viernes, 1 de septiembre de 2023

EL CONFESIONARIO (IV)

 

- Papá, soy Pedro.
- Quién se ha querido morir. No es ni tu santo ni tú cumple. ¿Cuanto me va a costar?
- No papá, de verdad, esto va en serio. Tengo que hablar contigo.
- Pero no estabas tú en un convento o algo, de esos sitios donde las pajas os las hacéis a destajo y os dais después golpes pecho.
- Mariano, papá joder. Déjate de coñas que voy en serio. Necesito hablar.
- Vale. Vente a casa. Vivo donde siempre, ya sabes.
- ¿Con tu amigo de siempre?
- Ese se largó. Ahora tengo otro. Muy simpático.
- Hasta ahora. El tiempo del metro.

Siempre había sabido, bueno, siempre, desde que con diez años vio a un hombre que le guiñó un ojo y sonreía en un centro comercial y se acercó y su madre le cerró el paso. "No puedes seguir impidiéndome verle, es mi hijo" Mi madre le dijo no sé qué de una sentencia judicial que impedía que me viese. Y así me enteré de quién era mi padre, que mi madre siempre me dijo que nos abandonó, y siempre acotaba con rabia entre dientes "pedazo de maricón"
Mi padre iba con otro hombre que seguía los acontecimientos a distancia. Le pregunté que quien era a mi madre y me contestó que mejor no lo supiera. Me quedé con la intriga y me olvidé de ello hasta que con quince años, fui al cine y un hombre que se sentó a mi lado me trasteó. Cuando llegamos a los servicios y le vi bien los rasgos, reconocí a aquel hombre que se mantuvo a distancia cuando conocí a mi padre. Até cabos. Ya estaba claro aquello de pedazo de maricón. Por lo menos, pensó, no tendré que pasar la vergüenza de ver al ligue de aquel cine, aunque tuviera que agradecerle el desvirgue (joder como dolía, pero inexplicablemente, que dolor tan rico) que le permitía disfrutar de la retaguardia.
- Soy yo, papá.
- Sube.
- No está..., tú roommate? - dijo nada más abrirle la puerta su padre.
- No, no. Es, digamos, un poco vigorexico y está en el gimnasio. Se llama Ayante.
- Y ese nombre...
- Su padre era experto en Homero. Ayante es un héroe. ¿Que más da, joder, Pedro? Venga pasa y siéntate. ¿Quieres tomar algo?
- Lo que tomes tú está bien.
- Cerveza, entonces. Espera, no eres un poco...
- ¿Pequeño? Papá prácticamente tengo diecisiete y además de lo que vengo a hablar no tiene nada de infantil.
Mariano marchó a la cocina y volvió con un retráctil de seis latas de cerveza.
- ¿Siempre estás así en casa? - Pedro señalaba la indumentaria del padre consistente en un suspensorio de elástico ancho - porque ya se te va marcando la edad en el culo. Un boxer te disimularía esas arruguitas que te hace el culo junto a los muslos.
- Ya. Eres observador. Pero me deja el ojal practicable en todo momento - y diciendo esto sacó de entre los cojines del sofá un dildo de buen tamaño.
Le ofreció una lata a su hijo y él se abrió otra. Y en ese momento se escuchó la puerta cerrarse y un "Estoy en casa, guarra, vete preparando"
Al entrar a la habitación y ver qué Mariano no estaba solo se cortó durante un instante hasta que recuperó la compostura.
- Ah, perra, ya veo que te has buscado un aperitivo, infanticida. ¡Es un crío, joder!
- Ayante - señaló a su hijo con la mano extendida - te presento a mi hijo Pedro. Pedro, esta montaña de músculos es Ayante.
- Ah, perdón, chico, tienes un polvo, que lo sepas. Pero es que tu padre es una perra salida como no te puedes imaginar y en cuanto me descuido me mete en la cama a cada modelazo. No te importará que me quedé. Me doy un duchazo y ya estoy aquí. Tenemos muchas cosas de las que hablar..., bueno, a lo mejor, no todo tiene porqué ser hablar.
Ayante salió camino de la ducha silbando exultante por ver a Pedro en su casa.
- Ahora, no voy a poder tratar lo que quería contigo, Papá - Pedro estaba contrariado soltó la lata en la mesa y se levantó - me voy. Quizá otro día.
- De eso nada. Te quedas conmigo. Ayante lo sabe todo en lo que respecta a nosotros. Tiene pinta de frívolo pero verás que en serio tiene mucho que aprovechar. Bueno, empieza.
Pedro empezó a contar la razón por la que no estaba en el convento y se disponía a entrar al meollo del tema con incestuoso de su madre cuando entró secándose el pelo Ayante completamente desnudo haciendo gala de medidas dignas de un mármol de Fidias.
