sábado, 20 de julio de 2024

INCESTUOSO (I)


- ¿Que tal la guardia?
- Psst, ya sabes, una guardia. Un coñazo, la gente ha perdido el sentido del bienestar, como si la vida tuviera que ser un páramo sin dolor, como si la existencia no fuese un bello bosque en el que vivir es una excitante sucesión de colores, olores, sonidos y rasguños que duelen pero te comunican que vivir es tener alegría por resistir por muy doloroso que sea el avance por el bosque.
- ¡Caramba, Javier, hijo! que filosófico vienes tú de la guardia.
- Va, mamá. Me voy a echar un rato. He quedado con Marta luego para tomar algo.
- ¡Ah! por cierto, mañana le dan el alta a tu abuelo. Está mucho mejor. Me ha dicho el médico que tú visita le hizo mucho bien. Va a quedarse con nosotros una temporada, mientras terminan de acondicionarle su casa nueva. Que tambien vaya capricho, en medio del campo. El vecino más cercano a dos kilómetros, yo no sé...
- Mamá, el abuelo es raro, tú lo sabes. Bueno me voy a echar. Si llama Marta me despiertas.

Echado sobre la cama quiso cerrar los ojos para dormir algo, pero la imagen del abuelo apretándole los huevos, provocándole un dolor que le excitaba cada vez más solo conseguía acelerarle el corazón y que el capullo le doliera de tanta congestión. Se tuvo que sacar el calzoncillo y destaparse porque sabía que cualquier roce, por leve que fuera iba a provocar la catarata desbocada de leche. Y ahora le iba a tener en casa. No sabía hasta que punto Marta lo comprendería y aceptaría. Ya no era solo su abuelo del alma, era su mentor en sexo, lo que había aprendido sobre el placer total había beneficiado a Marta que disfrutaba de su aprendizaje.

- ¡Abuelo, te veo mucho mejor!
- No me extraña, la leche que me sacaste con la boca la semana pasada me estaba matando. Se me estaba pudriendo dentro, y tengo más, estaba soñando con que vinieras a verme. ¿Que tal te ha ido la semana? Quedamos que ibas a contarme en detalle cómo te partió el virgo tu profe de gimnasia. Matías ¿verdad? que cabrito, con la parienta a punto de parir y buscando culitos para estrenar. Pero bueno, acércate un poco, hoy estoy más libre, sin gotero ni nada, que el matasanos me ha dicho que no se lo explica, pero que he mejorado muchísimo. Y claro yo tampoco sé lo voy a explicar. Acércate, así. Mmm, que buena la tienes. Estoy deseando salir de aquí para montarnos un sesenta y nueve. Pues venga, cuenta como fue.

