jueves, 25 de diciembre de 2014

CASTIGO


Degenerado, no se si se le acercaría más degenerada, quizá hasta delictivo, suicida, pero sobre todo, ¡¡estúpido, estúpido, estúpido!! y porque mi posición y mi propia autoestima, me impedían gritarlo más alto. Y ahí estaba entre sombras, de madrugada, buscándole, no sabía bien para qué, si para salvarle o para justificarme.
Hacía tanto tiempo que ya no recordaba los recovecos que podían tener aquellos muelles, (pero aquello era ya otra vida, las putas para un ardiente y educado chico eran la única forma de explotar civilizadamente; quizá aquella vida ni existió) Entre tanto almacén vacío, rimeros de objetos rotos y sucios, tugurios polvorientos y basura maloliente. Pero no había que volver atrás,  había que encontrarle y exigirle una explicación, la última quizá o la penúltima, pero algo que dejase descansar mi conciencia. ¿Hasta que punto, hasta donde llegaba mi responsabilidad en esa actitud?

Debí imaginarlo cuando a sus nueve años en medio de la celebración del fin de año me avergonzó en medio de mis amistades y familia presentándose cuando ya todos tomábamos relajadamente nuestra copas y algunas parejas bailaban en la biblioteca al abrigo de miradas indiscretas. La verdad es que iba magníficamente caracterizado de  Rita, aunque yo debí levantarme de inmediato y hacer de Glenn, hostiandole allí mismo, quizá entonces, los derroteros habrían sido otros. Todos le rieron la gracia, su madre la primera que le había mandado hacer el disfraz de mujer fatal con larga boquilla y todo.
Y ahora..., en una noche heladora, parecida a aquella otra de la Hayworth, fin de año, estaba empeñado en encontrarle. El jardinero me contó con no poco apuro que le reconoció en un lance de putas, cuando atragantado de absenta, se entregaba a todo el que quisiera probar a hacer cualquier cosa inimaginable con un cuerpo, que en cabeza pudiera entrar. Le azotaban con cintos y él animaba a intensificar la crueldad del castigo; era la degeneración hecha jirones, después se dejaba destrozar con todo aquello que a aquella chusma del figón se le ocurría meterle, hasta vaciarse dentro chorreándole la sangre mezclada con esperma por la piernas; "nauseabundo, señor, yo tenía ya una lumia, ajustado el precio, pero tuve que echarlo atrás; allí,  delante de todo el mundo, como una perra salida, una lástima".
Aquellas palabras me escocían el apellido. No podía ser que mi sangre, remontada a los fundadores, se prostituyese de esa forma por mano de mi primogénito. Estaba dispuesto a todo.
En la oscuridad de los estrechos pasillos entre montañas de mercancías me llama la atención una brasa que ilumina como un foco sucio un pequeño entorno. Un entorno de labios carnosos y sensuales y un brillo extraño bajo unas espesas pestañas. Me trajo a la memoria el suave roce de unos labios de seda sobre mi piel más sensible y como  me provocaban la efusión inmediata, seguida de una más a renglón seguido, pero, claro, eran los dieciocho años de un vigoroso muchacho deseando conquistar cualquier mundo, por muy  difícil que fuese de doblegar. Me despertó el recuerdo la entrepierna y las polillas empezaron a revolotearme la boca del estomago. Olvidé la razón que me había llevado hasta los muelles y después de estar detenido unos interminables segundos, observando la brasa encendiéndose y apagándose, ésta dio un paso hacia adelante hasta que la débil luz de un fanal, iluminó furtivamente una esbelta figura de mujer. Me acerqué y con arrojo que creía olvidado le acaricié unos pechos firmes y sedosos; introduje los dedos por el pronunciado escote y alcance sin dificultad un pezón duro y elástico pinzandole  entre mis dedos y arrancando un quejido de placer profundo, denso y exigente. Bajé una ansiosa mano acariciando a través del satén rojo del ajustado vestido, un vientre plano hasta intentar alcanzar la rosa, que aunque suponía ajada del uso, era para mi en ese momento la más deseada.
Con una firmeza que me sorprendió, me apartó la mano; "El coño, amigo, es de mi  chulo, pero tengo un culo que siempre me dicen que es mejor que cualquier coño, pero si quieres la boca, es mi especialidad, según dice el que frecuenta estos barrios" y ya tenía su diestra mano hurgándome en la bragueta y sacándome el dragón de la cueva. Me acariciaba el pene con una maestría sorprendente y me exprimía el capullo para extraer precum con el que lubricar frenillo y las zonas más sensibles. "La boca" dije presintiendo que la eyaculación era inminente; "y si te lo tragas todo te doy el doble" notando ya la punzada del del impetuoso avance del semen buscando la libertad. Ella sin dejar de acariciar con la lengua hizo un gesto de aceptación con la cabeza e inmediatamente vacié todo mi contenido entre espasmos de placer en su boca. Le coloqué la mano en el cuello y percibí como deglutía sin soltar el pene, no había escupido el semen. Se había tragado todo el polvo.
Cuando me repuse y mientras me recomponía la ropa pregunté por una especie de travesti que se llamaba Sebastián y se hacía llamar 'La Chani'. "He oído algo, creo que murió hace tiempo, ahogado en absenta,  aunque también he oído que se operó y se puso vagina, ¿quien sabe?" No supo decirme por donde podría encontrar a mi oveja descarriada, el hijo primogénito en el que tantas esperanzas había depositado.
"Bueno, guapa, dime cuanto te doy y lo que sea, el doble"
Me cogió por los hombros entre sus manos y atravesándome con su mirada me sonrió de una forma que vagamente me resulto familiar, luego se acercó lentamente a mi labios y me dio un beso tierno y suave. Percibí como le brillaban los ojos de emoción.
"El precio..., no es nada, a mi padre nunca le cobraría"

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