domingo, 24 de diciembre de 2023

CONFIDENCIAS AL FINAL (I)

 

Un chico modélico. A su edad, el común ya había tenido algún coma etílico. Nunca lo probó, "es que me da asco, como el olor a camionero de la abuela, siempre con la colilla en la boca. Asco"
El deporte era su droga, su adicción, y la comida basura, de la que se abstenía por los cólicos que le daban, pero era su recompensa tras una victoria, fuese deportiva o académica. 
No era específicamente guapo. Tenía diecinueve años, nada más, casi uno noventa, setenta y cinco kilos y una figura digna de exposición plasmada en mármol.
Lo cuide desde que nació. Ya entonces apuntaba a poseer un cuerpo atlético y lo que nos sorprendió a todos, una inteligencia fuera de todo percentil. Con siete meses, rudimentariamente pedía comida a sus padres llamándoles por su nombre y con nueve, correteaba por nuestra casa de abuelos jóvenes. Y por si fuera poco, por si podía faltarle algo, era muy simpático, era el alma de cualquier reunión, sus padres le adoraban y los más pequeños del colegio le buscaban como paladín ante una disputa, una nota más de su agudeza mental. Estaba muy bien dotado, sin llegar a la macrosomía. Cambiarle el pañal con seis meses llamaba la atención. Parecían los genitales de un prepuber. Dejé de verselos a los siete años, cuando sorpresivamente fui a entrar al baño para bañarme, como siempre desde que lo tuve a cargo y se dió la vuelta gritándome que saliera, que él sabía bañarse. Le respeté su petición y no volví a verle su entrepierna de forma consentida por él. Alguna vez, en el club, después de un partido de tenis, nos duchamos y de refilón le pude observar y pensé en aquel momento en que la primera chica que se le entregase tendría que ser muy arrojada. Tenía trece años entonces y calculé que menos de diez pulgadas no le medía. En erección sería más o menos igual, los miembros tan grandes en reposo, se limitan a adquirir consistencia que facilite el coito pero no suelen crecer, solamente, engordan un poco.
Hizo una secundaria brillante, estudio, deporte, popularidad y poso. En su pubertad y adolescencia fue explosivo, no sabía dominarse, si bien, tenía un olfato finísimo para eludir pendencias, seguramente fruto de su extraordinaria capacidad intelectual para leer la deriva que podían tomar las situaciones. A medida que fue acercándose a su mayoría, en nuestro medio los dieciocho años, fue ganando en templanza, autocontrol y mano izquierda. Era raro verle discutir con violencia, seguía evitandola y un fino sarcasmo le permitía terminar cualquier discusión. Era un encanto conversar con él.
Todo el mundo se hizo cruces cuando fue a entrar a la universidad y eligió estudiar Historia. Con su capacidad intelectual y poder físico todos se lo imaginaban en una técnica. Pero no. Y en eso tengo que confesar que mucho, tuve que ver yo.
Le encantaba preguntar por batallas, reyes, imperios y gestas quedándose con la boca abierta cuando le explicaba cómo era la vida en lo que hoy conocemos como oriente próximo. 
Nunca llegó o se fue sin abrazarme con ternura. Era un chico que enamoraba.
Y llegó el momento más triste. Murió la abuela. Fue un auténtico terremoto emocional para todos los nietos. Era una mujer enérgica pero dulce y cercana con una facilidad pasmosa para delimitar fronteras. No había grises para ella y eso a los pequeños les ofrecía seguridad. Con ella se sabía a siempre que estaba permitido en su casa o no. Y no había atenuantes. La querían todos.
Riqui, que era su nombre, lo pasó mal. Venía con frecuencia a verme y hacerme compañía y yo, después de haberle visto crecer y hacerse un hombre adulto no pude refrenar mi naturaleza.