- Llegó el lunes siguiente y allí estaba yo, como un clavo, a la puerta del pabellón. A los pocos minutos apareció Matías, como nervioso le noté y la misma operación del día anterior. Una figura espléndida, abuelo, para perder la chaveta, yo creo que con la lycra encima mejor que desnudo. Se le insinuaba el rabo descapullado, muy tieso y grande que si hubiera querido se habría salido por la pernera. Me quedé extasiado mirando. Me quité yo mi chándal y fui a la cuerda, levanté los brazos para agarrarme cuando Matías me tomase por la cintura y me aupase. Me puso una mano en el culo y otra delante justo donde tenía mi polla a reventar de excitación, imposible que no se diera cuenta, sentí la presión de su mano pero sin el impulso para saltar. Así durante unos segundos interminables hasta que me soltó, se acuclilló delante de mi y puso sus manos en mis costados: "Mira Javier, esto es absurdo. Luchar contra la naturaleza es una batalla perdida antes de empezarla. Tú estás deseándolo y yo lo deseo desde que te vi el primer día de clase" y se me abrazó poniéndome su cara contra mi pecho. Yo le rodeé el cuello con mis brazos.
Permanecimos en esa posición una eternidad de dulzura y pasión. Ahí fue donde yo deseé besarle en la boca por primera vez. Desear besar a alguien, solo ese impulso ya remunera. Debió ser mutuo porque al tiempo levantó la cara y rozó sus labios con los míos y yo de forma espontánea, sin saber que se hacía así a las primeras de cambio, abrí la boca. Las lenguas se encontraron y me derretí, como un polo de limón en la playa un día de julio.
- Tu primer beso. Vaya. El mío fue con un trabajador de la finca de mi padre. Yo tenía unos doce años y sorprendí pajeandose a un bracero que yo calculé que tendría como cuarenta años, dada mi edad podría haber tenido veinticinco. A mí me pareció muy mayor. En vez de cortarse se expuso aún más y me reclamó para que me acercara. Me excitó muchísimo. Con miedo pero me acerqué. Me cogió la mano y me la llevó a su miembro. Me volvió loco su calor, su dureza elástica y su tamaño. Él me animó a que lo sacudiera y en un momento me tomó por el cuello y se acercó a mi boca. Me llegó la lengua a los talones y sentí como empezaba a echar leche con fuerza y en ese momento no sé que me pasó pero me desfallecí y el me soltó. Cuando recobré el conocimiento no estaba y yo sin embargo me había meado encima. Eso pensé yo. Fue mi primera eyaculación y ya fue abundante, porque me empapó hasta el pantalón. Pero bueno. Tú. Lo tuyo, que pasó después de aquella epifanía.
- Con él acuclillado ante mi, abrazándome y con la cabeza apoyada en mi pecho le acaricié la cabeza y me pareció que lloraba aunque no lo sabría decir con seguridad. Cuando alzó la cabeza para mirarme, se levantó él también y me echó el brazo por el hombro después de revolverme el pelo en un gesto de cariño "Estás hecho ya todo un hombre" me halagó, la verdad. Nunca tuve en mi vida un hombre cerca en quién fijarme. Cómo tu hijo nos abandonó cuando yo era pequeño no tengo memoria, así que cuando Matías me despeinó cariñosamente con la mano me sentí cerca de él.
- No me hables de mi hijo. No tengo puta idea de donde estará. Siempre me dió pena de tu madre, de cómo la engañó, pero eso da ya para otra conversación. Ahora a lo tuyo, venga, ¿Como te taladró el ojal ese tal Matías?
- Me dejé llevar. Sentía el calor de su brazo y luego, cuando me cogió por la nuca con su manaza me estremecí de emoción. Me encontraba muy a gusto con él y lo que me pidiese que hiciera, lo haría. Estaba deseando poder comerle la polla y tragarme su leche. Con su mano calentándome la nuca me iba guiando hasta que llegamos a la escalera que subía a la zona de oficinas. Siempre pensé que iríamos a vestuarios, pero no, subimos y entramos en la sala de masaje. "Javier, desnudate y súbete a la camilla de rodillas con los codos apoyados y la cabeza baja, quiero verte por detrás" Ya está, me lo va a hacer, me la va a meter por el culo. Que no me duela mucho, dios, que no me duela. Así pensaba mientras esperaba la arremetida. Tenía los ojos cerrados esperando lo peor. Y sucedió.
- Te la clavó el muy salvaje a lo bestia, sin prepararte.
- No. Verás. Sentí un golpe fuerte en el culo, sin dolor, y eso me despistó, pero enseguida supe que pasaba, porque sentía placer en el ano, ¡me estaba chupando el ano! y era muy placentero. Pero enseguida recordé que había cagado justo antes de llegar allí y me había limpiado a la carrera y sin toallitas húmedas. Y me agobié.
- Imagino la emoción de ese Matías cuando olió y saboreó tu culo sucio. Estoy convencido que casi se habría corrido de gusto. No hay nada como el culo sucio de un twink.
