni doloroso y a los diez minutos de estar cabalgandole empecé un orgasmo que terminó por desmayarme. Es que no se acababa. Se llevó un susto de muerte. El se corrió y yo seguía cabalgando porque el placer no cesaba hasta que caí desmadejada. Se llevó un susto de muerte. Y yo me enganché a Sodoma. Por eso ayer cuando tú amigo propuso que me follases el culo mientras mi novio me comía el coño me quise morir de alegría.
- Y cuando Alejandro te comió el culo después fue cuando eché de menos una polla recién salida de un culo sucio en mi boca.
- ¡Claro! Por eso me apartaste de un empujón y te sentaste sobre mi novio, lo cabalgaste y enseguida le limpiaste la espalda, ¿Tenía mierda?
- Me habría defraudado de no haberla tenido.
- A mi novio también le gusta comerme el culo después de follarme. Y se que lo que le gusta es lo que sale, la leche sucia. Igual que a su abuelo y ahora se que a ti.
- Alejandro me metió el veneno en el cuerpo en la residencia. Fue duro..., al principio, luego lo que se me ponía duro era lo que tú ya has disfrutado. Belén, cariño, somos una pandilla de cerdos.
- Abuelo, ser guarro es sexy. Venga arranca y vámonos, tengo un examen pasado mañana y lo que he aprendido este fin de semana, creo que no me va a servir.