No podía evitar mirarle la deformidad del vaquero e imaginar lo que la provocaba. Ayudarme a recoger algo del suelo y ver cómo la rajita del culo, ya vellosa, aparecía haciéndome suponer a donde conducía unos centímetros más abajo. Y su sonrisa, tan inocente, tan franca, tan cautivadora.
Llegó el momento en que ya nadie estaba tranquilo entre los míos porque me quedase solo cada noche en el vetusto caserón tan grande, tan vacío. Y fue Riqui el que dió el paso al frente. Él se vendría a dormir a casa, incluso se quedaría a estudiar y si los horarios coincidían con sus clases a comer lo que yo le guisase. Todos quedaron tranquilos y yo encantado de tenerle tan cerca y tanto tiempo. La personalidad, desde aquellos siete años en que me negó la entrada a su desnudez, le había madurado. Y mucho. Ahora era seguro y asertivo pero conservaba la candidez de la inocencia.
Lo maleó una amiga. Una compañera simpática, un pelín metida en carnes que lo trastornó. Me lo contó una noche de verano, de las de veintinueve grados en que ninguno de los dos podíamos dormir.
- Abuelo.
- Dime.
- ¿Puedo contarte algo? - no me dejó contestar - me da un poco de vergüenza.
- Claro. Cuéntame lo que sea, y sea lo que sea, ni te voy a juzgar ni reprochar nada. Solamente te daré mi opinión.
- No, no. Déjalo abuelo, es que...
- Mira Riqui, hay una técnica para hablar en publico en la que tú te imaginas al auditorio desnudo delante de tí y tú vestido. Eso te permite comenzar la charla. Verás - me levanté y me quité el pijama corto de verano que llevaba puesto - lo ves. Desnudo. Puedes empezar a hablar.
Aquella decisión no calibré yo que pudiera tener tanta trascendencia, no en él, en mi. En cuanto me sentí desnudo, el chico me miró, fijándose en los genitales, eso es imposible de evitar a cualquier varón que esté en presencia de otro varón desnudo, tuve un reflejo y fue llevarme las manos a los pezones para pellizcarmelos.
- Ah - empezó con impostada sorpresa - ya me explico el porqué de esos pezones tan grandes. Y - sonrió - también comprendo la razón por la que la abuela estaba tan contenta.
- Y tú - me lo había puesto en bandeja - hasta donde sé a tu novieta también tienes que tenerla contentita.
- ¿Queee? - se ruborizó.
- Hasta los siete años que te entró la vergüenza tenías un rabo de categoría y supongo que habrá ido a más, no a menos. Pero venga. Ahora que yo estoy en bolas empieza tu a contarme eso que te da tanto apuro.
No sabía bien porqué pero me encontraba a gusto en esa situación tan extraña. De alguna forma la conversación había rolado como los vientos de forma imprecisa y nos encontrábamos de manera que yo estaba feliz exhibiendo mis atributos y Riqui presentaba una sonrisa de aceptación de condiciones. Me sentía complacido de ver como una y otra vez si mirada derivaba a mi zona caliente hasta que descaradamente se quedó mirando, se acercó un poco, me miró a los ojos con sorpresa lúdica y me señaló con el dedo.
- ¡Tienes los huevos afeitados!
- Claro, nieto - le contesté muy suelto de cuerpo - no me gusta verme los huevos con la pelambrera blanca. Y están afeitados hasta el año. A ver qué te crees.
- Yo también me afeito - dijo muy confiado - mira - se acercó y se bajó los pantalones del chándal.
Tenía un pene grande, moreno y un capullo libre de prepucio y lívido. Le escoltaban un escrito relleno de sus huevos, moreno así mismo y perfectamente afeitado.
- Ves - levantó la pierna con una absoluta facilidad hasta depositar el pié en el respaldo del sofá enseñándome toda su entrepierna hasta el ano - yo también estoy rasurado hasta el culo. Me lo hace mi novia, bueno, novia, amiga fuerte sin complejos, Raquel.