- Yo me volví temeroso de que al comprobar que estaba sucio se echase para atrás y no quisiese seguir follando, tenía hecho el corazón a que me la iba a meter y me iba a doler, y lo aceptaba. Él me dijo cabreado "¿Que haces? vuelve a darme el culo que te lo coma. Es el mejor culo de alumno que me he comido", pero es que acabo de cagar, y me contestó con tono de rabia: "ojalá me hubieses cagado en la boca, y ahora, déjame que disfrute, luego disfrutarás tú cuando te la clave"
- ¿Y te volviste?
- Si, claro. De repente encontré un placer extraño en saber que Matías se estaba comiendo mi culo sucio.
- Acababas de derribar el tabú del culo.
- No solo eso, abuelo. Después de comerme a fondo, que yo sentía como metía la lengua dentro con el ano ya bien dilatado, por lo menos por fuera y gozaba pensando en cómo sería que me metiese la polla. Pues bien, cuando se hartó de trabajarme por ahí se levantó y me hizo darme la vuelta para que le chupase. Me la metía con fuerza, hasta dentro, pero yo ya sabía cómo era eso. Empezaron las nauseas pero estaba acostumbrado a reprimirlas y empezó a salir la baba lubricante. Me dijo: "Ahora sí" recogió bastantes babas y me lubricó bien el culo y él se la dió en su verga y me apuntó con el capullo.
- ¿Que fue, un golpe de cadera salvaje para destrozarte o se lo hizo con cuidado?
- Sentí como apoyaba el capullo y la presión sin dolor hasta un punto en que algo duro le costaba más entrar. El capullo es más blandito pero el fuste de la polla es bronce. Ahí empezó el dolor, pero él me hizo volver la cabeza y me besó metiendo lengua a tope. Le sabía la boca a culo, a mí culo y eso me excitó tanto que fui yo el que apretó a pesar del dolor. Dolía bastante pero era más la necesidad de que me entrase entera. El dolor a los pocos minutos cedió y pensé que no había podido ser, la tenía muy grande y yo era virgen, y él había desistido. Eché la mano atrás a ver cómo se me había quedado el culo, si había sangre o qué y me sorprendí tanto que le dije que me follase más duro. Cuando me toqué el culo lo que toqué fueron los huevos de Matías, la tenía entera dentro. Moví un poco las caderas a ver qué se sentía y empecé a correrme. 
Matías al darse cuenta inició una carrera sin control bombeandome el culo con fuerza, hasta que en nada de tiempo dio un ultimo golpe de cadera que me llegó hasta el alma, un impasse más largo, otro golpe y otro y otro emitiendo un gemido casi y sin casi, animal hasta que cayó sobre mi espalda y me dijo jadeante: "¡que gustazo! te he preñado" tenía toda su leche dentro, y abuelo, nunca me había sentido más satisfecho sabiendo que se me había corrido dentro.
- Uy, uy, chico. Eso tenía toda la pinta de una relación estable. Supongo que no sería la ultima vez.
- Que va. Estuvimos liados hasta que salí del instituto. Su mujer tuvo el niño de cesárea, el niño tuvo algún problema y ella quedó muy débil y se fue a pasar una temporada a casa de su madre. Te puedes imaginar, follábamos a todas horas. Fue una temporada increíble. Yo me llegaba a correr dos y tres veces seguidas. Sobre todo cuando un día me dijo que tenía la responsabilidad de ahormarme el ojete porque había por ahí pollas enormes que tendría que encontrar y quería que disfrutase de ellas. Y me enseñó una especie de suplemento de silicona que se ponía en el rabo y le hacía el doble de gordo. Aquel día volví a sentir el dolor de la primera vez y me excitó tanto que me corrí sin tocarme. Cuando me dejó de doler, Matías follaba con furia y yo sabía el tamaño de ano que me quedaba y con el semen de la primera corrida me froté el capullo y volví a correrme. La tercera fue cuando Matías me metió un vibrador de próstata después de correrse él para darme más gusto a mi. Esa tercera me corrí entre placer y calambres en el capullo. Me encantó. El cacharro de la próstata me lo regaló. Me lo ponía a veces para ir a clase, por morbo. Como ahora que lo llevo puesto.
- Joder, Javier, me he puesto cachondo perdido. Acércate que te toque el culo y compruebe lo de ese estimulador. ¿No te irás a marchar sin sacarme la leche? Sabes que eso me mejora mucho. Y a ti, seguro que te alimenta.
- ¡Buenas Don Jerónimo! Y usted...
- Soy Javier, su nieto. Vengo a verle de vez en cuando.
- Su abuelo a mejorado milagrosamente.
- No tan milagrosamente doctor. Desde que viene mi nieto a verme, que parece que me saca lo que me envenena, he remontando.
- Por lo que sea, ya se verá. El caso es que está usted ya prácticamente recuperado y podremos darle el alta muy pronto. En cuanto vea las ultimas analíticas y los TAC. Ahora les dejo con su conversa. 
- ¿Lo ves, Javier? Sácame ya la leche como tú sabes para poder salir de aquí lo antes posible.

