martes, 6 de agosto de 2024

INCESTUOSO (II)

 

Aún conservaba el regusto amargo en la garganta y resonaba en su memoria la casi promesa de su abuelo y amo de que le cagarían en la boca. Un escalofrío le recorrió el cuerpo estando en su cama, horrorizado de la imagen que se le formaba en la cabeza, tumbado boca arriba, con una venda que le velara la vista, que añadiese incertidumbre a la amenaza de ser el albañal de quien quisiera que fuese e impidiese que en el ultimo segundo se arrepintiese y retirara la cara aún a riesgo de lastimarse con una de las patas de la silla sin asiento en la que se sentaba el que iba a aliviarse dentro de su boca. Imposible desconectar la potente imagen de un zurullo grueso y humeante entrando en contacto con su lengua mientras su semen salpicaba a distancia sin que nadie le hubiese tocado.
No sabía porqué tipo de vericuetos emocionales o psicológicos esa misma ensoñación a la que tanto temía y rechazaba le provocaba unas erecciones instantáneas y dolorosas como nunca había tenido, desde que con nueve años los gamberros aquellos le obligaron una y otra vez, durante tres años a chuparsela y tragarse la lefa.

¡Javier, joder!, ¿estás tonto? Están llamando a la puerta. Será tu putita, o sea tú Martita. A ver cómo se nos da.

Javier salió de golpe de su ensoñación. Mantenía la dolorosa erección y destilaba mucho precum. Se limpió como pudo con la sábana, se puso el pantalón a la carrera sin ropa interior y salió a la puerta. 
Efectivamente era Marta. Le ponía cachondisimo que su abuelo le llamase putita lo mismo que cuando le llamaba a él mariconcito, y no pudo evitar al abrir la puerta que se recrudeciese la erección que ya traía de la cama.
La miró como si fuera la primera vez con los ojos espantados porque sabía que tendría que descubrir la relación morbosa y deleitosa que tenía con su abuelo. Tenía la mano izquierda levantada de la que colgaba una llavecita. Sabía lo que eso significaba y se estremecía de lujuria pero lo que no sabía era cómo se tomaría Marta lo de su abuelo aunque a tenor de lo viciosa que era suspiraría por una buena tortura de pezón a cargo de un viejo mientras él la sodomizaba. Él sabía que la forma de dominarla en la cama, o en la tapia o en los váteres sucios de cualquier lugar consistía en hacerla sentir el dolor de un buen mordisco o un pellizco inmisericorde, se derretía al instante y ya era tuya. Podías pedirle lo que fuera que te lo entregaría en bandeja.

- Bueno, chavalín, me vas a dejar entrar o te morbosea ahora que follemos en el descansillo de la escalera.

Por si no estuviera ya suficientemente fuera de si, si no podía tener una erección mas intensa ahora Marta le salía con esa. Se imaginó en un segundo levantándole la falda a Marta en el descansillo mientras los vecinos subían o bajaban y todos hacían algo mientras él le comía el culo a Marta que se desesperaba porque quería que ese ímpetu lo desarrollará por la delantera. La volvió a repasar de arriba a abajo y pensó en lo que diría su abuelo cuando le viese los pezones pugnar por atravesar el delicado raso casi trasparente de la camisa.

- Claro, claro. Pasa. Con esos pezones como no iba a querer que entrases. Por cierto ¿has traído ropa interior o llevas puesto...?
- Lo llevo puesto. Se que te da morbo, luego me lo quitas mientras me porculizas para que yo pueda entrar en acción como sabes que me gusta.
- Otra cosa, Marta. Verás, a ver cómo te lo digo...
- ¿Quién es? tu novieta, verdad. Venga que pase.
- ¡Javier!

Marta tenía los ojos espantados. Sin abrir la boca interrogó muy enfadada a su novio. Echaba fuego por los ojos y los labios apretados. Levantó el puño con clara intención pero desistió y se dió media vuelta para irse. Javier la sujetó con firmeza por el brazo, ella dió un tirón pero no consiguió soltarse.