Al mirarle la zona perfectamente afeitada me dio la impresión de que el ano que me enseñaba no se correspondía con lo que hubiera esperado ver. Los bordes un poco sobreelevados, como carnosos y la abertura era elíptica en lugar de circular, pero claro, también está lo que se ve y lo que uno desearía ver. No le di más importancia.
- Está perfecto Riqui, me encanta. Y sobre todo que tengas quien te lo hace. No veas yo el encaje de bolillos que tengo que hacer cada vez que me pongo a ello. Y bueno, ahora que ya estamos en buena sintonía, ¿me vas a decir de una puta vez que era eso que te daba tanta vergüenza decirme?
- Raquel..., como te diría...
- Es esa chica, no gorda, de esqueleto grande y formas voluptuosas.
- Si. Pues es que en cuestiones sexuales no tiene muchos límites. Le gusta el sexo. Todo el sexo.
- Ah, habrá tenido alguna aventurilla con alguna amiga. Eso no quiere decir que sea lesbiana, ¿eh? no vayas a disgustarte.
- Si, ya, abuelo, si me lo dijo, casi a la primera ocasión que salimos. Pero no es eso. Dentro de nuestras relaciones ella dice..., buf, no sé cómo decírtelo...
- Que le das por el culo en lugar de por delante. Riqui, soy muy viejo y he visto y hecho de todo.
- De verdad, que vergüenza. Le gusta el culo porque así no hay ningún problema con dejarla preñada. Buff, ya te lo he dicho.
- Y eso era todo. Riqui, por favor que estás en el mundo, más que yo.
- No espera, que hay más. Ocurrió el mes pasado. Siempre que se la meto por detrás yo me pongo boca arriba y ella me cabalga. A mí me da mucho placer y ella se mueve como quiere para dárselo de la mejor forma posible. Pues eso, hace como un mes me dice que vamos a meter un nuevo topic, que lo vos a hacer con los ojos vendados para que yo me centrase en la polla. Me vendó los ojos y me dijo que no usase manos que el contacto fuera por genitales, nada más.
- Uy, uy, uy, que me lo estoy viendo venir, nieto. Esa Raquel es una pieza buena.
- No sabes tú. Pues eso, me vendó y me ató las manos a la cama. Me acarició me puso muy burro y en un momento sentí como me entraba el rabo con una suavidad y una estrechez que era nueva para mí. Y me dije, anda pues es verdad, así cegado se disfruta más. Estaba gozando como nunca, abuelo y de pronto, noto que se me pone un coño con el clítoris duro en la boca y oigo que me dice, y era la voz de Raquel: "comemelo que me corro" sabía que no era a ella a la que estaba porculando pero el placer añadido del clítoris tan duro en la boca me multiplicó el placer. Y en medio de todo pensé que había liado a una amiga para hacer el trio.
- Lo suponía. Cuando me has dicho lo de vendar los ojos, he pensado que era para meter alguien más y que no pudieras negarte.
- ¿Alguien? ¡Su hermano, Raúl! abuelo. Le di por el culo a un tío. Bueno, yo ya sabía que Raquel tenía un hermano gay. Pero, entonces, yo ahora,¿qué?
- Ahora nada Riqui, que te engañaron como a un bobo. Pero tú, como te sientes, ¿volverías a metersela?
- Esa era la cuestión abuelo. Es que...
- Es que ya te has follado al tal Raúl más veces. ¡Dilo! no muerde, no pasa nada cariño.
Me puse de pie para dar énfasis a la falta de trascendencia que presentaba el hecho de que por engaño hubiese probado el sexo con un tío y le hubiera gustado. Pero precisamente el hecho de saber que mi querido nieto Riqui había follado con un chaval como él me excitó y mi cuerpo no pudo por menos que demostrarlo haciendo que mi pene pidiese personarse en la situación.
- Buen rabo, abuelo, parece que la conversación te está motivando. Pero espera que aún no he terminado. Te tengo que contar algo más y viendo cómo te estimula lo que cuento, ya no me da tanta vergüenza seguir.