Javier se fijó en el bulto que hacía la sabana sobre la entrepierna de su abuelo y sintió ya la nausea tan gratificante anticipando el choque del anillo del capullo contra la garganta. Entrecerró los ojos y sonrió levemente entregándose al deseo libidinoso del incesto.
Salió de la habitación del hospital relamiendo aún alguna gota de la saliva que Jerónimo le había escupido en la boca cuando, tras correrse le ordenó que le enseñase el producto en la boca.

- Hoy no quiero que te lo tragues aún, quiero ver cómo lo atesoras en tu boca y lo tragas junto a mi saliva que yo te escupa para que sepas que es humillación.
- Creo que me correré de gustó abuelo.
- Ni se te ocurra. Tú te correrás cuando yo te lo diga. Eres mío y me obedecerás o sabrás que es un castigo.

En el ascensor, camino de la calle, no pudo evitar tener que acomodarse la impaciente erección que reclamaba su alivio. La médica de mediana edad, que bajaba con él, a la que no se le pasó la escena miró alternativamente a su bulto y a su cara y supo que tenía una oportunidad. Él, muy cortado miró como los números de las plantas se sucedían mientras la mujer se le iba acercando. Deseaba que la erección cesase y que llegase la planta baja, pero el ascensor era desesperadamente lento.

- ¿Vienes de ver a alguien, o eres estudiante de la escuela?
- No, no. Mi abuelo está ingresado y..., y..., he venido a verle.
- ¿Y tu abuelo te pone así?

Javier sintió el roce de la mano de la medica en su paquete y justo en ese momento el ascensor se detuvo y la voz impersonal de la maquina cantó "planta baja". Javier vio el cielo abierto y sin responder ni volver la cabeza salió del ascensor casi a la carrera.

- Ya tenemos a tu abuelo aquí. Vino está mañana. Le he puesto en tu antigua habitación de cuando eras pequeño. Vete a saludarle. Comeréis juntos, tengo que ir a trabajar. Os he dejado lasaña en el horno. Bueno, estate pendiente de él.
- Descuida mamá, pasaremos la tarde juntos. Y luego vendrá Marta.

No sabía cómo Marta se iba a tomar lo de su abuelo. Marta era muy sensual, le gustaba mucho el flirteo y las miradas equivocas, los meneos de cadera incitantes y las palabras de doble sentido. Pareciera que quisiera follar con todo el que se cruzase en su camino y de hecho era de las cosas que más excitaban a Javier, que follase con todo aquel que se le antojara mientras él desacaradamente de masturbaría delante de ellos. Pero cuando se enterase que se alimentaba de la leche de su abuelo quizá se incomodase..., o pudiera ser que soñase con tener la polla anillada de un carcamal dentro de su cuerpo mientras pugnaba por arrancarle los pezones retorciendo los piercings. Marta era la que le había hecho tomar conciencia a Javier de que tenía pezones. Los de Marta eran gruesos como cerezas y sabía disfrutarlos, los suyos eran cónicos y aún pequeños para poder hacerlos protagonistas de un encuentro sexual. Marta sabía cómo pellizcarlos para llevar su sexo a otro nivel. Después de todo, cuando viese el soberbio Príncipe del abuelo quizá se le antojase que él tuviese uno. Desde que vio el de su abuelo pensó en hacerse uno, aunque solo imaginar que le perforaban el capullo le producía escalofríos. Aunque estaba seguro que si Marta se lo pedía él se entregaría al dolor esperando la remuneración del placer.