- Espera, por favor. Por favor, espera. Deja que te explique. Es mi abuelo. ¿No te dije que tenía un abuelo ingresado que estaba en las últimas? Pues no se murió. Se mejoró mucho, le han dado el alta y mi madre se lo ha traído. De su hijo hace siglos que no sabe nada, pero le da pena dejar solo a su suegro, fíjate. Antes de ingresarlo se había comprado una casa en medio del campo, pero claro había vendido la suya y no podía dejarle solo. Ven a conocerle. Es un poco borde pero tiene su gracia.
- ¡Joder con el viejo!
- Y hay más..., no se cómo decirlo...
- ¿Que me vas a decir, que te lo has follado, mariconazo?
- No. Pero él a mi si. Y lo hace muy bien.
- ¡¡CON TU ABUELO!!
- Si, con su abuelo, señorita. Y eso ha sido lo que me a salvado. ¿Verdad, Javier?
- No sé abuelo, yo solo te hice una mamada aquel día.
- Y a partir de...
- ¡Bueno, ya está bien! ¿Podemos pasar o es preferible que se enteren todos los vecinos?
- Perdona Marta. Venga, pasa, pasa, es que mi abuelo es como es.

Marta iba pasillo adelante detrás de Jerónimo escoltada por Javier, que a pesar de las circunstancias no pudo evitar meter la mano por detrás a su novia para alcanzar el regalo que tenía por delante. Ella en lugar de protestar caminó con las piernas un poco más abiertas para dar espacio a la mano de su novio.
Así estimulada por detrás Marta se fijó en la figura del viejo. A pesar de su hábito senil tenía un andar garboso moviendo las caderas de forma estimulante. Además el pantalón corto de pijama hecho de hilo de algodón permitía ver cómo el escroto bamboleante y descolgado se movía al ritmo de la marcha. Ellos sumado a la mano de Javier hizo que Marta casi si querer se desabrocharse la camisa ligera que llevaba y se pellizcaste los pezones arrancándole un gemido de placer. Jerónimo no fue ajeno, se detuvo entrando al salón y se dió la vuelta. Marta al verse así sorprendida lejos a achicarse recrudeció los pellizcos y de la forma más lujuriosa se contoneó delante de Jerónimo. No se lo pensó el abuelo de Javier. Con la rapidez y decisión impropia de un anciano se apoderó de los pezones de Marta y los retorció sin ninguna piedad, ella se quejó crispando la cara pero sacando pecho en lugar de encogerlo aceptando el castigo y pidiendo más. Jerónimo se envalentonó y acercó la boca a uno de los pezones para mordisquear lo mientras con la mano que dejó libre intentó acceder a su entrepierna. Pero estaba la mano de su nieto que le negaba el espacio.

- ¡Tú, perra! deja a tu amo que coja lo que es suyo.
- Esto es mío abuelo, y de nadie más.
- Eh, eh, ustedes dos, mi zona de recreo y cualquier otra zona de mi cuerpo es solo mía, ni tuya, zorrita de tu abuelo. ¡Seréis degenerados incestuosos!

Para cuando Marta insultaba sardónica a Javier y Jerónimo, éste ya tenía el pantalón de pijama en el suelo y la chaqueta había salido por su cabeza sin desabrochar siquiera, con la agilidad que lo haría un adolescente antes de tirarse al agua. 
Exhibía orgulloso una erección de juventud a la que solamente delataba la edad los huevos, enormes y colgantes. Los pectorales eran dos senos de lactancia vacíos pero disimulados por los piercings en unos pezones monstruosos. Marta no lo dudó un minuto y se lanzó a engullir la erección hasta donde pudiera sin asfixiarse. Cohibida una y otra vez la nausea para no dejar ir aquel regalo de la naturaleza. 
Javier al ver cómo Marta se tragaba el rabo del abuelo soltó la presa del sexo y empitonó por el culo a la chica que sin sacarse la polla de la boca gimió de placer. En ese momento fue cuando Jerónimo buscó con su mano el sexo de Marta para pellizcarle con rabia el clítoris y escucharla dolerse del castigo. Entonces sucedió. Se echó hacia atrás, empujó a la chica contra Javier dando con ellos en el suelo y se puso a vociferar con los ojos echando fuego de indignación.

