jueves, 29 de abril de 2021

PATADA A SEGUIR (2)

 

Yo no quería, pero Noelia sabía ser muy convincente. Entendamonos; me moría por asistir pero mi sentido común me desaconsejaba hacer caso a Noelia. Ver a Germán era lo que más deseaba del mundo pero tener que volver a un armario en el que realmente nunca estuve no me seducía nada. Pero en la lógica femenina se encuentra el principio indemostrable de que lo que dicta el corazón es lo más insoslayable, se le hace caso y punto. Pero, yo era gay, si, pero hombre y para mí determinados aspectos de la vida son irrenunciables. Si volvía a encamarme con Germán, su novia Bea se enteraría. Y por mi, lo que de alguna manera sería una traición a Germán y eso tampoco lo quería.
Buscando un sitio donde sentarnos me sentía como un niño grande al que le han prometido la bicicleta que tanto quería. Me temblaba todo y me notaba la frialdad en las mejillas. Noelia me cogía la mano y me decía que no tenía porqué estar nervioso. Las lágrimas se me iban saltar de un momento al otro de la emoción.
Cuando saltaron al terreno de juego se me salían los ojos buscando a German y allá estaba saludando a las gradas como capitán que era y de repente una voz se elevó por encima de las demás: "Dale boludo" miré hacia donde la voz partía y allí estaba Lautaro con una auténtica modelo de Chanel a su lado. Tenía que ser Palmira. 
- Noelia, Noelia, mira, allí, ese es Lautaro y a su lado Palmira, la novia. No me lo puedo creer. Vamos a curiosear, anda.
- Yago, tranquilízate. Cuanto menos intímes, mejor. Que quieres ¿acostarte con ese argentino? 
Noelia me hizo recapacitar. ¿Me gustaba Lautaro? Si me respondía con el corazón en la mano, pues si. Tenía algo de morboso con esa poca vergüenza y ese acento y para colmo el cabrón era un atleta, tenía un cuerpazo como para perder la cabeza.
- Mira Yago, mira. Esa que acaba de llegar es Beatriz - una chica guapa aunque algo llenita se acercaba a Lautaro y Palmira.
- ¿Tu la conoces?
- ¡Yago! que es compañera de Escuela, como Germán.
- ¡Ah! Claro.
En ese momento Germán nos localizó en la grada y nos saludó. Luego se acercó a la banda mientras salía el equipo contrincante y entre el alboroto y los gritos de aliento a unos y otros Germán me hizo saber por señas que después del partido quería hablar. Hizo bocina con las manos y le leí en los labios más que escucharle que en el vestuario. El cuerpo me tembló entero y Noelia se dió cuenta.
- Joder, Yago, estás más colado de lo que imaginaba. Yo que tú no iría. Vamos, que si quieres nos largamos ya. Una cosa es venir al campo, por verle, pero bajar al vestuario, Yago. No se te ocurra..., - me miró a los ojos y buceó en mi cabeza - si, si se te va a ocurrir, es más, ya se te ha ocurrido, lo has decidido y te vas a dar un hostiazo. Yo no quiero ser cómplice de esto. Eres tan buena persona que me da pena lo que vas a sufrir. Me voy.
- No, Noelia, por favor, no me dejes..., o si, no sé qué hacer. ¡Le quiero Noelia! y no puedo dejarlo a un lado, vive conmigo, me acompaña, es mi oxígeno para vivir y mi veneno, mi agua para saciar mi sed y para ahogarme. Le necesito. Sufrir, llevo haciéndolo toda la vida, desde que aquella pava no me dejó bajarle el pantalóncito en la guardería. Por sufrir un poco más, ¿que me va a pasar?
- Adiós Germán, cariño, ten cuidado, no sé qué decirte.
Me dio dos besos y vi asomar dos lágrimas a sus ojos. Se dio media vuelta y alcanzó el vomitorio en dos zancadas.
No me di cuenta, pero al poco tenía a Lautaro a mi lado.
- Che boludo, es un dulce de leche, ¿Cierto? - y señaló a Germán que como capitán organizaba una melé - Vos también sos lindo. En cuanto vacíe la cancha, bajamos. Germán me dijo. No pará de platicar de ti. Te quiere. Pero pensá, la vida no es todo amor y novela rosa de canal porteño. Hace falta mucha plata para amar. Y Beatriz, como Palmira la tienen, solo hay que darles pija. Se práctico Germán y vos tenés el tiempo restante..., y plata. Pensá dulce Yago.
Mi cabeza me decía que me fuera, que escapase de allí, pero mi cuerpo me atornillaba a la grada, me agarrotaba las piernas y me aceleraba el corazón.
- Que calor hace aquí pibe - me dijo Lautaro al tiempo que se sacó la sudadera espesa de Nike que llevaba encima de la camiseta de su universidad y se la colocó en su regazo - Yaguito, te voy a demostrar lo que te decía recién. Dáme la mano - tal como lo decía me la tomó y la metió bajo la sudadera.
Le miré con cara de asombro y sorpresa
- Buen tamaño, no la soltés, la abarcas bien con tu manita - me sujetaba la muñeca con su manaza por encima de la sudadera - y ahora suavemente la gayola. Tu tenés que hacerlo rico. Toca la punta, ¿ya babea, verdad? o si preferés luego con tu amorcito, los tres podemos disfrutar de nuestra juventud y de la vida que nos da.