- Hola abuelo. ¿Ya estás instalado?
- ¡Perra! ¿Así es como te diriges a tu amo? ¡Agáchate ahora mismo y hunde tu puta lengua en mi ano, dame placer, zorra!

La bofetada que dió a su nieto reverberó en toda la casa. La nuera de Jerónimo ya se había ido y Javier cayó de rodillas ardiendole la mejilla y temblando de lujuria. La erección que tuvo fue explosiva, pero el abuelo no le permitió desnudarse. Mientras estaba arrodillado con la vista humillada Jerónimo se desnudo y abrió las piernas sobre su cabeza. Javier levantó la cara y lo que vio, le hizo estremecer. Se había hecho una idea de cómo era el ano de su abuelo al palparselo en el hospital pero verlo ahora le encogió el corazón. Era una boca de labios anchos llenos de arrugas dentro de la que sin dificultad cabría la cara entera. Colgaban los huevos de una forma escandalosa y la verga fláccida con el anillo acompañaba a las bolsas. Con suavidad, casi reverencia acarició el sexo de su abuelo y se acercó con la boca abierta a su ano. Fue un descubrimiento. Se enganchó a la succión, mordisqueando los márgenes escuchando los quejidos de placer del abuelo. Jerónimo empujó su sexo a hacía la boca de su nieto para que se dedicase a toda la zona. Cuando se metió el capullo ornado en la boca sintió como se iba endureciendo. Cuando creyó que ya se iba a correr, de pronto se retiró lo que sorprendió a Javier.

- Venga, mi mariconcito, dame el culo, te voy a follar.
- Pero, abuelo ¿Te vas a quitar el piercing?
- La gracia está en follarte con él. Te voy a destrozar, para que sepas lo que es que te folle un macho.

Javier a toda prisa se deshizo del pantalón, que no llevaba ropa interior y de un salto se colocó en la cama como Matías le dijo la primera vez esperando la arremetida del abuelo. No sabía porqué, pero se sentía plenamente feliz. Deseaba que su abuelo entrase con todo dentro de él. Se sentía cosa en manos del dueño y eso le transportaba.
Cuando el abuelo sintió estar a punto del éxtasis sacó el miembro tumbando de espaldas a Javier le exigió la boca. El chico miró horrorizado el capullo adornado del anillo envuelto en su propia mierda.

- Abre la boca y traga, perra.
- Pero, pero abuelo está toda la polla llena de mierda.
- Así es, mierda de un guarro que viene a satisfacer al amo sin haberse lavado bien. La hostia que te voy a dar va a ser chica si no abres la boca ¡YA! que estoy a punto de correrme.

Jerónimo levantó la mano amenazante y Javier cerró los ojos y abrió temeroso la boca. El sabor le sorprendió. Era como el del beso de Matías pero muy intenso, seguía siendo su propio culo, pero muy amargo. Creyó que vomitaría pero la nausea no llegaba y de pronto la boca se le inundó de la leche de su abuelo que mitigó el amargor y cambió la amargura de ser así violentado por la dulzura del placer de saber que tenía la boca llena de mierda y leche de su abuelo que había sabido sacar de él al Javier más vicioso que ni sabía que llevaba dentro. Cuando acabó de tragarlo todo, Jerónimo sacó su verga fláccida y Javier pudo comprobar que quedaban restos marrones atrapados en el anillo y el reborde del capullo y sin pensarlo volvió a atrapar en su boca la verga del abuelo para con su propia lengua limpiar hasta lo más pequeño que pudiera manchar. Cuando acabó el abuelo le tomó los huevos y los apretó en su puño y con ese estímulo tan doloroso surgió su fuente de semen. Cuando acabó de correrse entre espasmos de placer, el abuelo le miró sonriente.

- Tengo unos buenos amigos que disfrutarían cagando en la boca a un vicioso como tú.


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