- Pues si, chico, si, me gusta saber que te estás haciendo adulto y vas eliminando prejuicios sobre lo que un tío puede y no puede hacer. A ver, continúa.
- Fue al día siguiente de lo que te he contado. Fui a casa de Raquel para ir al cine y aún no estaba lista. Que aún tenía que secarse el pelo. Me senté a esperar y llegó Raúl. Me hizo sentir muy incómodo, no me atrevía a mirarle a la cara después de lo del día anterior. Él no se cortó, me dijo que follaba muy bien y que debería probar su garganta esta vez. A mí pesar, al decirme esto me empalmé pero que mucho, él se dió cuenta y antes de que me diese cuenta me la estaba comiendo, y lo hizo con tal maestría y profundidad que me corrí volando, pero él sin sacársela de la boca, se tragaría la leche y siguió y siguió hasta hacer que me corriera otra vez. Luego me soltó justificándolo en que ya no sonaba el secador y Raquel estaba a punto de llegar.
- Joder, Riqui, que bien, a ver si me lo presentas. Hace que no me hace nadie una mamada profesional, una eternidad. Se lo dirías a Raquel ¿no?
- No me quedó más remedio. En el cine me metió mano, pero no consiguió ponérmela todo lo dura que ella sabía que se me ponía. Tener sexo en zonas publicas me pone pero que muy cachondo.
- ¿Te has pajeado delante de gente?
- En el metro cuando va de bote en bote me acerco a una esquina, me la saco y me corro enseguida, me da mucho morbo.
- Bueno, venga, que pasó con Raquel - sin darme cuenta estaba hablando con él mientras me masajeaba mi erección y hacía deslizar los testículos dentro de las bolsas y les daba pequeños golpecitos.
- ¿Te gusta golpearte los huevos? Joder, es que los tienes enormes.
- Si me gusta y dependiendo de la compañía y la excitación más o menos fuerte. Pero estábamos con Raquel.
- Se lo tuve que contar. Se cabreó un poco y dijo que ya le mediría las costillas al maricón ese. Y me dijo "En cuanto salgamos del cine me vas a follar si o si"
- ¿Y follasteis?
- Si, se me ponía dura como para metersela, en el culo, que es donde a ella le gusta, pero se me bajaba y entonces muy cabreada, se levantó, se fue, no se donde fue y volvió con un cacharro rojo de una forma rara.
- Un estimulador de próstata.
- ¿Tú cómo lo sabes?
- ¿Que como lo se? - me fui a un cajón del escritorio y saqué una bolsa del fondo y le saqué todo lo que había dentro - mira.
- Si uno como este - escogió un dildo de entre los cacharros - pero rojo y tenía un mando a distancia y se movía o nas bien vibraba. ¿Y todo esto?
- Confidencia por confidencia. Yo también he tenido y tengo aún mi vida inconfesable.
- Cuéntame
- No, cuéntame tú primero y dame eso - le pedí el dildo que tenía en la mano, me senté otra vez, levanté la piernas y me inserté el aparato en el ano - que me lo ponga. Estoy con tu relato cachondisimo y necesito estímulo.
- ¿No te ha dolido?
- Cosas mucho más grandes han entrado. Tú fíjate bien en el ano que tengo, ven acércate - me saqué el dildo sin ninguna dificultad y el ano se quedó algo abierto - mira lo abierto que está. Por ahí han entrado puños, ya no, hace una eternidad que no hago fist - el chico se agachó como con reverencia y se acercó para verlo bien.
- Guau abuelo. ¿Te han follado el culo muchas veces?
- Muchas, pero esa no es la cuestión. Continúa con lo del dildo rojo de Raquel.
Riqui se puso de pie otra vez sin dejar de mirarme el ano como extasiado pero de forma instintiva empezó a frotarse la bragueta. Lo que hubiese detrás empezaba a cobrar vida.


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