domingo, 3 de diciembre de 2023

LA SORPRESA (II)

 

El abuelo Alejandro se había preparado a fondo para la ocasión. Pelos de la orejas, de la nariz, barba recortada, cabeza al cero y ropa deportiva. Daba vueltas por el salón esperando a sus invitados. Recordaba a Arturo alto y extremadamente delgado con los pómulos salientes, los ojos de un turquesa intenso hundidos en unas cuencas grandes flanqueadas por unas cejas como una noche de invierno. La voz ronca que hacía retumbar los objetos, la prominente nuez que subía y bajaba hipnotizando con sus paseos y unas manos siempre calientes y nervudas. Alejandro se detuvo sonriendo al recordar la entrada en la habitación de la residencia y por tanto en su vida.

- No sé quién eres tío, pero se te va a escapar el canario.
- ¿Perdona? No entiendo.
- Que llevas la bragueta abierta, joder, y como no llevas calzoncillos al parecer se te ve el rabo.

Nunca podría olvidar como una cara tan morena pudo ponerse tan roja. Soltó los bultos y como pudo quiso subirse la cremallera y se cogió con los nervios un pellizco en las bolsas.

- Hostias tío ayúdame, por favor, ayúdame, me he pillado los huevos, tío que dolor, joder
- Espera..., como te llames, cierro la puerta y a ver qué hacemos.
- Me llamó Arturo, joder, en qué hora..., date prisa, me sale sangre

Se había hecho una herida, como un siete y no había forma de que la cremallera soltara el bocado sin provocar más daño.
Intenté manejar la cremallera con cuidado pero soltó un aullido aún más dramático.

- Tío, Arturo, solo se me ocurre coger una tijeras y cortar por lo sano.
- ¿Que? Cabrón, ¿Que quieres cortar?
- La cremallera joder, no van a ser los huevos.
- Pues corta, tío, corta ya que me voy a desmayar de dolor.

Alejandro sonrió recordando como tuvo que sostener a Arturo a duras penas cuando nada más anunciar que se desmayaba de dolor, lo hacía. No hizo falta cortar nada, con él desmadejado pudo desenganchar el mordisco y proceder a una cura de urgencia. Sangraba moderadamente pero harían falta un par de puntos de sutura.