- Bueno, querido nieto, sea como sea, a mi me parece que ellos van a tener la misma sensación sobre nosotros que la que nosotros tenemos sobre ellos.
- Abuelo, a mi me gusta Belén, es una tía guay y ahora que ya he visto los limites que tiene en la cama creo que acabaré casándome con ella.
- Y sería lo lógico Ale. Tendrás que seguir la tradición, como hizo mi abuelo conmigo mi padre con tu padre y yo contigo. Tenemos que enseñarnos los misterios del sexo y de la vida. Algún día tendrás nietos a los que verás crecer, evolucionar y adaptarse. Con lo que aprendas en esta etapa de tu vida tendrás que poder darles todo el amor y el placer que puedas, y tú tendrás el premio de gozar de sexo joven, que tan remunerador es.
- Pero abuelo. ¿Tú padre y el mío también tuvieron..., este tipo de relación?
- Si Ale, también, pero fue tan efervescente, que tú madre no pudo entenderla y sencillamente desapareció cuando tenías cinco años.
- Cuando dices efervescente, ¿a que te refieres?
- Tú padre o el mío o los dos fueron muy precoces. Mi padre me contó que el tuyo con cinco años lo que más deseaba en el mundo era entrar en el cuarto de baño con el mío y asistir a como evacuaba la vejiga. Al principio mi padre se negaba, pero el tuyo se agarraba cada berrinche que tomó la determinación de dejarlo. Es más le decía: "Alejandro, voy a mear, ¿te vienes?" y al crío le faltaba pasillo para correr. Cuando tenía casi nueve años un día le preguntó a mi padre que si él tendría la pirula tan grande y mi padre le contestó que a veces se ponía más grande aún, "Yo quiero verlo abuelo" le dijo tu padre, y el mío no pudo resistir la tentación y empezó a frotarsela y la picha a crecer hasta tenerla bien grande. Tú sabes que todos los Rabí, la tenemos muy grande. Mi padre estaba tan excitado por tener al tuyo tan interesado que empezó a destilar precum, tu padre preguntó y el mío le dio a probar. 
Mio hijo, tu padre, vamos - dijo el abuelo como haciendo memoria viva - siempre tuvo una mirada penetrante, inteligente, inquisitiva, desde que era pequeño, muy parecida a la que tú tienes que desarma a cualquiera. Sencillamente miró a los ojos a su abuelo y le dijo" "Me gusta, está saladito. ¿Me puedes dar más?" Mi padre no pudo resistirse y le dijo que tomase lo que quisiera, como cuando mamaba. Tú padre sin vacilar se la metió en la boca y en dos chupetones mi padre se corrió, tu padre tragó lo que pudo, pero se atragantó, tosió y vomitó. Con los ojos llorosos aún por el vómito le dijo a su abuelo que no se lo pudo tragar todo, pero que otro día quería más. Y que su cola se le había puesto dura también. Y le gustaba. Y se la enseñó.
Y así empezó. Hasta los catorce no lo sodomizó, porque tú padre quería solo chupar y beber semen, y un día mi padre le dijo que tanto o más placentero era que te taladrasen el culo y tu padre sencillamente se dió la vuelta y dijo: "debe doler, pero si tú dices que tanto o más, tiene que ser exquisito". Pero ya sabes lo que engancha eso y a partir de ahí no quería nada más que le partieran el culo. Yo estaba al tanto y no me importaba, realmente gusta que te dilaten, tiene algo mágico. A mí mi abuelo me sodomizó a los dieciocho una nochevieja de borrachera, ya tenía novia, y bueno, me gustaba follar también. A tu padre tuve que ponerme serio con él y obligarle a tener novia y casarse. Era imperdonable no perpetuar la saga. Prohibí a mi padre que volviera a tocar a tu padre, para hacer que se encandilase de una chica. En la universidad hizo migas con una estudiante de buena familia, tú madre. Por fin tuvo sexo heterosexual, le gustó y la dejó preñada de ti. Cuando te tuvo, te crío pero la cosa estaba descontrolada, él echaba de menos las dilataciones y era incapaz de mantener relaciones con tu madre si no tenía un dildo grande dentro. Conoció a alguien que le metió en el mundo del fist y ahí se perdió. Llegó un momento que tú padre solo quería puño y más puño. Y eso, a los cinco años tú madre desapareció y tú padre, ya sabes, haciendo porno extremo lleno de tatuajes y perforaciones que parece una ferretería ambulante por el sudeste asiático, hecho un espectro. Cuando no lo están fisteando está fumando opio. Está perdido. Tú hijo no tendrá quien lo inicie, porque espero que algún día se la metas por su sitio a Belén y hagas el enésimo Alejandro Rabí.
- Se la meto por delante también abuelo. Nos gusta a los dos, pero toma anticonceptivos. Tendremos que ponernos de acuerdo. De una cosa estamos seguros, ahora que somos jóvenes aún, en cuanto juntemos algo de pasta vamos a congelar óvulos y semen para gestar al hijo con responsabilidad. Le tendré que hablar de como el que los chavales nos iniciemos en sexo con los abuelos es una tradición. De alguna forma lo tiene que entender. Su abuelo se la ha follado por el culo este finde y en grupo. Ah, y estoy seguro que no ha sido un lance aislado.
- Seguro que no. Yo a Arturo me lo follé al mes de conocernos y porque casi me lo suplicó y ese mismo día le hice comer su propia mierda de mi polla que se la saqué perdida de caca. Al principio le costó pero luego cada vez que follabamos yo le preguntaba primero si tenía ganas de cagar y si no tenía esperábamos. Le follaba siempre con el culo lleno y luego le encantaba chuparme. Me corría siempre dos veces - cosas de la edad - la primera en el culo y la segunda de los chupetones que me daba en el rabo para limpiarme. Todo hay que decirlo, es verdad, cuando me corría en la boca me gustaba compartir mi leche con él besándole. Si, le sabía a mierda la boca pero era un incentivo más. Y para el siguiente polvo era excitante saber cómo iba a acabar.
- Y siempre lo hacíais así.
- No. Casi siempre. Durante más de un mes follabamos a diario. Allí no había clases, ni estudios, ni novias, ni nada. A veces dos y tres veces al día. Estábamos fuera de si.
El último día fue tremendo.
- ¿Que pasó?
- Lo más excitante que he hecho y no he vuelto a repetirlo. Pienso en ello a diario, lo deseo a diario pero fue la ultima vez. Arturo fue la única persona y después de aquel día dejé de verlo hasta este fin de semana.
Alejandro se quedó como hipnotizado.
- Abuelo, ¿que pasó que fue tan impactante?
- Te lo voy a contar tal como sucedió - cerró los ojos y visualizó su habitación de la residencia que compartía con Arturo.

- Tío Arturo, ¿otra vez? hoy será ya la tercera. Me estoy quedando en el chasis.
- Por favor Alejandro no puedo, estoy enganchado necesito..., no se que más si que me folles o comerte la mierda de la polla cuando la sacas. Estoy obsesionado con el ano y la amargura de la mierda.
- Mi madre estuvo la semana pasada a verme y quería llevarme al médico. Que si me machaco demasiado con las pesas, que si tengo anorexia, que si no como bien, ¡joder, Arturo! y no será porque no estoy ya duro como las piedras, pero tenemos que empezar a frenar porque en la primera curva nos estrellamos..., y vete desnudando que ya es tarde para follarte.