- ¡Pandilla de maricones! ¿Esto que es. Creíais que me la podíais colar porque soy viejo? Hijos de puta. Tú, nieto estúpido, sabes que me da igual polla que coño, ¡Pero odio las mentiras, lo sabes, y has salido al mentiroso de tu padre! Me da igual que tengas novia, novio o perro y que se vista como le salga del culo, pero llevar castidad para que no se le vea el rabo, es el colmo.
- Abuelo, abuelo. Calmate, por favor. Marta es trans y no se quiere quitar el rabo porque lo que más morbo y placer le da es tener la jaula, pequeña además, puesta y que yo tenga la llave por si me apetece chuparsela o que me folle.
- ¡Venga! los tres al salón y en pelotas todo el mundo. No quiero más engaños. Y tú, imbécil, libera el rabo de tu novia o novio o lo que coño sea eso.

Javier se descolgó el cordón con la llave del candado y se acuclilló para liberar el sexo de su novia de la jaula que lo aprisionaba. El pene dentro de la jaula había pugnado por desembarazarse de su prisión sin conseguirlo únicamente dejarse las marcas de los barrotes bien marcadas en la piel por el efecto de la erección imposibilitada. Al liberar la jaula el pene pudo crecer en longitud quedándose enganchado únicamente por el tubo de sondaje de unos dos centímetros que se introducían por la uretra para imposibilitar aún más la remoción del castigo.
El abuelo tomó en su mano el sexo ya engrandecido de Marta y lo sopeso, se agachó y se lo metió en la boca. Marta de pronto dio un respingo hacia atrás sacando de la boca de Jerónimo su verga.

- ¿Lo has notado, no, perra?
- ¿Que has hecho? cabronazo.
- Tengo una lengua sabía. Te he metido la punta por tu boquete que ya está bien dilatado por el sondaje. Te ha sorprendido, pero, reconócelo, te ha gustado.
- Hazlo otra vez pero con más cuidado.
- Luego nos ponemos a ello. Ahora vamos a sentarnos con tranquilidad mientras echamos a volar la imaginación y nos calentamos como el diablo manda. A ver, tú, ¿Cual es tu nombre de verdad? nada de fantasías ni sainetes de opereta.
- Marta, abuelo, Marta. No hay otro. Marta es una tía.
- ¿Con polla? Os habéis vuelto locos.
- Si, con rabo. Con un rabo increíble además y unas tetas que le han puesto que flipas. Cuando Marta me folla y me dan sus tetas en la espalda me corro de gusto. Además por tener polla en origen sabe que siente un macho cuando le follan y lo hace como nadie. Es lo ideal, una novia que puede follarte y te la puedes follar. ¡Increíble!
- Por muchos años que viviera no lo llegaría a entender jamás. Supongo que como mi padre nunca entendió que faltando días para casarme con tu abuela ya preñada de tu padre, me encantase que el cabrero de la casa me la mamase cada vez que estaba cachondo y no lo ocultaba. A él  le gustaba y a mí más. 
Ahora comprendo de dónde te viene conociendo a tu padre.
- ¿A mí padre? Por cierto porqué dijiste antes que mi padre era un mentiroso y otra cosa que nunca me aclaró mi madre, ¿Porqué se fue, porqué me abandonó?
- Tu padre, tu padre... De no haber tenido polla habría sido una fuerza de la naturaleza. Pero no supo sujetarse. Inteligente, habilidoso, brillante y listo, pero la lujuria le pudo. Desde que era un púber. Pero era mi hijo y le cubrí. Verás.
Yo tengo o tenía, no se, quizá esté muerto ya aunque era mas joven que yo. Decía, tengo un hermano más pequeño, unos cinco años o así. Tú tío abuelo era un bohemio, siempre entre artistas, gente farandulera, borracho, adicto a la nieve y decía él un espíritu libre. Yo le decía que era un sinvergüenza con balcones a la calle. El se reía. El caso es que pasaba temporadas en casa, supongo ahora que cuando estaba tieso, pero no por eso él se amilanaba. Él actuaba como si le respaldase una cartera de títulos en la bolsa de Londres. Por supuesto, yo financiaba con la espectativa de una pronta devolución con intereses. Yo, ¿que decir? le tenía mucha ley, era el típico sinvergüenza gracioso, siempre riendo sin dar importancia a nada salvo a sus vicios.
Tú padre, la ultima vez que vino mi hermano, por cierto, Bernardo, que no lo había dicho, eso, tu padre tenía nueve años pero muy desarrollado para su edad, aparentaba doce o trece. Mi hermano Bernardo desde que llegó se hizo muy de tu padre. Iban a pescar, a poner lazos para los conejos y liga para los pajaritos. Pasaban mucho tiempo juntos y eso a mí me satisfacía, que tú padre tuviera con quién entretenerse. Tú abuela desde el parto con la depresión ni estaba ni se la esperaba, según el loquero que la visitaba.
- Me la estoy viendo venir abuelo.
- Eres listo como él. Fue en otoño. Bernardo vino a la casa del campo, si, donde el cabrero, a pasar la canícula y a bañarse en la alberca o el río. Tú padre pasó un verano de aventura y diversión. Cuando ya las tardes menguaban y la luz se tamizaba de ocres y nostalgia, me desperté de mi cabezada de después del café de la tarde y me extrañó no escuchar el alboroto de tío y sobrino. Todo estaba calmado como el claustro de un convento antes de vísperas. Me puse a buscar por las habitaciones y no encontraba nada. Nadie. Y me dió un vuelco el corazón. Mis devaneos con el cabrero eran en un sobrao del pajar donde se guardaba grano para ponerlo a salvo de las ratas. Me temí lo peor y a la par sentí un pellizco en la boca del estómago que me dejó sin respiración y me hizo estallar un calambre en el capullo. La misma sensación de cuando iba al encuentro del cabrero. La puerta estaba entreabierta y se escuchaban murmullos, pero no se veía nada. Entré con sigilo y me imaginé donde tendría que buscar. Subí con sumo cuidado la chapera que daba acceso al granero. Desde que tenía mis encuentros con el cabrero sabía que escalones crujían y cuales eran discretos. Me gustaba sorprenderle metiéndose el astil de cualquier azada por el culo mientras gemía de lujuria. En cuanto llegaba se lanzaba como una jauría de lobos a exprimirme el rabo de hasta la última gota de leche.
Llegué al borde del sobrao y los vi. Por poco no me caigo. Tú padre con su corta edad, le faltaban días para alcanzar los diez.