Se abrió la puerta de la casa y entraron Alejandro, Belén y su abuelo, Arturo detrás de ellos.
- Abuelo - Alejandro dio un abrazo, como era su costumbre a su abuelo - éste señor es Arturo, el abuelo de Belén.
- Buenos días don Alejandro - Belén estampó dos besos al abuelo de su novio - mi abuelo - quiso presentar a su abuelo ella también.
- Eres el mismo, mariconazo - Belén puso cara de sorpresa mientras Alejandro senior con una sonrisa en los labios se acercaba a su abuelo con los brazos abiertos - que bien te veo.
- El mismo hijo de perra de siempre - le dió la réplica Arturo - no sabes la de veces que me he acordado de tí, bueno de nosotros. Y eso - se volvió a la parejita como para explicarse - que aquella maldita cremallera estuvo a punto de malparar una inexistente amistad.
- ¿Que es eso de la cremallera abuelo - Belén estaba intrigada - nada especial, cariño, ya te lo contaré luego. Ahora déjame que mire al abuelo de tu novio. He soñado tantas veces con este momento que ni me lo creo.
- Dame otro abrazo Arturo, necesito abrazarte, somos viejos y dios sabe cuándo tendremos otra oportunidad - se acercó a su oído y le susurró unas palabras - sigues sin usar ropa interior siento tu polla dura.
- Y yo no siento la tuya, lo que me apena - Arturo respondió con otro susurro.
- Somos dos viejos, chavales, con los ojos líquidos de nostalgia. Llevar las bolsas a vuestro cuarto y dejarnos un rato a estos dos veteranos charlar de su batallitas. Tenemos tanto tiempo que recuperar.
Ven Arturo, siéntate aquí conmigo mientras la pareja se instala, luego te llevaré yo a tu habitación. De manera que sigues con tu manía de no llevar ropa interior.
- Desde aquel entonces. Y sigo empalmando cuando alguien como tú me abraza. Me ha entristecido no habértelo notado a ti.
- Me felicito de que a ti no te haga falta la pastillita, pero a mí, si no es con eso, ni por asomo. Incluso castigandome los pezones, como sabes que me gustaba, llegando a la sangre me cuesta ponerme duro. Únicamente como puedes imaginar...
- No sigas, me acuerdo de aquello, y a veces me arrepiento de no haberte satisfecho. En cuanto a endurecer, Alejandro. Me empalmo y a los dos minutos una ruina. ¿Tú tienes aquí pastillitas de esas? - bajo la voz para decirlo.
- Tengo, Arturo, suficientes para convertirnos en Príapo el resto de nuestras vidas. Además, diferentes clases de dildo, pinzas japonesas de castigo, mis pezones te lo atestiguarán y disciplinas. Tengo cera de bajo grado y otra serie de lindezas. A lo largo de esta vida he ido depurando las formas de encontrar placer. Hay un cuarto en el sótano al que solo entro yo. Si quieres - le tamborileó con los dedos en la pierna - te la enseño.
- ¿Ahora?
- Cuando duerman los críos. Mi nieto me viene preguntando por ese sótano hace años. Y me tengo que controlar porque me desbordan las ganas de meterme allí, desnudos los dos
- Eres tan degenerado como siempre. Seguro que has pajeado pensando en como meterle allí. Y que cumpla con tu deseo que siempre me negué a aceptar.
- Como me conoces Arturo, maricón. Me lo pide una y otra vez y no se gasta cuando voy a poder negárselo. "Cosas y cacharros viejos, sobre todo de tu abuela, nada de interés" le digo pero cada cierto tiempo vuelve a la carga y no se cómo me voy a negar. Me imagino atado a la cruz en aspa, azotado..., tumbado bajo el trono, buff, Arturo, eso es lo único que me empalma sin pastilla.
- ¿Esta noche, entonces, me la enseñas?
- A ver si nos dejan. Supongo que querrán follar como jóvenes que son - Alejandro dejó perder la vista al infinito como suplicando a los cielos que pudieran hacerlo - ya veremos. Ahora sígueme, te voy a llevar a tu cuarto. Es contiguo al mío, en la otra punta del piso, lejos de la habitación de mi nieto, para no escucharles los gemidos cuando se pajea, ni que él escuche los míos. Este finde los gemidos de los dos.
- Sería ideal poder verlos follar. Cuando puedo espío a mi nieta y alguna vez la he visto masturbarse y no he podido evitar correrme.
- Y el degenerado soy yo, Arturo. Te voy a contar un secreto. En el desván tengo un mirador oculto, justo encima de la cama de la habitación. He visto muchas veces a mi nieto con sus amigos pajearse y mamarsela unos a otros, y follar con tu nieta también.¿Sabes que lo que más le gusta a ella es el patio trasero y Alejandro la complace siempre? Él cree que yo no lo sé, pero de alguna manera encontró en mi dormitorio uno de mis dildos y se lo quedó, cuando encula a tu nieta ella se lo mete por delante. Es muy excitante verlo, de verdad.
- Mira - tomó la mano de Alejandro y se la llevó a su bragueta - como me he puesto.
- Tan dura como la recordaba. Enséñame ese enorme capullo que me dislocaba.
- Aquí, Alejandro, aquí es un poco... - y mientras lo decía empezaba a desabrochar botones.
- ¡Vaya! aquí están los viejos amigos recordando tiempos más viejos aun - Alejandro y Belén bajaban de los dormitorios después de soltar los equipajes.
- Pues si, muchas cosas que contarnos y recordar - Arturo contestó volviendo a abrochar los botones que acababa de desabrochar.
- Pues venga Arturo, ahora que han bajado los jóvenes vamos a subir, te enseño tu dormitorio junto al mío y seguimos hablando.
- Tenga usted cuidado Arturo su habitación y la del abuelo se comunican, nada de pelea de almohadas.
- Buena observación Ale, procuraré echar el pestillo - echó una mirada a su amigo y masculló - aunque no estaba pensando en almohadas.

- Estate quieto, joder, Arturo, te tengo que curar. Dijo el que te cosió que levantar apósito diario, limpieza y colocar otro. Al final fueron cuatro puntos, que no perdiste el huevo de milagro. Venga no me hagas perder el tiempo, bájate el pantalón y tumbadito.

Alejandro miraba a su amigo sentado en la cama y el recuerdo de aquella gloriosa cura le rejuveneció.

- Tío, por favor, espera, tengo que decirte algo
- Excusas Arturo, no seas niño, vamos - le ayudó a bajarse los pantalones - no, mejor aún, quitatelos, estarás más cómodo tú y yo.
- No te lo tomes a mal cuando me cures, no te vayas a mosquear, por favor.
- Más excusas.