- Le follé aquella ultima vez
- ¡Ah! al fin te negaste.
- No, que va. Espera. Le follé con dureza, le azoté el culo con saña. En una de esas que me dolía a mí la mano de azotarle se la saqué fui al pantalón cogí el cinturón, uno de textil trenzado que la hebilla se quitaba con facilidad. Se la quité, hice un látigo y le zurré con ganas a ver si protestaba y lo dejábamos. Pero lo calentó aun más y me rogaba que le diese fuerte, que era muy puta y se lo merecía. Dejé de azotar cuando vi que ya se le saltaba la sangre.
- Fue una paliza en toda regla.
- Y eso no fue todo. No me daba cuenta que a mí tambien me ponía al borde de la lujuria loca. Tanto que cuando vi la sangre en sus nalgas decidí volver a follarle y nada más meter el capullo me corrí.

- Tío, Arturo, me he corrido casi sin meterteta. Azotarte me ha excitado tanto que no me he podido aguantar. Y ahora...
- Yo me he corrido también mientras me azotabas. No se cómo ha sido, pero cuando más arreciaba el dolor una punzada se me vino a la punta del nabo y me vacié, pero ahora estoy otra vez necesitado. Méteme la polla en la boca que te la limpie y nos volvemos a correr.
- Hoy no tenías mierda, Arturo. Tengo el rabo limpio, algo de lefa, pero nada más.

- Me miró con expresión de pánico, Ale. Nunca imaginé que aquellas cochinadas lúbricas le tuviesen tan aherrojado.
- Se la volviste a meter, entonces.
- Que va. Lo que me dijo a continuación me dejó sin respuesta.
- Te insultó, te pegó. ¿Que?
- Es hoy y aún me da vértigo recordarlo.

- Cagame en la boca, Alejandro, cagame en la boca.
- ¡Tú estás loco! Una cosa es que limpies el rabo de algo de mierda pegada y otra es que te eche un zurullo en la boca. Te has vuelto majara.
- Por favor que no, tío, que necesito sentirme una mierda, me da un placer incomprensible, joder - empezó a llorar - necesito ver cómo te sale la mierda y cae en mi boca. No me he atrevido estos últimos días a pedírtelo pero sueño con hacerlo, sentirme un guarro integral, por favor.
- Pero ¿cómo maricón, cómo?
- En la ducha, yo me pongo boca arriba y tú en cuclillas sobre mi cara, que vea como se te abre el ojal y sale la mierda, que me entre la angustia de saber que me va a entrar en la boca y me van a entrar nauseas de muerte. Tú no vas a sentir nada más que vacías la barriga, yo voy a sentirme como el ser más despreciable y a disfrutar del mejor orgasmo de mi vida.

- Lo hiciste al final, o no.
- Lo hice. He de confesar que quise ver cómo le entraba la mierda en la boca, pero la misma posición me lo impedía. Pero lo que más me sorprendió y me hizo hasta llorar por lo que hice fue que en cuanto le entró la mierda en la boca me cogió por los muslos y me desequilibró hasta quedarme sentado en su cara y él y yo embadurnados de mierda y entonces fue cuando vi un surtidor de semen salir de su polla, seis, siete y hasta ocho chorreones de semen, tal era la excitación que tenía.
En cuanto se corrió me empujó para que me levantara, comenzaron las nauseas profundas y seguidas. Yo de verle empecé a dar arcadas también y acabamos los dos vomitando en la ducha.
- Y luego, ¿lo hablasteis?
- Nos duchamos, en silencio, limpiamos los vómitos de la ducha, en silencio y en silencio nos acostamos. Ni nos miramos, era como si nos diera vergüenza hasta vernos. Por lo menos esa era mi sensación. A mí me costó conciliar el sueño, pero estaba deshecho y me dormí profundamente.
A la mañana siguiente me levanté y no quedaba rastro de Arturo. Se había ido y no quedaba indicio de haber estado alguna vez en aquel cuarto. Pregunté en conserjería y me dijeron que salió muy temprano, atropelladamente, diciendo que tenía una urgencia familiar. Y hasta este finde.
- Y ahora, una pregunta, abuelo, ¿Como fue, te excitó, te repelió. Lo has vuelto a hacer?

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