- Espera, espera, niño. ¿Que en medio de vuestros rezos y cánticos te la pelabas con un consolador ocasional? - y dirigiéndose a Mariano le sentenció - este niño es un degenerado, tu hijo es una joya. Con dieciséis añitos y el ojal preparado.
- Venga Ayantes - le cortó Mariano - no se trata de eso, es incidental, el muchacho venía por algo más gordo.
- ¿Más gordo? Pues de aquí no me voy. ¿Que hacías reina, te follabas al cura mientras hacía misa o tenías un glory hole en el confesionario? Cariño, Pedro es ¿No? Enséñale a tu tío Ayantes ese culito. Me muero por ver ese pedazo de túnel que tienes que tener. Porque soy tu tío, tu padre es mi hermana.
- Ayantes, de verdad, deja al chico en paz.
- Si no me importa enseñárselo, Papá, de verdad. Además un poco exhibicionista soy, me pone más cachondo pelarmela en la capilla con todo el mundo delante que cuando estoy solo.
Pedro empezó a desnudarse con parsimonia. Mariano se removía en su asiento, incómodo, y abría la segunda lata de cerveza y Ayantes entusiasmado daba palmas y saltitos. Para cuando Pedro estuvo desnudo, insultantemente bello y con toda su dotación lista para desencadenar la tercera guerra mundial, su padre tenía su short en los tobillos y se masajeaba su miembro sin ningún pudor y Ayantes tenía los testículos de Pedro en la mano derecha mientras que con la izquierda mensura a el tamaño de su ojal. Pedro con descaro y sabiéndose dueño de la situación decidió ser arrogante sin pensar lo que pasaría.
- Mira como tiene el rabo mi padre, Ayantes, que dirías si me tragase entera ese pedazo de verga - sin contar con la respuesta de Ayantes y la de su mismo padre
- No hay huevos, Pedrito - le susurró al oído mientras mordisqueaba la oreja y sin dejar de estimular su ano ya con dos dedos insertados.
La reacción de Mariano no fue exactamente la esperada por el chico y se vino abajo cuando su padre se arrellanó en su asiento con su trozo de carne candente apuntando al techo.
- Siii, si, cometela entera. Siempre le tuve envidia a tu madre por lo que hizo, y ahora, si, hijo, si, tragatela toda que te voy a preñar la garganta.
- Mientras tu padre te preña la garganta yo te preño el culo. Todos va a quedar en familia.
Pedro era ya presa de la lujuria. Nada que no hubiese sido aquel machacador de mármol había entrado por su culo. Ahora, al fin, tenía la oportunidad de saber la diferencia y que se sentía siendo violentado por el culo.
- Clávasela entera Ayantes que disfrute mi niño de tu polla como disfruto yo a diario, yo le daré lo suyo por la boca. Espero que no se le olvide jamás el día de hoy.
- Ya tendremos tiempo después de que me expliques que era esa envidia que siempre le tuviste a tu ex.
- Te lo digo yo. Mi madre me comía el rabo y los huevos cuando aún era un bebé. Vete clavándomela Ayantes, por favor, no me puedo aguantar. Y anoche me la comió entera como se la voy a comer yo ahora a mi padre. Somos, al parecer una familia un pelín incestuosa. Y a eso es a lo que venía, aunque visto lo visto esto es mucho más excitante.
Y con la última palabra se lanzó sobre el regazo de su padre permitiendo que le golpease la campanilla y le provocase el reflejo del vómito que Pedro cohibió no sin pagar el peaje de las lagrimas que se le saltaron.
- Me tienes que explicar - intentó hablar de forma normal pero ya no podía - sigue, sigue hijo, que me voy a correr.
Ayantes al escuchar a su pareja anunció que también se corría y en ese momento Pedro con dos sacudidas conseguía alcanzar el clímax también.
Quedaron los tres repartidos por el sofá y los suelos recuperando el resuello. Pedro fue el primero en levantarse.
- Me voy a cagar el polvo de éste - señaló a Ayantes - que por cierto el primero de mi vida y no creo que se pueda superar, y a ducharme.
- Y luego nos tienes que explicar cómo fue lo de la mamada de tu madre y como coño sabías tú que te asaltaba tu madre de chico, porque mucha sorpresa no te ha producido cuando he dicho lo de la envidia a tu madre.
- Si, porque es todo un poco más enrevesado. Ahora que me duche os lo cuento todo.

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