- Arturo - Alejandro se sentó en la cama al lado de su amigo - ¿que se te pasó por la cabeza cuando te fui a curar? Es algo que siempre me intrigó. Ese instante, justo antes, porque un minuto después vi el resultado. Luego te diré lo que yo pensé cuando vi lo que sucedió. Tú no podías verlo pero voy a decirte que yo no te fui a la zaga.
- Hace tanto tiempo, Alejandro - Arturo colocó su mano sobre el muslo de su amigo y apretó con fuerza.
- No sé si quieres hacerme daño o que me desnude.
- Las dos cosas - soltó la mano y Alejandro se la tomó de nuevo y la volvió a colocar sobre su muslo, cerca de la ingle - como ahora, en aquel momento hubiera querido matarte y comerte a besos a la vez. Me dejaste deslumbrado aquel día. Yo ya te había visto antes de entrar en aquel cuarto. Tú no te fijaste pero yo si te vi, en el vestibulo. Esa barba cerrada de dos semanas, el cuerpo flexible y atlético, pasaste por delante de mi como una exhalación y subiste la escalera de tres en tres escalones, como si fueses inmune a la gravedad, hasta juraría que tenías alas. Y me desarmaste. Tenía novia, con la que me casé, pero lo tuyo fue algo animal..., o celestial, no sé. Le pregunté al conserje, Crescencio que quien era ese que iba a apagar un fuego o algo y me dijo quien eras, que llevabas ya un curso en esa residencia y que eras una buena pieza. Por eso cuando me llamaron de administración y me dijeron que iba a la habitación con Alejandro Rabí por poco no me caigo de espaldas. No, que llevase la bragueta abierta no era despiste. Quería saber si tenía alguna opción. Y me echaste un jarro de agua fría en pleno invierno. Quise morirme cuando me dijiste aquello, por eso me pille con la cremallera.
- Confidencia por confidencia. Venía tranquilamente paseando, de tomar algo y desde fuera por los cristales de la puerta te vi. Joder, Arturo, tan delgado, esa cara angulosa ese pelo alborotado, alto. Sentí un pellizco en la bragueta. Tenía novia, no con la que luego me casé, no entendí que había pasado. La polla  empezó a deformar el pantalón del chándal y lo único que se me ocurrió fue entrar a la carrera y quitarme de enmedio. Luego, llamé a Crescencio por teléfono y le pregunté por el tío tan delgado, que no me sonaba, que quien era. Me dijo que un Domesque, de la saga de profesores y catedráticos de filosofia. Cuando me anunciaron que despejase la otra cama que venía a quedarse Arturo Domesque me entró pánico. Me imaginé desnudándome delante de ti y empalmando. Me agobie, por eso cuando te vi la bragueta abierta reaccioné así cuando mi impulso fue tirarme a meter la mano.
- O sea - dijo Arturo con resignación - que dos gilipollas asomando cada uno las narices de su armario no tuvo huevos para tirarse a lo que parecía una piscina helada.
- Bueno, duró poco. Cuando empecé a curarte la herida y vi como se te disparaba el rabo y empezaba a destilar, supe que iba a romper las costuras del vaquero.
- Recuerdo con detalles ínfimos el destello de tu mirada en mis ojos. No parpadeamos ninguno de los dos. Te olvidaste de mí herida y sin retirar la vista me acariciaste la verga utilizando mi precum como lubricante. Me fue imposible evitar la eyaculación. Yo estaba harto de follar con mi novia y otras anteriores, pero ese orgasmo infinito que tuve contigo nunca jamás volví a sentirlo. Cada tiro de semen que me llegó a la cara era un peldaño al cielo. No se puede gozar más que eso. Pero ahora que recuerdo, tú no te corriste, acabe de correrme, te limpiaste la mano, me pusiste el apósito mirando a otro lado y en silencio saliste de la habitación.
- A limpiarme. Estaba empapado de mi leche. Cuando te toqué y vi el primer chorreón de leche que te llegaba a los labios empecé a correrme yo. Sin tocarme, solo con el mínimo roce de mi empalme monumental contra el calzoncillo. Veía como estabas en el cielo y yo te acompañaba cogido no de tu mano, sino de tu polla. Dudé en terminar la cura o no, limpiarte, disculparme y morirme o hacer lo que hice irme a la francesa.
- Pasó un mes, Alejandro, ¿que nos pasó? Un mes relacionándonos con monosílabos y evitandonos. Yo iba a enfermería a que Clara, aquella enfermera talludita me curara hasta que sanó del todo. Llegué a pensar que cualquier día en el comedor te levantarias, harías silencio y me señalarias como el maricón del año. Estaba pensando en largarme cuando una vez más me sorprendiste - desplazó la mano a la entrepierna de Alejandro y sintió vida desperezarse - A ver si va a dejarse de necesitar la pastillita.
- Es una sensación agradable, recordar antiguas vibraciones. Sigue por ahí Arturo, me rejuvenece. 
Tú dices que temías que te señalase, yo estaba literalmente hundido. Quería morirme, me ahogaba la vergüenza. Cuando vi que empalmabas de esa manera al tocarte, interpreté, acorde a mis deseos, que había derribado tu primera defensa y estaba más cerca de conseguirte. Te toqué con mucho miedo esperando tu rechazo y conseguí lo inimaginable. Veía porno desde los doce y harto de ver gente que se corre sin tocarse, cuando te rocé y vi esa efusión de semen pensé que eras de los de muelle flojo, pero la excitación hizo que me corriera también aunque tú no lo supiste hasta hoy e hice recaer toda la culpa de lo sucedido sobre mí. Mi planteamiento fue: he hecho una paja a un hetero con la excusa de una cura y ese estigma no se me va a borrar nunca. Por eso evitaba hablar.
- Por eso evitaba hablar yo, pensé que te había forzado a algo que odiabas. Yo me corrí disfrutando muchísimo, tú te limitaste a curarme e irte, suponía que abochornado por traicionar tu confianza. Por eso lo de el pasado mes me sorprendió tanto.
- Fue el peor mes de toda mi vida. Creo que aquel curso suspendí Economía Básica por eso. No me podía concentrar. Solo veía tu cuerpo desnudo y tú eyaculando sin yo atreverme a meter boca. Esa imagen y correrme sin tocarme era todo uno. Hubo días que me corrí siete veces. Acababa exhausto, física y mentalmente.
- Yo te miraba de lejos, esa cara sería - Arturo empezó a acariciar la cruz de los pantalones de Alejandro que de forma instintiva  ahuecó la entrepierna - tu hábito corporal pendenciero y la mirada asesina y no me atrevía a encararte y ponerlo todo en claro. Me acordaba de mi novia y se me superponía tu imagen y me moría de nostalgia, ¡Joder! Me había enamorado de tí y tú me rechazabas - ahogó un sollozo.
- Ahora me explico esa reacción tuya aquella noche. Me volví loco. He recordado la escena mil veces.