- Sueño con tu polla tío desde que te conocí a los seis. Desde entonces he ido metiéndome cosas en el culo para que me follases en cuanto yo pudiera convencerte.
- Tengo treinta, pequeño. Si me gusta el sexo y he hecho de todo con tías, tíos y hasta animales, en aquella orgia en Praga, pero nunca he tocado un crío.
- Yo no soy un crío, soy una perra que te va a comer el rabo para que me preñes el culo como a una puta.

- ¿Mi padre a los nueve hablaba así? ¡Joder! menos mal que se largó si no a estas alturas tendría el ojal como un vomitorio del Bernabéu, porque seguro que me folla cada vez que me cambia el pañal. ¿Y viste como tú hermano se lo follaba?
- Todo. Y no sólo eso. Me excitó tanto la escena de la sodomización de tu padre que pedía a gritos que le empalase con más fuerza que no pude evitar sacarme la polla y con poca estimulación correrme como nunca. Pero debí hacer ruido corriéndome que Bernardo se detuvo y aunque tú padre le instaba a seguir, él no pudo. Se levantó a toda prisa empezó a vestirse y yo aproveché para escabullirme.
Después de la cena en la que Bernardo y yo anduvimos muy serios y parcos en palabras, tu padre no hacía más que mirarnos a hurtadillas y reprimir la risa, como si él ya supiera el vendaval que arreciaba y le divirtiera. Después de la cena digo, le dije a mi hermano que pasase a mi despacho. Tú padre vino detrás muy festivo pero le fulminé con la mirada, me la sostuvo y no sé si sería mi imaginación o que fue real pero se llevó la mano al paquete y se marcó el bulto, pero se detuvo y cerré la puerta dejándole fuera.

- Siéntate Nardi.

Mi hermano de chico era un muñeco, bello como un nardo, de la belleza de mi madre. Y rompió entre la familia como Nardi, porque Nardo era demasiado grande para él.