Efectivamente tenía un pene de diez pulgadas al menos y grosor en consonancia. Deslicé mi dedo gordo por la punta y la lubricación era intensa. Alguien al otro lado le preguntó por Palmira, intenté retirar la mano pero su garra me sujetó con firmeza. Estaba claro que el tal Lautaro era un sinvergüenza descarado con una sonrisa cautivadora y una polla deseable. Me dejé hacer y me entregué al placer.
Masajear suavemente aquel trozo duro de carne era muy gratificante. El argentino me animaba a continuar muy despacio mientras mantenía una conversación con el otro compañero de grada. De vez en cuando se acercaba a mi oreja y me susurraba que con la boca los dos íbamos a disfrutar mucho más, hasta que en un momento me volvió a sujetar la muñeca.
- Pará, pará, no quiero arruinar la remera.
- ¿La camiseta?
- Dale, eso, la remera
Me dejó sacar la mano de debajo de la sudadera y sentí mi propio pene palpitar, empecé a correrme, me llevé la mano al paquete y con un intenso ejercicio de voluntad cohibí la eyaculación.
- ¿Te viniste tú? - se me volvió a acercar a la oreja tan cerca que sentí el calor de su aliento y me hizo estremecer. Sin saber cómo, desee que Lautaro me penetrase allí mismo y sin pasarlo por el sentido común me acerqué a su cara.
- Quiero que me folles Lau.
- Que acabe esto y bajamos a vestuarios, nos demoramos y allí mismo te vamos a follar los dos.
Me mareé solo de pensarlo, quería una doble al precio que fuera.
- Me voy a aguantar la orina. Tu vas a ser mi urinario, mariconcito - se acerco tanto que le dió ocasión de mordisquearme la oreja y a mi de desear estar a su merced. Te voy a llenar de mi orina y me vas a comer el buto.
Y diciendo esto metió la mano por debajo de mi Lacoste, alcanzó el pezon y después de pinzarlo suavemente una y otra vez me apretó con fuerza lo que me hizo emitir un gemido en el mismo instante que el público vitoreaba a German por un ensayo increible despues de recorrer cuarenta metros finteando a medio equipo contrario. Con la voz entrecortada por el dolor placer le dije a Lautaro que por favor lo dejase para luego que iba a conseguir que me corriera.
- Corréte, como decis vos, corréte ahora para que luego sea mas placentero para mi follarte sin tu disfrute - seguía apretando y retorciendo.
Sentí que el mundo se esmerilaba y el orgasmo más brutal hizo presa en mi. Me noté enseguida empapado por dentro y disfruté de la sensación.
- Te viniste - dejó de presionar, pero no soltó la presa, siguió masajeando con mucha suavidad lo que prolongó el placer - pero el placer no acaba. Tenés mucho que aprender. 
El arbitro pitó el final del partido e hice intención de levantarme, pero Lautaro me volvió a sentar con mano de acero.
- Dejá que la afición vaya saliendo. No hay prisa. Tenemos que quedar solos en el vestuario. Tardemos en bajar.
Cuando el estadio quedó vacío y los operarios pasaban revisando saludaron a Lautaro comentando aspectos del juego; él les explicaba que íbamos a ver a Germán para llevarlo a una celebración.
Entramos en el túnel de vestuarios y nos cruzamos con algunos jugadores que ya duchados iban camino del aparcamiento. Uno de ellos un poco más mayor, al vernos se detuvo hizo intención de volverse, pero debió pensárselo mejor y continuó su camino. Al cruzarse con nosotros hizo una especie de saludo con la cabeza muy baja intentando como esconderse.
- ¿Le conoces? 
- Es el preparador físico del equipo de Arquitectura - contestó Lautaro, muy seguro - alguna vez le he sorprendido mirando donde no debía, pero no sé. ¿Le conoces tú?
- ¿Que si le conozco? Te puedo decir cuánto le mide el rabo o como le gusta que le coman el culo. 
- ¿Habéis follado? - preguntó muy lúdico - ¡Bien! Y donde lo lograste. Por los bares gay no se le ve.
- Me gusta el cruising en parques y bosques. El parque Noroeste, el pulmón de la ciudad, allí suele ir.
- Allá le voy a cazar. 
La puerta del vestuario estaba cerrada. Lautaro intentó forzarla pero estaba atrancada por dentro. La puerta, de repente se abrió y salió una Noelia muy malhumorada.
- Tu ¿Que haces aquí? - dijo dirigiéndose a mi, tras lo cual me agarró del brazo - ¿estás loco? Vámonos de aquí Yago, que Germán ya ha llevado repaso. Deja que se entienda con el argentino.
Me sentí aliviado por la presencia de ánimo de Noelia y al tiempo contrariado; ya me había rendido a la idea de ser el juguete de los dos gigantes. De alguna forma me habría gustado ser hetero y poder vivir con una Noelia que supiera que era lo que mejor me convenía.

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