- Esto no puede terminar así - Arturo abrió la puerta de la habitación donde Alejandro leía antes de dormir - ¿Que haces tío. ¡Joder, es tarde! déjame en paz. Además estás borracho.
- Si, he bebido, tenía que coger fuerzas para tirar de la puta manta - se lanzó sobre la cama de Alejandro y se colocó a horcajadas sobre él - ¿que crees, que ha sido fácil para mí? No puedo mirar a la cara a mi novia, cabrón, no me empalmo con ella. Me entra un pánico feroz - no pudo continuar, se rompió en mil pedazos y cayó sobre Alejandro incapaz de sostenerse.
- ¿Y como crees que me he sentido yo? Me he colgado de tí también gilipollas y no he parado de esquivar a mi novia con la puta excusa de estudiar - le tomó la cara entre sus manos y a escasos centímetros de su propia cara le clavó los ojos - quiero follarte el culo Arturo, quiero comerte entero y va a ser ahora mismo.

- Fuiste violento ¿eh? pero nunca he vuelto a sentir tanto.
- Me convertí en un animal, me asustó pero no pude controlarme.
- Me cogiste por el cuello, que pensé que ibas a estrangularme pero me excitó de una forma extraña. Como me arrancaste la ropa, te desnudaste tú y lo natural que pareció que me sodomizases. Es más aún me sobrecojo recordando mis sentimientos. Quería que entrases en mi cuerpo, a saco, rompiéndome si fuera preciso, me daba igual, sentir tu peso, tu respiración salvaje en mi cara. No me planteé si dolería o no, quería que sucediese...
- Y sucedió.. 

- Chsst, Belén ¿tu has escuchado lo que yo? - Ale y su novia subían a preguntar que iban a comer y escucharon las voces de sus abuelos.
- ¡Tu abuelo sodomizó al mío con su consentimiento! Esto hay que aclararlo. Yo no me puedo quedar así.
- Calla, que siguen hablando.

- Vaya si sucedió, dos veces seguidas, ¿Te acuerdas? sin sacarla. Me desvirgaste para los restos. Cuando se prueba, ya no se puede olvidar. Imposible que un ser humano pueda gozar más.


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