- ¿Qué pasa Jero?
- Explicame lo del sobrao del pajar de hoy.
- No sé, Jerónimo ¿de que hablas?
- Si lo sabes. ¿Te entra entera en el ojal de tu sobrino? Hasta ahí no me alcanzaba la vista, pero por lo que decía el niño, quería más.
- Fue él Jerónimo. El puto niño ese que es como una ninfula. Desde que llegué me persigue, me pregunta que como de grande se me pone, que si le cabría entera en la boca, que a que sabe la leche. Jero, joder, tú niño es un pervertido. Y si, me pilló con una revista pajeándome en la huerta, tras el nogal grande que sembró el tatarabuelo. No me dejó ni pensármelo se lanzó como una hiena a la polla y se tragó todo lo que eché. Luego no ha dejado de perseguirme. ¡Joder Jero! si se me ha metido de noche en la cama a chupármela. Si, en cuanto te duermes, que roncas como un búfalo afónico se me cuela y que se la tengo que meter, que se la tengo que meter. Hasta que hoy lo ha conseguido.
- Y tú, ¿no has podido negarte, verdad?
- Es muy bueno Jero, de verdad, es un demonio. No se de dónde se ha sacado el que comer el culo da gusto. Pues si, da gusto, es muy placentero y el lo hace como nadie. Tiene una lengua sabía.
-¿Sentías como le entraba en el culo, verdad?
- Eres un puto salido. Siempre lo fuiste. ¿Que crees, que porque decías que era un juego en el que yo era un pirata y tu el oficial de SM, no me daba cuenta que tú tortura era la paja que me hacías y que luego te corrías tu restregándote contra mi polla? Tenías trece y yo siete para ocho. ¿Desde cuándo te aprovechabas de mi? A quien tenía que salir tu hijo. Anda, niégame que te corriste como una perra mientras nos mirabas. Y ahora lo que vas buscando es el morbo de que te cuente la cara que ponía mientras me lo follaba o lo estrecho que estaba.
- ¿Ponía cara de dolor, le hiciste daño? No escuché que le azotases el culo mientras la metías. Si, me puso muy salido y lamenté haber provocado el crujido que os alertó. Pero, dime, ¿te corriste dentro?
- Si, Jero, me corrí a pesar de tu imprudencia. Preñé a tu hijo y el me lo agradeció. Me dijo que no lo echaría para sentirse más guarra aún. Y que quería más cada día, a todas horas.
- ¿Tú crees...?
- Si lo creo. Seguro que lo está deseando. Hacérselo con los dos, uno por arriba y otro por abajo, para que sea un incesto bien completo, sería para él la culminación de su lujuria. Y para tí también, me juego el virgo.

- Y os lo follasteis los dos. ¡A mí padre! Su propio padre y su puto tío.
- Tienes cojones, Javier, de las cosas que habláis nieto y abuelo.
- Y que lo digas Marta. Y bueno ¿qué, os los follasteis? Joder, di algo.

Jerónimo dejó caer los hombros en señal de derrota. Efectivamente se lo habían follado y su hijo había sido un entusiasta compañero de sexo. Él quiso comentarlo con su hermano, pero a la mañana siguiente de haber tenido una orgía desenfrenada Bernardo se marchó. Jerónimo no pudo sustraerse a la tentación de su hijo y follaba con él cada vez que se le antojaba y su hijo siempre estaba dispuesto. A veces la madre del niño llamaba desde su lecho de postración para saber que hacían o donde estaba. Incluso en alguna ocasión Jerónimo acudió al reclamo de su mujer en albornoz con un priapismo inasequible para comprobar únicamente que solo quería saber que no estaba sola. Quiso acceder a su sexo pero ella comenzó a llorar una vez más: 
"Solo quieres preñarme otra vez para sumirme en la peor desesperación. Te estás haciendo otra paja, mira como estás tú, eres un degenerado" 
Jerónimo se iba de la alcoba buscando el sexo de su hijo que le esperaba ansioso de par en par para recibir su semilla necesariamente estéril en su cuerpo de adolescente varón.

- Si, Javier, me lo follé aquella vez con mi hermano y seguimos y seguimos. Cuando tú padre tenía dieciséis años, no solo me lo follaba yo. Había un gañan joven en la propiedad que le caló de inmediato. El se lo follaba cuando yo no podía o no tenía ganas. Tú padre era insaciable a esa edad.
Y si. Creo que yo fui el responsable de la muerte de tu abuela. Nunca debí acceder a hacer un trío en mi despacho, tan cerca de la alcoba de tu abuela.

- ¿Cómo se llamaba mi abuela?
- María Galatea. Aunque ella prefería que le llamasen como a la Nereida, Galatea a secas. A tu madre, aunque se llame Gloria, tu padre siempre le dijo, mi Galatea. Le recordaba a su madre.


 

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